Chereads / Seth Lennox, el mensajero de la Destrucción / Chapter 14 - Capitulo XIV: Amigos.

Chapter 14 - Capitulo XIV: Amigos.

La taza de té de frutilla fue gentilmente ofrecida por Thomas a Seth, quien aceptó con gusto el sabroso brebaje. El aroma dulce de la frutilla impregnó el aire, proporcionando un toque de calidez a la misteriosa reunión en el lujoso comedor de Helgedomen.

—Esta es para ti —informó Tom, pasando la taza al chico—. Es de frutilla y está caliente —agregó, revelando su preocupación por el bienestar de Seth. El pelirrojo asintió agradecido y disfrutó de un reconfortante sorbo.

—Bueno, a mí tampoco me gusta convivir con viejos amargados. —Sonrió Seth, tomando otro sorbo de su sabroso té de frutilla. Su debilidad por los sabores dulces era evidente, y el té no hizo más que agregar un toque de indulgencia a su experiencia.

Richy, el irónico y tosco compañero de Thomas, no pudo evitar comentar sobre la elección de bebida de Seth:

—Oye, Thomas, tu mocoso es muy irrespetuoso. Además, ¿quién en su sano juicio bebe ese insulto a las infusiones? —protestó, señalando el té de frutilla—. Es más, ¿por qué sostiene la taza de esa forma? Ah, ¿y por qué estamos utilizando la vajilla de porcelana siendo que podemos tomar en esas tazas cualesquiera? —interrogó Richy señalando un grupo de tazas de plástico y jarros metálicos—. No, no, no, tengo una mejor: ¿Por qué estamos desayunando en el comedor como malditos riquillos de cuarta?

Thomas, siempre relajado, respondió con simpleza:

—Porque sí. Sabes muy bien para qué sirve el comedor, compórtate —comentó con una tranquilidad que exasperó a Richy, quien se llevó la mano a la cara en un gesto de desesperación.

—¡Cierto! Se me olvidaba que fuiste criado por esos imbéciles de la realeza. Con razón… —rezongó Richy, estirando su piel con la palma de la mano, demostrando su desdén hacia las formalidades.

—Me toca, ¿Qué es este lugar? ¿Por qué tu amigo se comporta como un niño? ¿Y hay más té? —Interrogó Seth, mostrando la taza borgoña con bordes negros. Thomas le sirvió más té y aclaró la situación.

—Esto es el Helgedomen, mi casa de seguridad. Estamos debajo de una iglesia, la única estructura que quedó en pie luego de la guerra. Este lugar es nuestro refugio, Seth, te enseñaré todo lo que hay aquí. Richy es un poco tosco e infantil, pero es un buen amigo. Él insiste en que te entrene, pero eso depende de ti, Seth —explicó Thomas, dirigiendo su mirada al pelirrojo.

—Quiero entrenar. Richy, por favor, enséñame. —La determinación en las palabras de Seth provocó una sonrisa de triunfo en Richy. Thomas asintió con satisfacción.

—¡Te dije, Tom, amigazo! Seth está hecho para pelear —alardeó Richy—. Tus paranoias son innecesarias —añadió, levantando su vaso de whisky matutino en un gesto triunfal.

—Sí, tenías razón, Richy. —Aceptó Thomas, sonriendo al final. Mientras tanto, Seth observaba con asombro las interacciones entre los dos, sin comprender completamente el trasfondo de su conversación.

Seth, con el eco de las historias de Thomas aun resonando en su mente, dejó atrás la mesa del desayuno y se aventuró por los intrincados pasillos del Helgedomen. La majestuosidad del lugar lo envolvía, cada piedra antigua y cada vitral fragmentado contaban la historia de un pasado que había sido marcado por la fe y, más tarde, por la desolación de la guerra. Aunque la imponente estructura ya no albergaba rezos y cánticos, ahora se erguía como un refugio, una especie de santuario transformado por la necesidad de sobrevivir.

