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Chapter 16 - Episodio 16: Un cazador

En el planeta Tierra del universo 15, en una ciudad llena de bullicio y color, dos amigos caminaban por las calles, charlando sobre todo y nada a la vez. A pesar de su apariencia un tanto excéntrica, ambos disfrutaban de la libertad que les daba su forma de vestir: ropa femenina que llamaba la atención de los transeúntes, pero que para ellos era solo una forma de expresarse, una forma de romper con las expectativas sociales.

Nagatchi, de 18 años, tenía una personalidad reservada. Su mirada fría y su actitud a menudo hostil lo hacían parecer inaccesible, pero aquellos que lograban conocerlo bien sabían que había mucho más debajo de esa fachada. En realidad, era un joven amable, con un corazón lleno de cariño y una lealtad inquebrantable hacia sus amigos. Pero no era alguien que dejara que otros lo conocieran con facilidad. Se guardaba mucho para sí mismo, manteniendo siempre una distancia con quienes no consideraba cercanos.

A su lado, Nerumi, su buen amigo, era todo lo contrario. Siempre amable y cariñoso, su carácter afable hacía que fuera fácil hacerse amigo de él. Su forma de ser siempre positiva y su disposición para ayudar a los demás lo convertían en una persona entrañable. Nerumi, al igual que Nagatchi, vestía con ropa femenina, aunque su razón era más por gusto personal que por llamar la atención.

—"Oye, ¿no te cansas de que te miren todo el tiempo?" le preguntó Nerumi, mientras caminaban por una calle principal llena de gente. "Quiero decir, yo estoy acostumbrado, pero tú... Tú pareces disfrutarlo."

Nagatchi levantó una ceja y miró a Nerumi con una ligera sonrisa que no era común en él.

—"No me molesta. Si quieren mirar, que lo hagan. Lo que importa es lo que yo pienso de mí mismo, no lo que los demás piensen."

Nerumi rió ante la respuesta de su amigo. Aunque Nagatchi podía ser serio y algo distante, sus palabras siempre tenían una sabiduría inesperada, algo que solo los que lo conocían bien podían apreciar.

—"Tienes razón," dijo Nerumi, sonriendo ampliamente. "Pero ¿no te da un poco de vergüenza? A mí me gusta llamar la atención, pero no hasta el punto de que todos me estén mirando."

Nagatchi soltó una risa baja, casi inaudible.

—"La vergüenza es solo un obstáculo, Nerumi. Si la dejas gobernar tu vida, nunca vas a hacer lo que realmente quieres. Yo no me preocupo por eso."

Nerumi asintió, tomando las palabras de su amigo con aprecio. Siempre había admirado la forma en que Nagatchi no se dejaba afectar por las opiniones ajenas. Sin embargo, Nerumi también sabía que debajo de esa fachada de frialdad, Nagatchi era muy sensible, y solo unos pocos privilegiados podían ver esa faceta suya.

Ambos continuaron caminando, pasando por un parque lleno de gente disfrutando de una tarde soleada. A pesar de sus diferencias en personalidad, ambos se entendían sin necesidad de muchas palabras. Su amistad era sólida, construida a lo largo de los años, llena de momentos de complicidad, bromas y también de discusiones que rápidamente se disipaban con una sonrisa o una broma.

—"¿Te has dado cuenta de que siempre terminamos discutiendo y luego terminamos riendo?" comentó Nerumi mientras se acomodaba el cabello.

Nagatchi asintió, mirando hacia el cielo.

—"Es lo que pasa cuando eres amigo de alguien como yo," dijo Nagatchi, con una sonrisa sutil. "Pero lo importante es que al final siempre estamos aquí el uno para el otro."

Nerumi sonrió y dio un paso hacia su amigo, dándole un pequeño golpe en el hombro.

—"Sí, tienes razón. Siempre estaremos juntos, aunque te pongas todo serio y grosero de vez en cuando."

Nagatchi solo se encogió de hombros, sin mostrar demasiada reacción, pero en el fondo, sabía que esos pequeños momentos eran los que mantenían su amistad viva. No necesitaba más. Tenía a Nerumi a su lado, y eso era suficiente para él.

Ambos continuaron su camino por la ciudad, disfrutando del momento, sabiendo que no importaba lo que viniera, su amistad seguiría siendo una constante en sus vidas.

Mientras Nagatchi y Nerumi caminaban por la ciudad, conversando tranquilamente, de repente, algo los hizo detenerse. Un grupo de chicos caminaba hacia ellos, y por un momento, parecía que se iban a topar accidentalmente. Fue una cuestión de segundos, pero antes de que se pudieran dar cuenta, se produjo el pequeño tropiezo. Sin embargo, ninguno de ellos se cayó, y los chicos rápidamente se disculparon, riendo un poco ante la torpeza del encuentro.

Entre ellos estaban Iván, Misa, Sanbs y Katsuro, cuatro chicos que vestían de manera más casual y sencilla que Nagatchi y Nerumi, pero no por ello menos interesantes. Iván, el líder del grupo, tenía una actitud relajada y una sonrisa encantadora. Misa, por otro lado, era un chico simpático y extrovertido, siempre dispuesto a hacer una broma o iniciar una conversación. Sanbs era un poco más reservado, pero con una mirada profunda que revelaba su intelecto y naturaleza pensativa. Finalmente, Katsuro, el más tranquilo del grupo, parecía estar siempre en su propio mundo, pero sus palabras eran sabias y precisas cuando hablaba.

—"¡Vaya, qué fue eso! ¿Estás bien?" preguntó Iván, mirando a Nerumi y Nagatchi mientras se aseguraba de que no se hubieran lastimado por el tropiezo.

—"Sí, estamos bien," respondió Nerumi, sonriendo ampliamente. "Solo fue un pequeño accidente, no te preocupes."

Nagatchi, con su expresión habitual algo seria pero cordial, observó a los chicos, reconociendo que eran diferentes, pero interesantes de alguna forma.

—"Parece que todos nos tropezamos hoy," dijo Nagatchi, mirando a su alrededor con una ligera sonrisa.

Iván se rió y asintió.

—"A veces la vida nos da pequeños tropiezos para recordarnos que no todo tiene que ser tan perfecto," comentó Misa, con una actitud relajada. "¿Nos vamos a tomar un café o algo para arreglar el mal paso?"

Sanbs, que hasta ese momento había estado callado, miró a Nagatchi y Nerumi con una leve sonrisa.

—"Nos gustaría saber más de ustedes, si no les importa. Parece que tienen una vibra interesante."

Katsuro asintió, aunque dijo poco. Su presencia tranquila hacía que las conversaciones fueran más profundas cuando participaba. Su mirada fija en Nagatchi indicaba que estaba interesado en algo más que la simple conversación.

Los dos amigos, Nagatchi y Nerumi, se miraron brevemente antes de responder.

—"Claro, no hay problema," dijo Nerumi, siempre abierto a conocer gente nueva. "Nos encantaría compartir un rato con ustedes."

Así fue como, en medio de ese pequeño accidente, comenzó una amistad inesperada. Los cinco chicos comenzaron a caminar juntos hacia un café cercano. En el camino, las risas y las bromas surgieron espontáneamente, y pronto se dieron cuenta de que compartían muchas más cosas de lo que pensaban. Aunque cada uno era diferente en su forma de ser, había una conexión instantánea que los unió.

Iván, Misa, Sanbs, Katsuro, Nagatchi y Nerumi pasaron el resto de la tarde juntos, charlando sobre sus intereses, bromas y pequeñas historias de vida. No sabían que ese encuentro fortuito se convertiría en una gran amistad que trascendería las diferencias entre ellos, pero en ese momento, todo parecía perfecto.

Un año había pasado desde aquel primer encuentro fortuito entre Iván, Misa, Sanbs, Katsuro, Nagatchi y Nerumi. Desde entonces, su amistad había crecido y fortalecido de maneras que ninguno de ellos había anticipado. Aunque al principio sus diferencias parecían ser obstáculos, pronto se dieron cuenta de que esas mismas diferencias eran lo que los hacía tan únicos y especiales como grupo.

Iván, siempre el líder relajado del grupo, había logrado unirlos en numerosas aventuras, tanto dentro como fuera de la ciudad. Misa, con su personalidad extrovertida, mantenía las conversaciones animadas y, a menudo, era la que provocaba las risas de todos. Sanbs, aunque aún algo reservado, se había abierto más con sus amigos, compartiendo pensamientos más profundos y participando activamente en las discusiones filosóficas que a veces surgían. Katsuro, en su calma serena, había sido el pilar de tranquilidad, su presencia tranquila ofreciendo equilibrio en los momentos más caóticos.

Por su parte, Nagatchi y Nerumi, quienes inicialmente se habían mostrado algo distantes y diferentes de los demás, habían encontrado en los otros un grupo que los aceptaba tal y como eran. Nagatchi, aunque aún algo reservado, había aprendido a disfrutar de la compañía de sus amigos y, poco a poco, su actitud fría se había suavizado. Nerumi, siempre alegre y amistoso, había sido el pegamento que mantenía a todos unidos, siempre preocupado por el bienestar de los demás.

