Victor, con la mirada fija en Xar'khal, alzó su dedo índice, concentrando su energía en una pequeña esfera brillante. De ella emergió el devastador "Rojo Solar", un ataque de energía pura y ardiente, disparado como un rayo que atravesaba el vacío del Outverso con una velocidad incalculable.
Xar'khal, al ver el proyectil acercarse, reaccionó con una sonrisa confiada. En un movimiento fugaz, esquivó el ataque, desapareciendo en un destello de velocidad y lanzándose hacia Victor con la intención de derribarlo con un golpe directo. Sin embargo, lo que Xar'khal no anticipó fue la capacidad de Victor para controlar la trayectoria de su ataque.
El Rojo Solar no se desvaneció tras fallar, sino que hizo un giro sorprendente en el aire, como si tuviera vida propia, y se redirigió hacia su objetivo. Antes de que Xar'khal pudiera reaccionar, el ataque lo golpeó por la espalda, atravesando su piel de pasta nuclear y dejándolo aturdido por un instante.
Aprovechando el momento, Victor se envolvió en una luz cegadora, su puño derecho brillando con la intensidad de un sol naciente. "¡Destello Solar!" gritó, mientras canalizaba una cantidad abrumadora de energía cósmica en su golpe.
Xar'khal, aún recuperándose del impacto en su espalda, no pudo evitar el siguiente ataque. Victor lo recibió de frente con un puñetazo demoledor, infundido con el poder solar. El golpe impactó directamente en el pecho de Xar'khal, con una fuerza tan colosal que la piel, supuestamente indestructible, comenzó a resquebrajarse bajo la presión.
El impacto no solo lo detuvo en seco, sino que lo envió a volar a través del espacio, rompiendo capas de realidad en su camino, como si estuvieran hechas de vidrio. Xar'khal atravesó estrellas y sistemas solares, dejando un rastro de destrucción antes de estrellarse contra un planeta lejano.
Victor, flotando en el vacío, observó el resultado de su ataque con una mirada determinada. Sabía que, aunque había logrado dañar a Xar'khal, el combate estaba lejos de terminar. La resistencia monstruosa de su enemigo le permitiría regenerarse y contraatacar en cuestión de segundos.
"Esto aún no es suficiente para derrotarte, ¿verdad?" murmuró Victor para sí mismo, preparando su siguiente movimiento, consciente de que necesitaría desatar aún más poder para acabar con un adversario tan implacable como Xar'khal.
Xar'khal, enfurecido por el golpe recibido, aprovechó la vastedad del espacio a su favor. En un instante, su figura se desvaneció en la negrura infinita del cosmos, como si se hubiera convertido en una sombra entre las estrellas. Reapareció justo detrás de Victor, en completo silencio, como un depredador al acecho.
Antes de que Victor pudiera reaccionar, Xar'khal transformó las espinas de sus codos en cuchillas afiladas como diamantes, capaces de cortar incluso la materia más resistente del multiverso. Con un movimiento rápido y preciso, lanzó un corte devastador en el pecho de Victor, dejando una grieta profunda que atravesó su armadura energética, dibujando un rastro de sangre cósmica flotando en el vacío.
Sin darle tiempo a recuperarse, Xar'khal aprovechó su ventaja. Posicionó su mano frente a Victor, su palma irradiando una energía oscura y caótica. Con una voz resonante que parecía vibrar en todas las dimensiones, gritó:
"¡Explosion of Death!"
Un estallido de energía descomunal emergió de su palma, envolviendo a Victor en una explosión cataclísmica. La onda expansiva fue tan intensa que Victor fue lanzado hacia atrás a una velocidad que desafiaba las leyes de la física, atravesando nebulosas y cinturones de asteroides, rompiendo planetas menores en su camino.
Victor voló a una velocidad tan extrema que el espacio mismo parecía doblarse a su alrededor. Sin embargo, su determinación y resistencia eran legendarias. Aunque el ataque le había causado un daño significativo, no estaba dispuesto a rendirse. Mientras era arrastrado por la explosión, su mente ya trabajaba en un contraataque, concentrando su energía interna para estabilizarse en medio del caos.
Logrando frenar su vuelo, Victor clavó sus pies en un asteroide cercano, deteniendo su impulso. El corte en su pecho aún ardía, pero sus ojos brillaban con una furia renovada. "Si eso es lo mejor que tienes, Xar'khal, aún no has visto nada", murmuró, encendiendo su aura en un resplandor dorado que iluminó todo el sector del espacio.
El combate entre estos dos titanes estaba lejos de terminar, y ambos sabían que solo uno saldría victorioso de esta colisión cósmica.
Xar'khal, alimentado por una ira ancestral y un poder oscuro que desafiaba la comprensión, se desplazó con una velocidad tal que parecía teletransportarse. En un abrir y cerrar de ojos, apareció justo frente a Victor, sin darle tiempo a reaccionar.
Con una sonrisa sádica y una mirada de absoluta determinación, Xar'khal canalizó una energía brillante y pura en su puño. Este poder, conocido como el "Destello Divino", era una técnica temida que solo unos pocos seres en la existencia podían dominar. Entre esos pocos, se encontraban entidades como Jehová y Karla'k, seres con un control absoluto sobre las energías divinas y caóticas.
Victor sabía lo que se avecinaba, pues él mismo poseía una variación única de esta técnica. Sin embargo, antes de que pudiera prepararse, Xar'khal lanzó su ataque.
Con una precisión impecable, Xar'khal golpeó el estómago de Victor con un puñetazo cargado de Destello Divino. El impacto fue devastador: una explosión de energía pura atravesó el cuerpo de Victor, irradiando luz cegadora en todas direcciones. Era un poder tan inmenso que el espacio mismo parecía retorcerse alrededor del punto de impacto.
Victor sintió cómo la energía divina penetraba sus defensas, desgarrando su armadura y golpeando sus órganos internos como un martillo cósmico. Una sensación de quemadura celestial recorrió su cuerpo, llevándolo a arquearse por el dolor. Aún así, su voluntad era indomable; no podía permitirse caer aquí.
Con un esfuerzo sobrehumano, Victor resistió el embate y, en un movimiento rápido, retrocedió unos pasos, inhalando profundamente para estabilizar su energía interna. Sus ojos brillaron con una mezcla de furia y determinación.
"¿Crees que solo tú puedes usar esa técnica, Xar'khal?" murmuró entre dientes, mientras concentraba su propio poder.
Elevando su energía al máximo, Victor comenzó a canalizar su propia variación del Destello Divino, una versión mejorada por su maestría en las artes marciales y su dominio del Energy Cosmic Purple. Sus manos brillaron con un resplandor que oscilaba entre un púrpura profundo y dorado, la luz envolviéndolo como un aura. Esta era su respuesta, su contraataque.