Thomas, su padre, le había narrado la trágica historia de Heaven Grove, el pueblo que una vez floreció alrededor de la antigua iglesia. Las cicatrices de la guerra se cernían sobre el Helgedomen, despojándolo de la belleza que antaño había adornado sus muros. Aun así, la imponente presencia del lugar dejaba entrever la resiliencia que había permitido su transformación en un refugio seguro.

Caminando por los pasillos, Seth se encontró con recuerdos visuales de la labor incansable de su padre. Las renovaciones y las mejoras en la infraestructura del antiguo búnker reflejaban el empeño de Thomas por proporcionar un lugar seguro en tiempos inciertos. El nombre "Helgedomen" resonaba con una dualidad de significados: la conexión con la iglesia original y la evolución hacia un propósito protector y necesario.

El invierno, aunque cruel en su manto gélido, no lograba eclipsar la peculiar belleza que envolvía el Helgedomen. La tarde de invierno parecía iluminar cada rincón con una luz especial, como si el lugar desafiara la dureza de la estación. El jardín, adornado con flores y plantas desconocidas para Seth, se desplegaba como un oasis en medio del frío invernal.

Las estaciones en el Helgedomen tomaban matices inusuales. A pesar de la lejanía del sol, su luz grácil se filtraba a través de las ventanas, bañando el lugar con un fulgor radiante. La luna, cuando tomaba el relevo en el cielo nocturno, teñía el Helgedomen con un resplandor que atraía irresistiblemente hacia la belleza del crepúsculo. Aunque el frío pudiera helar cada rincón, la magia del sitio parecía desafiar las normas estacionales, creando una atmósfera única y enigmática que dejaba a Seth maravillado y, al mismo tiempo, desconcertado ante la singularidad de su entorno.

La atmósfera dentro del Helgedomen era tan intrigante como impenetrable, susurrando secretos que desafiaban la comprensión humana. La belleza que emanaba del lugar no se revelaba fácilmente; era un misterio encerrado en detalles arquitectónicos y simbolismos que escapaban a la percepción superficial. Las luces tenues reflejaban las sombras en las paredes antiguas, mientras los murmullos del pasado resonaban en cada rincón.

Para él, la experiencia en el Helgedomen no era solo un encuentro arquitectónico, sino un reflejo de la extrañeza que se había infiltrado en su vida. Desde siempre, su existencia había estado teñida de singularidad, pero ahora se encontraba en medio de una cacería absurda, una persecución sin sentido donde él era la presa. Esta nueva realidad lo obligaba a enfrentar las peculiaridades que antes solo había vislumbrado de lejos.

La sensación de extrañeza se había vuelto más intensa, como una sombra que se cernía sobre cada paso. Su vida, que ya había sido distinta, ahora se sumergía en un abismo de lo desconocido. Anhelaba huir, escapar hacia la normalidad que alguna vez conoció, pero esa opción se le escapaba entre los dedos. La soledad de sus pensamientos se veía agravada por la constante amenaza que lo rodeaba, y cada sombra parecía ocultar algo más que lo acechaba.

La paradoja de su situación residía en su propia cobardía. A pesar de desear la huida, no se sentía capaz de enfrentar esta espiral de eventos desconcertantes por sí mismo. La incertidumbre lo inmovilizaba, y su miedo lo ataba a una realidad que se volvía cada vez más compleja. No era solo la búsqueda de respuestas lo que lo atemorizaba, sino la posibilidad de encontrarse cara a cara con la verdadera naturaleza de su existencia.

Así, el Helgedomen se volvía no solo un escenario arquitectónico, sino un espejo de sus propios miedos y anhelos. La belleza enigmática del lugar reflejaba la paradoja de su vida, una danza entre la fascinación y el temor que lo mantenía atrapado en un laberinto de incertidumbre. Y mientras la cacería sin sentido continuaba, él ansiaba encontrar la valentía necesaria para desentrañar los misterios que lo rodeaban, incluso si eso significaba enfrentar la oscuridad que acechaba en las sombras del Helgedomen.