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Chapter 49 - Negociacion de paz

La base de Kisaragi estaba en pleno alboroto, con cada miembro de la organización de malhechores ocupándose de las tareas que les correspondían. La alarma de batalla resonaba por los pasillos, y Belial se encontraba en la sala de comando, observando con calma el despliegue de tropas y agentes.

Grimm, ya vestida con su nueva ropa de sacerdotisa—un atuendo que Belial le había regalado—estaba sentada con los brazos cruzados sobre su nueva silla de ruedas, una elegante pieza metálica diseñada para la comodidad y la eficiencia en el campo de batalla. Estaba lista para la acción, aunque su rostro mostraba una mezcla de impaciencia y frustración por la situación.

Grimm (con tono ácido, mirando a Belial): "Así que este es el regalo, ¿eh? Una maldita silla de ruedas y un atuendo de sacerdotisa. ¿Qué se supone que voy a hacer con esto? ¿Pretendes que sea la puta sanadora de todos?"

Belial (sin perder la calma, mientras miraba las pantallas del centro de mando): "No te pongas tan dramática. La silla es para tu comodidad y el atuendo es un símbolo de tu posición. Eres parte de Kisaragi ahora, y con eso vienen ciertos roles. Y en cuanto a la batalla... siempre se necesita una sanadora, ¿no? O al menos alguien que sepa cómo mantener la calma en medio del caos."

Grimm (suspirando, mirando hacia el frente, aún molesta): "Supongo que tengo que conformarme. Aunque me sigue pareciendo una jodida broma."

Mientras tanto, Belial se levantó de su asiento, mirando a los alrededores con una expresión calculadora. Era la pieza clave en la estrategia de Kisaragi, y su poder no era algo que se pudiera ignorar. Con solo mover una mano, podía convocar explosiones devastadoras, y su dominio sobre la piroquinesis la hacía una de las combatientes más temibles.

Belial (dirigiéndose a los agentes que se encontraban listos para la batalla): "Escuchen, todos. Los Hiiragi son una tribu poderosa, pero no somos los principiantes en este juego. Kisaragi tiene lo que se necesita para acabar con ellos. Todos los agentes desplegados deben dar lo mejor de sí mismos. Yo lideraré la ofensiva, y no quiero fallos."

Rokugo (que observaba desde un lado, ligeramente inquieto): "Y... ¿de qué forma planeas terminar con esto, Belial?"

Belial (mirando a Rokugo con una sonrisa torcida, sus ojos brillando con intensidad): "¿De qué forma, dices? Pues, para empezar..." (Levanta la mano y de inmediato comienza a concentrarse) "Lo primero es asegurar que el campo de batalla sea nuestro. Los Hiiragi tendrán una sorpresa." (Hace un gesto, y una gran explosión de fuego estalló fuera de las instalaciones, iluminando el cielo.)

Rokugo (sorprendido por la demostración de poder): "¡Madre mía! ¡Eso fue… increíble! ¿¡Cómo demonios lo hiciste?!"

Grimm (ya más tranquila, observando la escena con admiración, pero sin perder su sarcasmo): "¿Esto es lo que esperabas cuando me metiste en esto? Siempre quise un show de fuegos artificiales, pero no pensaba que fuera así."

Belial (mientras observaba el fuego, su rostro impasible): "Es solo una pequeña muestra. Kisaragi me otorga los medios para llegar más lejos. Y en cuanto a este ataque..." (Pausa por un momento, mirando al horizonte mientras sus palabras se volvieron frías y letales) "Los Hiiragi nunca sabrán lo que los golpeó."

Con un movimiento fluido, Belial activó su piroquinesis, y grandes columnas de fuego comenzaron a formarse alrededor de ella, mientras su energía aumentaba con cada segundo. El nivel de poder que poseía era aterrador. Podía controlar el fuego, lo que le permitía destruir todo a su paso, desde soldados hasta edificaciones enteras, y las llamas eran tan intensas que convertían el aire mismo en algo abrasador.

Grimm (con una ligera sonrisa, aunque aún sentía el peso de su propia frustración): "¿Esto es lo que llamas un 'plan'? Hacer explotar todo a lo grande y ver cómo caen como moscas?"

Belial (con voz serena, mientras la intensidad de las llamas crecía): "A veces, la manera más eficiente de acabar con los problemas es quemarlos. Literalmente. Y no te preocupes, Grimm... nadie se va a meter contigo mientras estemos en esto. Al menos no hasta que me haya encargado de los Hiiragi."

Rokugo (tratando de calmar la situación mientras sentía la tensión en el aire): "¡Esperen! Aún tenemos que organizarnos. No podemos simplemente lanzarnos al fuego... bueno, no literalmente."

Belial (sonriendo sutilmente): "Lo he organizado, Rokugo. El caos es mi aliado, y sé cómo manejarlo. Además, no tenemos tiempo para miramientos. La tribu Hiiragi no será un obstáculo para Kisaragi."

Con un gesto, Belial volvió a concentrarse, y la intensidad de las explosiones de fuego aumentó, causando una serie de explosiones en toda la zona de batalla, donde los combatientes de la tribu Hiiragi empezaron a reaccionar, pero eran demasiado tarde. La devastación era inminente, y la batalla había comenzado en todo su esplendor.

Grimm (mirando el campo de batalla, con una expresión de indiferencia mientras sentía la incomodidad de su silla de ruedas): "Bueno, parece que las cosas están por ponerse realmente feas."

Belial (sonriendo con seguridad): "Solo recuerda, Grimm... esto es lo que Kisaragi hace. No dejamos nada sin destruir cuando estamos en juego."

Rokugo, observando la magnitud de la destrucción, pensó en todo lo que había ocurrido hasta ahora y en lo que aún quedaba por suceder.

Mientras las llamas de la piroquinesis de Belial devoraban el campo de batalla, la ofensiva contra la tribu Hiiragi estaba en pleno apogeo. Los combatientes de Kisaragi se lanzaban al frente con una determinación implacable, inspirados por la devastadora muestra de poder de su líder. Sin embargo, el foco de atención pronto se desvió hacia el Bosque Oscuro, donde varios agentes y Belial misma se habían adentrado, pero hasta el momento no habían regresado.

Rokugo, tras asegurarse de que la situación estaba bajo control en la base, comenzó a notar que el regreso de Belial estaba tomando más tiempo de lo esperado. La preocupación se dibujó en su rostro, y no fue el único en notarlo.

Viper (quien acababa de regresar victoriosa del frente, cubierta de polvo y con una expresión de orgullo): "Bueno, parece que hemos neutralizado la amenaza de los Hiiragi. Pero… ¿alguien ha visto a Belial? No ha regresado del Bosque Oscuro."

Rokugo (con determinación, alzando la voz para que todos escucharan): "Voy a buscarla. No podemos dejar a nuestra líder en un lugar como ese, y mucho menos sola. Belial es fuerte, pero el Bosque Oscuro es traicionero."

El Hombre Tigre, uno de los combatientes más leales de Kisaragi, se acercó a Rokugo y asintió con firmeza.

El Hombre Tigre: "Voy contigo, Comandante Rokugo. No puedes enfrentarte a eso solo. Belial es nuestra jefa y merece que demos todo por encontrarla."

Justo cuando Rokugo y el Hombre Tigre se preparaban para partir, Grimm, que había estado observando desde su silla de ruedas con expresión cada vez más furiosa, se acercó a Rokugo con los brazos cruzados y una mirada cargada de celos.

Grimm (con voz irritada): "¿Así que vas a arriesgarte a entrar en ese bosque oscuro y maldito… solo para rescatar a esa mujer? ¿Por qué? ¡Dime, Rokugo!"

Rokugo (suspirando, pero manteniéndose firme): "Primero, porque es mi jefa. Es la líder de Kisaragi y le debo lealtad. Y segundo…" (hace una pausa y la mira directamente) "porque también es mi amiga. La conozco desde que éramos adolescentes, Grimm."

Grimm (mordiéndose los labios, enojada y con celos evidentes): "¿Amiga, dices? ¡No me vengas con eso! ¡Después de lo que hiciste, ni siquiera sé por qué debería confiar en ti!" (recordando el "accidente" cuando Rokugo la mató en uno de sus experimentos, supuestamente solo para ver si explotaría) "¿Acaso ya te olvidaste de la vez que me mataste, Rokugo? Según tú, solo era un capricho para ver si explotaba. ¿Es así como cuidas a tus 'amigos'?"

Rokugo (con una expresión de incomodidad, pero tratando de calmarla): "Grimm, eso fue... bueno, no fue mi mejor momento. Pero ahora estamos hablando de algo serio. No puedo dejar a Belial allá sola."

Grimm (mirándolo con una mezcla de enojo y dolor): "¡Pues bien! ¡Pudrete, Rokugo! Haz lo que quieras. Ve al bosque, piérdete y nunca regreses, ¡me da igual!"

Sin decir una palabra más, Grimm giró su silla de ruedas y se alejó, furiosa y sin intención de escucharlo más. Rokugo suspiró y miró al Hombre Tigre, quien parecía disfrutar de la situación.

El Hombre Tigre (riendo con una expresión juguetona): "Parece que alguien tiene problemas amorosos. ¡Oh, Rokugo, siempre causando problemas! ¿Sabes? A veces, parece que no perdonas nada

Rokugo (haciendo una mueca, tratando de justificar): "Grimm estará de mejor humor cuando regrese. Ya lo verás."

El Hombre Tigre (en tono burlón): "Sí, sí… pero no te olvides de Astaroth. Cuando ella se entere de que has andado con 'asuntos dudosos' , te aseguro que no te salvaras de 

su furia."

Rokugo (haciendo una mueca al escuchar el nombre de Astaroth, su 'amada oficial'): "Oh, genial. Gracias por recordármelo, Tigre. Lo que necesitaba… dos mujeres furiosas. ¡Así que mejor hagamos esto rápido!"

Rokugo y el Hombre Tigre emprendieron camino hacia el Bosque Oscuro, avanzando con cuidado por el terreno hostil, envueltos en la penumbra. Tras varias horas de caminata, divisaron algo inesperado: una muralla gigantesca, resguardando un territorio desconocido. El ambiente alrededor del lugar era extraño, y algunos animales pequeños parecían observarlos desde las sombras, pero lo que más les llamó la atención fue la inscripción en la entrada principal.

Rokugo (leyendo en voz alta): "'Reino de Grunade'. No tenía idea de que había un reino tan cerca de las montañas Midgard."

El Hombre Tigre (rascándose la barbilla, intrigado): "¿Reino de Grunade, eh? Este lugar parece ser bastante peculiar. He oído rumores, pero nada concreto."

Rokugo (mirando alrededor con curiosidad y cautela): "Por la inscripción parece ser un reino que rinde culto a los dragones… Eso explica la cantidad de lagartos explosivos que deambulan por aquí."

Mientras avanzaban por el lugar, notaron que había un mecanismo de protección impulsado por una enorme magicita roja, una gema resplandeciente de tamaño colosal que parecía irradiar una energía cálida y protectora. Al acercarse, Rokugo sintió una leve vibración en el aire.

El Hombre Tigre (mirando la gema con asombro): "¿Qué es eso? Parece que tiene una especie de hechizo de protección… Ningún monstruo, excepto los dragones, se atrevería a acercarse al reino."

Rokugo (analizando la situación con una sonrisa astuta): "Interesante… así que esta magicita roja es su tesoro nacional. Con razón el lugar parece tan tranquilo a pesar de estar rodeado de monstruos y murallas gigantes. Es una defensa impresionante."

El Hombre Tigre (mirando las murallas): "Murallas colosales, pero… si observas bien, parece que su ejército no es gran cosa. Probablemente confían demasiado en esa magicita y en las murallas."

Rokugo (riendo entre dientes): "Eso podría ser un problema para ellos si alguien decidiera atacar. Pero ahora no estamos aquí para eso. Primero, debemos encontrar a Belial y sacarla de este bosque antes de que algo le pase."

