Me tiré contra el brazo de mamá, inspeccionándolo de arriba a abajo.
"¡Sí funcionó! ¡Es increíble!"
¿Así que esto es la magia, Sariah? Estoy totalmente impresionado por lo que este mundo puede llegar a hacerme ver.
Me puse a saltar de la alegría, no solo porque mamá se había curado, sino porque estaba feliz por haber hecho semejante descubrimiento.
Rundia, aunque aún atónita por la milagrosa curación, no pudo evitar sonreír y llorar al mismo tiempo.
"¡Gracias, gracias, gracias! ¡Muchas gracias, señor Adán!" Gritó, con voz temblorosa, abrazándome con fuerza.
"Esto es realmente un milagro. No sé cómo, pero... estamos bendecidos", agregó.
Papá también se unió al abrazo, con una sonrisa que no había visto en mucho tiempo.
"Parece que hemos recibido una bendición, Rundia".
Una bendición de Adán, eh... Me pregunto qué piensa mi diosa de todo esto, porque en este momento se supone que está escuchando todos mis pensamientos.
Con el brazo de mamá recuperado, las cosas comenzaron a mejorar lentamente. Al día siguiente, mis padres volvieron al ruedo y salieron juntos a cazar y recolectar.
***
"Oye, niño idiota, no quiero que le causen problemas a mi familia, ¿entendiste?"
Habló cruzada de brazos una de las dos niñas cazadoras que pasaban todos los días frente a mi cueva. La otra miraba en silencio con cara incómoda.
Simplemente levanté los hombros, fingiendo no entender de qué hablaba, aunque por sus palabras, tenía la intuición de que eran de la familia de la anciana Kuri.
Es cierto, ella nos esperaba para hoy a la mañana. ¿Será por eso?
"No te hagas el tonto. ¡Te estoy hablando!"
Me lanzó una piedra a la cabeza, que me dolió bastante.
¿Por qué me sigue molestando? ¿No se da cuenta de que no quiero buscar pelea?
Me fui al fondo de la cueva, esperando a que ya se fuera, pero empecé a escuchar sus pasos invadiendo mi territorio.
"¡Hermana, espera! ¡Si la abuela se entera de que hicimos esto, nos matará!" Gritó la otra.
Así que son hermanas... En un abrir y cerrar de ojos ya la tenía delante de mí. Su cuerpo era el más robusto de las dos y su pelo despeinado que tapaba ligeramente su cara me daba algo de temor.
"E-Espera... creo... Creo que estás malentendiendo las cosas..." Dije, retrocediendo y acompañando mis pasos co una mano en la pared.
De pronto se abalanzó contra mí, haciéndome caer al suelo.
"¡Pedazo de mierda! ¡Hiciste que Kuri utilizara la única cosa curativa que teníamos!"
Comenzó a patearme el cuerpo mientras yo estaba en el piso; era imposible defenderme con mi pequeño cuerpo y encima ella era bastante fuerte a pesar de ser una niña.
La furia en sus ojos me asustó de una forma que solo la había sentido al ver al hombre pájaro. Esta niña... ¿De dónde sacó tanta fuerza? Cada golpe que daba era preciso y firme, como si hubiera tenido que luchar por cada día de su vida. Yo me retorcía en el suelo, tratando de protegerme con los brazos, pero ella no dejaba de patearme. Aunque intentaba aferrarme a su pierna, ella me pisoteaba la cabeza con la otra.
"T-Tu... ¡Kuri se ofreció! ¡Aghhh!"
"¿¡Qué dijiste, pedazo de mierda!? ¡Te voy a matar!"
"¡Hermana, con eso noooo...!"
No logré ver nada de lo que sucedió, simplemente sentí un gran golpe contra la cabeza y todo se desvaneció.
(Unas horas después)
"¡Despierta, Luciano!"
Abrí los ojos ante semejante grito al lado del oído. Era mamá, que me golpeteaba el cachete mientras me sostenía la cabeza con la otra mano.
Se ve que el escuchar mi nombre me hizo retomar la consciencia.
"Mamá..."
"Hijo, ¿qué te pasó? Estabas durmiendo en cualquier lado y... estás todo lleno de golpes".
"Ah... yo..." Reí nerviosamente.
"Me caí por accidente y... c-creo que me golpeé la cabeza".
Me dolía un montón el cuerpo, especialmente en la nuca.
Mamá no parecía muy convencida, pero suspiró y me abrazó con fuerza.
"Tienes que tener más cuidado, hijo. No deberías venir a este lado de la cueva, es peligroso para ti".
Rin se acercó, observándome con preocupación.
"¿Estás bien?"
"Sí, papá. S-Solo fue un accidente tonto, sabes que siempre me porto bien". respondí, tratando de sonar convincente, aunque sabía que en realidad no me portaba del todo bien.
Lo cierto es que esto no fue culpa mía.
"Mmm..." Murmuró.
La verdad, pensé que iba a regañarme. Zafé.