El duelo de poder entre Xar'khal y Victor estaba a punto de alcanzar un nuevo nivel, con técnicas divinas y ataques devastadores que podrían cambiar el curso del combate y del cosmos mismo.
Victor y Xar'khal seguían envueltos en un combate titánico que trascendía la destrucción cósmica. Cada golpe y técnica desataba energías que podrían haber aniquilado sistemas solares enteros, pero ambos luchadores estaban enfocados únicamente en destruir al otro.
Victor, aprovechando un momento de apertura, canalizó su técnica Destello Solar y lo lanzó directamente hacia las costillas de Xar'khal. El ataque impactó con una fuerza devastadora, causando una grieta visible en la resistente piel de pasta nuclear y pasta outversal de Xar'khal. Pero este ser oscuro no retrocedió, lanzando un contraataque con sus Cortes de Caos, invisibles y letales. Uno de esos cortes alcanzó a Victor en el rostro, haciéndole perder un ojo en una explosión de sangre y dolor. Sin embargo, Victor no se detuvo, soportando el daño y contraatacando con otro Destello Solar dirigido al pecho de su enemigo.
Xar'khal sintió el golpe en su cuerpo, tambaleándose momentáneamente, pero respondió con un puñetazo que habría pulverizado a cualquier otro oponente. Victor, en un movimiento desesperado, canalizó otro Destello Solar en su mano para interceptar el golpe, generando una explosión que empujó a ambos combatientes hacia atrás.
Ambos chocaron con fragmentos de planetas que flotaban por el vacío del espacio, usando los escombros como terreno para su combate. Victor arrancó un pedazo gigantesco de un planeta cercano y lo arrojó con fuerza sobrehumana hacia Xar'khal. Pero Xar'khal, con su velocidad y precisión, cortó el pedazo de planeta en pequeños fragmentos antes de lanzarse nuevamente hacia Victor.
El intercambio de golpes se volvió aún más feroz. Victor, sangrando de múltiples heridas, decidió poner fin a esto. En un movimiento inesperado, agarró el pie de Xar'khal y, canalizando un poder espiritual que combinaba las energías de Evil Victor, Karla'k y Daiki Talloran, desató un Corte Espiritual Perfecto. Este ataque cortó el pie de Xar'khal, no solo destruyendo su extremidad física, sino también dañando su esencia espiritual. Xar'khal se retorció de dolor, incapaz de regenerar la herida tan rápidamente como antes.
Victor, viendo una oportunidad, lanzó otro Destello Solar hacia el costado de Xar'khal, dejándolo vulnerable. Aprovechando el momento, Victor tomó impulso y lanzó a Xar'khal contra un fragmento masivo de planeta, haciéndolo estallar en mil pedazos. Teletransportándose rápidamente detrás de su oponente, Victor desató un último Destello Solar, esta vez dirigido al estómago de Xar'khal, antes de teletransportarse una vez más para atacar desde atrás, mandando a Xar'khal a estrellarse contra otro fragmento de planeta, pulverizándolo en una explosión de rocas y energía cósmica.
Xar'khal, aunque herido y con su espíritu dañado, no había terminado. Sus ojos brillaban con una furia inextinguible mientras se levantaba de entre los escombros, dispuesto a continuar la batalla. Pero Victor, con una mirada de acero y un poder que ardía como mil soles, estaba listo para llevar esta lucha al límite absoluto. Ambos guerreros sabían que el próximo intercambio de golpes podría decidir el destino de universos enteros.
Mientras Victor y Xar'khal continuaban su feroz batalla en los confines del outverso, sus golpes resonando como explosiones cósmicas, la situación en el planeta Tierra era igualmente caótica y brutal. Allí, el campo de batalla se había transformado en un paisaje apocalíptico de destrucción y fuego.
Jehová, con su poder divino desatado, lanzaba rayos de energía celestial que atravesaban legiones de demonios, incinerándolos al instante. Su mirada severa y su poder abrumador hacían temblar a sus enemigos, quienes, a pesar de su número, no podían compararse con el ser omnipotente.
Evil Victor, la oscura contraparte de Victor, se movía como un relámpago a través del campo de batalla, utilizando su velocidad y brutalidad para diezmar a los demonios que se cruzaban en su camino. Con su espada de energía en mano, cada corte desintegraba a los demonios en un destello de luz negra y roja. El Usagi Instantáneo, su técnica de teletransportación, lo hacía casi imposible de atrapar, atacando desde todas direcciones con precisión letal.
Daiki Talloran, con su poder de manipulación energética y las enseñanzas de su padre James Talloran, lanzaba ráfagas de energía púrpura que devastaban a los demonios en masa. Sus habilidades, potenciadas por la furia de proteger la Tierra, lo hacían un oponente formidable, rebotando entre los enemigos con una agilidad que desafiaba la física. Sus técnicas de artes marciales mezcladas con su energía destructiva hacían que cada movimiento suyo fuera un espectáculo de poder.
Derek, el androide mitad máquina y mitad humano, estaba en su Modo Omnipotencia, habiendo absorbido el poder del omniverso. Con su gran espada forjada durante meses de preparación, cortaba a través de hordas de demonios como si fueran de papel. Cada golpe de su espada desataba ondas de choque que sacudían el suelo, y su transformación le daba un poder tan grande que los demonios lo evitaban con terror.
Los cuatro héroes luchaban codo a codo, protegiendo a los inocentes y haciendo retroceder a la marea demoníaca que parecía interminable. Jehová, al ver la gravedad de la situación, comenzó a recitar antiguos cánticos sagrados, invocando una Luz Divina que purificaba el área, desintegrando a los demonios más débiles y debilitando a los más fuertes.
Evil Victor, notando la oportunidad creada por la luz de Jehová, lanzó su propio Blaster Solar, un ataque exclusivo que desintegraba todo a su paso, dejando un rastro de destrucción pura. La explosión resultante arrasó un kilómetro de terreno, dejando una cicatriz humeante en la Tierra.
Daiki, en sincronía con sus compañeros, utilizó una técnica que había perfeccionado, el Vórtice de Energía Oscura, arrastrando a decenas de demonios hacia un abismo que colapsaba sobre sí mismo, eliminándolos sin dejar rastro.
Derek, aprovechando el caos, desplegó una técnica suprema: Annihilation Ray, una ráfaga que absorbía la energía del entorno y la concentraba en un haz que vaporizaba todo en su trayectoria. "No hay lugar para la piedad", murmuró mientras eliminaba a un grupo de élite de demonios.
La lucha en la Tierra continuaba, con los héroes dando todo para contener la invasión demoníaca, sabiendo que, en los confines del universo, Victor estaba luchando por su vida y por el destino de toda la existencia. La batalla apenas había comenzado, y el equilibrio entre el bien y el mal pendía de un hilo.
