Chereads / History academy arco 6: El fin del mundo. / Chapter 17 - Episodio 17: Fuera de control.

Chapter 17 - Episodio 17: Fuera de control.

Xar'khal estaba al borde de la desesperación en esa prisión infernal, un cubo de cinco dimensiones diseñado para contener entidades de poder inconmensurable. Encerrado allí durante lo que parecían siglos, su furia había alcanzado un punto de ebullición. El espacio a su alrededor, cargado de energía arcana y fuerzas incomprensibles, apenas contenía su ira.

Transformándose en una serie de formas monstruosas, Xar'khal desató su poder con ferocidad: dientes afilados como espadas, garras que podían destrozar el acero, y tentáculos oscuros que se agitaban con un odio desmedido. Cada golpe, cada mutación, hacía temblar el cubo, pero las paredes de esa prisión multidimensional simplemente absorbían el impacto, disipando la energía en un vórtice de geometría imposible.

Finalmente, Xar'khal, harto de los intentos fallidos, dejó de transformarse. Su cuerpo, una masa cambiante de energía cósmica y sombras retorcidas, se estabilizó. Con un grito de pura rabia que resonó en el vacío, alzó su mano derecha. Sus dedos, alargados y con un brillo púrpura oscuro, empezaron a girar en un movimiento circular. El aire mismo parecía ser succionado hacia su palma, deformándose en espirales cada vez más intensas.

Con un gruñido gutural, Xar'khal comenzó a crear un vacío. El espacio a su alrededor empezó a colapsar, y un agujero negro en miniatura empezó a formarse, absorbiendo no solo la luz, sino también las partículas dimensionales que componían su prisión. Era un último recurso, un intento desesperado de romper las leyes de esa celda de cinco dimensiones y rasgar la misma estructura de su confinamiento.

El cubo temblaba, sus bordes brillando con símbolos arcanos que parpadeaban erráticamente mientras trataban de contener la fuerza de destrucción absoluta que Xar'khal había invocado. La presión aumentaba, y por un momento, parecía que el cubo iba a ceder. Pero, en respuesta, los mecanismos de la prisión se activaron, formando una serie de barreras adicionales que sellaron el espacio alrededor del vacío que Xar'khal estaba creando.

Xar'khal rugió nuevamente, esta vez con una mezcla de frustración y desafío. El vacío en su mano se expandía, devorando las defensas mágicas que intentaban suprimirlo, pero él sabía que tenía poco tiempo antes de que la prisión encontrara una manera de contrarrestar su técnica. La pregunta era: ¿sería capaz de romper las cadenas de su cautiverio antes de que la prisión de cinco dimensiones se reajustara para contenerlo nuevamente?

Su determinación era clara: no permitiría que esta prisión lo dominara más. Si tenía que destruir todo el espacio a su alrededor para liberarse, así lo haría, incluso si eso significaba arriesgar su propia existencia. Pero el cubo seguía resistiendo, y el combate entre la fuerza destructiva de Xar'khal y los poderes selladores de su prisión apenas comenzaba.

Xar'khal estaba perdiendo la poca paciencia que le quedaba. Sus rugidos llenaban el espacio vacío de su prisión, resonando con un eco aterrador que se extendía en todas las direcciones. Los símbolos arcanos que sellaban el cubo brillaban con una intensidad fluctuante, intentando resistir la furia descontrolada de la entidad.

Con sus ojos ardientes como dos soles oscuros, gritó con una furia que sacudió la estructura misma de la prisión:

—¡Hijos de puta! ¡Los voy a matar! ¡A todos!

Sus palabras estaban cargadas de un odio visceral, un juramento que prometía destrucción absoluta a quienes lo habían encerrado en ese infierno dimensional. El vacío que había comenzado a crear en su palma crecía, absorbiendo las capas de energía que componían su confinamiento. Pero incluso mientras el espacio a su alrededor se desintegraba, Xar'khal sabía que no era suficiente.

Con un rugido de pura rabia, Xar'khal abandonó la técnica del vacío y, en su lugar, desató un torrente de energía oscura desde su pecho, una explosión caótica que distorsionó la realidad misma. Su cuerpo comenzó a transformarse una vez más, sus extremidades mutando en una serie de apéndices bestiales cubiertos de púas y zarcillos que golpeaban furiosamente contra las paredes de su prisión.

Los sellos mágicos chisporroteaban bajo la presión, pero el cubo de cinco dimensiones seguía resistiendo, reparándose a medida que Xar'khal lo atacaba. La entidad cósmica, ahora completamente desquiciada por la ira, redobló sus esfuerzos.

—¡No hay prisión que pueda contenerme para siempre! ¡Los destrozaré! ¡Los arrancaré de sus dimensiones y los haré suplicar por la muerte!

Sus palabras no eran meramente amenazas; eran promesas de un sufrimiento inimaginable para aquellos que lo habían encerrado. Alimentado por su odio, Xar'khal comenzó a canalizar su esencia vital en un último esfuerzo, concentrando su energía en un ataque que superaría los límites de cualquier barrera.

Si el cubo lograba contener esta última ofensiva, entonces no había esperanza de liberarse. Pero si su poder era suficiente, Xar'khal sabía que sería libre de nuevo, y los arquitectos de su encarcelamiento pagarían con sus vidas.

El tiempo parecía detenerse mientras el universo contenía el aliento, expectante ante el desenlace de esta batalla entre la voluntad indomable de Xar'khal y las fuerzas selladoras que buscaban contener su furia infinita.

Xar'khal apretó los dientes mientras su furia se manifestaba en una concentración de poder que solo un ser de su calibre podría alcanzar. Con ambas manos extendidas hacia el cubo de cinco dimensiones que lo mantenía atrapado, empezó a manipular su estructura de una manera que desafiaba todas las leyes de la física y la realidad conocidas.

—¡Los voy a descuartizar! —gritó, sus palabras llenas de un odio tan puro que parecía vibrar en el aire mismo.

Sus dedos, largos y afilados como cuchillas, se clavaron en el tejido dimensional del cubo, comenzando un proceso de descompresión y compresión al mismo tiempo. Cada movimiento de sus manos desgarraba la tela de la realidad, forzando al cubo a colapsar sobre sí mismo.

Cinco dimensiones se desvanecieron en un instante, reduciéndose a cuatro. El espacio comenzó a retorcerse, con luces y sombras luchando entre sí en un torbellino caótico. Xar'khal rugió, avanzando un paso hacia adelante mientras arrancaba una capa más de la prisión dimensional.

—¡No pueden detenerme! —vociferó, mientras el cubo colapsaba a solo tres dimensiones. El espacio se volvió plano, las profundidades y ángulos imposibles ahora comprimidos en un plano bidimensional. Pero eso no detendría a Xar'khal.

Con una carcajada desquiciada, aplicó aún más fuerza. Los sellos arcanos comenzaron a desvanecerse mientras la prisión perdía su poder, cayendo a dos dimensiones. Era como si la realidad misma fuera una hoja de papel que Xar'khal comenzaba a rasgar con sus propias manos, cada fibra vibrando ante su furia.

Finalmente, con un último grito de pura determinación, aplastó el cubo hasta reducirlo a una sola dimensión: una línea recta que atravesaba el vacío, una representación mínima de su antigua prisión.

—¡Nada puede detenerme! —rugió, sus ojos brillando con un poder cósmico inigualable.

Con un movimiento brusco, partió esa última línea en dos, destruyendo la barrera final que lo contenía. El cubo se desintegró por completo, liberando una onda de choque que sacudió todo a su alrededor. Xar'khal estaba libre, y la realidad misma parecía lamentar su regreso.

Liberado de su prisión, el ser cósmico extendió sus alas titánicas y se elevó en el aire, saboreando su libertad.

—¡Ahora empieza la verdadera cacería! —susurró con una sonrisa sádica. Sus ojos se posaron en el horizonte, sabiendo que aquellos que lo habían encarcelado pagarían un precio inimaginable.

La furia de Xar'khal apenas comenzaba, y el universo no tardaría en sentir su ira desatada.

Xar'khal, con su furia desatada y un hambre insaciable de venganza, se lanzó al vacío con una velocidad que desafiaría cualquier percepción normal del tiempo y el espacio. Sus enormes alas, ahora completamente desplegadas, desgarraban el aire con un estruendo atronador mientras se dirigía hacia la ubicación de sus enemigos.

—¡No hay lugar en este universo donde puedan esconderse de mí! —bramó, su voz resonando como un trueno, reverberando a través de los planos dimensionales.

La energía caótica que lo rodeaba se intensificaba a cada segundo, creando un campo de destrucción a su paso. Las estrellas en el horizonte parecían desvanecerse en su presencia, tragadas por el aura oscura que emanaba de su ser. Xar'khal se movía como un meteoro infernal, cruzando galaxias en cuestión de segundos, dejando a su paso rastros de energía que distorsionaban la realidad misma.

Con sus ojos ardientes de odio y ansias de sangre, Xar'khal visualizó el punto exacto donde se encontraban aquellos que lo habían encerrado. Podía sentir sus presencias, pequeñas y patéticas en comparación con su poder recién desatado.

—¡Sufran la ira del que jamás debieron encarcelar! —gritó, aumentando aún más su velocidad, convirtiéndose en una luz cegadora en la inmensidad del espacio.

Las barreras defensivas, los escudos energéticos, e incluso las distorsiones temporales que sus enemigos habían preparado para detenerlo, no eran más que obstáculos insignificantes para él. Xar'khal atravesaba cada defensa como si no existiera, su poder cósmico consumiendo todo lo que tocaba.

Finalmente, la distancia que lo separaba de sus enemigos se redujo a nada. Xar'khal descendió del cielo como un cometa de oscuridad, impactando en el suelo con una explosión que destrozó todo en un radio de kilómetros. El terreno se fracturó y se alzó en un cataclismo de rocas y escombros, formando un cráter gigantesco.

Xar'khal, en medio de la devastación, se irguió con una sonrisa maliciosa en su rostro.

—¡Salgan, cobardes! He venido a reclamar sus almas y destruir todo lo que aprecian! —proclamó, mientras su energía caótica resonaba en el aire, buscando a sus enemigos para dar inicio a una carnicería que sacudiría los cimientos del universo mismo.