Esa tarde, después de un año de risas, viajes y crecimiento personal, el grupo se encontraba en el mismo café donde todo había comenzado. Estaban sentados alrededor de una mesa, conversando sobre lo que había cambiado en sus vidas durante este tiempo.

—"No puedo creer que haya pasado un año ya," dijo Misa, tomando un sorbo de su café. "Parece que fue ayer cuando nos conocimos y terminamos todos tropezando."

—"Es increíble lo que pasa en un año," comentó Sanbs pensativo. "Hemos pasado por tanto juntos, y sin darnos cuenta, todo ha cambiado."

Nagatchi sonrió ligeramente, mirando a sus amigos.

—"A veces, los pequeños momentos nos llevan a grandes cambios," dijo, pensando en lo que había sucedido en ese tiempo. "Y aunque todos somos diferentes, seguimos aquí."

Nerumi asintió, añadiendo con entusiasmo.

—"Y eso es lo que hace que todo esto sea tan especial. Las diferencias no nos separan, nos hacen más fuertes."

Iván, quien había estado observando a su grupo con una sonrisa satisfecha, levantó su taza de café en un brindis.

—"A la amistad. A seguir creciendo juntos, aunque el tiempo pase rápido."

—"¡Salud!" dijeron todos al unísono, levantando sus tazas.

Ese momento, en el que la calidez de la amistad se sentía palpable, fue un recordatorio de lo lejos que habían llegado. Aunque habían cambiado, el lazo entre ellos seguía tan fuerte como el primer día. Este año fue solo el principio de lo que, sabían, sería una amistad que duraría toda la vida.

A pesar de la paz que había rodeado al grupo durante el último año, una sombra oscura comenzó a formarse sobre Katsuro. Un pequeño grupo de poderosos individuos, con recursos inmensos, había comenzado a interesarse en él. Estos individuos, parte de una élite de científicos y figuras influyentes, sabían algo que los demás ignoraban: el cuerpo de Katsuro era especial. No solo por su físico, sino por una serie de secretos biológicos y genéticos que lo hacían único.

Estos científicos oscuros deseaban estudiar a Katsuro a fondo, y no de una forma ética. Lo veían como un objeto de experimentación, un espécimen que podría ser desmembrado y analizado para avanzar en sus propios intereses oscuros. Sabían que, si conseguían matarlo, su cuerpo podría ser usado para una serie de experimentos altamente lucrativos y peligrosos.

Fue entonces cuando la amenaza se hizo evidente. Un grupo de estos poderosos individuos comenzó a acechar, contratando a asesinos y mercenarios para seguir a Katsuro y sus amigos. Su objetivo era claro: obtener su cuerpo, por cualquier medio necesario. Algunos de estos enemigos tenían conocimientos sobre técnicas de control mental, mientras que otros usaban artefactos avanzados que podían rastrear y localizar a su objetivo sin ser detectados.

Un día, mientras el grupo se encontraba en un café, un miembro de esta élite se presentó ante ellos, fingiendo ser un aliado. Estaba bien vestido, con una mirada persuasiva y suave, pero en el fondo era un manipulador experto.

—"Estoy aquí para advertirles sobre un asunto... delicado," dijo, tomando asiento junto a ellos, mostrando una expresión de preocupación genuina. "Hay personas poderosas que buscan a Katsuro. No es seguro estar tan expuestos. Si no toman precauciones, su vida podría estar en peligro."

El grupo, aunque desconcertado por la súbita advertencia, comenzó a sospechar. Iván, siempre cauteloso, le dirigió una mirada desafiante.

—"¿Y qué sabes tú sobre todo esto?" preguntó Iván, con desconfianza. "¿Quién te envió? ¿Por qué deberíamos creerte?"

El hombre sonrió levemente y levantó las manos en señal de rendición.

—"No soy su enemigo, solo trato de ayudar. Estoy al tanto de lo que están buscando. Tienen recursos, contactos, y lo único que desean es... su cuerpo." El hombre hizo una pausa, como si le costara decir las palabras. "Quieren matarlo para experimentos, para usarlo en sus propios fines."

Katsuro, aunque sorprendido por la revelación, se mantuvo en silencio. A pesar de ser una persona tranquila y serena, no pudo evitar sentirse vulnerable. Algo en su interior se estremeció al escuchar esas palabras. ¿Qué había en su cuerpo que lo hacía tan valioso? ¿Por qué quería esa gente su vida?

—"¿Qué debemos hacer?" preguntó Nerumi, preocupado, al ver la preocupación reflejada en los ojos de su amigo. "No podemos dejar que te hagan daño, Katsuro."

El hombre que los había advertido suspiró.

—"Lo mejor sería que se alejaran de los lugares públicos, fuera de la vista de estas personas. Pero no va a ser fácil. Ellos no se detendrán hasta que lo consigan. Lo que más les interesa es esa... característica única que resides en ti, Katsuro."

El grupo sabía que las cosas se complicaban. No solo tenían que proteger a Katsuro, sino que también tenían que enfrentarse a una amenaza invisible, difícil de rastrear. Los asesinos y los mercenarios enviados por estos ricos poderosos no se detendrían ante nada.

A partir de ese día, el grupo comenzó a tomar medidas extremas. La vida cotidiana que llevaban antes ya no era posible. Se mudaron a un lugar más seguro, aislado de los peligros de la ciudad. A lo largo de las siguientes semanas, intensificaron su entrenamiento y vigilancia, sabiendo que sus enemigos podían aparecer en cualquier momento, sin previo aviso.

El miedo, aunque presente, no debilitó su resolución. Juntos, estaban decididos a enfrentar cualquier amenaza que se les presentara, sin importar lo que tuviera que sacrificarse para protegerse a sí mismos y a su amigo.

Lo que nadie sabía era que la "característica única" del cuerpo de Katsuro no era solo genética, sino algo mucho más profundo, algo que ni él mismo comprendía por completo. Y ese misterio, por supuesto, lo convertiría en el objetivo más codiciado de todos.

El asesino que el científico contrató era una figura temida en las sombras, conocido solo como El Viento Silencioso. Un hombre común, pero con habilidades que desafiaban la lógica de su humanidad. Pese a que su clan lo despreciaba por no tener un poder sobrenatural, él había desarrollado habilidades que superaban las de muchos seres especiales. Había pasado años entrenando, perfeccionando su cuerpo y mente hasta alcanzar niveles de destreza que pocos podían imaginar.

El Viento Silencioso era un hombre de pocas palabras, un trabajador incansable, y su reputación lo precedía. Nadie en su clan había logrado superar su velocidad, su reflejos, ni su fuerza. Aunque carecía de poder mágico o habilidades psíquicas, su cuerpo y su voluntad eran sus armas más poderosas. Nadie que se le hubiera enfrentado había salido ileso, y su único objetivo era completar sus misiones, sin importar la dificultad.

Al ser contratado por el científico, su tarea era clara: eliminar a Katsuro. Pero no de cualquier manera. Sabía que Katsuro era especial, y eso solo lo hacía más intrigante. Para él, las misiones no eran solo trabajo, eran desafíos. Y esta misión, la de cazar a un hombre con un poder desconocido, era el reto más interesante que había tenido en años.

Mientras tanto, Katsuro y sus amigos seguían ocultos en su refugio, aunque conscientes de que el peligro estaba más cerca que nunca. Habían aprendido a vivir en las sombras, a moverse sigilosamente, pero el Viento Silencioso no era un enemigo fácil. No era un simple asesino, sino un maestro del sigilo, la estrategia y la acción rápida.

El Viento Silencioso rastreó a Katsuro sin descanso. Usaba su velocidad y su inteligencia para encontrar cualquier pista. Sabía que la clave para derrotar a Katsuro no era atacar sin pensar, sino encontrar su punto débil, algo que lo hiciera vulnerable. El poder de Katsuro lo intrigaba, y eso solo aumentaba su determinación de completarla.

Un día, cuando la noche ya había caído y el grupo estaba descansando, el Viento Silencioso hizo su jugada. Usando sus habilidades de sigilo, se infiltró en su refugio sin hacer el más mínimo ruido. Nadie notó su presencia, hasta que fue demasiado tarde.

Katsuro, aunque siempre alerta, no pudo evitar sentir una extraña presión en el aire. Algo no estaba bien. De repente, vio una sombra moviéndose rápidamente hacia él. Su reflejo fue inmediato, pero el Viento Silencioso ya estaba frente a él, con una sonrisa fría y calculada.

"No eres como los demás," dijo el asesino con voz baja, casi susurrando, "Eres algo único. Pero eso no importa. Lo que importa es que ya no tienes dónde esconderte."

Katsuro se puso en guardia, pero ya sentía la tensión. Este hombre no solo era rápido, también era un maestro en la lucha. Sin embargo, no tenía miedo. Sabía que su fuerza, aunque poderosa, no era suficiente para enfrentar a alguien como este asesino.

"Vas a tener que matarme para detenerme," dijo Katsuro con firmeza, observando cada movimiento del Viento Silencioso.

El asesino no respondió, pero su mirada fría reveló lo que iba a hacer. En un abrir y cerrar de ojos, atacó con una rapidez inhumana, pero Katsuro, aunque sorprendido, logró bloquear el primer golpe con un rápido movimiento de su brazo. Sin embargo, el Viento Silencioso no se detuvo. Cada golpe que daba era como una ráfaga de viento, imposible de seguir con la vista, y Katsuro solo lograba defenderse a duras penas.

