La mente de Seth estaba nublada por la conmoción y el dolor que lo invadían, y solo podía vislumbrar de manera borrosa dos figuras que se acercaban a él. Sus sentidos se encontraban embotados, y la falta de consciencia le impedía ver con claridad quiénes eran esas personas o entidades que se aproximaban. La confusión y la debilidad se apoderaban de él, y el temor se insinuaba en sus pensamientos mientras yacía en el suelo, sin poder levantarse debido al dolor punzante que recorría su cuerpo.
Una de las figuras habló, pero Seth, sumido en su confusión y dolor, no pudo oír ni descifrar sus palabras. Sus oídos parecían haber quedado temporalmente inutilizados, y en su lugar, solo percibía un incesante y agudo sonido que resonaba en su cabeza como un tormento constante. Intentó comunicar su incapacidad balbuceando con voz débil: "Mis oídos… n-no escucho…" concluyó, pero las palabras parecían desvanecerse en medio del ruido ensordecedor.
Con un esfuerzo titánico, Seth logró alzar la cabeza para mirar a su agresor, desesperado por obtener respuestas. Sin embargo, su desesperación se convirtió en asombro cuando, en ese preciso instante, una luz deslumbrante lo encandiló sin previo aviso luego de encontrarse con un par de hermosos ojos violetas amatistas. La ceguera momentánea lo envolvió en una esfera de brillo blanco, y antes de que pudiera comprender lo que estaba sucediendo, algo más explotó a un lado suyo.
La última explosión resonó en sus oídos ya maltratados, causándole aún más dolor. La combinación de la ceguera temporal, el sonido ensordecedor y el dolor físico acumulado finalmente resultó abrumadora para Seth. Su cuerpo, exhausto y herido, no pudo resistir más y, finalmente, el pelirrojo se desmayó, sumiéndose en la inconsciencia en medio de la incertidumbre y el misterio que rodeaban ese extraño lugar en el bosque.
Thomas, tras un momento de recuperación, enfocó su mirada en la escena que se desarrollaba ante él. Las figuras blancas se erguían con una elegancia innata, irradiando una belleza perfecta y misteriosa que desafiaba toda lógica. Una de ellas, con movimientos gráciles, se giró para observar a Thomas.
El rubio, aunque no pudo captar una imagen exacta de su rostro ni discernir completamente su aura, experimentó una extraña sensación de adormecimiento al encontrarse con la mirada de esa figura. Era como si la mera presencia de estas criaturas tuviera un efecto hipnotizante sobre él, un influjo que lo instaba al descanso y la pasividad.
Sin embargo, Thomas comprendió que no podía permitirse vacilar en ese momento crítico. Seth yacía inconsciente en el suelo, vulnerable a cualquier amenaza, y era su deber proteger a su compañero. Actuó rápidamente, tomando un conjuro en sus manos y lanzándolo hacia el cuerpo inmóvil del pelirrojo. Pero antes de que el conjuro pudiera llegar a su objetivo, fue neutralizado por una fuerza desconocida en cuestión de segundos. El sello de protección, que normalmente era una barrera impenetrable, se disipó como una ilusión efímera ante estas criaturas enigmáticas.
Thomas quedó estupefacto y horrorizado por la rapidez con la que su conjuro fue anulado. La pregunta que se formuló en su mente resonó con fuerza: "¿Qué clase de monstruos son estos?" La impotencia de ver que algo tan poderoso como un sello de protección era completamente inútil frente a ellos lo llenó de frustración y miedo. El rubio comprendió que estaba enfrentando a enemigos de un poder y una naturaleza que iban más allá de su comprensión, y que la batalla por la supervivencia se estaba volviendo cada vez más desafiante y peligrosa.
―Elimínalo ―ordenó una de las figuras con una autoridad que dejó a Tom momentáneamente aturdido. Sin embargo, no permitió que la sorpresa lo paralizara. Con determinación, extrajo un conjuro sin escritura, decidido a no permitir que esas criaturas lo eliminaran tan fácilmente, especialmente sin haber protegido a Seth.
