Luego de que Eriri le mostrara cada rincón de su nuevo hogar, llegó la hora de la cena. La familia Sawamura se reunió en el elegante comedor, donde los esperaba una cena preparada especialmente para dar la bienvenida a Shirogami.
—¿Has visto ya tu nueva habitación? ¿Te gusta, Shirogami? —preguntó Sayuri suavemente, con una sonrisa cálida en su rostro.
Shirogami asintió con una leve inclinación de cabeza, su mirada reservada.
—Me alegra mucho oír eso —sonrió Sayuri, transmitiéndole su cariño.
—A mí también me alegra —añadió Mr. Spencer con una leve inclinación, como quien ofrece una bienvenida formal.
—Bien, con esta cena queremos darte la bienvenida a nuestra familia. Espero que pronto te sientas como en casa y puedas confiar en nosotros como en tu propia familia —continuó Mr. Spencer, con tono sincero.
—Gracias —respondió Shirogami, casi en un susurro, con una voz monótona. Sus palabras tomaron por sorpresa a todos, ya que era la primera vez que escuchaban su voz.
Sayuri y Mr. Spencer se miraron con una expresión de ternura, mientras Eriri, emocionada, contenía una sonrisa.
—Entonces, sin más que decir… ¡comamos! —anunció Mr. Spencer, aún con la sorpresa reflejada en su rostro.
—¡Itadakimasu! —dijeron todos al unísono, mientras comenzaban a cenar.
Shirogami observó cómo sus nuevos familiares usaban los palillos con destreza, y él, con torpeza, intentó imitarlos, llevándose la comida a la boca lentamente. Al notarlo, Sayuri se acercó y con delicadeza lo ayudó, llevándole un bocado a los labios.
—¿Está delicioso? —preguntó Sayuri con ternura.
—Sí… —murmuró Shirogami suavemente.
—¡Yo también quiero darle de comer! —dijo Eriri, entusiasmada, y le ofreció un pedazo de sushi. Shirogami aceptó el gesto, aún un tanto confundido por la energía de su nueva "hermana".
Terminada la cena, pasaron un rato juntos, disfrutando de una tranquila convivencia en la sala antes de retirarse a descansar. Sayuri, tras despedirse de los niños, miró a su esposo con una expresión pensativa.
—Entonces, ¿no se encontró nada sobre él? —preguntó Sayuri en voz baja, cuando ya estaban en su habitación.
—Nada. No hay información sobre él en ningún registro… temo que pertenece a otro… mundo —respondió Mr. Spencer con tono enigmático, sin apartar la mirada.
Sayuri lo miró con preocupación.
—No habrá ninguna consecuencia por haberlo adoptado, ¿verdad? —preguntó, inquieta.
—No te preocupes. Existe el acuerdo. No debería suceder nada —respondió él, tratando de tranquilizarla.
—Es solo que… aunque lo acabamos de conocer, siento algo especial por él. ¿Tú también sientes esa conexión, verdad? —preguntó ella, buscando comprensión en la mirada de su esposo.
—Sí, es una sensación extraña —admitió Mr. Spencer, tomando su mano—. Pero no te preocupes. Todo saldrá bien. Además, creo que hemos cumplido con el deseo de Eriri de tener un hermano.
—¡Tú y tus ocurrencias! —exclamó Sayuri, sonrojada, aunque una sonrisa le suavizaba la expresión.
Mientras los padres disipaban sus preocupaciones, en su habitación Shirogami se acomodaba en su cama, vistiendo un pijama oscuro. Cerró los ojos y, en cuestión de minutos, cayó en un sueño profundo… solo para despertarse en un lugar desconocido.
Flotaba en un vasto espacio, sin suelo bajo sus pies ni cielo sobre él. Intentó moverse, pero era imposible, como si estuviera atrapado. Entonces, una figura borrosa apareció a lo lejos, una silueta que le resultaba extrañamente familiar. Portaba una espada peculiar, cuya vaina era roja y blanca, como si se tratara de dos espadas unidas: una corta y otra larga. La figura parecía murmurar algo.
—S…h…i…r…o…
Las palabras se desvanecían en ecos, pero Shirogami intentó aferrarse a ellas, sin comprender su significado. La silueta comenzó a desvanecerse, y Shirogami sintió que el entorno se tornaba cada vez más oscuro.
—D…p…e…
Quería recordar esa escena, aquella espada… pero un vacío lo tragaba, impidiéndole retener la imagen.
De repente, abrió los ojos y se encontró con la cara preocupada de Eriri, quien lo miraba fijamente.
—¿Estás bien? No despertabas… —preguntó ella, con un tono suave.
—Sí… solo estaba soñando —respondió Shirogami, algo desorientado.
—¿Recordaste algo? —preguntó Eriri, esperanzada.
—No… no estoy seguro… —respondió él, con incertidumbre.
—Ya veo… —Eriri suspiró con una mezcla de decepción y ternura—. Bueno, entonces será mejor que te prepares. ¡Es hora de desayunar! —añadió, recuperando su sonrisa mientras lo tomaba de la mano y lo guiaba al baño.
Después de lavarse y vestirse, bajaron al comedor, donde Mr. Spencer leía el periódico y Sayuri disfrutaba de una taza de té.
—Buenos días, hijos. ¿Durmieron bien? —preguntó Sayuri con una sonrisa cálida.
—¡Sí! Dormí genial —respondió Eriri alegremente.
—Buenos días —murmuró Shirogami.
Las sirvientas sirvieron el desayuno, y la familia comenzó a comer en un ambiente tranquilo. Tras el desayuno, Eriri, emocionada, llevó a Shirogami a su habitación, que estaba decorada con estantes repletos de mangas, novelas, juegos y dibujos. Había una pequeña pila de herramientas de dibujo sobre su escritorio, que mostraban la dedicación que Eriri tenía por su arte.
—¡Mira, Shirogami! Estos son algunos de mis mangas y juegos favoritos —dijo Eriri, mostrándole cada uno con entusiasmo.
Aunque Shirogami no comprendía del todo lo que le mostraba, observaba atentamente. Había algo en esas figuras, especialmente aquellas que portaban espadas, que despertaba un sentimiento en él… una conexión con algo olvidado.
—¿Te gustaría intentar dibujar algo? —le ofreció Eriri, mostrando sus bocetos.
—No… no sé dibujar —admitió él, sin mucha emoción.
—No te preocupes, yo te enseñaré —respondió ella, determinada a ayudarlo.
Pasaron horas juntos, entre risas y trazos. Al final del día, Shirogami dibujó algo: una espada. Su diseño se asemejaba a la que había visto en su sueño, con una vaina roja y blanca.
—Espera… —susurró Eriri al ver el dibujo, sorprendida. Algo en esa imagen resonaba profundamente en ella, como si despertara un recuerdo olvidado.
Ambos miraron el dibujo en silencio, mientras una sensación desconocida crecía en sus corazones.