Un murmullo comenzó a recorrer la multitud. Las personas, que momentos antes se cubrían aterradas, ahora se acercaban con cautela. Una mujer mayor cayó de rodillas a unos metros frente a mí, su voz temblorosa.
"¡Santo, por favor, sálvanos! ¡Ayúdanos!" Sus palabras resonaron con una devoción desesperada.
¿Qué carajos estaban diciendo? No supe qué responderles. Miré a Fabián, había que salir de esta iglesia.
"¡Aléjense!" Gritó, sacando su arma y apuntando a la multitud."¡Retrocedan, hijos de puta! ¡Retrocedan o disparo!"
El cura y los demás lo miraron con asombro, pero algunos en la multitud comenzaron a murmurar mientras retrocedían solo un poco. Algunos se arrodillaban, otros se retiraban, creando una atmósfera de pánico colectivo."¡Tú!" Gritó Fabián, apuntando con su arma al cura. "¡Dinos una manera de salir de acá, que no sea la entrada principal! Hay que protegerlo, ¿entiendes lo que te digo?""Señor..." Empezó, murmurando. "Déjeme que le ayude".
Él comenzó a avanzar hacia nosotros, pero Fabián volvió a apuntar su arma con más ímpetu.
"¡No te acerqués más! ¡Solo dinos la puta salida!"
De pronto, desde fuera de la iglesia, se escuchaban sirenas. ¿Amigas o enemigas?
Las sirenas aumentaban en intensidad y encima a eso se le sumó el ruido de un helicóptero. No podía distinguir si eran del ejército argentino o de los de Estados Unidos, pero el sonido me ponía los pelos de punta. Fabián estaba claramente perdiendo sangre, y aunque aún intentaba mantener el control de la situación, no podía hacer mucho más."Mirá, pibe. Si vienen ellos, estamos al horno. No podemos quedarnos acá. A no ser que sean compañeros, solo que no mandé ninguna señal porque mi radio está rota", susurró con una voz que se apagaba poco a poco.Aún sostenía su arma con fuerza. La multitud seguía murmurando, y el cura no dejaba de observarnos con una mezcla de miedo y reverencia, todavía sin responder nada.
Los dos todavía estábamos en el suelo, yo tirado contra el piso y él delante mío cubriéndome sentado, parecía que todavía podía mover sus dos brazos.El cura, que había estado observando en silencio, dio un paso adelante."Hay una salida trasera, una puerta que lleva a los jardines. Podrían escapar por ahí, pero... también es posible que los estén esperando".
"¡Estás loco! ¡¿Cómo pensás que vamos a salir al aire libre si hay un puto helicóptero afuera!?""¡Entonces por acá vamos abajo, síganme!" Gritó el cura mientras caminaba hacia una puerta que estaba en una esquina.
Intentó ponerse de pie, pero sus piernas no le respondían. Estaba hecho mierda, pero no había opción. Arrastrándose sobre las rodillas, tomó la decisión antes de que pudiera decir nada. Con un esfuerzo tremendo, empezó a jalarme del brazo, arrastrando mi cuerpo torpemente por el suelo frío de la iglesia. El cura nos señalaba una puerta, mientras la multitud seguía observándonos, confundida entre el miedo y la extraña adoración hacia mí.Cuando abrió la puerta, había una escalera de caracol que iba hacia abajo, empezamos a avanzar, pero justo cuando empezábamos a descender, una anciana, con el rostro surcado de arrugas profundas y los ojos brillando con una mezcla de fervor y desesperación, se abalanzó sobre mis pies. Sus manos temblorosas, pero firmes, se cerraron sobre mis tobillos como si yo fuera la respuesta a todos sus rezos."¡Sálvanos! ¡Por favor, no te vayas!" Rogó, sus ojos llenos de lágrimas."¡Soltame los pies, vieja de mierda!" Grité, pero no podía patearla por culpa del sedante, todavía no parecía irse el efecto.Ella no cedía, aferrándose a mí como si su vida dependiera de ello, y entonces... el caos. La iglesia empezó a iluminarse desde el agujero por donde caímos, era el maldito helicóptero apuntando hacia nosotros. También en ese momento, la puerta principal de la iglesia se abrió de golpe, y un grupo de soldados armados hasta los dientes entró en tromba. Solo pude ver sus figuras de reojo, y no pude detectar de qué bando eran. Se movían muy rápido."¡Soltalo, vieja hija de re mil putas!"Fabián me tironeó más fuerte justo cuando el suelo comenzó a llenarse de balas, llevándose puesta a la mujer que me sujetaba. Era el helicóptero baleando todo el lugar sin piedad, estaba claro que su objetivo era matarme.