Colocó su mano derecha sobre el papel, desencadenando un sello invocador que se plasmó en la superficie. Tom inhaló profundamente, liberando el aire contenido en sus pulmones, mientras buscaba la calma necesaria para llevar a cabo la tarea encomendada. Con una mueca de determinación, apretó su muñeca, causándose una herida que hizo que la sangre fluyera y cayera al suelo.
"¡Mensajero de los dioses y protector del viento y el aire, yo invoco tu presencia…!"
Tom comenzó el conjuro con voz firme, sus palabras resonaron en la oscuridad de la noche. La mezcla de magia y sacrificio personal se desataba en el ritual, creando una atmósfera cargada de poder y misterio mientras Tom se esforzaba por enfrentar la amenaza que se cernía sobre él y Seth.
―Lungta… ―El llamado resonó en el aire, acompañado por una oleada de viento tan poderosa que obligó a las figuras desconocidas a cubrirse y retroceder ante su fuerza. El sello invocador se materializó en el suelo, manteniendo la sangre en su centro, y liberó destellos de luz que cegaron a los intrusos. Finalmente, el sello se iluminó por completo, revelando la presencia de un majestuoso caballo plateado.
La bestia se alzó con vehemencia, exhibiendo su poder y grandeza. Su melena blanca ondeaba con dignidad al compás del viento, creando una imagen imponente. Las figuras desconocidas se retiraron rápidamente, conscientes de la amenaza que representaba la bestia sagrada invocada. Tom, señalándolos con su mano derecha, iluminada y decorada por el sello invocador tatuado en su alma, pronunció las palabras decisivas: ―Es una orden, aniquílalos.
La sentencia fue escuchada y ejecutada; Lungta golpeó el suelo, preparándose para el ataque. El viento enloqueció y embistió contra las figuras que, moviéndose ágilmente, intentaban esquivar los feroces embates de la bestia. Mientras ellos se defendían de los ataques, Lungta generó un tornado que arremetió ferozmente contra los enemigos.
Sin embargo, la preocupación se apoderó de Tom, consciente de que el tiempo límite se acercaba y de que Lungta corría el riesgo de descontrolarse. A pesar de la victoria momentánea, la urgencia de llegar hasta Seth para alejarlo del peligro se hizo evidente en los pensamientos de Tom. La misión estaba lejos de terminar.
―Guardián del cuarto elemento, Lungta… ―comentó la figura blanca con una gracia única mientras se balanceaba con delicadeza, hábilmente esquivando los ataques del imponente Guardián. Parecía estar disfrutando de una especie de juego con la majestuosa bestia sagrada. Mientras tanto, la segunda silueta luchaba intensamente contra Lungta, mostrando signos de temor en su intento por enfrentarse al poder de la bestia.
Aprovechando la distracción momentánea de las figuras desconocidas, Tom centró su atención en lo que realmente importaba. Ignorando las emociones que pudieran aflorar en su adversario, corrió decididamente hacia Seth, con la urgencia de alejarlo del peligro inminente. La batalla se desplegaba a su alrededor, pero su único objetivo en ese momento era asegurarse de que su protegido estuviera a salvo.
Cuando llegó junto a Seth, Tom se arrodilló con cuidado, levantando suavemente la cabeza del pelirrojo. Con un toque en su frente, dejó un sello sanador, asegurándose de que las heridas de Seth comenzaran a cicatrizar mientras huían. Con meticulosidad, colocó a Seth en su espalda, asegurándose de que estuviera cómodo y seguro para emprender la carrera lejos del caos que se desataba a su alrededor.
Sin enfrentar más contratiempos, Tom se puso en movimiento, corriendo con rapidez mientras mantenía conjuros a la mano, preparado para cualquier eventualidad. Con Seth a cuestas, se alejaron lo más posible de la batalla en curso. Una vez que consideró que estaban lo suficientemente alejados, Tom decidió retirar a Lungta.
El majestuoso Guardián del cuarto elemento se desvaneció con un brillo plateado, un símbolo de su divinidad, desconcertando a la figura blanca que lo enfrentaba. No obstante, cuando diviso a Tom corriendo a una considerable distancia, la comprensión iluminó sus ojos: Lungta había sido una distracción, permitiendo que el rubio escapara con su protegido.