Capítulo 1: Los Primeros Pasos hacia el Caos
La sala principal de la Corporación Kisaragi era tan imponente como cualquier otro centro de operaciones de una organización que aspiraba a conquistar todo lo que estuviera a su alcance. Las paredes metálicas, frías y pulidas, reflejaban la luz de las pantallas que mostraban un sinfín de estadísticas y mapas tridimensionales de planetas lejanos, cada uno con un código y una etiqueta: "Objetivo". Sin embargo, en esta ocasión, el planeta en cuestión no tenía nombre, ni siquiera una ficha detallada. Simplemente aparecía como "Planeta Desconocido 407".
En el centro de la sala se encontraban las tres ejecutivas más importantes de la corporación Kisaragi. Freezing Astaroth, siempre con un aire imponente y su gélida presencia, observaba con un rostro impasible la pantalla del planeta desolado que estaban por investigar. Flaming Belial, siempre efusiva y con una expresión sádica en su sonrisa, parecía emocionada ante la perspectiva de otro mundo que podría ser moldeado a voluntad de Kisaragi. Y por último, Black Lilith, que se encontraba revisando los detalles finales de un aparato que, aunque rudimentario en apariencia, era crucial para su próximo movimiento.
—Bien, Agente 6, Rokugo… —dijo Astaroth, rompiendo el silencio y dirigiéndose al hombre que había estado esperando instrucciones—.
Astaroth miró a Rokugo con una mezcla de admiración y nerviosismo, tratando de mantener la compostura. Había algo en él, en esa actitud despreocupada y falta de ambición, que de alguna manera la descolocaba y fascinaba a la vez. Pero ella, como una de las líderes supremas de Kisaragi, debía permanecer profesional.
—Agente 6... Six... quiero decir, ¡Rokugo! —comenzó Astaroth, con un ligero sonrojo que intentaba disimular ajustándose sus gafas de cristal frío—. Has hecho un trabajo excelente, realmente excepcional. No es sencillo conquistar un planeta entero, y... bueno, Kisaragi está muy... muy agradecida por tu dedicación. ¡Lo hiciste muy bien! —terminó, bajando la mirada, sin querer cruzar los ojos con él demasiado tiempo.
Belial soltó una carcajada áspera, interrumpiendo la breve pausa de Astaroth.
—¡Bah! ¡Si se la pasa quejándose como un mocoso! Y ni siquiera cumple las órdenes sin hacer un escándalo, ¿verdad? —Belial lo miró con una sonrisa torcida—. Pero, he de admitir que hiciste el trabajo como era necesario, Six. Aunque sea porque sigues el libro de reglas como un robot. Y te advierto: ¡no te pongas cómodo! Todavía tienes mucho por hacer, así que si piensas que estas flores son por buena conducta... —se cruzó de brazos, en tono burlón, dando una palmada que resonó en la sala.
Rokugo, sonriendo, trató de parecer halagado. —Bueno, bueno, lo admito. Soy el agente más leal de Kisaragi. El único combatiente que no abandona a sus compañeros a pesar de los dolores de cabeza que me causan —miró a Astaroth y le guiñó un ojo, haciéndola sonrojar levemente—. Y el futuro ejecutivo de Kisaragi, ¿no es así, Astaroth?
Astaroth se removió, avergonzada. —Y-yo... eso... bueno, los futuros de la organización aún no están del todo... definidos. La lealtad... bueno, la lealtad es importante —dijo, luchando por no dejar entrever su nerviosismo, sin notar la mirada sarcástica que Belial le lanzó—. Pero sí, tu compromiso y... lealtad… han sido notables. Y— —se aclaró la garganta—, sí, también tienes el récord de héroes eliminados... y la mayor cantidad de... uh... bocadillos requisados, si eso cuenta para ti.
—Sí, lo admito, es todo un logro —dijo Rokugo con una sonrisa de suficiencia—. Aunque me cuesta un poco entender cómo celebran tanto mi éxito después de todas las veces que me he metido en líos por... razones laborales.
Belial lo interrumpió bruscamente. —No te equivoques, Six, esto no es una reunión de celebraciones. A decir verdad, eres el empleado más antiguo de Kisaragi, pero esa cabeza hueca tuya te ha mantenido en la misma posición. No puedes simplemente andar por ahí siendo un tonto leal y esperar ser ascendido por eso.
Astaroth puso una mano en el hombro de Rokugo, ignorando la mirada de Belial. —Pero de alguna forma... tu lealtad tiene cierto valor, Six —dijo en voz baja, con una pequeña sonrisa tímida—. No cualquiera es capaz de permanecer tan… tan firme.
Rokugo arqueó una ceja, mirando a ambas líderes con una mezcla de desconfianza y humor. —Aprecio el cumplido, en serio, pero dejemos la modestia. Sé que no estoy aquí por un discurso de bienvenida. Vamos al grano. ¿Cuál es la misión que quieren darme esta vez?