La conversación de Rokugo y el Hombre Tigre fue interrumpida por una figura que se acercaba desde la distancia. Era un hombre vestido con ropajes ceremoniales, que parecía ser un guardia o algún tipo de emisario del reino. Los observó con sospecha, pero al notar el emblema de Kisaragi en las ropas de Rokugo, se mostró más cauteloso.

Emisario de Grunade (con tono formal): "Forasteros, han llegado a las tierras sagradas del Reino de Grunade. ¿Cuál es el propósito de su visita?"

Rokugo (con una sonrisa despreocupada): "Estamos buscando a alguien. Una amiga que podría haber pasado por este lugar. No tenemos intención de quedarnos mucho tiempo."

El Hombre Tigre (en tono burlesco): "A menos que, claro, ustedes tengan algo interesante que ofrecernos… ya saben, un buen desafío siempre viene bien."

El emisario, que notaba la actitud confiada y audaz de ambos, vaciló por un momento antes de hablar.

Emisario de Grunade (con una mezcla de respeto y recelo): "Los dragones de Grunade no toman a la ligera la presencia de forasteros en estas tierras. No obstante, si vuestra intención es pacífica… pueden ingresar. Pero tengan cuidado. Nuestros dioses dragones no toleran a aquellos que no respetan su santuario."

Rokugo y el Hombre Tigre intercambiaron una mirada de complicidad y asintieron. Sabían que entrar en el reino de Grunade podía suponer una serie de desafíos, pero nada los detendría hasta encontrar a Belial y devolverla a salvo. Rokugo, siempre con su habitual actitud despreocupada, no podía evitar pensar en la reacción de Grimm y Astaroth al regresar, pero decidió dejar esos problemas para más adelante. Ahora, su prioridad era resolver el misterio del Bosque Oscuro… y quizás descubrir qué secretos escondía el reino de Grunade.

Dentro del Reino de Grunade, Rokugo y el Hombre Tigre fueron escoltados por el emisario a través de calles pavimentadas con piedras finas y rodeadas de vegetación. A diferencia de muchos otros lugares que habían visitado, este reino estaba repleto de canales y cuerpos de agua cristalina que atravesaban toda la ciudad. El sonido de los arroyos y las fuentes aportaba una atmósfera de paz y prosperidad, que contrastaba con las habituales misiones de caos y destrucción a las que estaban acostumbrados.

Rokugo (mirando a su alrededor, admirando el paisaje): "Este lugar es... impresionante. No se parece en nada a los otros reinos que hemos visto."

El Hombre Tigre (con los brazos cruzados, asintiendo): "Sí, y parece que aquí el agua juega un papel importante. Es casi como si el lugar estuviera diseñado en torno a ella."

Emisario de Grunade (escuchando la conversación y sonriendo levemente): "El agua es símbolo de vida y prosperidad para nuestro reino. Además, fortalece nuestros lazos con el Dragón Primordial, Midgard, quien otorga bendiciones a nuestra gente a cambio de nuestros sacrificios."

Rokugo (arqueando una ceja, intrigado): "¿Sacrificios? ¿De qué tipo estamos hablando?"

Emisario de Grunade (con tono solemne): "Cada cien años, el gobernador de nuestro reino debe hacer un viaje a las Montañas Midgard, donde el Dragón Primordial reposa en un sueño profundo. Allí, debe recuperar una nueva magicita que mantenga la prosperidad de Grunade... aunque el dragón despierta en el proceso, y eso lleva a la muerte del gobernador."

El Hombre Tigre (frunciendo el ceño): "¿Así que el gobernador tiene que sacrificarse para mantener la paz? Vaya, eso sí que es un precio alto."

Emisario de Grunade (asintiendo): "Así es. Nuestro sistema político, aunque monárquico, permite que los ciudadanos elijan a sus gobernadores de entre los miembros de la familia real. Solo los más valientes aceptan el destino de ir a las Montañas Midgard cuando llegue su momento."

Rokugo (pensando en voz alta): "Vaya, eso suena… complicado. Imagino que la gente aquí debe tener mucha fe en su gobernante."

Mientras continuaban por las calles, los llevaron a una celda de la prisión del reino, donde fueron encerrados. La celda era más espaciosa y limpia que las que Rokugo y el Hombre Tigre estaban acostumbrados, pero seguía siendo una prisión. Dentro de la celda, para su sorpresa, encontraron a Belial, quien se encontraba sentada con los brazos cruzados, con una expresión de frustración.

Belial (al ver a Rokugo y al Hombre Tigre entrar): "Ya era hora de que alguien viniera a buscarme. ¿Qué, tardaron tanto en darse cuenta de que estaba aquí?"

Rokugo (sonriendo con alivio): "¡Belial! Bueno, ya sabes, no es fácil rastrear a alguien cuando está en un reino rodeado de lagartos explosivos y murallas mágicas."

El Hombre Tigre (murmurando en tono burlesco): "Y sin mencionar lo molesto que es caminar entre tantos ciudadanos tan… pacíficos."

Belial (mirándolos seriamente): "He intentado todo para salir de aquí, pero parece que mi piroquinesis es inútil en este lugar. La mayoría de las paredes y objetos aquí son resistentes al fuego… y para colmo, todos los guardias parecen tener alguna resistencia mágica."

Rokugo (pensando, con una sonrisa astuta): "Bueno, si el fuego no funciona, quizás podamos probar con algo un poco… menos convencional."

Belial (mirándolo de reojo, algo intrigada): "¿Tienes alguna idea brillante, Rokugo?"

Rokugo (mirando a Belial, recordando su habilidad especial): "Belial, ¿qué hay de esa habilidad tuya de producir microondas? Sé que no la usas mucho porque afecta directamente las células de los seres vivos, pero quizás aquí podría servirnos."

Belial (frunciendo el ceño, con algo de incomodidad): "Sí, puedo calentar las células de los seres vivos mediante microondas, pero… es un método letal y bastante cruel. No me gusta usarlo si no es absolutamente necesario."

Rokugo (con una mirada decidida): "Bueno, parece que estamos en una situación extrema. Si no lo intentamos, estaremos atrapados aquí para siempre."

Belial (suspirando, resignada): "Está bien, lo intentaré. Pero no te acostumbres a pedirlo, Rokugo."

Concentrándose, Belial empezó a canalizar su poder, emitiendo microondas en la celda. Los guardias fuera de la prisión parecieron sentir un cambio extraño en el aire, pero no alcanzaron a reaccionar antes de que los artefactos mágicos cercanos comenzaran a fallar. Los sellos de la prisión, que impedían el uso de magia, se rompieron, y las puertas de hierro comenzaron a tambalearse.

Rokugo (asombrado, mirando cómo los artefactos mágicos dejaban de funcionar): "Increíble… esas microondas actúan como un pulso electromagnético. Los artefactos mágicos están completamente inactivos."

El Hombre Tigre (riendo): "Vaya, Belial, esto es perfecto. ¡Parece que tenemos una salida!"

Belial (sintiéndose un poco fatigada, pero satisfecha con el resultado): "Bueno, no digan que no hice nada por ustedes. Pero si vamos a escapar, tenemos que darnos prisa. Estos efectos no durarán mucho."

Salieron rápidamente de la prisión y, utilizando la confusión generada por el fallo de los artefactos mágicos, lograron evadir a los guardias y escabullirse fuera del reino. Sin embargo, antes de poder huir por completo, notaron una presencia imponente acercándose. Era el Dragón Primordial, Midgard, despertado por el colapso de la barrera mágica. La criatura, una enorme bestia con escamas tan duras como el acero y ojos llameantes, se plantó frente a ellos, observándolos con una mirada fiera.

Rokugo (con una mezcla de asombro y temor): "Así que… este es el famoso Dragón Primordial, ¿eh? No esperaba que fuera tan grande."

Belial (en voz baja, preparándose para el combate): "No tenemos otra opción. Si queremos escapar, tendremos que enfrentarlo. Rokugo, Hombre Tigre, espero que estén listos para pelear."

El Hombre Tigre (con una sonrisa salvaje): "¡Oh, claro que sí! Hace tiempo que no peleo con un enemigo tan impresionante."

Rokugo (suspirando, pero sonriendo): "Supongo que no hay de otra. Vamos a mostrarle a este dragón lo que somos capaces de hacer."

La batalla contra Midgard fue intensa y brutal. La fuerza del dragón y sus ataques de fuego hicieron temblar el suelo, pero la combinación de las habilidades de Belial, las tácticas astutas de Rokugo y la fuerza bruta del Hombre Tigre les permitió resistir. Utilizando las microondas de Belial para interrumpir los hechizos de protección del dragón y debilitándolo, finalmente lograron una ventaja crucial.

Después de una lucha agotadora, el Dragón Primordial Midgard cayó, y el trío se encontró de pie sobre los restos de la batalla, cubiertos de sudor y con un cansancio profundo.

Belial (mirando el cuerpo del dragón, recuperando el aliento): "Lo logramos… aunque no fue fácil."

Rokugo (respirando con dificultad, pero sonriendo): "Eso estuvo demasiado cerca… pero al menos tenemos una historia épica para contar."

Belial, tras la intensa batalla y el uso excesivo de sus habilidades, comenzó a sentir un extraño efecto secundario: fragmentos de recuerdos antiguos comenzaron a emerger en su mente, recuerdos de sus días en la escuela, de cuando conoció a Rokugo por primera vez. Fue un momento nostálgico, una especie de revelación que le trajo emociones mixtas.

Belial (murmurando para sí misma, con una sonrisa melancólica): "Rokugo… parece que, después de todo este tiempo, las cosas no han cambiado tanto."

Rokugo (notando su expresión): "¿Belial? ¿Todo bien?"

Belial (sacudiendo la cabeza, sonriendo): "Sí, solo… recordé algo. Algo de hace mucho tiempo."

Con su misión cumplida, el trío regresó al Reino de Grace

Al regresar al Reino de Grace, el ambiente estaba en calma, aunque claramente seguía siendo tenso después de los ataques previos de la Tribu Hiiragi. Rokugo, Belial y el Hombre Tigre apenas pusieron un pie en la base cuando un agente de Kisaragi los interceptó para informarles sobre los últimos acontecimientos.

Agente de Kisaragi (saludando con firmeza): "¡Comandante Rokugo, Ejecutiva Belial! Me alegra ver que han regresado. Mientras estuvieron fuera, hubo otros ataques de la Tribu Hiiragi, pero fueron repelidos con éxito."

Belial (alzando una ceja, interesada): "¿Repelidos? ¿Quién lideró la defensa?"

Agente de Kisaragi: "Fue Viper, la Mutante-Víbora. Logró contener todos los ataques y mantuvo a raya a las fuerzas de Hiiragi sin mayores pérdidas."

Rokugo (sonriendo con satisfacción): "Heh, parece que Viper ha estado haciendo un buen trabajo mientras estuvimos fuera."

En ese momento, una figura familiar apareció acercándose a toda velocidad. Grimm, sobre su silla de ruedas eléctrica, venía a recibir a Rokugo, con una expresión que parecía entre alegre y decidida. Sin embargo, al notar la presencia de Belial, cambió de actitud inmediatamente. Se detuvo de golpe, adoptando una postura mucho más formal y respetuosa ante la Ejecutiva.

Grimm (con una voz cortés, inclinándose un poco): "Ejecutiva Belial, es un honor verla de vuelta en nuestra base."

Belial (con una sonrisa ligera, asintiendo): "Grimm. Es bueno ver que todo está en orden aquí."

Pero apenas terminada la formalidad, Grimm miró a Rokugo con una expresión de enfado y resentimiento. Sin decir una palabra, se giró en su silla y se alejó, dejándolo completamente desconcertado.

Rokugo (confundido, murmurando para sí): "¿Qué…? ¿Qué le pasa ahora?"

Belial, observando la situación, dejó escapar una leve sonrisa, divertida por la tensión entre ellos. Mientras Rokugo intentaba comprender el comportamiento de Grimm, no podía evitar pensar en cómo las habilidades de Belial podrían ser útiles para la situación con Hiiragi. La idea de utilizar sus microondas para interferir con la magia en un radio cercano parecía una estrategia sólida.

