Chereads / Konosuba: El titan y la Reina Kevivan's Cut / Chapter 45 - La victoria y el festival de los muertos

Chapter 45 - La victoria y el festival de los muertos

Después de la derrota de Russel, el ambiente se había calmado momentáneamente, aunque la tensión seguía latente. Con el Destructor de Kisaragi aún causando ecos en el campo de batalla, Rokugo y su grupo comenzaron a reorganizarse. La victoria estaba de su lado, pero eso no significaba que las cosas fueran a ser fáciles. Tomaron a Russel como prisionero de guerra, y se aseguraron de que su futuro estuviera sellado.

Llévenlo —ordenó Rokugo mientras observaba a Russel, que estaba maniatado y cansado, con la mirada perdida, como si no pudiera procesar lo que había sucedido.— El Hombre Tigre lo espera.

Russel levantó la cabeza, sus ojos reflejaban miedo. No sabía quién era este Hombre Tigre, pero la vibra que emanaba de él era inquietante. La risa de Rokugo, como una serpiente a punto de atacar, fue lo único que lo hizo temer aún más.

—Créeme, si no colaboras, no hay vuelta atrás. —Rokugo le sonrió, dejando ver una mirada peligrosa—. Solo imagina qué podría suceder si el Tigre tiene algo en mente. Creo que le gustas... pero, no como te gustaría.

Russel palideció. La idea de estar a solas con el Hombre Tigre, cuya energía oscilaba entre peligrosa y espeluznante, lo dejó paralizado de terror.

Alice, que observaba la escena con cierta indiferencia, murmuró:

—Creo que has sobrepasado los límites. Este tipo tiene la vibra de alguien que claramente disfruta del sufrimiento ajeno. Pero no puedo negar que es una táctica efectiva.

Mientras Russel se veía arrastrado hacia su destino, las chicas volvieron a la ciudad que habían limpiado parcialmente tras la batalla, pero ahora había un nuevo evento en el horizonte: el Festival de los Muertos.

El Festival de los Muertos era una tradición antigua, un evento en el que los muertos regresaban como zombis cada año, siguiendo una regla ancestral. Grimm, siendo una experta en exorcismos, había sido designada una vez más para llevar a cabo la ceremonia y asegurar que los muertos no causaran estragos en la ciudad.

Sin embargo, este año algo se sentía diferente. Grimm parecía más cansada, más abatida de lo normal.

—Esto es más de lo que puedo manejar... —murmuró Grimm mientras observaba los muertos vivientes empezar a surgir de la tierra, sus cuerpos hinchados y en descomposición. Los ojos de Grimm brillaron con una luz pálida, una señal de que su poder estaba a punto de desatarse.

Rokugo, que observaba desde la distancia, la miró con una mezcla de desinterés y curiosidad.

—¿Crees que podrás con esto otra vez? —preguntó Rokugo con una ligera sonrisa burlona.

Grimm no respondió, ya que estaba concentrada en el ritual. Inhaló profundamente, y con un gesto dramático, levantó las manos hacia el cielo.

¡Exorcismo en área! —gritó, desatando una explosión de energía espiritual que arrasó con todo a su alrededor. En un parpadeo, los zombies se desintegraron, cayendo al suelo reducidos a polvo.

Rokugo observó con asombro, pero a la vez un dejo de inquietud crecía en su interior. No fue hasta que el último de los muertos fue destruido que vio algo que lo dejó helado: Grimm cayó al suelo.

Grimm...! —gritó, corriendo hacia ella.

Alice, al verla, no mostró más que una expresión de preocupación calculada.

—No lo entiendo... ¿qué pasó con ella?

Cuando Grimm despertó, no se encontraba en la ciudad. Estaba en el Templo de Zenarith, un lugar sagrado para aquellos que seguían la deidad

Sin embargo, algo no estaba bien. Al abrir los ojos, una sensación de vacío la invadió.

¿Qué... sucedió? —dijo Grimm, mirando las paredes de piedra del templo. Estaba sola.

En ese momento, Zenarith, la deidad

abló en su mente, su voz profunda y majestuosa.

¿Qué has hecho, hija mía? —la voz retumbó en su cabeza. Tu exorcismo ha alterado el balance.

Grimm se tensó. ¡No! —gritó. ¡No quería!

Zenarith siguió, ofendida.

Al realizar el exorcismo en área, te has despojado de la bendición que te otorgué. **Te quité la vida para que pudieras existir más allá de la muerte, pero tú has decidido despojarte de eso.

Grimm, ahora visiblemente afectada, comenzó a temblar. No, esto no puede ser cierto, pensó.

Fue entonces cuando Rokugo y el resto llegaron al templo, encontrando a Grimm, postrada, mirando al suelo con una expresión de profundo pesar.

Rokugo la miró de forma extraña, misteriosa, y en ese momento, todo comenzó a encajar.

¿Te sientes bien, Grimm? —preguntó, con un tono más serio del usual.

Grimm levantó la cabeza, sus ojos pálidos reflejaban una tristeza profunda.

No estoy viva, ¿verdad? —murmuró, sin mirar a nadie en particular.

Rokugo, al escuchar sus palabras, lo entendió todo. Grimm no estaba completamente viva, sino que era un cadáver reanimado, con un alma atrapada en una existencia entre la vida y la muerte.

—Grimm... —dijo Rokugo, con una mezcla de sorprendido y compasivo. Tú nunca fuiste "normal".

Grimm se apartó de su mirada, como si se estuviera negando a aceptarlo.

—¡Eso no es cierto! —gritó. ¡Yo... yo estoy viva! ¡Vivo, respiro, siento!