En otra parte del campo de batalla, Nine Sharon y Rigor se enfrentaban a sus propios desafíos. Mientras el caos envolvía al universo, ambos guerreros luchaban sin descanso, enfrentándose a enemigos de gran poder en un intento desesperado por inclinar la balanza a su favor en esta guerra total.
Nine Sharon, el antiguo amigo y ahora rival de Victor, desataba un torrente de poder que arrasaba con todo a su paso. Su sed de venganza y su destreza en combate eran imparables; cada movimiento suyo era un despliegue de habilidad devastadora. Utilizando su capacidad para manipular la energía oscura, creaba látigos de sombra que desgarraban a los enemigos, envolviéndolos en un vacío infinito del que no había escapatoria. Con una risa siniestra, arrojaba sus oponentes al olvido, como si fueran meras moscas ante su poder.
Por otro lado, Rigor, conocido por su dominio del Krav Maga y sus ataques con el Energy Cosmic Purple, luchaba con una furia inquebrantable. Había perdido todo rastro de duda y miedo, sabiendo que este era un combate a vida o muerte. Cada golpe que lanzaba era un estallido de energía púrpura, destrozando demonios y ángeles por igual, sin discriminar entre el bien y el mal en su camino hacia la victoria. Con un giro rápido, utilizaba su agilidad para esquivar ataques mortales, devolviendo el favor con movimientos precisos que dejaban a sus enemigos sin oportunidad de defenderse.
El escenario en el que peleaban era un desierto dimensional, un lugar donde el espacio y el tiempo se retorcían y distorsionaban. Ambos guerreros se movían con una velocidad sobrehumana, dejando atrás estelas de energía que resonaban como truenos. Nine Sharon lanzaba su técnica suprema, el Desolation Wave, una onda expansiva que eliminaba a todos los enemigos en un radio de varios kilómetros, mientras Rigor, no dispuesto a ser superado, respondía con su propio ataque devastador, el Cosmic Purple Obliteration, que hacía estallar a sus enemigos en un torbellino de partículas cósmicas.
Sabían que sus esfuerzos eran cruciales. Cada demonio y ángel caído significaba una posibilidad menos de que el universo fuera consumido por la oscuridad. Ambos peleaban con la convicción de que si caían, el mundo que conocían no tendría salvación.
Desde lejos, los otros héroes podían sentir el eco de sus combates. Evil Victor, Daiki, Derek y Jehová sabían que el éxito de la misión de Victor contra Xar'khal dependía de que ellos mantuvieran a raya a las fuerzas enemigas aquí en la Tierra y en otros rincones del cosmos. La batalla era un verdadero todo o nada, y cada guerrero luchaba con la esperanza de que sus sacrificios no fueran en vano.
El combate era implacable, una danza de muerte donde cualquier error significaba la aniquilación total. Pero mientras Victor y Xar'khal se batían en los confines del outverso, Nine Sharon y Rigor estaban decididos a limpiar el camino, asegurando que sus amigos tuvieran una oportunidad de vencer en esta batalla por el destino de toda existencia.
Mientras Victor y Xar'khal atravesaban el cosmos a una velocidad inimaginable, los dos combatientes se convertían en un destello brillante que cruzaba los confines de la realidad misma. La fricción del espacio-temporal distorsionado hacía que su paso por los multiversos infinitos pareciera un cometa fugaz, dejando rastros de luz por donde pasaban.
Al llegar al Universo 15, en un mundo pacífico y lleno de vida, la noche tranquila se vio interrumpida por su fulgurante trayectoria. Desde la Tierra, Nerumi, Nagatchi, Iván, Missa, y Sanbs alzaron la vista al cielo, observando lo que parecía un cometa ardiendo a través del firmamento. Sin embargo, lo que presenciaban no era un fenómeno astronómico, sino la feroz batalla entre dos seres de un poder inconcebible.
Mientras volaban a una velocidad que desafía toda lógica, Victor se dio cuenta de que estaban atravesando su propio universo. Su mirada cambió, entendiendo que Xar'khal había planeado llevar la batalla al lugar que más apreciaba: su planeta natal, la Tierra.
Al pasar por el borde del sistema solar, Xar'khal soltó a Victor con una fuerza brutal, sus colmillos afilados esbozando una sonrisa de victoria. A continuación, concentró una energía deslumbrante en su palma y lanzó un Destello Divino directo al pecho de Victor. La explosión fue tan intensa que iluminó todo el cielo nocturno como si fuera de día.
Victor, impactado de lleno por el ataque, salió disparado como un meteoro hacia la Tierra. Cayó desde la atmósfera como una estrella fugaz, pero en lugar de una luz hermosa, era una bola de fuego y energía cósmica.
La velocidad y el ángulo del impacto lo llevaron directamente hacia el Océano Atlántico, creando una gigantesca columna de agua que se elevó cientos de metros en el aire al momento del impacto. El estruendo resonó por todo el planeta, haciendo temblar la tierra y los mares por igual.
Xar'khal, flotando en la atmósfera terrestre, observaba con satisfacción mientras Victor se sumergía en las profundidades del océano. Pero sabía que esta batalla estaba lejos de terminar. Descendiendo lentamente hacia la superficie, estaba listo para continuar la pelea, decidido a destruir a Victor de una vez por todas.
Desde la Tierra, los demás héroes sintieron el impacto y el poder desatado. Jehová, Evil Victor, Daiki, y Derek se dieron cuenta de que el combate había llegado a su propio mundo. El tiempo apremiaba, y sabían que debían hacer todo lo posible para ayudar a Victor antes de que fuera demasiado tarde.
La guerra que había comenzado en los rincones más oscuros del universo ahora amenazaba con consumir la Tierra misma en su vorágine de destrucción. El destino del mundo colgaba de un hilo mientras los dos titanes se preparaban para el siguiente asalto en su duelo definitivo.
Victor, con el cuerpo exhausto y al borde del colapso, se teletransportó de inmediato al lado de Jehová. Apenas sus pies tocaron el suelo, se desplomó de rodillas, jadeando por el dolor que laceraba cada fibra de su ser. Sus músculos temblaban, sus heridas sangraban profusamente, y por un momento, el guerrero que había enfrentado innumerables desafíos parecía al límite de sus fuerzas.
Jehová, con una mirada solemne y cargada de compasión, alzó una mano hacia Victor. Un resplandor cegador emanó de su palma, envolviendo al guerrero en una luz sanadora que parecía desafiar la misma esencia del tiempo y el espacio. Las heridas de Victor se cerraron en un instante, las cicatrices se desvanecieron como si nunca hubieran existido, y una nueva oleada de poder lo recorrió. El aire alrededor de ellos vibraba con la fuerza restauradora de Jehová, un milagro divino que infundía esperanza incluso en medio del caos.