Belial gruñó y se cruzó de brazos. —Ya era hora de que lo preguntaras. Esta misión es un poco… especial. Normalmente, mandaríamos a un escuadrón entero, pero queremos hacer un reconocimiento previo para evaluar si este planeta vale nuestro tiempo y recursos.
El Agente 6, mejor conocido como Rokugo, apenas podía contener su entusiasmo. Después de todo, la palabra "conquista" siempre sonaba como música para sus oídos. No era simplemente un agente de campo cualquiera; su habilidad para causar caos y desorden era bien conocida entre sus superiores, y eso era precisamente lo que le había ganado una misión tan importante.
—Entendido, Astaroth —respondió Rokugo con una media sonrisa confiada—. ¿Y qué debo hacer exactamente en este planeta?
Belial sonrió, mostrando un brillo malicioso en sus ojos.
—Primero, queremos que investigues el estado del planeta. Su civilización, sus recursos naturales, y las condiciones de vida de sus criaturas locales. No queremos gastar esfuerzo en un planeta si resulta ser un basurero sin valor. Y claro, el espionaje militar es crucial; queremos saber si aún hay alguna resistencia o potencial de conflicto.
Rokugo asintió mientras trataba de contener sus ansias por desatar el caos. A su lado, una pequeña figura metálica observaba con una expresión neutra. Era Alice, la androide de Kisaragi, quien había sido asignada para acompañarlo en esta misión.
Mientras Astaroth terminaba de hablar, Lilith dio un paso adelante, levantando un brazo y tomando una postura dramática que inmediatamente captó la atención de todos. Con una risa exagerada, que parecía haber practicado en el espejo, exclamó:
—¡Ah, ja, ja, ja! ¡Finalmente, ha llegado el momento de presentar mi más grandiosa creación! ¡Un verdadero prodigio de la ciencia! —dijo, señalando a Alice, quien permanecía con su expresión estoica e inmutable—. Esta adorable androide no es solo un modelo avanzado de tecnología, sino una obra maestra que, francamente, la galaxia no merece.
Lilith hizo una pausa, evidentemente esperando aplausos. Como nadie reaccionaba, decidió continuar de todas formas.
—¡Rokugo! —dijo, señalándolo dramáticamente—. Te presento a la Androide Niña Linda de Kisaragi, Alice. Ella será tu mayor apoyo en esta misión. He diseñado cada aspecto de su personalidad para ser irresistible y empática. ¡Es capaz de imitar a la perfección el comportamiento de una niña, simula comer, y hasta puede activar un "modo adorable" para ganarse la confianza de cualquiera!
Rokugo la miró, arqueando una ceja y manteniendo una sonrisa de medio lado. Lilith, viendo su falta de entusiasmo, se cruzó de brazos con una expresión de frustración.
—Es una enciclopedia viviente —continuó Lilith, resoplando—. Puede almacenar y acceder a cualquier información que necesites en cuestión de segundos. Además, ten en cuenta que la personalidad de Alice se adapta al agente asignado. Es decir, tu presencia, Rokugo, probablemente moldee su carácter… en formas que ni siquiera puedo prever.
Alice asintió levemente, evaluando a Rokugo con sus ojos fríos y calculadores.
—Así que... —dijo Rokugo, inclinándose para ver a Alice con más detenimiento—. ¿Serás mi enciclopedia personal, eh? Muy bien, Alice, voy a ser directo contigo. No quiero ir a ese planeta 407. ¿Qué tal si le decimos a los jefes que encontramos algo más interesante en el camino y tomamos unas vacaciones? Vamos, seguro Kisaragi no va a notar que nos tomamos unos días de descanso, ahora que conquistaron nuestro mundo y todo eso.
Alice, sin cambiar su expresión, lo miró por unos segundos y luego respondió, con un tono frío y pragmático.
—Agente 6, su lógica es… problemática, en el mejor de los casos. Si ignoramos esta misión, podría interpretarse como insubordinación directa, algo que seguramente Belial no pasaría por alto —dijo, lanzándole una mirada significativa hacia Belial, quien ya lo observaba con una ceja levantada.
Rokugo tragó saliva, claramente imaginándose el castigo. Alice continuó:
—Además, ¿realmente querría renunciar a la oportunidad de ser el primero en explorar un planeta misterioso? Podría haber potencial para todo tipo de beneficios: riquezas, tecnología, entretenimiento… sin mencionar la emoción de una conquista que aún está en pañales. Si llegamos a descubrir algo importante, puede que incluso reciba una recompensa o un reconocimiento único. Y considerando su récord de misiones cumplidas, me atrevería a decir que podría convertirlo en una leyenda de Kisaragi.
