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Chapter 22 - Presentación en estado crítico (Parte 2).

Ellos se quedaron hablando un rato mientras yo miraba hacia los alrededores. Luego de un tiempo, papá dijo que nos volvíamos.

"¿Eh? Pero si no encontramos casi nada"."Pero... es porque es tu primera vez, no deberíamos tardarnos mucho"."¡P-Pero por allá vi algo!" Grité, señalando hacia el lugar donde está el árbol de nañas."Vamos, amor. Solo por esta vez, ¿sí?" Dijo Mamá, intentando convencerlo a su modo."Bueno, pero solo porque me hiciste esa cosa que sirve para dormir mejor...""¡Si!"

Festejé y salí corriendo, pensando en que al menos esa almohada sirvió de algo.

"¡Espera, hijo! ¡No puedes salir corriendo así!"Miré hacia arriba, señalando las cosas verdes que colgaban del árbol alto. En realidad, no las veía, solo sabía que era en ese árbol.

"Eso debe poder comerse. ¿No crees, papá?"

"No veo nada, pero podría ser... que hay un olor diferente. No entiendo como las encontraste tan rápido, pero voy a intentar subir".A los segundos, mamá llegó corriendo agitada mientras papá trepaba el árbol con agilidad, sorprendiéndome con su habilidad. Desde las ramas altas, comenzó a recoger las nañas, lanzándolas con precisión a mamá, la cual no agarró ni la mitad de las frutas."Es increíble que hayas... encontrado esto... Luciano", dijo mamá, faltándole el aire.

De alguna manera, ella siempre se agita rápidamente al correr. Esto ya lo había visto antes. ¿No será asma? Capaz que estoy exagerando.

Anya se acercó a los segundos, recolectando con curiosidad las nañas que se habían caído al suelo.

"¿Cómo se llaman estas frutas? Nunca las había visto antes. Debe ser porque están muy arriba".

"¡Son riquísimas!" Gritó Rin, probando una desde lo más alto del árbol."Podrían llamarse...".

Le puse un poco de suspenso, haciéndome el que pensaba cómo llamarlas.

"Na... Nañas!".

Papá y mamá rieron con el entusiasmo de la nueva palabra."Nañas... me gusta. Es un nombre pegajoso", exclamó mamá, mirándome con una sonrisa de aprobación.Anya también sonrió, aunque su mirada reflejaba una mezcla de curiosidad y diversión.

"Entonces, desde ahora llamaremos a estas frutas nañas. Gracias por el descubrimiento, Luciano".

Ese nombre que le puse, hace ya un tiempo, fue porque me hacen acordar a las cañas de azúcar, ya sea por color como por lo que lleva dentro. Es probable que acá también existan las cañas de azúcar, ya veremos.Me acerqué para regalarle una a Anya, devolviéndole el favor. Luego ella se despidió y se fue en dirección a su cueva.A los minutos se empezaron a escuchar gritos y llantos a lo lejos, estaba seguro que eran las voces de las gemelas.

"Mamá, ¿qué está pasando? ¡Vayamos a ver si podemos ayudar!"

"Está bien, es posible que sean las nietas de Kuri... Espero que esté todo bien".

Agarró firmemente las nañas bajo el brazo mientras comenzamos a caminar rápido junto a papá.

Por alguna razón, el bosque empezó a sentirse más difícil de cruzar, los pies me dolían mucho más que las anteriores veces y los quejidos de agitación de mamá tampoco es que ayudaran mucho.

Mientras más nos acercábamos, los gritos se escuchaban más fuertes.

"¡Abuela! ¡Abuela, despierta!"

Cuando finalmente llegamos a su cueva, vimos el peor escenario. Kuri estaba tirada en el piso con el torso contra una de las paredes, aparentemente muerta, mientras las dos niñas lloraban desconsoladamente a su lado.Rundia tiró la comida al piso e inmediatamente corrió a ver que sucedía. En ese momento ya no importaba si del cansancio no podía hablar bien o si se tambaleaba al caminar, ella tenía que socorrer a las niñas.

"¿Chicas... qué... le pasó? ¿Por qué... Kuri está...?" Dio una pausa, intentando asimilar la escena.

"No puede ser... Lo siento mucho..."

Lamentablemente, Kuri ya había fallecido. Pude confirmarlo al acercarme un poco y tocar su muñeca.

Ver a las gemelas llorar sobre el cuerpo inerte de Kuri me llenó de una sensación extraña en el pecho. Mi mente, por un segundo, intentó negar lo obvio. Kuri, la abuela que en su momento quiso ayudarnos, a su manera, con aquella herida de Rundia y había estado el día de mi nacimiento, ya no estaba. Me quedé congelado, observando a Suminia y a su hermana, que todavía no sé el nombre, mientras se aferraban al cuerpo de su abuela.

¿Qué se supone que debo hacer? ¿Qué puedo decir en este momento? Sentía un nudo en la garganta, pero al mismo tiempo no me salían las palabras.