Pero en el fondo, Grimm sabía que la verdad era más amarga que cualquier mentira. Su piel fría, su mirada vacía, su sensación constante de desconexión del mundo vivo, todo cobraba sentido ahora.

No... no soy un muerto... no soy un no-muerto... —se repitió, con voz quebrada.

Rokugo observó, con una mirada fría, mientras Grimm seguía luchando contra lo que en su interior ya sabía.

Escena: Construcción de la base y los ataques de la tribu Hiragi

Tras el incidente con Grimm, la guerra seguía avanzando, y Rokugo había decidido canjear sus puntos malos por maquinaria de construcción para erigir una nueva base para Kisaragi. Estaba claro que la lucha por el poder y el control en ese mundo no se limitarían solo a las batallas físicas, sino también a las máquinas, a la tecnología y a lo que la Corporación Kisaragi pudiera conseguir.

En el frente de batalla, Rokugo y las chicas, como siempre, se encontraban enfrentando una larga lista de amenazas. El primero de estos obstáculos fueron los titanes animales que emergían del suelo, algo que Rokugo no había anticipado en sus planes de construcción.

—¿En serio esto está pasando? —preguntó Rokugo, mirando a un enorme tigre titan que había aparecido en medio de la construcción, arrancando los cimientos de la base.

A su alrededor, Grimm y las chicas estaban preparadas para atacar, pero se veía que los ataques que recibían de estos titanes animales no eran tan fáciles de detener.

—No puede ser, esto es una pesadilla... —murmuró Grimm, mientras intentaba desintegrar a un lobo titan que se lanzaba contra ellos.

—¡Esto no es nada! ¡Los titanes animales están por todas partes! —gritó Snow, mientras miraba a Grimm, que con su poder de exorcismo estaba luchando por mantenerse firme.

Rokugo, viendo el caos que se estaba desatando, hizo una seña a Alice, quien rápidamente canjeó puntos malos por un tractor blindado que ayudaría a limpiar el área.

—¡Esto me recuerda a algo! —dijo Alice, mientras controlaba el tractor con precisión

Rokugo frunció el ceño, sin saber si eso era una broma o una referencia importante.

— ¿Y qué tiene que ver eso con los titanes? —preguntó Rokugo, mientras usaba sus poderes para derrotar a una manada de lobos titanes que atacaban desde un costado.

Alice no dejó de trabajar mientras lo decía:

En el informe que había enviado el agente 22, hablaba de una especie de criaturas gigantes que atacaban a los habitantes. Algo similar a los titanes... Pero, aquí parece que se presentan como animales mutados, tal vez debido a la radiación 

Rokugo pensó por un momento, pero antes de que pudiera responder, un nuevo ataque llegó: un zombi gigante apareció desde un terreno cercano, mientras una planta carnivora con forma humana comenzaba a devorar las estructuras de la base.

—¡Maldición! Esto se está poniendo cada vez peor... —gritó Grimm, observando la planta, cuyo aspecto le resultaba inconfundible.

—Esa planta... —dijo Alice, con un tono preocupado—, es muy parecida a lo que el agente 22 mencionó en sus informes sobre las criaturas alienígenas que intentaron conquistar un planeta vecino. Se trataban de plantas carnívoras, pero con una inteligencia similar a la de las criaturas que eran controladas por el mismo sistema que ellos.

Rokugo, tras destruir la planta de un disparo certero, observó a Grimm, Snow y Rose, que se estaban encargando de contener los titanes animales. Su mente no dejaba de dar vueltas sobre esa mención de titanes, agentes 22 y conquistas fallidas.

La conexión estaba más cerca de lo que pensaba.

En la base, donde Tilis había instalado su cuartel general, los agentes de Kisaragi no podían dejar de meterse en problemas. A pesar de los ataques constantes, los agentes continuaban con su comportamiento incontrolable.

Uno de los agentes, de nombre desconocido, apareció en la habitación de la princesa Tilis, sin previo aviso. La princesa, molesta y visiblemente desconcertada, intentó detenerlo.

—¿Qué crees que estás haciendo aquí? —gritó la princesa Tilis, en un intento de poner orden.

El agente, sin hacerle caso, comenzó a organizar un juego de Yenga con algunos de los demás agentes, que se habían infiltrado en el cuartel sin su permiso, solo para ganar puntos malos.

—¿No deberían estar ocupados deteniendo ataques y defendiendo la base? —protestó la princesa, cruzando los brazos.

—¡Eso puede esperar! —respondió uno de los agentes—. ¡Lo que importa ahora es ganar puntos malos y jugar un poco!.

La princesa frunció el ceño, frustrada, mientras el caos aumentaba dentro de su cuartel general. Era evidente que la disciplina no era lo suyo.

Rokugo, al enterarse de esta situación, simplemente observó desde una de las pantallas.

Esto se está saliendo de control. —dijo, rascándose la cabeza mientras analizaba los datos de los ataques y canjeaba más puntos.

¿Qué harás con ellos? —preguntó Grimm, observando la pantalla mientras manejaba un dispositivo de comunicación.

—Lo mismo de siempre... —respondió Rokugo con una sonrisa torcida. —Tendrán que demostrar que valen la pena.

Escena: El bar y la interacción con Grimm

La luz tenue del bar iluminaba las caras cansadas de los clientes. La música suave y los murmullos de fondo daban un aire de tranquilidad temporal, mientras la gente buscaba relajarse tras un día agotador. Rokugo se encontraba en una mesa al fondo, disfrutando de una copa de vino, cuando una joven se le acercó con una sonrisa coqueta.

—¿Me dejas probar un poco de tu comida? —preguntó la chica, con la mirada fija en el plato de Rokugo, haciendo una pequeña seña con los dedos.

