—Esta cosa apesta —se quejó el pelirrojo, pateándola con su pie libre. No ayudaba mucho, pero intentaba algo. Sin embargo, todos esos esfuerzos se vieron opacados por la figura que empezaba a materializarse frente a ellos. La masa se transformó en una mujer alta, de cabellos negros y ojos cafés. Vestía un elegante vestido carmín y unos tacones negros con adornos rojizos. Atrapó a Seth; sosteniendo sin mucho esfuerzo el tobillo del chico. Con nulo cuidado, lo elevó un poco, obligándolo a quedarse cabeza abajo y sentir cómo la sangre subía hasta su cerebro.
En un rápido movimiento, la mujer tomó a Thomas por el cuello y lo apretó fuertemente, quitándole el aire. El rubio se agitó para poder soltarse, pero ella era demasiado fuerte. La pelinegra sonrió morbosamente y arrojó a Tom contra una pared que se rompió por el impacto, haciendo que el hombre terminara en la habitación contigua, atrapado entre los escombros.
La habitación ahora estaba sumida en un silencio tenso, solo interrumpido por los sonidos de la destrucción. Seth, aún atrapado por la extraña mujer, luchaba por liberarse, mientras Tom intentaba recuperarse del brutal golpe. La misteriosa mujer se mantenía imperturbable, revelando su fuerza sobrenatural y su desdén hacia los dos intrusos en su territorio.
El ambiente se cargó de una energía ominosa mientras ellos luchaban por sobrevivir en medio de la oscura magia que los envolvía.
El Caballero de la Oscuridad Eterna, que se quedó fuera del motel, había desaparecido sin dejar rastro mientras la mujer recién llegada los atacaba sin piedad.
—Ahora veremos de qué estás hecho, Seth Lennox —sentenció la mujer, mostrándose satisfecha con la situación. Balanceó su cuerpo junto al cuerpo colgante del joven pelirrojo, taconeando con elegancia el suelo mientras caminaba. Seth seguía mirando al lugar donde Tom había aterrizado; nada se movía y eso inquietó al chico.
El tiempo transcurría lentamente, y Lennox pudo ver cómo su padre se levantaba en cámara lenta. Sintiéndose aliviado, el de ojos dorados sonrió al verlo de pie. Thomas se acomodó los mechones rubios que caían sobre su rostro y tomó un conjuro de su chaqueta. Cuando lo arrojó al suelo, la mujer se giró sorprendida por la resistencia del moreno. Las tupidas cejas negras se curvaron y fruncieron; la respiración se volvió pesada y su enojo creció.
—No puedes vencerme tan fácilmente, criatura de las sombras —declaró Thomas con determinación, su voz resonando con un toque de desafío.
La mujer, desconcertada por la resistencia inesperada de los intrusos, se preparó para un nuevo enfrentamiento. La habitación, ahora marcada por los rastros de la batalla, se convirtió en el escenario de una lucha entre la luz y la oscuridad, donde la magia y la fuerza sobrenatural se entrelazaban en un combate implacable.
La mujer desconocida agitó su brazo libre hacia una esquina y Thomas voló en la misma dirección. La única diferencia era que ella no se golpeó, pero él fue atizado contra las paredes del pequeño y maltrecho motel. Los ojos dorados de Seth se vieron angustiados y furiosos al ver cómo maltrataban a su protector.
—¡Detente! —logró ordenar el chico, pero el dolor en su cabeza le impedía hacer mucho más. Solo cuando vio a Thomas caer al suelo, ensangrentado, magullado y adolorido, gritó con todas sus fuerzas—. ¡Tom! —Su ruego vino acompañado por una brisa que atravesó todo el edificio fugazmente. La mujer se sintió extraña y arrojó al chico al suelo.
