Para mi gran fortuna todos los señores de la casa salen a comer afuera por lo que cuando faltan diez minutos para las seis me dirijo a la habitación de servicio a quitarme este espantoso uniforme.
A las seis en punto de la tarde ya estoy lista para irme.
- ¿Ya te vas? – me pregunta Amanda cuando salgo de la habitación rumbo a la salida.
Tanto ella como la señora Pires están en la cocina tomando lo que ser parece café.
Como dice el refrán: Cuando el gato no está, los ratones hacen fiesta.
Y eso es justo lo que ellas hacen en este momento. Descansar luego de un largo día de trabajo.
- Si – respondo acercándome a la puerta.
Se supone que no puedo ni entrar ni salir por la puerta principal así que está la única puerta que puedo usar es la que está aquí.
Desde hace un año aproximadamente Amanda también se ha quedado aquí, le han dado una habitación propia para que pueda estar aquí veinticuatro horas al día los siete días de la semana y poder servir a todos los caprichos de los dueños de la casa en cada momento.
No se cómo ella puede aguantar tanto.
Supongo que es justo lo que ella estaba buscando.
- Cuídate – me dice Amanda despidiéndose.
Les hago una seña con la cabeza a ambas y salgo por la puerta trasera, por la entrada de servicio.
Mi horario de trabajo es de siete de la mañana a seis de la tarde, para mí fortuna no debo de quedarme hasta la cena, solo ayudar con sus preparativos y luego me puede ir.
Me apresuró hasta la salida donde Andrés ya está allí, y nada más verme se acerca hasta la puerta para abrirla por mi. Siempre atento.
- ¿Nos vemos mañana? – me pregunta cuando pasó por su lado.
Asiento en respuesta porque, ¿qué otra cosa se supone que deba de decir? Aún no he tenido tiempo de buscar otro empleo.
- Hasta mañana preciosa – me dice él.
Hago como si no escuchase lo que dice y camino más rápido. No quiero alentarlo a más atenciones hacia mi y aunque ya me he dado de cuenta que él es alguien bastante coqueto con todos no quiero que vaya a malinterpretar nada conmigo.
No me encuentro interesada.
El próximo bus pasa a las 6:20pm y la parada está a unas siete cuadras de distancia por lo que aunque ya me encuentro lejos de Cristian y sus muy buenas pero no solicitadas atenciones mantengo el ritmo.
Necesito apresurarme.
Perder el bus es lo que menos quiero en este momento porque el próximo pasa dentro de una hora y caminar hasta mi apartamento me tomaría muchísimo tiempo, además, de que ya me duelen los pies por estar todo el día parada, ni siquiera en la cafetería tenia que trabajar tanto.
Allí nos daban un momento para descansar y cuando no habían muchos clientes y no teníamos mucho por hacer podíamos sentarnos un rato.
Como extraño ese lugar – pienso con amargura.
Mientras camino recuerdo mi antiguo trabajo aunque lo que realmente necesito en este momento es llegar a mi apartamento, más bien cueva de ratones por su pequeño tamaño y poder descansar.
…
Para mí alivio la familia casi no ha estado en casa esta semana, al parecer todos están tan emocionados de estar juntos que no paran de salir a comer afuera o hacer Dios sabe que otra cosa pero mis actividades se han reducido bastante al no tener a nadie cerca que necesite de algo insignificante como prepara una taza de té o buscar servilletas nuevas porque las que ya están sobre la mesa se encuentran dobladas de forma incorrecta.
Ahora me encuentro en la sala, limpiando los grandes vidrios que dan vista a los jardines cuando una voz detrás de mí me saca de mis pensamientos.
- Eres Olivia, ¿cierto?
Sobresaltada dejó caer el trozo de tela que uso para pulir los vidrios.
- Oh – digo agachándome a recogerlo.
Giro rápidamente a ver al nuevo intruso y me encuentro frente a frente con el joven Alexander.