Rokugo, sin muchos ánimos pero con una sonrisa que dejaba entrever su desinterés, ofreció un pedazo de carne del plato.

—Claro, pruébalo —dijo, sin darle mucha importancia a la situación.

La chica, al morder la carne, parecía estar perdiéndose en sus propios pensamientos. Sus ojos se entrecerraron, y un brillo travieso apareció en ellos. De repente, comenzó a fantasear con la idea de que Rokugo hiciera cosas mucho más… íntimas.

Rokugo parecía no darse cuenta de las insinuaciones que la joven estaba sugiriendo, hasta que una voz furiosa cortó el aire.

—¡Escúchame, idiota! ¡Él es mío! —gritó Grimm, entrando en la habitación con su silla de ruedas, lanzando una mirada fulminante hacia la chica y luego hacia Rokugo.

La chica, sorprendida por la furia de Grimm, dejó el tenedor y se alejó rápidamente, mientras Rokugo simplemente levantaba una ceja, sin cambiar su expresión.

—Vaya, Grimm, parece que te tomaste más tiempo del habitual en revivir —comentó Rokugo, como si no fuera gran cosa.

Grimm, visiblemente irritada por la mención de su muerte reciente, comenzó a negárselo a sí misma.

—Eso no fue nada. ¡Solo fue un mal sueño! —respondió, refregándose las manos con frustración. — ¡Zenarith se ofendió por nada! Me dijo algo sobre que me había quitado la bendición, pero fue todo un sueño… solo eso.

Rokugo la miró de reojo, claramente desinteresado, pero sin ganas de hablar del tema más de lo necesario.

—No quiero oírlo, Grimm —respondió, levantándose lentamente para irse.

Sin embargo, Grimm no iba a dejarlo ir tan fácilmente. De repente, sonrió de manera astuta.

—Si no te vas… te compro una cerveza —dijo con un tono persuasivo.

Rokugo, al escuchar esto, se detuvo y se volvió hacia ella, claramente menos interesado en la oferta que en la idea de alejarse.

—Ah… ¿y Snow? Parece que está otra vez en quiebra. Me han dicho que ahora se va a dedicar a vender pudines de su leche —comentó Rokugo con tono indiferente, observando el bar mientras meneaba la cabeza con desdén.

Grimm frunció el ceño, claramente molesta por el comentario, pero antes de poder responder, Rokugo, aprovechando la oportunidad, se acercó a una chica random que estaba en la barra. Con una sonrisa encantadora, le ofreció una copa.

—Te invito una bebida, en nombre de Grimm —dijo, con tono seguro y mirando de reojo a Grimm.

—dijo, con tono seguro y mirando de reojo a Grimm.

Grimm, viendo la escena, se quedó en silencio, pero el dolor se reflejó en su rostro. No le gustaba para nada lo que Rokugo hacía, pero no podía hacer mucho al respecto.

No me gusta que me hagas esto, Rokugo —dijo, molesta y algo dolida—. ¡No coquetees con otras chicas cuando estoy aquí!

Rokugo, ya con la copa en mano y sin ningún remordimiento, solo levantó las cejas.

—¿Y qué? —preguntó, sonriendo con una mezcla de desinterés y diversión. — Es solo una copa.

Grimm, sintiendo una creciente incomodidad, se cruzó de brazos, furiosa. Rokugo simplemente dejó la situación en sus manos, como de costumbre.

El ambiente se mantenía pesado y cargado, pero la ironia de la situación no podía evitar hacer sonreír a Rokugo mientras Grimm, por su parte, intentaba evitar mostrar más su dolor. La tensión entre ellos era palpable, pero era un juego que ambos jugaban sin querer admitirlo.

Escena: El bar y la declaración fallida de Grimm

El bar seguía en su tranquilo caos, con Rokugo sentado despreocupadamente en su asiento, bebiendo sin mirar a nadie. Grimm, por otro lado, estaba a su lado, nerviosa y con una expresión de incomodidad que delataba lo que intentaba ocultar. Por fin, parecía que había encontrado el valor para decir lo que llevaba días queriendo sacar.

Rokugo, yo... —empezó, con una mano en el regazo y el otro apretando con fuerza la bandeja de comida que aún no había tocado.

Rokugo, sin quitar la vista del bar, soltó un suspiro de aburrimiento. Grimm lo notó, pero no se desanimó. Se inclinó hacia él, mirando fijamente al punto ciego de su atención.

—Yo... quiero decirte algo importante, y creo que ya no puedo seguir ignorándolo —dijo Grimm, algo torpemente, sin mirarlo directamente.

Rokugo levantó la mirada finalmente, volviendo a observar a Grimm con el mismo interés mínimo que dedicaba a cualquier conversación que no involucrara dinero, comida o sexo.

—¿En serio? ¿Otra vez con eso? —comentó con tono plano.

Grimm se sintió avergonzada, pero su determinación creció cuando finalmente miró a Rokugo directamente a los ojos. Sabía que si no lo decía ahora, tal vez nunca lo haría.

—Yo... —gritó un poco más fuerte, casi atragantándose con las palabras—, ¡yo estoy enamorada de ti!

Antes de que pudiera continuar, Rokugo, sin darse cuenta de la seriedad de la situación, se puso a describir, de manera completamente despreocupada, con la misma actitud que uno tomaría al hablar del clima, la forma en que su hombría genital se veía en su ropa ajustada.

—Ah, sí, claro, todo el mundo tiene un lado de su cuerpo que es bastante... impresionante, ¿no? —murmuró, volviendo a su copa, como si hablara de cualquier cosa menos de una declaración de amor.