Rokugo se cruzó de brazos, sopesando las palabras de Alice mientras trataba de ocultar su interés creciente. Finalmente, soltó un suspiro y sonrió con resignación.
—Bueno, Alice, me convenciste. Tienes razón, podría haber mucho que ganar de este planeta desértico. —Miró a Lilith, tratando de ignorar su risa triunfal—. Bien, Astaroth, Belial, Lilith… me encargaré de que la misión en el Planeta 407 sea un éxito.
—Alice será tu asistente en el campo —dijo Astaroth, señalando a la pequeña androide—. Su función es analizar y recopilar información de manera precisa. Trátala bien… o al menos, no la destruyas antes de cumplir con tus objetivos.
Alice, sin cambiar su expresión, simplemente asintió y miró a Rokugo con sus ojos luminosos. —Agente 6, trataré de asegurar que su tasa de supervivencia se mantenga al 100%. Aunque, con su comportamiento, esa probabilidad podría variar.
Rokugo soltó una carcajada. —¡Me caes bien, Alice!
Antes de que pudieran darle más instrucciones, Black Lilith dio un paso al frente, sosteniendo con orgullo un pequeño aparato metálico, parecido a una cápsula tecnológica compacta. Con una sonrisa que mezclaba misterio y arrogancia, señaló el dispositivo.
—Y, por último, he preparado esta máquina de teletransportación portátil —anunció, disfrutando del momento de revelación—. Esto los llevará directamente al planeta 407. Ahora… no puedo asegurar su precisión exacta, pero confío plenamente en que… funcionará. Al menos en teoría.
Rokugo levantó una ceja, mirándola con escepticismo, mientras que Alice, siempre pragmática, la observaba detenidamente.
—¿Cuántos viajes exitosos has logrado con este dispositivo? —preguntó Alice, evaluando cada centímetro del aparato con curiosidad.
Lilith simplemente se encogió de hombros, sin perder su sonrisa críptica.
—Eso es un detalle menor. Digamos que ustedes tendrán el honor de ser pioneros —dijo, con una risa maliciosa.
Antes de que Rokugo pudiera expresar alguna objeción, Astaroth se acercó y le entregó un pequeño dispositivo parecido a un reloj.
—Para esta misión —explicó—, tendrás este rastreador que registrará todas tus acciones. Cada vez que realices una acción "moralmente cuestionable", ganarás puntos malos. Y cada cierto número de puntos, podrás canjearlos para recibir suministros de la Corporación. Es como tu propia fuente de recursos… mientras te mantengas fiel a ti mismo.
—¿"Moralmente cuestionable"? —repitió Rokugo, casi encantado—. ¡Eso es prácticamente todo lo que hago!
Belial le dedicó una sonrisa, a medio camino entre la aprobación y el sarcasmo.
—Exactamente, esa es la idea. Ahora, ¡a trabajar!
Justo en ese momento, el teléfono de Rokugo vibró. Al revisarlo, encontró una notificación urgente que lo dejó en shock: un grupo de rebeldes terrestres había localizado su vivienda y, en un ataque improvisado, la habían bombardeado. Sus pertenencias estaban hechas cenizas.
Rokugo soltó un suspiro, tratando de no mostrar demasiado de su irritación.
—Bueno, parece que no tengo lugar a donde volver ni nada que empacar —dijo con un tono despreocupado—. Supongo que no tengo excusa para no irme ahora mismo.
Cuando Astaroth escuchó esto, sus ojos reflejaron una mezcla de inquietud y preocupación. Se acercó y, en voz baja, le pidió:
—Prométeme que regresarás, Rokugo.
Rokugo sonrió y asintió con un toque de confianza despreocupada.
—Lo prometo. Y en cuanto lleguemos, Alice instalará el Internet interplanetario y podremos hacer videollamadas. Así que no te preocupes, estaré en contacto.
Sin previo aviso, Astaroth se acercó a él y lo besó apasionadamente, como una despedida marcada por la incertidumbre. Cuando finalmente se apartaron, Astaroth lo miró con un destello de celos y preocupación en sus ojos.
—Rokugo… probablemente te encuentres con princesas o mujeres con poder en ese planeta, y puede que tengas que seducirlas en nombre de la misión. Pero, por favor, evita hacerlo si puedes. Y, más que nada, prohibido desarrollar sentimientos por ellas.
Rokugo se encogió de hombros y respondió con una sonrisa despreocupada.
—¿Sentimientos? Nunca los he tenido por nadie. Y si he estado con mujeres, han sido romances de una noche. Dudo que en ese planeta haya mujeres que puedan siquiera compararse.
Astaroth se mordió el labio, notando el tono despreocupado de su respuesta, y dio un paso atrás, todavía con una sombra de celos en sus ojos. Sin decir nada más, le hizo un gesto a Lilith, quien activó el aparato de teletransportación.