La batalla que estaba a punto de desatarse marcaría el destino de los que osaron desafiar al destructor cósmico.

Jehová, conocido también como Yahveh, Dios, o el Yo Soy, descendió desde los cielos con una majestad que estremeció todo el cosmos. Su presencia irradiaba una luz pura y cegadora, un resplandor que ninguna oscuridad podía alcanzar. A su lado, se encontraba el Arcángel Miguel, su guerrero más leal y poderoso, portando una espada celestial que brillaba con una intensidad divina.

El cielo se rasgó como un pergamino al abrirse, y la luz divina bañó la desolada tierra donde Xar'khal había desatado su furia. Las legiones de demonios y fuerzas caóticas que lo rodeaban retrocedieron ante la abrumadora presencia de lo sagrado. Cada paso de Jehová hacía temblar el suelo, y la energía caótica que emanaba de Xar'khal parecía desintegrarse ante la pureza absoluta del Creador.

Jehová miró a Xar'khal con un semblante severo pero lleno de autoridad absoluta.

—Xar'khal, criatura de caos y destrucción, tu tiempo ha llegado a su fin. No hay lugar en mi creación para tu maldad —declaró con una voz que resonaba en los corazones de todos los seres presentes, como un trueno divino que sacudía la misma esencia del universo.

El Arcángel Miguel, con sus alas extendidas y su espada en alto, se preparó para la batalla. Su mirada estaba fija en Xar'khal, un desafío silencioso que hablaba de su valentía inquebrantable.

—En nombre del Altísimo, serás detenido aquí y ahora —proclamó Miguel, su voz llena de convicción.

Xar'khal, a pesar de su furia, sintió una chispa de duda. Estos no eran enemigos comunes; el poder que sentía frente a él era algo que jamás había enfrentado. Sin embargo, su orgullo no le permitiría retroceder.

—¡No me asustan tus títulos ni tus ángeles! —rugió Xar'khal con una furia desmedida—. ¡Soy el destructor, y ni siquiera el cielo podrá detenerme!

Con esas palabras, Xar'khal canalizó todo su poder cósmico, desatando un torrente de energía oscura que se disparó como una ola devastadora hacia Jehová y Miguel. Pero antes de que el ataque pudiera alcanzarlos, Jehová alzó su mano, y una barrera de luz pura se formó ante él, desintegrando la energía oscura como si fuera polvo.

—Tu poder es nada ante mi voluntad —sentenció Jehová.

Miguel, aprovechando el momento, se lanzó hacia Xar'khal con una velocidad divina, su espada brillando con un fuego celestial. La batalla que siguió fue un choque de titanes; cada golpe resonaba como un trueno, cada impacto generaba olas de energía que sacudían los cielos y la tierra.

Jehová, observando el combate, extendió su mano una vez más y comenzó a invocar un círculo sagrado de sellos antiguos, destinados a encerrar para siempre a Xar'khal en una prisión eterna.

La batalla épica entre la luz celestial y el caos oscuro estaba en su punto máximo, y el destino de todos los mundos colgaba de un hilo.

Victor salió apresuradamente de su casa, alarmado por el sonido ensordecedor de siete trompetas resonando en el aire, como si el cielo mismo se desgarrara con cada toque. El sonido reverberaba con una fuerza sobrenatural, haciendo temblar el suelo y estremeciendo el corazón de todo aquel que lo escuchara. Era un sonido que no pertenecía a este mundo, uno que traía consigo un presagio de destrucción y juicio inminente.

Con el ceño fruncido y el corazón acelerado, Victor buscó a Luci, la única persona que podría darle una explicación a lo que estaba ocurriendo. Luci, con su vasto conocimiento sobre lo divino y lo humano, siempre tenía respuestas sobre eventos sobrenaturales. Al encontrarla, la agarró por los hombros, su voz llena de urgencia:

—¿Qué demonios está pasando, Luci? ¿Qué significa el sonido de esas trompetas?

Luci, con una mirada sombría y un suspiro profundo, apartó la mirada hacia el horizonte, donde los cielos se habían oscurecido con un tinte apocalíptico. Como alguien que había estudiado la Biblia y conocía sus profecías, comprendió inmediatamente el significado de esas trompetas. Cada una de las siete trompetas era una señal, un presagio del fin, según el Libro del Apocalipsis.

—Victor... esas no son trompetas comunes. Son las siete trompetas del Apocalipsis. Según la Biblia, cuando las siete trompetas suenan, anuncian el juicio final, las catástrofes que marcarán el fin de los tiempos. Cada una trae consigo un desastre que asolará la tierra: fuego, sangre, plagas, destrucción de la naturaleza y, finalmente, el descenso de ángeles para juzgar a la humanidad —explicó Luci, su voz temblando ligeramente por primera vez en mucho tiempo.

Victor retrocedió un paso, procesando lo que había escuchado. La idea de un apocalipsis bíblico no era algo que se hubiera cruzado por su mente, a pesar de haber enfrentado a dioses, demonios, y otras entidades sobrenaturales. Pero si Luci estaba en lo correcto, esto significaba que se enfrentaban a un poder más allá de cualquier cosa que hubiese enfrentado antes.

—Entonces, ¿estamos hablando del fin del mundo? —preguntó Victor, su voz cargada de incredulidad y desafío. —¿Esto significa que estamos enfrentando el juicio de Dios?

Luci asintió lentamente, sus ojos reflejando una mezcla de miedo y resignación.

—Así es, Victor. Pero... hay algo más. Si las trompetas han sonado, significa que se ha roto un sello cósmico, un equilibrio que mantenía a raya poderes ancestrales. No solo es un juicio, es un anuncio de guerra entre el cielo y el infierno... y nosotros estamos atrapados en medio de este conflicto.

El rostro de Victor se endureció al escuchar esto. No era alguien que se diera por vencido ante amenazas divinas o cósmicas. Con una determinación renovada, apretó los puños y miró a Luci.

—Entonces, si el mundo va a terminar, no pienso quedarme de brazos cruzados. Vamos a pelear, Luci, porque si algo sé, es que no voy a dejar que ni dioses ni demonios destruyan lo que me importa. Vamos a enfrentarlos, sean quienes sean.

Luci sonrió ligeramente, encontrando consuelo en la inquebrantable voluntad de Victor. El sonido de las trompetas aún resonaba a lo lejos, pero ahora, Victor y Luci estaban listos para enfrentar lo que viniera. La batalla que se avecinaba no sería solo por la supervivencia, sino también por la defensa de todo lo que amaban. Y si el Apocalipsis había comenzado, entonces ellos harían todo lo posible para detenerlo.

El campo de batalla seguía siendo un escenario de caos absoluto. Los cielos retumbaban con el eco de las siete trompetas, y los relámpagos zigzagueaban en un cielo teñido de sangre. El suelo temblaba y se rompía bajo el peso de las fuerzas sobrenaturales desatadas en el campo. En el centro de este caos, dos poderosas entidades luchaban con una furia imparable: el Arcángel Miguel, con su espada celestial en llamas, y Xar'khal, un ser de pura malevolencia, capaz de deformar la realidad a su antojo.

En las alturas, Jehová (Yavé) observaba con una mirada severa, emitiendo un juicio silencioso mientras se desplegaban los eventos catastróficos ante él. El juicio final parecía estar en marcha, y la balanza entre el bien y el mal oscilaba peligrosamente.

Mientras tanto, un grupo diverso de héroes había llegado al campo de batalla, determinados a enfrentar este apocalipsis:

Victor, liderando con determinación feroz, se lanzaba al combate con su técnica "Ira Dansandankai," desatando llamas moradas que cubrían su cuerpo, listos para consumir a cualquier enemigo.

Zahid, con su espada imbuida en sombras, buscando enfrentarse a los ángeles caídos y demonios con una precisión letal.

Luna, utilizando su control sobre la luz y la oscuridad, creando destellos cegadores para desorientar a sus oponentes.

Mahin, maestro de las artes arcanas, lanzaba hechizos que desgarraban el tejido de la realidad.

Marcos, blandiendo su mazo sagrado, creando ondas de choque con cada golpe.

Tino, experto en el sigilo, se deslizaba entre las sombras para atacar desde puntos ciegos.

Maira, rodeada de un aura de fuego, desataba columnas de llamas para incinerar a los enemigos.

Colin, un tecnomante habilidoso, desplegaba drones y torretas de energía avanzada para apoyar a sus aliados.

Franklin, con su dominio sobre los elementos, invocaba rayos y ventiscas para sembrar el caos entre las filas enemigas.

Rigor, con sus técnicas de combate cuerpo a cuerpo, desatando el poder de su "Energy Cosmic Purple" en ráfagas devastadoras.

Karla, canalizando el caos mismo, desataba ataques que desestabilizaban la realidad.

Akaba, llamando a los espíritus antiguos para que peleen a su lado.

Necross, un maestro de la nigromancia, levantaba legiones de no-muertos para enfrentar a los soldados celestiales.

Javier, Ushibaa y Palitogood, maestros de diferentes artes marciales, coordinaban ataques implacables.

Trapecio, con su agilidad y destreza, atacaba a sus oponentes desde ángulos inesperados.

Amsel, envuelto en un aura elemental, manipulaba agua, fuego y viento en perfecta sinergia.

Lixy y Normado, utilizando habilidades defensivas y ofensivas para proteger a sus amigos.

Elisa, especialista en barreras mágicas, creaba escudos impenetrables para sus aliados.

Lulu y Assath, trabajando en conjunto con magia oscura y armas cuerpo a cuerpo.

Alpaca, con un poder oculto que podía cambiar el curso de la batalla.

Shyki, Fran, Asagi, y Sungonkun, lanzándose al combate con habilidades únicas que complementaban a sus compañeros.

Chomosukez, desatando hechizos oscuros para erosionar las fuerzas celestiales.

Luci, familiarizada con las profecías bíblicas, advertía a sus compañeros sobre los peligros que las siete trompetas podrían desatar.

Mariwiwi y María, aportando su propia magia y habilidades curativas para mantener al grupo en pie.

Victor, al frente, levantó su voz por encima del rugido de la batalla:

—¡No retrocedan! —ordenó, su voz resonando por todo el campo—. No somos simples mortales ante estos dioses y demonios. ¡Hoy luchamos por nuestro derecho a vivir, a ser libres!

