Chereads / Seth Lennox, el mensajero de la Destrucción / Chapter 9 - Capitulo IX: Paz momentanea.

Chapter 9 - Capitulo IX: Paz momentanea.

La tarde se deslizaba con tranquilidad, acompañada por las melodías animadas de las aves que resonaban con ímpetu. El aroma a petricor, ese olor tan característico después de la lluvia, llenaba el pequeño y descuidado cuartucho. Sus paredes, manchadas y maltratadas por el tiempo, mostraban signos de abandono, con manchas de moho aquí y allá. El techo, víctima de las inclemencias climáticas, goteaba cuando las tormentas decidían azotar la zona. La calefacción, fiel a su naturaleza caprichosa, no siempre cumplía su función correctamente.

En ese entorno desfavorecido, los cabellos rojos de Seth eran los únicos visibles, ya que su cuerpo se encontraba completamente cubierto por grandes frazadas. Desafiando el frío que se colaba por las rendijas, Seth se acurrucó un poco más, sintiendo el escalofrío que le recorría la espalda al notar el ligero contacto con el aire frío. La resistencia a moverse era evidente en su gesto, pero el entorno, a pesar de sus imperfecciones, ofrecía cierta paz y calma en medio de la cotidianidad descuidada.

Seth dejó escapar un suspiro de frustración mientras se preguntaba internamente: ¿Cómo terminamos así? Se supone que yo debería estar en el colegio a estas horas. El recuerdo de la planeada excursión al museo, inaugurado apenas dos días atrás, resonaba en su mente con una mezcla de desánimo y resignación. La perspectiva de perderse un evento escolar importante solo añadía a su irritación, y su expresión reflejaba la contrariedad de encontrarse en esa situación en lugar de disfrutar de la salida planificada al museo.

―¿Bestia Sagrada? ―inquirió Seth. Estaba escuchando atentamente lo que le decía Thomas acerca de lo que hizo para que lograran huir de ese descampado. Seth creía tener un trauma con los espacios abiertos.

―Sí, son criaturas guardianas. No existieron muchos magos capaces de invocarlas y, de hecho, creo ser el único que queda con vida ―respondió el rubio, acomodando las frazadas sobre su cama destartalada.

―¿Y cómo las invocas? ¿Solo sueltas algún ritual satánico y, pum, un caballo de Troya?

Thomas rio ante las ocurrencias de Seth.

―No. Los magos nos componemos de sellos, Seth. ―El pelirrojo frunció el ceño―. Dependiendo de los sellos con los que nacemos, nuestras habilidades se mostrarán.

―Entonces…

―Tranquilo… ―musitó Thomas y sonrió―. Uno de los cellos que poseo es el de invocación. Es uno raro y de buena calidad. Como todos los sellos están tatuados en mi alma, es fácil usarlos aunque el potencial mágico esté bajo. Sin embargo, consumen mucho potencial.

―Pero eso no es problema para ti, ¿no?

―Solo si utilizo un sello cada cierto par de horas. Pero en la batalla contra esas cosas, utilicé hasta tres sellos simultáneamente. Todavía estoy recuperándome y es lento porque debo mantener otro sello activo para evitar que nos localicen.

La sorpresa se reflejaba en los ojos de Seth al contemplar la impresionante fortaleza de su padre. Aunque consciente de que no era inmortal, la magnitud de su poder mágico resultaba imponente. La habilidad de Thomas para controlar la magia no solo lo convertía en un formidable guerrero, sino que también destacaba su destreza como protector y figura paterna. La grandeza de su magia se manifestaba como una fuerza tangible, recordándole a Seth la extraordinaria habilidad de su padre para enfrentarse a desafíos sobrenaturales con determinación y valentía.

Tres semanas transcurrieron desde aquel desafortunado encuentro. Thomas todavía se encontraba en proceso de recuperación, ya que la invocación de Lungta y el uso simultáneo de sellos de sanación habían resultado devastadores para su resistencia mágica. Aunque su habilidad como mago había sido crucial en la batalla, las secuelas de aquel enfrentamiento seguían manifestándose en su cuerpo.

En un momento de reposo, Tom revisaba algo en su celular. Afortunadamente, el dispositivo del rubio se libró de quedar reducido a chatarra durante la pelea, en marcado contraste con el aparato del pelirrojo, que había sufrido daños significativos en medio de la confrontación sobrenatural.

Después de huir del descampado, Thomas llevó a Seth hasta el automóvil y lo dejó allí mientras él conducía a lo largo de la oscura y solitaria carretera durante toda la noche. Aunque su ojo había sanado en cierta medida y podía ver medianamente bien, lo suficiente para buscar un refugio, el cansancio y el dolor en su cuerpo pedían a gritos un descanso. Después de casi ocho horas de pura carretera, el rubio divisó un motel de aspecto desolador. Aunque lúgubre y tétrico, la necesidad de reposo superó cualquier otra consideración.

Con una mezcla de desconfianza y agotamiento, Thomas entabló una conversación con el recepcionista del lugar, un individuo de ojos saltones y mandíbula torcida. La interacción no resultó difícil, ya que el hombre no formuló muchas preguntas y proporcionó una habitación a un precio más que razonable. Desde entonces, Thomas y Seth se esconden en ese lugar que podrían describir como un refugio de última instancia, aunque su apariencia sugiere más bien un rincón olvidado y descuidado.

Seth expresó su queja con un tono de voz cargado de frustración: ―¿Podemos comprar algo caliente? Moriré de inanición a este paso ―añadió mientras arrugaba la nariz y manifestaba su hartazgo por el frío persistente―. Bueno, si es que primero no me mata este frío ―gruñó, buscando otra manta para cubrirse y combatir el gélido ambiente. Thomas, entre risas, se burló ligeramente de la situación y se dispuso a tomar su cartera antes de salir en busca de comida.

La casualidad o la suerte parecieron sonreírles, ya que justo al lado del motel se encontraba una cafetería de aspecto igualmente maltratado, pero al menos ofrecía la promesa de agua caliente y algo de alivio frente al crudo clima.

Thomas sabía que no podían quedarse más tiempo en el motel. Ya era un milagro que no los hubieran encontrado antes, y atribuía esta gracia a un sello incorpóreo que mantenía su ubicación oculta por el momento. Con conciencia de la necesidad de cambiar de refugio, planeaba dirigirse hacia su casa de seguridad, situada fuera de la ciudad, en un pueblo fantasma. Este lugar, completamente desconocido y ausente de cualquier mapa convencional, requería haber estado allí previamente para llegar, lo cual no era el caso.

El pequeño pueblo fue víctima de la guerra entre el clan de magos Blueblitz y su eterno rival, el clan de magos elementales Helgedomen. La batalla dejó al pueblo y a los clanes prácticamente en ruinas. De los casi doscientos soldados que participaron, solo dos hombres sobrevivieron, y uno de ellos se refugió en la soledad de los cadáveres del lugar. Autoproclamándose el único superviviente de la nefasta "Guerra de Heaven Grove", Thomas vivió en ese sitio devastado durante mucho tiempo. Utilizando su magia, erigió una casa-búnker que estaba protegida por cientos de sellos, conjuros y trampas, haciendo que fuera prácticamente imposible acceder al área y, mucho menos, acercarse a la vivienda.

Aunque el lugar era el refugio más seguro que podían tener, el mayor desafío era llegar allí. El viaje de casi dos días por carretera era arriesgado, especialmente siendo fugitivos.