"Mamá..." Susurré, sin saber realmente qué decir. Rundia estaba inclinada junto a las niñas, su rostro tenso, tratando de ofrecerles consuelo, pero se notaba que también estaba afectada.A pesar de haber visto muchas muertes en mi pequeño regreso al planeta tierra, no hay comparación al ver a dos niñas llorando por su abuela, al parecer la única persona que las cuidaba.No las conocía muy bien a las tres como para entristecerme tanto por lo sucedido, pero el verlas llorar me hizo ponerme a lagrimear. Siempre me pasa, no puedo evitar llorar cuando una mujer llora al frente mío."Lo siento tanto, chicas..." repetía mamá, acariciando sus cabezas con ternura mientras ellas lloraban sin consuelo. No había palabras que pudieran cambiar lo que estaba ocurriendo.Suminia, con el rostro lleno de desesperación, intentaba sacudir suavemente a Kuri, como si de alguna manera pudiera devolverle la vida.

"Abuela, no te vayas... no nos dejes..."

"Nuestra abuela no va a volver, ¿verdad?" Dijo la otra hermana, tirándose a abrazar a Rundia."No se preocupen, niñas, Adán le dará su bendición para que ella las cuide desde el cielo".Rin se quedó caminando de un lado a otro, observando con una mezcla de tristeza y preocupación. Luego se fijó en mí.

"Luciano, esto es parte de la vida. A veces, las personas que amamos se van, y debemos ser fuertes por los que quedan".

Me arrodillé al lado de las gemelas, intentando consolarlas de alguna manera.

"Lo siento mucho, chicas... es difícil perder a alguien que amas".

Pobres niñas, se ve que la señora Kuri era la única persona de su vínculo familiar.

Las gemelas apenas podían escucharme a través de sus sollozos. Rundia siguió abrazándolas con fuerza, intentando darles un poco de consuelo en ese momento de dolor.Suminia me miró muy enojada, pero esta vez no me dijo nada. En este momento ya no había rivalidades ni espacio para discusiones tontas. El dolor que sentía era demasiado profundo como para preocuparse por mi presencia.Rin se acercó a ver el cuerpo.

"Nosotros vamos a ayudarles en lo que necesiten. Ahora debemos dejarla descansar, ¿entienden?"

Luego de eso, alzó el cuerpo de la mujer entre sus brazos.

Las dos asintieron mientras se secaban las lágrimas, lo aceptaron de una manera como si ya hubieran pasado por esto antes. No debería ser su primera pérdida.Seguimos a papá mientras la noche empezaba a caer sobre nuestras caras largas.

Durante el camino, decidí no decirles nada. Que el silencio se hiciera cargo de la situación. Pero el silencio se hizo largo y tedioso. Los pasos de todos eran pesados, como si cada uno estuviera lidiando con la tristeza a su manera. Al mirar a las gemelas, supe que desde ahora todo sería diferente para ellas.

Me sentí impotente ante su sufrimiento; había querido hacer algo más, pero las palabras parecían vacías en esos momentos.

Llegamos a la costa, el agua estaba calmada y mis padres empezaron a juntar ramas para luego encender una fogata. ¿Acaso iban a...?

Las gemelas se quedaron sentadas llorando en silencio mientras veían la escena.

"Es una pena", murmuró papá, con la mirada perdida en el fuego que ardía sobre la arena.

"Su sabiduría y experiencia serán extrañadas, que en paz descanses, Kuri".

Su 'velorio' terminó siendo ser incinerada al aire libre, dios mío...

"Mamá, ¿por qué queman a los muertos?" Pregunté, fingiendo ser un niño inocente.

Aunque la realidad era fuerte, en la tierra no estábamos muy alejados de lo que estaban viendo mis ojos, solo que acá no tenemos los recursos suficientes como para hacer la situación más amena.

"Es una forma de honrar su memoria y permitirles seguir adelante en paz. Aunque puede parecer extraño para ti ahora, es parte de nosotros y respetamos profundamente esta forma de despedirnos.

Es mejor que vayas de vuelta a nuestra cueva, ¿sí?"

Asentí con la cabeza mientras me alejaba del intenso humo que envolvía el cruel ambiente.

De pronto un día hermoso, en el que recogíamos frutas en familia, se transformó en uno horrible y pesado. Si ya de por sí éramos pocos en esta zona, ahora no queda casi nadie.

Mientras caminaba hacia la entrada del bosque, donde estaba nuestra cueva, vi de reojo a Mirella oculta entre los árboles, esperando a que yo llegara a casa. Seguro que de alguna manera nos estuvo siguiendo todo el tiempo, pero no me di cuenta.

"¡Luciano! ¿Qué fue lo que pasó? No entendí lo que estaban haciendo".

No se movió del árbol hasta que crucé hasta dentro de la cueva.

Me senté en mis hojas de siempre antes de responderle.

"Nada, es que... falleció una mujer que era de la zona, alguien muy querida por mis padres".

"Ah... entiendo".

Se quedó abrazada a mi brazo, intentando darme un pequeño consuelo.

"Lo siento por no estar hoy a tu lado, pero ya debes irte fuera o te descubrirán.

Sé una hadita buena, ¿sí? Mañana intentaremos hablar más".

Acaricié su cabecita y ella sonrío mientras se iba.

Es tan inocente...

Me sentí agradecido por su compañía y por la forma en que intentaba hacerme sentir mejor, aunque sabía que no podía hacer mucho para cambiar la situación. Tampoco había tiempo para hacer mucho.