Chereads / Seth Lennox, el mensajero de la Destrucción / Chapter 7 - Capitulo VII: Seres desconocidos.

Chapter 7 - Capitulo VII: Seres desconocidos.

La noche de invierno era implacable en su frialdad, y su crudo viento forzaba a quienes se encontraban afuera a buscar desesperadamente refugio. Los árboles, azotados por el viento, se balanceaban en una lucha constante por mantenerse en pie ante la embestida del clima. En medio de esta inclemente noche, Thomas y Seth se encontraban en una situación tensa y silenciosa.

Quizás impulsado por el miedo o una intuición inexplicable, Thomas optó por no moverse de donde estaba. Sus ojos se mantenían fijos en algún punto, como si estuviera concentrado en algo que escapaba a la percepción de Seth. El joven pelirrojo lo miró con expectación, esperando escuchar cualquier palabra o queja que indicara lo que estaba pasando por la mente de su protector. Sin embargo, el silencio persistió entre ellos, dejando una sensación de misterio y tensión en el aire.

Thomas se encontraba perplejo frente a la furia de la tormenta que los asediaba sin piedad. El cielo rugía con truenos ensordecedores, y relámpagos rasgaban la oscuridad de la noche como espadas luminosas. La tormenta de nieve azotaba el descampado con un frenesí casi vengativo, como si los elementos mismos estuvieran conspirando en su contra.

A pesar de su confusión, una leve sospecha se abrió camino en la mente de Thomas; ¿Vihurik? Si habían sido atacados previamente por los devoradores del tiempo, como sus instintos le susurraban, entonces estas criaturas elementales podrían estar intentando terminar el trabajo.

Las vihurik, seres antiguos y misteriosos, eran conocidos por su habilidad para cambiar la atmósfera a su antojo. Su mera presencia tenía el poder de desatar tormentas mortales y causar estragos en la naturaleza. Thomas se cruzó con estas criaturas tiempo atrás, pero no esperó encontrárselas tan cercas de la ciudad.

Tom tomó posición de ataque una vez más, sus músculos tensos y su mente alerta. La presencia de otro ser cerca del lugar era innegable, pero algo en ella lo inquietaba profundamente. No era humano ni una vihurik; era una entidad enigmática que resistía sus intentos de comprensión. Su aura se deslizaba entre sus dedos como un enigma sin resolver, un misterio viviente que desafiaba toda lógica.

Seth, por otro lado, luchaba por mantener el calor en medio de la tormenta de nieve que los envolvía. Sus brazos se cruzaron sobre su cuerpo, tratando de crear un refugio improvisado contra el frío penetrante que calaba sus huesos. La fina tela de su uniforme veraniego era insuficiente contra el embate del invierno que había llegado de manera intempestiva. La nieve caía sin piedad, cubriendo todo a su alrededor con un manto blanco y gélido. Cada bocanada de aire helado quemaba sus pulmones, y sus dientes castañeaban como una melodía discordante en medio de la tormenta.

La preocupación se reflejaba claramente en el rostro de Tom mientras evaluaba su situación. Era evidente que no sería fácil escapar de ese lugar, y el hecho de que no se hubiera percatado de la amenaza inminente aumentaba su ansiedad. No obstante, Seth se mantuvo obediente, sintiendo que debía hacerlo para no convertirse en una carga en momentos tan críticos. Sus ojos parpadearon rápidamente mientras observaba a Tom, y una sensación de impotencia se apoderó de él.

Sin embargo, la sorpresa de Seth se elevó a un nuevo nivel cuando notó, en medio de la densa arboleda, una luz blanca que parecía deslizarse despreocupadamente entre los árboles. Sus ojos se fijaron en ella, tratando de seguir su trayectoria, pero resultó ser un esfuerzo inútil. La luz, etérea y misteriosa, se desvaneció ante sus ojos, como una chispa fugaz en la oscuridad de la noche.

Lo que desconcertó aún más a Seth fue que, más atrás de esa figura blanquecina que se desvaneció, otra luz blanca y veloz comenzó a moverse. Sus sentidos se agudizaron en respuesta a esta extraña aparición, y su instinto de supervivencia se puso en alerta máxima. No esperó un segundo más y llamó a Tom, tocando bruscamente su hombro para que prestara atención.