Rokugo (pensando en voz alta): "Si las microondas de Belial pueden anular la magia en un rango de metros, podríamos aprovecharlo en combate. La Tribu Hiiragi se basa mucho en magia y tecnología avanzada. Combatiendo su magia con las microondas de Belial y su tecnología con la magia demoníaca de nuestros reclutas… eso podría funcionar."

Belial (mirándolo de reojo): "¿Estás pensando en una estrategia, Rokugo?"

Rokugo (asintiendo con entusiasmo): "Exacto. Si Hiiragi puede dañar nuestros trajes con sus ataques tecnológicos, pondremos a los demonios reclutados en la primera línea de defensa. Además, si usan magia, tú podrías desactivarla con tus microondas. En teoría, combatiríamos tecnología con magia demoníaca y magia con tecnología."

Belial (con una mirada pensativa): "Es una estrategia arriesgada, pero tiene potencial. Podemos intentarlo."

Cuando la Tribu Hiiragi lanzó su siguiente ataque, la estrategia de Rokugo fue puesta a prueba. Los demonios, acostumbrados a recibir y resistir ataques físicos, aguantaron la primera embestida, mientras que Belial utilizaba su habilidad de microondas para neutralizar cualquier intento de magia en las filas enemigas. Al ver que sus hechizos no funcionaban y su tecnología era contrarrestada, las fuerzas de Hiiragi comenzaron a retirarse, frustradas.

Hiiragi (retirándose, con rabia contenida): "Malditos… esto no queda así. Volveremos…"

Con la Tribu Hiiragi en retirada por el momento, el equipo de Kisaragi había logrado otra victoria. Rokugo, satisfecho con el éxito de su plan, decidió buscar a Grimm para intentar reconciliarse después de su extraño comportamiento en la base. Sin embargo, la situación no sería tan sencilla como él esperaba.

Rokugo encontró a Grimm en uno de los pasillos, recostada en su silla de ruedas, aparentemente esperando algo. Al verlo, cambió de expresión, pasando de una ligera sorpresa a un gesto de disgusto.

Grimm (cruzando los brazos y apartando la mirada): "¿Qué quieres ahora, Rokugo? Si has venido a pedirme que te ayude con otro plan loco, mejor búscate a alguien más."

Rokugo (suspirando, acercándose a ella): "Mira, Grimm… quería disculparme por… ya sabes, lo que pasó aquella vez. No fue justo que te matara solo por ver si explotabas al usar zapatos. Me pasé de la raya."

Grimm (mirándolo de reojo, claramente molesta): "¿Y crees que un simple 'lo siento' lo va a arreglar? Esa vez me dolió, ¿sabes? No solo físicamente, sino emocionalmente. Y ahora solo vuelves como si nada hubiera pasado."

Rokugo (intentando sonar sincero): "Vamos, te prometo que haré lo que sea. Podemos salir juntos, te invito a comer, a comprar ropa, lo que quieras. ¡Cualquier cosa para compensarte!"

Grimm (resoplando, rodando los ojos): "¿Crees que soy tan fácil de contentar? ¡Lo que hiciste fue cruel! Y aunque me guste verte arrastrándote un poco, no puedo simplemente perdonar eso."

Rokugo (con un tono derrotado): "Entiendo… entonces… creo que no hay nada más que pueda hacer."

Decepcionado, Rokugo dio media vuelta y comenzó a caminar hacia su habitación. Mientras se alejaba, no podía evitar sentirse algo confuso. Su mente comenzó a divagar, haciéndose preguntas que le inquietaban, pero que, al mismo tiempo, le daban cierto alivio.

Rokugo (pensando para sí, con una ligera sonrisa): Espera… ¿por qué fui a buscar a Grimm en primer lugar? Y, más importante aún… ¿esto significa que terminamos? ¿Que ya no estoy atado a esta relación?

Con una mezcla de asombro y alegría interna, Rokugo dejó escapar un suspiro de alivio, mientras una idea reconfortante le cruzaba la mente.

Rokugo (sonriendo para sí mismo, como si acabara de obtener una revelación): ¿Por fin soy libre y soltero otra vez? ¡Esto sí que es un milagro!

Sin embargo, lo que Rokugo no se esperaba era que, a la distancia, Grimm lo estuviera observando con una mezcla de tristeza y rabia contenida. Aunque había intentado mostrarse indiferente, sus sentimientos por él seguían presentes, y esa "libertad" de la que él parecía disfrutar le causaba un profundo pesar. 

Al día siguiente, la tranquilidad de la base fue interrumpida cuando una enorme nave espacial apareció en el cielo, descendiendo lentamente hasta aterrizar en la zona designada para recibir invitados importantes. Rokugo y los otros agentes de Kisaragi observaban con sorpresa la imponente nave, claramente identificada como una propiedad de la agencia Hiiragi. El ruido de los motores se apagó, y la rampa de acceso se desplegó lentamente.

Rokugo (mirando con curiosidad y una pizca de desconfianza): "¿Qué demonios es esto? No recuerdo haber solicitado una visita de estos tipos."

Belial (mirando con frialdad): "Parece que la agencia Hiiragi ha decidido hacer un movimiento. Ten cuidado, Rokugo. Ellos siempre tienen sus propias agendas."

De la nave, una figura comenzó a descender con elegancia y autoridad. Era una mujer esbelta, de cabello negro como la noche, con un rostro de rasgos afilados y una expresión tranquila pero intimidante. Su armadura blanca, con el emblema de Hiiragi, brillaba a la luz del sol. Parecía salida de una novela de fantasía sobre heroínas justicieras. Con paso firme, llegó hasta Rokugo y Belial, y los miró con una mezcla de desprecio y altanería.

Adelheid Krueger (alzando la voz con firmeza y tono dramático): "¡Soy Adelheid Krueger, conocida como la 'Salvadora Umbral', orgullosa aliada de la justicia! He sido enviada por la agencia Hiiragi para escoltar al Agente Rokugo y a su… ¿acompañante? en una misión de paz. ¡Así que, acompáñenme, y démosle una oportunidad a la tregua!"

Rokugo (pensando para sí, frunciendo el ceño): ¿"Salvadora Umbral"? ¿Esta mujer está en serio? (se voltea hacia Adelheid y habla en voz alta) "Oh, claro, claro, 'aliada de la justicia' y todo eso… qué emocionante."

Adelheid (con una expresión ofendida, como si Rokugo hubiera insultado su existencia misma): "¿Acaso te burlas de mi título? ¡La justicia no es un chiste! Es el propósito sagrado de mi vida. ¡Y tú, como representante de Kisaragi, deberías estar agradecido de tener a alguien como yo para garantizar la paz!"

Rokugo (suspirando, cansado ya de su actitud): "Sí, sí, qué honor el mío. Bueno, me parece bien la misión de escolta, pero necesito traer a alguien conmigo. Alice, ¿vienes?"

Alice, quien estaba cerca y escuchó el llamado, se acercó con una expresión indiferente. Como siempre, su actitud era fría y pragmática, contrastando enormemente con la melodramática Adelheid.

Alice (con su tono plano habitual): "Entendido, Comandante Rokugo. Estaré a cargo de analizar cualquier anomalía en caso de emergencia."

Adelheid (poniendo los ojos en blanco): "¿Así que traes a una niña como asistente? Esto será… interesante." (Luego murmura para sí misma) "Un agente de Kisaragi y su pequeña ayudante… no esperaba menos de una organización tan maligna."

Rokugo (conteniendo la risa, claramente divertido por el drama de Adelheid): "Oh, claro, somos los grandes villanos aquí. Bien, vamos ya. Mientras menos tiempo pase contigo, mejor."

El trío abordó la nave de Hiiragi, y en poco tiempo, despegó rumbo a una zona neutral, donde las negociaciones de tregua entre la agencia Hiiragi y el Reino de Grace se llevarían a cabo.

En la zona de aterrizaje en tierra neutral, Rokugo, Alice y Adelheid fueron recibidos por una figura imponente: Fritz, el director de la agencia Hiiragi. Fritz, un hombre atractivo de cabello plateado y ojos azules, los esperaba con una sonrisa educada y una postura cortés, aunque sus ojos reflejaban una astucia inherente. Al verlos acercarse, esbozó una leve sonrisa y saludó con voz aguda y cordial.

Fritz (haciendo una leve reverencia): "Bienvenidos, Agente Rokugo y compañía. Es un placer contar con su presencia en este intento de paz. Y, por supuesto, espero que Adelheid no les haya causado demasiadas molestias."

Adelheid (inflando el pecho, indignada): "¡¿Molestias?! ¡Soy una aliada de la justicia! He hecho todo lo posible por asegurarme de que esta misión se lleve a cabo sin incidentes. ¡Es mi deber luchar contra el mal y proteger a los inocentes!"

Fritz (con una sonrisa amable, pero su tono deja ver un ligero desdén): "Oh, claro, claro, Adelheid… eres toda una heroína. Pero, como de costumbre, siempre te falta algo de discreción y prudencia. A veces, actuar con demasiada impulsividad puede generar conflictos innecesarios."

Adelheid (cruzando los brazos y mirando hacia otro lado, claramente irritada): "¡No tengo la culpa de que algunos no aprecien mi compromiso con la justicia!"

Fritz (mirando a Rokugo y Alice con una disculpa implícita): "Les pido disculpas por cualquier inconveniente que haya causado nuestra querida Adelheid. Su… devoción a veces la lleva a cometer ciertos errores que, aunque bien intencionados, pueden ser… problemáticos."

Adelheid (exasperada, mirando a Fritz): "¡No tengo por qué escuchar esto! ¡Soy una agente de justicia y todo lo que hago es en nombre de la paz y el bien!"

Fritz (con una sonrisa paciente, como si estuviera hablando con una niña pequeña): "Adelheid, querida, la justicia requiere algo más que buenas intenciones. Necesitas aprender a pensar en las consecuencias de tus actos. Hay una línea delgada entre hacer el bien y convertirte en una molestia para los demás."

Adelheid (defendiéndose): "¡Pero yo no he hecho nada mal! Sólo… quizás fui un poco intensa, ¡pero es solo porque quería asegurarme de que este villano de Kisaragi no causara problemas!"

Rokugo (murmurando para sí con una sonrisa burlona): "Villano… claro, porque estamos en una telenovela."

Alice (con una expresión impasible): "Sería más efectivo si todos se centraran en la misión en lugar de discutir quién es más justo."

Fritz (aprovechando el comentario de Alice, mirando a Adelheid): "¿Escuchaste eso, Adelheid? Quizás deberías seguir el ejemplo de nuestra joven invitada aquí y concentrarte en el objetivo. Esta negociación es clave para evitar más conflictos innecesarios."

Adelheid (haciendo un puchero, claramente sintiéndose atacada): "¡Solo intentaba hacer bien mi trabajo! Pero está bien… haré mi mejor esfuerzo para… para ser más moderada."

Fritz (con una sonrisa indulgente): "Me alegra escuchar eso. Recuerda, Adelheid, que la verdadera justicia se logra con cabeza fría y precisión, no con impulsividad. Espero que esta vez aprendas de tus errores."

Adelheid (suspirando, resignada y murmurando para sí misma): "Sí, sí… aprender de los errores… como si fuera tan fácil."

Fritz, satisfecho, se volvió hacia Rokugo y Alice, dándoles la bienvenida formalmente al centro de negociaciones, mientras Adelheid, aún frustrada y haciendo pucheros, los seguía a regañadientes. Rokugo sonrió internamente, sabiendo que la misión no sería sencilla, pero al menos tendría un poco de entretenimiento viendo a Adelheid intentar actuar como la "Salvadora Umbral" mientras recibía sermones de Fritz.

Rokugo (pensando para sí, con una sonrisa): Esto va a ser más divertido de lo que esperaba.

La negociación continuaba en la sala de conferencias, con Fritz exponiendo con calma la situación y aclarando los incidentes que, de alguna forma, habían llevado a que la relación entre Hiiragi y Kisaragi se volviera... tensa, por decirlo suavemente. Con Adelheid cruzada de brazos y mirando hacia otro lado, era evidente que el recuento de eventos no le sentaba nada bien, especialmente cuando la describían como la "causa" de ciertos problemas.