En ese momento, el Arcángel Miguel lanzó un corte de luz que parecía dividir el cielo mismo, pero Xar'khal contraatacó con un vacío cósmico que absorbió parte del ataque y lo devolvió con el doble de potencia. Las energías colisionaron en una explosión que sacudió el campo de batalla.

Jehová, desde su posición elevada, miraba con un interés renovado. ¿Podría este grupo de guerreros mortales, héroes y villanos redimidos, cambiar el destino del mundo? ¿Podrían resistir el juicio divino y las fuerzas que buscan su destrucción?

La batalla estaba en su punto álgido, y cada guerrero sabía que el resultado de esta contienda no solo decidiría su destino, sino el destino de toda la existencia.

El mundo entero había caído en un caos profetizado. Los cielos se abrieron y desataron lluvias de fuego, mientras los mares se alzaban en gigantescas olas que devoraban ciudades. Demonios y ángeles, enemigos jurados desde tiempos inmemoriales, se enfrentaban en una guerra total. Las profecías se cumplían: nación contra nación, reino contra reino, como si todas las escrituras antiguas hubiesen cobrado vida de forma aterradora.

Los ángeles, con sus alas resplandecientes y armaduras doradas, descendían del cielo en legiones, blandiendo espadas que ardían con el fuego celestial. Sus cánticos eran como trompetas que resonaban por todo el campo de batalla, un llamado a la guerra santa. Al otro lado, los demonios, con sus cuerpos retorcidos y formas aberrantes, surgían de portales oscuros, emitiendo alaridos que helaban la sangre. Sus garras y colmillos brillaban a la luz de los relámpagos que partían el cielo en dos.

Entre los ejércitos celestiales y los horrores infernales, los mortales luchaban por su supervivencia. Victor, con su espada envuelta en llamas moradas, lideraba la carga contra los demonios, abriéndose paso entre la carnicería. Luna y Mahin luchaban espalda con espalda, invocando hechizos que cegaban a los ángeles traídos por el juicio. Rigor, con su técnica Energy Cosmic Purple, se enfrentaba a los arcángeles con una fuerza que desafiaba la comprensión humana.

Jehová, en lo alto, observaba con una calma inquietante, como un juez supremo que veía cómo se desarrollaba el destino de la humanidad. A su lado, Miguel luchaba ferozmente contra Xar'khal, el demonio que había logrado escapar de su prisión multidimensional, ansioso por la venganza. Xar'khal, en su furia, era un torbellino de destrucción, su forma cambiando constantemente mientras desataba poderes que alteraban la realidad misma.

Los mortales, héroes y villanos, se unieron en un intento desesperado por detener la destrucción. Colin y Franklin, con sus habilidades combinadas de tecnología avanzada y magia elemental, crearon barreras que contenían el avance de los ejércitos demoníacos, al menos por un momento. Luci, comprendiendo el verdadero significado de las trompetas, gritó una advertencia:

—¡Es el fin de los tiempos! Pero no hemos sido vencidos todavía. ¡Luchad con todo lo que tenéis!

En medio del caos, Zahid clavó su espada en la tierra, liberando una ola de sombras que envolvió a sus enemigos, mientras Marcos golpeaba el suelo con su mazo, creando un terremoto que derribaba ángeles y demonios por igual. Nagatchi, aún consumido por la pena y el agotamiento emocional, encontraba fuerzas para luchar, recordando las palabras de su amigo caído.

El aire estaba cargado de energía, el sonido ensordecedor de la guerra resonando por todo el mundo. Las trompetas del juicio seguían sonando, cada una trayendo consigo una nueva calamidad. Pestilencias, hambrunas, y terremotos devastaban el planeta, mientras los cielos se tornaban rojos como la sangre.

Pero no todos estaban dispuestos a aceptar su destino. En un acto de pura voluntad, Victor se lanzó hacia adelante, decidido a enfrentar al mismísimo Jehová si era necesario.

—¡No dejaremos que el mundo termine así! —gritó, sus ojos brillando con una furia inhumana—. ¡Si los dioses desean nuestra destrucción, entonces les mostraremos el poder de los mortales!

La batalla final había comenzado. Las profecías se cumplían, pero la resistencia de los mortales podría cambiar el destino escrito. En este campo de batalla donde los cielos se desgarraban y la tierra se abría en abismos, héroes y villanos, ángeles y demonios, se preparaban para la última confrontación que definiría el destino de toda la creación.

Jehová, con una expresión serena pero cargada de una autoridad incuestionable, apenas giró la cabeza cuando sintió la presencia de un demonio gigantesco acechando detrás de él. Sin necesidad de invocar ninguna de sus legiones celestiales, levantó su mano derecha, rodeada de un resplandor que eclipsaba el brillo de mil soles. En un movimiento tan veloz que apenas se pudo percibir, lanzó un puñetazo con una fuerza inimaginable.

El impacto fue devastador. El demonio fue reducido a cenizas al instante, pero el verdadero alcance del golpe de Jehová trascendió el plano terrenal. La colisión desató una onda expansiva tan poderosa que atravesó el espacio mismo, desgarrando el tejido del cosmos. Dos galaxias cercanas sintieron el eco de su furia: una fue partida por la mitad, sus estrellas y planetas siendo lanzados al vacío como hojas en una tormenta, mientras que la otra se deformó, como si una mano invisible hubiera arrancado parte de su núcleo.

En la Tierra, el cielo se partió como un espejo roto. La atmósfera se desgarró, dejando un rastro visible que dividía el firmamento en dos. Los ejércitos en el campo de batalla, ángeles, demonios, y mortales por igual, se detuvieron por un momento, sobrecogidos por la magnitud del poder divino manifestado. La tierra temblaba, y un silencio abrumador se extendió, como si el mundo mismo contuviera la respiración ante la ira del Creador.

Victor, observando desde el campo de batalla, sintió el suelo vibrar bajo sus pies. Los héroes y villanos que luchaban a su lado no podían creer lo que sus ojos veían. Luci, con un sudor frío en su frente, murmuró:

—Ese... ese es el poder de Dios. Estamos enfrentando a algo que trasciende la comprensión humana.

Incluso Xar'khal, en medio de su enfrentamiento con Miguel, quedó momentáneamente atónito al sentir el impacto resonar a través de las dimensiones. Pero la batalla no se detendría. Los cielos se agitaban, y el fin del mundo parecía cada vez más cercano.

Jehová, con su mirada fija en el horizonte, bajó su mano como si no hubiese hecho más que apartar una mosca molesta. Sin embargo, la advertencia era clara: su paciencia tenía un límite, y aquellos que osaran desafiar su voluntad no enfrentarían solo su ira, sino la destrucción absoluta que era capaz de desatar.

Victor observaba el campo de batalla con concentración, cada detalle de la lucha giraba en torno a la necesidad de proteger a Luci. De repente, vio a un demonio acercándose rápidamente detrás de ella, armado con una espada de energía capaz de devastar todo a su paso. El demonio alzó su arma con una sonrisa cruel, listo para atacarla. Sin embargo, Victor, que estaba detrás de él, no dudó ni un segundo.

En un parpadeo, Victor activó su técnica 'Usagi Instantáneo', apareciendo justo frente a Luci para protegerla. El demonio, sorprendido por la velocidad de Victor, no pudo reaccionar a tiempo. Victor, con la espada de energía de su propio arsenal, desató un corte brutal hacia el demonio, cortando su arma a la mitad con una precisión letal.

Sin embargo, el demonio no se detuvo. Con furia, retrocedió y levantó una mano hacia el cielo, donde su propia espada de energía se recargó para generar una explosión masiva de energía. Sin pensarlo, Victor activó su blaster solar, apuntando al demonio con su arma de última tecnología, cargándola con una inmensa energía.

Con un destello cegador, Victor disparó el blaster solar, liberando una onda de energía tan poderosa que atravesó el campo de batalla, desintegrando parte de la tierra y creando una devastadora explosión que redujo el demonio a cenizas. El poder de la explosión hizo temblar la atmósfera, y la fuerza del impacto lanzó a Victor hacia atrás, pero logró mantenerse de pie.

Luci, aterrada, corrió hacia él, temerosa de que no hubiera sobrevivido al ataque. Se arrodilló junto a su esposo mientras Victor, cubierto de heridas y sangre, intentaba levantarse. A pesar del dolor, sus ojos brillaban con determinación.

—No dejes que el sacrificio haya sido en vano, Luci.— Murmuró, su respiración entrecortada pero llena de resolutividad.

El demonio había sido destruido, pero la batalla aún no había terminado. Aunque Victor había utilizado su máximo poder, la lucha continuaba. Luci, con el corazón en llamas por la voluntad de Victor, sabía que su papel ahora era proteger a aquellos que quedaban en pie. Mientras se levantaba, miró al horizonte, donde las sombras de nuevos enemigos se alzaban.

El enfrentamiento entre Xar'khal y el arcángel Miguel alcanzaba niveles de intensidad inimaginables. Con una velocidad que desafiaba la percepción, ambos combatientes se movían tan rápido que apenas se podían seguir, dejando tras de sí destellos de luz y oscuridad que iluminaban el campo de batalla. Cada uno golpeaba con el poder de fuerzas primordiales, y el choque de sus ataques reverberaba a través del aire como una tormenta cósmica.

En un movimiento fulminante, Xar'khal logró arrebatar la espada de Miguel. Con su poder oscuro y desmesurado, Xar'khal tomó la espada en sus manos, empapada con la energía de la destrucción que emanaba de su ser. Sin previo aviso, desató un golpe devastador, lanzando a Miguel hacia atrás a una velocidad impresionante. El arcángel fue arrastrado a través del aire, chocado contra varios ángeles que intentaban intervenir en la batalla, desintegrándolos con la fuerza del impacto.

Xar'khal, con un rugido de furia, levantó su mano hacia el cielo, y de ella surgió una onda de energía oscura, enorme y brutal. El ataque era una tormenta de poder que recorría los cielos, arrasando todo a su paso. Con un solo movimiento, lanzó un ataque de energía gigante, que atravesó el aire, destruyendo por completo dos continentes enteros. La destrucción fue instantánea, dejando una estela de caos y devastación a medida que el ataque barría la tierra, haciendo que el cielo mismo se oscureciera ante tal magnitud de poder.