Pero antes de que Victor pudiera siquiera agradecerle, un estruendo ensordecedor rasgó el cielo. Xar'khal, con una furia descomunal, se abalanzaba como una tormenta imparable, sus alas rasgando el aire, sus espinas brillando como dagas hambrientas bajo el sol moribundo. Jehová, con una serenidad inquebrantable, adelantó un paso y desató un golpe que resonó como un trueno celestial. El impacto fue tan colosal que Xar'khal fue arrojado a kilómetros de distancia, su figura desvaneciéndose entre nubes de polvo y rocas pulverizadas.
Victor miró a Jehová, asombrado por el despliegue de poder divino. Pero no había tiempo para pausas; su mente giraba rápidamente, buscando un plan para detener al demonio regenerativo que amenazaba con destruirlo todo. Fue entonces cuando una idea surgió en su mente, una esperanza que dependía de sus aliados más confiables.
—¡Daiki! —gritó Victor con una voz que llevaba consigo tanto desesperación como determinación. Su amigo, que luchaba ferozmente contra hordas de demonios en las cercanías, se volvió al escuchar la llamada de Victor.
Daiki Talloran, cubierto de sudor y sangre, no dudó un segundo. Con un movimiento fluido, eliminó a los demonios que lo rodeaban con un estallido de energía antes de volar hacia Victor. Sus ojos reflejaban la misma valentía y fuerza que había demostrado durante todas sus batallas juntos.
—Victor, estoy aquí. ¿Qué necesitas? —preguntó Daiki, con una voz firme pero cargada de una preocupación apenas disimulada.
Victor respiró hondo, sabiendo que estaban a punto de enfrentarse a un enemigo que parecía invulnerable. Él puso una mano en el hombro de Daiki, sus ojos llenos de una mezcla de orgullo y urgencia.
—Necesitamos unir nuestras fuerzas. Xar'khal se ha vuelto más fuerte que nunca. No podemos permitir que destruya este mundo. Tenemos que detenerlo aquí y ahora, cueste lo que cueste.
Daiki asintió, sus ojos ardiendo con la determinación de un verdadero guerrero dispuesto a dar su vida si fuera necesario. En ese momento, Evil Victor y Derek, que habían estado luchando implacablemente contra las hordas infernales, notaron la gravedad de la situación y se acercaron. Derek, con su recién forjada espada brillando con energía omnipotente, miró a Victor con una determinación férrea.
—Te debo una, Victor, —dijo Derek con una voz profunda—. Es hora de poner fin a este caos de una vez por todas.
Jehová, viendo cómo los guerreros se reunían, inspiró profundamente y asintió. —Entonces, acabemos con esto. No habrá lugar para la oscuridad en este mundo.
En la distancia, un rugido demoníaco resonó cuando Xar'khal se levantó entre los escombros, su cuerpo mutando y expandiéndose en una forma aún más aterradora. Sus ojos, brillando con odio, se fijaron en los héroes reunidos.
—¡Voy a destruirlos a todos! —bramó Xar'khal, su voz retumbando como un presagio de destrucción.
Con un gesto de su mano, desató un torrente de energía oscura que partió el cielo en dos. Pero Victor, ahora flanqueado por sus amigos, no retrocedió.
El aire se llenó de energía, un preludio de la batalla definitiva. El destino del universo, y quizás del propio multiverso, pendía de un hilo. Los héroes se prepararon para el asalto final, sabiendo que esta podría ser su última batalla, pero decididos a luchar hasta el último aliento.
Así, en medio de un paisaje devastado, con la luz menguando y el mundo temblando bajo el peso de titanes, comenzó la confrontación que decidiría el destino de todo lo que alguna vez fue y sería.
El campo de batalla estalló en una colisión titánica cuando Jehová y Xar'khal se lanzaron el uno contra el otro con una furia desatada. Los cielos se rasgaron con cada golpe, y el suelo bajo ellos temblaba como si el mismísimo tejido del universo estuviera al borde de desmoronarse. Jehová, con una luz divina irradiando de cada poro, se movía con una gracia y una fuerza inigualables, cada golpe suyo era como el juicio final descendiendo sobre su adversario. Pero Xar'khal no se quedó atrás.
En medio del intercambio brutal de ataques, Xar'khal desplegó un recurso inesperado y devastador. Con una sonrisa torcida que destilaba pura malicia, invocó el poder de uno de los hijos de Karla'k. La adaptación, un don arcano que pertenecía al temido Yekun, apareció como una sombra envolviendo su cuerpo. Era un arsenal que le otorgaba la capacidad de adaptarse al instante a cualquier ataque, por más divino o devastador que fuera.
Los ojos de Jehová se entrecerraron al percibir el cambio en su oponente. Xar'khal, ahora reforzado por esta adaptación arcana, absorbía cada golpe con mayor facilidad, su piel gris nuclear y outversal se endurecía más allá de lo imaginable, volviéndose casi invulnerable a los destellos de luz divina que una vez lo habían quemado.
—¿Crees que puedes derrotarme, Jehová? —rugió Xar'khal, sus espinas se alargaron aún más, y una nueva capa de armadura se formó sobre su cuerpo, cambiando con cada golpe recibido, volviéndose aún más resistente. Cada impacto divino de Jehová se disipaba, como si el universo mismo se estuviera ajustando para proteger a este demonio.
Jehová sintió la presión. Sabía que tenía que actuar rápido, o el monstruo ante él se volvería imparable. Levantó su mano, creando un sello celestial, un símbolo antiguo que canalizaba la luz pura de los cielos más altos. Lo lanzó como un rayo hacia Xar'khal, esperando atravesar la defensa adaptativa.
Pero Xar'khal, ahora totalmente sincronizado con las habilidades de Yekun, se adaptó al ataque en tiempo real. Su piel cambió de nuevo, absorbiendo el impacto divino sin apenas inmutarse. Luego, con un rugido triunfante, desató un aluvión de golpes con sus espinas de diamante, dirigidos a Jehová con una velocidad sobrehumana.
—¡Esto no será suficiente para detenerme! —gritó Xar'khal, sus ojos llenos de un brillo caótico, mientras lanzaba un corte caótico adaptado directamente al torso de Jehová. El ataque parecía resonar con la energía misma del caos primordial, un regalo oscuro de su progenitor Karla'k.
Jehová, con su sabiduría infinita, se teletransportó en el último segundo, esquivando el golpe que habría desgarrado el mismo tejido de su ser. Sin embargo, sabía que no podría mantener este ritmo eternamente. Victor, observando desde la distancia, comprendió la gravedad de la situación.
—¡Daiki, Derek, necesito su ayuda ahora! —gritó Victor, invocando a sus amigos. Ambos héroes se lanzaron al combate, preparados para lo que podría ser la última batalla de sus vidas.