Fritz (con tono diplomático, manteniendo una sonrisa afable): "Bien, para empezar, me parece importante aclarar que nuestra 'Salvadora Umbral', Adelheid, fue enviada al Reino de Grace con una misión de observación. Nuestra agencia, Hiiragi, necesitaba determinar si el Reino de Grace sería una buena incorporación a nuestra red de protección y justicia... o si deberíamos tomarlo por la fuerza, en caso de que se resistieran a nuestra supervisión."

Rokugo (asintiendo lentamente, con una expresión de desinterés fingido): "Ah, entiendo. Entonces ella fue enviada a evaluar la situación... ¿y qué fue lo que salió mal, exactamente?"

Fritz (con una sonrisa resignada): "Bueno, no debería sorprenderte que la evaluación de Adelheid haya sido… un tanto caótica. En su primer día, fue arrestada después de patrullar la capital e intentar acabar con el comercio de carne de orco en el mercado negro."

Rokugo (arqueando una ceja, recordando de repente): "¡Oh! ¡Ahí es donde la había visto antes! Recuerdo haber pasado por esa zona y vi cómo la arrestaban... no sabía que era ella." (Se ríe entre dientes) "¿La 'Salvadora Umbral' arrestada en su primera misión? Eso no es exactamente una buena carta de presentación."

Adelheid (enrojeciendo de vergüenza y frustración): "¡Estaba cumpliendo con mi deber! No es mi culpa que esas personas no comprendan el mal que están fomentando. El comercio de carne de orco es una aberración, y yo solo quise detenerlo. ¡Es la gente de ese reino la que no sabe diferenciar el bien del mal!"

Fritz (ignorando la queja de Adelheid y continuando): "Después de ese incidente, se las arregló para ser arrestada nuevamente cuando intentó liberar a una quimera esclavizada llamada Russell, lo cual fue considerado un 'intento de secuestro'. En resumen, otro gran lío."

Rokugo (con los ojos entrecerrados, pensando): "Russell... espera... ¿Russell sigue oficialmente registrado como esclavo? Nunca le otorgaron la libertad, ¿verdad?"

Fritz (asintiendo con pesar): "Así es. Oficialmente, nunca fue liberado. Por supuesto, Adelheid no estaba al tanto de eso y se metió en más problemas de los necesarios." (Suspira) "Luego, después de ese desastre, en lugar de dar un paso atrás y reevaluar la situación, fue arrestada una vez más por vender cristales de agua de Toris sin pagar los impuestos correspondientes."

Rokugo (conteniendo la risa): "¿Cristales de agua de Toris? ¿Se metió en el negocio del mercado negro también?"

Fritz (con un tono seco): "Digamos que no comprendió del todo la legislación fiscal del Reino de Grace. Esto nos llevó a otro malentendido con las autoridades locales. Y para empeorar las cosas, en su último arresto, nuestra querida Adelheid fue interrogada por la soldada Snow, quien la acusó de corrupción."

Flashback

Snow (cruzando los brazos, mirando a Adelheid con desconfianza): "¡Lo mantengo! ¡Estaba segura de que alguien que rompía tantas leyes tenía que estar haciendo algo oscuro!"

Adelheid (exasperada, mirando a Snow): "¡Yo estaba cumpliendo con la justicia! ¡Si alguien es corrupto aquí, eres tú y tus normas absurdas!"

Tillis (suspirando, masajeándose las sienes): "Ya hemos discutido esto, Adelheid. La bola de cristal se oscureció debido a un error en su calibración, no porque yo sea una 'Señora Demonio'."

Fin del flashbkac

Fritz (levantando las manos en un intento de apaciguar la tensión): "Calma, calma. No ayudó tampoco que la princesa Tillis decidiera unirse al interrogatorio. Al poner su mano en la bola de cristal de Adelheid, esta se oscureció misteriosamente..."

Fritz (con un suspiro profundo, como quien ya ha contado esta historia demasiadas veces): "Ese incidente casi provoca una guerra civil en Grace, y por extensión, una guerra entre Hiiragi y Kisaragi. Si no fuera porque algunos de nuestros líderes intervinieron a tiempo para desactivar el conflicto, estaríamos en guerra total."

Rokugo (dándose cuenta finalmente, con una expresión de asombro): "Entonces... así es como Hiiragi se enteró de nuestra existencia. Han tenido a esta espía todo el tiempo y no lo sabía." (Pausa) "Ahora entiendo por qué la guerra estalló de un momento a otro. Todo este tiempo creí que Kisaragi se había metido en territorio de otra organización peligrosa sin saberlo."

Fritz (con una leve sonrisa): "Exactamente. Y a decir verdad, para poder continuar con las negociaciones de paz y evitar un conflicto total, Adelheid se vio obligada a disculparse oficialmente."

Adelheid (ofendida, murmurando): "No fue una disculpa de verdad... solo un formalismo."

Rokugo (sonriendo sarcásticamente): "Oh, claro, claro, 'solo un formalismo'. Pero imagino que eso fue una gran herida a tu orgullo de 'Salvadora Umbral'."

Adelheid (mirando con furia a Rokugo): "¡No tienes idea de lo que se siente ser malinterpretada! Estaba defendiendo el bien y... ¡Oh, olvídalo! No tengo que explicarle nada a alguien como tú."

Rokugo (divertido, dando un paso hacia atrás con las manos levantadas en señal de paz): "Oye, oye, solo estoy diciendo que quizás deberías revisar tu definición de 'justicia'. Parece que causaste más problemas de los que resolviste, ¿no crees?"

Fritz (interviniendo para suavizar las cosas): "Bueno, al menos ahora ambos bandos entienden mejor la situación. No estamos aquí para ver quién es el más justo, sino para lograr la paz entre Hiiragi y Kisaragi. Hemos tenido malentendidos, sí, pero si podemos evitar una guerra, entonces todo esto habrá valido la pena."

Rokugo (asintiendo): "Estoy de acuerdo. Tal vez esta tregua sea lo que ambos necesitamos. Pero, Fritz..." (mirando a Adelheid con una sonrisa traviesa) "¿Por qué siento que esta 'Salvadora Umbral' no va a hacer esto fácil para ninguno de nosotros?"

Fritz (riendo suavemente): "Porque probablemente tienes razón. Pero bueno, ese es el precio de tener agentes con tanto… 'espíritu'." (Se vuelve hacia Adelheid, quien todavía parece ofendida) "Vamos, Adelheid. Compórtate esta vez, ¿de acuerdo? Todo el mundo está observando."

Adelheid (suspirando, resignada): "Lo intentaré... aunque no prometo nada."

la conversación entre Rokugo, Alice y Fritz continuaba mientras intentaban resolver el enigma de la Tribu Hiiragi y sus intenciones. La expresión de Fritz permanecía imperturbable mientras revelaba datos que parecían venir de épocas inmemoriales, capturando la atención de todos.

Fritz (con una mirada distante, como si recordara antiguos tiempos): "Hace siglos, las civilizaciones en este planeta vivían primitivamente, igual que en cualquier otro planeta. El conocimiento era limitado, y la gente se centraba en sobrevivir... hasta que algo cambió."

Rokugo (interrumpiendo, sorprendido): "Espera, espera... ¿Cómo sabes tanto sobre otros planetas? Eso no es algo que cualquiera en este mundo mencionaría."

Fritz (sonriendo con una calma inquietante): "Digamos que, al igual que Kisaragi, hay fuerzas que se encargan de preservar conocimientos... aunque no siempre con los mismos fines."

Alice (mirándolo con los ojos entrecerrados, sospechando): "¿Y qué fue lo que cambió? Dijiste que algo o alguien lo cambió."

Fritz (asintiendo, y luego mirando hacia el vacío como si reviviera una historia antigua): "Así es. Una chica llamada Ymir Fritz. Fue ella quien encontró algo… aunque no fue alguien. No, fue una cosa, una entidad antigua."

Rokugo (frustrado, cruzándose de brazos): "¿Una cosa? Sé un poco más específico, por favor. Estoy perdiendo la paciencia."

Fritz (sin inmutarse, prosiguiendo con calma): "Ymir Fritz encontró al Demonio de la Tierra, una entidad oscura y poderosa que le ofreció un pacto. A cambio de su lealtad, le otorgó el poder de convertirse en el Titán Fundador, un ser invencible. Este poder cambió el curso de la historia para siempre."

Alice (procesando la información, intrigada): "¿Un pacto con un demonio? Eso suena a leyenda... pero, ¿y después? ¿Qué hizo Ymir con ese poder?"

Fritz (continuando con su tono narrativo): "Bueno, estoy seguro de que ustedes conocen parte de la historia de Eldia. Ymir pasó de ser una esclava, acusada de liberar a unos cerdos, a convertirse en la esposa del rey de Eldia. Con el poder del Titán Fundador, su rol cambió por completo. Se convirtió en la pieza central de un imperio."

Rokugo (con un leve suspiro, interrumpiendo): "Sí, sí, esa historia ya la sabemos. Ymir y sus poderes titánicos, la creación del imperio Eldiano… nada nuevo. ¿O vas a decirme que hay algo más?"

Fritz (sonriendo con una mirada llena de conocimiento): "Tal vez sepas la historia... pero, ¿sabías que Ymir, en su lecho de muerte, dejó que sus tres hijas la devoraran? Ellas heredaron un tercio de su poder, y esa tradición se mantuvo. Sus hijas se lo pasaron a sus descendientes, dividiendo el poder en lo que luego se conocería como los Nueve Titánes Cambiantes."

Rokugo (visiblemente más interesado ahora, sus ojos brillando con curiosidad): "¿Los Nueve...? Entonces, la estructura de las tribus, la historia de Eldia… todo esto estaba basado en ese poder que se dividió, ¿verdad?"

Fritz (asintiendo con un gesto satisfecho): "Exacto. Las hijas de Ymir formaron las nueve tribus que más tarde construirían el imperio Eldiano. La influencia de esos poderes moldeó el mundo como lo conocemos ahora. Es una historia de poder, sacrificio… y de cómo la voluntad de una sola persona cambió el curso de la historia."

Alice (con un tono analítico, evaluando la información): "Eso significa que la Tribu Hiiragi considera que estos poderes y territorios están bajo su dominio... una especie de 'derecho histórico' que reclaman, ¿no es así?"

Fritz (mirándola con una sonrisa irónica): " No Exactamente. Mi apellido es una completa coincidencia"

Rokugo (cruzando los brazos, mirándolo con incredulidad): "Así que básicamente están usando una historia de hace siglos para justificar su reclamo territorial y atacar a Kisaragi. ¿Creen que les pertenece solo porque una antigua leyenda dice que Ymir lo poseía?"

Fritz (con una leve inclinación de cabeza, como si estuviera de acuerdo): "Podrías decirlo así. Pero no se trata solo de una antigua leyenda. La Tribu Hiiragi ve su linaje como una responsabilidad, una conexión con esos poderes titánicos. Están dispuestos a defenderlo... incluso a costa de sus propias vidas."

Alice (sorprendida): "Es una justificación compleja, pero… ¿qué tan cierto es que estos poderes todavía existen? ¿Todavía hay descendientes de Eldia con esos poderes titánicos en este mundo?"

Fritz (con una mirada misteriosa): "Eso no es algo que pueda confirmar... o negar. Pero créanme cuando les digo que el legado de Ymir sigue vivo, de una forma u otra."

Rokugo (arqueando una ceja): "Ya veo… pero si Hiiragi planea usar este 'derecho' para expulsarnos, estamos en problemas. No tenemos ni idea del tipo de fuerza que van a desplegar si deciden atacar."

Fritz (con una leve sonrisa en los labios): "Bueno, eso depende de ustedes. Kisaragi tiene su propio poder, sus propios medios para enfrentarse a esta amenaza. Pero si desean permanecer aquí, deben estar preparados. Esta no será una guerra fácil."