Grimm se quedó paralizada, su corazón latiendo rápidamente, sintiendo una mezcla de confusión, desilusión y rabia que la hizo perder el hilo de lo que estaba diciendo. Justo en ese momento, notó que la chica random que Rokugo había invitado, la que había bebido su copa, la estaba mirando fijamente, como si estuviera observando algo más que su comida.

La joven se volvió hacia el cantinero, y éste, con una sonrisa algo misteriosa, le lanzó una frase que detonó la incomodidad de Grimm de inmediato.

—Sí, lo que Rokugo dijo es cierto, pero fue en nombre de Grimm —dijo el cantinero mientras limpiaba un vaso con un trapo sucio.

La chica, sonrojándose al recibir tal información, se volvió hacia Grimm con una mirada desconcertante y romántica.

—¿Estás... con él? —preguntó, casi como si fuera una insinuación.

Grimm sintió cómo su estómago se encogía y el rojo le subía a las mejillas. Intentó controlarse, pero la escena estaba siendo tan incómoda que empezó a temer lo peor.

Rokugo, como si no le importara nada de lo que estaba ocurriendo, sonrió satisfecho, levantando la copa en dirección a la chica random, como un pase de batalla.

—¿Grimm? No te preocupes, es solo una copa... —dijo, riendo de forma casual mientras le daba el giro a la silla de ruedas de Grimm, asegurándola con un clic sonoro, dejándola inmovilizada.

Rokugo, sin remordimiento alguno, se levantó y empezó a alejarse.

Grimm, completamente incapacitada para moverse, sólo miraba con desesperación cómo la chica random se acercaba con una mirada decidida.

No me dejes aquí, comandante... —dijo Grimm con la voz temblorosa, luchando por mantener su compostura, sabiendo lo que se venía.

Rokugo, ya caminando hacia la salida del bar, se giró un segundo para tirar una última frase sin mirar atrás.

—Nah, no te preocupes, tienes todo bajo control, ¿no? —Y con eso, se fue, dejando a Grimm atrapada en su propia silla.

Al mismo tiempo, en la habitación privada de la princesa Tilis, Rokugo se reunió con su colega de Kisaragi, un hombre musculoso y rubio conocido como Parker. Ambos estaban planeando algo completamente desacertado y estúpido.

—Entonces, Parker... ¿qué tal si hacemos una carne asada aquí, en la habitación de la princesa? —dijo Rokugo, sonriendo de manera traviesa. —Es la forma perfecta de ganar puntos malos mientras disfrutamos de la vida, ¿no?

Parker, con una risa burlesca, aceptó con entusiasmo.

—¡Vaya, qué idea! Carne asada desnudos, claro, ¿por qué no?

Ambos se pusieron a preparar la carne, sin ningún tipo de remordimiento por invadir la habitación de la princesa, listos para llevar a cabo su plan irresponsable para ganar puntos malos, sin importarles lo que pasara después.

Escena: El día siguiente en la tienda y el reclamo de Grimm

Al día siguiente, Rokugo estaba en una tienda de la ciudad con Rose, la joven con la que trabajaba en Kisaragi. Estaba revisando los estantes mientras ella metía cosas en su bolso con una rapidez desconcertante. En un momento, se detuvo frente a un carrito con verduras frescas y algunas especias.

Rose, con la mirada fija en el dinero que le quedaba, comentó sin mucha emoción:

—Nunca tengo suficiente dinero... todo lo gasto en comida. Ya sabes, hay que comer para sobrevivir.

Rokugo, al observar a Rose, se percató de algo curioso. Sus ropas eran viejas y desgastadas; las sandalias que llevaba estaban rotas por los costados, y notó que muchas partes de su cuerpo estaban vendadas, como si hubiera sufrido heridas y no tuviera suficiente dinero para comprar ropa nueva.

—Ya veo —comentó Rokugo, mientras miraba de reojo las vendas que cubrían partes de su piel expuesta—. Entonces eso explica... el estilo tan... peculiar que tienes, ¿eh?

Rose, sin inmutarse, continuó buscando entre los estantes, sonriendo con una especie de tristeza resignada.

—Sí... supongo que el dinero nunca es suficiente para todo lo que quiero —dijo mientras ponía una botella de agua en su bolso.

Justo en ese momento, la puerta de la tienda se abrió con un estrépito, y Grimm irrumpió en la escena, furiosa. Estaba manejando su silla de ruedas con una rapidez que dejó a todos sorprendidos.

—¡¿Cómo pudiste dejarme allí ayer?! —gritó Grimm, dirigiéndose directamente hacia Rokugo mientras casi derrapaba al frenar—. ¡Esa chica random intentó seducirme! ¡Casi me hace dudar, idiota!

Rokugo, despreocupado como siempre, levantó una ceja y le dedicó una mirada exasperada.

—¿En serio? ¿Estás reclamando por eso? —respondió mientras tomaba unas frutas de la mesa—. Me fui a hacer carne asada, Grimm, ¿quién te va a cuidar todo el tiempo?

Grimm no parecía dispuesta a dejar ir el asunto tan fácilmente, y lo siguió, insistiendo.

—¡No me hagas hacer esto, Rokugo! ¡Yo estaba tan vulnerable, y esa chica, esa maldita chica! —añadió, casi hiperventilando de la furia—. Pero bueno, no se trata de ella, sino de vosotros, ¿cómo pudiste abandonar a una pobre chica como yo?

Rokugo no parecía prestarle atención, y se cruzó de brazos.

Grimm, claramente molesta, desvió la conversación rápidamente hacia otro tema.

—Bien, de todas formas, tenemos que hablar del festival. Yo hice unos peluches especiales para los espíritus. Van a usarlos como recipientes durante el festival, pero ya sabes, lo más raro es que estos muertos... me atacaron —gritó, su voz temblando—. ¡Hay algo raro con esos espíritus! Estoy segura de que alguien está controlándolos.