Jehová, viendo que la ayuda finalmente llegaba, asintió con un breve resplandor de esperanza en sus ojos. Mientras tanto, Xar'khal se preparaba para desatar un poder aún mayor, con una sonrisa de pura satisfacción al ver cómo su arsenal adaptativo le permitía igualar incluso a los seres más poderosos del cosmos.
—Traigan todo lo que tengan —gruñó Xar'khal—. No hay esperanza para ustedes. No mientras posea el poder de la Adaptación de Yekun.
La tierra tembló, los cielos se oscurecieron y las fuerzas cósmicas convergieron, mientras Jehová, Victor, Daiki, y Derek se preparaban para enfrentar a un enemigo que parecía no tener límites. En este enfrentamiento de dioses, demonios y guerreros, el destino del multiverso pendía de un hilo. La batalla final estaba por decidirse, en un escenario donde cada golpe podía significar el fin o el renacimiento de todas las cosas.
Con un rugido ensordecedor que hizo vibrar el espacio a su alrededor, Xar'khal arrojó a Jehová al suelo con un impacto tan brutal que el mismo planeta tembló bajo sus pies. Fragmentos de tierra y roca fueron lanzados al aire como si fueran meros escombros bajo el poder desatado de este ser demoníaco.
Antes de que los héroes pudieran reaccionar, Xar'khal se desvaneció en un parpadeo, reapareciendo justo frente a Victor, Derek, y Daiki Talloran. La atmósfera se cargó con una energía oscura y opresiva, como si el mismo cosmos contuviera la respiración ante lo que estaba a punto de suceder.
—¡Muéstrenme de qué están hechos! —bramó Xar'khal, con sus ojos fulgurando como antorchas infernales. Sin advertencia alguna, desató un golpe ejecutor, un ataque cargado con una energía que parecía extraída de los mismos abismos del caos.
Derek, el androide creado por Metatron, intentó activar sus defensas. Sus ojos brillaron con un destello azul, y un escudo de energía se desplegó ante él. Pero el poder de Xar'khal era abrumador; sus cuchillas afiladas como diamantes atravesaron el campo de energía como si fuera papel. El golpe impactó en el torso de Derek con una fuerza indescriptible, lanzándolo hacia atrás a una velocidad sobrehumana.
—¡Derek! —gritó Daiki, viendo cómo su compañero androide era enviado volando más allá del horizonte, atravesando varios kilómetros en cuestión de segundos antes de perderse de vista entre los escombros.
La furia brilló en los ojos de Victor. Este ser había herido a su amigo sin piedad, y ahora, él sabía que no podía contenerse más. Daiki, con el rostro lleno de determinación, se colocó al lado de Victor, ambos sabiendo que no había marcha atrás.
—No te atrevas a subestimarnos, Xar'khal, —gruñó Victor, mientras sus puños comenzaban a brillar con un aura cósmica.
—Pagarás por esto —añadió Daiki, invocando su propia energía que formaba espirales de luz a su alrededor.
Xar'khal simplemente sonrió, una sonrisa cargada de desprecio y arrogancia.
—Intenten lo que quieran, nada podrá detener mi poder absoluto, —se burló el demonio, mientras extendía sus brazos, canalizando el caos y la adaptabilidad que le otorgaba Yekun. Cada segundo que pasaba, su piel se volvía más resistente, más aterradora, como si estuviera absorbiendo la esencia misma de la destrucción.
Victor y Daiki sabían que la batalla que se avecinaba sería decisiva. Con Derek fuera de combate, tendrían que enfrentarse a esta abominación con todo lo que tenían, arriesgando no solo sus vidas, sino el destino de todos los universos que dependían de su victoria.
Jehová, con una velocidad divina, se lanzó hacia adelante y, en un movimiento imponente, su puño ascendió en un uppercut perfecto, impactando directamente en la barbilla de Xar'khal. El golpe fue tan devastador que el demonio salió disparado al espacio exterior, atravesando la atmósfera como un meteoro en retroceso.
Jehová, decidido a no darle tregua, lo siguió al instante, convirtiéndose en un rastro de luz cegadora que cortaba el vacío del cosmos. Su misión: mantener a Xar'khal a raya el mayor tiempo posible, comprando esos segundos críticos que Victor y Daiki necesitaban para llevar a cabo su plan.
Mientras la batalla entre Jehová y Xar'khal continuaba más allá de las estrellas, en la superficie devastada del planeta Tierra, Victor y Daiki se miraron, sus respiraciones pesadas, pero sus ojos llenos de determinación. Sabían que este era el momento decisivo, y no podían desperdiciar la oportunidad que Jehová les había brindado.
—Es hora de desatar nuestro verdadero poder, —dijo Victor, con una sonrisa confiada.
—Hagámoslo, compañero —respondió Daiki, asintiendo con firmeza.
Ambos guerreros elevaron su ki al máximo, haciendo que el suelo a su alrededor comenzara a temblar, y el aire vibrara con la fuerza de su energía. Sus cuerpos brillaban con auras fulgurantes, una mezcla de tonos dorados y púrpuras que ascendían como columnas de poder hacia el cielo.
En un movimiento sincronizado, cada uno sacó un arcillo metálico y se lo colocó en la oreja opuesta. Acto seguido, comenzaron a realizar una danza ceremonial, moviendo sus cuerpos con precisión y gracia en una serie de pasos intrincados, un ritual que fusionaba tanto la técnica como el espíritu. Con cada giro, la energía que emanaban se intensificaba, envolviendo sus cuerpos en una esfera radiante.
Finalmente, cuando la danza alcanzó su clímax, Victor y Daiki chocaron sus puños con un estruendo que resonó como un trueno a través del campo de batalla.
—¡Fusión! —gritaron al unísono, desatando un destello de luz cegador que envolvió todo a su alrededor.
El destello se desvaneció, revelando la imponente figura de Daictor, la fusión legendaria que había regresado al campo de batalla. Era una amalgama perfecta de poder, técnica y voluntad, con la fuerza combinada de dos de los guerreros más formidables del universo. Sus ojos brillaban con una determinación inquebrantable, y su aura era tan intensa que la misma realidad parecía distorsionarse a su alrededor.
—¡El tiempo de Xar'khal se ha acabado! —proclamó Daictor, con una voz que resonaba como un trueno doble. —¡Vamos a terminar esto, de una vez por todas!
En ese instante, un grito de furia resonó desde lo alto. Jehová, aún enfrascado en su combate con Xar'khal, lanzó un destello divino para detener a su enemigo por un momento, permitiendo que Daictor canalizara todo su poder.
La batalla definitiva estaba a punto de alcanzar un nuevo nivel, mientras el universo contenía la respiración ante el enfrentamiento entre los poderes supremos que podrían decidir el destino de toda la creación.
