Luther, con la adrenalina bombeando en sus venas, comenzó a adentrarse en el bosque, su respiración acompasada y sus sentidos en alerta máxima. Los árboles altos y la vegetación densa dificultaban la visibilidad, pero eso no lo detenía. Con una daga en cada mano, se movía como un depredador en su territorio, listo para lo que fuera que el bosque le arrojara.
No pasó mucho tiempo antes de encontrar su primer objetivo: un pequeño goblin que rebuscaba entre unas ramas caídas. Sin pensarlo dos veces, Luther se deslizó silenciosamente detrás de él y, con un movimiento rápido y preciso, cortó su cuello. La criatura soltó un leve gemido antes de desplomarse al suelo, sin vida. Luther se agachó rápidamente, buscando la piedra mágica en su interior.
Sin embargo, un gruñido bajo lo hizo detenerse. Al levantar la vista, se encontró con un grupo de cinco goblins que lo miraban con ojos llenos de rabia, mostrando sus dientes amarillentos. Uno de ellos alzó una lanza improvisada y emitió un chillido, señalando a Luther como su próximo objetivo.
"Vengan acá puntos gratis," grito Luther mientras se reía.
Antes de que los goblins pudieran reaccionar, Luther lanzó una de sus dagas directamente a la cabeza de uno de ellos. La daga se clavó con un sonido seco, y el goblin cayó hacia atrás, muerto al instante. Los otros cuatro se detuvieron brevemente, sorprendidos, pero rápidamente cargaron hacia él con furia renovada.
Luther corrió hacia ellos, esquivando un golpe torpe de uno de los goblins y usando el impulso para saltar. Con ambos pies, empujó la cabeza de otro goblin, derribándolo. Aterrizó encima de él, pero antes de que pudiera rematarlo, sintió un movimiento detrás de él. Instintivamente, rodó hacia un costado, justo a tiempo para ver cómo otro goblin, en su intento de atacarlo, apuñalaba a su propio compañero.
"No son muy brillantes, ¿eh?" pensó Luther mientras aprovechaba el momento de confusión para levantarse y hundir su daga en el cuello del goblin agresor, terminando con su vida. Ahora quedaban dos.
Los dos goblins restantes, viendo a sus compañeros muertos, se miraron y decidieron atacar simultáneamente. Con gritos agudos, cargaron hacia Luther desde ambos lados, intentando acorralarlo. Luther, con movimientos rápidos, esquivó sus ataques, retrocediendo mientras analizaba sus patrones. Ambos eran torpes, pero su coordinación hacía que cada ataque fuera un poco más difícil de anticipar.
Luther contraatacó, golpeando a uno de ellos con su daga en el brazo, y luego giró para hacerle un corte superficial al otro. Las heridas no eran graves, pero suficientes para ralentizarlos y aumentar su frustración. Aprovechando el momento, Luther se agachó y giró sobre su eje, barriendo con su pierna para derribarlos a ambos al suelo.
Antes de que pudieran levantarse, Luther hundió su daga en el pecho de uno, sintiendo cómo la resistencia de la carne daba paso al filo. El goblin dejó escapar un último grito antes de quedarse inmóvil. El último goblin, lleno de desesperación, se levantó rápidamente y cargó hacia Luther con un rugido.
Luther no tenía tiempo para juegos. Con un movimiento rápido, arrancó la daga que había clavado en la cabeza del primer goblin y la lanzó hacia el último atacante. La daga voló en línea recta, atravesando el cráneo del goblin y terminando con él al instante. La criatura cayó hacia adelante, golpeando el suelo con un ruido sordo.
Luther se quedó en silencio, respirando profundamente mientras observaba a su alrededor. La adrenalina aún corría por su cuerpo, pero la amenaza había terminado. Uno a uno, comenzó a recoger las piedras mágicas de los goblins, asegurándose de no dejar nada atrás.
