Describir mi primera semana de trabajo como fácil sería mentir completamente.
Ha sido horrible.
Apenas llevo cinco días aquí y ya siento que lo odio, por lo menos mañana no tendré que trabajar.
Hasta los momentos mi horario de trabajo solo será de lunes a viernes. Ningún fin de semana donde tenga que aguantar a mis nuevos jefes.
La señora de la casa es una mujer difícil, el señor rara vez está y la señorita Charlotte o "Lottie" como la llaman sus padres es todo menos alguien agradable.
La única persona que realmente me ha agradado es Benjamín, o "Benji" como el mismo me ha pedido que lo llamase nada más conocerme, pero recordando la advertencia de la señora Pires he seguido llamando Benjamín. No quiero problemas.
Él y yo somos contemporáneos en edad aún así él aún está en la universidad próximo a cursar su último año en arquitectura. Es bastante simpático y es él único que pide las cosas con amabilidad y me responde con algo tan simple como un gracias cuando le sirvo.
Al único que no he conocido es al joven Alexander, pero conociendo al resto de su familia, a excepción de Benjamín, tengo el presentimiento de que no será alguien agradable.
- Oh, gracias Olivia – agradece Benjamín apenas dejo su café sobre la mesa del desayuno.
Su hermana nos ve atentamente así que me abstengo de decir algo que pueda meterme en problemas.
Se que no soy de su agrado. Aunque creo que nadie lo es.
- A su orden joven Benjamín – le digo con una falsa sonrisa en mi rostro - ¿desean algo más? – les pregunto a ambos.
- No, estamos bien – dice Benjamín ya empezando a desayunar.
Estoy por retirarme cuando Charlotte me detiene.
- Espera… - dice con una ceja alzada – el café está frío – dice – cámbialo.
El café no está frío.
Lo acabo de servir.
- El café no está frío – le dice Benjamín viendo a su hermana más joven.
- Esta. Frío. – dice ella.
Benjamín me ve y se encoge de hombros.
Lo ha intentado.
- Ya le traigo otro señorita – le digo tomando la taza frente a ella.
Cuando llego a la cocina meto mi dedo en la taza del café y enseguida lo saco.
El café está hirviendo.
Mi dedo a quedado rojo y escoce un poco por lo caliente que está.
Molesta tiro el contenido en el fregadero y tomo una taza que sirvo con el mismo café que preparare poco antes. El mismo que según ella estaba frío cuando me ordeno cambiárselo.
- Aquí tiene señorita – le digo colocando el café frente a ella.
Ella no dice nada, solo toma la taza entre sus manos y le da un sorbo al café.
- Mejor – dice ella.
Niña malcriada – pienso molesta.
Espero unos segundos sin saber que hacer, se que si me voy ella se molestara por lo que me quedo en silencio.
- Vete – ordena ella luego de un rato.
Tomo una respiración profunda y controlo mis ganas de decirle unas cuantas cosas. Molesta me doy media vuelta para salir de allí pero antes de irme una mano me detiene.
- No le hagas caso a mi hermana – me dice Benjamín ignorando la mirada de muerte que le dirige su hermana – ella solo es una perra rabiosa que está molesta porque su último noviecito la dejo está semana – dice con una sonrisa antes de soltarme del brazo – ni siquiera él ha podido soportarla.
- ¡Eres un imbécil! – le responde ella molesta pero él sigue ignorándola.
Benjamín me guiña un ojo y vuelve a su desayuno sin importarle los chillidos molestos de su hermana que ha empezado a insultarlo.
Sintiéndome un poco mejor porque alguien la haya puesto en se lugar me alejo de allí antes de que ella arremeta contra mi.
…
- Liv – me llama Mandy detrás de mí lo que me hace dar un respingo.
En este momento me encuentro de espaldas a la entrada de la cocina lavando los platos del desayuno y no le he visto llegar.