En medio del vasto vacío del cosmos, donde la luz y la oscuridad se entrelazaban en un baile eterno, Jehová y Xar'khal se enfrentaban en un duelo colosal. El espacio a su alrededor temblaba bajo la presión de sus poderes desatados. Jehová, en un ataque de furia divina, intentó asestar un golpe devastador, pero fue recibido con un contraataque inesperado.
Xar'khal, con una sonrisa siniestra y un brillo malicioso en sus ojos, abrió su boca y, en un movimiento rápido, escupió un chorro de su propia sangre oscura y corrosiva hacia Jehová. Esta sangre no era una sustancia ordinaria; era una amalgama de las fuerzas más terribles del caos y la destrucción, reminiscente del antiguo dios Karla'k. La sustancia se pegó a la piel divina de Jehová, comenzando a corroerla instantáneamente.
—¿Qué clase de brujería es esta? —rugió Jehová, sintiendo el ardor insoportable y el dolor punzante que lo atravesaba. Por primera vez en eones, su cuerpo celestial sufría una agonía que no podía ignorar. Partes de su piel y carne divina se desintegraban, dejando cicatrices que se extendían como fuego líquido.
Jehová, concentrando su inmensa voluntad, intentó activar su regeneración conceptual, una habilidad que trascendía los límites de la realidad física y podía restaurar su forma desde la misma esencia de su ser. Pero para su horror, la regeneración no surtía efecto. Las heridas seguían abiertas, su poder divino no lograba revertir el daño.
—¿Cómo es posible? ¡Victor había destruido este concepto! —gritó Jehová, en un tono que oscilaba entre la confusión y la furia. Sus ojos, usualmente llenos de la certeza de su poder, se llenaron de dudas por primera vez en una eternidad.
Xar'khal, flotando en el vacío con una aura ominosa que parecía consumir incluso la luz de las estrellas, dejó escapar una risa grave y resonante.
—Pobre dios, ¿acaso creíste que habías visto el verdadero poder? —dijo Xar'khal con voz ronca, que resonaba con ecos antiguos y oscuros. —Déjame ilustrarte... No soy solo la descendencia de Karla'k. Soy la fusión perfecta de los conceptos más aterradores: el Caos Primordial de Karla'k y la Oscuridad Absoluta de Xal'Azar. Juntos, encarnamos un poder más allá de la comprensión de dioses como tú.
El aire mismo pareció volverse pesado ante la revelación. Xar'khal extendió sus brazos, dejando ver la fusión de energías caóticas y sombras infinitas que fluían a través de su ser. Sus espinas y crestas brillaban con una luz oscura, pulsante, como si estuvieran vivas.
—Mis heridas no son meramente físicas ni espirituales; son manifestaciones del caos y la oscuridad misma. Tu regeneración conceptual es inútil frente a mi poder, pues lo que destruyo no es solo carne o espíritu, sino el concepto mismo de integridad.
Mientras Jehová trataba de recomponerse, Daictor (la fusión de Victor y Daiki Talloran), observaba desde abajo con una mezcla de admiración y urgencia. Sabía que si Jehová no podía resistir los embates de Xar'khal, sus posibilidades también se verían comprometidas.
—Daictor, no tenemos mucho tiempo —dijo Daiki desde el interior de la mente fusionada. —Si ese monstruo es la combinación de Karla'k y Xal'Azar, necesitaremos más que destellos solares para detenerlo.
Victor, con su determinación habitual, respondió: —Entonces usaremos lo que nunca antes hemos usado, el límite absoluto de nuestro poder. No podemos permitir que esto sea el fin.
Jehová, tambaleante pero aún decidido, asintió al sentir la determinación de Daictor. Era un todo o nada. El destino del multiverso pendía de un hilo, y la única esperanza residía en la alianza entre lo divino y lo mortal, en la combinación de habilidades que nunca antes se había intentado.
La batalla estaba lejos de terminar, pero una cosa estaba clara: el desenlace sería una confrontación donde solo la esencia más pura del poder sobreviviría.
Con una determinación feroz, Daictor cargó su energía y se lanzó como un meteoro dorado hacia Xar'khal. En un instante, su puño se hundió con una fuerza devastadora en el estómago de su enemigo. El impacto resonó como un trueno cósmico, desatando una onda de choque que atravesó dimensiones enteras.
El golpe fue tan poderoso que ambos salieron disparados a una velocidad inimaginable, cruzando universos y multiversos. En cuestión de segundos, atravesaron el vacío del Universo 15, dirigiéndose directamente hacia la luna que orbitaba el planeta Tierra de ese universo.
El cielo nocturno fue testigo de su llegada cuando impactaron con furia sobre la superficie lunar. Fragmentos de roca y polvo cósmico volaron en todas direcciones mientras Daictor y Xar'khal se alzaban de entre los escombros, listos para continuar su feroz batalla bajo la luz de un universo distante.
Daictor y Xar'khal se lanzaron el uno contra el otro con una furia desatada, cada golpe resonando como un trueno apocalíptico. La luna temblaba bajo la intensidad de su combate, grandes fragmentos de roca lunar se desprendían y flotaban en el vacío, como si fueran simples motas de polvo ante su poder abrumador.
Los ojos de Daictor brillaban con una determinación inquebrantable, una sonrisa de confianza curvaba sus labios mientras esquivaba un golpe devastador y contraatacaba con un puñetazo directo al rostro de Xar'khal. Por su parte, Xar'khal respondió con una sonrisa aún más cínica y sádica, sus ojos destellando con una locura desbordante. Ambos disfrutaban de esta brutal danza de destrucción, un enfrentamiento que parecía no tener fin.
Cada choque de sus puños creaba ondas de energía que desgarraban la superficie lunar, abriendo cráteres y destrozando su paisaje. La luna, una vez un faro de serenidad en la noche del Universo 15, ahora era un campo de batalla en ruinas, testigo de un combate tan feroz que las estrellas mismas parecían parpadear ante su ferocidad.
A pesar de las heridas que ambos acumulaban, su sed de victoria solo crecía. Con cada golpe, con cada esquive, sus sonrisas se ensanchaban, alimentadas por la intensidad del desafío. No había duda: este no era solo un combate por la supervivencia, sino un duelo de orgullo, una batalla donde solo el más fuerte prevalecería.
Xar'khal, con un grito de furia, lanzó a Daictor hacia el planeta Tierra del Universo 15. La fuerza de su empuje fue tan brutal que la figura fusionada de Daictor voló a través del espacio a una velocidad que hizo temblar las estrellas a su paso. El guerrero atravesó el vacío cósmico como un proyectil, cruzando dimensiones y dejando una estela de luz detrás de él.
