Algo en Shirogami y Eriri comenzaba a cambiar, un leve pero poderoso despertar se gestaba dentro de ellos. Sin que lo notaran, mientras observaban el dibujo con concentración, una tenue aura plateada envolvía el ojo derecho de Shirogami, mientras que en el ojo izquierdo de Eriri se percibía una luz azul brillante.
Minutos después, lo que parecía una eternidad para ambos, finalmente salieron de su trance.
"¿Qué… qué acaba de pasar?" preguntó Eriri, algo desconcertada.
"No lo sé…" respondió Shirogami, mirando el dibujo que tenía entre las manos.
"Es extraño, pero siento que estoy olvidando algo…" musitó Eriri, clavando su mirada en el dibujo. Para su sorpresa, lo que él había esbozado era una imagen de ella misma, trazada con una delicadeza inesperada.
"Por cierto, tu dibujo quedó muy bien," dijo Eriri, regalándole una sonrisa cálida.
"Gracias," respondió Shirogami, dejando escapar una leve sonrisa apenas perceptible.
Eriri, notando su leve gesto, sonrió aún más. "Bueno, creo que ya es hora de prepararnos para dormir," dijo, sintiéndose algo cansada tras el largo día.
"Buenas noches," se despidió Shirogami, empezando a caminar hacia su habitación.
"Buenas noches," respondió Eriri, bostezando.
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Aun es muy pronto…
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Unos días después…
La familia se encontraba reunida en la sala, disfrutando de un té mientras conversaban.
"Bueno, creo que deberíamos empezar a pensar en tus estudios," dijo Mr. Spencer, dirigiéndose a Shirogami.
"¡Quiero que estudie conmigo!" exclamó Eriri, visiblemente emocionada ante la idea de tener a su nuevo "hermano" a su lado en la escuela.
"Para eso, necesitamos saber cuánto sabe ya," comentó Sayuri, sonriéndole con ternura.
"Exacto," agregó Mr. Spencer. "Como no sabemos tu edad exacta, hemos decidido que tendrás la misma que Eriri, nueve años. Ella regresa de las vacaciones de verano en un mes, así que podemos inscribirte en su escuela para entonces."
Shirogami asintió en silencio, aceptando la decisión de la familia.
Al realizar algunas pruebas, la familia quedó sorprendida por sus conocimientos: dominaba matemáticas, ciencias e incluso podía hablar y escribir en varios idiomas. Sin embargo, carecía de conocimientos básicos en historia y estudios sociales.
"¡Es increíble!" exclamaron, admirados por su habilidad natural en tantas áreas.
"Bueno, entonces tendremos que ponerte al día con esos temas," dijo Sayuri alegremente, acariciándole el cabello con afecto.
Las siguientes semanas…
Durante las tres semanas siguientes, Shirogami se dedicó a estudiar geografía, historia y otras materias de estudios sociales, mientras Eriri cumplía con sus tareas de verano. En sus ratos libres, se divertían juntos, ya fuera jugando en el jardín, dibujando en el estudio de Eriri, o compartiendo sus pequeños logros diarios. Su vínculo, en esos días de inocencia, se iba fortaleciendo cada vez más.
Una Semana Antes del Regreso a Clases…
Ese día, la familia había decidido hacer algo especial. Los Sawamura habían planeado una salida al parque de diversiones, un lugar lleno de juegos, luces y risas. Al llegar, los ojos de Eriri se iluminaron de emoción.
"¡Vamos, Shirogami, tenemos que subirnos a todos los juegos!" dijo Eriri, tomando su mano y llevándolo, corriendo hacia las atracciones.
Comenzaron probando la montaña rusa, y aunque al principio Shirogami parecía incómodo, terminó dejando escapar una pequeña risa mientras descendían por la pendiente más pronunciada. Sayuri y Mr. Spencer observaban con alegría, felices de verlos disfrutar como hermanos.