Mientras tanto, Nerumi e Iván se dieron cuenta de que algo no estaba bien y acudieron al rescate de su amigo. Sin embargo, el Viento Silencioso los había anticipado. Usando su velocidad, se desplazó rápidamente hacia ellos, bloqueando cualquier intento de ayuda.

La batalla se intensificó. Katsuro, con su cuerpo en su máximo nivel de alerta, comenzó a devolver los golpes, pero la diferencia de velocidad y fuerza era abismal. El asesino parecía estar en todas partes al mismo tiempo. Katsuro tuvo que pensar rápido, usando su agilidad y reflejos para evitar los ataques más mortales.

Finalmente, Katsuro, con una sonrisa desafiante, concentró su energía en un único golpe, uno que podría cambiar el curso de la batalla. Sabía que, si bien este asesino era formidable, no era invencible. Usando una técnica que había aprendido durante años de entrenamiento, creó una onda de energía concentrada, un golpe que podría alcanzar la velocidad necesaria para enfrentar la increíble rapidez de su oponente.

"¡Esto no va a ser fácil para ninguno de nosotros!" gritó Katsuro, mientras lanzaba el golpe hacia el Viento Silencioso.

El asesino lo esquivó con agilidad, pero la onda de energía había dejado una abertura. Katsuro aprovechó la oportunidad para atacar, finalmente logrando un golpe directo al costado del Viento Silencioso, lo que lo hizo retroceder.

El Viento Silencioso no estaba herido gravemente, pero por primera vez en mucho tiempo, se había sentido presionado. Su enemigo no era tan fácil de eliminar. Miró a Katsuro con una mezcla de respeto y frustración.

"Eres más fuerte de lo que pensaba," dijo, tomando una postura defensiva. "Pero no te engañes. La misión sigue siendo la misma."

El grupo de amigos sabía que esta no sería la última vez que se enfrentarían al Viento Silencioso. Aunque el asesino había mostrado respeto por el poder de Katsuro, su misión seguía intacta, y más tarde o temprano volvería con más fuerza.

Pero por ahora, el grupo había logrado sobrevivir una vez más.

El aire estaba cargado de tensión mientras Nerumi, con una mirada desafiante, se plantaba frente al Viento Silencioso. Sus palabras habían sido claras, llenas de furia y determinación: "Ya cerramos la casería para que no maten a Katsuro, imbécil."

El Viento Silencioso, sin perder su postura, simplemente soltó una sonrisa fría. Sus ojos destilaban desdén y paciencia. "¿Quién crees que lo canceló, pedazo de mocoso imbécil?" respondió con tono bajo pero cargado de arrogancia. La burla estaba presente en su voz, como si estuviera disfrutando del desafío.

Nerumi se tensó, el aire entre ambos pesaba, pero no retrocedió. Sabía que el Viento Silencioso no era cualquier tipo de asesino. Era un hombre al que no le importaba mucho de quién o qué se tratara, lo único que le importaba era cumplir su misión. Sin embargo, algo en su actitud ahora parecía diferente, como si hubiera una especie de respeto oculto en su respuesta.

"Si querías hacerlo, ya lo habrías hecho," dijo Nerumi con una sonrisa desafiante, "Así que, ¿qué es lo que realmente quieres?"

El Viento Silencioso dio un paso hacia adelante, acercándose más a ellos. "Lo que quiero es un reto. Y ahora que estoy aquí, con todo el poder que tengo, sé que este no ha sido un desafío real. Pero está bien, voy a darles una lección."

Katsuro, aunque cansado, se recuperó lo suficiente para escuchar el intercambio. Sentía que el Viento Silencioso no estaba dispuesto a dejarlo en paz tan fácilmente, pero estaba preparado para lo que viniera. Lo conocía bien: este hombre no estaba interesado en matar por placer, sino por el desafío.

"Si es un reto lo que quieres," dijo Katsuro, levantándose lentamente, "Te aseguro que lo conseguirás."

Nerumi dio un paso atrás, mirando a su amigo con respeto. Sabía que Katsuro no era alguien que se dejara intimidar. Y aunque el Viento Silencioso tenía habilidades impresionantes, también lo respetaba como un guerrero formidable.

El ambiente estaba tenso, y ambos grupos sabían que esta confrontación podría llevar a algo mucho más grande si no se detenía ahora. Pero el Viento Silencioso no mostró señales de rendirse, ni de calmarse. Estaba disfrutando de la emoción, de la persecución, y de saber que Katsuro, el objetivo que había estado buscando, finalmente estaba listo para enfrentarse a él de una manera que nunca antes lo había hecho.

"Si vas a darme una lección, prepárate para recibir la misma," dijo Katsuro con una mirada llena de fuego. "Porque esto no es solo un juego."

El Viento Silencioso, aunque no lo demostró, sintió la intensidad de las palabras de Katsuro. Finalmente, dejó de sonreír. Había algo diferente en este momento, algo que le decía que, esta vez, el resultado no sería tan sencillo como esperaba.

El aire se tornó tenso y la velocidad del Viento Silencioso dejó a todos sorprendidos. En un abrir y cerrar de ojos, golpeó a Nerumi y a Iván con una fuerza arrolladora, enviándolos volando varios metros lejos del campo de batalla. El sonido de sus cuerpos chocando contra el suelo resonó en el aire, y un dolor agudo los invadió mientras se levantaban lentamente, atónitos por la rapidez del ataque.

Pero antes de que pudieran reaccionar, el Viento Silencioso, imparable y preciso, hizo un movimiento fluido con su mano. Con una velocidad impresionante, sacó una pistola que había guardado con anterioridad. En un parpadeo, apuntó y disparó. La bala viajó tan rápido que fue imposible para Katsuro, quien estaba en plena recuperación, evitarla.

El proyectil atravesó su cráneo con una precisión mortal, destruyendo su cerebro en el proceso. Un sonido sordo y macabro acompañó el impacto, mientras la vida de Katsuro se desvanecía al instante. Cayó de rodillas, su cuerpo ahora sin vida, su rostro congelado en una expresión de asombro y dolor.

El Viento Silencioso no mostró ningún signo de remordimiento. Su rostro permaneció impasible, como si lo que había hecho fuera simplemente una tarea más que cumplir. Con la pistola todavía en su mano, observó a los otros presentes, sus ojos brillando con una fría satisfacción.

Nerumi y Iván, aunque heridos y desconcertados, miraron aterrados hacia Katsuro. La pérdida de su amigo los dejó sin palabras. El golpe había sido brutal, directo y sin piedad. Nerumi, con las manos temblorosas, se levantó mientras Iván intentaba moverse, ambos sabían que la situación se había vuelto aún más peligrosa de lo que imaginaban.

"¿Qué has hecho...?" murmuró Nerumi, su voz llena de rabia contenida. "Lo que te falta es corazón, ¿verdad? No es solo una misión para ti, ¿cierto? Esto es personal."

El Viento Silencioso no respondió de inmediato, simplemente dio un paso hacia Katsuro, mirando su cuerpo inerte en el suelo. Luego, con una calma aterradora, guardó la pistola en su funda y se giró hacia los otros dos.

"Esto no es personal," dijo con voz monótona, "Es simplemente el trabajo. Y mi trabajo está completo."

Iván, furioso y desesperado, se preparó para lanzarse contra él, pero Nerumi lo detuvo con un gesto, su rostro reflejando una mezcla de tristeza y determinación.

"No podemos vencerlo," dijo Nerumi con voz grave, "Pero no lo dejaremos así. No importa lo que haga, Katsuro no morirá en vano."

El Viento Silencioso simplemente los observó, sin prisa, sin emoción. Sabía que, aunque la batalla estaba ganada, algo había cambiado en su interior. El chico que había matado no era solo una víctima más; había algo en él, en su fuerza, que aún lo hacía recordar a aquellos que no se dejaban vencer fácilmente.

"Si intentan vengar a su amigo, solo les traerá más dolor," dijo, su tono ahora más serio, aunque seguía con esa calma aterradora.

Con esas últimas palabras, dio la espalda y se retiró, dejando tras de sí una estela de muerte y una sensación de vacío que ninguno de los presentes podía ignorar.

El aire se llenó de una quietud espeluznante cuando Misa, Sanbs y Nagatchi llegaron al lugar, apenas alcanzando a ver la escena macabra. Katsuro, su amigo, yacía muerto, su cuerpo sin vida sobre el suelo. La sangre comenzó a formarse alrededor de él, una escena que era difícil de asimilar. Todos quedaron congelados, incapaces de procesar lo que acababan de presenciar. El Viento Silencioso había sido imparable, y sin previo aviso, había terminado la vida de Katsuro de forma cruel y eficiente.

"¡No...!" Misa gritó, sus ojos llenos de lágrimas y shock, mientras se lanzaba hacia el cuerpo de Katsuro, pero fue demasiado tarde. "¿Cómo...? ¿Por qué?"