Finalmente, Daictor impactó contra la atmósfera terrestre con un estruendoso choque. La caída fue devastadora, atravesando las capas del aire hasta estrellarse con el suelo de Alaska. El impacto dejó un cráter gigantesco, levantando una nube de polvo y escombros que oscureció el cielo durante breves momentos.
Al abrir los ojos, Daictor quedó tumbado en el frío suelo de la tundra, respirando con pesadez, pero sin mostrar signos de rendirse. Su cuerpo estaba herido, pero su espíritu seguía intacto. Las huellas de su caída se extendían por kilómetros a la redonda, como un recordatorio del poder absoluto con el que estaba luchando.
A lo lejos, el sonido de la batalla seguía, un recordatorio de que Xar'khal no se detendría, y que la guerra por el destino de sus mundos y universos apenas comenzaba. Daictor, con un esfuerzo titánico, se puso de pie, preparándose para la siguiente fase de su enfrentamiento con el ser que había desatado tanto caos.
La intensa energía que rodeaba a Daictor comenzó a disiparse, y con un estruendo, la fusión de Victor y Daiki Talloran llegó a su fin. La energía cósmica que los había unido se desintegró en una explosión de luz y poder, dejando atrás a Victor y Daiki de nuevo en sus formas originales. Ambos cayeron al suelo, exhaustos, pero con una determinación inquebrantable en sus ojos.
Victor, cubierto de heridas, respiraba con dificultad, pero su mirada no mostraba signo de rendición. Había sido parte de una fusión poderosa, pero ahora estaba de vuelta en su forma original, listo para seguir luchando. Daiki, igualmente agotado, se levantó con dificultad. Su cuerpo, aunque humano, había sido transformado por el poder de la fusión, y ahora sentía una mezcla de agotamiento y resolución.
Con las manos sangrientas y el cuerpo cubierto de cicatrices, ambos sabían que el peligro no había pasado. Xar'khal seguía siendo una amenaza, y el conflicto estaba lejos de terminar. Sin embargo, a pesar de la separación de la fusión, ambos héroes compartían un vínculo aún más fuerte, sabiendo que su lucha no solo era por ellos mismos, sino por todos los mundos que estaban en juego.
Victor miró a Daiki con una sonrisa cansada, pero llena de respeto. "No hemos terminado aún", dijo, su voz grave pero confiada.
Daiki, asintiendo, se preparó para la siguiente fase de la batalla. "Vamos a terminar con esto", respondió con una determinación igual de firme.
Aunque la fusión se había roto, su alianza seguía tan fuerte como antes. El destino de todo lo que conocían dependía de su próxima jugada.
Victor y Xar'khal seguían peleando en el terreno helado, la superficie de Alaska crujía bajo el impacto de sus golpes. La fuerza de sus cuerpos, casi indestructibles, hacía que el hielo se rompiera en fragmentos cada vez que se golpeaban, creando una atmósfera tensa y peligrosa.
De repente, en un giro inesperado, Daiki Talloran apareció desde el costado, empuñando su katana con habilidad y determinación. En un solo movimiento rápido, con una precisión impecable, Daiki lanzó un corte perfecto dirigido al brazo de Xar'khal. El sonido del filo cortando el aire resonó en el vacío helado, y con la velocidad de un rayo, la espada de Daiki hizo contacto.
El corte fue tan preciso y limpio que Xar'khal apenas tuvo tiempo de reaccionar. La katana dejó una marca profunda en su brazo, y un rastro de sangre oscura comenzó a brotar de la herida. El guerrero de aspecto monstruoso, por un momento, perdió el control de su poder. Su mirada sádica se tornó en una expresión de rabia, y con un rugido feroz, se giró rápidamente para contrarrestar el ataque.
Victor, observando la apertura, no perdió tiempo. Con una velocidad asombrosa, aprovechó la distracción de Xar'khal para lanzar un puñetazo cargado con energía cósmica, directo al pecho de su enemigo. La combinación de la ofensiva de Victor y el ataque preciso de Daiki dejó a Xar'khal en una posición vulnerable.
A pesar del dolor, Xar'khal no retrocedió. Con una furia renovada, comenzó a canalizar más energía, su cuerpo se cubrió con una capa de sombras oscuras y su piel se endureció aún más, resistiendo el daño. Pero la herida era clara, y la batalla comenzaba a tomar un giro inesperado para él.
Xar'khal, con su imparable fuerza, golpeó a Daiki Talloran y lo lanzó por los aires, atravesando continentes y universos. Daiki voló a gran velocidad hasta ser desviado por la atmósfera de Tierra del Universo 15. Mientras tanto, Victor estaba justo en el lugar donde todo comenzó, preparado para continuar la lucha. Xar'khal, sin perder tiempo, volvió su atención hacia él.
Con una rapidez increíble, Xar'khal se lanzó contra Victor y con un solo golpe brutal, lo estrelló contra el suelo. La fuerza fue tal que Victor impactó violentamente contra el terreno helado de Colombia, dejando un cráter profundo en el lugar. La tierra se partió por la intensidad del impacto, y el eco del golpe resonó por toda la región.
Victor, herido y aturdido por el devastador ataque, quedó tendido en el suelo mientras Xar'khal se acercaba, sonriendo con su mirada llena de malicia. Este fue uno de los momentos más oscuros de la batalla, donde el destino de Victor y la resolución de la lucha dependían de su capacidad para resistir y superar a su imparable adversario.
Nagatchi, Nerumi, Iván, Misa y Sanbs, al llegar a la zona de combate, se encontraron con una atmósfera cargada de tensión y destrucción. El paisaje había sido devastado por los impactos de la batalla entre Victor y Xar'khal, y lo que antes eran vastos territorios helados ahora estaban marcados por cráteres y fragmentos flotando en el aire. La intensidad de la pelea había dejado huellas profundas en el terreno, y el aire parecía vibrar con la energía residual de los ataques.
Al observar la escena, los cinco, acostumbrados a enfrentarse a fuerzas poderosas, rápidamente reconocieron que se encontraban en la presencia de seres extremadamente peligrosos. Xar'khal, con su apariencia aterradora y su imparable fuerza, y Victor, quien aún estaba recobrando fuerzas tras el brutal golpe, eran oponentes fuera del alcance de cualquier ser común.
Nagatchi, siempre calmado pero alerta, fue el primero en hablar. "Esto no parece ser algo en lo que podamos intervenir de manera directa," dijo, mirando a sus compañeros, sabiendo que algo tan monstruoso solo podía resolverse con una fuerza aún mayor.
Nerumi, con su presencia enigmática y sus ojos que brillaban con poder, evaluó la situación en silencio. "Tal vez no conozcamos a estos guerreros, pero hay una fuerza en el aire. Necesitamos estar preparados," comentó con una sonrisa sombría, sabiendo que no podían subestimarlos.