Sin embargo, Rokugo no parecía interesado ni un poco en lo que decía. En lugar de eso, se estaba acercando a un niño pequeño que lo había estado insultando en la plaza.

¡Mira, Grimm! —dijo con una sonrisa sarcástica—, voy a hacer que este niño aprenda lo que es un buen golpe... y también a no molestarme.

Grimm se quedó atónita al ver cómo Rokugo se acercaba peligrosamente al niño. Intentó gritarle, pero su voz se perdió en el aire.

¡Rokugo, detente! —exclamó Grimm, pero era demasiado tarde. Rokugo, en su estilo característico, intentaba bajarle los pantalones al niño, mientras los espíritus cercanos empezaban a alterarse.

Grimm, queriendo proteger al comandante, no podía simplemente quedarse ahí. Decidió actuar rápidamente.

—¡Voy a hacer que todo esto se termine de una vez por todas! —dijo, levantando sus manos hacia el cielo, comenzando a cantar una maldición en el aire.

Pero lo que no sabía era que esta maldición afectaría no solo a los espíritus cercanos, sino también a la pequeña área donde Rokugo y los demás estaban presentes. Al final, el poder de la maldición no solo removió la bendición de Zenarith

resultó en la muerte de Grimm.

En el instante en que Grimm cayó, Rokugo y Rose se quedaron allí, observando el cuerpo inerte de Grimm, sin ninguna expresión de compasión.

¿De nuevo, Grimm? —murmuró Rokugo, sin mucha pena, mientras se rascaba la cabeza.

Rose, mirando a Rokugo, murmuró con un tono seco.

—No la vamos a revivir ahora, ¿verdad? No hasta que acabe el festival de los no-muertos. Es... es lo mejor.

Rokugo, encogiéndose de hombros, aceptó la sugerencia sin siquiera pensarlo dos veces.

—Sí, sí, ya veremos más tarde. —Y volvió a centrarse en sus asuntos, como si todo fuera una rutina diaria.

Escena: Los Peluches, Heine y el Plan para Rescatar a Russel

Alice observaba el peluche con una mirada escéptica, dándole pequeños golpecitos con el dedo mientras lo sostenía frente a Rokugo.

—No puedo creer que dentro de estos peluches realmente haya espíritus. Vamos, eso suena ridículo —comentó Alice, frunciendo el ceño con desdén.

Rokugo sonrió, levantando los hombros en una muestra de indiferencia.

—Bueno, solo hay una forma de averiguarlo, ¿no? Vamos a abrirlo.

Con un tirón, Rokugo abrió el peluche con una mano, esperando encontrarse con algún tipo de espíritu, pero en su lugar, salió disparada una pequeña figura, Heine la demonio, quien había estado oculta en ese peluche en particular.

—¡¿Qué rayos...?! —exclamó Alice mientras retrocedía, completamente sorprendida.

Heine, con una expresión de pura furia en su rostro, se levantó, claramente molesta por su abrupta exposición.

—¡Idiotas! ¿Cómo se atreven a abrirme de esta forma? —gritó, tratando de mantener la dignidad a pesar de que estaba cubierta de trozos de peluche. Al parecer, Heine había aprovechado el festival de los no-muertos para infiltrarse en el país de Grace con la intención de rescatar a Russel, quien llevaba semanas esclavizado.

Snow, al ver a Heine, se acercó con un brillo codicioso en los ojos.

—¡Perfecto! ¡Vamos a entregar a esta demonio! Con la recompensa que nos darán, ¡finalmente podré salir de la bancarrota!

Rokugo ignoró el entusiasmo de Snow y se inclinó hacia Heine, esbozando una sonrisa burlona mientras aprovechaba la situación para manosearla sin ningún tipo de vergüenza. Sin embargo, al escuchar sus verdaderas intenciones, algo dentro de él se conmovió.

—¿Así que querías rescatar a ese mocoso de Russel? —preguntó con un tono más suave, aunque sin dejar de sostenerla firmemente.

Heine soltó un suspiro exasperado, aunque no podía ocultar la angustia en su rostro.

—Sí... ese niño no debería estar en esta situación. ¡Es apenas un niño! —respondió, mordiéndose el labio con frustración.

Alice, observando la escena, intervino con un tono práctico y frío.

—De acuerdo, podemos permitirle ver a Russel, pero bajo nuestras condiciones. —Y con eso, amordazaron a Heine para evitar que lanzara cualquier tipo de hechizo, llevándola a ver al niño en cuestión.

Cuando finalmente llegaron al lugar donde Russel estaba retenido, Heine contuvo la respiración al ver en qué condiciones se encontraba su pequeño aliado. Russel había sido obligado a vestir de maid como parte de su castigo, lo que le daba un aspecto extremadamente humillante. El chico, al notar la presencia de Heine, se sonrojó de vergüenza.

—¡No me mires así, Heine! —dijo, intentando taparse con las manos—. ¡Es tan humillante...!

Desesperado, Russel corrió hacia Heine, quien lo miraba con una mezcla de pena y preocupación.

—¡Por favor, no me dejes aquí! —suplicó Russel, aferrándose a ella.

Alice, quien había estado observando con una sonrisa sarcástica, se inclinó hacia Heine y le quitó una piedra que llevaba escondida, la cual resultó ser su fuente de poder. Luego, ajustó las cuerdas de Heine aún más para asegurarse de que no intentara nada.

—Sinceramente, sería un desperdicio no sacar provecho de esta situación —dijo Alice, observando a Rokugo—. Podríamos usar a esta demonio como una especie de "cabra de Judas". Liberarla con un dispositivo rastreador que nos permita localizar al tal Lord Demonio. Sería útil, ¿no crees?