El impacto dejó una huella de muerte en su camino, los ecos de la explosión resonaron por todo el mundo, y las estrellas se oscurecieron brevemente debido a la intensidad del poder liberado.

Miguel, herido y agotado, se levantó del suelo, su cuerpo luminoso todavía emanando una aura celestial, pero claramente afectado por el poder desmesurado de Xar'khal. A pesar de la magnitud de la batalla y la destrucción, su fe y determinación seguían siendo inquebrantables. Con una mirada de furia y justicia, Miguel se preparó para enfrentarse a Xar'khal de nuevo, sabiendo que aún quedaba mucho por hacer para detener el apocalipsis que el oscuro ser había desatado.

Victor, viendo la magnitud del caos que se desataba ante él, sintió que había llegado el momento de tomar las riendas de la situación. La batalla había alcanzado un punto crítico, y con un sentimiento de furia incontrolable, vio cómo tanto ángeles como demonios se enfrentaban en una lucha sin cuartel, dejando a su paso destrucción y muerte.

Con los ojos ardiendo de determinación, Victor cerró los puños y activó la espada de energía, que comenzó a brillar con un resplandor cegador. Su poder era tal que el aire a su alrededor parecía vibrar con la intensidad de la energía que canalizaba. Con un grito desafiante, levantó la espada al cielo y desató un ataque de energía masiva que se expandió en todas las direcciones.

La explosión de energía barría el campo de batalla, atravesando el aire con una fuerza abrumadora. Ángeles y demonios fueron alcanzados por el torrente de energía desatada. Las formas celestiales se desintegraban con la brutalidad del impacto, mientras que los demonios caían al suelo, destrozados por la energía pura. No había distinción entre ambos bandos: todos caían ante la furia del ataque de Victor. La destrucción alcanzó tal magnitud que el terreno mismo parecía desmoronarse bajo la fuerza de su poder.

El campo de batalla quedó devastado, con los cuerpos de ángeles y demonios esparcidos por doquier, el aire impregnado de humo y el eco de la explosión aún resonando en el aire. Los bandos quedaron divididos, sin saber si la victoria aún era posible, mientras Victor se mantenía erguido, su cuerpo cubierto por una capa de energía residual, mirando con frialdad a su alrededor.

Sin embargo, en su interior, sabía que aún quedaba mucho por hacer. Aunque la batalla se había equilibrado, el conflicto no había terminado. Jehová observaba desde lo alto, con su rostro grave, mientras la guerra seguía avanzando hacia su desenlace final.

Victor, con la mirada fija en el horizonte devastado y el peso de la batalla en sus hombros, se giró hacia Rigor, quien ya se encontraba en medio del caos, luchando con una habilidad y tenacidad impresionantes. Sabía que Rigor era uno de los pocos que podría mantenerse firme frente a la magnitud de la guerra que los rodeaba.

Con voz grave y autoritaria, Victor le dijo:

"Rigor, quédate aquí y sigue peleando. Este combate no lo ganamos solo con fuerza. Necesitamos asegurar la línea y mantener a raya a los enemigos, o todo estará perdido."

Rigor asintió sin dudarlo, comprendiendo que su deber era estar en el campo de batalla, luchando junto a su compañero. Victor luego se dirigió al resto de su equipo, mirando a cada uno con seriedad.

"A todos ustedes, escúchenme bien. No importa lo que pase aquí. Tienen que ir al búnker. Protejan a las personas, a los civiles, y manténganse alejados de esta carnicería. Este es nuestro único objetivo ahora. La guerra aquí no nos define. Asegúrense de que el futuro de nuestros pueblos no se pierda por culpa de esta lucha."

El tono de Victor estaba lleno de urgencia y determinación. Sabía que la batalla sería feroz, y que había muchas vidas en juego. Tino, Maira, Colin, Marcos, y el resto del grupo, con expresión grave, comenzaron a retirarse hacia el búnker, sin hacer preguntas. Ellos sabían que la prioridad ahora era proteger a aquellos que no podían defenderse, aunque el combate seguía en curso.

Victor se quedó observando cómo se retiraban, su mente enfocada en lo que quedaba por delante. Un mar de fuerzas opuestas se cernía sobre él, pero su misión era clara. Mientras los demás se dirigían a sus posiciones, él debía dar lo mejor de sí en esta guerra sin cuartel.

Con un último vistazo hacia Rigor, que seguía luchando ferozmente, Victor se preparó para lo que vendría, sabiendo que solo con sacrificio, disciplina y valor se podría ganar esta guerra. El futuro de todos estaba en juego, y él no iba a fallar.

El aire vibraba con intensidad mientras Daiki Talloran y Evil Victor descendían desde lo alto, cayendo con una fuerza arrolladora sobre la superficie del planeta Tierra. La atmósfera misma parecía alterarse con su llegada, como si el destino de la batalla se estuviera decidiendo en ese mismo momento.

Daiki, con su aura que resonaba como una tormenta interna, tocó el suelo con un estrépito, dejando una pequeña onda expansiva que hizo temblar la tierra a su alrededor. Su rostro, marcado por la determinación y la furia contenida, miraba hacia el horizonte donde las fuerzas de la oscuridad y la luz seguían enfrentándose. La guerra estaba en su apogeo, y él sabía que no podía dar un paso atrás.

A su lado, Evil Victor, la versión oscura y corrompida del Victor conocido, aterrizó con un impacto aún mayor, su presencia emanando un poder caótico que distorsionaba el aire a su alrededor. Los ojos de Evil Victor brillaban con una intensidad aterradora mientras observaba el campo de batalla con desdén, sabiendo que estaba aquí no solo para pelear, sino también para destruir todo lo que se interpusiera en su camino. El poder que poseía ahora no era solo físico, sino una tormenta de energía pura, alimentada por la ira y la venganza.

Daiki: "Este es el fin, ¿verdad? No hay marcha atrás." Su voz era firme, aunque su mirada mostraba una mezcla de miedo y resolución.

Evil Victor: "No hay marcha atrás, hijo mío. Solo queda la destrucción. Y juntos, la desolación será nuestra." Su tono era más oscuro, casi como un susurro venenoso que prometía caos.

Ambos se miraron por un momento, compartiendo una comprensión tácita de lo que venía. No era solo una batalla de fuerza, sino de poder primordial. Si bien Daiki todavía albergaba una chispa de esperanza en su interior, Evil Victor solo veía el terreno arrasado y la venganza como su única motivación.

Al girarse hacia el campo de batalla, Daiki y Evil Victor se prepararon para unirse a la lucha. El viento soplaba con fuerza mientras las primeras líneas de soldados y guerreros se preparaban para la ofensiva. Desde el cielo, un cúmulo de energía se concentraba sobre sus manos, Daiki dominando el arte de la lucha cósmica, mientras que Evil Victor, con un movimiento de su brazo, desató una explosión de oscuridad y energía destructiva.

Daiki: "¡Por aquellos que luchan por la paz! ¡Por la esperanza!" Su grito resonó en el aire, mientras él se lanzaba al combate, su espada cósmica brillando con luz pura.

Evil Victor, por su parte, alzó su propia espada, cuya hoja oscura reflejaba la luz con una intensidad malévola.

Evil Victor: "No hay paz. Solo hay guerra. Y yo soy el que traerá la última tormenta."

Ambos se lanzaron al mismo tiempo hacia las fuerzas enemigas, una presencia de luz y oscuridad imparable, dispuestos a cambiar el destino del planeta.

Mientras tanto, las tropas tanto de ángeles como demonios se detenían al verlos llegar, conscientes de que un nuevo poder había entrado en la batalla, uno que podría inclinar la balanza de la lucha. ¿Sería el poder combinado de Daiki y Evil Victor suficiente para dar vuelta la guerra? Solo el tiempo lo diría, pero lo que quedaba claro era que el campo de batalla nunca volvería a ser el mismo.

Derek, el androide mitad máquina, mitad humano, llegó al campo de batalla con una presencia que hizo que el suelo temblara bajo sus pies. Su figura se alzaba como una torre, con una espada forjada en las profundidades de su ser, su filo brillante reflejando las fuerzas cósmicas que convergían en él. Durante meses había perfeccionado su arma, empapándola con la energía de múltiples dimensiones, la única capaz de hacer frente a la magnitud de la guerra que ahora se libraba. Cada movimiento suyo estaba impregnado de una calma peligrosa, sabiendo que la batalla que estaba por comenzar no solo era una cuestión de fuerza, sino de supervivencia.

Con un suspiro profundo, Derek comenzó a activar su modo omnipotencia. Su cuerpo comenzó a brillar con una luz cegadora mientras absorbía el poder del omniverso, los límites del tiempo, espacio y realidad misma se distorsionaban a su alrededor. La energía que emanaba de él era tan abrumadora que el aire parecía vibrar con el peso de su poder.

En el momento en que Derek alcanzó su forma completa de omnipotencia, su presencia se volvió descomunal, capaz de alterar las leyes mismas de la naturaleza a su alrededor. Las estrellas parecían parpadear en su cercanía, y todo a su alrededor, desde el espacio hasta el tiempo, se arrugaba como si fuera un simple papel. Su espada, ahora cargada con la energía del omniverso, era más que un simple arma; era un conducto para su poder ilimitado.

Con un movimiento de su mano, Derek canalizó la energía en su interior hacia el suelo, creando una onda expansiva que arrancó la tierra bajo sus pies. Todo a su alrededor se deformaba bajo el peso de su poder; los ángeles y demonios cercanos sintieron la presión de la energía, algunos desmoronándose al sentir cómo las leyes de la realidad comenzaban a desmoronarse.

Derek alzó su espada con un gesto lento pero seguro, y un rayo cósmico que desbordaba de pura fuerza omniversal salió disparado de su hoja. La explosión de energía desintegró todo lo que tocó, reduciendo a polvo a todos los seres que se encontraban en su camino. Los que sobrevivieron a la ola de destrucción no podían hacer más que observar en shock mientras el androide se mantenía erguido, como un ser que ya no pertenecía al universo conocido.

Derek (su voz resonando con una vibración que parecía venir de todas partes y de ninguna al mismo tiempo): "Este es el poder del omniverso. Ningún ser mortal o inmortal puede oponerse a él."