Alice (mirando a Fritz con suspicacia): "Y tú… ¿realmente no tienes nada que ver con Hiiragi? Porque parece que tienes demasiada información sobre ellos."

Fritz (con un gesto tranquilo): "Yo… simplemente soy un observador. Mi papel en todo esto es asegurarme de que ambas partes entiendan lo que está en juego. Ni más, ni menos."

Rokugo (dándose cuenta de que no va a obtener nada más de Fritz por ahora): "De acuerdo… pero no te relajes demasiado. Estamos vigilando tus pasos."

La charla se había tornado sombría y misteriosa. Fritz, sentado con una expresión serena pero intensa, continuaba desvelando verdades sobre el mundo desértico en el que habitaban, un mundo que había pasado por innumerables horrores y secretos antiguos, ahora enterrados en las arenas. Frente a él, Rokugo escuchaba con atención, procesando cada palabra mientras sus pensamientos giraban en torno a la conexión con su misión y sus propios intereses.

Fritz (con voz pausada y enigmática): "Como mencionaba, el Imperio de Eldia alguna vez gobernó gran parte de este mundo. Sus ejércitos y su poder eran legendarios… pero todo imperio colapsa eventualmente. Marley, un imperio emergente, los conquistó, anexionando sus territorios y relegando a los eldianos a la opresión. Sin embargo, Eldia no fue completamente exterminada. Solo sobrevivió un pequeño remanente… en una isla."

Rokugo (arqueando una ceja, curioso): "¿Una isla? Ya no existen islas en este mundo, ¿o sí?"

Fritz (con una leve sonrisa): "Así es, pero las placas tectónicas han cambiado la geografía desde entonces. Aquella isla hoy día sería una península, la misma donde yace el Reino de Grace. Es un lugar donde la herencia de Eldia persiste en un linaje… o al menos, en una persona."

Rokugo (cruzando los brazos, comenzando a comprender): "Déjame adivinar, la princesa Cristoseles Tillis Grace Reiss… ¿no?"

Fritz (asintiendo lentamente): "Exactamente. La princesa es la última descendiente de Ymir Fritz, la progenitora de los titanes y la fundadora de Eldia. Su linaje real se confirma porque es la única persona capaz de activar ciertos dispositivos ancestrales, como el generador de agua, que solo responden a la sangre real. Esa es la herencia de su linaje."

Rokugo (pensando en voz alta): "Entonces… eso significa que…"

Fritz (interrumpiéndolo, su mirada volviéndose más severa): "Pero hubo más. No fue solo la decadencia y el sometimiento lo que llevó a Eldia a su estado actual. Hubo un trato secreto entre el Rey de Eldia y el Rey de Marley, que también era líder de una de las tribus más poderosas, la tribu Tiber. Eldia entregaría su reino en un plazo de cien años a Marley, un intercambio pacífico a cambio de evitar más derramamiento de sangre."

Rokugo (escéptico, con una mueca): "¿Un trato de paz entre dos enemigos? ¿Y esperaban que eso funcionara?"

Fritz (con una sonrisa amarga): "Claro que no salió como planeado. Surgió alguien... un revolucionario, o terrorista, según a quién le preguntes. Su nombre era Eren Jaeger."

Rokugo sintió una pequeña sacudida al oír ese nombre. No porque le sonara familiar, sino por el peso que Fritz le otorgaba.

Fritz (continuando, con tono grave): "Eren Jaeger… de alguna manera, él obtuvo el poder de tres titanes: el Titán Fundador, el Titán de Ataque y el Titán Martillo de Guerra. Con ese poder, Eren desató una catástrofe. Activó un arma legendaria del Rey de Eldia, llamada 'El Retumbar', liberando miles de titanes colosales para aplastar el mundo bajo sus pies."

Rokugo (frunciendo el ceño, comenzando a captar la magnitud de lo que le contaban): "¿Y qué pasó? ¿Lo detuvieron?"

Fritz (asintiendo, aunque su rostro reflejaba tristeza): "Al final, Eren fue asesinado por sus propios compañeros para detener el Retumbar. Pero el daño ya estaba hecho. El mundo había sido devastado, y solo unas pocas civilizaciones lograron sobrevivir… una de ellas fue la nación de Hiiragi, que no estaban precisamente felices con lo que sucedió."

Un escalofrío recorrió la espalda de Rokugo. La mención de Hiiragi, una nación de la que él ya había oído hablar vagamente, lo llevó a una conclusión que no le gustaba en absoluto. Sabía que Hiiragi tenía cierta animosidad hacia Kisaragi y otros grupos que amenazaran su existencia.

Fritz (haciendo una pausa y mirando a Rokugo con una expresión calculadora): "Ahora entiendes, Rokugo… el mundo cambió, y todo lo que queda de esa herencia de Eldia es la princesa Cristoseles Tillis Grace Reiss. Ella es la única descendiente directa de la primera Ymir Fritz. Aunque, por supuesto, no se ha confirmado si los poderes de los titanes persisten en ella o en alguien de su linaje."

Rokugo (sintiéndose más inquieto): "Pero los titanes ya no existen, ¿verdad? No hay nadie que pueda transformarse en uno."

Fritz (con una sonrisa enigmática, sus ojos brillando): "¿Oh, en serio? ¿Estás seguro de eso, Comandante Rokugo?"

Rokugo sintió una punzada de duda, recordando repentinamente algo que había estado ignorando. Pensó en los extraños animales gigantes que rodeaban el Reino de Grace, criaturas enormes y peligrosas que habían causado problemas en más de una ocasión. Recordó que Lilith, su compañera en Kisaragi, los había observado una vez y le comentó que no parecían criaturas naturales, sino algún tipo de arma biológica… algo creado con ingeniería genética.

Rokugo (murmurando para sí mismo, asimilando la posibilidad): "Espera… ¿quieres decir que esas bestias… esas cosas que vimos en las fronteras… no son simples animales?"

Fritz (asintiendo lentamente, sin apartar la mirada de Rokugo): "Exactamente, Rokugo. Esas criaturas podrían ser vestigios de los titanes, pero en una forma diferente… preservadas y adaptadas para este mundo desértico. Tal vez los titanes no sean cosa del pasado, sino una amenaza latente, transformada en algo que aún acecha en las sombras."

La expresión de Rokugo cambió, pasando de la incredulidad a la comprensión, y luego a una especie de suspenso que le congeló la piel. La conversación con Fritz estaba revelando un mundo mucho más peligroso y oscuro de lo que él había anticipado. Si esos monstruos eran realmente vestigios de los titanes, entonces la misión de Kisaragi en este mundo era mucho más complicada.

Fritz (terminando con un tono oscuro, dejando a Rokugo en suspenso): "Ese, Comandante Rokugo, es el legado de Eldia y Marley. Y si alguien lograra despertar el poder de esos antiguos titanes... bueno, este mundo podría enfrentarse de nuevo a una catástrofe. La pregunta es… ¿quién será el siguiente en buscar ese poder?"

Rokugo (con un nudo en la garganta, apenas murmurando): "Maldición… esto es peor de lo que pensé."

Fritz permaneció en silencio, observando cómo el peso de la información se asentaba en Rokugo. La atmósfera en la sala era tensa y cargada de una oscuridad palpable. Rokugo procesaba la magnitud de lo que le acababan de contar; todo el asunto de los titanes y las guerras interminables entre Eldia, Marley y sus respectivas naciones aliadas era una cosa, pero que esos horrores aún pudieran perdurar de alguna forma en esas criaturas colosales del desierto era otra completamente diferente.

Rokugo (rompiendo el silencio con voz nerviosa): "Entonces... esos monstruos gigantes que hemos enfrentado, el 'Rey del desierto', el 'Rey de barro'… ¿me estás diciendo que son… experimentos relacionados con los titanes?"

Fritz (asintiendo gravemente): "Es posible. Hiiragi y su nación han sido siempre seguidores acérrimos de la ciencia, obsesionados con entender los secretos de la naturaleza y la vida misma. Nadie sabe cómo lo lograron, pero parece que encontraron la clave que otorgaba los poderes a los titanes. Después del Retumbar, los titanes como los conocíamos desaparecieron, y se asumió que ya no existirían más titanes cambiantes."

Rokugo (sintiendo un escalofrío recorrerle la columna): "Pero… ¿qué pasó exactamente? ¿Por qué volvieron?"

Fritz (explicando con tono sombrío): "Aunque los titanes y sus poderes fueron sellados tras la muerte de Eren Jaeger, el legado genético de Eldia y los experimentos del Imperio de Marley no desaparecieron por completo. La nación de Hiiragi encontró lo que quedaba, fragmentos de conocimiento y muestras de fluido espinal de titanes. Experimentaron con ese poder y lo usaron para ingeniería genética avanzada."

Rokugo comenzó a comprender por qué el mundo era como era. Aquellas criaturas gigantescas no eran simplemente el resultado de un ecosistema único; eran aberraciones artificiales, criaturas nacidas de una mezcla de ciencia y antiguas herencias de los titanes. Recordó cada batalla contra esos monstruos y el impacto devastador que habían dejado en el medio ambiente.

Rokugo (reflexionando en voz alta): "El 'Rey del desierto'… ese topo gigante que vimos en las fronteras, causaba la degradación del suelo, transformando el terreno fértil en arenas muertas. Y el 'Rey de barro', ese slime gigante… absorbía el agua como una esponja, dejando desiertos tras de sí. Eran como… como armas biológicas creadas para destrozar el ecosistema."

Fritz (asintiendo): "Exactamente. Con cada experimento, el mundo se volvió más inhóspito. Los científicos de Hiiragi querían crear seres poderosos, pero el precio fue la destrucción de su propio entorno. La tierra se volvió desértica, y ocurrió una sequía interminable, una maldición que parece extenderse sin fin. Las criaturas que crearon no solo eran una amenaza para la vida, sino también para la misma supervivencia del mundo."

Rokugo (con expresión de asombro y horror): "¿Y todo eso ocurrió después del Retumbar?"

Fritz (con tono grave): "Sí. Los años que siguieron al Retumbar estuvieron marcados por guerras interminables entre los pocos sobrevivientes. Eldia, o lo que quedaba de ella, formó una alianza con la nación de Hizuru, mientras que Hiiragi y otra nación emergente, los Headslitters, se opusieron ferozmente. Fue en esos tiempos oscuros cuando Hiiragi desató sus experimentos, y los monstruos que crearon causaron estragos en ambos bandos."

Rokugo (sintiendo la presión de la responsabilidad): "Así que este mundo quedó atrapado en un ciclo interminable de guerra y devastación… y los remanentes de esa guerra ahora nos están persiguiendo."

Fritz (mirando directamente a Rokugo): "Es nuestra maldición, el legado que heredamos de las ambiciones de nuestros antepasados. Y si alguien no detiene esto, el mundo que conocemos podría desaparecer para siempre."

Rokugo permaneció en silencio, asimilando la magnitud de lo que Fritz le había revelado. Era más de lo que había esperado o querido saber. De alguna forma, sentía una extraña responsabilidad ahora, sabiendo que los errores de generaciones pasadas seguían causando destrucción. Sabía que Kisaragi había sido enviada a este mundo por una misión específica, pero ahora entendía que su rol aquí podría ser más importante de lo que imaginaba.

Rokugo (murmurando para sí mismo, pero lo suficientemente alto como para que Fritz lo oyera): "Maldición… ¿Es este el futuro que Kisaragi debe evitar? Si esos monstruos siguen creciendo y adaptándose, este mundo pronto se convertirá en un páramo sin vida."

Fritz (colocando una mano en el hombro de Rokugo, con una expresión solemne): "Es una carga pesada, Comandante Rokugo. Pero si Kisaragi realmente quiere cambiar este mundo, deberán estar preparados para enfrentar los pecados del pasado, y tal vez, a los monstruos que aún esperan en la oscuridad."

Rokugo asintió lentamente. Ya no era solo una misión; era una lucha por preservar lo que quedaba de ese mundo desértico. Pero en el fondo de su mente, una pregunta seguía retumbando: ¿realmente podrían detener el ciclo de destrucción que los titanes y las ambiciones humanas habían comenzado tantos años atrás?

