Chereads / Ciclos de Eternidad / Chapter 7 - El Primer Entrenamiento

Chapter 7 - El Primer Entrenamiento

Eriri y Shirogami se dirigieron hacia el dojo familiar de Shizuku Yaegashi, acompañados también por Kaori. Al llegar, se encontraron en el jardín del dojo observando cómo Shizuku practicaba junto a su padre, Koichi Yaegashi, un hombre de presencia imponente y ojos serenos que irradiaban sabiduría y experiencia. Cada movimiento de Shizuku era preciso y fluido, mostrando su habilidad y dedicación al kenjutsu.

Kaori y Eriri miraban a su amiga con admiración, y Shirogami observaba en silencio, intrigado. Fue entonces cuando Koichi se dio cuenta de la llegada de los invitados y pidió a Shizuku que tomara un descanso.

Koichi se acercó a Shirogami y lo miró fijamente, examinándolo con interés. "Así que tú eres el hermano de Eriri," comentó, cruzando los brazos. "Dime, Shirogami, ¿por qué deseas aprender kenjutsu?"

Shirogami lo miró directo a los ojos. "Quiero hacerme más fuerte," respondió con tono firme y sincero.

Koichi alzó una ceja, algo sorprendido por la respuesta directa del chico. Luego, asintió, con una sonrisa apenas perceptible en su rostro. "Bien, esa es una razón válida. Pero la fuerza va más allá de la destreza física; también requiere disciplina y paciencia. Ve a cambiarte, y comenzaremos el entrenamiento."

Tras ponerse una ropa adecuada, Shirogami volvió al área de práctica, donde Koichi comenzó a evaluarlo con algunos ejercicios básicos. Le pidió que hiciera flexiones, carreras y ejercicios de agilidad. Para su sorpresa, Shirogami demostró una fuerza notable para su edad, y una resistencia poco común.

"Interesante," murmuró Koichi, observando al chico. Luego, decidió enseñarle los movimientos básicos: cómo sujetar correctamente la espada, la postura adecuada, y los golpes iniciales, como el corte y el rebane. Cada movimiento requería precisión y coordinación, pero Shirogami los asimilaba rápidamente, moviéndose con una calma y concentración casi inhumanas.

Sin embargo, Koichi notó algo que debía mejorar. "Tienes un ojo ciego," comentó, apuntando a la falta de visión en uno de los ojos de Shirogami. "Eso te pone en desventaja, especialmente contra ataques inesperados. Debes fortalecer tus otros sentidos para anticipar los movimientos que no puedes ver."

Antes de que Shirogami pudiera responder, Koichi lanzó un ataque rápido con la espada de práctica, acercándola lo suficiente para poner a prueba sus reflejos. Shirogami no pudo reaccionar a tiempo y apenas percibió el movimiento hasta que la espada ya estaba frente a él. Sintió un poco de frustración, aunque no lo mostró en su rostro.

"Esto es lo que quiero decir," explicó Koichi. "Necesitas entrenar para percibir los ataques incluso cuando no los veas venir."

Mientras tanto, Eriri y Kaori, inspiradas al ver el entusiasmo de Shirogami, pidieron unirse al entrenamiento. Koichi las miró con cierta cautela.

"Ya lo intentaron una vez," dijo con una sonrisa de lado. "¿Están seguras de que quieren volver a intentarlo?"

Ambas asintieron con determinación. Aunque tiempo atrás no habían soportado el esfuerzo físico, querían apoyar a Shirogami, y Koichi aceptó permitirles entrenar.

Así, la mañana transcurrió entre ejercicios, cortes y prácticas de resistencia. Eriri y Kaori intentaban seguir el ritmo, aunque no fue fácil. Kaori pronto mostró señales de cansancio, y tras un rato, se encontraba completamente exhausta, jadeando mientras intentaba recuperar el aliento. Eriri también estaba agotada, pero sorprendentemente, soportaba el entrenamiento mejor que Kaori. Koichi observó su esfuerzo con interés, preguntándose si algo más la impulsaba a soportar el esfuerzo físico.

Al final de la práctica, Shizuku, aunque algo cansada, se levantó con naturalidad y trajo bebidas para sus amigos. Se había acostumbrado al intenso entrenamiento, y su resistencia era evidente.

Shirogami, en cambio, solo mostraba unas gotas de sudor en la frente, su rostro impasible como siempre. Sin embargo, había algo diferente en él. Aunque su expresión permanecía neutra, en sus ojos brillaba un atisbo de satisfacción. Su fortaleza física sorprendió a todos, incluso a él mismo, quien empezaba a descubrir un nuevo sentido de propósito en sus acciones.

El resto del día lo pasaron jugando en el jardín de la casa de Shizuku. Eriri había llevado algunos juegos de mesa, y entre risas y competencia, el grupo se relajó después del entrenamiento intenso. Shirogami participaba con un interés renovado, aunque su rostro no mostrara grandes emociones. Eriri notó, sin embargo, que había algo diferente en su actitud. Lo observaba interactuar más cómodamente con los demás, y en pequeños momentos, parecía disfrutar de la compañía de sus nuevas amigas.

A medida que el sol empezaba a ocultarse, y los juegos terminaban, Shirogami sintió algo extraño. Estar rodeado de amigos, sintiéndose parte del grupo y siendo aceptado, hacía que algo en su interior se abriera lentamente.