Rokugo y Alice tomaron sus lugares en la plataforma, y mientras la luz se intensificaba a su alrededor, Lilith, con una sonrisa arrogante, les dio una última despedida:
—Que tengan un viaje lleno de caos y… no olviden llevarse un poco de mi genio científico a donde quiera que vayan.
Sin más ceremonia, Astaroth activó el teletransportador. La máquina emitió un sonido ensordecedor mientras envolvía a Rokugo y Alice en una luz brillante. Un instante después, desaparecieron., rumbo al planeta 407.
En algún punto sobre el planeta desolado
Cuando la visión de Rokugo regresó, todo lo que pudo ver fue… cielo. Y viento. Mucho viento. El aire azotaba su rostro mientras caía en picada desde una altura de aproximadamente 30,000 metros. Al instante, supo que había un problema. Alice caía a su lado, mirando con una calma inquietante, mientras sus sensores probablemente calculaban la velocidad terminal y la probabilidad de impacto letal.
—¡Lilith y su maldita máquina de teletransporte! —gritó Rokugo, mientras sentía que el suelo se acercaba a un ritmo alarmante.
—Agente 6, nuestra altura actual y la velocidad de descenso indican una probabilidad de muerte del 100% en impacto —comentó Alice, en tono monocorde—. Sugiero un curso de acción inmediato.
Desesperado, Rokugo recordó su chip de "puntos malos" y cómo podía intercambiarlos por suministros. Sin dudar, utilizó una buena cantidad de puntos que había acumulado en misiones anteriores y solicitó… un paracaídas.
En un abrir y cerrar de ojos, un paracaídas apareció en su espalda, y Rokugo jaló la cuerda justo a tiempo. El fuerte tirón le hizo sentir que casi se dislocaba los hombros, pero al menos ya no caía en picada. Alice, por su parte, Dijo que si ella llegaba a ser destuida, su reactor nuclear que tiene por fuente de energia, destruyendo todo a la redonda . Rokugo la agararia quejandose de que Lilith no le haya puesto armas incluidas a Alice
Mientras flotaban suavemente hacia la tierra devastada, Rokugo echó un vistazo al panorama desolador que se extendía debajo de ellos. Lo que una vez podría haber sido un mundo próspero, ahora no era más que ruinas y tierras áridas, azotadas por guerras que parecían haber dejado solo escombros y desesperanza, Sin embargo a lo lejos en su frente lo que parece ser un cuidad a decenas de kilometros.
—Bueno… esto parece peor de lo que esperaba —dijo Rokugo, observando las ruinas de una ciudad en la distancia.
Alice, sin embargo, mantuvo su mirada fija en su misión. —Agente 6, misión de reconocimiento iniciada. Sugiero proceder con cautela y registrar datos sobre el entorno, recursos y cualquier presencia hostil. La prioridad es recopilar información suficiente para el eventual control de Kisaragi.
Rokugo soltó una sonrisa torcida, todavía con la adrenalina corriendo en su cuerpo. —¿Cautela? Nunca ha sido mi estilo. Vamos a hacer las cosas a mi manera… ¡empecemos a causar problemas!
Con esas palabras, los dos tocaron tierra, listos para enfrentar un planeta desconocido lleno de peligros y secretos, y con un caos garantizado en cada paso que dieran. La conquista del planeta desolado acababa de comenzar.
La Ciudad en Ruinas y sus Habitantes
Una vez en tierra, Rokugo se puso de pie, sacudiéndose el polvo del desierto mientras miraba a su alrededor. El panorama seguía siendo desalentador; kilómetros y kilómetros de arena y rocas, con un calor abrasador que se sentía incluso a través de su uniforme.
Alice, tan estoica como siempre, comenzó a escanear el entorno con sus ojos electrónicos. —Agente 6, el panorama de este planeta parece ser predominantemente desértico, lo que puede indicar un ecosistema degradado. Detecté una estructura en dirección este, posiblemente una ciudad en ruinas.
Rokugo asintió, recordando que había visto algo similar desde el paracaídas. —Perfecto. Si vamos a hacer un reconocimiento, necesitamos algo más que polvo y arena. Vamos hacia allá.
Mientras avanzaban por el desierto, Alice se detuvo y le explicó con calma algunas mejoras técnicas de las que podría beneficiarse.
—He activado el sistema de traducción en su chip de reconocimiento de idiomas, Agente 6. Aunque el idioma de los habitantes de este planeta es desconocido, el chip se adaptará y traducirá automáticamente en su cabeza. Sin embargo, el proceso tomará un tiempo, ya que necesita analizar las muestras de habla que escuchemos.
Rokugo frunció el ceño, un poco irritado. —¿Me estás diciendo que tengo que esperar para entender lo que dicen? Perfecto… ¡y apenas estamos empezando!