Antes de que pudieran decidirse, fueron interrumpidos por un mensajero que les informó que la princesa Tilis había ordenado su presencia de inmediato en el castillo.

Escena: La Princesa Tilis Colapsa

Al llegar al castillo, encontraron a la princesa Tilis en un estado de completa frustración y desesperación. Parecía que había llegado al límite de su paciencia. Se notaba agotada y temblorosa, con los ojos inyectados de furia y ojeras marcadas.

—¡Ya... no puedo más! —exclamó Tilis con un tono desesperado, mirando a Rokugo y a sus agentes—. ¡Cada noche, alguno de ustedes se mete en mi habitación sin permiso! ¡Desnudos! ¡Haciendo... cosas completamente triviales como jugar a la torre de bloques! ¡¿Por qué tienen que estar desnudos para eso?!

Rokugo la miró, sin mostrar ni un ápice de arrepentimiento, mientras Alice y Snow intentaban no reírse ante la situación.

—Bueno, princesa, es nuestra forma de... ganar puntos malos —respondió Rokugo, encogiéndose de hombros.

La princesa Tilis lo miró con una expresión de pura desesperación.

—¡Prométanme que dejarán de hacer eso! ¡Por el amor de los dioses, necesito paz en mi propia habitación!

Rokugo simplemente levantó la mano en un gesto de indiferencia.

—Está bien, está bien. No lo haremos más... por ahora.

Escena: La Ciudad y el Regreso de Grimm

Después de salir del castillo, Rokugo y sus compañeros pasearon por la ciudad, donde el festival de los no-muertos estaba en pleno apogeo. Los habitantes parecían estar disfrutando de la presencia de los peluches recipientes de espíritus creados por Grimm. Varios niños corrían alrededor de los peluches, riendo y hablando con ellos como si fueran sus antiguos familiares.

En un rincón, Rokugo observó a una joven que sostenía un peluche en forma de oso, hablando con él con una sonrisa nostálgica.

—Dicen que este peluche contiene el espíritu de su abuelo. Parece feliz —comentó Alice mientras observaba la escena.

Rokugo asintió, aunque su mirada se desvió cuando vio una figura familiar entre la multitud.

Grimm había vuelto a revivir, completamente ilesa y tan enérgica como siempre, como si nada hubiera pasado. Al verla, Rokugo simplemente suspiró, y con tono resignado murmuró:

—¿Otra vez tú, Grimm? Justo cuando pensaba que podríamos disfrutar un festival tranquilo...

Grimm, ignorando el comentario, sonrió con confianza y levantó la mano, saludándolo.

—¡Comandante! ¡Estoy de vuelta para cuidarte y protegerte!

Escena: El Hombre Tigre y el Festival de los No-Muertos

En el centro de la ciudad, en medio del festival de los no-muertos, un grupo de niños rodeaba al Hombre Tigre. Los pequeños, con los ojos brillando de emoción, lo confundieron con uno de los peluches contenedores de espíritus y, antes de que él pudiera reaccionar, lo abrazaron emocionados.

—¡Miren! ¡Es un peluche de tigre gigante! —exclamó uno de los niños, apretando al Hombre Tigre con fuerza.

Hombre Tigre gruñó, irritado, mientras intentaba deshacerse de los niños que lo abrazaban por todas partes.l

os niños lo ignoraban completamente y continuaban abrazándolo, creyendo que era un "peluche especial".

Desde la distancia, Rokugo observaba la escena con una sonrisa burlona. Decidió aprovechar la situación y se acercó con sus armas en mano, enfrentándose al Hombre Tigre mientras le lanzaba una mirada de desaprobación.

—Hey, ¿qué haces dejándote abrazar así por niños? —dijo Rokugo, alzando una ceja—. Recuerda, la pedofilia está estrictamente prohibida en Kisaragi.

Hombre Tigre lo miró con incredulidad y gruñó, preparándose para enfrentarlo.

—¡¿Qué dices, maldito pervertido?! ¡Estos niños no me dejan en paz, malinterpretaste todo!

—Eso dicen todos, hombre peludo. —Rokugo sonrió con malicia, blandiendo sus armas—. Pero yo seré el juez aquí. ¡Prepárate!

Ambos se lanzaron a una pelea, con Rokugo esquivando los zarpazos del Hombre Tigre mientras lanzaba ataques juguetones, disfrutando del caos que causaban en medio del festival. Los niños finalmente se alejaron, confundidos por la repentina pelea entre el "peluche gigante" y el "hombre extraño".

Escena: La Cafetería del Festival

Con el primer día oficial del festival de los no-muertos en marcha, Rokugo y sus compañeras decidieron aprovechar la oportunidad y abrir una cafetería improvisada en medio del caos del festival. Snow, quien estaba en busca de ingresos rápidos, se ofreció a ser la camarera... con un atuendo bastante provocativo que dejaba poco a la imaginación.

—¿Estás segura de que quieres usar eso? —preguntó Alice, levantando una ceja mientras observaba el atuendo atrevido de Snow.

Snow, con una sonrisa confiada, le guiñó el ojo.

—¡Por supuesto! Es para atraer clientes, y cuanto más llamativo, mejor. —Dijo mientras posaba, recibiendo ya varias miradas de los curiosos.

Sin embargo, la situación no duró mucho. Poco después de que la cafetería comenzara a ganar popularidad, una patrulla de guardias llegó para clausurar el local por "ofensas a la decencia pública". Snow fue arrestada en el acto, mientras Rokugo escapaba rápidamente, sin molestarse en rescatarla.