"Esto me recuerda a los viejos tiempos," dijo para sí mismo mientras limpiaba sus dagas en la hierba.
Luther, con sus dagas aún goteando sangre y las piedras mágicas aseguradas en su bolsa, avanzó cautelosamente hacia el sonido que había escuchado. Los músculos de su cuerpo estaban tensos, listos para cualquier cosa que el bosque pudiera lanzarle. Mientras se acercaba, vio una escena que lo obligó a actuar de inmediato: una mujer invocada, evidentemente agotada, estaba rodeada por un grupo de goblins que la atacaban sin piedad.
Sin pensarlo dos veces, Luther corrió hacia ellos. Sus pasos eran rápidos y silenciosos, y antes de que los goblins pudieran darse cuenta de su presencia, él ya estaba sobre ellos. La primera daga se hundió en el cuello de uno de los atacantes, y antes de que el resto reaccionara, Luther giró sobre su eje, cortando profundamente a otro goblin en el pecho. Los demás intentaron contraatacar, pero su torpeza les dio a Luther la ventaja necesaria para acabar con ellos en cuestión de segundos. Cuando el último goblin cayó al suelo, la mujer jadeante alzó la mirada hacia él.
"Gracias... gracias de verdad," dijo, con la respiración agitada. "Si no fuera por ti..."
Luther levantó una mano, cortándola suavemente. "No te preocupes. Pero deberías tener más cuidado. ¿Qué haces sola por aquí?" preguntó mientras revisaba rápidamente los alrededores, asegurándose de que no hubiera más amenazas inmediatas.
"Estaba buscando monstruos más fuertes... para obtener más piedras mágicas," explicó, todavía intentando recuperar el aliento. "Pero me superaron en número. No esperaba que fueran tantos."
Luther asintió, guardando sus dagas. "Bien, entonces será mejor que tengas más cuidado a partir de ahora."
Antes de que la mujer pudiera responder, su expresión cambió. Sus ojos se llenaron de pánico, y comenzó a hablar rápidamente. "Tienes que tener cuidado también. Estaba siendo perseguida por un..."
El sonido de un estruendo masivo interrumpió sus palabras. Ambos voltearon hacia la dirección del ruido, justo cuando el suelo comenzó a vibrar bajo sus pies. Los árboles caían uno tras otro, como si algo masivo los estuviera derribando con pura fuerza bruta. Cada paso de la criatura causaba un impacto tan fuerte que el suelo parecía temblar bajo ellos.
Luther se puso en guardia, sus ojos fijos en la dirección de donde provenían las vibraciones. "¿Qué demonios es eso?" murmuró, aunque ya sabía que la respuesta no sería algo sencillo.
Finalmente, de entre los árboles derribados, apareció la criatura. Era un orco gigantesco, de al menos cuatro metros de altura. Su piel azul brillaba bajo la tenue luz que lograba filtrarse entre las copas de los árboles. Era una abominación grotesca: calvo, con colmillos enormes sobresaliendo de su mandíbula inferior, y ojos separados que le daban una apariencia bizca y aún más amenazante. Su enorme mazo de madera, del tamaño de un árbol pequeño, descansaba sobre su hombro.
La mujer, claramente aterrorizada, dio un paso atrás. "Ese es... el que me estaba persiguiendo..."
Luther no apartó la vista del orco, que los miraba con una mezcla de furia y hambre. "¿Puedes luchar?" preguntó rápidamente, manteniéndose en guardia.
La mujer tragó saliva y asintió lentamente. "Lo intentaré."
"Bien," respondió Luther, ajustando su postura mientras el orco soltaba un rugido ensordecedor que resonó en todo el bosque. La criatura levantó su mazo con ambas manos, preparándose para atacar.
Luther apretó las empuñaduras de sus dagas, su mente trabajando rápidamente para idear una estrategia. "No pierdas la calma," le dijo a la mujer. "Yo lo distraeré. Cuando veas una oportunidad, ataca."