Thomas giró ágilmente en respuesta al toque de Seth, y su mirada se llenó de desconcierto al contemplar las enigmáticas lucecitas danzantes que se movían a través del bosque. Su mente se volvió un torbellino de pensamientos mientras trataba de entender lo que estaba ocurriendo en ese entorno oscuro y misterioso.

Respiró lentamente, tomando aire fresco y frío en sus pulmones, intentando calmar su mente agitada. Cerró los ojos por un momento, buscando sintonizar sus sentidos con el entorno que los rodeaba. Como un cazador acechando a su presa, se concentró en agudizar sus percepciones y obtener una vista más amplia de lo que estaba sucediendo.

Cuando pudo fundirse con el marco del bosque, se centró en las siluetas blancas y las siguió de cerca con la mirada. Sin embargo, cuanto más las observaba, más confusas se volvían las cosas. Las lucecitas parecían moverse de manera caprichosa, esquivando su atención y desafiando sus intentos de comprensión.

Incluso cuando intentó analizar sus auras, una habilidad que normalmente dominaba con facilidad, se encontró perdido en medio del enigma. Las auras de esas criaturas parecían fundirse y cambiar, como si estuvieran tejiendo una red de ilusiones para ocultar su verdadera naturaleza.

Mientras más observaba, más problemático se volvía todo. La incertidumbre y la intriga se apoderaban de Thomas, quien se sentía como un explorador en un territorio desconocido, donde cada respuesta parecía alejarse aún más a medida que se acercaba. El ambiente se tranquilizó por un momento, cortando abruptamente la conexión, provocándole dolor de cabeza al rubio. Este se encorvó un poco captando la atención de Seth, quien se volteó y corrió a ayudarlo.

—Esto va muy mal… —masculló Thomas, apoyándose en Seth para enderezarse.

Thomas se reincorporó con cautela, sus ojos fijos en las enigmáticas lucecitas que continuaban danzando en medio del bosque. Un suspiro escapó de sus labios mientras intentaba comprender la naturaleza de estos fenómenos inexplicables. Sin embargo, antes de que pudiera hacer cualquier movimiento adicional, la tranquilidad de ese momento se rompió de repente.

Una estela de luz, rápida como un relámpago, cruzó los árboles a gran velocidad. Parecía estar dirigida directamente hacia Seth, quien estaba de pie cerca de Thomas, observando con asombro las misteriosas luces. Sin pensarlo dos veces, Thomas tiró fuertemente del brazo del pelirrojo, arrastrándolo con fuerza hacia el suelo.

El impacto en el suelo fue inmediato, y ambos se encontraron tumbados en la tierra helada del bosque. La estela de luz pasó a gran velocidad, justo sobre ellos, como una flecha luminosa, y se clavó en el suelo. El viento silbaba entre los árboles y el frío se hacía más intenso, pero al menos estaban a salvo de lo que parecía ser un peligro inminente.

De repente, el surco luminoso, que había sido una amenaza fugaz, pero misteriosa, estalló con una potencia aterradora. La explosión fue tan repentina y poderosa que sacudió el descampado y lanzó a Thomas con violencia al otro lado del espacio abierto. El mago quedó adolorido y desorientado debido al impacto, incapaz de desplegar su sello protector a tiempo para protegerse completamente. El ojo izquierdo de Thomas se vio duramente afectado por la explosión, una intensa sensación de ardor lo invadió y le nubló la visión.

Mientras tanto, Seth no tuvo tiempo de reaccionar adecuadamente. Fue estampado con brutalidad contra un árbol cercano debido a la fuerza de la explosión. El impacto fue tan contundente que dejó al joven casi inconsciente, su cuerpo magullado y su mente nublada por la conmoción. A diferencia de Thomas, el sello protector que el mago había desplegado en Seth funcionó en el último momento, salvándolo de sufrir heridas aún más graves.

El descampado quedó envuelto en un silencio pesado, solo interrumpido por el crujir de las hojas caídas y el ulular del viento. Thomas y Seth yacían en posiciones dolorosas, tratando de recuperarse de la violenta explosión que los había arrojado contra el suelo y los árboles. La incertidumbre y el peligro que acechaban en ese oscuro rincón del bosque parecían más amenazantes que nunca, y la pregunta de quién o qué había desatado tal ataque seguía sin respuesta.