Sanbs, también conmocionado, intentó hablar, pero las palabras no salían. La tristeza lo invadió profundamente, y la rabia comenzó a tomar control de su mente. "¡Maldito!" murmuró entre dientes, mirando al Viento Silencioso que ya había comenzado a envolver el cuerpo de Katsuro en una bolsa, preparándose para llevarlo.

Nagatchi, aunque más frío y calculador por naturaleza, no podía evitar sentir una mezcla de ira y impotencia. Miró a sus amigos, viendo el dolor reflejado en sus rostros. Era su amigo, su hermano de otra vida, y ahora, se lo habían arrebatado de la manera más cruel.

"¡No se lo lleves!" gritó Nagatchi, su voz llena de rabia mientras intentaba dar un paso adelante, pero en un instante el Viento Silencioso ya estaba lejos, corriendo con velocidad sobrehumana, con la bolsa de Katsuro en sus manos.

Sin pensarlo dos veces, Iván, Nerumi, Misa, Sanbs, Nagatchi y todos los demás salieron corriendo tras él. No podían dejar que su amigo fuera arrastrado de esa manera, y mucho menos permitir que su cuerpo fuera profanado por aquel asesino a sueldo.

"¡No lo dejaremos ir tan fácil!" Iván gritó, impulsándose con fuerza, su cuerpo lleno de determinación. Cada paso parecía un golpe hacia el enemigo, mientras los demás lo seguían, sin detenerse.

El Viento Silencioso, al escuchar el alboroto, aumentó su velocidad, como si se deslizara sobre el viento, pero eso solo motivó a sus perseguidores. Cada uno de ellos sabía que no podían dejar que esta tragedia quedara sin respuesta.

La persecución se volvió una carrera frenética, donde las distancias se acortaban y al mismo tiempo se estiraban debido a la habilidad del asesino para moverse. Iván y los demás, con su ira y desesperación, no pensaban en nada más que alcanzar al Viento Silencioso y recuperar el cuerpo de Katsuro.

Nagatchi, quien siempre se mantenía controlado, comenzó a liberar su poder, un brillo sutil de energía empezaba a emanar de él, mientras Misa y Sanbs se ayudaban mutuamente para mantenerse cerca del grupo. Nerumi, con su agilidad y rapidez, se adelantaba con cada paso.

El Viento Silencioso, sin embargo, parecía disfrutar de este juego. Aunque ellos se acercaban, siempre lograba escapar, manteniendo la ventaja. Su velocidad era una ventaja que ningún mortal podría alcanzar, pero eso no detuvo a los chicos. La lucha por Katsuro apenas comenzaba, y todos sabían que esta batalla no sería fácil.

"Lo vamos a alcanzar, no importa qué," murmuró Nagatchi mientras sus ojos se llenaban de furia. "Te haremos pagar por esto, Viento Silencioso."

La batalla por Katsuro, por la justicia y por la venganza, acababa de empezar, y la tensión en el aire prometía que todo sería más destructivo y desafiante de lo que habían imaginado.

El Viento Silencioso, tras dejar caer el cuerpo de Katsuro con una indiferencia fría, retrocedió rápidamente, sus movimientos tan fluidos y letales como siempre. Su mirada estaba fija en Nerumi, el chico que había mostrado la determinación de detenerlo, y en su actitud había algo que despertaba el deseo de acabar con él. Sin dar tiempo a reacción, el Viento Silencioso desenvainó su espada con rapidez, desapareciendo casi en un parpadeo y reapareciendo justo detrás de Nerumi.

En un solo movimiento mortal, la espada del Viento Silencioso perforó el pecho de Nerumi con una precisión letal. El ataque fue tan rápido y certero que, antes de que Nerumi pudiera siquiera reaccionar, el filo de la espada ya había atravesado su cuerpo. La sangre brotó instantáneamente, pero el Viento Silencioso no se detuvo allí. Su rostro mostraba una fría satisfacción mientras observaba cómo Nerumi caía hacia adelante.

Sin embargo, cuando el Viento Silencioso se posicionó frente a él, Nerumi, con una expresión de dolor, pero también de furia, reunió toda su energía en un solo movimiento. Su mano brilló con una luz intensa, una fuerza imparable que repelería cualquier amenaza. De repente, una onda de energía pura se desató desde su cuerpo, empujando al Viento Silencioso hacia atrás con una fuerza tremenda.

El impacto fue tan fuerte que el asesino a sueldo tuvo que retroceder varios pasos, soltando la espada en el proceso. El suelo bajo sus pies crujió por la violencia del choque. Nerumi, a pesar de la herida mortal en su pecho, se mantuvo erguido, su rostro lleno de rabia y dolor. Había logrado resistir el ataque, aunque no sabía por cuánto más podría seguir peleando.

"¡No... me... detendrás!" gruñó Nerumi, su respiración pesada y entrecortada. Con su mano aún cargada de energía, estaba decidido a no dejar que el Viento Silencioso se saliera con la suya. Sabía que esta pelea era su última oportunidad para proteger a sus amigos y vengar a Katsuro, y no se rendiría tan fácilmente.

El Viento Silencioso, por su parte, sonrió de forma calculada. No esperaba que Nerumi tuviera una respuesta tan poderosa, pero eso solo lo excitaba más. No solo era un asesino a sueldo; era un ser que disfrutaba el desafío. Y ahora, estaba más cerca que nunca de acabar con este chico, pero primero, debía asegurarse de que su oponente no pudiera moverse.

"Eres más fuerte de lo que pensaba, pero eso no cambiará nada," dijo el Viento Silencioso, su voz profunda y llena de desdén. "La muerte está aquí, y nadie te salvará."

Mientras ambos se preparaban para el siguiente movimiento, Misa, Iván, Sanbs y Nagatchi llegaban al lugar, observando con horror y determinación cómo la batalla continuaba. El destino de Nerumi estaba pendiendo de un hilo, pero aún había esperanza. La lucha estaba lejos de terminar, y aunque la victoria de Viento Silencioso parecía inminente, sus enemigos ya estaban en camino para dar la batalla definitiva.

El Viento Silencioso se movió con una velocidad asombrosa, desplegando cubos gigantes que de inmediato se abrieron, liberando moscas monstruosas del tamaño de perros que comenzaron a volar alrededor de Nerumi. La sensación de ser rodeado por esos insectos gigantes hizo que Nerumi se pusiera alerta, pero no podía ver al enemigo. Usando los escombros a su alrededor, el Viento Silencioso se ocultaba, aguardando el momento perfecto para atacar. Nerumi, al no poder detectar su presencia, pensó que el asesino podría estar dirigiéndose hacia los demás, por lo que decidió dar unos pasos hacia adelante en busca de sus amigos.

Sin embargo, cometió un grave error. Apenas dio esos pasos, el Viento Silencioso apareció detrás de él, con una sonrisa satisfecha en su rostro. Había recuperado su espada, y esta no era una espada común; su filo era capaz de atravesar cualquier técnica o defensa, sin importar cuán poderosa fuera.

Nerumi, en un intento desesperado, generó un escudo de energía alrededor de su cuerpo. Pero la espada del Viento Silencioso cortó a través de su defensa como si no existiera. En un solo movimiento preciso, la espada perforó su cuello, haciendo que la sangre brotara rápidamente. Luego, con un movimiento ágil, el Viento Silencioso bajó la espada hacia abajo, abriendo el pecho de Nerumi de un lado a otro.

La rapidez del ataque dejó a Nerumi sin capacidad de reacción. A pesar de su dolor, intentó contraatacar, pero el Viento Silencioso esquivó el ataque con facilidad y, con una velocidad que no le dio tiempo de pensar, perforó el costado derecho de Nerumi cinco veces, dejándolo desangrándose y desplomándose lentamente hacia el suelo.

Con una sonrisa, el Viento Silencioso observó cómo su oponente caía. Pero aún no había terminado. Se acercó a Nerumi, quien ya se encontraba al borde de la muerte, y con una mano rápida y precisa, clavó un cuchillo en su cráneo, abriendo una herida mortal que terminó de destruir cualquier vestigio de vida en el chico. La sangre de Nerumi se derramó por su rostro mientras el Viento Silencioso sacaba el cuchillo de su cráneo con calma, moviéndolo con destreza antes de pasárselo por la lengua, disfrutando de la sensación de la sangre en su boca.

"No he perdido el toque," dijo, con una sonrisa arrogante en su rostro, mientras caminaba hacia los otros, que estaban al tanto de lo que había ocurrido pero aún sin saber cómo reaccionar. Con un rápido vistazo hacia su próximo objetivo, el Viento Silencioso se acercaba con la determinación de eliminar a todos, disfrutando de la sensación de tener el control.

Por un breve momento, la luz de la esperanza pareció apagarse para Nerumi, pero sus amigos aún tenían que enfrentarse a la amenaza. El Viento Silencioso había sido efectivo, pero el destino de todos los involucrados no estaba sellado aún. La lucha no había terminado, aunque parecía que la ventaja estaba de su lado.

El Viento Silencioso, implacable y preciso, no perdió tiempo después de abatir a Nerumi. Su siguiente objetivo eran Misa, Iván, y Sanbs. Con una velocidad que superaba el parpadeo, apareció frente a Misa, quien apenas tuvo tiempo de reaccionar antes de que la afilada hoja de su espada atravesara su pecho, perforando su pulmón. Misa soltó un grito ahogado, su rostro se contrajo en una mueca de dolor mientras la sangre empezaba a llenar sus pulmones.

