Chapter 47 - Viper

Escena: Al Día Siguiente

A la mañana siguiente, Snow se despertó con una fuerte resaca y un rostro pálido de vergüenza. Los recuerdos de la noche anterior comenzaban a volver, y con ellos, la vergüenza por el ridículo que había hecho.

—Oh, no… —murmuró, llevándose las manos al rostro—. ¿Qué he hecho anoche…?

Mientras tanto, Rokugo y los demás la miraban desde la distancia, sonriendo con diversión, y recordando cada detalle de la noche anterior.

Escena: La Invitación de la Princesa Tilis

La noticia de la convocatoria de la princesa Tilis llegó a manos de Rokugo mientras revisaba los informes diarios en la base. No tardó mucho en entender que esto era más que una simple invitación formal. Tilis había dejado en claro que solo Rokugo y su grupo selecto serían admitidos, dejando explícitamente fuera a Snow.

—Así que la princesa quiere verme… pero prohíbe la entrada a Snow —murmuró Rokugo, leyendo la nota con un toque de satisfacción en su voz.

Snow, al escuchar esto, frunció el ceño, visiblemente molesta.

—¡¿Qué tiene esa princesita en mi contra?! —protestó, apretando los puños—. ¡Soy una caballero del Reino de Grace!

—Bueno, parece que la princesa quiere "deshacerse" de ti, ¿no crees? —comentó Rokugo, divertido ante el malestar de Snow. Sin embargo, después de un momento de reflexión, decidió llevarla de todos modos. Si la princesa quería que Snow se quedara, entonces Rokugo iba a hacer exactamente lo contrario.

Además, decidió llevar también a Rose, quien parecía interesada en conocer la historia antigua del mundo y quién sabe, quizá el castillo de la reina demonio guardaba algún secreto sobre los tiempos previos a la devastación y el surgimiento de los "titanes". La misteriosa historia de este mundo tenía rastros que se sentían casi prehistóricos, como si algo antiguo y terrible hubiera moldeado su cultura y su geografía en eras pasadas.

Por último, se llevó a Grimm. La sacerdotisa había llorado amargamente la última vez que Rokugo fue a confrontar al rey demonio y no la llevó. Quizás esta vez, ella podría disfrutar de una oportunidad de "venganza espiritual", aunque pasara la mayoría del tiempo durmiendo en el carruaje durante el trayecto.

Escena: La Llegada al Castillo de la Reina Demonio

El grupo finalmente llegó al castillo de la nueva reina demonio, Viper, hija del difunto rey demonio Mehlmehl, cuyo trono quedó vacío después del ataque satelital de Lilith. La fortaleza era imponente, rodeada de torres altas y vestigios de una cultura antigua y sombría. Al verlo, Rose sintió un extraño sentido de familiaridad, como si aquellos muros le contaran historias de eras pasadas y vidas que nunca había vivido… casi como si hubiera eco de gigantes en las piedras mismas.

En el salón principal, Viper, una figura imponente con una mirada gélida y presencia magnética, los esperaba. Su porte recordaba las descripciones de los antiguos "gigantes", aunque sin la misma monstruosidad física. A diferencia de su padre, ella parecía astuta y calculadora.

—Bienvenidos, agentes de Kisaragi. —Viper sonrió mientras sus ojos recorrían al grupo—. ¿Cómo se encuentra mi antiguo prisionero, Russel?

Rose dio un paso adelante y respondió.

—Russel está bien… aunque está siendo obligado a crear agua y limpiar mientras usa un traje de sirvienta —dijo, encogiéndose de hombros—. No es el trato más amable para un prisionero de guerra, pero… podría ser peor.

Viper suspiró con desdén.

—No puedo negar que eso suena humillante. Pero así es la vida. Podría haber terminado peor para él, después de todo —murmuró, con una voz fría y despreocupada.

Escena: La Celda de Heine

Tras la bienvenida, Viper llevó al grupo hacia una oscura prisión en las profundidades del castillo, donde la demonio Heine se

 encontraba detenida. La expresión de Heine era de total desdicha, sus ojos reflejaban la mezcla de traición y humillación que sentía. Estaba siendo acusada de traicionar al reino demoníaco, pues en su último encuentro con Lilith, el satélite de Kisaragi había detectado la ubicación de las torres y del propio castillo, facilitando el ataque que mató a su padre.

Al verla, Rokugo no pudo evitar soltar una risa sarcástica.

—Bueno, Heine, ¿quién diría que terminarías aquí? —comentó Rokugo, cruzando los brazos y mirándola con una sonrisa burlona—. Parece que tu amabilidad con Lilith fue mal interpretada.

Snow también aprovechó para lanzarle una pulla.

—¿Qué se siente, Heine, saber que todo el reino piensa que traicionaste a tu propio pueblo? ¿Estás disfrutando tu "vacación" en la celda? —preguntó, riendo junto a Rokugo.

Heine, con el rostro rojo de ira y humillación, les lanzó una mirada de odio.

—¡Idiotas! ¡No saben lo que es vivir aquí! ¡No tuve otra opción! —gritó, tratando de justificarse, aunque claramente su situación era desesperada.

Viper, observando la escena, interrumpió.

—Heine está aquí porque la traición se castiga con la muerte. Sin embargo, por su largo servicio al reino, he decidido retenerla en prisión… al menos por el momento.

Rokugo miró a Viper y esbozó una sonrisa maliciosa.

—¿Qué tal si me la entregas? La podemos usar en Kisaragi… como esclava —propuso, con un tono frío y sin atisbo de compasión.

Viper se quedó en silencio por un momento, pero finalmente asintió.

—Supongo que es mejor que la muerte. Muy bien, puedes llevártela… pero espero que le encuentres algún uso en tu organización —respondió Viper, manteniendo su compostura.

Heine, al escuchar esto, comenzó a entrar en pánico.

—¡No… no puede ser! ¡No quiero ir contigo! —exclamó con desesperación.

Snow, siempre dispuesta a agitar la situación, se acercó con una sonrisa malévola y le susurró en tono burlón.

—Oh, Heine… tienes suerte de que Rokugo quiera "conservarte". —Luego añadió, con una sonrisa diabólica—. ¿Sabes? Él tiene unas cuantas ideas interesantes para sus "esclavas". Quizás quiera ponerte a limpiar en traje de sirvienta, como a Russel… o algo mucho peor.

El rostro de Heine palideció, y sus ojos se llenaron de terror mientras Rokugo sonreía satisfecho. La demonio comenzó a imaginar todo tipo de escenarios oscuros y perversos.

—¡N-No! ¡Déjenme en paz! ¡No puedo creer que mi vida dependa de un degenerado como tú! —gimió, mientras su voz se quebraba en el proceso.

Rokugo simplemente encogió los hombros, divertido.

—Ya veremos qué hago contigo, Heine. ¿Quién sabe? Quizás descubras que no soy tan "degenerado" como dices. —Y luego, con un tono más bajo y burlón—. O tal vez sí.

La reina demonio Viper había convocado a Rokugo y a su grupo en privado en uno de los salones más antiguos del castillo. La sala, con paredes cubiertas de símbolos y grabados que evocaban épocas antiguas y poderes ya perdidos, irradiaba una solemne melancolía. Era como si las piedras mismas susurraran historias de guerras, titanes y catástrofes que habían devastado el mundo en eras pasadas. Viper, con una expresión de resignación, se dirigió a ellos con voz firme.

—El último ataque con el satélite —comenzó, mirando a Rokugo directamente a los ojos— destruyó las defensas de nuestro reino demoníaco. Oficialmente… ya no tenemos nada. Ni poder, ni ejército, ni territorio. —Hizo una pausa, y en sus ojos se veía la sombra de la derrota—. No tengo más opción que rendirme ante el Reino de Grace y ante su organización, Kisaragi.

Los ojos de Rokugo se iluminaron con una chispa de interés, aunque mantenía una expresión de indiferencia. Al escuchar la declaración de Viper, Heine, quien estaba junto a ella, rompió en llanto de pura impotencia, incapaz de aceptar la derrota total de su gente.

Viper continuó, mirando al suelo mientras apretaba los puños.

—Como símbolo de mi rendición… quiero que me ejecuten en público. Que mi pueblo vea el precio de nuestra derrota. Así, tal vez encuentren una forma de sobrevivir sin mi carga. —Luego se giró hacia una de las torres más altas del castillo, como si planeara su última despedida.

Escena: El Anuncio de Viper

Subieron a la torre, donde Viper, con la dignidad que le quedaba, dio un último anuncio a su pueblo. Su voz resonó con fuerza sobre la devastada ciudadela demoníaca.

—¡Ciudadanos de mi reino! —proclamó Viper con voz firme—. Yo, Viper, vuestra reina, declaro oficialmente nuestra rendición. Si desean sobrevivir, huyan al reino de Toris, que alguna vez fue nuestro aliado. No hay más futuro aquí, pero tal vez allí encuentren esperanza.

Las palabras de Viper flotaron en el aire como un adiós trágico, y la desesperación se extendió entre los habitantes que escuchaban desde las sombras de sus hogares.

Rokugo, junto a su grupo, la observaba con una mezcla de curiosidad y satisfacción. La misión parecía haber sido un éxito rotundo, y ahora tenían a la líder del enemigo rindiéndose ante ellos. Cuando Viper terminó su discurso, ella y Heine se unieron al grupo y abordaron el carruaje que los llevaría de vuelta al Reino de Grace.

Escena: La Declaración Pública en el Reino de Grace

De vuelta en el Reino de Grace, Viper fue escoltada hasta la plaza principal, donde la gente de Grace se reunió, expectante. Con la cabeza en alto y sin un ápice de temor, Viper hizo una declaración pública.

—Hoy, en este día, ofrezco mi cabeza como símbolo de rendición. Que mi muerte sea el precio que pague mi pueblo para que pueda vivir en paz. —Sus palabras tenían un tono de sacrificio, como si realmente creyera que su muerte sería una liberación para los suyos.

Alice y Rokugo intercambiaron una mirada rápida. La escena era dramática, y ambos reconocieron que había algo útil en conservar a una líder demonio como Viper. Después de todo, la lealtad de su pueblo podría ser aprovechada para Kisaragi.

Rokugo se inclinó hacia Alice, susurrándole.

—¿Qué te parece si en lugar de matarla, la convertimos en una agente de Kisaragi? Podríamos incluso planificar una "muerte falsa" para que el reino de Grace crea que la ejecutamos.

Alice asintió, con una sonrisa maliciosa en su rostro.

—Eso sería mucho más divertido. Y además, siempre podemos usar su influencia para futuras conquistas. Solo necesitamos planear cómo hacer que parezca creíble.

Escena: Planificando la "Falsa Muerte" de Viper

Rokugo se apartó un momento de la multitud para escribir un reporte dirigido a la sede central de Kisaragi. En él, dejó en claro su interés por conocer más sobre los secretos de este extraño mundo, un mundo que parecía estar lleno de ruinas, recuerdos y ecos de algo mucho más antiguo y devastador. El ambiente en el que vivían le parecía casi post-apocalíptico, como si una catástrofe de dimensiones inimaginables hubiera arrasado con civilizaciones enteras y dejado cicatrices en el paisaje y en la cultura.