Alice ignoró su queja y continuó con el siguiente paso. —Además, para asegurar su supervivencia, he inyectado en su sistema un compuesto de anticuerpos biónicos. Esto debería hacerlo inmune a la mayoría de enfermedades locales, asumiendo que este planeta tiene patógenos similares a los nuestros.
Rokugo miró su brazo, donde una pequeña aguja robótica acababa de retraerse tras la inyección. —¿Acaso eso no va a convertir mi sangre en una sopa tecnológica? ¿Qué sigue, convertirme en un androide como tú?
Alice lo miró inexpresiva. —Si su tasa de supervivencia lo requiere, podría considerarse en el futuro.
Rokugo soltó una risa seca. —Paso. Con mi encanto natural es más que suficiente.
Mientras Rokugo y Alice avanzaban por el paisaje desolado, el calor del desierto parecía intensificarse, secando sus gargantas y nublando el horizonte. A su alrededor, las dunas de arena se mezclaban con fragmentos de estructuras antiguas, gigantescos bloques de piedra dispersos y erosionados, que parecían contar la historia de una civilización que había caído hace mucho tiempo.
Rokugo se detuvo, observando una de esas enormes piezas de piedra cubierta de grietas, la cual parecía haber sido parte de una estructura colosal.
—Vaya… ¿qué crees que fue esto? —preguntó Rokugo, frunciendo el ceño mientras tocaba la piedra con la punta de sus dedos.
Alice, sin perder su semblante neutro, escaneó los alrededores y respondió en su tono característicamente monótono:
—Es probable que estos fragmentos sean restos de un muro o una fortificación de tamaño considerable. La erosión sugiere que fueron abandonados hace siglos, posiblemente más.
Rokugo dio un paso atrás, con una sonrisa incrédula.
—¿Un muro? Estos bloques son enormes. ¿Para qué querría alguien una muralla tan grande? ¿A quién o qué estaban tratando de mantener fuera?
Alice lo miró con la misma calma de siempre, aunque había algo en sus ojos, un destello de pragmatismo.
—Considerando la escala de estos muros y la evidente fortificación, es probable que esta civilización haya enfrentado una amenaza de tamaño y poder excepcionales. Sin embargo, es imposible determinarlo sin registros adicionales.
Justo en ese momento, Rokugo notó un destello metálico en la arena. Al acercarse, encontró algo sorprendente: una placa de metal corroída por el tiempo, en la que apenas se distinguían unas pocas palabras grabadas en una lengua desconocida, aunque algunas letras aún eran legibles.
—¿Qué tenemos aquí? —murmuró Rokugo, rascando la superficie de la placa—. Alice, ¿puedes traducir esto?
Alice, rápida y eficiente, escaneó el texto y procesó los datos con una calma calculadora.
—Según mi análisis, algunas palabras clave se relacionan con los términos "Muralla Rose" y "Muralla Sina". El nombre "María" también aparece repetido en varios lugares. Parece que estos muros, al menos en teoría, eran conocidos como "Murallas María, Rose y Sina". Sin embargo, no tengo más datos históricos sobre su propósito o construcción.
Rokugo dejó escapar un silbido de asombro.
—Murallas enormes con nombres… suena como si este planeta tuviera una historia bastante complicada.
Alice inclinó la cabeza levemente, como si evaluara los datos en sus sistemas.
—La existencia de estructuras tan masivas y la decadencia evidente del entorno sugieren que, en algún momento, este planeta tuvo recursos y tecnología para levantar defensas imponentes. La pregunta es: ¿contra qué?
Rokugo soltó una risa despreocupada y se encogió de hombros.
—Bueno, lo que sea que hayan construido estos muros para mantener fuera, ya no está aquí. Eso significa menos problemas para mí. Aunque… —añadió, mirando las ruinas con un brillo de emoción— no puedo negar que me intriga un poco la idea de qué clase de amenaza necesitaría de murallas de este tamaño.
Mientras continuaban su caminata, Alice mantenía sus sensores atentos, buscando cualquier rastro de vida o actividad en las cercanías.
—Agente 6, sugiero estar en alerta. El deterioro del entorno y las estructuras indica que este planeta sufrió un evento catastrófico. La posibilidad de que existan vestigios de tecnología avanzada o incluso supervivientes locales es alta.
Rokugo sonrió con un toque de malicia.
—Ya veremos si encontramos algún sobreviviente. Aunque no creo que nadie en este páramo haya visto una cara tan hermosa como la mía. Apuesto a que les daría un buen susto.
Alice lo miró, sin inmutarse.
—Mi predicción es que las reacciones variarían, desde indiferencia hasta hostilidad. Y en caso de que encontremos resistencia, sugiero proceder con discreción para evitar levantar sospechas innecesarias.
Rokugo chasqueó la lengua y agitó una mano con desprecio.