Rokugo (finalmente hablando con convicción, mirando a Fritz): "Muy bien, Fritz. Si esos monstruos son el legado de Eldia y Hiiragi, entonces Kisaragi los enfrentará. Haremos lo necesario para detener esta destrucción."

Fritz (con una ligera sonrisa, satisfecho): "Es bueno saberlo, Comandante. Solo recuerda… los horrores de este mundo no han terminado. Y hay secretos que aún duermen bajo las arenas del desierto. Secretos que podrían redefinir lo que conocemos."

Fritz observaba con calma cómo Rokugo procesaba toda esa información. La expresión en su rostro pasaba de asombro a horror, y finalmente, a una decisión férrea. El comandante de Kisaragi había visto muchas cosas en su vida, pero saber que el legado de los titanes aún perduraba de esa forma y que el mundo había sufrido tanto debido a esos experimentos era, sin duda, abrumador. Fritz, sin embargo, aún no había terminado.

Fritz (terminando su explicación con un tono sombrío): "Después de que el mundo se volviera inhabitable, Hiiragi, en su desesperación, creó un arma mecánica gigantesca… un coloso de metal donde su gente se refugió durante siglos. Fue su último recurso para sobrevivir a la devastación que ellos mismos causaron."

Rokugo (incrédulo): "¿Un… arma mecánica? ¿Estás diciendo que toda su civilización se ocultó dentro de una especie de robot gigante?"

Fritz (asintiendo lentamente): "Así es. Un refugio y una máquina de guerra al mismo tiempo. Durante generaciones han habitado ahí, esperando el momento en que el mundo volviera a ser habitable. Y entonces, hace unos años, los sensores de Hiiragi detectaron el regreso de las lluvias… el mundo había comenzado a volverse fértil de nuevo."

Rokugo (interesado, apoyándose en la mesa): "Entonces… cuando descubrieron que el mundo era habitable, ¿decidieron escanearlo?"

Fritz (asintiendo de nuevo): "Correcto. Realizaron un escaneo completo y descubrieron que, mientras algunas civilizaciones habían retrocedido a una era medieval, como los reinos de Tilis, Toris, Grunade, e incluso el Reino Demonio, otras se habían vuelto aún más primitivas, como los Headslitters. Fue un golpe para ellos darse cuenta de que su mundo había cambiado tanto."

Fritz (con un tono reflexivo): "Eso es lo más extraño. El culto a Lady Aqua, la Señora del Agua, ha desaparecido casi por completo. En su lugar, surgió el culto a Zenarith, la Señora de la Muerte, y a una deidad del tiempo. Este mundo ahora está habitado por demonios, orcos y otras criaturas que, según antiguas leyendas, solo existían en cuentos de hadas."

Rokugo (con una sonrisa irónica): "Parece que la radiación y el tiempo lo cambiaron todo…"

Fritz (asintiendo, pero manteniendo una expresión sombría): "Sospecho que la radiación tuvo mucho que ver con estos cambios, sí. La realidad misma fue moldeada por los errores de nuestros ancestros."

Rokugo (cruzándose de brazos, recuperando su postura): "Muy bien, Fritz, ha sido una historia fascinante… pero, ¿en qué momento hablamos de negocios? Vinimos aquí a negociar una alianza, ¿no es así?"

Fritz (con una sonrisa fría, como si hubiese estado esperando esta pregunta): "¿Alianza? Ya tienes una idea equivocada, Rokugo. Nosotros no estamos aquí para rogar por una alianza. Si realmente hubiéramos querido destruir la base de Kisaragi, lo habríamos hecho hace mucho tiempo."

Rokugo (levantando una ceja, intrigado): "¿A qué te refieres? ¿Por qué no lo hicieron?"

Fritz (mostrando una expresión de impaciencia): "Porque la incompetencia de Adelheid en su misión hizo que este conflicto se extendiera. De no haber sido por sus fracasos, Kisaragi ya habría sido eliminado, como hicimos con el reino vecino que desapareció."

Rokugo (alarmado): "¿Qué?

Fritz (sacando un vial con un líquido amarillento etiquetado como "Colosal" y mostrándoselo a Rokugo): "¿Ves este suero? Logramos sintetizar los poderes de los titanes. Tenemos acceso a los poderes que alguna vez solo estaban al alcance de unos pocos. Y como ejemplo… observa."

Fritz tomó el vial y, sin dudar, lo inyectó en un pájaro que pasaba cerca. En cuestión de segundos, el ave comenzó a mutar, creciendo desmesuradamente hasta alcanzar un tamaño colosal de unos 60 metros. La criatura se alzaba sobre el paisaje, un gigante aviar, hasta que, de repente, su cuerpo comenzó a brillar intensamente.

Rokugo (asombrado y con algo de pánico): "¿Qué… qué está pasando?"

Fritz (con una expresión impasible): "Es una pequeña muestra de lo que este suero puede hacer. No solo convierte a las criaturas en colosos, sino que, al alcanzar cierto tamaño, generan una explosión devastadora…"

En ese momento, el ave colosal estalló, liberando una onda expansiva masiva que sacudió la zona y destrozó el paisaje en la distancia. Rokugo pudo ver cómo el terreno que alguna vez fue fértil se convertía en una nube de polvo y escombros. La explosión era tan grande que no sería difícil imaginar cómo un reino entero podía ser arrasado por ese tipo de arma.

Fritz (mirando a Rokugo, con un tono de advertencia): "Esa fue la suerte del reino vecino… y sería la suerte de cualquiera que se interpusiera en nuestro camino."

Rokugo (recuperando la compostura, aunque claramente perturbado): "Entonces… si entiendes lo que somos capaces de hacer… ¿por qué no eliminaste a Kisaragi? ¿Qué quieres, Fritz?"

Fritz (sonriendo de manera enigmática): "Kisaragi es… diferente. Me interesa ver hasta dónde pueden llegar sus agentes en este mundo. No somos aliados, pero tampoco somos enemigos absolutos. Lo que quiero es simple, Rokugo… quiero ver qué tan lejos puede llegar una organización como la tuya en un mundo donde los titanes y los horrores de la vieja guerra aún perduran."

Rokugo (respondiendo con cautela): "Entonces… ¿es una especie de prueba? ¿Un desafío?"

Fritz (mirando al horizonte, como si pudiera ver algo más allá del paisaje devastado): "Llama a esto lo que quieras, Rokugo. Pero recuerda: este mundo es despiadado, y aquellos que no se adaptan no sobreviven. Tienen un rol que jugar aquí, uno que ni siquiera ustedes comprenden del todo. Si Kisaragi es realmente una fuerza que puede traer un cambio… entonces sobrevivirán a los retos que les esperan. Y si no, serán un sacrificio más en el altar de este mundo."

Rokugo (con una leve sonrisa desafiante): "Entonces… que gane el mejor."

Fritz (con una expresión seria): "Que gane el que merezca sobrevivir, Comandante Rokugo."

Con esas palabras, ambos hombres se miraron en silencio, conscientes de que lo que se avecinaba no sería una simple confrontación de fuerzas, sino una prueba de ingenio, estrategia y determinación. En ese instante, Rokugo entendió que su misión en ese mundo iba más allá de una simple conquista; era un reto existencial. Un reto para demostrar si Kisaragi realmente tenía lo necesario para enfrentarse a los horrores del pasado y a los monstruos del presente.

La base de Kisaragi se encontraba sumida en un ambiente de tensión, el eco de la inminente amenaza de Hiiragi resonando en los pasillos. Rokugo, acompañado de Alice, había regresado de su misión, escoltados por Adelheid, quien no perdía la oportunidad de recordarles que Hiiragi ya había lanzado una advertencia seria: el próximo encuentro no sería un juego. Mientras caminaban por los pasillos, Rokugo sentía el peso de la advertencia de Hiiragi como una sombra pesada sobre su hombro.

Adelheid (con una expresión seria, manteniendo su postura erguida mientras guiaba a Rokugo y Alice hacia el centro de comando): "Recuerden, Hiiragi dijo que ahora va en serio. No hay más margen para los errores. Si fracasan… todos estaremos en peligro."

Rokugo (con el ceño fruncido, la preocupación pesando sobre él): "Lo sé. No necesitamos que nos lo recuerden. Esta vez no es como las anteriores. Estamos al borde de algo mucho peor."

Alice (mirando a Rokugo, su voz llena de incertidumbre): "¿Crees que sobreviviremos? No solo por Hiiragi… el poder de ese tal 'Colosal'… eso cambia todo. No estamos preparados para enfrentarlo."

Rokugo (en voz baja, mirando al frente, con una sensación de desesperanza): "Probablemente no. Este poder es demasiado destructivo. Lo vi con mis propios ojos. Si Hiiragi decide usarlo, no solo perderemos… seremos aniquilados. Y lo peor es que sabemos que pueden hacerlo."

Alice (mirando a Rokugo, preocupada por su tono): "¿Estás diciendo que es una batalla perdida incluso antes de comenzar?"

Rokugo (asintiendo, con una expresión grave): "Las probabilidades están en nuestra contra. Pero no tenemos más opción que enfrentarlo. Kisaragi tiene que sobrevivir. No podemos permitirnos perder."

Cuando llegaron al centro de mando, Belial estaba revisando informes en su terminal, pero al verlos llegar, levantó la vista, su mirada inmediata enfocada en Rokugo.

Belial (con una leve sonrisa irónica): "Parece que ambos regresaron con los recuerdos frescos. ¿Cómo fue el encuentro con Hiiragi?"

Rokugo (sin mirarla directamente, con una mirada distante): "No es lo que esperábamos. Hiiragi está más decidido que nunca. Y… el poder de 'Colosal' no es algo que podamos ignorar."

Belial (pensativa, sin cambiar su expresión): "Lo sabía. Como sea, ¿qué hay de los registros de Alice? ¿Tuvo alguna oportunidad de estudiar lo que está sucediendo en este mundo?"

Rokugo (inclinándose hacia adelante, con seriedad): "Alice registró todo. Desde los poderes de Hiiragi hasta la historia de este planeta. Todo está documentado. Ahora solo tenemos que decidir qué hacer con esa información."

Alice (poniendo los brazos cruzados, un poco preocupada): "¿De qué sirve todo esto si sabemos que el poder de Hiiragi puede destruirnos a todos en un abrir y cerrar de ojos?"

Rokugo (mirando hacia el horizonte, con una leve sonrisa triste): "Porque esa información es nuestra única esperanza. Si sobrevivimos, podremos usarla para tener una oportunidad real en el futuro. Si no, al menos sabremos qué esperar… y cómo puede terminar todo."

Belial (con una mirada calculadora): "No me gusta admitirlo, pero a veces la información es más poderosa que cualquier ejército. Solo tenemos que asegurarnos de que no sea demasiado tarde."

Con esos pensamientos rondando en sus mentes, Rokugo se alejó, buscando despejar su mente, pero su camino lo llevó directo a una sorpresa inesperada. Al pasar por uno de los pasillos de la base, vio a Grimm, claramente tratando de evitarlo. Cuando ella lo vio, intentó escapar rápidamente, pero Rokugo, sin pensarlo, desactivó la silla que la ayudaba a moverse, dejándola caer ligeramente hacia adelante.

Grimm (con una expresión enfadada, levantándose rápidamente): "¡Rokugo! ¿Qué estás haciendo?"

Rokugo (con una mirada de cansancio y desesperación, acercándose lentamente): "Lo siento, Grimm. Necesito que me escuches. Por favor, no me hagas esto más difícil."

Grimm (tratando de alejarse, pero siendo arrastrada hacia él por la fuerza de su voluntad): "¿Escucharte? ¿Qué quieres decirme ahora?"

Rokugo (mirándola fijamente, su voz temblando ligeramente): "Soy un farsante, Grimm. Siempre lo fui. No quise hacerle daño, pero lo hice. No te mentí solo a ti, me mentí a mí mismo. Salí contigo por lástima, te vi como una aventura de una noche, y luego me convertí en algo más. Pero nunca fui sincero."