Sin detenerse, el Viento Silencioso giró en un movimiento fluido, y con la misma brutalidad, hundió su espada en el costado de Iván, perforando su pulmón derecho. Iván trató de luchar contra el dolor, pero antes de que pudiera siquiera levantar un brazo, recibió un brutal golpe en el rostro que lo lanzó como un proyectil hacia los árboles cercanos, donde su cuerpo chocó con un crujido sordo y se desplomó inconsciente al suelo.

Sanbs intentó aprovechar ese momento para contraatacar, pero su oponente ya estaba un paso adelante. El Viento Silencioso apareció a su lado y, sin piedad, clavó su espada en su pecho, atravesando su pulmón izquierdo. Sanbs se tambaleó, el dolor lo dejó sin aliento, y antes de que pudiera recuperarse, recibió un golpe devastador en el estómago que lo levantó del suelo y lo estrelló contra un grueso tronco de árbol, dejándolo desmayado al instante.

Con todos ellos ahora inconscientes y esparcidos por el suelo como muñecos rotos, el Viento Silencioso se quedó en silencio, observando su obra con satisfacción. "Demasiado fácil," murmuró para sí mismo, limpiando la sangre de su espada con un movimiento elegante antes de enfundarla nuevamente en su espalda.

Sin más que hacer en el lugar, se dispuso a llevar el cuerpo de Katsuro hacia su cliente. Pero a pesar de la aparente victoria del Viento Silencioso, algo en el ambiente parecía cambiar. Quizás, algún rayo de esperanza aún podía surgir para los caídos... o quizás, esta noche, solo sería recordada por su tragedia.

El Viento Silencioso, confiado en su aparente victoria, se detuvo un momento para recuperar el aliento. Había subestimado a sus oponentes, pero todos habían caído ante su poder... o al menos eso creía. Fue entonces cuando una sensación extraña lo invadió, como si hubiera olvidado algo crucial.

Antes de que pudiera reaccionar, una sombra se abalanzó sobre él con una velocidad y fuerza que no esperaba. ¡BAM! El impacto fue brutal. El Viento Silencioso sintió el crujir de su propia armadura mientras un puño poderoso lo lanzaba volando hacia atrás. Su cuerpo atravesó el aire como una bala, impactando contra las ruinas de un pueblo abandonado que se alzaba a lo lejos. La fuerza del golpe hizo que una pared de ladrillos se desplomara sobre él, sepultándolo momentáneamente bajo un montón de escombros.

Cuando el polvo comenzó a asentarse, se reveló la figura de Nagatchi, el único del grupo que había logrado mantenerse oculto. A pesar del miedo y la desesperación por ver a sus amigos abatidos, su determinación ardía con un fuego implacable. Sus ojos estaban llenos de rabia, sus puños temblaban por la furia contenida.

"¡No te saldrás con la tuya!" gritó Nagatchi, con la voz temblando por la mezcla de ira y dolor al ver a sus amigos heridos y al borde de la muerte.

El Viento Silencioso, aún aturdido por el ataque sorpresa, se levantó lentamente entre los escombros. Sus ojos se entrecerraron al ver a su nuevo oponente, evaluando rápidamente la situación. "Tsk... parece que dejé un cabo suelto," murmuró con desprecio mientras se sacudía el polvo de su ropa. A pesar de la sorpresa inicial, una sonrisa retorcida apareció en su rostro.

"Entonces, ¿quieres venganza, chico? Vamos a ver si puedes darme un desafío de verdad," dijo, sacando su espada nuevamente, listo para enfrentarse a Nagatchi.

Nagatchi no perdió tiempo y cargó contra él con una velocidad inesperada, lanzando una serie de golpes precisos y furiosos. Cada impacto hacía temblar el suelo bajo sus pies, demostrando que no era alguien fácil de subestimar. Este enfrentamiento estaba lejos de ser sencillo, y Nagatchi estaba decidido a hacer pagar al asesino por lo que había hecho.

La batalla estaba por comenzar, y en medio del pueblo abandonado, el eco de los golpes y gritos resonaría como una sinfonía de destrucción y venganza.

El enfrentamiento entre Nagatchi y El Viento Silencioso comenzó con una intensidad arrolladora. Los dos luchadores se movían como sombras, sus figuras apenas visibles en el pueblo abandonado, donde las ruinas servían tanto de escudo como de trampa.

Nagatchi desató una oleada de energía, envolviendo sus puños con un aura resplandeciente. Con un grito feroz, se lanzó hacia adelante, sus golpes se sucedían como un torrente imparable. Cada puñetazo resonaba como un trueno, destrozando paredes y levantando nubes de polvo a su paso. A pesar de la furia y poder detrás de cada ataque, El Viento Silencioso lograba esquivar con una gracia casi sobrehumana, sus movimientos eran tan rápidos que dejaban un leve destello tras de sí.

"¡Eres rápido, pero te faltan agallas!" exclamó El Viento Silencioso, apareciendo detrás de Nagatchi con una velocidad desconcertante. Antes de que Nagatchi pudiera reaccionar, un rodillazo brutal se estrelló contra su abdomen, enviándolo a volar hacia atrás, atravesando los restos de una pared.

Nagatchi se levantó rápidamente, limpiándose la sangre del labio con el dorso de la mano. "Esto no ha terminado," dijo entre dientes, su mirada decidida y llena de una furia contenida. Sabía que debía ser estratégico, pues su enemigo tenía la ventaja en términos de fuerza bruta y velocidad.

El Viento Silencioso no le dio tiempo para pensar, lanzándose de nuevo al ataque. Usó su increíble agilidad para moverse de un lado a otro, desapareciendo y reapareciendo en diferentes ángulos, confundiéndolo. Pero Nagatchi, con su habilidad para percibir el flujo de energía, comenzó a anticipar sus movimientos. Giró sobre sí mismo y lanzó un gancho ascendente justo cuando El Viento Silencioso apareció frente a él, logrando conectar un golpe directo en su mandíbula.

"¡Te tengo!", gritó Nagatchi, aprovechando el momento para continuar su ofensiva.

Sin embargo, El Viento Silencioso se recuperó rápidamente, sus reflejos eran asombrosos. Con un giro de su espada, bloqueó el siguiente ataque y contraatacó con una velocidad mortal. La espada dejó un arco de luz en el aire, cortando a través del hombro de Nagatchi, quien apenas logró retroceder para evitar un corte más profundo.

"Nada mal... pero no es suficiente para detenerme," murmuró El Viento Silencioso, su voz teñida de una diversión sádica. "Voy a disfrutar destruyéndote."

Nagatchi apretó los dientes, el dolor de su herida irradiaba por su brazo, pero no retrocedió. Canalizó más energía en su cuerpo, sus ojos brillaban con un resplandor decidido.

"No me rendiré hasta que todos mis amigos estén a salvo," declaró, lanzándose una vez más al combate. Esta vez, intentó superar a su oponente no solo con fuerza bruta, sino con estrategia, buscando abrir una brecha en la impecable defensa de su enemigo.

Los dos guerreros siguieron intercambiando ataques en una danza mortal, el pueblo abandonado siendo testigo de una batalla épica entre la técnica refinada de Nagatchi y la fuerza desmedida de El Viento Silencioso. El resultado de este combate decidiría no solo el destino de Nagatchi, sino también el de sus amigos que dependían de él.

El Viento Silencioso se detuvo un momento para observar a Nagatchi que yacía desmayado en el suelo, su pecho marcado con cortes en forma de "X". Con una expresión de desprecio, guardó su espada en su funda con un rápido movimiento. "Demasiado fáciles...", murmuró para sí mismo, sintiendo una mezcla de aburrimiento y fastidio. "Se visten como mujeres y aún así se atreven a enfrentarse a mí... deben ser unos malditos raros."

Se burló mientras daba un último vistazo al cuerpo inconsciente de Nagatchi. Sus palabras rezumaban desdén, sin importarle si sus comentarios eran escuchados por los caídos o no. "Bah, seguro son un par de gays jugando a ser héroes.", dijo con una sonrisa burlona antes de girarse.

Sin perder más tiempo, se acercó al cuerpo sin vida de Katsuro, aún envuelto en la bolsa que había usado para transportarlo. El Viento Silencioso lo levantó con facilidad sobre su hombro, asegurándose de que el preciado "material" llegara intacto a su cliente. Había sido contratado por una cuantiosa suma para traer este cuerpo especial, y no tenía intención de fallar en su misión.

Mientras se alejaba, caminando entre las ruinas y los escombros del pueblo abandonado, no pudo evitar sentir una satisfacción retorcida. "Todos piensan que pueden jugar a ser héroes, pero al final, siempre caen igual.", reflexionó en voz baja.

Sus pasos se desvanecieron en la distancia, dejando atrás el escenario de destrucción, cuerpos heridos y amigos derrotados. El viento sopló a través de las calles desiertas, llevándose consigo los ecos de la brutal batalla. Iván, Misa, Sanbs y Nagatchi permanecían inconscientes, sus destinos ahora inciertos.

