—El señor… la señora… los príncipes están ansiosos, quieren a… Seth Lennox cuanto antes… —anunció un miembro de la orquesta, su voz resonando con una mezcla de servilismo y ansiedad. La pelinegra, quien mantenía su firme agarre en el cuello de Seth, dejó al joven y se puso de pie. Un aura impenetrable envolvía al recién llegado, y su presencia resultaba imposible de analizar, lo que provocó un estremecimiento en la mujer de cabello oscuro.
De repente, emergió de la densa oscuridad del bosque un hombre. Aplaudía con entusiasmo, su sonrisa se extendía de oreja a oreja, revelando una expresión de deleite que no concordaba con la situación. La pelinegra, aunque conocía la identidad del recién llegado, no podía evitar sentir una incomodidad creciente ante su presencia.
—Impresionante, Nisha. No creí que serías capaz de atrapar al escurridizo muchacho —comentó él, un hombre alto con cabellos rubios que caían desordenadamente sobre su rostro. Sus ojos, un par de iris rojos como la sangre misma, cambiaban de color de manera inquietante, como si fueran capaces de camuflarse. A pesar del aparente elogio, Nisha no mostró señales de disfrutar del humor del hombre; su expresión permaneció imperturbable, sin rastro de risa o diversión—. Ay, vamos, es un halago. Hiciste lo que mis dos mejores soldados no pudieron. Ellos eran unos inútiles, en cambio, tú eres inteligente, pequeña Nisha —explicó, caminando con seguridad hasta donde yacía Seth, dormido.
La presencia del hombre rubio agregó una capa adicional de tensión al ya cargado ambiente. Sus palabras resonaron con una confianza desafiante, revelando una relación compleja y posiblemente conflictiva con Nisha. Mientras se dirigía hacia Seth, sus ojos de tonalidad cambiante examinaban al joven pelirrojo con una mezcla de interés y satisfacción retorcida.
—Este niño tiene un papel importante que desempeñar en nuestros planes. Oh, estoy seguro de que sí. ¿No es así, Seth Lennox? —añadió el hombre, dirigiendo una mirada penetrante hacia el rostro inconsciente del pelirrojo. La tensión en el aire aumentó, como si la presencia de Seth estuviera conectada a un destino más grande y siniestro del que aún no se conocían todos los detalles.
—Ah, queridos amigos de la Orquesta del mal, qué placer verlos en acción. Y tú, precioso Seth, ¡qué sorpresa tan encantadora! —exclamó el hombre, su voz resonando con un tono de diversión retorcida.
Los miembros de Orkestrar se inclinaron ligeramente en señal de respeto, mientras que la pelinegra, aunque visiblemente afectada por la presencia del hombre, mantuvo una postura de determinación.
—Estoy emocionado por la actuación que nos espera. Creo que esta noche será memorable, ¿no creen? —añadió el hombre, su mirada centelleando con una malicia que sugería una comprensión más profunda de los eventos en desarrollo. La pelinegra apretó los dientes, consciente de que la presencia de este hombre añadía un giro aún más oscuro a la ya turbia trama que se desarrollaba en el bosque.
—Señor, es tiempo de llevarlo. El efecto de la Orquesta no durará mucho —habló Nisha con una seriedad que denotaba su compromiso con la tarea. Se posicionó a un lado del hombre rubio, aguardando nuevas indicaciones.
—Le diré a Eidolon que venga a recogerlo. Mi hermano hará esto más rápido. Yo, por otro lado, disfrutaré de este momento de libertad antes de volver. No es fácil encontrar un vehículo digno de mí, pequeña Nisha —mencionó el hombre rubio con una mezcla de arrogancia y desenfado. Sus ojos, antes rojos como la sangre, pestañearon y cambiaron a un tono celeste claro, agregando un toque de desconcierto a la escena. La pelinegra lo observaba con detenimiento, consciente de la complejidad que envolvía a este individuo.
—Sí, señor Belial —murmuró la chica en respuesta, y el rubio desapareció en un suave pestañeo, como si se hubiera desvanecido en las sombras. Nisha permaneció allí, su mirada fija en Seth, mientras esperaba la llegada del Príncipe Eidolon, anticipando la siguiente fase de esta intrincada trama en la que se encontraba involucrada.
La Orquesta se retiró en un silencio casi imperceptible, desvaneciéndose en las sombras con una eficacia que reflejaba su maestría en el arte del sigilo. Pasados unos minutos, Nisha, alerta y vigilante, comenzó a percibir un aura que destilaba una presencia que no pertenecía a ninguno de los suyos. La pelinegra frunció el ceño, inicialmente creyendo que podría tratarse del Príncipe Eidolon, pero pronto se dio cuenta de que sus instintos le advertían de algo diferente y potencialmente más peligroso.
Si no podía identificar el aura de esa criatura con su agudo sentido, entonces estaba enfrentando una amenaza considerable. La tensión en el aire aumentó, y Nisha, sin bajar la guardia, se preparó para lo desconocido que se avecinaba. Su mente estratégica trabajaba rápidamente para evaluar las posibles amenazas y diseñar un plan de acción, mientras su mano se aferraba con firmeza al arma que reposaba en su cinturón. En aquel momento, el bosque pareció cobrar vida propia, susurros inaudibles y la sensación de ser observada desde las sombras aumentaron la intriga y la inquietud de Nisha.
No podía aventurarse a investigar sin dejar a Seth solo, sin embargo, algunos miembros de Orkestrar regresaron, emergiendo de entre las sombras que rodeaban las lápidas. Estaban allí por la misma razón que Nisha: habían sentido la perturbadora presencia de algo más en el Bosque de los Cementerios. A pesar de su experiencia y habilidades, compartían la misma incertidumbre que la pelinegra en cuanto a la naturaleza exacta de la amenaza.
El regreso de los Orkestrar, con sus máscaras imperturbables, indicaba la gravedad de la situación. No lograban identificar qué acechaba en las sombras, pero su instinto les decía que era algo poderoso y esquivo. La intriga y la inquietud se extendieron entre ellos, al igual que la sensación de que el Bosque de los Cementerios, aunque conocido, podía ocultar secretos oscuros y formidables.
Nisha, manteniendo su posición junto a Seth, intercambió miradas con los miembros de Orkestrar. La tensión en el aire era palpable, y la incógnita que envolvía a esta presencia misteriosa elevaba la atmósfera a un nivel de urgencia y expectación. A pesar de su rango A, Nisha compartía el desconcierto de sus compañeros, consciente de que la criatura oculta debía poseer habilidades excepcionales para eludir incluso su agudo sentido.
Cierre del primer arco: Cuando se cierran los ojos.