Grimm (sin poder ocultar la tristeza en su rostro, mirando a Rokugo sin decir nada): "No… no digas eso. ¿Qué estás diciendo? ¿Por qué ahora? ¡Después de todo lo que pasó!"

Rokugo (con la voz quebrada, el dolor evidente en sus palabras): "Porque ahora, después de todo esto, tengo que decirte la verdad. No soy un buen hombre, Grimm. Soy un criminal. En mi mundo, maté a héroes, los torturé de maneras horribles. Hice cosas que no puedo borrar. Si el infierno existe, tengo un pase VIP para ahí."

Grimm (mirándolo con una mezcla de compasión y tristeza, su voz suave): "Lo perdono, Rokugo. Quizá no entiendas por qué, pero te perdono."

Rokugo (mirándola con asombro, su voz quebrándose aún más): "¿Qué? ¿Por qué?"

Grimm (con una pequeña sonrisa, tocando su pecho con una mano): "Porque tú me hiciste sentir querida, amada. Me hiciste sentir viva otra vez. Y eso es algo que no puedo olvidar, incluso si todo lo demás fue una mentira."

Rokugo (con un suspiro profundo, sus ojos llenos de pesar): "Gracias… no merezco tus palabras. No merezco tu perdón. Pero necesito que me des algo. Por favor, un último beso de despedida. No sé si sobreviviremos a lo que viene, y quiero que sepas lo que significaste para mí."

Grimm (mirándolo con sorpresa, sin entender completamente): "¿Un beso? ¿Por qué…?"

Rokugo (mirándola con tristeza): "Porque… creí que habíamos terminado.

Grimm (molesta, frunciendo el ceño): "¡Tú… tú creíste que había terminado!? ¡Yo no lo consideré así! ¡Fue solo una pelea de enamorados, no una ruptura!"

Rokugo (parpadeando, dándose cuenta de su error): "¿En serio? ¿Así que eso fue todo?"

Grimm (con una risa amarga, dándole un empujón suave): "¡Vaya, qué tonto eres! Pensaste que todo se había acabado, pero solo estábamos discutiendo. Y ahora quieres un beso, ¿eh?"

Rokugo (con una sonrisa irónica, pero sincera): "Lo lamento, Grimm. Pensé que todo estaba perdido. Pero parece que no es el caso."

Grimm (mirándolo fijamente, con una sonrisa triste): "No te preocupes, Rokugo. Al final, tal vez todos estemos perdidos… pero al menos lo sabremos. Y eso, tal vez, sea lo único que importe."

Rokugo (asintiendo lentamente, mientras una sombra de incertidumbre se apodera de su rostro): "Tal vez… tal vez sea lo único que nos quede."

Después de una pelea que, sorprendentemente, salió mejor de lo que Rokugo había anticipado con Grimm, él se encontraba ahora en una sala de reuniones, acompañado por la princesa Tilis y Belial. La tensión en el aire era palpable mientras todos se preparaban para lo que parecía ser el siguiente gran conflicto. La situación con la tribu Hiiragi no se resolvía fácilmente, y todos sabían que la guerra solo se intensificaría.

Rokugo (mirando a Tilis y Belial con una expresión seria): "Hiiragi no se rendirá. Están muy cerca de lanzar un ataque masivo. Este será el último intento, el todo o nada."

Belial (con una mirada fría y calculadora, asentando): "No esperábamos que se dieran por vencidos tan fácilmente. Si algo he aprendido, es que no entienden de razones. Ataque tras ataque, ellos seguirán luchando hasta que los derrotamos por completo."

Tilis (pensativa, observando las pantallas frente a ella): "Es cierto. Necesitamos reforzar nuestras defensas y aumentar la presión. Si Hiiragi tiene alguna esperanza, no será suficiente para enfrentarse a todo lo que Kisaragi puede reunir."

Rokugo (en tono confiado, mirando a Belial): "Entonces es hora de que enviemos nuestras copias de la Fortaleza Araña Destructo. Los clones del robot gigante humanoide que les quitamos a Russel hace un año también tienen que entrar en acción. Necesitamos poder desde el agua y una barrera reforzada. Nada debe escapar."

Belial (asintiendo): "Perfecto. Los robots irán al frente, luchando contra las naves de Hiiragi desde el agua, mientras que la barrera mejorada protegerá nuestras líneas de defensa y neutralizará esas enormes explosiones que tanto nos amenazan. Nos aseguraremos de que no haya escape."

Rokugo (haciendo una señal a un monitor, mostrando imágenes de los robots y las defensas): "Entonces… todo está en su lugar. Pero hay algo que no entiendo. ¿Qué planeas hacer con 'eso'?"

Belial (volteándose hacia Rokugo, una expresión de satisfacción en su rostro): "Eso... es algo especial. Necesito pedir permiso a Lilith antes de dar el paso final. Será nuestra carta ganadora, y nadie lo espera."

Rokugo (mirando confundido): "¿A qué te refieres? No entiendo."

Belial (sonriendo levemente, pero con una seriedad palpable): "Es algo grande. Pero necesitaré que confíes en mí. Antes de que suceda, quiero que te despidas de Alice. Valora ese momento."

Rokugo (sin comprender completamente, pero sabiendo que Belial tiene sus razones): "¿Alice? ¿Qué tiene que ver Alice con todo esto?"

Belial (con una mirada penetrante, girándose hacia la pantalla de videollamada): "Verás, Alice tiene un papel crucial que jugar. Necesitamos que esté allí, y que tú entiendas lo que está en juego."

Con un gesto firme, Belial hace la videollamada a Lilith. La imagen de la científica se proyecta en la pantalla, su rostro tan enigmático como siempre.

Lilith (sonriendo de manera casi desconcertante): "¿Todo listo, Belial?"

Belial (con tono decidido): "Todo está en su lugar. Pero antes de proceder, debo confirmar que el plan sigue adelante. Te pido permiso para activar el siguiente paso."

Lilith (mirando a Belial con una sonrisa fría, como si ya hubiera esperado esta solicitud): "Por supuesto. Hazlo. Después de todo, fue mi obra maestra."

Rokugo (en el fondo, aún sin entender nada, observa la conversación entre las dos): "¿Obra maestra? ¿De qué están hablando?"

Belial (mirándolo de reojo, como si por fin pudiera revelar algo importante): "Es algo que cambiará el curso de la guerra. Algo que nunca imaginarías, pero que es necesario."

Después de la videollamada, Alice es enviada en un pequeño barco de infiltración, mientras las tensiones aumentan. Finalmente, la joven androide llega al cuartel general de la madre nodriza de Hiiragi, Fritz, quien mira a la niña que ha sido enviada para negociar la paz.

Fritz (con una expresión burlona al ver a Alice acercarse): "¿En serio creen que una niña como tú va a hacer que nos rindamos? ¿Qué crees que lograrás con tu ternura? ¿O acaso esperas que tu empatía cambie algo aquí?"

Alice (sonriendo suavemente, sin miedo): "No soy una niña, Fritz. Soy un androide. Y he venido a mostrarte la verdad."

Alice de repente abre su pecho, revelando un reactor nuclear en su interior. La mirada de Fritz cambia rápidamente, su tono se vuelve menos confiado.

Alice (seria, mientras muestra el video en su pantalla): "Este es el poder de un reactor nuclear. Mi corazón es uno. Si no cesan su guerra ahora, puedo destruir la nave nodriza y todo lo que hay en ella, incluidos ustedes. Puedo crear reactores nucleares para Kisaragi si es necesario. Y no es difícil para nosotros. En pocas horas, podríamos liberar a todos los sobrevivientes de las naves."

Fritz (con una sonrisa amarga, pero sin creer del todo en lo que ve): "¿Y qué? ¿Crees que eso nos asusta? Podemos destruir tus paredes con unas cuantas explosiones colosales más. Esto terminará como todo lo demás. No necesitamos tu amenaza."

Alice (con una calma impresionante, mostrando otro video en su pantalla): "Si sigues por ese camino, las explosiones solo acelerarán el fin de tu planeta. Mi mundo, de donde vengo, es tan devastado por las guerras y la contaminación que ya no puede soportar mucho más. Si no se rinden, toda su invasión se convertirá en su fin."

Alice (mientras los ojos de Fritz se agrandan, reconociendo que esta amenaza es real): "¿Lo entiendes ahora? No es una amenaza vacía. Es la última oportunidad para detener esta locura."

Fritz (silencio, su expresión ahora un tanto nerviosa): "¿Qué... qué quieres de nosotros?"

Alice (con una mirada fría y directa): "Paz. No hay más guerras. O de lo contrario, el fin será inevitable."

La sala quedó en silencio. La amenaza de Alice era real, y Fritz sabía que, si no se rendían, la destrucción sería total. Sin embargo, algo en su mente todavía dudaba. Podría ser una trampa… o quizás, la única salida hacia la paz. Pero, sin duda, la situación había dado un giro inesperado.

Alice (mientras espera la respuesta, mirando fijamente a Fritz): "La decisión está en sus manos. Y el tiempo corre."

El campo de batalla, una extensión de ruinas y humo, parecía más un escenario apocalíptico que un campo de confrontación. Las máquinas y los robots de Kisaragi, que hasta hacía poco estaban preparados para aplastar a las fuerzas de Hiiragi, se hallaban inmóviles, como si fueran sombras de su antigua gloria. La misma sensación de inutilidad y vacuidad envolvía a los combatientes, quienes comenzaban a darse cuenta de que no importaba cuántos puntos obtuvieran o cuántas batallas ganaran; la guerra misma era una espiral interminable de sufrimiento y destrucción, una lucha sin sentido para un objetivo que nadie poseía realmente.

Rokugo (observando el horizonte, con la sensación de que la guerra, por fin, estaba llegando a su fin): "No sé qué es peor... saber que la guerra es inútil o vivir para verla consumirlo todo."

Belial (cerca de él, con su usual compostura, pero con una mirada que reflejaba algo más profundo que indiferencia): "A veces, Rokugo, el conflicto no tiene sentido. Pero es lo único que tenemos. Nadie es dueño de nada en este mundo, no importa cuántos títulos o victorias consigas. Todo lo que haces aquí es un espejismo de poder."

Grimm (observando las ruinas, con su semblante algo cansado, pero siempre alerta): "Y, aún así, seguimos adelante. ¿Por qué? Porque tenemos que hacerlo. No es por el poder, no por la victoria... es por supervivencia."

Rokugo (mirando a Grimm, con un leve atisbo de desconfianza mezclado con empatía): "Pero, ¿para qué sobrevivir si todo lo que hacemos no tiene un propósito real? ¿Para seguir en esta rueda de destrucción sin fin? Tal vez no hay nada que podamos ganar."

Belial (con una sonrisa amarga): "La guerra nunca termina. No importa cuántos caigan o cuántos sobrevivan. Al final, todo lo que ganamos es un vacío que tratamos de llenar con nuestras acciones, nuestras decisiones. Pero al final, todo es solo un eco."

Grimm (con una mirada desafiante, pero también agotada): "Entonces, ¿qué hacemos? ¿Nos rendimos? ¿Dejamos que nos consuma todo lo que hemos luchado por construir?"

Rokugo (bajando la cabeza, como si pensara profundamente sobre las palabras de Belial): "Quizás... quizás no se trata de ganar. Tal vez se trata de sobrevivir lo suficiente como para encontrar algo más allá de la guerra. Tal vez sea eso lo que realmente buscamos."

Belial (con un tono grave, casi filosófico): "La vida misma es una guerra constante. Nos damos por dueños de cosas que nunca nos pertenecieron. Hacemos sacrificios por algo que parece valioso, pero al final, todo es temporal. La guerra, la paz, todo es solo un ciclo, una constante que nunca se detiene."