Iván, con su temperamento explosivo, no podía evitar sentir el deseo de entrar en acción. "¿Quiénes son estos malditos?" gruñó, su puño apretándose con fuerza. "No me importa quiénes sean, si están destruyendo todo, los derrotaremos."
Misa, observando en silencio pero atenta a cada detalle, se mantuvo al margen, sabiendo que era mejor no hacer movimientos innecesarios hasta tener una mejor idea de cómo podrían ayudar en la pelea sin provocar más caos.
Sanbs, por su parte, era el más táctico del grupo. "Nuestro objetivo no es solo detenerlos. Necesitamos encontrar una manera de neutralizar a ambos sin causar más daños innecesarios. Esto podría ser peor de lo que parece."
La tensión aumentó, y mientras se acercaban más al centro de la batalla, todos comprendieron que el destino de Victor y Xar'khal no era lo único en juego. La fuerza de estos dos combatientes no solo amenazaba el mundo, sino que podría destruir todo lo que quedara a su paso.
Nerumi, Nagatchi, Sanbs, Misa, e Iván caminaron con cautela alrededor de Victor y Xar'khal, observando la feroz batalla que se desataba frente a ellos. La atmósfera estaba cargada con la energía de ambos combatientes, y sabían que cualquier movimiento erróneo podría desencadenar una catástrofe aún mayor. Cada uno de ellos mantenía su distancia, pero sus ojos estaban fijos en la pelea, esperando el momento adecuado para intervenir si era necesario.
Victor, con su rostro marcado por la fatiga y la determinación, aprovechó un breve respiro en la lucha y, con un grito de furia, lanzó un golpe directo a Xar'khal, cuyo impacto resonó con un poder devastador. Las ondas de choque provocadas por el ataque hicieron temblar el suelo, y varios edificios cercanos se desplomaron bajo la presión de la explosión.
"¡Aléjense de aquí!" ordenó Victor con fuerza, viendo que sus compañeros se acercaban demasiado al campo de batalla. Xar'khal, herido pero furioso, reaccionó con velocidad y lanzó una ráfaga de energía pura que se disparó hacia el horizonte, creando una devastadora explosión.
El ataque de Xar'khal fue tan potente que el aire mismo vibraba ante la fuerza de la energía liberada. Edificios cercanos comenzaron a desmoronarse bajo la presión, cayendo unos sobre otros y generando un caos total. Algunos de los escombros volaron hacia el suelo, mientras que otros comenzaron a hundirse en las profundidades de un subterráneo cercano, creando un cráter de proporciones impresionantes.
Nerumi, Nagatchi, Sanbs, Misa e Iván, quienes ya estaban en alerta, se vieron forzados a retroceder con rapidez para evitar ser alcanzados por la explosión, pero sus ojos nunca dejaron de observar a los dos luchadores. Victor había dado el golpe necesario para equilibrar la balanza momentáneamente, pero el poder destructivo de Xar'khal seguía siendo imparable.
"¡Esto no va a acabar bien si no hacemos algo!", gritó Iván, que sentía la necesidad de entrar en acción, pero Nagatchi lo detuvo con un gesto calmado.
"Mantengámonos al margen por ahora. Si no hacemos nada imprudente, tendremos una oportunidad. Pero no podemos subestimarlos," dijo Nagatchi, con una expresión seria. Sanbs, más táctico que el resto, agregó: "No podemos dejar que esto siga. Pero necesitamos un plan, y apresurarnos solo empeorará las cosas."
Mientras tanto, Victor, herido y agotado por el intenso intercambio con Xar'khal, respiraba profundamente, sintiendo el calor de la energía de Xar'khal que había dejado una marca en su cuerpo. A pesar de eso, su determinación permanecía firme, y no permitiría que su mundo fuera destruido tan fácilmente.
Los cinco combatientes observaban, sabiendo que el próximo movimiento podría significar la diferencia entre la victoria y la derrota. El campo de batalla estaba a punto de desbordarse aún más, y las decisiones que tomaran a continuación serían cruciales.
Nerumi y Nagatchi, sin perder tiempo, se lanzaron al combate con una velocidad increíble. Ambos, conscientes de la ferocidad de Xar'khal, decidieron aprovechar el momento de distracción para un ataque simultáneo.
Nerumi se adelantó con agilidad, sus movimientos eran rápidos y certeros, intentando golpear a Xar'khal con una combinación de puñetazos y patadas. Nagatchi, por su parte, usó su habilidad estratégica para lanzar una serie de ataques a distancia, disparando energía condensada desde sus manos, mientras se mantenía en constante movimiento para no ser alcanzado.
Xar'khal recibió los golpes, pero algo en su actitud parecía extraño. Cada retroceso que hacía, parecía más una táctica para hacer creer a sus oponentes que estaba siendo superado. Nerumi y Nagatchi no tardaron en notar este patrón, pero decidieron seguir atacando sin dudar.
De repente, tras un golpe certero de Nerumi que hizo que Xar'khal retrocediera, él sonrió de manera cínica, su expresión mostrando una mezcla de placer y desafío. "¿Creyeron que podían derrotarme tan fácilmente?" dijo Xar'khal, su voz llena de burla. Sin embargo, su cuerpo estaba cubierto de heridas superficiales, pero nada que lo desestabilizara realmente.
Con un movimiento rápido, Xar'khal fingió un último retroceso, solo para, en el siguiente segundo, reaparecer frente a ambos con una velocidad impresionante. Nerumi no pudo reaccionar a tiempo, y antes de que pudiera defenderse, Xar'khal lanzó un golpe certero que la mandó volando hacia atrás, impactando contra el suelo con un estruendo.
Nagatchi, viendo a Nerumi caer, se adelantó rápidamente para cubrirlo, pero Xar'khal, con su habilidad de adaptarse a cada golpe, se adelantó y la golpeó con un puño cargado de energía corrosiva, haciendo que Nagatchi retrocediera unos pasos, sus manos sangrando por la energía tóxica que había tocado.
"Este es solo el comienzo." Xar'khal sonrió mientras observaba a ambos combatientes, consciente de que su resistencia y adaptabilidad eran su ventaja. Aunque había sufrido daño, no era suficiente para detenerlo. Sus ojos brillaban con una intensidad peligrosa, como si su paciencia estuviera llegando a su límite.
Victor y Daiki, al ver la situación, sabían que Nerumi y Nagatchi eran valientes, pero la batalla estaba tomando un giro más peligroso de lo que esperaban. La pelea contra Xar'khal se había intensificado y no parecía haber un final cercano.
"¡No podemos dejar que se sobrepasen!" gritó Victor, mientras se preparaba para entrar al combate nuevamente, decidido a no permitir que sus compañeros cayeran tan fácilmente.
Continuará...