El modo omnipotencia de Derek no solo le otorgaba una fuerza abrumadora, sino que le permitía manipular las realidades a su alrededor, otorgándole un control casi absoluto sobre todo lo que tocaba. Con un simple gesto de su mano, las leyes de la física se alteraban, y el tiempo y el espacio se curvaban según su voluntad. El campo de batalla entero comenzó a experimentar distorsiones, la luz parpadeaba, y la misma esencia de la existencia parecía estar temblando.

Mientras tanto, Daiki y Evil Victor, ya comprometidos en su propia lucha, miraron a Derek desde la distancia, reconociendo la amenaza y el poder descomunal que representaba. Aunque el poder de ambos era gigantesco, sabían que la llegada de Derek podría ser el giro definitivo en la guerra.

Con un leve movimiento de su espada, Derek hizo que una nueva grieta en el espacio-tiempo se abriera, tragándose todo lo que tocaba. La guerra ya no se libraba solo en la Tierra. Derek había dejado claro que era un ser fuera de las leyes convencionales, un ser cuyo poder era tan inmenso que podía consumir y destruir todo lo que existía a su alrededor.

Derek se acercó a Daiki Talloran y Evil Victor, sus ojos brillando con la luz del omniverso mientras se colocaba al lado de ambos, dejando claro su poder y determinación. La batalla a su alrededor se intensificaba, pero su presencia era una calma absoluta, un centro de gravedad en un campo de caos.

Derek (con voz profunda y resonante): "Le debo un favor a Victor, así que pongamos fin a este caos de una vez por todas."

Con esas palabras, un aura de poder indescriptible se expandió desde Derek, envolviendo a Daiki y Evil Victor en un campo de energía que parecía detener el tiempo mismo. El suelo tembló ligeramente, pero las estrellas en el cielo parecían volverse más brillantes, como si el propio universo los estuviera observando.

Evil Victor, con una sonrisa malévola en su rostro, no mostró ninguna duda en su alianza con Derek, pero sus intenciones eran claras: el poder lo dominaba. Daiki, por otro lado, sentía una presión tremenda al estar tan cerca de la fuerza incontrolable de Derek, pero su propia determinación y el recuerdo de su gente lo mantenían firme.

Daiki (con tono serio, pero cargado de emoción): "Tenemos que acabar con esto, por mi gente, por todo lo que está en juego."

Los tres se prepararon para dar su siguiente paso, sabiendo que la lucha con los ángeles y demonios que aún se enfrentaban a ellos no terminaría hasta que su poder se pusiera en marcha. Evil Victor levantó su espada de energía, cargada con una energía oscura, mientras Daiki ajustaba su postura de combate, listo para destruir cualquier enemigo que se acercara.

Pero lo que era más impactante era la calma de Derek. Su modo omnipotente le otorgaba una visión más allá de las fronteras de lo que ellos veían: podía sentir los movimientos de los enemigos en tiempo real, podía percibir las distorsiones en la realidad y tenía el control sobre la energía cósmica que los rodeaba.

Derek (con una leve sonrisa, mientras su poder aumentaba): "Dejemos que el universo se vea reflejado en nuestra voluntad. Hoy, pondremos fin a este caos."

Con un solo movimiento de su mano, Derek levantó una ola de energía que disipó los restos de las fuerzas enemigas cercanas, mientras Evil Victor se lanzó al ataque, generando explosiones a su paso. Daiki, siguiendo la estela de poder de sus compañeros, lanzó un ataque devastador, que parecía devorar todo a su paso, acabando con decenas de ángeles y demonios en cuestión de segundos.

En el horizonte, el poder combinado de estos tres combatientes de proporciones épicas comenzaba a crear una brecha en el campo de batalla, con la destrucción de fuerzas enteras de ambos lados. El caos que se había desatado parecía ahora tener un rumbo claro, y Derek, Daiki, y Evil Victor estaban dispuestos a ser los agentes de su fin.

La batalla seguía en su máxima intensidad. El arcángel Miguel y Xar'khal continuaban su enfrentamiento feroz en el aire, cada uno utilizando su poder absoluto para intentar doblegar al otro. Las olas de energía cósmica y la destrucción descomunal que liberaban creaban grietas en la realidad misma, alterando el espacio-tiempo alrededor de ellos. Jehová, observando la escena desde una distancia, mantenía una calma tensa mientras su mirada se centraba en los combatientes más poderosos, especialmente en Derek, Daiki, y Evil Victor.

Jehová (pensando para sí mismo): "El futuro de este universo se decide hoy. Todo está llegando a su fin."

Mientras tanto, Victor y Rigor, unidos en su lucha contra las hordas de ángeles y demonios, avanzaban con rapidez, abriéndose paso entre los enemigos con una eficiencia mortal. El terreno a su alrededor se transformaba en un campo de guerra arrasado, con cuerpos esparcidos y destrucción en cada rincón.

Victor (con voz firme): "Rigor, tenemos que abrir esa brecha. Si llegamos a Xar'khal y Miguel, podremos hacer que el caos se disuelva. ¡Nos están observando, no podemos fallar!"

Rigor, con su rostro serio y sin mostrar señales de fatiga, asintió sin decir una palabra. Ambos sabían que su misión era crucial: tenían que detener a las fuerzas divinas y demoniacas que seguían chocando en el aire y abrir la oportunidad para que Derek, Daiki, y Evil Victor pudieran ejecutar su último golpe.

Rigor activó su técnica de Krav Maga, desintegrando a varios demonios y ángeles con movimientos rápidos y precisos. Victor, por su parte, usó su habilidad de "Ira Dansandankai", envolviendo su cuerpo en llamas moradas y fortaleciéndose aún más mientras destrozaba con fuerza cualquier ser que intentara detenerlo.

Victor (gritando mientras asestaba un golpe devastador): "¡Nada nos detendrá ahora!"

La brecha que necesitaban para llegar a Xar'khal y Miguel se estaba abriendo, y la destrucción a su alrededor parecía ser el preludio de una batalla aún mayor. Derek, viendo la situación, decidió moverse hacia adelante. Su poder omnipotente lo permitía ver el flujo de la batalla en su totalidad, y con un solo movimiento, creó una onda expansiva que desintegró la formación de los ángeles y demonios cercanos.

Derek (con voz tranquila, pero llena de autoridad): "Estamos cerca, muy cerca. Este ciclo debe terminar."

En el aire, Miguel y Xar'khal seguían su feroz combate, pero Miguel ya comenzaba a mostrar signos de fatiga, la magnitud de la batalla lo estaba alcanzando. Xar'khal, sin embargo, parecía más enfocado que nunca, utilizando su poder del vacío cósmico para crear ataques que desintegraban todo a su paso, incluidos los propios ángeles que intentaban detenerlo.

Jehová, aún observando desde la distancia, comenzó a concentrar su energía. Aunque no se movía, el poder que emanaba de él era tangible, y su presencia misma parecía alterar el curso de la batalla.

Jehová (hablando en voz baja): "El último de los pecadores caerá hoy. Este será el juicio final."

La intensidad del combate alcanzaba su punto máximo, y la posibilidad de un cambio de marea era inminente. Victor, Rigor, Derek, Daiki, y Evil Victor estaban listos para ejecutar el ataque definitivo que pondría fin a esta guerra entre ángeles y demonios.

El caos seguía envolviendo el campo de batalla mientras Victor avanzaba hacia el enfrentamiento central entre Xar'khal y el arcángel Miguel. La feroz lucha entre los dos seres cósmicos había alcanzado niveles extremos, y la atmósfera misma temblaba con la magnitud de su poder. Los cielos retumbaban y el suelo se quebraba, pero lo peor estaba por suceder.

En un giro inesperado, Xar'khal, utilizando su poder de descomprimir y comprimir la realidad, logró lo impensable. Con una velocidad brutal, cortó a Miguel a la mitad, su espada atravesó la luz misma, y el arcángel, con un grito de desesperación, fue dividido en dos partes. El impacto de esa acción reverberó en todo el campo, causando una conmoción en los bandos de ángeles y demonios.

Pero Xar'khal no se detuvo ahí. Aprovechó su oportunidad y, con un acto de pura osadía, absorbió las mitades del arcángel Miguel, tragándose su poder, su esencia y su alma. Una esfera de luz y oscuridad comenzó a formarse alrededor de él mientras la energía de Miguel fluía hacia su interior, fusionándose con su propio poder y causando una explosión de energía cósmica que iluminó todo a su alrededor.

Victor, observando la escena, comprendió al instante lo que había sucedido. La absorción de Miguel por parte de Xar'khal no solo lo fortalecía, sino que lo transformaba en algo aún más peligroso. El poder de un arcángel junto con el vacío cósmico de Xar'khal era una combinación letal que podría desatar el fin de todo lo que existía.

Victor (con voz grave, mirando fijamente a Xar'khal): "Eso no puede quedar así. Si se combina con el poder de Miguel... Esto es peor de lo que pensaba."

Sabía que solo una respuesta igualmente destructiva podía enfrentarse a algo tan abrumador. Con una determinación inquebrantable, Victor activó su transformación final: Omni-Yadaratman.

Una explosión de energía iluminó el cielo mientras el cuerpo de Victor se transformaba. Su apariencia comenzó a cambiar, sus ojos brillaban con una luz intensa, y una ola de poder omnipotente se desplegaba a su alrededor. En este estado, Victor no solo se convertía en un ser de pura energía, sino que también alcanzaba un nivel de conciencia cósmica, capaz de manipular la realidad misma.

Victor (en su forma de Omni-Yadaratman, su voz resonando en todas partes): "¡Xar'khal! El universo entero está en tus manos, pero no dejaré que lo destruyas. No mientras yo exista."

Las dimensiones alrededor de Victor comenzaron a distorsionarse, y el aire mismo parecía vibrar bajo el peso de su poder. Con un gesto, creó una distorsión en el espacio-tiempo, un vórtice de energía que comenzó a cerrar el espacio entre él y Xar'khal. La atmósfera se iluminó como si una segunda estrella hubiera nacido, y el universo se sintió más cercano, como si cada átomo estuviera conectado a Victor.

