Luego de que Marcus gritara, sus lacayos comenzaron a rodear a Luther, acercándose lentamente hacia él con armas en mano y una mezcla de confianza y miedo en sus ojos. Luther, enojado y consumido por la ira, no esperó a que lo atacaran primero. Sin previo aviso, salió corriendo como un rayo hacia uno de ellos.
En un movimiento fluido, saltó sobre el lacayo más cercano y lo derribó al suelo. Sin darle tiempo de reaccionar, Luther comenzó a golpearlo con ambas manos, cada puñetazo más fuerte que el anterior. La cara del hombre quedó rápidamente inflamada y llena de sangre, y sus gritos fueron apagándose hasta que quedó completamente inconsciente.
Otro de los lacayos, viendo a su compañero en el suelo, aprovechó la oportunidad para abalanzarse sobre Luther. Con un rápido movimiento de su espada, logró cortarlo en el brazo, haciendo que la sangre empezara a brotar de la herida. Luther se levantó rápidamente, ignorando el dolor, y esquivó los ataques de la espada con movimientos precisos, usando sus dagas para defenderse. Mientras esquivaba, encontró una abertura y lanzó una de sus dagas, clavándosela profundamente en el abdomen al atacante. Este soltó un grito de dolor antes de caer al suelo, sujetándose la herida.
Pero no tuvo tiempo de recuperarse. Otro lacayo lo atacó por la espalda, logrando sujetarlo con fuerza y bloqueando sus brazos. "¡Lo tengo!" gritó, mientras los otros dos lacayos restantes se acercaban con una mirada sádica.
Aprovechando la situación, los otros dos comenzaron a golpear a Luther en la cara, cada puñetazo más fuerte que el anterior. El impacto de los golpes hizo que su nariz se rompiera, y la sangre comenzó a correr por su rostro. Luther gruñía, intentando liberarse, pero la presión del lacayo que lo sostenía era implacable.
Sin embargo, Luther no iba a rendirse. Haciendo uso de toda su fuerza restante, empujó hacia atrás con su cuerpo, haciendo que el lacayo que lo sujetaba perdiera el equilibrio. Aprovechando el impulso, Luther se apoyó en el pecho del atacante y saltó, extendiendo sus piernas para golpear con ambos pies a los dos lacayos que tenía frente a él. El impacto fue lo suficientemente fuerte como para hacer que todos cayeran al suelo.
Luther cayó encima del lacayo que lo había sujetado, y sin perder un segundo, comenzó a golpearlo con furia, descargando toda su rabia acumulada. Sus puños se movían más lento con cada golpe, el cansancio comenzaba a pasarle factura, pero no se detuvo hasta que el hombre quedó inconsciente, con el rostro completamente desfigurado.
Con la respiración agitada, Luther se levantó tambaleándose. Sus músculos dolían, su visión estaba borrosa, y podía sentir cómo la sangre corría por su rostro. Apenas podía mantenerse en pie, pero su determinación seguía intacta. Los dos lacayos que quedaban, aunque heridos, aprovecharon su estado de debilidad y lo sujetaron entre ambos, obligándolo a pararse y reteniéndolo con fuerza.
Marcus, viendo que Luther estaba finalmente contenido, sonrió con satisfacción y caminó lentamente hacia él. Arrastraba a Elise del pelo, que seguía inconsciente, su cuerpo flácido y sin vida aparente. Marcus se detuvo frente a Luther, mirándolo con una expresión de triunfo.
"¿Y ahora qué, Luther?" dijo Marcus, con una sonrisa desquiciada. "¿Sigues creyendo que puedes jugar al héroe?" Mientras hablaba, levantó la cara de Elise con una mano, mostrando su rostro pálido y ensangrentado. "Mira lo que le pasa a las personas que confían en ti."
Luther, con la mente nublada por la ira y el dolor, quedó inmóvil al ver el rostro de Elise. Sus ojos se fijaron en los cortes en su piel, los rasguños de la brutalidad con la que había sido arrastrada, y las marcas que claramente delataban el abuso de Marcus. Su cuerpo comenzó a temblar violentamente mientras su mente se llenaba de oscuridad.
Dentro de su cabeza, una voz resonaba como un eco grave y tenebroso. No era Twilight; esta voz era mucho más profunda, inhumana, como si algo oscuro y primitivo hubiera despertado dentro de él.
"Mátalos. Mátalos. Mátalos. MÁTALOS. MÁTALOS."
El mantra no se detenía, envolviéndolo en una espiral de rabia y desesperación. Los lacayos que lo sostenían comenzaron a mirarlo con confusión y miedo, notando cómo su cuerpo temblaba con más intensidad, casi como si estuviera convulsionando. Luther, incapaz de resistir la presión, dejó caer su cabeza hacia adelante, y en un instante, perdió el conocimiento.