Reporte de Rokugo a Kisaragi: Después de investigar más a fondo este planeta, he detectado señales de una civilización antigua destruida en múltiples guerras. Hay grabados, historias y rumores de criaturas titánicas, e incluso de una raza que fue capaz de dominar la tierra antes de la aparición de estos demonios. Por el momento, extenderé mi estadía un mes más para explorar estas leyendas y tratar de encontrar algo de valor para Kisaragi. — Agente 6, Rokugo.

Al enviar el reporte, no podía evitar imaginar la cara de Astaroth al leerlo, sabiendo lo mucho que ella envidiaba la "libertad" que él tenía en su misión.

Escena: Los Celos de Astaroth

En la sede de Kisaragi, Astaroth leyó el reporte con el ceño fruncido. No podía evitar sentirse celosa y molesta. Rokugo, su agente, estaba explorando un mundo misterioso lleno de secretos, y aquí estaba ella, atrapada en su oficina sin poder hacer nada al respecto. Le frustraba que él tuviera la libertad de quedarse "otro mes" mientras ella solo podía esperar sus informes.

Escena Final: El Destino de Viper y la Burla a Heine

De vuelta en el Reino de Grace, mientras planificaban la ejecución pública de Viper, Rokugo se acercó a ella en privado.

—Bien, Viper. Parece que estás a punto de tener una nueva "vida" como agente de Kisaragi. Ya hemos planeado cómo hacer que tu "muerte" sea creíble para todos —dijo con una sonrisa enigmática.

Viper asintió, aceptando su nuevo destino con una expresión de calma estoica.

—Me adaptaré, como siempre he hecho. Si esto significa que mi pueblo vivirá, entonces es un sacrificio que estoy dispuesta a hacer.

Mientras tanto, Snow no perdió la oportunidad de seguir molestando a Heine, quien observaba todo con una mezcla de ira y terror.

—Vaya, Heine… ¿quién diría que terminarías aquí, sirviendo como "mascota" de Rokugo y ahora viendo cómo tu reina se convierte en agente de Kisaragi? —le dijo Snow, burlándose descaradamente.

Heine, al escuchar esto, no pudo evitar temblar de impotencia. 

Escena: Grimm Despierta

Grimm, quien había estado dormida durante gran parte del conflicto, finalmente se despertó en el cuartel del Reino de Grace, donde el grupo de Kisaragi se había establecido temporalmente. Todavía adormilada y un tanto desorientada, miró a su alrededor, tomando conciencia del ambiente y de lo que había sucedido.

—¿Qué… qué me perdí? —preguntó, frotándose los ojos mientras se levantaba y estiraba.

Alice la miró con una sonrisa divertida y respondió:

—Oh, solo el fin de una guerra, la rendición del Reino Demoníaco, y… bueno, tu novio, Rokugo, ahora tiene a una ex reina demonio trabajando para Kisaragi. Ya sabes, lo de siempre.

Grimm, al escuchar esto, se quedó en shock por un momento y luego, furiosa, giró hacia Heine, quien estaba sentada en una esquina, visiblemente abatida y sin fuerzas para pelear.

—¡Tú! —le gritó Grimm, con una mirada amenazadora—. ¡No creas que porque tu reina se rindió voy a olvidarme de que fuiste nuestra enemiga!

Heine levantó la vista, notando la furia en los ojos de Grimm, pero estaba demasiado exhausta para responder con la misma agresividad. Sin embargo, Grimm continuó, sin contener su frustración.

—¡Jamás pensé que terminarías así, Heine! ¡Y mucho menos que terminarías como… como la amante de mi novio y comandante, Rokugo! —exclamó, con una mezcla de indignación y celos.

—¡¿Qué?! —gritó Heine, visiblemente horrorizada y ofendida por la acusación—. ¡Odio a ese tipo! ¡Odio que mi reino haya caído, odio ser una esclava y, por sobre todo, odio esta situación!

Grimm frunció el ceño, sin dejarse convencer por las palabras de Heine. La apuntó con un dedo amenazador y le lanzó una advertencia:

—¡No me importa lo que digas! Si me entero de que tú y Rokugo han tenido algún tipo de… encuentro íntimo, ¡te maldeciré! Y créeme, mis maldiciones no son nada divertidas.

Heine soltó un suspiro desesperado, como si ya no tuviera fuerzas para discutir, y simplemente murmuró:

—Como si mi vida no fuera lo suficientemente miserable ya…

Intervención de Viper

Viper, quien estaba cerca y había estado escuchando toda la conversación, decidió intervenir en defensa de su antigua subordinada. Caminó hacia Grimm y se presentó con voz tranquila pero firme.

—Escúchame, Grimm. Yo soy Viper, la ex Reina Demonio. Y si tienes la intención de maldecir a alguien, entonces hazlo conmigo. Soy la responsable de mi reino y de mi gente, incluyendo a Heine. Si deseas descargar tu ira, hazlo sobre mí, pero no sobre ella.

Grimm parpadeó sorprendida al escuchar la voz decidida de Viper. Aunque era reacia a aceptar la propuesta de una ex enemiga, la intensidad en los ojos de Viper hizo que reconsiderara.

—Hmph… muy bien. Pero recuerda que esto no cambia nada. Siguen siendo nuestras enemigas —respondió Grimm, aunque en su voz había menos hostilidad que antes.

Alice y el Trabajo para Heine

Alice, observando la interacción, se acercó a Heine y le dio una palmada en el hombro, tratando de infundirle algo de ánimo.

—Vamos, Heine. Ya que ahora eres parte de Kisaragi, te encontraremos un trabajo que puedas hacer. Y por cierto… —Alice sonrió con algo de picardía—, puedes relajarte. Rokugo no va a hacerte nada. En Kisaragi, la violación está prohibida para todos los miembros.

Heine exhaló un suspiro de alivio, aunque su rostro todavía reflejaba una mezcla de resignación y humillación.

—Gracias… supongo —murmuró, apenas capaz de aceptar su situación actual.

Escena: Viper y Rokugo

Un rato después, Viper encontró a Rokugo en uno de los salones del cuartel. Él estaba sentado en una silla, completamente absorto en su Gameboy, una pequeña consola de videojuegos que había traído consigo desde la sede de Kisaragi. A Viper le llamó la atención ese dispositivo, algo desconocido para ella, y se acercó para observar más de cerca.

—¿Qué es eso? —preguntó, con genuina curiosidad.

Rokugo levantó la vista de su juego y esbozó una sonrisa.

—¿Esto? Es un Gameboy. Una pequeña consola de juegos portátil. Es algo bastante común en mi mundo. —Volvió su atención al juego, disfrutando de su tiempo libre, mientras Viper se sentaba a su lado.

La ex reina demonio se quedó en silencio un momento, observando la pequeña pantalla iluminada. Era algo tan simple y, al mismo tiempo, tan fascinante. Tras unos segundos, decidió hablar sobre algo que había tenido en mente.

—Mi padre nunca me contó cómo era la vida antes de que estos… animales gigantes aparecieran. Él decía que las guerras habían cambiado al mundo de una manera irreversible. Que lo que quedaba ya no era lo que alguna vez fue.

Rokugo escuchaba con atención, sin apartar la vista de su juego, aunque sus oídos captaban cada palabra.

—¿Animales gigantes? —preguntó Rokugo, sin disimular su interés. La mención le recordaba a las antiguas historias que había escuchado sobre este mundo, y lo que había comenzado a descubrir en sus investigaciones.

—Sí. —Viper asintió, y su voz adquirió un tono pensativo—. Bestias enormes que solo pueden morir si son atacadas en un punto específico de la nuca. Mi padre mencionaba que eran experimentos fallidos, creados en una época donde los conflictos entre los reinos eran más feroces. Dicen que intentaron convertir animales normales en seres gigantes, con la esperanza de obtener un arma definitiva para ganar las guerras. Pero… se salió de control.

Rokugo sonrió, intrigado por la historia.

—Interesante. Parece que este mundo tiene más secretos de los que aparenta.

Viper asintió, aunque en su rostro había una mezcla de tristeza y nostalgia.

—Lo que somos ahora… no es lo que siempre fuimos. Tal vez alguna vez fuimos como ustedes, como los humanos. Pero ahora… ahora solo somos los restos de un experimento fallido, un intento desesperado por ganar una guerra que nadie recuerda.

Rokugo guardó silencio, dejando que las palabras de Viper flotaran en el aire. De repente, este mundo parecía mucho más complejo y lleno de cicatrices de lo que había imaginado, un lugar marcado por antiguas tragedias y misterios que aún no se habían desvelado del todo.

Escena Final: Rokugo y su Reporte

Más tarde esa noche, Rokugo se sentó para escribir su próximo reporte para la sede central de Kisaragi. Con lo que había aprendido de Viper, su interés en explorar la historia y el pasado de este mundo creció aún más. Sabía que esta información podría ser de gran valor para Kisaragi, y su sed de curiosidad le impulsaba a quedarse más tiempo.

Reporte de Rokugo a Kisaragi: El mundo que he encontrado aquí es mucho más que un simple campo de batalla. La historia de esta tierra parece estar plagada de antiguos experimentos y guerras interminables que han dejado su marca en sus habitantes. Hay rumores de bestias gigantes creadas artificialmente, y el ambiente recuerda a un lugar post-apocalíptico, como si una civilización anterior hubiera perecido en su propio afán de poder. Solicito permanecer aquí otro mes más para continuar investigando. — Agente 6, Rokugo.

Escena: Interrupción del "Rey de Arena"

Viper y Rokugo seguían conversando en el cuartel, y Viper estaba a punto de revelar una información vital, algo que había escuchado de su padre, sobre un legendario demonio que una vez otorgó a una joven llamada Fritz el "Poder de los Titanes", permitiéndole transformarse en una criatura gigante para proteger su pueblo. Pero justo en ese momento, un estruendo sacudió la tierra, y una vibración amenazante recorrió el cuartel, interrumpiendo la conversación.

—¿Qué demonios fue eso? —preguntó Rokugo, con el ceño fruncido mientras miraba hacia el exterior.

Alice, quien había estado monitoreando las actividades de Kisaragi en la región, entró corriendo al cuarto con una expresión de alarma.

—¡Rokugo, tenemos problemas! ¡Es el "Rey de Arena"! Esa cosa ha salido a la superficie, y parece que está furiosa porque nuestras minas en el desierto invadieron su territorio. Además, con la muerte del Rey del Bosque y el Rey de Barro, ¡ya no tiene competencia para reclamar su dominio!

Rokugo soltó un suspiro, visiblemente exasperado.