El combate estaba lejos de terminar, y ahora, con la esencia de Miguel dentro de Xar'khal y la nueva forma de Victor, el destino del multiverso pendía de un hilo.

Victor y Xar'khal, con una explosión de energía cósmica, salieron disparados hacia el espacio exterior, dejando atrás el planeta Tierra y todo lo que representaba la última línea de defensa de la humanidad. Su lucha continuó más allá de los confines de la atmósfera, donde los choques de poder creaban explosiones que resonaban a través del vacío del espacio. El suelo del planeta apenas podía soportar la intensidad de sus golpes, pero ahora era el cosmos quien se veía alterado por sus ataques.

En el vacío, el enfrentamiento era indescriptible. Victor, en su forma de Omni-Yadaratman, usaba su control absoluto sobre la realidad para intentar contener a Xar'khal. Cada uno de sus movimientos generaba alteraciones en el tiempo y el espacio, creando distorsiones de luz y oscuridad. Xar'khal, por su parte, se había transformado en una fuerza cósmica capaz de doblegar la materia misma, usando la energía de Miguel como un combustible para su poder desbordante. La batalla entre ambos era un choque de titanes, capaz de alterar las estrellas cercanas.

Mientras tanto, en el planeta Tierra, la batalla aún no terminaba. Jehová, observando el caos, suspiró con una mezcla de cansancio y resolución. Sabía que la pelea entre Victor y Xar'khal sería fundamental para el futuro, pero él también tenía una responsabilidad que no podía ignorar. Los demonios seguían atacando, y las fuerzas celestiales no podían hacer frente a toda la horda de maldad que se desataba en la Tierra. El balance entre ángeles y demonios estaba en juego, y el único ser capaz de restablecer el equilibrio era Jehová.

Jehová (con voz solemne, mirando al horizonte): "No importa cuántos caigan, el final es inevitable. Los demonios serán detenidos, aunque mi intervención cueste todo."

En un solo movimiento, Jehová extendió su mano, y una energía divina comenzó a emanar de él, creando ondas de poder que desintegraban a los demonios cercanos. La atmósfera vibraba con la intensidad de su poder, y a cada paso que daba, el mundo a su alrededor cambiaba. La luz que emanaba de él cortaba las sombras, y el equilibrio entre los reinos comenzaba a restaurarse. Sin embargo, sabía que no sería suficiente. Jehová necesitaba contener a todos los demonios en la Tierra, y para ello, debía enfrentarse a los mismos seres oscuros que desafiaban su voluntad.

El campo de batalla se expandía, y la lucha entre los ángeles y demonios continuaba sin cesar. Los cielos se tornaron rojos, y la tierra temblaba bajo el peso de las batallas celestiales.

Victor y Xar'khal continuaban su feroz combate, las estrellas brillaban con fuerza mientras la batalla se desataba entre ambos seres de poder incomprensible. Cada golpe que se daban alteraba la estructura del espacio y el tiempo, creando distorsiones que afectaban los planetas cercanos.

Con una explosión de energía cósmica, Victor aprovechó un instante de vulnerabilidad y, con un golpe feroz, lanzó a Xar'khal directamente hacia el planeta Marte. La fuerza de la colisión fue tan devastadora que el suelo marciano tembló bajo el impacto, pero Xar'khal no se detuvo allí. Aprovechó la inercia de la caída para volver a elevarse, enfrentando de nuevo a Victor.

Antes de que Xar'khal pudiera reagruparse, Victor se teleportó por encima de él, apareciendo directamente frente a él, y con un movimiento ágil, bloqueó su espada con su propia espada de energía. La colisión fue tan poderosa que la vibración se sintió en todo el sistema solar. Xar'khal fue enviado a volar por el espacio, su cuerpo atravesando la atmósfera de Marte y saliendo disparado a una velocidad incontenible hacia Saturno.

El golpe de Victor había marcado la diferencia. Xar'khal, golpeado por la fuerza cósmica de la espada de Victor, aterrizó en el espacio cercano a Saturno, donde la enorme gravedad del planeta afectó su caída, haciendo que se estrellara contra uno de los anillos de Saturno.

Victor no dejó tiempo para que su enemigo se recuperara. Sabía que si Xar'khal lograba reagruparse, podría usar su poder para destrozar todo a su paso, por lo que se apresuró a acercarse al gigante anillo. Victor flotó hacia Xar'khal, sus ojos brillaban con determinación. El combate no había terminado, y Victor estaba decidido a acabar con él de una vez por todas.

En Saturno, mientras Victor se acercaba a Xar'khal, la batalla en la Tierra seguía sin descanso. Los demonios y ángeles luchaban con desesperación, mientras Jehová seguía deteniendo la invasión de las fuerzas demoníacas. Aunque la batalla en la Tierra estaba lejos de terminar, todo dependía de lo que sucediera en el espacio, donde Victor y Xar'khal libraban la lucha definitiva.

Victor y Xar'khal continuaban su implacable batalla, llevándola ahora a la superficie de Titán, una de las lunas más grandes de Saturno. Cada golpe que intercambiaban resonaba como un trueno, sacudiendo el terreno helado de la luna. La atmósfera anaranjada de Titán se iluminaba con destellos de energía pura, convirtiendo la noche perpetua en un espectáculo de luz cegadora.

Victor, en su forma de Omni-Yadaratman, estaba envuelto en una aura cósmica, con sus ojos ardiendo con un resplandor dorado que atravesaba las nubes densas de metano. Con un movimiento ágil, blandió su espada de energía, lanzando un arco de luz que partió en dos una montaña cercana, obligando a Xar'khal a retroceder.

Xar'khal, enfurecido, rugió con un sonido gutural que hizo vibrar la superficie de Titán. En su furia, canalizó su poder, transformando sus brazos en extremidades monstruosas, cubiertas de púas y escamas. Con un rápido movimiento, lanzó un torrente de energía oscura hacia Victor, buscando desintegrarlo en un solo golpe.

Victor, sin vacilar, activó un escudo cósmico, desviando el ataque hacia el cielo de Titán, donde explotó en un espectáculo de luz que brevemente dejó la luna en un resplandor diurno. Aprovechando la distracción, Victor cargó hacia Xar'khal, moviéndose a una velocidad que desafió la física misma. Se materializó detrás de su enemigo y lo atravesó con un golpe rápido, enviando ondas de energía que hicieron temblar el suelo helado bajo sus pies.

Sin embargo, Xar'khal no estaba dispuesto a caer tan fácilmente. Utilizando su habilidad de regeneración, cerró la herida de inmediato y contraatacó con una explosión de energía que mandó a Victor volando varios kilómetros hacia atrás, hasta estrellarse contra una cordillera de hielo.

Ambos se pusieron de pie al mismo tiempo, respirando pesadamente pero sin perder la determinación. La superficie de Titán temblaba con cada uno de sus pasos, y la luna misma parecía estar al borde de la destrucción bajo la intensidad de su lucha.

Mientras tanto, en la lejanía, Jehová, desde su posición en el campo de batalla en la Tierra, observaba el enfrentamiento a través de una visión divina. Sabía que el resultado de esta lucha titánica entre Victor y Xar'khal podría decidir el destino de todos los mundos.

Victor, aún con su espíritu indomable, alzó su espada al cielo y gritó:

—¡Xar'khal! Hoy pagarás por todo el caos que has traído al universo!

Ambos guerreros cargaron el uno contra el otro una vez más, chocando en una explosión de poder que envió ondas de choque a través de los anillos de Saturno. La batalla estaba lejos de terminar, y el destino del cosmos dependía de quién se alzara victorioso en esta pelea que desafiaba los límites de la realidad misma.

Xar'khal lanzó un rugido triunfal mientras rompía la espada de Victor en pedazos, esparciendo fragmentos de energía luminosa en todas direcciones. Sosteniendo los restos de la hoja destrozada, Victor arrojó lo que quedaba de su arma al suelo helado de Titán.

—¡Peleemos en serio, muchacho! —declaró Xar'khal con una voz resonante, sus ojos llenos de una mezcla de furia y emoción.

Ambos guerreros, ahora desarmados, adoptaron sus respectivas posturas de combate, el aire a su alrededor vibrando con la tensión de lo que estaba por suceder.

Victor, en su forma de Omni-Yadaratman, ajustó su postura al Kyokushinkai, un arte marcial conocido por su brutalidad y enfoque en golpes devastadores con puños y piernas. Se inclinó ligeramente hacia adelante, su pierna trasera lista para soportar cualquier carga, sus manos en guardia, y sus ojos fijos en su oponente.

Xar'khal, en cambio, asumió una postura de boxeo mixto, combinando técnicas de boxeo clásico con movimientos de otras artes marciales, dándole una versatilidad mortal. Sus puños, cubiertos por una energía oscura que pulsaba como un corazón latente, estaban preparados para desatar una furia implacable.

El primer movimiento fue de Victor. Con una velocidad cegadora, se abalanzó hacia Xar'khal con un Mawashi Geri (patada circular) dirigida hacia su cabeza. Xar'khal bloqueó el golpe con su antebrazo y respondió con un rápido jab al rostro, pero Victor lo esquivó inclinando la cabeza hacia un lado.

Los dos intercambiaron golpes con una precisión y velocidad que desafiaban las leyes de la física. Cada impacto enviaba ondas de choque que hacían temblar la superficie de Titán. Victor se agachó para esquivar un gancho derecho de Xar'khal y contraatacó con un poderoso uppercut, que conectó en la mandíbula de su enemigo, elevándolo brevemente en el aire.

Xar'khal aterrizó sobre sus pies con un gruñido, sus ojos brillando con una furia renovada. Con una serie de rápidos pasos laterales, cerró la distancia y desató una serie de ganchos al cuerpo y cruces que golpearon a Victor como una tormenta. Victor, endurecido por el Kyokushinkai, absorbió los impactos, desviando algunos con sus antebrazos mientras lanzaba potentes Tetsui Uchi (golpes de martillo) en respuesta.

El campo de batalla de Titán se convirtió en un escenario donde ambos titanes intercambiaban golpes a velocidades tan rápidas que apenas eran visibles para el ojo humano. La atmósfera helada se llenaba de chispas de energía y fragmentos de hielo que se desintegraban por el puro poder de sus ataques.