"¿Quieres un algodón de azúcar?" preguntó Sayuri, ofreciéndoles un algodón de azúcar gigante. Shirogami miró el dulce con curiosidad, y Eriri lo animó a probarlo, estallando en risas cuando vio su expresión sorprendida por el sabor tan dulce.
La tarde pasó entre risas, juegos y momentos inolvidables. Subieron a los carros chocones, ingresaron por la casa de los espejos y probaron su puntería en juegos de feria, ganando pequeños premios que intercambiaban entre ellos.
Finalmente, ya entrada la noche, decidieron dar un último paseo en la noria. Los cuatro se acomodaron en la cabina mientras ésta subía lentamente. Desde lo alto, la vista de las luces de la ciudad era deslumbrante, y el silencio del momento se volvió mágico. Mientras admiraban el paisaje, Eriri, agotada, se recostó en el hombro de Shirogami y empezó a quedarse dormida.
"Es tan hermoso…" susurró Eriri con los ojos entrecerrados, su voz quedando cada vez más suave.
"Sí…" respondió Shirogami en voz baja, aunque sin apartar la mirada de la vista nocturna.
La noche avanzó, y ambos niños acabaron durmiéndose en el asiento, arrullados por el suave balanceo de la cabina de la noria.
Al bajar, Sayuri y Mr. Spencer los cargaron con cuidado, llevándolos en brazos hasta el auto. Mientras los niños dormían profundamente, sus padres intercambiaron una mirada de satisfacción y ternura, sabiendo que habían vivido un día que quedaría en la memoria de ambos niños, fortaleciendo el lazo que los unía como familia.
Pasaron las semanas, y finalmente llegó el día tan esperado. Eriri y Shirogami se dirigían a la escuela, donde él sería presentado como un nuevo estudiante.
Shirogami llevaba su uniforme escolar: una camisa blanca impecable, corbata azul marino y una chaqueta oscura con el escudo de la escuela en el pecho. Los pantalones de corte recto le daban un aspecto formal que, combinado con su expresión seria, lo hacía ver como un alumno muy particular. A su lado, Eriri lucía su propio uniforme: una blusa blanca con una elegante bufanda azul atada en un lazo y una falda tableada en tono gris oscuro. Sus cabellos rubios, siempre recogidos en dos coletas con cintas azules, bailaban al compás de su paso alegre y lleno de energía.
Mientras caminaban por el pasillo, algunos alumnos volteaban a observarlos, susurrando entre ellos al ver al nuevo compañero de clase. Eriri, dándose cuenta de la atención que llamaban, le sonrió con ánimo a Shirogami. "Tranquilo, será divertido. ¡Te presentaré a todos mis amigos!"
Finalmente, llegaron al aula. La profesora los recibió con una sonrisa y señaló a Shirogami para que diera un paso adelante.
"Buenos días, clase. Hoy tenemos un nuevo compañero. Él es Shirogami Sawamura," dijo la profesora, presentándolo al grupo.
Shirogami asintió suavemente. "Mucho gusto…" dijo en un tono bajo y monocorde, lo cual sorprendió a algunos de los estudiantes, intrigados por su apariencia y seriedad.
Eriri, sin perder el entusiasmo, lo animó a sentarse a su lado, reservando un pupitre junto al suyo. "¡Aquí, Shirogami!" le dijo en voz baja, mientras él tomaba asiento, aún algo incómodo con la atención.
La clase continuó, y aunque Shirogami permanecía en silencio, sentía curiosidad por el entorno nuevo, los libros y cuadernos frente a él, y la calidez del salón iluminado. Eriri, a su lado, le susurraba comentarios sobre los profesores y las actividades, haciéndole sonreír levemente de vez en cuando.
En ese primer día, mientras miraba el aula llena de alumnos y los rostros sonrientes de Eriri y los demás, Shirogami sintió una extraña paz. Quizás, pensó, estaba en el lugar correcto para comenzar a crear nuevos recuerdos y descubrir aquello que estaba perdido en su interior.