Las palabras cayeron como una sentencia ineludible. Marcus abrió los ojos con pánico, su cuerpo entrando en otro ataque de temblores. Un nuevo torrente de orina corrió por sus piernas, y el Número 13 lo soltó con un gesto de asco.
"¡Maldita sea, qué asco!" gritó, alejándose.
Aprovechando el momento, Marcus se puso de rodillas y, entre lágrimas, comenzó a rogar:
"¡Por favor, no me maten! ¡No diré nada, lo juro! ¡Puedo ser útil! Sé de negocios... puedo trabajar para ustedes."
El Número 14 sacó un cuchillo, ansioso por cumplir la orden, pero fue detenido por el líder.
"Espera. Esto parece divertido" dijo Número 12 con una sonrisa torcida. Sacó una botella con un líquido oscuro, viscoso, que parecía latir dentro del recipiente. "Si quieres venir con nosotros, demuéstramelo."
Marcus, confundido y aterrorizado, miró la botella con horror.
"¿Q-qué?"
El líder se inclinó hacia él, agarrando con fuerza las manos temblorosas de Marcus que sujetaban la botella. Susurró cerca de su oído, con un tono tan frío como el acero:
"Mátalos. A tus amigos."
Marcus tragó saliva, su mente en un torbellino de emociones. Sus ojos se llenaron de lágrimas mientras miraba la botella, temblando aún más.
"P-pero..."
Número 12 no le dio tiempo para pensar.
"No tengo tiempo para tus dudas. Si quieres vivir, hazlo. Ahora."
Con una voz rota, Marcus respondió:
"V-vale..."
Sus pasos eran lentos y pesados mientras se acercaba a sus amigos, que yacían inconscientes tras la explosión. Cada movimiento estaba acompañado por las risas de los encapuchados, quienes disfrutaban el espectáculo como si fuera un macabro juego. Marcus, con el rostro empapado en lágrimas, obligó a cada uno de sus amigos a beber de la botella. No podía mirarles a los ojos mientras lo hacía, pero el sonido de sus respiraciones débiles se quedaría grabado en su memoria para siempre.
Cuando terminó, regresó temblando al Número 12.
"Y-ya lo he hecho..."
El líder sonrió, dándole unas palmadas en la espalda.
"Muy bien."
Le arrojó una capa negra y una máscara.
"Póntelos. Nos vamos."
Marcus dudó por un instante, mirando hacia sus amigos. Pero rápidamente negó con la cabeza, intentando bloquear sus pensamientos. Se colocó la capa y la máscara, ocultando las lágrimas que seguían cayendo.
"¿Y qué hacemos con la niña?" preguntó el Número 14, señalando a Elise, que estaba desmayada en el suelo.
El líder respondió sin titubear:
"Mátala."
Marcus reaccionó de inmediato.
"¡Por favor, no! ¡Ella no vio nada! ¡Está desmayada!"
Número 12 lo agarró por el cuello, levantándolo con facilidad.
"Escucha bien, insecto. Replantea tus putas prioridades porque si estás vivo ahora mismo, es porque yo lo permito. Recuerda tu lugar."
Entre sollozos, Marcus suplicó:
"Es mi prometida. Déjenme despedirme de ella al menos... por favor."
El líder, sorprendentemente, comenzó a reírse a carcajadas.
"Muy bien. Entonces hazlo tú mismo." Le tendió un cuchillo con gesto retador. "Demuéstrame lo que vales."
Con manos temblorosas, Marcus tomó el cuchillo y se acercó a Elise. Su respiración era irregular mientras se inclinaba hacia ella. Justo cuando iba a levantar el arma, un grito resonó en la distancia.
"¡Guardias! ¡Por aquí!"
El Número 12 chasqueó la lengua.
"Mierda. Vámonos."
Sin dudarlo, los encapuchados comenzaron a moverse, desapareciendo entre los árboles como sombras. Marcus dejó caer el cuchillo y los siguió a toda prisa, su mente una mezcla de miedo y confusión.