—¡Rokugo! ¡Vuelve aquí y ayúdame! ¡Esto es culpa tuya! —gritó Snow mientras los guardias la arrastraban, pero Rokugo ya estaba fuera de vista, fingiendo no escuchar.

Escena: Grimm y el Estrés del Festival

Mientras deambulaba por el festival, Rokugo se encontró con Grimm, quien lo miró con los brazos cruzados y una expresión molesta.

—¡Rokugo! ¡No me estás ayudando en absoluto con este festival! —le reclamó Grimm con un puchero—. La última vez que me morí, ni siquiera te molestaste en llevar mi cuerpo al templo de Zenarith para restaurarme. ¡Organizar un festival de no-muertos es estresante!

Rokugo sonrió con suficiencia y le dio una palmada en la espalda.

—Oye, lo estás haciendo bien, Grimm. Además, es un festival de no-muertos. ¿Qué puede salir mal? —dijo, con tono burlón—. De hecho, creo que te está quedando genial. ¡Felicidades!

Grimm lo miró, sorprendida, con un leve rubor en las mejillas.

—N-no seas tan amable, Rokugo. Podría… podría terminar enamorándome de ti —murmuró, tratando de mantener la compostura.

Rokugo, sin perder el ritmo, sonrió con picardía.

—Entonces, para celebrar tu arduo trabajo, ¿qué tal si te compro un collar bonito? —ofreció, guiñándole un ojo.

Grimm se sonrojó aún más y rápidamente asintió.

—¡S-sí! Pero... vamos a una tienda barata. No quiero abusar de tu generosidad. —Grimm intentó no parecer emocionada, pero la felicidad en su rostro era evidente—. Pero, ¡ten cuidado, Rokugo! Un detalle más y... y no habrá vuelta atrás. ¡Me enamoraré completamente de ti!

Escena: La Tienda de Collares

Entraron a una pequeña tienda en la ciudad, y Rokugo observó los collares disponibles, mientras Grimm lo miraba emocionada. Sin dudarlo, señaló el collar más caro de todos, un accesorio brillante y lujoso que destacaba en el mostrador.

—Quiero ese —dijo Rokugo con tono casual, mirando a la vendedora—. Pero aclaro, no es para mi novia ni nada. Solo es una compañera de trabajo.

Mientras decía esto, giró para ver la reacción de Grimm… solo para encontrarse con que Grimm estaba muerta nuevamente. Esta vez, la pobre había muerto de felicidad.

Rokugo suspiró y se llevó una mano a la frente.

—Ah… ni siquiera he comprado el collar y ya se desmayó de la emoción. Estos no-muertos… nunca se puede confiar en su resistencia.

Escena: El Malentendido del Collar y la Propuesta de Matrimonio

Tras el incidente en la tienda, Rokugo tuvo que cargar el cuerpo sin vida de Grimm hasta el templo de Zenarith para que la revivieran una vez más. Para cuando Grimm despertó, ya estaba al tanto del malentendido… y no estaba muy feliz al respecto.

—¡¿Cómo que el collar no era una propuesta de matrimonio?! —exclamó Grimm con evidente frustración mientras miraba a Rokugo—. En Grace, regalar un collar equivale a una declaración de amor… ¡¡pensé que finalmente te habías decidido!!

Rokugo levantó las manos en señal de paz, intentando calmarla.

—Hey, hey… no te pongas así. No era mi intención confundirte. Solo quería recompensarte por todo el esfuerzo con el festival. —Rokugo sonrió, tratando de suavizar la situación—. Pero si lo que quieres es una promesa…

Grimm suspiró, aún molesta, y se cruzó de brazos.

—La última vez que alguien mostró interés en mí fue cuando tenía 10 años… con una carta que me envió un amigo de la infancia. Esto es deprimente, Rokugo… —murmuró, sintiéndose desilusionada.

Rokugo la miró pensativo por un momento y luego, con una sonrisa algo pícara, dijo:

—Está bien, hagamos un trato. En diez años, si ninguno de los dos se ha casado, me casaré contigo. —Rokugo extendió la mano para sellar la promesa—. Pero hasta entonces, no quiero más collares o insinuaciones malinterpretadas, ¿entendido?

Los ojos de Grimm se iluminaron, y sin dudarlo, tomó su mano con entusiasmo.

—¡Acepto! —dijo emocionada. Ambos firmaron el trato con un pequeño corte en sus manos, sellando el acuerdo con un apretón de manos ensangrentado.

Horas más tarde, sin embargo, Grimm estaba furiosa.

—¡¿Me estás diciendo que tú eres el culpable de todo el desastre en el festival?! —gritó, fulminando a Rokugo con la mirada.

Rokugo la miraba con una sonrisa descarada, sin ningún remordimiento.

—¿Qué? Fue una oportunidad de negocio. —Se encogió de hombros—. Además, técnicamente yo no hice nada ilegal… solo convencí a Snow de usar ese atuendo y a Rose de disfrazarse de falso peluche espíritu. —Se rió—. No es mi culpa que la hayan arrestado.

Grimm bufó, lanzándole una mirada de reproche.

—¡No puedo creerlo! ¡Esto es tu culpa! ¡El festival está lleno de caos por tus ideas ridículas!

Mientras Grimm continuaba su retahíla de reproches, de repente un peluche contenedor gigante emergió, atacándolos. Rokugo y Grimm apenas tuvieron tiempo de reaccionar cuando el enorme peluche les lanzó una ráfaga de energía espectral.

—¡Espera! —Grimm retrocedió, preparándose para lanzar otra de sus maldiciones—. ¡Voy a remover la bendición de Zenarith en el área para debilitar a ese peluche!

Pero Rokugo rápidamente la detuvo, sujetándola del brazo.