—¿Otra criatura gigante? Justo cuando pensaba que podríamos tomar un descanso…

El Rey de Arena hace su aparición

El grupo salió del cuartel y pudo ver, a la distancia, una enorme nube de polvo acercándose rápidamente. Cuando la nube se disipó, apareció la imponente figura de un topo gigante, con colmillos largos y garras afiladas que podían atravesar cualquier roca. Era el "Rey de Arena", una bestia ancestral que reclamaba su derecho sobre el territorio desértico.

Alice, evaluando la situación, no perdió tiempo.

—¡Esta es una amenaza clase S! —exclamó, sacando su comunicador para desplegar a su araña robot destructora, un gigantesco meca que Kisaragi había construido para situaciones de emergencia.

El robot araña descendió con un estruendo, y sus patas metálicas brillaban bajo el sol del desierto. Alice lo controlaba remotamente, lanzando un ataque de fuego concentrado sobre el Rey de Arena. Sin embargo, la bestia no retrocedió; en cambio, se abalanzó con velocidad sorprendente, logrando esquivar varios ataques y avanzando peligrosamente hacia el cuartel.

—¡No puede ser! —exclamó Alice—. ¡Esa cosa es más rápida de lo que pensaba!

El Sacrificio de Rokugo

Rokugo, en un intento desesperado de frenar el avance del Rey de Arena, se lanzó hacia el monstruo con un explosivo de alto poder de Kisaragi, una última jugada arriesgada. Sin embargo, el ataque resultó insuficiente, y el Rey de Arena se lanzó sobre él, hiriéndolo gravemente con sus poderosas garras antes de retroceder al sentir el dolor de las explosiones.

Rokugo cayó al suelo, herido de muerte, tosiendo sangre mientras el grupo corría hacia él. Alice, Viper y Heine se acercaron rápidamente, y la desesperación se apoderó de ellas al ver el estado de Rokugo.

—¡Maldición, no puede terminar así! —gritó Alice, intentando aplicar primeros auxilios de emergencia, pero las heridas eran demasiado graves para ser tratadas con sus conocimientos básicos.

Viper utiliza la "Bendición de la Señora del Tiempo"

Viper, aún herida en su orgullo pero sintiendo una lealtad recién descubierta hacia este extraño grupo, se arrodilló junto a Rokugo, sosteniendo sus manos. Sacó un pequeño amuleto, un colgante que había guardado desde su niñez, el cual, según le habían dicho, contenía la "Bendición de la Señora del Tiempo", un misterioso poder que podría devolver a una persona a su estado anterior, aunque a un gran costo.

—Este es un poder que me fue otorgado como reina —susurró Viper, decidida—. No sé si funcionará en un humano… pero no puedo permitir que alguien como tú muera de esta forma.

Con una última mirada de determinación, Viper activó el amuleto, y una luz mística rodeó el cuerpo de Rokugo. Las heridas comenzaron a cerrarse lentamente, y su respiración, que había estado agonizante, se estabilizó. Aunque el amuleto se desmoronó en polvo, el sacrificio de Viper no fue en vano. Rokugo había regresado a su estado actual, sano y salvo, aunque aún inconsciente.

Alice miró a Viper con una mezcla de sorpresa y respeto.

—Viper… eso fue… inesperado de tu parte. Te lo agradezco.

Viper simplemente asintió, sin decir una palabra más. Era evidente que el uso del amuleto le había costado mucha energía, y apenas podía mantenerse de pie.

El Informe de Rokugo a Kisaragi

Cuando Rokugo finalmente recuperó la conciencia, Alice le entregó su comunicador y lo ayudó a sentarse. Rokugo, algo confuso pero consciente de la importancia de documentar todo lo sucedido, comenzó a redactar un informe para la sede de Kisaragi.

Informe de Rokugo a Kisaragi:

"Las acciones de Lilith en su última visita, que resultaron en la muerte de los Reyes del Bosque y del Barro, han causado un desequilibrio ecológico en este mundo. Con la desaparición de estos depredadores naturales, el Rey de Arena, un topo gigante ancestral, emergió de su hábitat subterráneo para reclamar territorio sin competencia. Nuestra explotación minera en el desierto también contribuyó a esta respuesta agresiva. Debido a estos factores, la criatura atacó el cuartel y estuvo a punto de causar bajas importantes. Mi vida fue salvada gracias a una intervención de Viper, quien utilizó un artefacto conocido como la 'Bendición de la Señora del Tiempo'. Solicito una revisión de las políticas de explotación de recursos en este mundo para evitar futuros conflictos con la fauna local. — Agente 6, Rokugo."

Después de enviar el informe, Rokugo miró a Viper, quien estaba sentada a un lado, visiblemente exhausta. Ella le devolvió una leve sonrisa, una señal de respeto entre dos seres que antes eran enemigos pero que, ahora, compartían una extraña y mutua comprensión.

Cierre de la Escena

La tensión en el ambiente comenzó a disiparse mientras el grupo descansaba, conscientes de la magnitud de lo que acababan de enfrentar y de las implicaciones de sus acciones en un mundo que parecía estar en constante desequilibrio. Ahora sabían que cada intervención, cada paso que daban, podía tener consecuencias inesperadas y peligrosas.

Alice suspiró y se volvió hacia el grupo con una expresión algo resignada.

—Parece que, después de todo, nuestra presencia aquí no es tan inofensiva como pensamos. Es momento de que Kisaragi considere las repercusiones ambientales y busque maneras de coexistir… o al menos, de no provocar a más "Reyes de la Tierra".

El grupo asintió en silencio, mientras el sol se ocultaba en el horizonte, dejando una sensación de incertidumbre en el aire. Sabían que el equilibrio de ese mundo había sido perturbado, y que enfrentarse a esas fuerzas era apenas el comienzo de lo que les aguardaba en un lugar lleno de secretos y peligros impredecibles.

Escena: La Caza del "Rey de Arena"

Tras la amenaza continua del Rey de Arena y la serie de conflictos provocados por la explotación de recursos en el desierto, el grupo decidió que no podían dejar a la criatura vagando libre. Necesitaban eliminarla para evitar más ataques al cuartel y al pueblo local.

Preparativos y la Maldición de Grimm

El grupo se adentró en el desierto, estableciendo trampas para forzar al topo gigante a salir de su refugio subterráneo. Grimm estaba especialmente emocionada; hacía tiempo que no tenía la oportunidad de probar sus maldiciones en un objetivo tan grande y peligroso. Finalmente, lograron atraer al Rey de Arena hacia una zona específica donde Grimm preparó su hechizo.

—¡Ja, ja, ja! ¡Finalmente, una criatura digna de mi "Maldición Asesina"! —exclamó Grimm, con una sonrisa de triunfo mientras levantaba las manos hacia el cielo.

Con una precisión impresionante, lanzó la maldición directamente al Rey de Arena, quien había salido parcialmente de la tierra. Sin embargo, en un giro inesperado, el hechizo rebotó en el denso pelaje y la piel endurecida de la bestia y volvió hacia ella.

—¡Espera, no, no, NOOOOO! —gritó Grimm, dándose cuenta demasiado tarde del fallo en su maldición.

Un segundo después, Grimm cayó al suelo, completamente inmóvil. Había sido víctima de su propia maldición, y una vez más, murió en el acto.

Alice suspiró y murmuró con resignación.

—Lo mismo de siempre con Grimm… Alguien haga el favor de levantar su cadáver después de que terminemos esto.

El Fin del Rey de Arena

A pesar del desafortunado incidente con Grimm, el equipo continuó su asalto. Con una combinación de ataques de Rokugo y Alice, y un ataque final de Viper, lograron acorralar y acabar con el Rey de Arena. La criatura cayó finalmente, y con su muerte, el equilibrio en el desierto, aunque débil, comenzó a restaurarse poco a poco.

Al ver al topo derrotado, todos lanzaron un grito de victoria. Incluso Grimm, que había sido revivida gracias a la intervención de sus compañeros, se unió a la celebración, fingiendo que el pequeño incidente con su maldición nunca había ocurrido.

—¡Eso es! ¡Misión cumplida! —exclamó Rokugo, alzando los puños en el aire.

Celebración Interrumpida

La celebración continuó en el cuartel. Todo el equipo disfrutaba de la pequeña fiesta improvisada hasta que una súcubo, una demonio del sueño que había servido a Viper en el pasado, irrumpió en la habitación, visiblemente agotada y nerviosa.

—¡Mi reina! —exclamó, dirigiéndose a Viper con una reverencia profunda—. Lamento interrumpir, pero tengo malas noticias. El reino al que fuimos no nos aceptó como refugiados… dicen que no pueden ofrecer seguridad a los demonios.

Viper frunció el ceño. Había estado esperanzada en que su gente podría encontrar un hogar seguro, lejos de los conflictos. Pero al ver la negativa de otros reinos y el rechazo constante, tomó una decisión inesperada. Miró a Rokugo, con una expresión decidida en el rostro.

—Rokugo… —empezó Viper, con voz firme—. He llegado a apreciar la cultura de Kisaragi y su modo de vida… Quiero solicitar que acepten a mi gente. Permíteles unirse a Kisaragi como soldados y agentes. Prometo que serán leales.

Rokugo la observó con una mezcla de sorpresa e interés, pero asintió.

—Bueno, tenemos espacio para más "recursos" en Kisaragi. Además, un grupo de demonios en el equipo podría ser útil. Considero esto aprobado.

Snow y Tilis se Oponen

La aprobación de Rokugo no fue bien recibida por todos. Snow, quien había estado observando la conversación, explotó de inmediato.

—¡Espera un segundo! ¡No podemos simplemente aceptar a nuestros antiguos enemigos como aliados así como así! ¡Esto es una locura! —protestó Snow, con los brazos cruzados y la cara enrojecida de indignación.

Rokugo la miró, levantando una ceja.

—Snow, ¿quién crees que toma las decisiones aquí? Eso lo decide el consejo de Kisaragi, y ya he enviado la solicitud. Ellos ya han dado su aprobación inicial.

Snow apretó los dientes, frustrada, sin poder hacer nada al respecto.

La princesa Tilis, que también había estado observando, se acercó a Snow y murmuró con expresión sombría.

—No puedo creer que hayamos permitido esto… al dejar que "Kisaragi nos ayudara contra nuestros enemigos", en realidad les hemos dado poder sobre nosotros. Poco a poco, Kisaragi está conquistándonos sutilmente, y hemos sido demasiado ciegos para verlo hasta ahora…

Reflexiones de Snow

Snow, aún enojada, se alejó del grupo y se quedó pensativa. Sus pensamientos giraban en torno a cómo, en un intento de enfrentar a sus enemigos, habían abierto las puertas a una organización que no solo quería ayudarlos, sino que también tenía sus propios intereses en este mundo. La expansión de Kisaragi parecía imparable, y ahora estaban comenzando a depender de ellos más de lo que se había propuesto originalmente.

—Es como si… Kisaragi hubiera estado planeando esto desde el principio. Nos están invadiendo sin siquiera usar fuerza bruta… —murmuró para sí misma, sintiendo un peso en su corazón mientras observaba a sus compañeros celebrar junto a los recién llegados demonios que antes eran enemigos.