- Si señor – le respondo intentando aparentar tranquilidad, no quiero que se percate de mi recelo.
No sé si él será como Benjamín, su hermano, o como Charlotte, su hermana.
El joven Alexander se queda de pie frente a mí y no dice nada, parece estar esperando algo y eso me hace sentir incomoda.
Lo veo levantar la ceja de forma inquisitiva y eso me recuerda algo.
- ¿Desea algo señor? – le pregunto avergonzada.
- No – dice con una sonrisa en su rostro.
¿Se está burlando de mí?
Siento mi rostro ponerse caliente pero no sé si por vergüenza o por molestia.
Tal vez un poco de los dos.
- Solo quería conocer a la famosa Olivia – dice apoyándose contra una mesa con flores frescas. Todas las flores son traídas cada pos o tres días.
¿Famosa?
- No entiendo a qué se refiere señor – le digo confundida.
- He escuchado mucho de ti – dice encogiéndose de hombros – mis hermanos parecen tener una opinión muy diferente de lo que eres – dice tranquilamente.
¡Ah!
- Comprendo señor – le digo.
Si sus hermanos le han hablado de mi, estoy totalmente segura que Charlotte no ha dicho nada bueno a la vez que Benjamín ha sido amable con sus palabras.
Ellos son muy diferentes.
Aunque él… aún no se a que grupo pertenece.
- Bueno – dice cambiando su gesto a uno serio – te dejo en lo que sea que estabas haciendo – dice enderezándose y dejándome sola.
Que extraño.
Lo veo alejarse y sintiendo algo de confusión dentro de mi sacudo mi cabeza y reanudó mi labor.
Esos vidrios no se van a limpiar solos.
…
- ¡Agh! – gimo cuando me tropiezo por segunda vez.
- ¿Todo bien allí abajo? – escucho la voz de la señora Pires desde el inicio de la escalera.
- ¡SI! – le gritó para que me escuche.
A la señora de la casa se le ha ocurrido que quería ver las fotos familiares, por lo tanto quiere todos y cada uno de los álbumes de fotos, incluso los que están en el sótano.
- Ten cuidado – me dice la señora Pires.
Por supuesto que he sido la elegida para bajar al sótano a esta pequeña excursión.
Amanda se ha quedado arriba para atender a los señores mientras la señora Pires ha venido a instruirme y a "ayudarme" mientras consigo la caja adecuada.
Este lugar está lleno de cajas y de mucho pero mucho polvo.
Es imposible saber lo que estoy buscando.
- Todas las cajas están identificadas – escucho decir a la señora Pires – solo debes de leer las etiquetas.
Leer las etiquetas dice, leer las etiquetas.
Como si fuese algo tan fácil de hacer entre tantas cosas.
El bombillo que me alumbra empieza a fallar y eso me hace sentir nerviosa. No entiendo como una casa tan bien cuidada como está puede tener un sótano tan tenebroso y descuidado.
Da algo de miedo estar aquí abajo.
No se cuánto tiempo estoy aquí hasta que una caja solitaria llama mi atención.
No está apilada con otras cajas ni tiene objetos encima así que me dirijo hacia ella y bum, es mi día de suerte.
- ¡CREO QUE YA LA CONSEGUI! – grito desde donde estoy para que la señora Pires pueda escucharme. Nada más hablar una ráfaga de estornudos sale de mi haciendo que mis ojos lloren un poco.
Estúpido polvo – pienso tomando un pañuelo de mi delantal para poder limpiarme la nariz.
- ¿Conseguir que? – dice una voz detrás de mí cuando me detengo.
- ¡AAGH! – grito asustada.
Me giro rápidamente dispuesta a correr solo para encontrarme al joven Alexander detrás de mi.
- ¿Todo bien? – me pregunta apoyado sobre una hilera de cajas.
- Usted… - digo en un susurro – usted… - mi voz apenas sale en un hijo de voz.
- ¿Yo que? – pregunta él divertido.
- Me ha asustado – le digo con una mano sobre mi corazón.