Cuando el bosque quedó en silencio, Elise abrió los ojos lentamente. Había estado despierta todo el tiempo. Se incorporó con esfuerzo y dirigió su mirada hacia el cuchillo tirado en el suelo. Luego miró el camino por donde Marcus había huido, con una expresión de determinación formándose en su rostro...
Al día siguiente...
La luz del sol se filtraba por las ventanas del hospital, iluminando la habitación donde Luther dormía profundamente. Con un bostezo largo, se incorporó lentamente y comenzó a estirarse. Al abrir los ojos y notar los rayos del sol que golpeaban directamente su rostro, gruñó molesto. Se levantó con pereza, caminó hacia la ventana y la cerró con fuerza. Fue entonces cuando su mirada cayó hacia el exterior.
Debajo, en los jardines del recinto, había un gran bullicio: estudiantes y profesores se movían organizadamente, preparando carruajes y cargando pertenencias. Luther abrió los ojos de par en par al recordar de golpe.
"¡Mierda, mierda, mierda!" exclamó, llevándose las manos a la cabeza.
Sin perder un segundo, salió disparado por el pasillo. Mientras corría, se cruzaba con otros estudiantes que lo saludaban casualmente.
"¡Buenos días, Luther!"
"¡Ey, Luther! ¿Ya listo para hoy?"
Él solo respondía con un gesto nervioso, demasiado enfocado en llegar a tiempo. En una esquina casi choca con Elise, quien caminaba tranquilamente con una expresión pensativa. Al verlo, levantó una ceja.
"¿Hola?" preguntó, notando lo apresurado que estaba.
Luther no se detuvo ni para responder. Continuó corriendo mientras Elise lo miraba, claramente confundida.
"¿Qué le pasa?" murmuró para sí misma, viendo cómo se perdía en el pasillo.
Finalmente, Luther llegó jadeando a su habitación. Entró de golpe y comenzó a vestirse lo más rápido que podía. Las prendas estaban desordenadas, y le tomó varios intentos abotonarse correctamente la camisa. Tomó sus pertenencias de manera apresurada y salió disparado de nuevo.
Al regresar al patio central, todavía agitado, vio cómo todos estaban ya formados y listos. Elise, quien se encontraba entre el grupo, lo vio llegar y caminó hacia él con una sonrisa burlona.
"Vaya, parece que has tenido una mañana difícil."
Luther suspiró y negó con la cabeza mientras recuperaba el aliento.
"No te burles de mí..." dijo entre jadeos. "¡Se me olvidó por completo que partíamos hoy!"
Elise no pudo evitar soltar una pequeña carcajada.
"Siempre tan despistado, ¿eh?"
Antes de que Luther pudiera responder, un silencio se extendió por el lugar. La princesa Selene había llegado, escoltada por varios guardias reales. Su presencia impuso respeto de inmediato. Ella caminó hacia el frente del grupo, sus movimientos llenos de gracia y autoridad. Vestía una capa azul adornada con bordados dorados que reflejaban la luz del sol.
"Hoy" dijo con voz firme y clara ",marca un nuevo capítulo en sus vidas. La academia no será un lugar fácil, y aunque representen a sus familias, no dependerán de nadie más que de ustedes mismos. Cada paso que den será un reflejo de su esfuerzo, su valor y su determinación."
Luther escuchaba atentamente, sintiendo cómo esas palabras despertaban algo en él. Sus manos se cerraron en puños, y su mirada, fija en la princesa, transmitía determinación.
Elise, notando su expresión, sonrió y estiró su mano hacia él.
"¿Vamos?" preguntó con suavidad.
Luther bajó la mirada hacia su mano y, después de un breve momento, esbozó una sonrisa.
"Vamos" respondió, tomando su mano con firmeza.
Ambos caminaron juntos hacia la fila, subiendo a una de las grandes carrozas que los llevarían a la academia. Los otros estudiantes seguían hablando entre murmullos, pero Luther apenas los escuchaba. Su mirada estaba fija en el horizonte mientras la carroza comenzaba a moverse, marcando el inicio de un viaje que cambiaría sus vidas para siempre.