La fiesta continuaba, pero Snow y Tilis intercambiaron miradas de preocupación. Sabían que, aunque habían ganado una batalla contra el Rey de Arena, la guerra por el control de su mundo apenas estaba comenzando.

Escena: El Acuerdo de Rendición

Después de la victoria sobre el Rey de Arena y de las discusiones sobre el destino de los demonios, Viper, la princesa Tilis y Alice se sentaron a negociar los términos finales de la rendición oficial del Reino Demoníaco. Alice, como representante de Kisaragi, estaba a cargo de redactar el documento, mientras Tilis y Viper discutían cada cláusula.

El Acuerdo

Alice revisó las primeras líneas del acuerdo, asegurándose de que ambas partes estuvieran de acuerdo con los términos.

—Entonces, primer punto —dijo Alice, con un tono profesional—. El Reino de Grace tomará posesión del territorio del Reino Demoníaco como compensación por las hostilidades de la guerra. Pero se compromete a no esclavizar ni abusar de ninguno de los residentes demoníacos.

Tilis asintió, aunque con una leve expresión de desagrado. No estaba feliz de ceder, pero entendía que no había otra opción.

—Acepto, en nombre del Reino de Grace, —dijo Tilis con seriedad—. Respetaremos a los demonios bajo nuestra jurisdicción, siempre y cuando cumplan con nuestras leyes.

Alice continuó con la segunda cláusula, mirando a Viper para asegurarse de que entendiera lo que implicaba.

—Segundo, los demonios podrán ser trasladados a la sede de Kisaragi, conocida como "La Ciudad Escondida", si así lo desean. Allí, serán recibidos como miembros de Kisaragi y podrán integrarse a la organización como agentes o soldados, bajo la supervisión de nuestro consejo.

Viper asintió lentamente. Había tenido tiempo para reflexionar sobre esta cláusula y, aunque significaba que su gente estaría bajo el control de Kisaragi, también les daba una oportunidad para vivir en paz.

—Lo entiendo. Mi gente no tiene otro lugar a donde ir, así que acepto los términos en su nombre, —dijo Viper con resignación.

Finalmente, Alice leyó la última cláusula, una exigencia que hizo que Viper tensara ligeramente los labios.

—Tercer y último punto, —dijo Alice—. Para simbolizar la rendición completa del Reino Demoníaco y sellar el acuerdo de paz, Viper, la exreina demonio, deberá realizar un harakiri en una ceremonia pública.

La sala se sumió en un silencio pesado mientras Tilis y Alice observaban a Viper. Para sorpresa de ambas, la exreina demonio asintió sin oponer resistencia.

—Acepto, —dijo Viper con voz firme—. Si mi muerte ayuda a que mi pueblo tenga una oportunidad de sobrevivir, entonces no tengo objeción. Pero… —Viper miró a Rokugo, quien estaba en la habitación jugando con uno de sus videojuegos portátiles—. Antes de mi muerte, quiero probar uno de esos… videojuegos. Parece algo divertido.

Rokugo levantó la vista de su consola, sorprendido por la petición, pero sonrió al ver la expresión curiosa de Viper.

—Claro, si quieres probarlo, adelante —respondió, ofreciéndole el dispositivo—. Pero te advierto, ¡no es fácil para principiantes!

Viper tomó la consola con cuidado y observó la pantalla, fascinada por los gráficos y la mecánica del juego. Rokugo se sentó a su lado, enseñándole los controles y dándole consejos mientras ella intentaba superar el primer nivel. Durante un momento, parecía que ambos estaban en otro mundo, absortos en la simplicidad del juego, olvidando los problemas y el peso del acuerdo.

El Plan de Rokugo y Alice

Mientras jugaban, Rokugo aprovechó el momento para hablar con Viper en voz baja, asegurándose de que solo ella lo escuchara.

—Mira, Viper… Alice y yo hemos estado planeando una alternativa. Ese "harakiri" será solo un teatro —susurró, manteniendo su expresión despreocupada para que nadie sospechara—. En lugar de que mueras realmente, fingiremos tu muerte. Después, te llevaremos discretamente a la Ciudad Escondida junto al resto de los demonios.

Viper parpadeó, sorprendida, y bajó la vista hacia el juego para disimular su reacción.

—¿Una farsa? —murmuró en un susurro, apenas moviendo los labios—. ¿Por qué harían eso por mí?

Rokugo soltó una risita, sin apartar la vista de la pantalla.

—Bueno, eres útil, y además… parece que h

s comenzado a entender cómo funciona Kisaragi. Creo que encajarías bien en nuestra organización. Además, sería un desperdicio deshacerse de alguien con tus habilidades y liderazgo —respondió, con un tono que parecía amistoso y ligeramente burlón.

Viper bajó la vista, claramente tocada por las palabras de Rokugo. No estaba acostumbrada a recibir reconocimiento sincero, y mucho menos de alguien como él.

—No sé qué decir… Gracias, Rokugo. Pensé que solo éramos enemigos.

—Kisaragi no ve el mundo en blanco y negro. Enemigos, aliados, todos tienen un valor potencial. Así que, prepárate para tu "muerte" y disfruta de este último juego, al menos hasta que el espectáculo comience —añadió Rokugo con una sonrisa astuta.

El Último Acto y la Falsa Muerte

Mientras Viper seguía jugando y familiarizándose con la consola, Alice y Tilis continuaron organizando los detalles del acuerdo. El plan estaba en marcha, y nadie fuera de Kisaragi sospechaba de la farsa que estaba a punto de ejecutarse.

La ceremonia de "harakiri" estaba planeada para el día siguiente, con una gran multitud convocada para presenciar la caída de la exreina demonio. Sin embargo, en lugar de una muerte trágica, Kisaragi tenía una estrategia elaborada para salvar a Viper y asegurar que tanto ella como su gente tuvieran un nuevo comienzo bajo su protección.

Escena Final: Informe de Rokugo

Esa noche, Rokugo se retiró a una habitación privada para redactar su informe a la sede central de Kisaragi. Escribió sobre los resultados de la batalla contra el Rey de Arena, la incorporación de los demonios al equipo de Kisaragi, y cómo lograron evitar un conflicto mayor con el Reino de Grace.

En la última parte de su informe, Rokugo añadió una nota sobre el desequilibrio ecológico causado por la intervención de Lilith y las alteraciones que Kisaragi estaba realizando en ese mundo.

—"Además, considero prudente investigar más sobre los orígenes de este mundo y sus extraños habitantes. Las referencias antiguas que mencionan gigantes y poderosos seres indican una historia oculta, posiblemente relacionada con habilidades ancestrales que podrían ser valiosas para nuestros futuros planes," —escribió, finalizando el reporte.

Finalmente, agregó una línea final que seguramente provocaría una reacción en Astaroth, su superior:

—"Solicito una extensión de un mes más para profundizar en estos misterios. Mi interés en el origen de este mundo es alto, y podría ser de gran beneficio para Kisaragi."

Cerró su informe y lo envió

Escena: La cita "romántica" de Rokugo y Grimm

El día había llegado para la tan esperada "ejecución" de Viper. Sin embargo, mucho antes de que la ceremonia comenzara, Grimm se había enterado de los eventos recientes y estaba furiosa.

Grimm, enojada, entra a la habitación de Rokugo, que se encuentra afilando sus cuchillos en una silla mientras espera que empiece el día.

—¡¿Cómo es que me dejaron muerta durante la pelea contra el Rey de Arena?! —gritó Grimm, claramente ofendida, cruzándose de brazos mientras lanzaba una mirada fulminante a Rokugo—. ¡Yo también quería participar! ¡Ustedes siempre hacen las cosas sin mí!

Rokugo suspiró y dejó su cuchillo en la mesa, mirándola con una sonrisa sarcástica.

—Vamos, Grimm, no te pongas así. Sabes bien que siempre mueres en el momento más importante —le dijo, divertido, con una sonrisa burlona—. No es nuestra culpa que seas tan… bueno, "susceptible".

Grimm bufó, claramente no impresionada con su excusa, y giró la cabeza con un aire ofendido.

—¡Eso no importa! Aun si soy una sacerdotisa maldita, merecía estar ahí y luchar… No puedo creer que me hayan dejado fuera —se quejó, inflando las mejillas como una niña molesta—. ¿Sabes lo frustrante que es despertar y ver que se han perdido los mejores momentos?

Rokugo, en un intento de calmarla —o tal vez simplemente para divertirse un poco más— le hizo una oferta casual.

—Bien, bien, para compensarte, ¿qué tal si salimos en una cita? —le ofreció, con un tono despreocupado—. Algo para que te relajes, ¿qué dices?

Grimm se sonrojó ligeramente, levantando una ceja en señal de sorpresa y escepticismo.

—¿Una cita? —repitió, mirándolo con recelo—. ¿Crees que puedes comprar mi perdón con una simple cita? ¡No soy una chica fácil, Rokugo!

Rokugo mantuvo su sonrisa, encontrando su reacción encantadora y a la vez entretenida. Sacó un pequeño bento que había preparado antes y se lo mostró, moviéndolo ligeramente para tentar a Grimm.

—¿Y qué tal si incluyo este bento? Podemos comer juntos mientras disfrutamos de la vista.

Al ver el bento, los ojos de Grimm brillaron de emoción. No era una chica fácil, cierto, pero nunca podía resistirse a la comida, especialmente cuando venía acompañada de un momento especial con Rokugo. Intentando mantener su compostura, carraspeó ligeramente.

—Bueno… si es así, supongo que podríamos ir… pero solo porque me debes una por dejarme fuera de la pelea —aceptó, tratando de sonar despreocupada, aunque estaba claro que la emoción la traicionaba.

Pero la verdad era que él también necesitaba esa pausa para despejarse de la paranoia que lo estaba consumiendo por la "infidelidad" que pensaba Astaroth podría descubrir en algún momento. El corazón de Rokugo, aunque no lo admitiera abiertamente, también estaba agitado por lo que había comenzado a sentir por Grimm. Sin embargo, su plan seguía siendo claro: conquistar sin comprometerse realmente, solo utilizando su encanto para manipular situaciones.

Unos minutos después, en la "cita"

Rokugo sonrió, sin poder evitarlo, y la condujo hacia una colina cercana donde se podía ver todo el campamento. desde donde se podía ver a las extrañas criaturas mutantes y quimeras de Kisaragi, aullando hacia la luna en un espectáculo bizarro. Se sentaron en el suelo, y Grimm miraba alrededor, desconcertada, mientras él abría el bento

Rokugo se presentó ante Grimm con una pequeña caja envuelta. La ofreció con una sonrisa nerviosa, aunque su actitud aún mantenía un toque de despreocupación forzada. Grimm levantó una ceja al ver el paquete, pero no pudo evitar que su mirada se suavizara cuando Rokugo abrió la caja y reveló el contenido: un bento perfectamente empaquetado, con una gran variedad de platillos, uno más apetitoso que el otro.