La misión de El Viento Silencioso había sido un éxito rotundo, pero el rastro de destrucción y la pérdida de Katsuro dejarían cicatrices profundas en aquellos que quedaron atrás. ¿Sería este el fin para ellos, o encontrarían una forma de volver a levantarse y luchar una vez más?

El Viento Silencioso se adentró en el imponente y oscuro recinto, siendo recibido por la tenue luz de candelabros antiguos que apenas iluminaban la entrada. Las grandes puertas de madera crujieron al cerrarse detrás de él. La atmósfera era pesada, cargada de misterio y un aire de opulencia que solo los extremadamente ricos y poderosos podían permitirse.

Con pasos firmes y seguros, avanzó hasta una sala lujosamente decorada, donde un amplio sofá de cuero negro le ofreció un descanso tras su arduo trabajo. Sin mostrar signo alguno de cansancio, arrojó con un movimiento brusco la bolsa que contenía el cuerpo de Katsuro sobre una mesa de mármol en el centro de la habitación. El sonido sordo del cuerpo cayendo resonó en el silencio inquietante del lugar.

El Viento Silencioso se dejó caer en el sofá, cruzando una pierna sobre la otra y apoyando ambos brazos en el respaldo, como si estuviera en su propio hogar. Sacó un cigarrillo de uno de los bolsillos de su chaqueta, encendiéndolo con un pequeño mechero de plata que llevaba consigo. Una bocanada de humo se elevó en el aire, difuminándose en la penumbra.

Mientras esperaba, su mirada fría y calculadora recorría cada rincón del lujoso salón. Sabía que su cliente, alguien de poder y recursos infinitos, no tardaría en aparecer para inspeccionar el "producto" que había traído. Después de todo, el cuerpo de Katsuro era extremadamente valioso para sus oscuros experimentos.

Unos minutos de espera transcurrieron hasta que se escucharon pasos lentos pero decididos aproximándose desde un pasillo adyacente. Las puertas dobles al final de la sala se abrieron con un chirrido ominoso, revelando la figura de un hombre mayor, de rostro severo y expresión inescrutable, acompañado por un séquito de asistentes en batas blancas.

"Ah, veo que has cumplido con tu parte del trato," dijo el cliente con una voz profunda y llena de satisfacción mientras se acercaba a la mesa, observando el cuerpo sin vida de Katsuro con ojos hambrientos. Los científicos que lo acompañaban rápidamente rodearon la mesa, comenzando a preparar sus instrumentos para inspeccionar el cuerpo.

El Viento Silencioso soltó una carcajada seca antes de responder, "Siempre cumplo, viejo. Ahora, hablemos de mi pago." Su tono era cortante, dejando claro que no estaba allí para perder el tiempo en charlas innecesarias.

El cliente asintió con una leve sonrisa antes de hacer un gesto a uno de sus asistentes, quien rápidamente trajo un maletín negro. El Viento Silencioso se inclinó hacia adelante, apagando su cigarrillo en un cenicero cercano, mientras sus ojos brillaban con avaricia al ver el maletín repleto de dinero.

"Ahí tienes, como acordamos," dijo el hombre mayor, arrojando el maletín hacia él. El Viento Silencioso lo atrapó con facilidad y lo abrió para inspeccionar su contenido. Una vez satisfecho, cerró el maletín y se levantó con una sonrisa.

"Un placer hacer negocios," comentó de forma burlona antes de encaminarse hacia la salida. Pero antes de irse, lanzó una última mirada al cuerpo de Katsuro, ahora rodeado por los científicos ansiosos por empezar su macabro trabajo.

Mientras se alejaba por el oscuro pasillo, El Viento Silencioso no pudo evitar preguntarse qué clase de experimentos planeaban hacer con ese cuerpo especial. Pero para él, eso ya no importaba. Había hecho su trabajo, recibido su pago, y ahora estaba libre para su próxima misión, donde el peligro y la muerte siempre lo acompañaban.

Con un último vistazo hacia atrás, desapareció en la noche, dejando detrás de sí un rastro de destrucción, muerte, y un grupo de amigos rotos por la pérdida.

El Viento Silencioso se detuvo en seco, con los ojos entrecerrados y el ceño fruncido al ver a Nerumi de pie frente a él. La sorpresa en su rostro era innegable, pero fue rápidamente sustituida por una mirada fría y calculadora. No podía creer lo que estaba viendo. Nerumi debería estar muerto, su cuerpo hecho pedazos, su vida extinta. Sin embargo, ahí estaba, sonriendo con una euforia casi maníaca.

"¿Cómo es posible que sigas vivo?", preguntó el asesino con voz grave, sus dedos apretando el mango de su espada aún envainada en su espalda.

Nerumi, aún con una sonrisa desquiciada en su rostro, se cruzó de brazos y caminó lentamente hacia adelante, como si estuviera disfrutando del momento. "Oh, Viento Silencioso, siempre tan confiado... pensaste que una simple perforación bastaría para acabar conmigo. Pero mira, aquí estoy, más fuerte que nunca."

El asesino dio un paso atrás, desconfiado, su mente evaluando cada palabra que Nerumi decía. "RGN... Regeneración Alta Avanzada," murmuró, comprendiendo finalmente lo que había pasado.

"¡Exacto!", exclamó Nerumi con una risa exultante. "Logré alcanzar ese estado justo al borde de la muerte. Un poder tan raro que ni siquiera tú, con todas tus habilidades, lo conocías. Al perforarme y llevarme al borde, activaste mi núcleo cósmico... y ahora, tengo el poder suficiente para hacerte pedazos."

Las palabras de Nerumi resonaban con un ego incontrolable, y su cuerpo comenzó a emitir un aura de energía que crepitaba en el aire, un poder tan intenso que hacía vibrar las paredes del pasillo. El brillo en sus ojos era casi aterrador, como si estuviera poseído por un poder inhumano.

El Viento Silencioso, lejos de amedrentarse, desenfundó su espada con un movimiento rápido, el metal resplandeciendo bajo la tenue luz. "No subestimes lo que puedo hacer, mocoso. Si sobreviviste una vez, te aseguro que no lo harás dos veces."

Nerumi soltó una carcajada, alzando sus manos hacia abajo como si estuviera a punto de desatar un poder devastador. "Oh, claro que es cierto, ¡muy cierto! Pero esta vez, yo soy el cazador, y tú, el que está acorralado."

El aire a su alrededor se llenó de tensión. Ambos se miraron fijamente, como dos bestias listas para el combate. El suelo comenzó a temblar ligeramente, y una ráfaga de energía envolvió a Nerumi, quien ahora parecía un ser renacido con un poder que desafiaba toda lógica.

Sin previo aviso, Nerumi desapareció en un destello de velocidad, apareciendo justo frente al Viento Silencioso, su puño envuelto en energía cósmica. El asesino apenas tuvo tiempo de reaccionar, bloqueando el golpe con su espada, pero la fuerza detrás del impacto lo empujó hacia atrás varios metros, rompiendo el suelo a su paso.

"¡Ahora, Viento Silencioso, vas a ver de lo que realmente soy capaz!", gritó Nerumi, su voz llena de una euforia desenfrenada, mientras se lanzaba al ataque con una velocidad y fuerza que superaban cualquier cosa que el asesino hubiera enfrentado antes.

El choque entre ambos fue brutal, un torbellino de golpes, energía y acero que hacía temblar los cimientos del edificio. Cada movimiento de Nerumi parecía desafiar las leyes de la física, mientras que El Viento Silencioso intentaba mantenerse a la par, usando cada truco y habilidad en su arsenal para igualar la furia desatada de su oponente.

La batalla apenas comenzaba, pero estaba claro que uno de ellos no saldría vivo de este encuentro.

Nerumi sonrió de forma burlona al ver cómo su ataque había enviado al Viento Silencioso volando hacia un edificio cercano. La esfera verde caótica había sido más devastadora de lo que esperaba, y la visión de su enemigo tambaleándose con sangre goteando por su frente solo alimentó su euforia.

"¿Qué pasó, asesino? ¿No es tan fácil detenerme ahora, verdad?", se mofó Nerumi, bajando su mano con lentitud mientras sus ojos brillaban con un tono verdoso, reflejo de la energía que había invocado.

El Viento Silencioso, con su rostro parcialmente cubierto de sangre, se reincorporó lentamente. Cada paso hacia adelante era deliberado, mostrando una mezcla de furia contenida y determinación implacable. Su espada, aunque marcada por el impacto, aún estaba firme en su mano. La frialdad en su mirada no había disminuido en lo más mínimo, y aunque estaba herido, su espíritu de combate seguía intacto.

"He enfrentado a criaturas más poderosas que tú, mocoso," murmuró, limpiándose la sangre con el dorso de la mano antes de adoptar una postura de combate. "Si crees que un simple truco de energía va a detenerme, estás muy equivocado."

Nerumi solo respondió con una carcajada, extendiendo ambos brazos hacia los lados. "Oh, Viento Silencioso, ¿no te das cuenta? Este es solo el comienzo. Alcancé un nuevo nivel de poder gracias a ti, y ahora... te aplastaré con él."