—¡No! —dijo con firmeza—. Deja de "suicidarte" por tonterías. Ya no nos quedan más objetos de valor personal para ofrecer en el templo. Si te mueres otra vez, te vas a quedar ahí… y no pienso gastar más dinero en revivirte.

Grimm apretó los labios, molesta, pero finalmente asintió, bajando la mano.

En ese instante, el suelo comenzó a temblar y zombis emergieron de la tierra, levantándose alrededor de ellos. Grimm se quedó pálida al ver la cantidad de muertos vivientes que comenzaban a surgir.

—Esto… esto no puede ser. —Grimm observó, horrorizada—. ¡Alguien está manipulando a los espíritus y reviviendo a los muertos en masa!

Rokugo sacó sus armas, preparándose para el combate.

—Parece que tenemos un nuevo enemigo, ¿eh? —dijo, sin perder su sonrisa.

Grimm respiró hondo, dándose cuenta de que debía recurrir a su última táctica, aunque eso significara arriesgarse a un castigo por parte de Zenarith.

—No me queda de otra… —Grimm levantó las manos y, con voz solemne, comenzó a recitar un encantamiento—. En el nombre de Zenarith, otorgo el perdón divino a estas almas perdidas… que encuentren la paz y vayan a una mejor vida, en vez de sufrir en el infierno.

Con su bendición de perdón divino, los zombis empezaron a brillar, y poco a poco sus cuerpos comenzaron a desintegrarse, liberando sus almas en paz. El campo de batalla quedó despejado, pero Grimm cayó de rodillas, exhausta y jadeante.

Rokugo se acercó a ella, poniéndole una mano en el hombro.

—No estuvo mal, Grimm. A

Escena: El Sacrificio Involuntario del Collar y el Regreso de Grimm

Después de seguir el rastro de los peluches poseídos, Rokugo y Grimm descubrieron al culpable: uno de los demonios que había caído durante la última gran batalla había encontrado la manera de poseer uno de esos contenedores de peluche y estaba causando caos en el festival.

Grimm, decidida a purificar la zona de una vez por todas, levantó las manos y comenzó a recitar un encantamiento con voz solemne.

—En nombre de Zenarith, concedo el perdón divino en todo el territorio de Grace —anunció. Su poder se extendió por el área, y poco a poco, todos los espíritus en los peluches abandonaron sus recipientes, incluido el demonio que los había estado atormentando.

El efecto fue devastador… y Grimm cayó muerta una vez más.

Rokugo se quedó en silencio, observando el cuerpo inerte de Grimm. Suspirando, resignado, se agachó para levantarla con la intención de enterrarla.

—Bueno, Grimm, parece que esta vez no te revivirán en el templo —dijo, mirando el cielo con un suspiro. Luego comenzó a caminar hacia el lugar donde pensaba darle un descanso digno… aunque algo informal.

Sin embargo, al levantar el cuerpo, el collar que le había regalado a Grimm comenzó a brillar, siendo absorbido por una luz intensa.

De repente, Grimm abrió los ojos, tosiendo y respirando profundamente. Había regresado a la vida, una vez más.

—¿Eh? ¿Estoy…? —murmuró, confundida. Grimm se sentó, todavía desorientada, y miró alrededor, viendo el rostro resignado de Rokugo.

Rokugo la observaba con una mezcla de cansancio y diversión.

—Zenarith está furiosa contigo, Grimm. Esta es la última vez que revives gracias a esa ofrenda… ¿y sabes qué fue lo que ofrecimos? —Rokugo señaló el lugar donde debería estar el collar de Grimm, solo para que ella se diera cuenta de que había desaparecido junto con el contrato de "casarse en diez años."

Grimm abrió la boca con horror al comprender la situación.

—¡¿El collar… y el contrato… fueron tomados como ofrenda para revivirme?! —exclamó, totalmente incrédula. Su rostro pasó de la sorpresa a la indignación en cuestión de segundos.

—Exacto. —Rokugo se encogió de hombros, sonriendo irónicamente—. Así que sí, técnicamente te has revivido tú misma a costa de tus… esperanzas románticas.

Grimm se sonrojó, sintiéndose ridícula.

—¡Pero no puede ser! —dijo, negando con la cabeza—. ¡Yo no morí! Solo estuve… inconsciente. ¡Sí, eso es! Fue solo un sueño, nada más.

Rokugo levantó una ceja, mirándola con una expresión divertida.

—¿"Un sueño"? Grimm, fuiste revivida por el poder de Zenarith y perdiste el collar como ofrenda. No puedes seguir negándolo.

Grimm cruzó los brazos y le dio la espalda a Rokugo, todavía empeñada en negarlo.

—Yo… solo estaba inconsciente, y tuve un sueño extraño… donde Zenarith me regañaba. —Apretó los dientes—. Sí, fue solo eso… seguro.

Rokugo suspiró y miró a su alrededor. El festival de los no-muertos seguía en marcha, y la multitud parecía contenta con el éxito del evento. Se encogió de hombros, dejando a Grimm en su mundo de autoengaño.

—Bueno, al menos el festival fue un éxito, ¿no? —dijo, dándole una palmada en el hombro—. Aunque hayas hecho el ridículo por remover tú misma la bendición de Zenarith en el proceso.

Grimm bufó, todavía molesta, pero finalmente dejó escapar una leve sonrisa, rendida ante la situación.

—Supongo que… algo de eso puede ser cierto —admitió, a regañadientes—. Pero no me lo recuerdes, ¿quieres?

Rokugo sonrió de lado, listo para molestarse un poco más.

—Tranquila, Grimm. Seguro que lo recordaré en diez años… si todavía sigues viva para entonces