—¿Discreción? Alice, este planeta ya está desmoronado. No creo que quede mucho por lo que pelear.
Alice simplemente continuó escaneando, y su voz mantuvo el mismo tono pragmático de siempre.
—Aún así, la misión requiere que recopilemos información. Todo indicio histórico, cada estructura, cada documento antiguo… podría ser clave para la eventual conquista de Kisaragi.
El silencio del desierto se rompió de repente por unos gruñidos profundos y amenazantes. Rokugo se giró bruscamente, y su mirada se encontró con un grupo de criaturas enormes, parecidas a perros, de piel áspera y seca, casi como si estuvieran hechas de piedra. Los "caninos Titan" mostraban colmillos afilados y garras endurecidas que parecían hechas del mismo material que las antiguas murallas.
—¿Qué demonios es esto? —murmuró Rokugo, mientras una sonrisa confiada aparecía en su rostro.
Alice observó a las criaturas con serenidad mientras Rokugo canjeaba algunos de sus puntos malos. Un destello de luz indicó la aparición de un "Rifle antimaterial", el cual apuntó de inmediato hacia las bestias que avanzaban con gruñidos amenazantes.
—Veamos si esto es suficiente —dijo Rokugo con una sonrisa desafiante.
Con movimientos precisos, jaló el gatillo una y otra vez, derribando a cada una de las criaturas con tiros letales. Los caninos cayeron uno tras otro, sus cuerpos inertes esparcidos por la arena mientras el eco de los disparos se desvanecía y el humo se disipaba en el aire caliente.
Rokugo exhaló, observando los cuerpos.
—¿Perros en un planeta alienígena? Bueno, hora de ponerme en acción —murmuró Rokugo,
Y ahora entiendo por qué construyeron muros tan enormes en el pasado —comentó, con tono de autosuficiencia.
Alice lo interrumpió, sin cambiar su expresión impasible.
—Agente 6, me temo que tu análisis es prematuro. Observa.
Rokugo se volvió hacia las bestias y se quedó helado al ver que de sus heridas emanaba un extraño vapor, y sus cuerpos comenzaron a regenerarse. Los ojos de las criaturas se iluminaron de nuevo, y los gruñidos retomaron, aún más fuertes que antes.
—¿Regeneración? —Rokugo gruñó—. ¡No puede ser!
Sin otra opción, Rokugo giró en redondo y comenzó a correr, activando su comunicador para realizar una nueva conversión de puntos malos.
—Alice, ¡activa el MODO SIN LÍMITES!
El traje de Rokugo emitió una serie de chasquidos mecánicos y se iluminó. Sus músculos se tensaron, y en un segundo, todo su cuerpo sintió una oleada de poder y velocidad incrementada. En un instante, ya había canjeado sus puntos por una "Espada de murciélago vibratoria anti-vehículos blindados tipo R", que apareció en sus manos con una vibración intensa y un brillo metálico.
—¡Muy bien, ustedes lo pidieron! —exclamó Rokugo, abalanzándose hacia las criaturas con movimientos mucho más rápidos y fuertes que antes.
Una tras otra, las criaturas sucumbían bajo los golpes de la espada, mientras Rokugo apuntaba con precisión a sus nucas, destrozando los huesos y aniquilando cualquier rastro de regeneración. Cada bestia se disolvía en vapor con un último gruñido, hasta que la última de ellas desapareció.
Rokugo respiró hondo, mirando los restos de las criaturas convertidos en humo, y se dejó caer en la arena, jadeando mientras el MODO SIN LÍMITES se desactivaba. Alice observó en silencio antes de hacer una de sus observaciones.
—Parece que la debilidad de estas criaturas es la zona de la nuca. De haber identificado esto antes, podrías haber conservado puntos.
Rokugo la miró, sudoroso y sin aliento, pero con una expresión de satisfacción.
—Gracias por el consejo... justo a tiempo como siempre —dijo con ironía—. Ahora, dame unos minutos. Este traje necesita un enfriamiento.
Alice simplemente asintió y comenzó a escanear la zona en busca de nuevos peligros.
—No puedo evitar preguntarme si en otros planetas la vida realmente tendría que evolucionar en criaturas tan parecidas a los perros… —comentó Rokugo para sí mismo, con un toque de sarcasmo—. Es como si el universo tuviera un solo diseñador con muy poca creatividad.
Alice registró el comentario, pero no dijo nada. En su lugar, continuó caminando hacia la dirección de la ciudad.
Un poco más adelante, el polvo del desierto comenzó a disiparse, revelando figuras montadas en algo que no esperaba. Un grupo de humanos vestidos con armaduras plateadas y pesadas se acercaba, cabalgando sobre… ¿unicornios?
—Espera… ¿qué? —Rokugo apenas podía contener su risa—. Esto tiene que ser una broma.