De repente, el aire alrededor de Nerumi comenzó a distorsionarse, como si la realidad misma estuviera siendo desafiada por su energía. El suelo bajo sus pies se agrietó, y una intensa aura verde envolvió su cuerpo.

El Viento Silencioso no esperó más. Con un grito feroz, se lanzó hacia Nerumi con una velocidad que dejaba un rastro de polvo y escombros a su paso. Su espada destelló en el aire, buscando cortar a Nerumi en dos con un solo golpe.

Pero Nerumi estaba listo. Con un movimiento ágil, se deslizó a un lado, esquivando la hoja mortal por un margen mínimo. "¡Demasiado lento!", gritó, y con un giro rápido de su muñeca, disparó otra esfera de energía verde caótica, esta vez a quemarropa.

El Viento Silencioso, sin inmutarse, bloqueó el ataque con su espada, pero la fuerza del impacto lo hizo retroceder varios metros, arrastrando sus pies por el suelo y dejando marcas profundas en el pavimento.

"Tienes habilidad, lo admito," dijo entre dientes, sintiendo el peso de cada golpe. "Pero los verdaderos guerreros no se rinden. Y hoy, serás tú quien caiga."

Nerumi solo sonrió aún más amplio. "Entonces, ven a intentarlo," desafió, extendiendo su mano hacia adelante, invitando al asesino a continuar.

El combate se reanudó con una furia renovada, con Nerumi explotando su nueva energía cósmica y El Viento Silencioso empleando toda su destreza y experiencia. Cada choque de su espada contra los ataques de energía de Nerumi llenaba el aire con destellos de luz y ondas de choque que sacudían los edificios cercanos.

La batalla entre estos dos guerreros se había convertido en un espectáculo titánico de poder y habilidad, uno que no terminaría hasta que uno de ellos quedara en el suelo, derrotado.

Nerumi, con una sonrisa triunfante, alzó su mano derecha y pronunció con voz firme: "Negro Atracción." En un instante, una poderosa fuerza gravitatoria surgió de su palma, tirando del Viento Silencioso hacia él con una velocidad abrumadora.

El Viento Silencioso, aunque sorprendido por la repentina atracción, reaccionó rápidamente, aferrando su espada con ambas manos para contrarrestar el tirón. Pero la fuerza de Nerumi era demasiado intensa. En cuestión de segundos, fue arrastrado hacia adelante, perdiendo el equilibrio. Nerumi aprovechó la oportunidad, girando su cuerpo para canalizar todo su poder en un golpe devastador, que lanzó al Viento Silencioso directamente contra un edificio cercano.

El impacto fue brutal. El cuerpo del Viento Silencioso atravesó el muro de concreto como si fuera papel, dejando un enorme agujero en su paso. El edificio tembló ante la colisión, y una nube de polvo y escombros se levantó en el aire, cubriendo el área en un manto gris.

Nerumi observó con satisfacción mientras el polvo comenzaba a asentarse, esperando ver a su enemigo derrotado entre los escombros. "Vamos, asesino. ¿Es todo lo que tienes?", se burló, con su tono lleno de arrogancia.

Pero El Viento Silencioso no era alguien que se dejara vencer tan fácilmente. Desde dentro del edificio, un destello metálico cortó la nube de polvo, seguido por un rápido sonido de pasos. Con una velocidad que desafiaba la vista, apareció frente a Nerumi una vez más, moviendo su espada con una precisión letal.

"No te confíes demasiado," gruñó el Viento Silencioso con los ojos entrecerrados, un hilo de sangre corriendo por su frente. Empezó a mover su espada en patrones complejos, generando una serie de tajos rápidos que llenaron el aire de ondas cortantes. Cada golpe estaba cargado de una energía especial, destinada a atravesar cualquier defensa que Nerumi pudiera alzar.

Nerumi apenas tuvo tiempo de levantar un escudo de energía, pero la espada del Viento Silencioso lo atravesó como si fuera papel, rasgando el aire con un sonido ensordecedor. "¡Maldición...!", exclamó, retrocediendo para evitar ser partido en dos.

"No te equivoques, chico," dijo el Viento Silencioso, su voz más sombría y llena de determinación. "Tienes poder, pero te falta algo crucial... experiencia."

Nerumi, con su sonrisa desvanecida, se preparó para un contraataque, invocando más energía de su núcleo cósmico. "No me subestimes, asesino. ¡Yo soy el futuro, y tú eres solo un obstáculo en mi camino!"

La atmósfera se llenó de tensión. Ambos sabían que el próximo intercambio podría ser el último. Con un grito que sacudió el área, Nerumi desató un torrente de energía oscura mientras El Viento Silencioso avanzaba con su espada en alto, dispuesto a terminar con la pelea de una vez por todas.

Los dos guerreros se lanzaron uno contra el otro en un choque final que iluminó la noche con destellos de poder y furia. ¿Quién saldría victorioso? La respuesta solo se conocería cuando el polvo se disipara y el silencio regresara al campo de batalla.

Nerumi observó con una mezcla de frialdad y sorpresa mientras el Viento Silencioso se levantaba, apenas sosteniéndose en pie. El ataque Vacío Cósmico: Verde Oscuro había devastado por completo su cuerpo, desintegrando gran parte de su torso, todo su brazo derecho y la espada que tanto había confiado. El suelo a su alrededor se encontraba marcado por cráteres, reflejando la magnitud del ataque.

Viento Silencioso, al ver el estado de su cuerpo, intentó inútilmente tocar lo que quedaba de su brazo derecho, solo para notar que de él caía sangre en grandes cantidades. "Así que... este es mi fin," murmuró para sí mismo, con la voz entrecortada por el dolor. Sus ojos se llenaron de desesperación al darse cuenta de que su vida se estaba apagando. Por un breve instante, vio su vida pasar ante sus ojos, recordando las decisiones que lo habían llevado hasta este punto.

"Por ser tan orgulloso... muero aquí," pensó, con una amarga sonrisa en su rostro. Pero entonces, en su mente, apareció la imagen de su hija, la única persona que le importaba verdaderamente. El rostro de su pequeña, la última luz en su vida, lo llenó de una súbita urgencia. Con un último esfuerzo, levantó su cabeza para mirar a Nerumi, que se encontraba frente a él, mirándolo con desdén.

"Escucha...", comenzó, su voz débil pero llena de una súplica desesperada. "Protege a mi hija. No dejes que caiga en manos de mi clan. Ese lugar... le haría cosas horribles. No quiero que sufra como yo. Promételo."

Nerumi, sorprendido por la súplica del hombre que hasta hace unos momentos era su enemigo, lo miró en silencio. El Viento Silencioso, usando sus últimas fuerzas, señaló un maletín que había dejado caer junto a él. "Ahí... hay suficiente dinero. Y la dirección... al sur. Es donde vive ella. Hazlo por mí... por favor."

Con esas palabras, el Viento Silencioso dejó caer su mano y su cuerpo cedió, colapsando de espaldas al suelo, con la mirada perdida hacia el cielo nocturno. Su pecho dejó de moverse, y la vida se desvaneció de sus ojos. Murió con la esperanza de que su última petición fuera cumplida.

Nerumi permaneció de pie, en silencio, observando el cuerpo sin vida frente a él. El viento soplaba suavemente, llevando consigo el eco de las últimas palabras del asesino. Por un momento, la euforia que había sentido al derrotar a su enemigo se desvaneció, reemplazada por un peso que no había anticipado.

Después de un largo silencio, Nerumi finalmente se acercó al maletín. Lo abrió y vio que, efectivamente, estaba lleno de dinero. Pero más importante aún, encontró un pequeño trozo de papel con una dirección. Nerumi suspiró profundamente, reflexionando sobre la última voluntad de un hombre que, al final, solo quiso proteger a su hija.

"Muy bien," murmuró para sí mismo. "Veré qué puedo hacer... por esa niña."

Con esas palabras, Nerumi recogió el maletín, dándose la vuelta para alejarse del campo de batalla. Sabía que ahora tenía una nueva misión. Una promesa hecha en el lecho de muerte, y aunque su naturaleza era caótica y desafiante, sentía que debía honrar esta última petición.

El cuerpo del Viento Silencioso yacía abandonado en el suelo, pero su legado continuaría en la vida de su hija, protegida por alguien que, en otro tiempo, fue su enemigo.

Nerumi avanzó por el pasillo con pasos pesados, el cuerpo sin vida de Katsuro descansando en sus brazos. Sus ojos estaban vidriosos, llenos de un dolor que lo consumía desde adentro. Sus pensamientos se nublaban con la rabia y la tristeza, mientras apretaba los dientes al recordar los momentos que compartieron, los sueños que nunca llegarían a cumplirse.

Cuando entró al amplio salón donde habían dejado el cuerpo, el lugar resonaba con el eco de aplausos. Los científicos aplaudían, satisfechos con los resultados de su macabra investigación, ajenos al sufrimiento que habían causado.

Fue entonces cuando la puerta se abrió de golpe y Nagatchi apareció, con el rostro lleno de preocupación. Al ver a Nerumi cargando a su amigo muerto, su expresión cambió a una de profunda tristeza. "Nerumi, ¿estás bien?" preguntó, aunque sabía que no había una respuesta correcta para esa pregunta. Al ver el cuerpo inerte de Katsuro, sus hombros se desplomaron. "No lo logramos... pero por lo menos, podemos darle un entierro digno."