El silencio que siguió fue breve. Como si una fuerza sobrenatural lo impulsara, la cabeza de Luther se levantó bruscamente, con un movimiento que parecía salido de una pesadilla. Sus ojos estaban completamente negros, como el abismo, y su rostro, cubierto de sangre, mostraba una expresión que no era humana. Los lacayos retrocedieron un paso, pero fue demasiado tarde.
Con un solo movimiento, Luther extendió sus brazos y empujó a los dos hombres que lo sujetaban, lanzándolos al suelo con una fuerza descomunal. Antes de que pudieran reaccionar, se abalanzó sobre ellos con una velocidad que no parecía posible. Los levantó a ambos del cuello, una mano en cada uno, y comenzó a apretar con una fuerza brutal. Las caras de los hombres comenzaron a ponerse moradas mientras se debatían inútilmente, rogándole por piedad con débiles susurros.
Marcus, observando la escena, soltó a Elise y retrocedió con pasos temblorosos. Por primera vez, su sonrisa desquiciada fue reemplazada por un miedo palpable. "¿Qué demonios te pasa, Luther? ¡Quédate quieto!" gritó, pero su voz apenas ocultaba el terror que lo invadía.
Luther, ajeno a las súplicas, murmuraba con voz grave y gutural, como si estuviera poseído: "Mátalos... mátalos... mátalos..."
Cuando los dos lacayos perdieron el conocimiento, Luther los lanzó como si fueran muñecos de trapo, haciendo que sus cuerpos chocaran brutalmente contra un árbol cercano. Un sonido seco marcó el impacto, dejando claro que no volverían a levantarse pronto.
De sus dedos, una sombra oscura comenzó a emanar lentamente, extendiéndose como si una criatura invisible estuviera poseyéndolo. La energía densa y oscura se movía como rayos desde sus dedos hasta cubrir todo su antebrazo. La atmósfera alrededor de Luther se volvió más pesada, más fría, y Marcus temblaba sin poder apartar la mirada del espectáculo.
"¿Qué... qué eres tú?" balbuceó Marcus, mientras daba pasos hacia atrás, tratando de mantener la distancia. Luther no respondió. Sus ojos negros se fijaron en Marcus, llenos de una intención letal.
Lentamente, Luther comenzó a caminar hacia él. Cada paso que daba era como una sentencia de muerte para Marcus, quien retrocedía con la misma velocidad. "¡Aléjate de mí! ¡Te lo advierto!" gritó Marcus, pero su voz era apenas un hilo.
Entonces, en un instante, Luther se movió con una velocidad imposible, desapareciendo de la vista de Marcus y reapareciendo justo frente a él. Antes de que pudiera reaccionar, Luther lo agarró del cuello con una sola mano, levantándolo del suelo como si no pesara nada. Marcus forcejeaba, pateando y tratando de liberar la presión en su garganta.
Con un movimiento brusco, Luther lo lanzó contra el suelo con una fuerza devastadora. El impacto resonó en todo el claro, y un grito desgarrador escapó de los labios de Marcus mientras su columna se rompía bajo el golpe. Lágrimas corrían por su rostro mientras trataba de moverse, pero el dolor lo tenía completamente inmovilizado.
"Por favor..." gimió Marcus entre sollozos. "Por favor... no me mates..."
Luther levantó su mano derecha, ahora completamente cubierta por las sombras que se retorcían como serpientes. Una esfera negra comenzó a formarse en su palma, creciendo rápidamente mientras chispas de energía oscura saltaban a su alrededor. La bola, cargada de una energía destructiva, dobló su tamaño en cuestión de segundos.
Marcus, viendo su inminente final, gritaba sin cesar, su voz cargada de terror puro. "¡Luther, por favor! ¡No lo hagas! ¡Te lo ruego!"
Pero Luther no lo escuchaba. Sus ojos estaban vacíos, su mente consumida por la ira y la oscuridad. Estaba listo para acabar con todo, para borrar a Marcus de la faz de la tierra. Justo cuando estaba a punto de lanzar la esfera hacia él, su cuerpo comenzó a tambalearse. La energía que había acumulado era demasiado, y el cansancio de la batalla finalmente lo alcanzó.
Luther cayó al suelo, inconsciente, mientras la esfera de energía se liberaba descontrolada. Voló hacia el bosque, impactando a una distancia considerable. El estallido resultante fue ensordecedor, destruyendo árboles y dejando un enorme cráter donde antes había vegetación. El viento levantó polvo y hojas, envolviendo a todos en una nube que oscureció el área.