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Chapter 17 - Miradas de Tensión

Luther despertó esa mañana antes de lo habitual. Los rayos del sol atravesaban la ventana de la habitación, chocando directamente en su rostro y arrancándolo del sueño profundo. Bostezó, estirándose perezosamente mientras se acurrucaba un poco más bajo la sabana. Sin embargo, la incomodidad de la luz lo obligó a moverse.

Con un suspiro pesado, se giró y apoyó una mano sobre algo suave. Al principio no prestó atención, pero la textura y la forma le resultaron inusuales. Intrigado y todavía medio dormido, comenzó a tocarlo más, apretándolo suavemente, intentando descifrar qué era. Lo que tocaba era blando y cálido, y la curiosidad lo llevó a manosearlo de varias maneras, frunciendo el ceño al no entender.

Fue entonces cuando escuchó un pequeño gemido, un sonido apenas audible que lo hizo detenerse en seco. Algo se revolvió bajo la sabana a su lado. Luther, aún confundido, levantó lentamente la tela para ver qué estaba pasando. Su corazón dio un vuelco cuando vio a Elise moviéndose ligeramente, con los ojos aún cerrados mientras intentaba despertarse.

La realidad lo golpeó como un rayo. Luther entendió al instante lo que había estado tocando y el color se escurrió de su rostro para regresar con un rubor intenso que cubrió por completo sus mejillas. "¡Sus pechos!" pensó, horrorizado. Retiró la mano rápidamente, como si hubiera tocado fuego, y saltó fuera de la cama con torpeza, tropezando ligeramente con la esquina del mueble.

Elise abrió los ojos lentamente, aún adormilada por el cansancio. Al ver a Luther en pie, con el rostro completamente rojo y una expresión de nerviosismo absoluto, frunció el ceño, claramente confundida.

"¿Qué pasa?" preguntó con voz soñolienta mientras se estiraba, acomodándose contra la almohada. "¿Por qué estás tan nervioso?"

Luther, incapaz de mantener la compostura, miró hacia otro lado y comenzó a balbucear. "E-eh... ¡Vamos tarde! ¡Deberías alistarte! Eh... Sí, eso... ¡Alistarnos, ya sabes, entrenamiento! Jajaja..." Su risa nerviosa no ayudó en absoluto a ocultar su incomodidad.

Elise lo miró fijamente, parpadeando despacio mientras procesaba lo que había dicho. "¿Tarde? ¿De qué estás hablando?" preguntó, aún sin comprender del todo. Pero viendo su insistencia, se encogió de hombros y se sentó lentamente en la cama. "Bueno... si tú lo dices. Dame un momento para cambiarme."

Mientras Elise comenzaba a levantarse, Luther se giró apresuradamente hacia la puerta, aún sonrojado, Elise, ajena a todo lo ocurrido, se despertaba tranquilamente, sin notar el caos interno que acababa de desatar en Luther.

Una vez todos se despertaron, el grupo de invocados se reunió en el campo de entrenamiento, aún somnolientos pero dispuestos a seguir con las lecciones de magia. El profesor Wolfram los esperaba con su típica expresión severa y postura rígida, sosteniendo un bastón decorado con runas brillantes. Los observó con un aire de desdén antes de comenzar.

"Hoy continuaremos con el entrenamiento y terminaremos de formar vuestros circuitos de mana," anunció con voz grave, paseando la mirada entre los jóvenes. "Sin estos circuitos, sois poco más que sacos de carne sin valor en este mundo. El mana necesita caminos claros para fluir por vuestros cuerpos, y sin ellos, sois incapaces de utilizar siquiera las magias más básicas."

Mientras explicaba, su tono se volvió más autoritario. "Un circuito de mana inestable no solo os hará inútiles, sino también peligrosos para vosotros mismos y para quienes os rodean. Así que prestad atención y no cometáis errores. Este proceso es esencial para vuestra supervivencia."

De repente, un fuerte estruendo resonó en la distancia, interrumpiendo la explicación de Wolfram. Todos los presentes giraron la cabeza hacia la fuente del ruido. Cerca del campo de entrenamiento, soldados y guardias estaban apresurándose en montar suministros en varias carrozas, mientras otros corrían en todas direcciones. En medio de la conmoción, la princesa Selene destacaba con su túnica blanca, dando órdenes con un tono urgente.

El ambiente se llenó de murmullos y miradas de curiosidad. Los invocados murmuraban entre ellos, intentando averiguar qué estaba pasando, pero ninguno tenía respuestas claras. Sin embargo, Luther notó algo que los demás parecían haber pasado por alto: la expresión de la princesa. Selene tenía una mirada de profunda angustia y temor, como si algo terrible hubiera ocurrido. Su comportamiento contrastaba enormemente con su habitual calma y confianza.

Luther no pudo evitar sentir una creciente inquietud. La imagen de la princesa con esa expresión quedó grabada en su mente, y la incertidumbre lo llevó a dar un paso al frente. Dirigiéndose al profesor Wolfram, levantó la mano con cautela.

"Profesor," comenzó, intentando no sonar demasiado intrusivo. "¿Por qué la princesa y los soldados se están retirando? ¿No se supone que supervisaría el entrenamiento?"

El profesor Wolfram, que también había estado observando el caos, se giró hacia Luther con una expresión de fastidio. Tras un largo bostezo, respondió con un tono apático: "El castillo está en caos, chico. La princesa tiene que ir a resolver algunas cosas importantes. No te preocupes por lo que no te concierne."

Luther frunció el ceño, sin estar satisfecho con la respuesta. "¿Qué ocurrió en el castillo?" insistió, pero esta vez con más cautela.

El profesor cambió su semblante, su rostro se endureció y su tono se volvió más seco. "No es asunto tuyo. Deja de preguntar tonterías y siéntate. La clase va a comenzar."

Sin más, Wolfram comenzó a instruir al grupo sobre cómo perfeccionar sus circuitos de mana, ignorando completamente la situación que ocurría en el fondo. Luther, aunque frustrado por la falta de respuestas, decidió seguir las instrucciones y concentrarse en el entrenamiento.

El día pasó sin mayores incidentes. Los invocados trabajaron duro en sus ejercicios y, con el apoyo del profesor, la mayoría logró formar los circuitos de mana de manera satisfactoria. Luther también completó el proceso, sintiendo cómo la energía fluía por su cuerpo de forma más natural. A pesar de ello, no podía quitarse de la cabeza la mirada de la princesa y lo que podría estar ocurriendo en el castillo.

Cuando cayó la noche, Luther regresó a la habitación de Elise, donde ambos compartían la cama en silencio. La confianza entre ellos se había fortalecido con cada día que pasaba. Aunque ninguno lo decía en voz alta, la cercanía se estaba volviendo un consuelo mutuo en medio de la incertidumbre.

Sin embargo, ambos podían sentir las miradas de odio que Marcus les había dedicado durante todo el día. Sus ojos llenos de celos y resentimiento los siguieron a cada paso, pero ni Luther ni Elise le prestaron demasiada atención. Decidieron ignorarlo, aunque era evidente que el conflicto con Marcus no había terminado.

Al final, abrazados en la cama, Luther y Elise encontraron un momento de calma en medio de la tensión que parecía crecer a su alrededor. La noche avanzaba, pero la inquietud seguía presente, especialmente para Luther, quien no podía dejar de pensar en la princesa y el caos en el castillo.