- Me haz asustado – le digo volviendo a mi tarea.
- Apresúrate con eso – me dice apremiándome.
- ¿Por qué? – le pregunto ahora intrigada.
- El joven Alexander ha llegado – me dice emocionada – y no ha venido solo.
Ah.
- No sé si realmente lo quiero conocer – le digo recordando a su hermana y su gran problema de actitud.
- No seas prejuiciosa Olivia – me reprende ella dándose media vuelta y dejándome sola nuevamente.
No entiendo su entusiasmo.
Estás personas son horribles.
Este trabajo es horrible.
Durante el fin de semana considere realmente si debía de venir o no a trabajar pero luego de pagar la renta mis ahorros quedaron reducidos prácticamente a nada así que hoy al despertarme tuve que obligarme a venir.
Odio este trabajo.
Lo único bueno es Benjamín, el me agrada bastante, y pasar tiempo con Mandy tampoco es malo. Lo difícil son los señores de la casa y su hija, realmente no entiendo cómo a Mandy le puede gustar tanto estar acá.
Pero claro, a diferencia de ella yo nunca me imaginé que terminaría trabajando de doméstica en una casa, mis sueños eran en convertirme en escritora, o en su caso dar clases de literatura.
Ella en cambio vino a esta ciudad con la mentalidad de conseguir un empleo en una gran casa como está.
Sigo con mis quehaceres, limpiando y tallando los platos cuando escucho voces desconocidas y una risa bastante aguda acercarse hasta mi.
Me volteó a ver el origen de las voces cuando una pareja se adentra en la cocina.
Él joven es alto, muy alto, cabello claro, casi rubio y ojos azules. Impresionante. Es realmente atractivo.
Este definitivamente es el joven Alexander, lo sé porque es una copia exacta de su padre pero mucho más joven. Y apuesto. No puedo dejar de verlo.
En cambio la señorita que viene del brazo con el es morena, alta y delgada. Se puede describir como exótica pero hay algo en su rostro que me da un poco de desconfianza. Es extraño.
Viéndolos de pie uno al lado del otro sacó la conclusión de que está debe de ser su novia.
- ¡Leeeeeeex! – escucho la voz de la señorita Charlotte.
Es primera vez que escucho su voz emocionada. Me sorprende ver esta faceta en ella.
La veo correr hacia su hermano que se detuvo en la puerta de la cocina y extender los brazos hacia ella quién viene corriendo hacia él.
- ¡Lottie! – exclama él con una voz muy gruesa que me hace estremecer.
No puedo dejar de verlos.
Me quedo de pie observando toda la escena mientras ellos parecen no darse cuenta de mi insignificante existencia.
- Oh, hermano, como te extrañe – le dice ella con lo que parece emoción.
Nunca antes pensé que ella podría ser amable con alguien.
Que novedad.
Este tipo tiene que tener algo muy especial para que su hermana, quien parece ser mala con todos, sea amable con él.
- Yo también te extrañe Lottie – le responde él antes de soltarla pero no sin antes darle un beso en la frente en un gesto bastante tierno.
De repente los tres voltean hacia mi de forma repentina.
He debido de hacer algún ruido o algo porqué los tres me están viendo de mala manera. He interrumpido su momento.
- ¡¿Qué haces allí?! – me pregunta Charlotte molesta.
- Yo solo estaba…
- ¡Largo! – exclama con la cara roja.
- Yo…
- ¡FUERA! – ahora grita.
Cierro la llave del agua y me apresuro a irme de allí pero no sin antes ver la mirada intensa del joven Alexander una vez más. Él me observo con el ceño fruncido por lo que prácticamente corro para salir de allí.
Me dirijo lo más rápido que puedo hacia la habitación de servicio.
Se supone que en este momento debería de estar limpiando la cocina, no encerrada en una diminuta habitación por temor de enojar a mis patrones.
Esto es horrible.