Los ojos de Grimm brillaron, y sus labios se curvaron en una sonrisa, algo que raramente mostraba.

En el campamento, a lo lejos, estaban el hombre tigre, Rose y Russel, aullando hacia la luna, un espectáculo bastante extraño pero característico de su grupo. Se sentaron en el suelo, y Grimm observaba todo a su alrededor, desconcertada por la calma de Rokugo mientras él abría el bento y comenzaba a comer.

Pero cuando miró más de cerca, notó algo extraño. Rokugo no estaba realmente disfrutando de su comida. En lugar de eso, estaba mirando con atención los árboles cercanos, como si estuviera buscando algo. Finalmente, después de unos minutos de incomodidad, Rokugo se giró hacia ella, con una expresión más tranquila, y le habló.

—Estoy buscando huevos de Langosta Titan Mokemoke. Necesito algunos para un proyecto importante... —dijo, sin mirarla directamente, mientras daba un paso hacia un árbol con mucho cuidado, evitando que cualquier error le causara problemas.

Grimm se quedó desconcertada, mirando cómo Rokugo, en lugar de disfrutar de su momento, se dedicaba a examinar el terreno con gran seriedad, como si estuviera buscando algo más que simples huevos.

—¿Eso... eso es todo lo que tienes planeado? —preguntó Grimm, con una mezcla de incredulidad y frustración. Estaba claro que no había esperado una cita tan extraña, donde su compañero, en lugar de concentrarse en ella, buscaba ingredientes.

Rokugo, sin embargo, no parecía percatarse de la decepción de Grimm y continuó explicando, como si no hubiera interrupción alguna.

—Sí, estos huevos pueden convertirse en una poderosa arma biológica para Kisaragi. El sabor no es lo importante, aunque... —rió nervioso—... el sabor es horrible. Pero todo eso tiene un propósito.

Ella comenzaria a comer.

—Espera… ¿Esta es la "cita"? —preguntó Grimm, perpleja, mirando cómo las criaturas extrañas emitían sonidos perturbadores bajo la luz de la luna.

Rokugo le sonrió, como si no entendiera por qué ella estaba sorprendida.

—Claro. Dime, ¿no es romántico? Un picnic bajo la luna, acompañados por estos… eh, "singulares" seres. Esto es lo que hace que Kisaragi sea especial —dijo, mordiéndose una risa mientras le ofrecía un bocado de su bento.

Grimm suspiró, resignada, pero tomó el bocado de comida y comió, sintiéndose un poco estafada. Aun así, en el fondo, había algo en ese momento caótico que le hacía gracia. Después de todo, estar con Rokugo siempre era un enigma, una aventura impredecible que nunca terminaba de entender.

—Tsk, esto no cuenta como una cita "normal" para nada… —murmuró, sonrojándose un poco, pero finalmente cediendo—. Pero supongo que te lo dejaré pasar… esta vez.

Rokugo rió ante su expresión frustrada, y continuaron comiendo en silencio, disfrutando de la extraña "paz" que les ofrecía el entorno bizarro de Kisaragi.

En su mente, Rokugo estaba empezando a inquietarse más, pensando en Astaroth y cómo podría pensar de todo esto. De alguna manera, él había recibido permiso para involucrarse con doncellas si eso ayudaba en las conquistas de Kisaragi. Sin embargo, no podía permitir que Grimm se convirtiera en un obstáculo. ¿Cómo podría estar involucrado con alguien como ella? Al final, él no le iba a permitir hacerle daño a sus planes, pero al mismo tiempo, un extraño sentimiento de nerviosismo crecía dentro de él.

A pesar de todo, Grimm no dejó de observarlo, con una mezcla de desconcierto y cansancio. Ella había comenzado a imaginar que tal vez algo real podría surgir entre ellos, pero este momento le parecía más una burla que una oportunidad de conexión genuina.

—Rokugo, ¿qué estamos haciendo aquí? —dijo, su voz teñida de frustración

Mientras tanto, en la celda de Viper

Mientras Rokugo y Grimm disfrutaban de su particular momento, Viper estaba sola en su celda, esperando pacientemente el inicio de su "ejecución". Se encontraba tranquila, aunque sus pensamientos divagaban entre la preocupación y la curiosidad por lo que le deparaba el futuro.

Sabía que esta "muerte" no sería real, pero el hecho de fingir su propia ejecución y dejar atrás el título de Reina Demonio le resultaba agridulce. Su mente volvió a los recuerdos de su infancia y a las historias que su padre, el antiguo Rey Demonio, le había contado sobre los antiguos demonios y los titanes. Por mucho que quisiera renegar de su pasado, sabía que lo llevaba en la sangre.

Miró hacia la pequeña ventanilla en lo alto de su celda, desde donde podía ver un fragmento de cielo. Cerró los ojos, recordando las palabras de Rokugo y la promesa de un futuro en Kisaragi. Tal vez, bajo la protección de esta organización, su pueblo podría finalmente encontrar paz.

Y aunque su corazón estaba dividido, una parte de ella se sentía emocionada por lo que vendría.

Escena: La "telepatía" de Rokugo y la fuga de Viper

En la oscuridad de la celda, Viper seguía esperando pacientemente el momento de su "ejecución." Sus pensamientos la llevaban a los últimos recuerdos que había compartido con Rokugo y la peculiar compañía de Kisaragi. No sabía exactamente cómo, pero se había encariñado con su cultura y sus costumbres, a pesar de lo caótico que todo parecía ser.

De repente, una voz suave y misteriosa resonó en su mente.

—Viper… soy yo, Rokugo. Puedo comunicarme contigo por telepatía —dijo la voz, en un tono serio y profundo.

Viper parpadeó sorprendida, parándose de inmediato.

—¿Rokugo? ¿Eres tú? No sabía que tenías ese tipo de poder… —respondió, incrédula pero con un atisbo de esperanza.

La voz continuó en su mente.

—Viper… dime la verdad, ¿qué piensas realmente de todo esto? Esta es tu última oportunidad de ser completamente sincera. Nadie más nos escucha.

La exreina se tomó un momento para reflexionar. Bajó la mirada, dejando salir una confesión sincera, algo que había guardado en lo más profundo de su corazón.

—La verdad es que… todo esto, estos días que pasé con ustedes… han sido los mejores momentos de mi vida. Me siento… libre, por primera vez —admitió, con un ligero temblor en su voz—. Es como si finalmente hubiera encontrado un lugar al que pertenezco.

Justo en el instante en que sus palabras se volvían más sentimentales, Rokugo desactivó el modo invisible de su traje, apareciendo de golpe frente a ella con una sonrisa burlona.

—¡Sorpresa! —dijo, riéndose mientras la veía enrojecer de vergüenza—. No era telepatía, Viper. Solo estaba usando mi traje de invisibilidad.

Viper se quedó boquiabierta, completamente avergonzada.

—¡¿Qué?! ¿Me hiciste decir todo eso… y solo estabas ahí parado escuchando? ¡Rokugo, eres un…! —gritó, frustrada, pero incapaz de encontrar palabras para describir su enojo.

—Bueno, eso fue muy revelador, ¿eh? —respondió él, aún riendo—. Vamos, tenemos una misión. Te sacaré de aquí, así que será mejor que nos movamos rápido.

Rokugo usó su cuchillo de Kisaragi para cortar los barrotes de la celda y, tras asegurarse de que no había guardias en el pasillo, guió a Viper por el castillo.

Mientras avanzaban, algunos agentes de Kisaragi crearon una distracción, enfrentándose a los soldados del Reino para facilitar su escape. Los ruidos de combate resonaban en los pasillos, y los gritos de los guardias se mezclaban con el eco de las espadas chocando.

Justo cuando alcanzaron el patio exterior, la princesa Tilis apareció, acompañada de Snow, y levantó una mano en señal de alto.

—¡Rokugo, detente! No puedes hacer esto. La muerte de Viper es esencial para el tratado de paz. ¡No arruines todo el esfuerzo que hemos hecho! —le imploró la princesa, su voz firme y autoritaria.

Rokugo suspiró, levantando una ceja. 

—Lo siento, princesa, pero tengo otros planes —dijo con una sonrisa desafiante, y rápidamente puso la capucha de invisibilidad sobre Viper—. Voy a distraerlos. Tú solo sigue el plan.

Viper, aún algo avergonzada, asintió en silencio y desapareció bajo la capucha.

Sin embargo, justo en ese momento, Grimm apareció en escena, mirando a su alrededor con una expresión de angustia.

—¡Espera, espera! ¡¿A dónde crees que vas, Rokugo?! —gritó Grimm, visiblemente molesta.

Rokugo levantó las manos en señal de calma.

—¿Qué pasa, Grimm? Pensé que estabas de nuestro lado.

Grimm lo miró con lágrimas en los ojos, temblando de rabia y celos.

—¡Yo… yo no sabía que planeabas huir con Viper! ¡¿Qué clase de comandante se fuga con otra mujer y abandona a su fiel Grimm?! —exclamó, claramente imaginando un futuro donde Rokugo y Viper se enamoraban y la dejaban atrás.

Rokugo no pudo evitar suspirar, dándose cuenta de que las cosas se estaban complicando más de lo necesario.

—Grimm, no es lo que parece… —intentó explicarse, pero antes de que pudiera continuar, Viper, aún bajo la capucha, fue descubierta por Alice, Snow y la princesa Tilis.

Alice sonrió maliciosamente mientras bajaba la capucha, revelando a Viper.

—Vaya, vaya… parece que alguien intentaba huir. ¿Crees que puedes engañarnos tan fácilmente, Viper? —dijo Alice con un tono juguetón.

Snow, por su parte, sacó su espada y miró a Rokugo con ojos acusadores.

—Esto es una traición, Rokugo. ¿De verdad planeabas romper el trato? —preguntó Snow, decepcionada.

Viper miró a Rokugo, con una mezcla de tristeza y determinación en sus ojos. Antes de que pudieran detenerla, corrió hacia una torre cercana y, frente a toda la multitud, sacó lo que parecía ser una pequeña bomba.

—¡Por el bien de mi pueblo y para que esta guerra termine de una vez…! —gritó, activando la "bomba" y dejando que una cegadora luz envolviera todo a su alrededor.

Rokugo apenas tuvo tiempo de gritar su nombre antes de ser cegado por la explosión de luz.

Momentos después, mientras el humo se disipaba, el cuerpo de Viper había desaparecido. Todos en el lugar asumieron su "muerte."

Heine, que observaba desde lejos, rompió en llanto, sus gritos de dolor resonando por todo el campo. Su amada reina había dado su vida por ellos. El trato se cerró, y los demonios fueron transportados a la sede principal de Kisaragi, donde comenzarían una nueva vida como agentes de la organización.

Tiempo después, en la sede de Kisaragi

Rokugo seguía en luto, sin poder asimilar lo ocurrido. Se sentía traicionado por Alice y furioso consigo mismo por no haber evitado la "muerte" de Viper. Hasta que, de repente, en medio de un grupo de demonios recién llegados, apareció una figura conocida.

