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Chapter 22 - Prueba de fuego (2)

El orco no esperó más. Con un grito salvaje, cargó hacia ellos, levantando su mazo en un arco amplio, dispuesto a aplastarlos de un solo golpe. Luther, confiando en su velocidad, se lanzó hacia un lado, esquivando el ataque por poco mientras el mazo se estrellaba contra el suelo, creando un cráter y levantando una nube de tierra y escombros.

"¡Vamos, así tiene que ser! Ahora si es divertido" gritó Luther mientras reía, intentando llamar la atención de la criatura. Sus palabras parecieron funcionar, ya que el orco giró hacia él, ignorando por completo a la mujer.

Mientras el orco levantaba su mazo nuevamente, Luther aprovechó la oportunidad para lanzarle una de sus dagas, apuntando al ojo izquierdo. La daga voló en línea recta, pero el orco, con un movimiento sorprendentemente rápido para su tamaño, desvió el arma con su brazo, rugiendo aún más fuerte.

"Bueh, creo que no funcionó eh," murmuró Luther, retrocediendo mientras evaluaba sus opciones.

La mujer, viendo la oportunidad, comenzó a canalizar una pequeña cantidad de mana en sus manos, preparando un ataque mágico. "¡Distráelo un poco más!" gritó, y Luther asintió.

El orco cargó nuevamente, su mazo levantado para aplastarlo. Luther corrió hacia un costado, esquivando los golpes con movimientos ágiles, mientras cada impacto del mazo hacía temblar el suelo. Sus ojos se movían rápidamente, buscando puntos débiles en la monstruosa criatura.

"¡Ahora!" gritó la mujer, liberando una ráfaga de energía directamente hacia el costado del orco. El ataque golpeó con fuerza, haciendo que el gigante soltara un gruñido de dolor y girara hacia ella.

"¡Mierda, no tan rápido!" pensó Luther mientras corría hacia el orco, aprovechando que este estaba distraído. Con ambas dagas en mano, se lanzó hacia una de las piernas de la criatura, cortando profundamente en el tendón de su tobillo.

El orco rugió de dolor, tambaleándose por el golpe combinado. Su mazo cayó al suelo mientras intentaba mantener el equilibrio. "¡Sigue atacando!" gritó Luther, retrocediendo para preparar su próximo movimiento.

El orco, tambaleándose por el dolor en su tobillo, soltó un rugido de furia que sacudió las hojas de los árboles cercanos. La criatura, aunque herida, no se rendía fácilmente. Con una fuerza brutal, levantó su mazo nuevamente, a pesar de la evidente dificultad para mantener el equilibrio, y lo balanceó hacia Luther en un arco amplio y mortal.

Luther se lanzó al suelo, rodando justo a tiempo para evitar el ataque. El mazo impactó contra un árbol cercano, partiéndolo en dos con un crujido ensordecedor. Aprovechando la apertura, Luther corrió hacia el otro lado del orco, buscando un ángulo para atacar su otra pierna.

"¡Apunta a su cabeza si puedes!" gritó a la mujer, quien estaba preparando otro ataque mágico. Ella asintió, levantando las manos mientras el mana comenzaba a concentrarse en forma de una esfera brillante.

Luther, mientras tanto, se deslizó hacia la pierna del orco que aún estaba firme. Con un movimiento rápido y preciso, hundió una de sus dagas profundamente en el tendón, torciendo el filo para maximizar el daño. La criatura soltó un alarido de dolor, cayendo de rodillas mientras su mazo se deslizó de sus manos y cayó al suelo con un estruendo.

"¡Ahora!" gritó Luther, viendo la oportunidad perfecta para que la mujer lanzara su hechizo.

La esfera de mana en las manos de la mujer brilló con intensidad antes de dispararse hacia la cabeza del orco. El impacto fue directo, golpeando su rostro con un estallido de energía. La criatura se tambaleó hacia atrás, dejando escapar un gruñido débil antes de caer al suelo con un estrépito, su cuerpo inmóvil.

Luther, jadeando, se acercó cautelosamente al cuerpo del orco. Aún con las dagas en mano, observó por unos segundos para asegurarse de que no se levantaría nuevamente. Cuando estuvo convencido, limpió el sudor de su frente con el dorso de la mano.