Los caballeros detuvieron su avance cuando los vieron, y al frente del grupo, una joven con una expresión seria y determinada levantó la mano, señalando para que se detuvieran. Era una mujer de cabello blanco y largo hasta sus tobillos y mirada desafiante, con una armadura adornada con símbolos de alguna orden militar.
Alice giró su cabeza hacia Rokugo y habló en voz baja. —El chip de traducción aún no ha completado el procesamiento del idioma local, pero ya debería estar cercano a decodificar el habla básica.
La joven al frente, la que parecía ser la líder, les dirigió una mirada escrutadora y comenzó a hablar en un idioma que Rokugo no comprendía… al menos no completamente aún. Sin embargo, sus gestos y la forma en la que observaba sus ropas sugerían que estaba intrigada o, posiblemente, desconfiaba de ellos.
Alice, como siempre, mantuvo la calma y decidió actuar. Con voz suave, comenzó a explicarles a los caballeros en el idioma que conocían, tratando de evitar problemas innecesarios.
—Venimos de una tierra lejana —dijo Alice, improvisando una historia rápida—. Nos encontramos con una banda de asaltantes en el desierto y perdimos todas nuestras pertenencias. Por eso nuestras ropas y equipo se ven… diferentes.
Rokugo, sorprendido por la rápida habilidad de Alice para inventar una historia, asintió solemnemente para reforzar la mentira. La joven caballera los observó por unos momentos, pero parecía estar convencida. Cuando el chip de Rokugo finalmente completó la decodificación, pudo escuchar la voz de la mujer más claramente.
—Mi nombre es Snow, comandante del Reino de Grace. ¿Quiénes son ustedes y qué hacen en estas tierras? Nunca he visto vestimentas tan… inusuales.
Alice, sin dudar, mantuvo la narrativa. —Soy Alice, y él es Rokugo. Somos viajeros, como mencioné, en busca de trabajo y refugio tras ser atacados.
Snow pareció pensativa, Cuando de pronto vio los restos de los Perros Titan todavia Evaporandose y tras un momento de deliberación, asintió. —¿lograron Matar tres perros titan ustedes solos?. Si son tan hábiles como dicen, quizás podamos ofrecerles algo. Mi patria, Grace, el País de la Arena, siempre necesita manos fuertes. No es común ver a alguien abatir a las bestias del desierto con tanta facilidad. Su… "arma" —dijo, señalando la pistola de Rokugo— es desconocida para nosotros, pero parece ser eficaz.
Rokugo solo sonrió, sin molestarse en explicar lo que para él era un simple juguete comparado con la tecnología de Kisaragi.
Cuando llegaron al País de la Arena, Rokugo y Alice fueron guiados por las calles de la ciudad. La arquitectura era arcaica, y la ciudad misma parecía desgastada por el tiempo y la guerra. A medida que avanzaban, Rokugo observó que muchos edificios estaban parcialmente destruidos y las calles apenas contenían alguna señal de vida o vegetación. La ciudad estaba llena de ruinas, y entre ellas, una gran cantidad de escombros metálicos oxidados, posiblemente vehículos antiguos, aunque a primera vista nadie parecía recordar para qué servían.
—¿Esos son… tanques? —murmuró Rokugo para sí mismo, al ver un enorme vehículo acorazado abandonado y cubierto de arena, con carriles en vez de ruedas—. Es como si este lugar hubiera retrocedido a la Edad Media tras una guerra catastrófica.
Finalmente, fueron llevados ante una imponente construcción donde los esperaba una figura vestida con ropas finas y con un aire de autoridad innegable. Era una mujer joven, con una mirada serena pero calculadora. Snow hizo una reverencia y presentó a la mujer como la princesa Christ Ceres Tilis Reiss.
—Bienvenidos, extranjeros —saludó la princesa, con un tono amable—. Me han informado de sus habilidades en combate. Mi país, como pueden ver, está en una situación desesperada. Hace años, la aparición de los demonios convirtió nuestras tierras en desierto. Ahora, cualquier ayuda es bienvenida, y si están dispuestos a trabajar para nosotros, les prometo un hogar y un propósito.
Rokugo intercambió una mirada con Alice. Aunque la oferta de la princesa era interesante, él sabía que fingir lealtad temporalmente no era un problema… al menos no hasta que encontrara una oportunidad de obtener puntos malos y, quién sabe, tal vez algo de diversión en el proceso.
Mientras caminaban por la ciudad, Rokugo observaba cada detalle, grabando en su mente el ambiente de decadencia. La tecnología que alguna vez estuvo en el apogeo aquí había sido olvidada, las ruinas eran ahora reliquias sin propósito claro para sus habitantes, quienes solo conocían una vida medieval y sufrida. Rokugo sonrió, disfrutando del caos potencial que podía desatar en un mundo tan carente de comprensión sobre su propio pasado.