Era Viper, aunque ahora había adoptado una nueva apariencia bajo el nombre de "La Mujer Víbora Mutante." Los cambios físicos eran evidentes, su cuerpo ahora era más ágil y fuerte, con ciertos rasgos mutantes, adaptados para las misiones de Kisaragi.

Heine, al ver a su reina viva, rompió en llanto una vez más, pero esta vez de alegría, corriendo hacia ella para abrazarla. Los demás agentes de Kisaragi también se emocionaron, incluyendo a Rose, que siempre había mostrado cierto afecto por Viper.

En ese momento, Alice se acercó a Rokugo con una expresión satisfecha.

—¿Sorprendido? —le preguntó Alice, alzando una ceja—. La "bomba" de Viper no era letal. Solo era una granada de luz, lo suficiente para engañar a todos y permitir que escapara.

Rokugo la miró con incredulidad y alivio, finalmente entendiendo el ingenioso plan de Alice.

—Así que… todo fue parte del plan —murmuró, soltando un suspiro—. No puedo creer que me hayas hecho pasar por esto, Alice.

Alice sonrió ampliamente.

—Tenías que hacerlo convincente, ¿no crees? Además, ahora tienes a una aliada más poderosa para nuestras misiones.

Snow, quien había sido despedida por la princesa Tilis después de estos eventos, se acercó en ese momento, viendo la escena entre Rokugo, Alice y Viper.

—Rokugo… ya que la princesa me ha despedido, ¿puedo unirme a Kisaragi? ¿Hay alguna misión que puedan darme? —preguntó, intentando sonar casual pero mostrando su desesperación por no quedarse sin propósito.

Rokugo se encogió de hombros, mirándola con una mezcla de simpatía y burla.

—Bueno, Snow, bien podríamos encontrar algo para ti. No puedo prometer que sea fácil, pero supongo que tendrás que acostumbrarte a la "cultura" de Kisaragi.

Snow suspiró, resignada, pero en el fondo aliviada de poder encontrar un nuevo lugar donde pudiera seguir peleando… aunque significara adaptarse a las bizarras costumbres de la organización Kisaragi.

Escena: Viper en Kisaragi y el llamado de Rokugo a Astaroth

Ya había pasado un tiempo desde que Viper fue oficialmente nombrada "La Mujer Víbora Mutante" y se unió a Kisaragi. Ahora, además de ser parte de la organización, estaba a cargo de una facción de reclutas nuevos, conformada por los demonios que habían sido transportados junto con Heine y su tropa. Por su parte, Grimm, Snow y Rose también se habían unido por completo a Kisaragi, formando un grupo singular y caótico junto a Rokugo y Alice.

Rokugo, visiblemente satisfecho con el resultado de la misión y de tener a Viper viva y al frente de su propio escuadrón, decidió aprovechar el momento para hacer una videollamada a la sede principal de Kisaragi. En la pantalla apareció la figura de Astaroth, la líder de Kisaragi y una mujer que, aunque estricta, compartía una historia bastante… complicada con Rokugo.

—Rokugo, es raro que te reportes tan seguido. ¿Qué necesitas ahora? —preguntó Astaroth, arqueando una ceja, claramente extrañada.

Rokugo sonrió y se cruzó de brazos, sin perder su usual tono confiado.

—Pues… en realidad estaba pensando en pedir unas pequeñas vacaciones —dijo, como si fuera la cosa más normal del mundo—. Quiero regresar a casa y, bueno, descansar un poco.

Astaroth lo miró en silencio por unos segundos antes de responder.

—¿Vacaciones? ¿Ahora? ¿Y por qué justo en este momento, Rokugo? Has estado fuera bastante tiempo. Me sorprende que apenas se te ocurra ahora pedir un descanso.

Rokugo, manteniendo su sonrisa, se acercó un poco más a la pantalla y susurró de forma sugerente:

—Es que… pensé que sería interesante ver la cara de cierta líder de Kisaragi al verme en persona otra vez. Ya sabes, para recordar viejos tiempos.

Astaroth, por primera vez en mucho tiempo, pareció sonrojarse levemente, pero mantuvo su expresión seria.

—¿Estás insinuando algo, Rokugo? Porque me parece recordar que nuestra "relación" nunca incluyó cosas como… seducción, ¿o acaso estoy equivocada?

Rokugo rió, divertido al ver la reacción de Astaroth.

—Oh, claro, como si nunca me hubieras pedido que llegara temprano a las reuniones con "ciertas palabras de aliento." ¿Lo has olvidado, Astaroth? Porque yo no.

Astaroth suspiró, visiblemente molesta y a la vez… nerviosa. Algo en su expresión cambió, volviéndose un poco más seria, incluso melancólica.

—Mira, Rokugo, te seré sincera. La razón por la que enviamos agentes a otros planetas y por la que tienes la misión de conquistar ese mundo… no es solo porque queramos expandir nuestro dominio. Nuestro planeta… está prácticamente arruinado. La contaminación ha llegado a un punto insostenible, y la situación es crítica.

Rokugo frunció el ceño, sorprendido ante la revelación.

—¿Entonces toda esta operación de invasión es para… encontrar un nuevo hogar?

Astaroth asintió lentamente.

—Exactamente. Kisaragi está buscando mundos habitables para trasladar a nuestra gente, y tú… eres el que más éxito ha tenido en esta misión. Es por eso que te pido, Rokugo, que termines de una vez con la conquista de ese planeta. No es solo por Kisaragi… es para que todos tengamos un lugar seguro al cual ir.

Hubo un momento de silencio. Rokugo, aunque generalmente despreocupado y sarcástico, pareció procesar la seriedad de las palabras de Astaroth. Finalmente, asintió con determinación.

—De acuerdo, Astaroth. Terminaré lo que empecé. Por ti… y por todos los demás.

Astaroth le dedicó una leve sonrisa, una que Rokugo no recordaba haber visto en mucho tiempo.

—Gracias, Rokugo. Me aseguraré de que tengas el reconocimiento que mereces cuando todo esto termine.

La pantalla se apagó, terminando la videollamada.

Justo en ese momento, Alice entró en la sala con una expresión alarmante.

—¡Rokugo! Acabo de recibir noticias preocupantes. El país de Toris… simplemente ha desaparecido.

Rokugo arqueó una ceja, incrédulo.

—¿Desaparecido? ¿Qué quieres decir con "desaparecido"?

Alice asintió, su voz llena de tensión.

—No hay rastros de su gente ni de sus estructuras. Todo lo que queda son ruinas… como si alguien o algo los hubiera borrado de la faz del planeta. Es como si hubieran sido… aniquilados en un solo golpe.

Rokugo frunció el ceño, sus pensamientos girando mientras intentaba entender lo que eso significaba. La desaparición de un reino entero era algo fuera de lo común, incluso para los estándares de Kisaragi.

—Esto no puede ser una coincidencia. ¿Será que… hay alguien más en este planeta que juega a conquistar territorios además de nosotros? —murmuró Rokugo, empezando a ver este mundo de manera distinta.

Alice lo miró, compartiendo su inquietud.

—Podría ser. Si hay una amenaza más grande, necesitamos averiguar qué o quién está detrás de esto. Quizás la "conquista" que nos pidió Astaroth no sea tan sencilla como pensábamos.

Rokugo suspiró, sabiendo que esto apenas comenzaba. Había prometido terminar la misión, pero el desafío que tenía frente a él era mucho más complicado de lo que había imaginado.

—Bueno, parece que mis vacaciones tendrán que esperar —dijo con una sonrisa irónica, mirando a Alice y preparándose para lo que se avecinaba.

Tiempo después, en el Reino de Grace...

Rokugo se había establecido exitosamente en su posición de agente de Kisaragi, y con el Reino de Grace prácticamente bajo control de la organización, la princesa Tilis no era más que una figura decorativa. En su mente, Rokugo sentía una gran satisfacción por el "progreso" que había logrado. Para él, cada victoria y cada paso hacia adelante eran pruebas de que estaba logrando algo grande. Aunque su método no era el de un héroe, sino el de un mercenario calculador y pragmático, la complacencia que sentía no tenía comparación. 

Durante la cita...

Esa noche, a pesar de todo lo que había ocurrido, Rokugo decidió que, por una vez, iba a intentar darle a Grimm lo que había estado pidiendo. No sin cierto recelo, claro, pero al menos sentía que un poco de tiempo juntos no le haría daño. Si podía calmar las aguas entre él y Grimm, tal vez podría concentrarse en lo que realmente importaba.

Ambos se encontraron en una pequeña cafetería en el centro de la ciudad. Rokugo la había invitado sin mucha ceremonia, pero al verla tan emocionada, sintió que tal vez había hecho bien en ceder un poco. Grimm estaba sentada frente a él, hablando y gesticulando sin parar mientras él solo escuchaba. Aunque no lo mostraba, en su interior Rokugo se sentía un poco incómodo con la situación. Tenía tantas cosas en su cabeza, tantas preocupaciones, pero allí estaba, dispuesto a pasar un momento de calma con ella.

—...Y entonces, el capitán del barco dijo que teníamos que encontrar una forma de salir de esa isla porque la tormenta se estaba acercando, ¡y yo pensé que jamás saldríamos de ahí! —continuó Grimm, su voz llena de emoción mientras Rokugo asentía con calma.

Finalmente, después de un largo monólogo, Grimm se detuvo y lo miró con una ceja levantada.

—Rokugo, tenemos que hablar. —dijo, su tono tomando un giro más serio.

Él la miró, intrigado, pero ella continuó sin darle tiempo para responder.

—¿Por qué si somos novios no hacemos cosas de novios? —preguntó, cruzando los brazos sobre su pecho—. No nos damos de las manos, no nos decimos cosas como "amor", "cariño", "mi vida"... ¡ni siquiera nos besamos! —añadió, ahora claramente molesta—. ¡No puedes decirme que no estás interesado en eso o… algo más intenso !—dijo Grimm, mirándolo con una sonrisa expectante y un brillo en los ojos.

Rokugo suspiró, pensando para sí mismo: "Ay, Grimm… si supieras que tú eres la otra." Pero decidió no decirlo en voz alta. En cambio, trató de reír suavemente.

Rokugo, que había estado escuchando pacientemente, sintió cómo una extraña presión se acumulaba en su pecho. La forma en que hablaba... No era solo una queja, sino una invitación, una demanda. Y esa demanda, combinada con el hecho de que llevaba meses sin ninguna relación íntima, empezó a hacerle sentir una creciente necesidad que no había anticipado. El impulso de salir corriendo o de dar una respuesta tajante se desvaneció, y en su lugar, algo más primitivo comenzó a surgir.

El tiempo parecía ralentizarse mientras él procesaba sus palabras. Grimm, por otro lado, estaba claramente ansiosa, esperando una respuesta que no llegaba. Pero antes de que pudiera añadir algo más, Rokugo hizo algo que no había planeado.