Lo veo reírse. Él parece estar pasándolo muy bien con todo esto.
Me quedo en silencio mientras lo veo caminar hacia mi.
- ¿Ah, si? – pregunta sonriendo.
Doy un paso a un lado quitándome de su camino.
Lo veo caminar directo hasta la caja que se supone ya debería de estar llevando escaleras arriba.
- Creo que esto es lo que estamos necesitando – dice inclinándose para leer la etiqueta.
- Si, señor – le respondo con la respiración aún agitada por el susto que me ha dado.
Me quedo de pie a un lado y veo como toma la caja entre sus manos y eso me hace recordar que debería ser yo quien esté haciendo eso.
- ¡Oh, no! – le digo apresuradamente – déjeme hacer eso a mí – le digo nerviosa.
No quiero problemas con nadie.
No quiero que piensen que yo no estoy haciendo mi trabajo correctamente.
- ¿Pensabas llevar tú esto hasta arriba? – me pregunta con una ceja alzada.
- Pues… si – le respondo confundida.
Para eso estoy aquí … ¿o, no?
Él parece asombrado por mi respuesta.
- Es algo pesada – dice como si eso significará algo.
- No importa señor, su madre los necesita – le digo ahora más tranquila.
Además, no es como si nunca hubiese cargado una caja.
- Mi madre – repite él sacudiendo su cabeza lo que hace que los mechones de su cabello salgan disparados en todas las direcciones – esto será nuestra secreto ¿si? – me dice ya caminando hasta la escalera – yo lo llevo hasta arriba y ninguno de los dos dirá quien lo ha hecho – me dice.
Su actitud me asombra.
Por algún motivo pensé que sería más como su hermana.
- E-e-esta bien – le digo ya caminando detrás de él.
Desde hace un par de días que me asusto mientras limpiaba los vidrios en la sala y unos cuantos más antes cuando llego a la casa y su hermana me corrió de la cocina bastante molesta, realmente no lo he visto más ni he interactuado con él.
Raramente está en la casa y cuando lo esta está con su novia o rodeado de sus amigos por lo tanto es Amanda quien va a servirlo.
- Aquí tienes – dice él dejando la caja en el piso una vez subimos las escaleras.
- Gracias – le digo agradecida viéndolo sacudir sus manos del polvo.
- De nada Olivia – dice guiñándome un ojo para desaparecer por la puerta y dejarme sola nuevamente.
Su actitud es extraña.
Él realmente parece jovial y amable, algo diferente de lo que me dijo Amanda que él era.
Por lo que le he escuchado decir a ella y a la señora Jones durante esta ultima semana, él es el más altivo de los tres hermanos, el más difícil de tratar y con mayor temperamento. Según ellas él es incluso peor que su hermana Charlotte quién ante él es vista como una persona muy educada y cariñosa.
Buh.
No entiendo porqué dicen esas cosas de él, pues a mí me ha parecido muy amable al haberme ayudado a subir esa caja. Ni siquiera Benjamín se ofrece a ayudarme con mis tareas.
Es extraño.
Sin pensar más en ello me agachó para tomar la caja en mis manos y dirigirme a la cocina donde posiblemente me esté esperando la señora Pires.
- Dios – gimo cuando levanto la caja en mis manos.
Esto realmente pesa – pienso mientras camino con la caja hacia la cocina.
Es una suerte que el joven Alexander se hubiese ofrecido a ayudarme. Yo suelo estar acostumbrada a cargar cosas pesadas pero está caja parece que estuviese llenas de piedras en vez de unos simples álbumes de fotos.
Estornudando y con la nariz irritada por el polvo me dirijo hasta la cocina hacia la cocina donde espero poder tener tiempo de limpiarme el uniforme. Estoy llena de telarañas por todos lados.
Definitivamente ya quiero que este día acabe.
No es que odie este empleo, ningún empleo es malo si no se hace daño a nadie pero no me siento cómoda.