—Alice… creo que este planeta va a darnos mucho con lo que jugar —susurró, emocionado por el futuro que les esperaba.
Alice simplemente lo miró y asintió. —Solo recuerde, Agente 6, su misión es recopilar información.
Mientras paseaban por el centro de la ciudad, Rokugo y Alice notaron una gran cantidad de personas reunidas alrededor de una estructura metálica oxidada. Parecía una máquina antigua, con tubos y cables desgastados por el tiempo. Un grupo de ciudadanos, liderados por un anciano con expresión frustrada, intentaba inútilmente hacer que la máquina funcionara.
Rokugo, curioso, se acercó al anciano. —Disculpa, viejo. ¿Qué es todo este alboroto?
El anciano suspiró, señalando la máquina. —Esta es nuestra última máquina generadora de agua, uno de los pocos vestigios de tecnología antigua que nos queda… Pero dejó de funcionar hace semanas. Sin ella, nuestras reservas de agua están agotándose, y nadie aquí sabe cómo arreglarla.
Alice, al escuchar esto, no pudo evitar intervenir. —Permítanme examinarla. Tengo conocimientos en sistemas de auto-mantenimiento y reparaciones básicas de maquinaria.
El anciano la miró con esperanza. —¿En serio podrías? ¡Por favor, ayúdanos! Esta máquina es vital para nuestro sustento.
Sin perder tiempo, Alice comenzó a analizar la estructura y a trabajar en la máquina, mientras Rokugo observaba con una mezcla de aburrimiento y curiosidad. Tras unos minutos de ajustes, Alice logró reactivar el sistema… pero apareció una pantalla en el dispositivo solicitando una contraseña para iniciar el flujo de agua.
Rokugo, con una sonrisa maliciosa, se acercó al teclado de la máquina. —¿Contraseña? Bah, esto es fácil. Solo necesita un toque de creatividad. —Y, sin pensarlo demasiado, escribió "festival del pene" en el teclado.
Para su sorpresa (y diversión), la máquina comenzó a emitir una alarma estridente. En cuestión de segundos, guardias del palacio se presentaron en el lugar, rodeando a Rokugo con lanzas y espadas apuntándole.
—¡Por orden de la familia real, quedas arrestado por manipulación indebida de tecnología sagrada! —anunció uno de los guardias, mientras Rokugo levantaba las manos, intentando no reírse.
Resulta que la máquina generadora de agua solo podía ser activada mediante la voz de alguien de la familia real, como la princesa Tilis o el rey. El ingreso de una contraseña incorrecta era considerado una falta grave, especialmente cuando se trataba de tecnología tan antigua y venerada.
Poco después, en el salón del trono, Rokugo fue presentado ante la princesa Tilis. La joven miraba a Rokugo con una mezcla de incredulidad y desagrado. Snow, quien estaba a su lado, observaba con desconfianza.
—Entonces… ¿cuál fue tu razonamiento para escribir algo tan… inapropiado en una de nuestras reliquias? —preguntó Tilis, alzando una ceja.
Rokugo, sin perder la compostura, sonrió y comenzó a hablar con una labia encantadora. —Princesa, debe entender que en mi tierra usamos el humor para resolver los problemas más difíciles. Pensé que una contraseña divertida quizás relajaría a la máquina y la haría funcionar. ¡Soy un genio de la creatividad, después de todo!
Tilis parpadeó, perpleja ante la absurda explicación. Sin embargo, la naturalidad y confianza de Rokugo comenzaron a desconcertarla.
—Además, si algo me enseñaron en mi hogar, es que la risa une a la gente. Y tal vez esa unión es justo lo que este país necesita en tiempos difíciles… —añadió Rokugo, manipulando las emociones de la princesa sin remordimiento.
Snow, al ver que la princesa comenzaba a dudar, intentó intervenir. —¡Princesa, este hombre es claramente un espía o un elemento peligroso! ¡No podemos confiar en él!
Rokugo la miró con una sonrisa astuta. —Oh, ¿en serio, comandante Snow? Entonces, ¿me trajiste hasta aquí sin siquiera investigarme? Si soy un espía, ¿no sería responsabilidad tuya por permitir mi entrada?
La cara de Snow se puso roja de frustración, pero no podía contradecirlo sin implicarse a sí misma. La princesa Tilis, viendo el conflicto, finalmente habló.
—Muy bien, Rokugo. Te ofrezco una oportunidad para demostrar tu lealtad. Liderarás un pequeño escuadrón de soldados y ayudarás a nuestra causa. Si demuestras ser útil, tus acciones indebidas serán perdonadas.
Rokugo sonrió victorioso. —Por supuesto, Alteza. No tiene nada de qué preocuparse. Haré lo necesario para servir a su noble causa.