Desde aquí puedo escuchar risas desde la cocina, al parecer el buen humor del momento no fue interrumpido por mi miserable existencia.
No se cuento tiempo me quedo allí, pero las voces no parecen irse así que me acuesto sobre la litera de abajo y me quedo con la mirada fija en el colchón de arriba.
Me siento patética.
Si realmente no necesitase este empleo creo que ya hubiese dimitido.
Los minutos pasan, o tal vez son horas, no lo sé, hasta que dejó de escuchar ruido proveniente de la cocina.
Varias veces estuve apunto de quedarme dormida pero logré evitarlo. Si alguien me llega a encontrar durmiendo durante mi horario laboral sería el fin de mi trabajo en esta casa. Aunque pensándolo bien no es tan malo.
Cuando estoy casi segura de que ya no queda nadie allí me dirijo con cuidado de no hacer ruido hacia la puerta, solo por si acaso. No quiero embocar la ira de la señorita Charlotte de nuevo.
Abro con mucho cuidado y camino lentamente.
Ppff.
Que alivio.
Ya no hay nadie aquí.
Cerciorándome de que verdaderamente ya no haya nadie cerca me acerco con sigilo hasta la gran barra de desayuno y veo el desastre que han dejado.
Hay comida destapada por todos lados, migajas en todas las superficies disponibles y muchos más platos y vasos sucios de los que recuerdo. Incluso hay una jarra de jugo volteada en el piso.
Con un suspiro cansado procedo a ponerme manos a la obra.
Mi tarea en esta casa es la cocina.
Y aunque yo no sea la encargada de cocinar si soy la responsable directa de que este lugar siempre esté reluciente e impecable, algo que claramente no está en este momento.
Me apresuró a limpiar todo antes de que la señora Pires, o peor, Amanda aparezcan por aquí.
Además, si la señora llegase a venir en este momento estaría en graves problemas. Aunque rara vez pasa por la cocina.
Tener todo en orden me toma mucho más tiempo de lo que pensé y para cuándo por fin termino veo como Amanda viene histérica hasta donde estoy.
- ¿Dónde demonios haz estado? – me pregunta molesta.
- Aquí – le digo secando mis manos con una toalla limpia.
Mis dedos están tan arrugados por tener que haber lavado tantos platos que parecen ser los de una mujer treinta años mayor.
- ¿Todavía? – pregunta abriendo sus ojos – se supone que debías de ir a ayudarme con las habitaciones. ¿Cómo puede ser que te haya tomado tanto tiempo? – exige saber.
- Lo sé – le digo – pero estaba limpiando aquí cuando la señorita Charlotte llegó con otras personas y me corrió de este lugar – le explicó.
- ¿Qué? – pregunta confundida.
Le explico lo mejor que puedo lo que sucedió y ella solo sacude su cabeza en señal de desaprobación pero no dice nada, parece entender que no ha sido mi culpa lo que ha pasado.
- Bueno, bueno, no importa – me dice – ayúdame a preparar algunos aperitivos y a servir algo de tomar.
Hago lo que ella me ordena y aunque no soy tan rápida y ágil como ella en pocos minutos tenemos una bandeja muy bien organizada con diferentes aperitivos y una jarra con limonada recién hecha.
- ¿Te ayudó a llevar esto? – le pregunto viéndola luchar con la gran bandeja en sus manos.
- No – dice negando enfáticamente – la señora quiere que te quedes aquí hasta que todos los invitados se hayan ido.
¿Qué?
Ella parece ver mi desconcierto por lo que se apresura a explicarme.
- No es nada extraño, aquí siempre se ha hecho así – dice ella – simplemente tú eres la nueva y aún estás aprendiendo – me recuerda – es mejor que te quedes aquí y yo me encargue de esto – dice ya saliendo de la cocina – la señora no quiere que la avergüencen frente a sus invitados – dice como si estuviese bien.
Esto definitivamente no está bien – pienso molesta al verla ir.