Pero Nerumi no escuchaba. Todo lo que podía oír era el eco de las risas y aplausos de aquellos hombres y mujeres que festejaban su 'éxito'. Su mirada, que ya era sombría, se oscureció aún más, transformándose en algo frío y peligroso. Su voz sonó baja, casi un susurro lleno de odio: "Podría matarlos a todos ahora mismo... Estos malditos no merecen vivir. Nadie se dará cuenta si los hago desaparecer."

Nagatchi dio un paso adelante y puso una mano firme en el hombro de Nerumi, deteniéndolo. "No," dijo con una voz calmada pero firme. "Eso no cambiará nada. No traería a Katsuro de vuelta. Son solo personas que se han perdido en su codicia y ambición. No vale la pena manchar tus manos con su sangre."

Nerumi lo miró por un momento, su expresión llena de rabia y frustración. Pero después de unos segundos, dejó escapar un largo suspiro, su energía drenada por la carga emocional. "Quizás tengas razón..." murmuró con voz rota. Pero incluso si aceptaba las palabras de su amigo, el deseo de venganza seguía ardiendo en su interior, difícil de sofocar.

Con los hombros encorvados, Nerumi se dio la vuelta, cargando a Katsuro en sus brazos, alejándose de ese lugar que ahora le parecía un infierno. Nagatchi se quedó un momento más, observando a los científicos que seguían con su macabra celebración. Sentía una repulsión profunda hacia ellos, pero eligió seguir el consejo que había dado a Nerumi.

"Esos aplausos... no durarán para siempre," pensó Nagatchi, apretando los puños antes de seguir a su amigo.

Al salir de ese lugar de pesadillas, ambos sabían que nada sería igual. Cargaban no solo el peso de un amigo caído, sino también el dolor de un mundo que parecía cada vez más oscuro y cruel. Aunque Nagatchi había detenido a Nerumi de una venganza inmediata, una sombra de duda se cernía sobre ellos: ¿cuánto tiempo más podrían contenerse en un mundo tan lleno de injusticia?

Mientras Nerumi y Nagatchi caminaban con paso pesado hacia el exterior, el resto de su grupo se encontraba en un hospital cercano, recuperándose lentamente de los ataques y lesiones sufridas. Misa, Iván, Sanbs y los demás habían sido tratados por los médicos, quienes, aunque sobrepasados por las heridas graves, hacían todo lo posible por mantenerlos con vida. El ambiente en el hospital era tenso, pero en medio de todo, había un rayo de esperanza: sus amigos aún estaban vivos.

Misa, con un vendaje alrededor de su torso y rostro, despertó lentamente de su estado de inconsciencia. La presión sobre su pecho era insoportable, pero su mente estaba alerta. Apenas podía recordar los detalles del ataque, solo fragmentos: el sonido de las explosiones, los cortes rápidos, los golpes brutales. Pero, al despertar, se dio cuenta de que no estaba sola. Iván estaba en una cama cercana, con los ojos entreabiertos, y Sanbs descansaba al otro lado, aún demasiado débil para moverse.

Misa se incorporó con dificultad, sintiendo la molestia de las vendas que cubrían su cuerpo. Miró a su alrededor, buscando respuestas. "¿Nerumi? ¿Nagatchi?" murmuró, pero no obtuvo respuesta inmediata. Sabía que la situación era grave. ¿Habían logrado detener al Viento Silencioso? ¿Habían vengado a Katsuro? El dolor en su pecho no solo era físico; también era emocional.

En ese momento, la puerta del hospital se abrió suavemente, y Nerumi y Nagatchi entraron, sus expresiones serias y marcadas por el agotamiento. Nerumi caminó lentamente, sus ojos fijos en el suelo, mientras que Nagatchi lo seguía en silencio. El silencio en la habitación era palpable.

"Lo... lo lograron," murmuró Misa al verlos, aunque sabía que algo no estaba bien. Nerumi levantó la vista, sus ojos vacíos, pero en sus labios, aunque tensos, había una leve sonrisa de cansancio. "No... Katsuro..." La palabra se quedó suspendida en el aire. Todos sabían lo que eso significaba.

Iván apenas logró abrir los ojos, mirando a Nerumi y luego a Nagatchi, reconociendo la pena en sus rostros. "No... ¿Katsuro?" preguntó, con la voz rasposa por las heridas.

"Sí..." Nagatchi respondió, su voz apenas audible. "No pudimos salvarlo."

El ambiente se llenó de una tristeza profunda. Sabían que la lucha estaba lejos de terminar, pero perder a un amigo tan cercano les había dejado una marca imposible de ignorar. A pesar de todo, Misa, Iván y los demás se comprometieron a seguir adelante, a levantarse por Katsuro, por ellos mismos, y por el futuro que aún tenían por delante.

Nerumi, con el cuerpo de Katsuro aún presente en su memoria, se acercó lentamente a las camas de sus amigos y, en un acto de cariño y comprensión, se sentó junto a ellos. "Nos enfrentaremos a más desafíos," dijo con voz firme, pero con un dejo de melancolía. "Pero esto no termina aquí."

La determinación en sus ojos reflejaba el dolor que sentía por la pérdida, pero también la fuerza de continuar, de honrar la memoria de Katsuro y luchar por aquellos que aún quedaban. Aunque el futuro era incierto, sabían que la unidad del grupo seguiría siendo su mayor fortaleza.

Y así, mientras el hospital se llenaba de una nueva calma, los lazos entre los amigos se estrechaban, listos para enfrentar lo que viniera.

Después de un mes de la difícil batalla, Nerumi se encontraba en una fase de transición. Había logrado encontrar a la hija de Viento Silencioso. Aunque era pequeña, sus ojos reflejaban un dolor similar al de su padre, y, al igual que él, tenía una fortaleza y un aire sombrío. Nerumi la llevó a vivir con ella, sintiendo que era lo mínimo que podía hacer por la niña, ya que nadie más parecía estar allí para protegerla. La joven se parecía mucho a Viento Silencioso, aunque con un aire de inocencia y vulnerabilidad que no podía esconder. Era una versión más pura y joven de su padre, pero su destino aún estaba por escribirse.

Con el tiempo, Nerumi se dedicó a cuidar de ella como si fuera su propia hija, pero también se concentró en perfeccionar sus habilidades. Había logrado hacer avances significativos en sus estudios, especialmente con la mejora de su campo de energía. Ahora, Nerumi había conseguido que el campo fuera perfectamente invisible y activo en todo momento. Nadie podría notarlo, y solo ella podría decidir cuándo desactivarlo, controlando su energía de una manera tan eficiente que incluso su regeneración alta avanzada le permitía mantener su mente y cuerpo en perfecto estado para gestionar la enorme demanda de poder que necesitaba. El esfuerzo para mantener el cerebro fresco era continuo, pero su habilidad se había vuelto tan precisa que incluso los momentos de debilidad eran menos frecuentes.

Sin embargo, mientras Nerumi lograba avanzar y encontrar algo de paz en su vida, Nagatchi estaba luchando con sus propios demonios. Había quedado atrapado en un ciclo de desesperación. La pérdida de Katsuro, las constantes luchas, y el peso de todo lo que había sucedido lo habían dejado emocionalmente exhausto. Nagatchi había dejado de comer, su ánimo estaba por los suelos, y se había aislado de todos, sumido en una depresión profunda. Se había convencido a sí mismo de que no debía contarle a nadie lo que sentía, pues consideraba que no era el problema de los demás y no quería cargar a nadie con su dolor.

Nerumi había notado que algo no estaba bien con Nagatchi, pero él se mantenía distante, haciendo todo lo posible por ocultar su sufrimiento. Aunque Nerumi intentó acercarse a él en más de una ocasión, Nagatchi rechazaba cualquier intento de apoyo. Se decía a sí mismo que debía seguir adelante, que su dolor no importaba, que debía ser fuerte para los demás, pero las noches en las que se quedaba despierto, luchando con pensamientos oscuros, eran cada vez más largas.

En la casa de Nerumi, la niña de Viento Silencioso jugaba en un rincón mientras Nerumi miraba por la ventana, su mirada fija en el horizonte. La vida seguía adelante, aunque la sombra del pasado seguía marcando sus pasos. Tenía la responsabilidad de cuidar de la niña, de guiarla por un camino distinto al que había seguido su padre, pero también sentía el peso de la batalla que aún no había terminado. Sin embargo, en sus pensamientos también estaba Nagatchi, su amigo, que estaba perdiéndose en su dolor. Sabía que algo debía hacer para ayudarlo, pero no sabía cómo acercarse a alguien tan cerrado en sí mismo.

El futuro seguía siendo incierto, pero Nerumi y Nagatchi tenían algo en común: un camino por recorrer, aunque en direcciones diferentes. Mientras Nerumi comenzaba a comprender la importancia de proteger a los más inocentes, Nagatchi se perdía en la oscuridad de su mente, luchando contra su propio vacío. Sin embargo, el destino aún tenía mucho que ofrecerles a ambos, y, con el tiempo, ambos encontrarían la manera de sanar, o tal vez, de ser sanados.

Fin.