En ese momento, un estruendo retumbó en el aire. Las fuerzas de Hiiragi habían decidido lanzar su último asalto, un ataque suicida que pretendía arrasar todo a su paso. Sin embargo, este ataque, tan impulsivo como fútil, resultó ser la última muestra de la irracionalidad humana. Ambos bandos, exhaustos y rotos, ya no podían ver el propósito de su lucha. Los cañones y las bombas estallaron, pero la destrucción ya no causaba miedo, solo una sensación de vacuidad.

Grimm (tomando una profunda respiración, como si comprendiera algo importante): "Al final, ¿quién ganará? ¿Nosotros o ellos? Al final, todo esto será solo polvo. Y, en el fondo, ninguno de nosotros poseerá nada de lo que creía tener."

Belial (mirando la destrucción, casi sin inmutarse): "Nadie posee nada, Grimm. Es todo un espejismo. Pero aún así, seguimos luchando. Porque en este caos, lo único que tenemos es lo que decidimos hacer con lo que tenemos."

Rokugo (con una última mirada hacia las ruinas, sintiendo el peso de la guerra sobre sus hombros): "Sí... lo único que tenemos es lo que decidimos hacer. Tal vez esa es la lección aquí."

La batalla finalmente terminó, no por un vencedor claro, sino por el desgaste de ambos lados, agotados y sin fuerzas para continuar. Los sobrevivientes, entre ellos Rokugo, Belial y Grimm, miraban el campo de batalla con la sensación de que, aunque había habido una victoria táctica, la guerra en sí misma no había cambiado. Nadie había ganado realmente.

Belial (con un suspiro, viendo cómo la lucha finalmente se extinguía): "¿Ves? Al final, el único dueño de esta guerra es el vacío que deja, no los que la libraron."

Rokugo (con una mirada que reflejaba un entendimiento nuevo, más profundo, de la realidad de la vida y la guerra): "Quizás... tal vez no era tanto la guerra lo que queríamos ganar, sino simplemente sobrevivir para verlo todo terminar."

El planeta, marcado por la devastación de años de guerra entre Kisaragi y Hiiragi, estaba finalmente listo para lo que parecía una nueva etapa. Después de tantas batallas y pérdidas, la tregua se había sellado, y las armas, desgastadas por el uso constante, se quedaban mudas, mientras los líderes de ambas facciones, exhaustos pero aún con vida, se preparaban para una nueva fase: la reconstrucción.

Belial, con su usual compostura, envió el informe final a Rokugo. El informe, breve pero preciso, dejaba claro que el planeta estaba "listo para ser habitado" y que los sobrevivientes tendrían ahora una oportunidad de reconstruir sus vidas, por lo menos en teoría.

Rokugo (mirando el informe con una expresión que mostraba satisfacción): "Finalmente... hemos terminado. La guerra terminó, y ahora, este planeta tiene una oportunidad de recuperarse. Hemos hecho lo que se esperaba."

Con una ligera sonrisa, Rokugo se permitió un momento de satisfacción, mirando el horizonte. Había sido un largo viaje, uno lleno de sacrificios, pero la misión estaba completa. Aun cuando la paz fuera frágil, la promesa de un futuro diferente estaba al alcance de la mano.

Grimm, quien había estado observando desde lejos, se acercó a él, un brillo de admiración en sus ojos. Con su paso firme y su característica sonrisa, se acercó a Rokugo.

Grimm (sonriendo ampliamente): "Lo lograste, Rokugo... Lograste traer la tregua que tanto esperábamos. Sabía que podías hacerlo. Aunque aún no sé si debo felicitarte por lo que has hecho, o por lo que no hiciste."

Rokugo (mirando a Grimm, un poco distraído pero agradecido por sus palabras): "Gracias, Grimm. Pero... hay algo más que debo decirte. Algo que he estado posponiendo. Una última parte de la historia que quizás debas saber."

Antes de que pudiera profundizar más, un zumbido fuerte y un destello cegador anunciaron la llegada de una nueva máquina de teletransportación, y de entre las sombras, emergió una figura familiar, seguida por varios grupos de personas con maletas en mano, dispuestos a habitar este mundo recién conquistado. Rokugo, al ver quién era, sintió que su corazón se detenía por un segundo.

Astaroth (con una sonrisa radiante y una mirada enamorada, saltando directamente hacia Rokugo): "¡Rokugo! ¡Te he extrañado tanto! ¡No sabes cuánto he esperado para verte nuevamente!"

Rokugo (paralizado de miedo, sintiendo que el peso de sus acciones caía sobre él): "S-se me juntó el ganado... ¡¿Qué haces aquí?!"

Grimm (observando la escena, su rostro tornando una mezcla de confusión y enojo): "¿Quién es esta chica? ¿Qué está pasando aquí?"

Astaroth (con una sonrisa angelical, completamente segura de sí misma): "Soy su novia, claro. Rokugo y yo... hemos estado separados por tanto tiempo, pero por fin, ¡al fin estamos juntos otra vez!"

Grimm (con una ira creciente en su rostro, su tono de voz gélido): "¿Su novia? ¿¡Rokugo, qué es esto!? ¡¿Me has estado engañando?!"

Rokugo (tartamudeando, sintiendo la presión de ambas partes): "N-no, Grimm... No te engañaba a ti... ¡De hecho, engañe a ella contigo. 

Grimm (su rostro pasando del enojo a una furia ciega, sus ojos llenos de rabia): "¡¿Qué?! ¿¡Cómo te atreves!? No me importa lo sensual que seas, ¡pero pagarás por jugar con el corazón de una doncella como yo!"

Rokugo (intento defenderse, pero su mente se nublaba por la situación): "¡No es lo que parece! ¡Tú sabes lo que hicimos, Grimm! Era un trato, si ninguno de los dos hallaba pareja en 10 años nos casariamos, pero ya halle pareja. 

Antes de que pudiera terminar su explicación, Astaroth, furiosa por la revelación de Rokugo, conjuró una ráfaga de hielo. La temperatura bajó instantáneamente y sus pies quedaron congelados al instante, inmovilizando a Rokugo en el suelo.

Astaroth (con una expresión fría, pero con furia contenida): "No te atrevas a dudar de mi amor, Rokugo. Ahora serás castigado por lo que has hecho."

Grimm (mirando con desdén a Astaroth, pero luego enfocándose de nuevo en Rokugo): "¡Ahora te he visto! Lo que sea que hayas estado haciendo... ¡las consecuencias son graves! Estás jugando con los sentimientos de todos, ¡y pagas el precio!"

Rokugo (con la voz temblorosa, atrapado entre las dos, su mente estallando mientras pensaba en lo peor): "Por favor... ¡No me hagas esto! Astaroth, Grimm... ¡yo...! ¡Solo necesito tiempo para explicarlo! ¡Esto es un malentendido!"

Pero antes de que pudiera continuar, la furia de Grimm y Astaroth no le dio espacio para ninguna defensa.

Grimm (con una sonrisa cruel, disfrutando del tormento de Rokugo): O Zenarith, castiga a este hombre con la importencia sexual.

Capítulo: El Juego de las Mentiras y las Consecuencias

La sala de reuniones de Kisaragi estaba sumida en una atmósfera tensa. Las ejecutivas más poderosas de la organización, Astaroth, Belial y Lilith, se encontraban reunidas alrededor de una mesa holográfica, que proyectaba varios informes y mapas de diferentes planetas. Sus rostros reflejaban el desgaste de años de conquista, pero también la determinación que las había llevado a la cima. Aun así, el ambiente estaba lejos de ser pacífico, porque había algo que las tres sabían y no podían dejar de discutir.

Astaroth (con los ojos fríos, cruzando los brazos): "El paso del tiempo en cada planeta que hemos conquistado ha sido extraño. En algunos reportes, los agentes envían actualizaciones semanales, pero aseguran que son mensuales. En otros, las actualizaciones se retrasan... reportes mensuales enviados cada tres meses. Es un desastre de distorsión temporal. ¡Es frustrante!"

Belial (dando un golpe en la mesa con una mano, sonriendo con ironía): "Y luego está el caso del agente 22, que envió sus reportes mensuales cada hora. ¡Cada hora! ¡¿Acaso estamos controlando el tiempo o el tiempo nos está controlando a nosotros?!"

Lilith (con una risa leve, mirando a Astaroth): "Ya ves, Astaroth, ni siquiera nuestras propias operaciones son coherentes entre los planetas. No podemos culpar a los agentes por la confusión... bueno, excepto en los casos en que Rokugo está involucrado. Ese tipo siempre logra complicar las cosas."

Astaroth (estrechando los dientes, notando cómo las palabras de Lilith y Belial provocaban una pequeña sonrisa en sus rostros): "Rokugo... ese hombre. Él... Él me traicionó. ¡Lo vi con esa sacerdotiza ... como se llamaba..Grimm! ¡Me traicionó con esa maldita demonio!" (Su voz se volvía más baja, llena de ira contenida) "No puede ser que ahora estemos hablando de que lo pongan a cargo nuevamente. ¿No hemos tenido suficientes problemas con él?"

Belial (sonriendo de forma burlona, sabiendo que su amiga estaba molesta): "Ah,

Nosotras ya lo sabíamos... Ya sabíamos que Rokugo y Grimm estaban... involucrados. ¿Por qué crees que no te dijimos nada? Queríamos ver cómo ibas a reaccionar."

Lilith (encogiéndose de hombros, con una sonrisa traviesa): "Vamos, Astaroth. Tú te enteraste hace semanas, pero no fue hasta ahora que realmente lo aceptaste, ¿verdad? A fin de cuentas, es Rokugo, siempre con su infidelidad y su habilidad para meterse en líos. ¿Qué otra cosa podemos esperar de él?"

Astaroth (con la furia acumulándose en sus ojos, se levantó de golpe, y su voz temblaba con enojo): "¡Eso no es lo que me molesta! ¡Lo que me molesta es que ustedes lo sabían y no me dijeron nada! ¡¿Por qué?!"

Belial (con una sonrisa burlona, manteniendo su calma): "Porque queríamos ver cómo te enfrentarías a la verdad. Y no te preocupes, no lo estamos defendiendo. Rokugo metió la pata de una forma espectacular... pero eso no significa que no pueda seguir siendo útil. Aunque, claro, con lo que acaba de hacer, probablemente necesitaremos hacer algunos ajustes."

Lilith (mirando a Astaroth con una expresión tranquila): "El hecho es que necesitamos a alguien competente para la misión de conquista en el planeta desértico. Ese mundo...

, el que mencionó el Agente 22. Nos da oportunidades para continuar con nuestros planes. Quizás Rokugo, a pesar de sus... complicaciones, sea la opción más adecuada."

Astaroth (mirando a Lilith y Belial con desdén, sintiendo cómo su enfado crecía): "¿Así que, entonces, lo van a poner a cargo otra vez, después de todo esto? ¡¿No me están tomando en serio?!"

Belial (riendo con picardía): "Lo estás tomando demasiado personal, Astaroth. No es sobre él. Es sobre los resultados. Si Rokugo sigue siendo el mejor para el trabajo, entonces... a veces tenemos que tragarnos nuestras emociones."

Lilith (añadiendo con una sonrisa traviesa): "Es cierto. Pero si prefieres que alguien más lo haga, bien, puedes postularte. Pero ya sabes, siempre es más fácil reírse de los errores de los demás que arreglar los propios."

Astaroth (furiándose, su aura congelante se hacía más densa a su alrededor): "¡Este no es un maldito juego! ¡Este es mi corazón! Y Rokugo me traicionó con esa... esa... ¡grrrrr!"

En ese momento, la sala se quedó en un silencio tenso, mientras Astaroth intentaba calmar su rabia. Las dos mujeres la observaban con calma, pero había una chispa de burla en sus ojos. Sabían que la situación estaba al borde del caos, pero no les importaba. Para ellas, el juego de poder y control era más importante.

Las tres ejecutivas compartieron una mirada, sabiendo que la situación estaba lejos de resolverse. Mientras la tensión aumentaba, el planeta desértico era el siguiente objetivo. La misión estaba en marcha. Rokugo, ya atrapado en su propio laberinto de mentiras, no tenía ni idea de lo que se le venía encima.

¿Sería él quien liderara la invasión del planeta de Konosuba?