El hombre desconocido, imponente y de presencia misteriosa, rompió el silencio al saludar con cortesía:
—Buenas tardes —dijo, retirándose el sombrero con un gesto educado.
Thomas correspondió con un simple movimiento de cabeza y una media sonrisa, manteniendo una cautelosa distancia. La cafetería, que durante tres semanas había estado prácticamente desierta, ahora recibía la visita de este enigmático visitante. La falta de actividad en el lugar había despertado la sospecha de Tom. Demasiada casualidad, pensó mientras salía rápidamente del local, dejando atrás al hombre cuya presencia no inspiraba demasiada confianza.
Ya en la habitación, Thomas aseguró la puerta con determinación y colocó las bebidas sobre un mueble. Su mente estaba en alerta, y la ausencia del aura del recién llegado no pasó desapercibida. Una mala señal, pensó, mientras se dirigía a su camioneta para recuperar un bolso que había guardado en ella.
Sin vacilar, comenzó a empacar con rapidez, y Seth observaba con confusión las acciones de Tom. La atmósfera se cargaba de tensión, indicando que algo grave estaba a punto de suceder.
—Nos vamos —sentenció Blueblitz, cerrando el bolso con determinación. Se acercó a la ventana y vio su camioneta estacionada debajo. Lanzó el equipaje a la parte trasera y luego miró a Seth—. Tenemos que pasar desapercibidos. Vamos.
Tom sujetó la mano del pelirrojo, transmitiendo urgencia y seriedad en cada movimiento. Salieron de la habitación, dejando la llave sobre la cama. El joven estaba bastante confundido, pero sabía que, si su padre actuaba de esa forma, algo muy malo estaba por pasar. El aire cargado de misterio y anticipación rodeaba a ambos mientras se adentraban en la incertidumbre que les aguardaba.
Cuando Thomas y Seth giraron en la entrada para llegar a la camioneta, se encontraron con el tipo de la cafetería, quien se interpuso en su camino con una sonrisa chueca. Observaba atentamente sus reacciones, como si disfrutara del suspense del momento, y luego aplaudió alegremente.
—Veo que tienen prisa… —dijo con un tono burlón, su sonrisa torcida evidenciando un dejo de malicia. El hombre se carcajeó, y sus ojos se iluminaron de un rojo intenso que alertó a Tom.
La atmósfera se volvió tensa, impregnada de un aura oscura y amenazadora. El brillo carmesí en los ojos del desconocido revelaba una naturaleza que iba más allá de lo humano, despertando la inquietud en el mago rubio.
—Jueguen conmigo… —susurró el hombre, su voz resonando con una mezcla de diversión y peligro. El tono chillante de su risa se mezclaba con la inquietante luz roja que emitían sus ojos, creando una escena surrealista y amenazante.
Thomas apretó con firmeza la mano de Seth, instándolo a prepararse para lo que se avecinaba. La situación había dado un giro siniestro, y la confrontación con este ser misterioso estaba a punto de desencadenarse en un juego de magia y oscuridad.
Lo que tenían frente a ellos desafiaba cualquier lógica. El ocaso se mostraba impasible ante el sombrío motel, y las luces del sol se ocultaban lentamente en el horizonte. Seth observaba con detenimiento, sus ojos analizando el cuerpo que se alzaba ante ellos, con fanales rojos y una gran sonrisa.
—Es un honor conocer al chico que ha causado tanto revuelo en todos lados —habló tranquilamente el hombre, su tono revelando una calma inquietante. Thomas reaccionó instintivamente, cubriendo a Seth con su cuerpo, mientras el pelirrojo permanecía paralizado, intentando comprender lo que sucedía—. Seth… Lennox… un nombre apropiado. Me duele en el alma… ¡Bueno, yo no tengo alma! —El hombre se carcajeó con una risa que resonó en la quietud del atardecer, mientras sus rehenes lo observaban con temor—. Soy muy gracioso…
—Maldición… —musitó Thomas, su mirada escudriñando desesperadamente en busca de una salida. Sin embargo, algo no estaba bien. Tal vez fuera la luz del ocaso o la brisa fresca que corría, pero el rubio no podía concentrarse en su tarea, pues unos mareos lo atacaron de manera abrupta. El desconocido de ojos rojos se acercó a Tom y lo analizó lentamente.
El entorno adquirió una atmósfera aún más ominosa. La mirada del hombre de ojos carmesí parecía penetrar en lo más profundo de Thomas, evaluándolo con una mezcla de curiosidad y diversión sádica. La situación se tornaba más compleja con cada instante, sumiendo a los dos en un juego donde las reglas eran desconocidas y el peligro palpable.
—¡Pero mira qué tenemos aquí, un mago de clan! —alarmó el tipo, regocijándose con la noticia que gritó con emoción—. Creí que estaban muertos, pero me equivocaba. Además, no eres cualquier mago… ¿No? —preguntó, mirando de reojo a Thomas, atrapando la mirada celeste del mago. El rubio no dijo ni hizo nada, entonces, el desconocido se agitó molesto por no recibir respuesta—. En fin… no importa porque tu poder no puede compararse con alguien como yo, un Caballero de la oscuridad eterna —agregó sonriendo altaneramente.
—¡Lo sabía! —gruñó Thomas y creó una barrera que alejó al desconocido. Los Caballeros del Infierno no eran más que un mito para muchos, sin embargo, Thomas había luchado con uno hacía ya mucho tiempo. Sabía que existían y solo salían en casos excepcionales, además de ser capaces de ocultar su aura. Richy no lo sabría porque jamás tuvo la desgracia de toparse con uno de ellos. Ahora comprendía y, honestamente, esperaba que no fueran ellos los que andaban detrás de Seth.
El rubio y Seth se desplazaron hasta el hotel. Se escabulleron dentro de las paredes húmedas y el mal olor inundó sus sentidos, obligándolos a cubrirse con sus manos—. Maldita sea, los demonios andan muy cerca de nosotros —musitó el rubio, escondiéndose en una habitación vacía. El olor a putrefacción solo significaba dos cosas; un cadáver y/o demonios de bajo rango. En esta ocasión, Thomas decidió optar por la opción número dos.
Seth atisbó a la entrada de la habitación y notó que algo se deslizaba por debajo de la puerta. Era un líquido negro que derramaba un fétido olor. El pelirrojo logró ahogar su vómito en la garganta que le dolió por la acción. Se giró para hablarle a Tom, pero la masa oscura se deslizó rápidamente hasta él y lo sujetó del tobillo. Un grito ahogado se escapó del muchacho, quien, sorprendido, se giró rápidamente. Thomas, mostrando su rostro preocupado, volteó su cuerpo para encontrar a Seth luchando con una extraña masa negra.
El ambiente se cargó de tensión mientras el líquido oscuro intentaba inmovilizar al joven pelirrojo. Thomas, con determinación, canalizó su magia para contrarrestar la amenaza que se cernía sobre Seth. La habitación, envuelta en sombras y olores desagradables, se convirtió en el campo de batalla improvisado entre los intrusos oscuros y los dos aliados, cuya lucha apenas comenzaba en la penumbra del motel.