Chereads / Seth Lennox, el mensajero de la Destrucción / Chapter 18 - Capítulo XVIII: Orkestrar.

Chapter 18 - Capítulo XVIII: Orkestrar.

Seth empezó a sudar frío cuando escuchó la voz del niño que, a pesar de no ser especialmente angelical, poseía un matiz inquietante y penetrante. Sin embargo, no era la calidad vocal lo que perturbaba al pelirrojo, sino las palabras mismas de la canción. Cada verso resonaba en el aire como un presagio oscuro, casi como si las notas estuvieran tejiendo un sombrío anuncio de su propia muerte.

Oh, muerte, ladrona de la vida,

Con tus alas que incineran el alma.

Las palabras se entrelazaban en una melodía que parecía emanar de lo más profundo de la oscuridad, y cada estrofa llevaba consigo un peso ominoso. El niño frente a Seth, con su rostro idéntico al suyo, continuaba cantando, sus ojos reflejando una extraña mezcla de inocencia y malevolencia.

La melodía se aferraba a la mente de Seth, como si estuviera grabándose en su conciencia de una manera imborrable. Cada palabra parecía resonar con un eco funesto, y el pelirrojo se sentía cada vez más atrapado en un torbellino de terror. La canción, lejos de brindar consuelo o alivio, servía como una cruel profecía que susurraba el destino inevitable que le aguardaba.

De repente, más de esas criaturas, con sus rostros ausentes y atuendos tétricos, se levantaron con movimientos erráticos. Algunos se desplazaban con velocidad casi frenética, mientras otros avanzaban de manera lenta y descuidada. Todos y cada uno de ellos, sin excepción, rodearon a Seth, creando un círculo ominoso que lo encerró en aquel lugar, junto al niño que aún lo miraba con una expresión totalmente vacía.

La multitud de figuras sin rostro formaba un coro silencioso alrededor de Seth, generando una atmósfera aún más claustrofóbica. La quietud se apoderó del espacio, y el pelirrojo se sintió atrapado en un cuadro macabro, rodeado por entidades inexplicables que desafiaban toda lógica.

Entonces, cuando todo estuvo en un inquietante silencio, surgió desde lo más profundo de cada una de esas criaturas una horripilante melodía de ultratumba. Los sonidos discordantes y las notas disonantes resonaron en el aire, como si fueran la manifestación misma de la angustia y el horror. La melodía, lejos de ser armoniosa, evocaba un sentimiento de desesperación y desasosiego, como si la mismísima esencia de la muerte estuviera impregnada en cada acorde.

Muerte, muerte, muerte, en tu presencia,

La realidad se desvanece en obediencia.

Y en medio de toda esa canción de ultratumba, una voz mucho más oscura se dejó escuchar. Era una voz que no resonaba en el espacio tangible a su alrededor, sino que emanaba desde lo más profundo de su mente, como si proviniera de los recovecos más oscuros de su propia psique.

Esta voz siniestra se deslizó en el torrente de notas disonantes, creando un contrapunto aterrador que se entrelazaba con la melodía surrealista. Sus palabras eran ininteligibles al principio, murmullos guturales y susurros infernales que se entremezclaban con la cacofonía musical.

A medida que la voz oscura persistía, las palabras comenzaron a tomar forma en la mente de Seth, aunque su significado escapaba a la comprensión lógica. Eran frases en un idioma antiguo y olvidado, o tal vez manifestaciones de pensamientos perturbadores que habían estado ocultos en lo más profundo de su ser. Cada palabra parecía ser una revelación macabra, un eco de verdades ocultas y temores enterrados.

Y, en algún momento, logró entender las palabras.

"Puedes escucharlo, llamándote. Así es como se siente estar destrozado.

Cierra los ojos en la negrura profunda,

Donde la muerte te canta suavemente.

En el silencio de la noche, contempla,

El misterio de la vida y su destino pendiente.

Puedes escucharlo llamándote.

Puedes sentir… las sombras arrastrándose en tu mente".

—¡No cierres los ojos! —atinó a decirse Seth, su voz luchando por emerger entre el caos de sonidos discordantes y la invasión de la oscura voz que surgía de su propia mente. Su conciencia se encontraba en un estado de caos, su mente hecha un desastre, sus ojos pesados y su cuerpo totalmente adormecido. Sin embargo, a pesar de sus esfuerzos por resistir, todos sus intentos resultaron en vano, y se rindió ante la somnolencia que le provocaba la extraña sinfonía que lo envolvía.

Quiso, aunque fuera un poco, abrazar al niño que tenía frente a él. La figura idéntica a sí mismo permanecía imperturbable, con sus ojos vacíos fijos en Seth. El pelirrojo extendió su brazo, pero la conexión entre su voluntad y su cuerpo se desvaneció rápidamente. Su brazo cayó sin fuerzas sobre el suelo, la distancia entre él y el niño sin rostro se mantenía inalterada.

La melodía de ultratumba, la voz oscura y la sensación de somnolencia se entrelazaron, sumiendo a Seth en un estado onírico que desafiaba toda lógica. Las palabras ininteligibles y las notas discordantes se fusionaron en una sinfonía surrealista, mientras el pelirrojo se entregaba gradualmente al letargo que lo envolvía. La realidad y la pesadilla se fundieron en una experiencia abrumadora, y Seth se deslizó hacia la inconsciencia, sin poder evitar sentir que algo oscuro y desconocido lo reclamaba en lo más profundo de su ser.

—Orkestrar, un placer hacer tratos con ustedes, presentadores de la Orquesta del mal —habló una voz femenina, resonando con un tono gélido y autoritario que cortaba el aire como una cuchilla—. Ahora, con este hijo de perra, tendremos el reconocimiento que siempre nos hemos merecido. No fue nada fácil encontrarlo, pero el mago está lejos, lo dejó sin protección —continuó mientras emergía de entre los árboles. Era una mujer de tez blanca, su cabello ondulado y oscuro enmarcaba un rostro de expresiones frías, y sus ojos, pequeños, pero intensos, poseían el color profundo del café. Se acercó a Seth con determinación y apretó su cuello con ferocidad—. Así que, este niño es quien ha provocado tanto escándalo estos meses.

Los miembros de Orkestrar asintieron lentamente, revelando máscaras insensibles que ocultaban cualquier rastro de humanidad. Seth, en medio de su confusión y debilidad, luchaba por entender la dimensión de la amenaza que ahora se cernía sobre él.

—Seth Lennox… —murmuró la mujer, dejando que el nombre flotara en el aire con un dejo de desprecio—. ¿Qué tiene de especial este niño?

La interrogante resonó en la atmósfera cargada de tensión. Mientras la mujer mantenía su agarre implacable en el cuello de Seth, los miembros de Orkestrar permanecían en silencio, observándolo con ojos que destilaban malevolencia. La respuesta a la pregunta parecía ser crucial, y Seth, con su mirada somnolienta y su resistencia debilitada, se esforzaba por comprender la magnitud de su papel en esta oscura sinfonía.