"Buen trabajo," dijo, dirigiéndose a la mujer. "Eres bastante fuerte eh."

Ella, todavía recuperando el aliento, sonrió levemente. "Gracias... pero no lo habría logrado sin tu ayuda."

Luther se agachó junto al orco, buscando en su pecho. Después de unos segundos, extrajo una piedra mágica considerablemente más grande y brillante que las de los goblins. La sostuvo frente a la luz, admirando su tamaño.

"Este es un buen botín," comentó, guardándola en su bolsa. Luego se levantó y miró a la mujer. "¿Y tú? ¿Quieres alguna de estas?" dijo mientras señalaba las piedras mágicas de los goblins.

Ella negó con la cabeza rápidamente. "No. Tú hiciste la mayor parte del trabajo. Yo solo te seguí el ritmo."

"Como quieras," dijo Luther, encogiéndose de hombros mientras recogía las piedras mágicas con una sonrisa. "Entonces será mejor que sigamos adelante. Esto probablemente haya llamado la atención de otras cosas en este bosque."

La mujer, ahora un poco más tranquila, miró a Luther con agradecimiento en sus ojos. "Tienes razón, este lugar no será seguro por mucho tiempo después de ese ruido."

Luther asintió, ajustándose la bolsa donde guardaba las piedras mágicas. Ambos comenzaron a caminar juntos, pero mantenían un ritmo rápido y alerta. Durante la siguiente hora, cazaron juntos, enfrentándose a pequeños grupos de goblins y algunas criaturas más grandes. Aunque lograron recolectar más piedras, Luther notó que el ritmo de la mujer no igualaba al suyo. Se estaba quedando atrás, y aunque era útil en combate, no podía evitar sentir que su presencia lo estaba retrasando.

Finalmente, después de derrotar a un trío de lobos mágicos, Luther tomó una decisión. Guardó las piedras mágicas recién recolectadas y se giró hacia ella.

"Mira, has sido de gran ayuda, pero tengo que ser honesto contigo," comenzó, intentando no sonar demasiado brusco. "Apunto a estar entre los mejores en esta prueba, y para ser sincero, tu ritmo es más lento que el mío. No quiero sonar grosero, pero creo que sería mejor que nos separáramos aquí."

La mujer, visiblemente afectada por sus palabras, bajó la mirada. Sin embargo, después de un momento, asintió lentamente. "Entiendo. Tiene sentido. No te preocupes, estaré bien sola. He aprendido mucho contigo en este corto tiempo."

"Lo siento si fui demasiado directo," agregó Luther, con un tono un poco más suave. "Pero estoy seguro de que lo harás bien. Eres capaz."

Ella levantó la mirada, dándole una pequeña sonrisa. "Gracias, y buena suerte, Luther. Mi nombre es Mia, por cierto. Espero que nos reencontremos al final de esto."

"Luther," respondió él, asintiendo. "Buena suerte para ti también, Mia."

Ambos intercambiaron una última mirada antes de separarse. Mia se dirigió en la dirección opuesta, y Luther, ya más enfocado en su objetivo, continuó adentrándose en el bosque. Durante las siguientes horas, cazó con un ritmo implacable, enfrentándose a bestias cada vez más fuertes. Su bolsa se llenó rápidamente de piedras mágicas, y cuando finalmente se detuvo para contar, tenía 486.

"Esto va bastante bien," murmuró para sí mismo, satisfecho. Sin embargo, el cansancio comenzaba a notarse. Sus músculos dolían, y sus movimientos ya no eran tan precisos como al inicio. Decidió que sería mejor descansar antes de seguir.

Luther encontró un árbol alto y robusto, perfecto para pasar la noche. Escaló con agilidad, asegurándose de elegir una rama lo suficientemente gruesa para soportar su peso y alta para mantenerlo fuera del alcance de cualquier criatura. Usando su capa como almohada improvisada, se recostó contra el tronco.

Mientras observaba las estrellas entre las hojas del árbol, su mente vagó hacia Elise. "Espero que también esté bien," pensó, antes de cerrar los ojos. Confiaba en su habilidad, pero no podía evitar preocuparse. Finalmente, el cansancio lo venció, y se quedó dormido, con las dagas al alcance de su mano por si algo decidía acercarse en la oscuridad.