Victor aprovechó un momento de descuido en la defensa de Xar'khal y lanzó un low kick dirigido a su rodilla, haciendo que este tambaleara brevemente. Sin perder un segundo, Victor cargó un golpe con toda su fuerza, un Seiken Tsuki (puñetazo directo) que impactó en el pecho de Xar'khal, haciéndolo retroceder varios metros, dejando un cráter en el suelo helado donde estaba parado.

Pero Xar'khal no se quedó atrás. Recuperando rápidamente su equilibrio, rugió y lanzó un overhand que explotó contra la mandíbula de Victor, enviándolo volando hacia atrás como un proyectil.

Victor, sacudiendo la cabeza para despejarse, escupió un poco de sangre antes de volver a ponerse en guardia.

—Esto es lo que esperaba, un verdadero desafío. —gruñó Victor con una sonrisa salvaje.

Ambos guerreros cargaron el uno contra el otro una vez más, sus puños chocando en el aire en un estallido de energía que partió en dos las nubes anaranjadas de Titán. La batalla se intensificaba, y ni el terreno alienígena ni las lunas que los rodeaban podían soportar por mucho más tiempo la ferocidad de su enfrentamiento.

La pregunta ahora no era quién era más fuerte, sino quién tenía la voluntad de sobrevivir a este duelo titánico hasta el final.

Victor y Xar'khal seguían enfrascados en su feroz batalla en la luna de Titán, la superficie temblando bajo el impacto de sus ataques. El eco de sus golpes resonaba en el vacío del espacio, mientras los fragmentos de roca helada se desintegraban por la energía desatada. Ambos guerreros peleaban con una intensidad descomunal, Victor utilizando su dominio del Kyokushinkai y Xar'khal su mezcla letal de boxeo mixto.

Sin embargo, Victor sabía que esta pelea necesitaba algo más que fuerza bruta. Con un movimiento estratégico, retrocedió varios metros, esquivando un golpe brutal de Xar'khal que pulverizó el suelo a sus pies. Mientras recuperaba su posición, Victor cerró los ojos, concentrando su energía interna. Las venas en sus brazos comenzaron a brillar con un resplandor cósmico, sus puños vibrando con una energía que no era de este universo.

—Esto termina aquí... —murmuró con voz baja, cargada de determinación.

Alrededor de sus puños, la energía cósmica se condensó en formas oscuras que distorsionaban la realidad a su alrededor. La atmósfera de Titán parecía volverse inestable mientras un vacío se generaba en torno a Victor. El espacio mismo comenzó a curvarse y torcerse, como si la luna estuviera siendo succionada hacia el centro de sus manos.

Poco a poco, la energía concentrada en sus puños empezó a crear agujeros negros del tamaño exacto de sus puños, oscilando con una gravedad capaz de absorber cualquier cosa a su alcance. Las estrellas en el fondo del espacio parecían desvanecerse momentáneamente a medida que esta técnica desafiaba las leyes cósmicas.

Xar'khal, al darse cuenta del peligro, retrocedió instintivamente, sus ojos reflejando una mezcla de sorpresa y furia.

—¿Qué demonios estás haciendo? —gritó, pero Victor ya había tomado su decisión.

—Infinite Void of Madness... —proclamó Victor con una voz que resonó en el vacío espacial.

Con un rugido que reverberó por todo el satélite, Victor avanzó a una velocidad imposible, sus puños envueltos en los mini agujeros negros. Xar'khal intentó defenderse, levantando sus brazos para bloquear, pero la fuerza de los impactos era abrumadora. Cada golpe de Victor no solo generaba un impacto físico devastador, sino que también arrancaba fragmentos de la propia realidad, absorbiendo energía y materia en el infinito vacío de los agujeros negros.

El primer golpe impactó el estómago de Xar'khal, doblándolo en dos y arrastrando pedazos de su armadura y piel hacia el vacío infinito. Antes de que pudiera reaccionar, Victor ya había conectado otro golpe en su costado, enviándolo volando como una bala hacia las montañas heladas de Titán.

Xar'khal luchó por ponerse de pie, pero Victor no le dio tregua. Con un rugido final, desató una serie de golpes en un frenesí de velocidad y fuerza, cada impacto creando explosiones de energía cósmica que devastaban el paisaje a su alrededor. Los agujeros negros en sus puños absorbían todo lo que tocaban, desintegrando rocas, atmósfera, e incluso la luz misma.

Finalmente, con un salto espectacular, Victor elevó ambos puños hacia el cielo y los trajo hacia abajo con una fuerza titánica, estrellándolos en el cráneo de Xar'khal. La explosión resultante fue tan intensa que se sintió como si un supernova hubiera detonado en la superficie de Titán.

El suelo bajo ellos se desmoronó, y la luna comenzó a partirse en fragmentos flotantes mientras el espacio a su alrededor se retorcía y colapsaba bajo la influencia de los agujeros negros. Xar'khal, aún con su cuerpo inmensamente resistente, cayó de rodillas, su energía drenada por los efectos devastadores de la técnica.

Victor, jadeando, con los puños todavía brillando con la energía cósmica, observó a su oponente con ojos llenos de determinación.

—Esto es solo el principio del fin para ti, Xar'khal. No hay escapatoria del infinito vacío de la locura.

La batalla estaba lejos de haber terminado, pero por primera vez, Xar'khal comenzaba a comprender la verdadera magnitud del poder que Victor tenía a su disposición.

Xar'khal, aunque gravemente herido por los ataques devastadores de Victor, activó su habilidad secreta: regeneración conceptual. Esta técnica le permitía no solo curar su cuerpo físico, sino también restaurar su esencia a un nivel fundamental, neutralizando los efectos destructivos de los agujeros negros creados por Victor. Las heridas que hubieran sido fatales para cualquier otro ser comenzaron a cerrarse en tiempo real, sus tejidos y huesos volviendo a formarse con un brillo cegador.

Mientras los últimos impactos resonaban en la superficie destrozada de Titán, Xar'khal se alzó, sus ojos brillando con un furor indomable. Con un rugido que sacudió el vacío del espacio, concentró toda su energía en sus puños. En un instante, un fuego negro, ardiente y primordial, envolvió sus manos, girando y rugiendo como un volcán que estuviera a punto de estallar.

Victor, al ver el resurgimiento de su enemigo, no mostró miedo, sino una feroz determinación. Se preparó para lo que sabía que sería un choque de fuerzas titánicas.

Xar'khal, con una sonrisa de confianza renovada, canalizó la energía a un nivel más profundo, comprimiendo el espacio mismo alrededor de sus puños para crear un vacío de neutrones. Esta técnica arrancaba partículas del propio tejido del universo, generando una fuerza gravitacional de tal magnitud que parecía desmoronar la realidad en torno a él. Pero no se detuvo ahí: utilizó este vacío para manifestar el temido Antimatter Vacuum, una técnica que invocaba la energía destructiva de la antimateria, capaz de desintegrar cualquier cosa que tocara.

—¡Es hora de que pruebes el verdadero poder del caos, Victor! —gritó Xar'khal, avanzando con una velocidad y poder que desafiaban las leyes cósmicas.

Victor, lejos de amedrentarse, canalizó una cantidad aún mayor de energía cósmica en sus puños, los agujeros negros girando más rápido, convirtiéndose en auténticas singularidades. La técnica Infinite Void of Madness estaba al máximo de su poder. Ambas energías, la antimateria de Xar'khal y los agujeros negros de Victor, eran fuerzas capaces de aniquilar galaxias enteras por sí solas.

Los dos guerreros cargaron uno hacia el otro, y el universo pareció contener la respiración. Cuando sus puños finalmente colisionaron, el impacto desató una explosión titánica, una erupción que emuló la creación del universo mismo: un Big Bang comprimido en un instante, pero contenido en una línea recta de energía que atravesó desde arriba hacia abajo. Esto fue una acción deliberada para no destruir todo el universo, limitando la destrucción solo al plano en el que peleaban.

El impacto fue tan poderoso que Saturno y sus lunas fueron arrojadas fuera de sus órbitas, mientras que Titán se fragmentó en pedazos, los restos dispersándose como polvo estelar. La onda expansiva barrió el espacio, rompiendo asteroides y empujando planetas menores a su paso. Pero gracias a la dirección calculada del impacto, el universo en su conjunto se salvó de la aniquilación.

Victor y Xar'khal permanecieron flotando en el vacío, respirando pesadamente, ambos cubiertos de heridas, pero aún llenos de una voluntad indomable. Sus cuerpos brillaban con energías opuestas, como dos estrellas colisionando en un ballet cósmico de destrucción y creación.

—Eres más fuerte de lo que imaginé, Xar'khal... pero no voy a detenerme aquí —dijo Victor, sus ojos ardiendo con un brillo que desafiaba la desesperanza.

—No tienes opción, Victor. Este es tu final, y serás solo un recuerdo olvidado en el vasto océano del cosmos —respondió Xar'khal, preparándose para su siguiente ataque.

Ambos sabían que el próximo movimiento podría ser el último, y en ese instante, el destino del universo pendía de un hilo.

La pelea entre Victor y Xar'khal alcanzó un nivel que trascendía la comprensión humana. Ambos guerreros, envueltos en un aura de energía infinita, se lanzaron al vacío del espacio, sus cuerpos convertidos en haces de luz que surcaban las estrellas a una velocidad inimaginable. Con cada impacto, dejaban un rastro de destrucción que desintegraba planetas y hacía temblar sistemas solares enteros.

No satisfechos con los confines del universo conocido, Victor y Xar'khal rompieron las barreras de la realidad misma, rasgando el tejido del espacio-tiempo con un solo movimiento de sus manos. En un destello cegador, ambos cruzaron hacia un reino más allá de la comprensión, entrando en el Outverso Número 5, un dominio más allá de las dimensiones tradicionales, donde las leyes de la física ya no tenían sentido.

El Outverso Número 5 era un lugar de caos puro, donde formas abstractas y energías imposibles convergían en una danza cósmica sin fin. Aquí, los colores no tenían nombre, y la luz misma parecía fluir como un río vivo. Pero para estos dos titanes, este reino solo representaba un nuevo campo de batalla.