—Bueno, Grimm, tú siempre hablas de cosas de novios, pero… ¿en serio estás preparada para eso? —preguntó, con una sonrisa ligeramente burlona.

Grimm pareció ofenderse un poco, poniéndose las manos en la cintura.

—¡Claro que sí! ¡Yo soy una mujer madura y lista para hacer cosas de novios! —protestó con un leve sonrojo, aunque claramente nerviosa.

Sin darle tiempo para hablar más, bajó la cabeza, acercándose a su silla de ruedas. En un movimiento sorpresivo, se inclinó hacia Grimm y la besó, sus labios tocando los de ella en un contacto suave, casi experimental.

Grimm se quedó completamente inmóvil, desconcertada. La sorpresa la dejó sin aliento por un momento, pero luego, como si algo se desatara en su interior, cerró los ojos y correspondió al beso, sus manos temblorosas aferrándose a los costados de su silla. La tensión que había sentido hasta ese momento desapareció por completo, reemplazada por una euforia cálida y confusa.

Después de separarse, Grimm abrió los ojos y lo miró, claramente aturdida pero con una gran sonrisa en su rostro. 

Cuando finalmente se separaron, Grimm , visiblemente aturdida, pero una gran sonrisa apareció en su rostro, como si todo lo que había estado esperando finalmente hubiera ocurrido.

Rokugo, sintiendo el calor que se había acumulado en su pecho, sonrió de forma torcida. Pero la verdad era que no podía evitar sentirse satisfecho consigo mismo.

—Entonces… ¿mi casa o la tuya? —preguntó, manteniendo su tono relajado, aunque sus palabras ocultaban un ligero nerviosismo.

Grimm se sonrojó profundamente, su mente comenzando a dar vueltas. Sabía que si iban a la casa de Rokugo, Alice podría interrumpir en cualquier momento. La idea de que la joven asistente de Rokugo los interrumpiera no era algo que le agradaba, especialmente con lo que acababa de ocurrir.

—Mejor... mejor vamos a mi casa —dijo finalmente, con una pequeña sonrisa traviesa—. No quiero sorpresas.

Rokugo la miró, un brillo de satisfacción en sus ojos, mientras se levantaba de la silla y la ayudaba a levantarse también. Aunque no lo admitiera, sentía un alivio extraño, como si al menos esa incertidumbre se hubiera resuelto, al menos por un momento.

Ambos caminaron hacia la salida de la cafetería, pero algo en el aire había cambiado. Las palabras no eran necesarias para saber lo que cada uno pensaba en ese momento.

Poco después, en la casa de Grimm

Rokugo la siguió hasta su humilde vivienda, un lugar pequeño y algo destartalado. Las paredes tenían un aspecto antiguo, y el ambiente estaba lleno de cierto encanto rústico, aunque algo deteriorado. No era precisamente un palacio, pero era lo que Grimm podía costear, y a Rokugo no parecía importarle demasiado.

—Bienvenida a mi humilde morada —dijo Grimm, con un tono nervioso, llevándolo hasta su habitación, que era igual de sencilla, con una cama pequeña y sábanas algo desgastadas.

Rokugo observó el lugar con una sonrisa leve, y luego se volvió hacia ella.

—Bonito lugar, Grimm. Es… acogedor —comentó, tratando de ser diplomático.

Rokugo cruzó el umbral de la humilde casa de Grimm, observando todo a su alrededor con una mezcla de desconcierto y humor. La decoración de la casa era… peculiar, incluso para los estándares medievales. Había cortinas de encaje que parecían haber visto mejores días, un tapiz en el que figuraban gallinas, y algunas cestas tejidas apiladas en una esquina. Era como entrar a la casa de una abuelita, cosa que parecía desentonar completamente con la imagen de la temperamental sacerdotisa de la muerte.

Además, notó que el lugar estaba acondicionado de una manera extraña. Aunque Grimm usaba silla de ruedas la mayor parte del tiempo, parecía que se las había arreglado para que la casa estuviera organizada de tal forma que caminar descalzo fuera la opción ideal, con tapetes y cojines en el suelo, suaves y acolchados. Claro, tenía sentido considerando su maldición de no usar zapatos.

Grimm, que había estado conteniendo la emoción y la nerviosa anticipación todo el camino hasta allí, finalmente se bajó de su silla de ruedas, dejándose llevar por el momento.

—Este… comandante… esto… esto es lo que siempre imaginé para mi primera vez —murmuró Grimm, claramente metida en su propia ilusión romántica, mientras arreglaba un mechón de su cabello con nerviosismo—. Hoy finalmente voy a romper mi castidad, y contigo… —susurró, pero luego pareció recordar algo y su rostro se ensombreció, como si la mala suerte le hubiera dado un golpe en el estómago.

Rokugo, quien ya estaba explorando el ambiente, miraba una colección de figuras de cerámica que parecían ser representaciones de ancianas rezando.

Grimm, con una expresión seria y suspicaz, se giró para mirarlo y suspiró. Se acercó a él y le dijo en voz baja, casi tímidamente:

—Rokugo… comandante Rokugo, tengo que confirmar algo antes… —dijo, y él, distraído aún con los pequeños ídolos y sin prestar mucha atención, respondió automáticamente:

—Sí, claro, lo que sea.

—¿Eres mi novio? —preguntó Grimm, con voz dulce y con una ligera esperanza en sus ojos.

—Sí —repitió él, aún distraído, examinando los estantes llenos de pequeños amuletos y colgantes.

—¿No estás aquí solo para dejarme e irte? —insistió ella, buscando algo de seguridad.

—No… claro que no. —Rokugo apenas levantó la vista, tratando de ignorar una espeluznante muñeca de trapo en el estante.

Grimm se aclaró la garganta, impaciente, e intentó sonar casual mientras lanzaba su próxima pregunta.

—¿Vamos a dormir juntos hoy?

—Sí.

—¿Vamos a hacer cosas de novios hoy? —insistió Grimm, su emoción aumentando visiblemente.

—Sí, lo que sea… —dijo Rokugo, asintiendo mientras sus ojos caían en un extraño cuadro de un gato bordado en punto de cruz. No podía entender cómo Grimm vivía en medio de tantos objetos extraños.

Grimm frunció el ceño. Había algo en las respuestas de Rokugo que no terminaba de convencerla, y, dado que él no parecía estar prestando atención, decidió ser completamente directa.

—Sabes que cuando digo "dormir" y "cosas de novios" no me refiero a literalmente dormir o a cosas de citas, ¿verdad?

Rokugo parpadeó, como si al fin captara la pregunta y lo que Grimm realmente estaba insinuando.

—Ajá… —asintió, visiblemente más alerta ahora.

Grimm se sonrojó un poco, pero aún insegura, tomó aire y finalmente soltó:

—Sé que no se supone que sea tan directa, pero en vista de que no me estás prestando atención… ¿Vamos a tener sexo aquí y ahora mismo?

La paciencia de Rokugo ya estaba en su límite, y exasperado, decidió ponerle fin a la lluvia de preguntas.

—¡Sí, Grimm! ¡Sí, vamos a hacerlo aquí y ahora mismo! —soltó, con un tono algo cansado pero decidido.

Grimm parpadeó, y en un segundo su rostro recuperó toda la emoción y el brillo.

—¡Oh, perfecto! Pero… ¡espera! No entres a mi cuarto todavía. —Se giró rápidamente y desapareció tras la puerta de la habitación, dejándolo esperando en la sala.

Dentro, Grimm comenzó a mover cosas apresuradamente. Quitó los ídolos y las velas dedicadas a Zenarith de su mesa de noche y guardó algunos amuletos bajo la cama. No había considerado que la noche fuera a terminar así, y en su entusiasmo había olvidado que la decoración espiritual podría resultar… incómoda. También escondió unas cuantas botellas de pociones de dudoso origen.

Desde la sala, Rokugo escuchaba los ruidos y golpes que venían del cuarto de Grimm y alzó una ceja, preguntándose cuánto tardaría en "poner todo en orden."

Finalmente, Grimm apareció en la puerta, sonriendo ampliamente.

—Ya está todo listo, Rokugo… puedes entrar. —Le hizo una seña con la mano, algo nerviosa, pero también visiblemente emocionada.

Rokugo le devolvió una sonrisa, resignado a lo que se avecinaba, pero algo en su interior le decía que la noche estaba por volverse mucho más surrealista de lo que había imaginado.

Grimm, intentando no sentirse intimidada, se sentó en la cama y, con evidente nerviosismo, trató de adoptar una pose coqueta que había visto en una revista vieja, levantando un brazo sobre su cabeza y cruzando las piernas de una forma un tanto incómoda.

—¿Entonces… qué te parece si… hacemos cosas de novios? —dijo, con una voz temblorosa, mirándolo a través de sus pestañas de forma torpe.

Rokugo soltó una pequeña risa al ver el intento tan evidente de seducción. No pudo evitar sentir un poco de vergüenza ajena por las pocas habilidades sociales de Grimm, pero también algo de ternura por lo mucho que ella estaba esforzándose.

—¿Sabes, Grimm? Antes de cualquier cosa… ¿por qué no te das un baño primero? Relájate un poco, usa agua caliente —sugirió Rokugo con una sonrisa, intentando aliviar la tensión y darle un poco de tiempo para prepararse.

Grimm asintió rápidamente, aunque claramente nerviosa.

—¿Un… un baño? Sí, claro… eso suena bien —dijo, levantándose y caminando hacia el pequeño baño de su casa.

Mientras se dirigía hacia allí, miró hacia atrás con un ligero sonrojo y murmuró:

—Y-Ya me has visto en ropa interior antes, así que… supongo que no importa, ¿verdad?

Rokugo solo le dio una sonrisa divertida y asintió, dándole un poco de privacidad mientras ella se preparaba. 

Rokugo (riendo): "¿Sabes qué, Grimm? Deberías relajarte... No hace falta que te esfuerces tanto."

Grimm (sonrojada y algo insegura): "Ah... sí, tienes razón." 

ella obedeció, especialmente al recordar que había estado caminando descalza todo el día debido a su maldición. Mientras se bañaba, Rokugo abrió una cerveza y susurró en voz baja:

Rokugo: "Nunca le digo que no a una bien fría."

 Rokugo se quito su armadura de combate para unirse al baño con ella , 

En el baño

Grimm se metió en la ducha. Se aseguró de lavar bien cada parte de su cuerpo, especialmente sus pies, que siempre estaban descalzos debido a su maldición. La sensación del agua caliente era relajante, y aunque sus pensamientos iban y venían con nerviosismo, empezó a sentirse un poco más cómoda.

De repente, la puerta del baño se abrió suavemente, y Rokugo entró, moviendo sus manos de manera despreocupada.

—¿Eh? ¿Vas a… vas a darme un masaje? —preguntó Grimm, sorprendida, mientras lo veía acercarse con una expresión tranquila.

—Sí, algo así. Ya que tus pies están descalzos todo el tiempo, pensé que te vendría bien —respondió Rokugo mientras se arrodillaba frente a ella, tomando uno de sus pies con suavidad.