"¡Servicio de inteligencia argentino! ¡Todos evacúen la zona de inmediato!" Resonó por todo el lugar, no sé si era por un megáfono o que carajos estaba pasando dentro y fuera de la iglesia, pero Fabián me tiró por las escaleras y no pude ver qué sucedía.
Entonces empecé a rodar por las escaleras como un muñeco de trapo, la piedra me quemaba la piel de la cara, pero en toda la otra parte del cuerpo no sentía nada.Finalmente caí en un tramo plano, donde estaba todo oscuro. Tampoco es como si eso importara mucho, ya que si no venía nadie no iba a poder moverme.
Mientras se escuchaban pasos bajar apresuradamente por las escaleras, me quedé pensando si los del helicóptero eran los yankees u otros argentinos, porque no tendría sentido que Estados Unidos ya hubiese invadido de esa manera nuestras tierras solo por mí, aunque antes nos habían dado con un misil en nuestro trayecto aéreo, así que ya no entendía ni la mitad de las cosas que sucedían a mi alrededor. Lo único que necesitaba ahora era sobrevivir a toda costa hasta poder movilizarme por mis propios medios.
El que bajó era el cura, pude verlo en el momento que él prendió la luz. Era un hombre petizo, con el pelo negro y canoso echado hacia atrás y todo vestido de blanco.Sus ojos se posaron en mí, tirado en el suelo, incapaz de moverme por completo. La luz tenue apenas iluminaba el lugar, pero suficiente para ver las paredes de piedra gastadas, húmedas, llenas de moho. Parecía ser un depósito, porque había cajas y estanterías contra las paredes.
"Dios... por favor... que esto sea suficiente", murmuró, como si estuviera hablando consigo mismo o implorando una fuerza superior.El cura se acercó rápidamente, se arrodilló a mi lado y trató de levantarme sin éxito, apenas logrando moverme unos centímetros."Tenemos que hacer algo antes que bajen... No sé cuánto más durará esto, pero si logran seguirnos, estamos muertos".
"¿Y Fabián? Me parece que los que entraron por la puerta eran buenos, ¿no? ¿No te dijo nada?"
"Fabián... no sé qué pasó con él. Si son buenos o no, no importa, ya vienen por vos. Tenemos que ocultarte, rápido", susurró mientras miraba alrededor, buscando algo.Sentí el dolor en mi rostro al ser arrastrado nuevamente, esta vez hacia una caja de madera que estaba contra una de las paredes. La tapa se veía podrida, y había marcas de humedad en las esquinas. Sin embargo, con la fuerza que aún le quedaba, el cura logró levantarla lo suficiente como para que pudiera meterme adentro.Me intentó levantar por el torso mientras mi espalda estaba contra la caja, así fue subiendo hasta que me tiró sin piedad, o tal vez no tenía la suficiente fuerza como para manejar mi cuerpo.El olor a moho y tierra vieja me llenó los pulmones, casi haciéndome toser, pero ni siquiera podía hacer eso.
"¿No es medio peligroso quedarme acá?""No hay otro lugar, mi señor".¿Mi señor? Bueno, en todo caso, si realmente eran del servicio de inteligencia argentino los que venían a buscarme, quizás esto no sería mi fin, pero si me encontraban primero los yankees o si los mismos argentinos decidían que era un problema que no podían manejar… bueno, la caja podía convertirse en mi tumba.
El cura cerró suavemente la caja con la tapa, pero justo en ese momento una enorme explosión hizo retumbar el techo y las paredes del lugar. ¿Qué carajos se estaba desatando fuera? Esto es una locura... Ya no sé si vale la pena sobrevivir si le va a costar la vida a tanta gente.Como si fuera poco, se empezó a escuchar piedras caer. Espera... ¿Se está derrumbando el lugar? No, no, no... No puede estar pasando esto.
Las piedras empezaban a caer de manera intermitente, golpeando las paredes y el suelo. El eco de los escombros resonaba a mi alrededor mientras la caja en la que estaba empezaba a vibrar levemente. El aire se hacía más pesado, más espeso, y el olor a humedad mezclado con tierra vieja se impregnaba en cada respiración.El cura, mientras tanto, no paraba de moverse por el lugar. Oía sus pasos agitados, y en un momento lo escuché rezar en voz baja, como si su fe fuera lo único que le quedaba para aferrarse en medio de la catástrofe."¡Estúpido, sacame de acá!"Las piedras seguían cayendo, algunas golpeaban cerca de la caja, y el sonido me hacía estremecerme por dentro. La caja crujía con cada impacto, como si en cualquier momento fuera a quebrarse y dejarme a merced de los escombros.De repente, escuché pasos apresurados acercándose. Eran rápidos y decididos, no como los del cura, que se movía con dificultad. Mi corazón latió con fuerza, y un susurro de esperanza se encendió en mi interior. Tal vez era el momento de salir, de encontrar una manera de sobrevivir a este caos.