Xar'khal, con una furia incontenible, desató su energía al máximo, su cuerpo convirtiéndose en un remolino de antimateria y vacío cósmico. Sus ojos ardían con un odio ancestral mientras se lanzaba hacia Victor con la intención de destruirlo de una vez por todas. Victor, por su parte, no se quedó atrás. Sus puños, ahora rodeados de agujeros negros, destellaban con la técnica Infinite Void of Madness, listas para un golpe definitivo.

Ambos guerreros cargaron con una velocidad que hizo vibrar el Outverso mismo, sus figuras dejando una estela de destrucción en su camino. Cuando sus puños chocaron, el impacto fue cataclísmico. La colisión desató una explosión que se extendió en todas direcciones, como una onda expansiva que desgarró el Outverso Número 5.

El choque fue tan brutal que creó una grieta dimensional, una onda de energía que rompió el espacio-tiempo y destruyó completamente el outverso en el que peleaban. Victor y Xar'khal fueron lanzados hacia atrás, flotando en el vacío absoluto que habían creado, el eco de su colisión resonando como el rugido de un dios primordial.

Mientras los fragmentos del Outverso Número 5 se disolvían en la nada, ambos guerreros se miraron fijamente, sabiendo que estaban muy lejos de terminar. Sus cuerpos, aunque maltratados, seguían irradiando poder. Victor, con su armadura destrozada pero su espíritu indomable, y Xar'khal, con su regeneración conceptual trabajando al límite, estaban listos para continuar esta batalla sin fin.

Este era un duelo que trascendía cualquier escala de poder conocida, donde incluso los dioses habrían temido intervenir. Victor y Xar'khal, ahora en un abismo entre realidades, estaban decididos a luchar hasta que uno de ellos cayera, aunque eso significara destruir cada fragmento de existencia en el proceso.

La transformación de Xar'khal fue un espectáculo aterrador, un despliegue de poder y odio puro que resonaba en el vacío insondable donde él y Victor ahora se enfrentaban. Su cuerpo comenzó a mutar, expandiéndose y retorciéndose de una forma que desafiaba toda lógica.

Su piel se volvió de un gris oscuro, una textura similar al granito pulido, pero con un brillo malsano que reflejaba la energía oscura que lo alimentaba. Espinas largas y afiladas, de casi 70 cm, brotaron de sus codos y espalda, creando una serie de picos mortales que pulsaban con energía destructiva. Su espalda se curvó hacia arriba, adornada por crestas que brillaban con un tono rojizo, casi como si fueran incandescentes por el calor interno que lo impulsaba.

Una cola masiva emergió de su espalda baja, dotada de espinas tan afiladas como cuchillas, capaz de atravesar cualquier defensa. El final de la cola tenía una estructura en forma de garfio, diseñada claramente para desgarrar a cualquier enemigo que se atreviera a acercarse demasiado.

Pero lo que más destacaba eran las crestas que se alzaban en la punta de su cabeza, casi como una corona de pesadilla que irradiaba un aura oscura, formando un halo corrupto que distorsionaba la luz a su alrededor. Sus ojos, antes fríos y calculadores, ahora ardían con un fuego púrpura infernal, reflejando una furia incontrolable que amenazaba con consumirlo todo.

Xar'khal, ahora en su forma más monstruosa, lanzó un rugido que resonó como un trueno, haciendo temblar las grietas dimensionales que los rodeaban. El sonido era tan potente que parecía hacer vibrar la realidad misma. Su poder se multiplicó exponencialmente, las ondas de energía que emanaban de su cuerpo causaban distorsiones en el espacio a su alrededor, como si el mismo universo temiera su existencia.

Victor, viéndose frente a este titán reconfigurado, apretó los dientes con determinación. Sabía que la batalla estaba lejos de terminar, y que el enemigo frente a él era ahora más peligroso que nunca. Preparó su guardia, canalizando más energía cósmica en su cuerpo, listo para enfrentarse a la nueva amenaza que representaba Xar'khal.

Ambos guerreros sabían que este era el punto de inflexión. La destrucción total era inminente, y solo uno saldría victorioso de este duelo titánico. Victor, en su forma de Omni-Yadaratman, y Xar'khal, en su forma monstruosa definitiva, se lanzaron al ataque una vez más, su lucha llevando la destrucción a nuevas y desconocidas dimensiones.

Victor, con la técnica "Infinite Void of Madness" aún canalizando la energía cósmica en sus puños, lanzó un golpe directo con la fuerza de innumerables agujeros negros comprimidos en un solo impacto. Pero para su sorpresa, su golpe fue completamente ineficaz; el puño chocó contra el cuerpo de Xar'khal, pero no dejó ni una marca.

Xar'khal se mantuvo impasible, con una sonrisa de superioridad en su rostro distorsionado. "¿De verdad pensabas que podrías dañarme con eso?" Su voz resonaba con un eco aterrador mientras observaba a Victor con desdén.

"Esta forma...", continuó Xar'khal, mientras pasaba una mano por su pecho gris, lleno de espinas y crestas, "es mi evolución final. Esta piel está compuesta de pasta nuclear y pasta outversal. Es el material más denso y resistente que existe, capaz de soportar la desintegración cuántica, la destrucción dimensional, y cualquier fuerza del omniverso que intentes usar contra mí".

Victor retrocedió un paso, con los ojos entrecerrados, evaluando la situación. Sabía lo que significaban esos términos.

Pasta nuclear: Un material que se encuentra en los núcleos de estrellas de neutrones, conocido por su increíble densidad, considerado uno de los materiales más duros del universo físico.

Pasta outversal: Un compuesto aún más exótico, capaz de resistir fuerzas que transcienden las dimensiones conocidas, un material de la estructura misma que sostiene las capas de los outversos.

Esto no era solo una coraza; era un escudo absoluto que lo protegía de cualquier ataque convencional o cósmico. Victor entendió que no se trataba solo de un simple enfrentamiento físico, sino de una batalla de conceptos, donde la durabilidad de Xar'khal ahora superaba cualquier límite conocido.

"Entonces tendrás que resistir algo que nunca has visto..." murmuró Victor, mientras sus ojos brillaban con una determinación renovada. Sabía que debía adaptarse rápidamente. Si sus ataques físicos no funcionaban, tendría que recurrir a técnicas aún más extremas, a poderes más allá de lo que había utilizado hasta ahora.

Victor cambió de táctica, concentrando toda su energía en su forma de Omni-Yadaratman y preparándose para usar una técnica prohibida que solo había intentado una vez antes: un ataque que no solo impacta en el plano físico, sino que puede desintegrar la información conceptual de su oponente, atacando la existencia misma en múltiples niveles de realidad.

Mientras Xar'khal avanzaba con una confianza desbordante, Victor comenzó a reunir la energía necesaria para un último intento desesperado por romper la coraza impenetrable de su enemigo. Sabía que este sería el todo o nada, un golpe que definiría el destino de su enfrentamiento... y quizás de toda la existencia que aún quedaba en pie en medio de su devastador combate.

Victor y Xar'khal se lanzaron el uno al otro con una velocidad inimaginable, volando a través del vacío del Outverso 5. Sus cuerpos eran un borrón de movimiento, golpeando con una precisión letal. Cada puñetazo, cada patada, estaba cargado de energía suficiente para destruir dimensiones enteras.

El estilo Kyokushinkai de Victor se basaba en ataques contundentes, combinando patadas bajas devastadoras y golpes de puño potentes dirigidos a los puntos vitales de su adversario. Sus movimientos eran como una tormenta imparable, sus brazos y piernas convirtiéndose en un torbellino de poder que resonaba con el eco del universo.

Por otro lado, Xar'khal, con su estilo de Boxeo Mixto, contrarrestaba con una defensa fluida, sus brazos se movían como si fueran látigos, desviando los ataques de Victor. Sus contragolpes eran brutales, sus puños cubiertos de fuego y el Antimatter Vacuum creaban explosiones al impactar, desintegrando cualquier cosa que se cruzara en su camino.

CRACK. Un golpe directo de Xar'khal se estrelló contra el rostro de Victor, mandándolo a volar hacia una lejana galaxia. El impacto desintegró un cúmulo de estrellas, dejando un agujero negro en su lugar. Sin embargo, Victor se recuperó al instante, apareciendo detrás de Xar'khal con un teletransporte instantáneo.

"¡Infinite Void of Madness!" gritó Victor, sus puños envueltos en energía cósmica. Impactó con un doble puñetazo directo al pecho de Xar'khal, creando dos agujeros negros del tamaño de planetas que intentaron succionar la materia y la energía del cuerpo de su oponente. Pero la piel de pasta nuclear y outversal de Xar'khal resistió, solo retrocediendo unos pasos.

"¡Eso es todo lo que tienes!" rugió Xar'khal, sus ojos ardiendo con una furia inhumana.

Sin dar un respiro, ambos volvieron a lanzarse al ataque. Los golpes resonaban como truenos que sacudían el cosmos, creando ondas de choque que destrozaban lunas y planetas cercanos. Cada vez que sus puños chocaban, liberaban ráfagas de energía que cortaban el vacío del espacio como si fuera papel.

Victor conectó un gancho ascendente directo al mentón de Xar'khal, causando que la mandíbula de su enemigo crujiera.

Xar'khal respondió con una ráfaga de golpes al torso, sus puños envueltos en fuego cósmico y energía de antimateria, cada impacto creando explosiones que iluminaban la oscuridad del Outverso.

A pesar de los ataques devastadores, ninguno parecía ceder. Victor aumentó su energía, canalizando el poder de su forma de Omni-Yadaratman, mientras Xar'khal aumentaba su regeneración conceptual para curar cada herida al instante.

Finalmente, ambos combatientes se alejaron unos metros, jadeando por el esfuerzo, pero aún con la determinación de continuar. Victor sabía que necesitaría algo más que fuerza bruta para romper la defensa impenetrable de Xar'khal. Y Xar'khal, disfrutando del combate, dejó escapar una carcajada oscura.

"Esto apenas comienza, muchacho. ¡Demuestra que eres digno de enfrentarme!" gritó Xar'khal, listo para transformar el campo de batalla en un nuevo nivel de caos.

El combate se intensificó, ambos elevando su poder a límites insospechados. Se preparaban para el próximo asalto, sabiendo que el siguiente golpe podría decidir quién dominaría en este duelo épico entre seres que superaban la comprensión del propio universo.

Continuará...