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Chapter 23 - Presentación en estado crítico (Parte 3).

Unos minutos después, mis padres volvieron junto a las gemelas, que tenían los ojos llorosos y casi ni querían verme a la cara.Rin tomó la palabra.

"Hijo, ellas son Suminia y Samira. Por ahora se quedarán a vivir en nuestro hogar porque no tienen familia con la que vivir, espero que puedan conocerse mejor".

Así que Samira... Son bastante parecidos los nombres, eso lo hace más complicado.

Las señaló a cada una al nombrarlas, como para que no me confundiera. Pero eran fácilmente reconocibles por la forma de actuar de cada una.

Igualmente, las dos tienen pelo negro y lacio hacia los costados, ojos negros, piel blanca, pero con un tono bronceado y visten ropas de pieles de animales bien perfeccionadas tanto arriba como abajo. Sin embargo, la única distinción física reconocible es que Samira se pone el cabello detrás de las orejas, en cambio Suminia lo tiene así nomás.

Otra pequeña distinción no física, es que Suminia tiene atada una pluma del hombre pájaro en el cabello.

Son chicas lejanas del bosque. Hay algo raro en sus ojos. Miradas que inducen temor, y también melancolía de esperar...

Me acerqué a ellas, como si antes de este día nunca nos hubiéramos conocido.

"Hola, yo soy Luciano. Espero que seamos muy buenos amigos".

"Si, ya sabemos tu... nombre..." Murmuró Suminia mientras intentaba tapar su rostro con su cabello

Seguramente tuvo que comerse una palabra entre 'tu' y 'nombre', algo como 'tonto'. Con ella tengo que tener paciencia infinita.

Ellas se quedaron sentadas en un rinconcito de la cueva, se las veía muy tristes.

¿Será que sus padres también murieron? Me dan mucha pena a pesar de lo que me hicieron, en realidad solo Suminia me trató mal.

El silencio se encargó, de nuevo, de cumplir función literaria. Escribiendo palabras en el aire para llenar el vacío.La muerte es terrible para cualquiera. Joven o viejo, bueno o malo, todo es lo mismo. La muerte es imparcial. No existe una muerte especialmente terrible. Por eso la muerte es tan temible. Tus obras, tu edad, tu personalidad, tu riqueza, tu belleza... Todo ello no tiene sentido ante la muerte.

He muerto antes, varias veces, y en cada una de esas malditas ocasiones, he aprendido lo mismo: no importa cuántas veces cruce ese umbral, su frialdad siempre es la misma. Es ese vacío sin prejuicio, que no distingue entre los poderosos y los débiles, ni entre los que tienen sueños y los que se han resignado a sus pesadillas.

***Han pasado varios meses desde que Suminia y Samira empezaron a vivir con nosotros. Las cosas han cambiado para bien en nuestra supervivencia del día a día. Pero eso no es lo único que cambió, sino que todos lo hicimos físicamente porque, aunque parezca extraño, los cinco seguimos en etapa de crecimiento.

Ellas son las que regularmente se encargan de cazar y recolectar frutos del bosque, por lo tanto, mis padres están más días en la cueva y últimamente no pude hablar con Mirella.

"Luciano, nos vamos con Rundia a ver a Anya, dice que su hijo Tarún va a salir por primera vez afuera, así que vamos a acompañarlo. Pórtate bien, ¿si? En un rato ya deben estar por venir las chicas".

Tocó mi cabeza suavemente y se fue contento junto a mamá.

Mirella entró volando inmediatamente, aprovechando que ya no había nadie.

"¡Luciano, eres muy malo! Ya no me hablas, ¿es porque ya no me quieres?"

Le sonreí a Mirella, levantándome del suelo.

"Claro que te quiero, Mirella. Lo que pasa es que ahora mis padres pasan más tiempo en la cueva. Pero siempre eres importante para mí

Si vos ya sabés la situación, no hace falta que busques pelea".

Mirella hizo un puchero, cruzando los brazos mientras volaba a mi alrededor.

"Bueno, más te vale. Porque me estoy sintiendo muy solita".

Me acerqué y extendí mi mano para que se posara en ella.

"Lo siento por decirlo de esa manera. ¿Por qué no aprovechamos este tiempo para ponernos al día? Contame, ¿qué haces en tu tiempo libre?"

Movía sus pequeños bracitos mientras me hablaba, pareciera que lo más interesante de su día era estar a mi lado, hablar y que yo de alguna manera la halague.

"¡...y así es como terminé encontrando agua mágica!"

"¿Agua mágica? ¿Por qué decís que es mágica? No sabía que estabas explorando el bosque"."¡Es por tu culpa!" Gritó enojada, dándose la vuelta."Ya, ya. ¿Te gustaría que vayamos a explorar esa agua mágica juntos?"Volvió a darse la vuelta hacia mí y, completamente feliz, saltó hacia mi cabeza

"¡Siiiiiii! ¡Voy a explorar con Luciano!"