La mujer, desconcertada por la fuerza inusual que se desató, se vio momentáneamente afectada. El cuerpo maltrecho de Thomas yacía en el suelo, pero la pausa repentina en la agresión permitió que Seth se pusiera de pie, dispuesto a enfrentar lo que sea necesario para proteger a su mentor y amigo. La habitación, marcada por los estragos del conflicto, se llenó de una tensión aún más palpable mientras la confrontación entre la magia y la oscuridad continuaba desplegándose.
El crujido de las paredes, el rechinido de los suelos y el silbido del aire los hizo mirar hacia arriba. La tierra cayó y el polvo se elevó; los cimientos se venían abajo y las paredes empezaron a colapsar. Incluso el cuerpo de aquella malévola entidad femenina se dividió en dos, soltando borbotones de un líquido negro similar al alquitrán. Este líquido salpicó el suelo y el rostro de Seth, inundando el ambiente con el olor denso y oscuro de esa sustancia viscosa que se deslizaba a sus anchas por lo que quedaba de suelo. Sus entrañas se dispersaron por los restos y su mitad superior chocó con el suelo, liberando un horroroso sonido que resonó en el aire.
Seth, aun aguantando los mareos que le vinieron de repente y la extraña sensación de culpa, corrió para salvar a Thomas, quien seguía inconsciente. El pelirrojo tomó a su padre y lo arrastró fuera del edificio que se venía abajo. Al mirarlo desde afuera, la magnitud del desastre era mucho peor; toda la edificación había sido cortada por la mitad limpiamente, sin error, sin vacilación. "Oh, por Dios…". Susurró en silencio el muchacho cuando vio que la estructura estaba por caer justo encima de ellos, y no se movió. Por alguna razón, su cuerpo estaba derrengado, aturdido y horrorizado como para levantarse y correr.
Entonces, el edificio cayó sobre ellos, envolviéndolos en un torbellino de escombros y polvo. La destrucción fue completa, dejando a Seth y a su padre, atrapados en el caos de lo que una vez fue el motel, ahora reducido a ruinas. La oscuridad y el silencio se apoderaron del lugar, marcando el final de la confrontación y sumiendo a todos en un abismo de incertidumbre.
Las horas pasaron y el crepúsculo se alzó con majestuosidad exagerada, por los picos de las montañas renegadas. La celosa oscuridad se abalanzó y cubrió con su belleza los campos nevados y las ciudades despreocupadas. Nadie lo sabía, nadie lo notaba, pero esa noche estaba atormentándolos en silencio. Algo estaba roto, estaba fuera de lugar y desestabilizado.
Hubo un par de orbes celestes que miraban la noche sin estrellas, sin luna, solo para darse cuenta de que ya era tarde. Se deslizaron hasta su costado, viendo el cabello rojizo de su acompañante, cubierto de polvo, manchado por la tierra y masacrado por el golpe. El cuerpo entumecido se removió debajo de los escombros, incómodo, molesto y desganado. Notorios eran los golpes en su cuerpo, pues la piel se mostraba magullada y sangrante, la ropa estaba desgarrada en varias partes y eso provocaba más suciedad en las heridas. Cuando se quitó de encima los escombros, se sentó deshaciendo el sello protector que logró conjurar antes de ser aplastados por el edificio.
Gruñó por lo adolorido que estaba su cuerpo y su alma, sabiendo que no sería capaz de usar magia durante varios días. Se excedió y lo sabía, pero no iba a permitir que lastimaran a Seth. "Tampoco fui de mucha ayuda…" se burló de sí mismo el rubio. Por fin, se puso de pie y se dirigió directamente hacia donde estaba Seth. Levantó unos cascotes y los arrojó a un lado para poder liberar el cuerpo inmóvil del chico, del cual, todavía mantenía el sello protector sobre sí.
La escena estaba impregnada de dolor y desolación, con la penumbra envolviéndolos y el frío de la noche mordiendo sus heridas. Thomas se esforzó por ser la fuerza que Seth necesitaba en ese momento, mientras enfrentaban juntos las secuelas de la despiadada confrontación.