Después del incidente, me recuperé día a día. Mis padres estuvieron más atentos para cuidar de mí, asegurándose de que no me metiera en problemas.
Aunque no les conté la verdad sobre las niñas cazadoras, sabía que tenía que estar más alerta.
A pesar de no conocerlas bien, mi desconfianza hacia esas niñas aumentó y no sabía qué podía suceder la próxima vez que nos viéramos.
Varios días después, me decidí a ir a la cueva de Kuri en el típico horario de las salidas de mis padres, no sin antes cruzarme con las niñas golpeadoras pasando frente a mi cueva.
"¡Hmph!" Exclamó la más molesta de las dos, la que me había golpeado.
Me miró con el ceño fruncido y escupió al suelo al pasar.
Luego de unos minutos de caminata, me encontraba justo en frente de la cueva de Kuri. Supongo que no debería haber nadie a estas horas... Encima hay varias partículas que recoger, así que si no tengo puntería, me va a llevar tiempo.
Pero de pronto, lo vi ahí sentado en una roca... El hombre pájaro estaba de nuevo perturbando mi existencia.
Me miró con sus ojos anaranjados y brillantes y su pico alargado. Se levantó y comenzó a avanzar hacia mí.
"Así que viniste al final... ¿Acaso tú también puedes verlas?"
Señaló con su garra una de las piedras de las que a su alrededor sobrevolaban las partículas amarillas.
"¡Qué divertido! Ja. Ja. Ja".
Otra vez hizo esa estúpida risa de siempre.
"Escuchame, ¿vos dejaste esa agua mágica en nuestra cueva para que mi madre se sane?" Pregunté, confrontándolo por primera vez.
Sabía que enfrentarlo era arriesgado, pero no podía dejarlo pasar esta vez.
"Ah... Ya entiendo, tu madre se estaba muriendo, ¿verdad?"
"Eres el único que nos sigue y nos vigila. ¿Acaso no sabes lo que sucedió?"
"¿El único?"
Su pregunta me dejó pensando. Después de unos segundos, respondí.
"No me interesa, respondé a mi pregunta".
"¿Será que a ella le llama la atención esa forma tan particular que tienes de hablar? Mmm...
Sobre lo de tu madre... Habría sido interesante verla rogarme por su vida".
Cuando esas palabras salieron de su pico, una ira intensa empezó a hervir en mí. Era como si un fuego invisible recorriera mis venas, pero tenía que... controlarme. No tenía sentido lanzarme contra él; no en este momento. No quería comerme otra paliza. Pero, maldita sea, quería arrancarle esa mirada arrogante de su rostro.
Apreté fuertemente los puños de la rabia, preparado para al menos insultarlo un poco.
"¡Sos una basura! ¡¿Por qué te divertiría verla sufrir?!"
No solo era enojo contra el hombre pájaro, sino que estaba cansado de todo lo que sucedió últimamente, cansado de que se aprovechen de que soy un niño. Que intenten menospreciarme y me pisoteen en el suelo... literalmente.
El hombre pájaro siguió avanzando como si nada hacia donde estaba yo y se frenó frente a mí, señalándome la cabeza.
"Todavía no sé qué tienes allí, pero ya voy a descubrirlo..."
Con esas palabras, pasó a mi lado.
Ni siquiera me di la vuelta cuando me sobrepasó; me quedé mirando al infinito, intentando dilucidar si él realmente se había dado cuenta de mi pelo rojo. Nunca antes nadie había mencionado algo así, ni mi madre, que siempre estuvo pegada a mí los primeros meses.
"Tal vez sí debería darte alguna ayuda, porque si mueres no podré seguir divirtiéndome. Ja. Ja. Ja".
Cuando por fin me di la vuelta, él ya había desaparecido entre los árboles.
"¡¡Nadie necesita tu estúpida ayuda!!" Grité desaforado, ya no me importaba si alguien descubría que estaba ahí.
Lo odio, lo odio con toda mi alma.
Todavía estaba en la cueva de Kuri, desquitando mi ira reventando las piedras entre sí, traspasándose violentamente las partículas de una a la otra. Ahora la mía estaba prácticamente toda amarilla de tantas que tenía flotando alrededor.¿Cuál será el límite? Si supongo que esta es la última cueva de la zona... Por lo menos yo no conozco a nadie más.Chocando las últimas dos, la piedra empezó a tambalear sobre mi mano, como si fuera un huevo a punto de eclosionar. La miré de arriba a abajo."¿Eh?" Dije al aire, cuando de pronto una enorme luz proveniente de la piedra me cegó e iluminó de amarillo toda la cueva.Cuando abrí los ojos... eh... No sabría cómo explicarlo."¡Gracias por liberarme, mi señor!""Esto..."Ahora en mi mano había una pequeña criatura, solo un poco más grande que mi mano, con alas brillantes, cabello rubio y ojos verdes. Inmediatamente reconocí que era un hada.
Esto es... una locura