Nos quedamos charlando un rato hasta que, al estar por salir de la cueva, justo llegaron las chicas.

De un susto, Mirella se metió rápidamente como pudo entre mi pelo.

"Hola, Luciano. ¿Estabas por salir?" Preguntó Samira mientras Suminia entraba a la cueva cargando algunas frutas y lombrices.Por suerte a mis padres no les gustaban las lombrices, así que solo se las comían ellas."Eh... Sí, es que pensé en ir a ver si estaban bien". Titubeé al final, soltando una risita que se parecía más a un 'je'.Suminia se metió en la conversación.

"Ni que pudieras ayudarnos, tontito".

"¡Hermana! ¿Por qué siempre le dices esas cosas al pequeño Luciano?"

Estiro su mano, una naña sobre su palma.

"Toma, por ahora come esto hasta que vuelvan tus padres".

Extendí la mano para agarrar la fruta.

"Gracias, Sami".

Su cara se tiñó con un ligero rubor.

"No... no es nada, solo cuidamos de ti".

"Así que te crees muy listo, ¿no? Idiota..." Murmuró Suminia mientras me tiraba una naña por la cabeza.Casi que no le presté atención al golpe en mi frente por culpa de que Mirella no paraba de hablarme cosas al oído. ¿Por qué se pone tan celosa? Solo fue una forma más amistosa de llamarla. Sami... Sumi... ¿Cómo iba a decirle a ella, Mire? No pegaba."¿Te crees listo por llamarla Sami? ¡Qué tonto! Si no fuera porque tengo que esconderme, ya les habría mostrado quién es la mejor amiga de Luciano", susurraba, claramente celosa. No había motivo, pero ella lo estaba.No pude evitar sonreír, aunque era una situación un tanto incómoda. Por un lado, tenía a Mirella haciéndome sentir su pequeña furia, y por otro, a Suminia lanzando insultos con una facilidad que podría hacer que cualquiera explotara."¡Bueno, adiós...!"

Me hacía el tonto mientras caminaba hacia fuera.

"Idiota, sabes que no puedes salir solo. ¿Acaso quieres que te de una paliza de nuevo?"Me di la vuelta, mirándola.

"Mirá, no creo que te sea conveniente darle una paliza a un miembro de la familia que te acogió en su hogar, ¿sabes? Hasta diría que somos como hermanos en este momento"

Ella no contestó, de hecho, las dos comenzaron a verse con caras aterrorizadas mirando detrás de mí."¿Pasa algo?""L-Luciano... ¡Salí de ahí!" Gritó Suminia, señalando a mi espalda.Apenas escuché un rugido, me di la vuelta y vi que había un enorme... oso de pelaje denso y oscuro parado en la entrada de la cueva, comencé a retroceder rápidamente.

"Por favor no... no quiero sufrir de nuevo".

Por un momento, mi mente se quedó en blanco. El aire se sentía pesado, como si cada sonido se multiplicara en eco. Mis pies, casi torpes, retrocedían a la misma velocidad con la que mi corazón latía."¡Vayan al fondo, rápido!" Grité a las gemelas, que se movieron rápidamente detrás de mí."Luciano, ¿qué está pasando?", dijo Mirella en un susurro.Ni siquiera pude pensar en qué responderle, por un lado, podría ser de mucha ayuda si... hago que ataque al oso, pero todos la terminarían descubriendo.Mis ojos seguían fijos en el oso. Era inmenso, su pelaje grueso y oscuro brillaba bajo los rayos de luz que entraban desde la entrada de la cueva, y cada movimiento suyo parecía más una advertencia que una amenaza. Sabía que, si lo provocaba, sería mi fin. No... no haría falta ni provocarlo, él se abalanzaría en cualquier momento hacía mí y me comería."¿Y ahora qué...?" Murmuré, buscando desesperadamente una salida con la mirada.

El fondo de la cueva no parecía lo demasiado estrecho como para que el oso no cupiera,

"¡Luciano! ¡Luciano!" Se comenzó a escuchar desde fuera, era la voz de papá, que comenzó a atacar al oso con la piedra con la que salía de caza, atrayendo su atención."¡Papá, no hagas eso!"

Justo cuando el oso se dio vuelta para atacarlo, una enorme ráfaga de luz se disparó hacia el oso, reventando su cabeza en mil pedazos.

El silencio que siguió fue brutal. El cuerpo del oso cayó al suelo con un golpe sordo.

Me quedé completamente inmóvil, con los ojos aún fijos en el lugar donde la cabeza del oso había estado un momento antes.

Rin, con la piedra en la mano y todo el cuerpo cubierto de la sangre, miró alrededor, desconcertado.

"¿Q-Qué... qué fue eso?" Preguntó asustado mi padre.