Grimm se sonrojó intensamente, cerrando los ojos mientras sentía sus manos sobre su piel.

Rokugo comenzó a masajear los pies de Grimm con habilidad y cuidado, sus manos presionando suavemente los puntos de tensión. Grimm dejó escapar un suspiro de alivio, claramente disfrutando la atención que él le estaba dando.

—Rokugo… esto es… muy agradable —murmuró, con un tono más suave de lo habitual, mientras se relajaba cada vez más.

—Me alegra que te guste —dijo Rokugo, con una sonrisa genuina—. Solo relájate y disfruta. Hoy es tu día.

Escena: La intimidad entre Rokugo y Grimm

Después de un rato en el que la atmósfera había cambiado a algo más íntimo y cargado, Rokugo observó a Grimm, quien ahora estaba relajada, mirándolo con una mezcla de nerviosismo y expectativa. Él también se sentía un poco nervioso, lo cual no era común en él.

En su mente, Rokugo reflexionaba consigo mismo: "¿Estará bien hacer esto? No sé si Grimm puede embarazarse, pero... ¿qué haría Astaroth si se enterara de esto? Aunque, pensando bien, no es la primera vez que tengo una aventura de una noche... Mientras nadie lo sepa, todo estará bien."

Mientras tanto, Grimm, aún recostada en su cama, estaba inmersa en sus propios pensamientos. Desde hace tiempo, había fantaseado con un momento como este, pero ahora que realmente estaba sucediendo, el peso de la situación la hacía sentir una mezcla de ansiedad y emoción. En su mente, solo pudo decir para sí misma: "Perdóname, Lady Zenarith, porque esta noche… esta noche voy a pecar."

Rokugo tomó aire, rompiendo el silencio que había entre los dos, y le dio una sonrisa algo traviesa.

—Te voy a dar una excusa de verdad para usar esa silla de ruedas, Grimm —dijo él, con una mirada cómplice.

Los dos intercambiaron una sonrisa cómplice y, con la habitación iluminada únicamente por la luz tenue de una vela, dejaron que el tiempo se desvaneciera entre ellos.

Grimm se sentó nerviosa en su cama, la piel aún húmeda por el agua caliente, sintiendo una mezcla de ansiedad y anticipación. Miró hacia la puerta del baño. No sabía qué esperar exactamente de él, pero en su interior, una parte de ella estaba lista para avanzar en algo más. Sin embargo, su mente no dejaba de dar vueltas, preguntándose si realmente estaba preparada para lo que estaba a punto de suceder.

Rokugo salió del baño, aparentemente relajado, pero con una expresión algo seria. Caminó hacia ella, y Grimm no pudo evitar mirar cómo su postura y su actitud parecían inmutarse a medida que se acercaba. En ese momento, no estaba del todo segura de qué pensaba hacer, pero había algo en su mirada que la dejó intranquila, una especie de determinación silenciosa.

—¿Entonces…? —susurró Grimm, sintiendo el aire en su pecho y las mariposas en su estómago—. ¿Qué vamos a hacer ahora?

Rokugo no respondió de inmediato. En lugar de eso, se agachó frente a ella, acercando su rostro lentamente al suyo. Grimm, a pesar de su nerviosismo, no pudo evitar mantenerse quieta, observando cada movimiento suyo con una mezcla de curiosidad y anticipación.

De repente, Rokugo se inclinó hacia adelante y, con un movimiento calculado pero suave, deslizó su lengua sobre la parte inferior

recorriéndolo con una lentitud inquietante. Grimm se sobresaltó un poco, desconcertada por el gesto.

—¿Qué... qué estás haciendo? —preguntó con voz temblorosa, sin poder evitar una pequeña risa nerviosa.

Rokugo, con una ligera sonrisa en sus labios, se alejó un poco, pero no apartó la mirada de Grimm.

—Hacerte Reír —respondió de forma tranquila, con una sonrisa traviesa—. Un gesto, digamos, un "preámbulo".

Grimm se quedó sin palabras, completamente confundida por su respuesta. Sin embargo, antes de que pudiera procesar todo lo que acababa de pasar, Rokugo volvió a inclinarse hacia ella, esta vez para besarla directamente en los labios. La besó con más pasión que antes, su lengua entrando lentamente en su boca, y Grimm no pudo evitar intentar apartarse al principio.

—¡Espera, Rokugo! —exclamó, algo fuera de control. —No deberías usar tu lengua así… antes de besarme.

Sin embargo, la protesta de Grimm se desvaneció cuando la intensidad del beso aumentó. La razón por la que había intentado resistirse fue completamente olvidada cuando las manos de Rokugo empezaron a moverse por su espalda, y el deseo se apoderó de ella. Grimm dejó de resistirse por completo, dejándose llevar por el momento y correspondiendo al beso con igual fervor.

Rokugo se separó ligeramente, mirando a Grimm con intensidad. Ella, con los ojos entrecerrados, respiraba profundamente, su pecho subiendo y bajando de manera irregular.

—No te preocupes, Grimm —dijo él, sonriendo de forma relajada—. Es solo un beso. Un beso de lo más normal... solo que con un pequeño toque especial.

Grimm, ahora sonrojada y sin poder pensar claramente, miró a Rokugo y finalmente, tras un suspiro de rendición, se tumbó de espaldas en la cama, mirando hacia el techo, con una leve sonrisa en los labios.

—Haz conmigo lo que quieras… —dijo ella, sin más reservas, señalando con un gesto hacia él para que se acercara.

Rokugo la observó un momento, notando el cambio en su actitud. Grimm estaba completamente entregada al momento, sin más dudas ni inseguridades. Con una sonrisa ladeada, se acercó a ella, sabiendo que, por esta vez, no había vuelta atrás. La noche se convirtió en algo que ambos sabían que jamás olvidarían, sin importar lo que pudiera suceder después.

Más tarde, después del acto

El ambiente en la habitación era tranquilo y relajado. Rokugo estaba recostado a un lado de Grimm, observándola mientras ambos respiraban con calma. Él tenía una expresión satisfecha, mientras que ella parecía estar procesando lo que acababa de ocurrir.

Después de un momento de silencio, Grimm lo miró con una expresión neutral y le preguntó, en un tono casi decepcionado:

—¿Eso fue todo?

Rokugo, claramente sorprendido y algo herido en su orgullo, soltó una risa sarcástica.

—Vaya… eres muy fría, Grimm. ¿Así le agradeces a tu novio? —dijo él, tratando de mantener el humor en la situación, aunque con una pizca de resignación.

Grimm se sonrojó ligeramente, dándose cuenta de que su comentario tal vez había sido un poco insensible. Sin embargo, en su mente, había idealizado el momento de una manera tan fantástica que la realidad no coincidía con sus expectativas.

—No, no… es solo que pensé que… no sé, tal vez algo más… espectacular… —respondió, tratando de encontrar las palabras adecuadas mientras evitaba su mirada.

Rokugo soltó una risa suave y puso una mano sobre su hombro, dándole una sonrisa de comprensión.

Escena: La "segunda ronda" de Rokugo y Grimm

Rokugo miró a Grimm, quien todavía mostraba una mezcla de insatisfacción y decepción en su rostro. Con una sonrisa confiada, le hizo un gesto para acercarse.

—Todavía me queda energía para otro round, ¿sabes? —dijo Rokugo con un brillo en los ojos, insinuando algo más.

Grimm lo miró con una mezcla de sorpresa y nerviosismo, dudando un poco sobre lo que él estaba sugiriendo.

—¿Qué… qué planeas hacer ahora? —preguntó ella, sintiendo una pequeña punzada de incertidumbre en su estómago.

Rokugo le dedicó una sonrisa traviesa y le hizo un gesto 

—Confía en mí, solo… solo relájate. Tengo algo especial en mente, agachate —murmuró él, acercándose a ella. Grimm, aunque con un leve rubor en sus mejillas y algo de temor, asintió y lentamente se dio la vuelta, siguiendo sus indicaciones.

Con cuidado, Rokugo se inclinó hacia adelante, cerca de sus orejas, y susurró suavemente:

—Tranquila, Grimm. Solo déjate llevar. Esta vez, voy a hacer que sea memorable —dijo en un tono tan suave y cariñoso que hizo que el corazón de Grimm se acelerara aún más.

Mientras Rokugo continuaba susurrándole cosas dulces y reconfortantes, su nerviosismo comenzó a desvanecerse poco a poco, y, a pesar de lo que al principio sintió como vergüenza, Grimm no pudo evitar disfrutar de la atención y la dedicación que él le estaba dando.

Más tarde, después del "momento especial"

Rokugo se recostó nuevamente junto a Grimm, respirando profundamente mientras una sonrisa satisfecha se dibujaba en su rostro. Se giró hacia ella y le susurró:

—Eso fue… bastante increíble. ¿No crees? —dijo él, con un tono de voz suave pero lleno de entusiasmo.

Grimm, con las mejillas completamente rojas, evitaba mirarlo directamente, aún abrumada por lo que acababa de suceder. Sentía una mezcla de vergüenza y sorpresa, especialmente porque, contra todo pronóstico, realmente había disfrutado de lo que acababan de hacer.

—Y-yo… no esperaba que me fuera a gustar tanto —admitió Grimm en voz baja, apenas audiblemente, mientras sus manos intentaban ocultar su rostro. Se sentía avergonzada de que algo tan inusual hubiera sido tan placentero para ella.

Rokugo soltó una pequeña risa y, divertido, le dio un suave golpecito en la cabeza.

—¿Ves? No era tan terrible, ¿verdad? No todo tiene que ser como en las novelas románticas que lees. A veces, lo inesperado es lo más emocionante —le dijo con una sonrisa de satisfacción.

Grimm, aún sonrojada, soltó un suspiro y miró hacia el techo, tratando de calmar su corazón acelerado.

—Supongo… que tienes razón —murmuró, aún procesando todo lo que había pasado esa noche.

Rokugo la rodeó con un brazo y la atrajo hacia él,

aunque el momento fue íntimo, él no lo hizo con genuino afecto. Para él, Grimm no era más que una distracción temporal. No era amor verdadero, ni siquiera un cariño profundo; era simplemente una "aventura".

 Grimm, con los nervios y la emoción de tener a su primer novio, aceptó complacer una de las fantasías de Rokugo, ambos se quedaron tendidos en la cama. Rokugo encendió un cigarrillo y exhaló el humo con satisfacción, mientras Grimm miraba al techo en silencio. La adrenalina del momento se había desvanecido, y un extraño vacío comenzó a llenarla.

De repente, Grimm empezó a sollozar. Rokugo giró la cabeza, arqueando una ceja al verla.

—¿Qué te pasa ahora? —preguntó, aún sosteniendo el cigarrillo entre los dedos.

Grimm trató de secarse las lágrimas, pero estas no dejaban de brotar.

—Zenarith…va a castigarme por esto… Soy su sacerdotisa, y… y dejé que me sedujeras. Me dejé llevar por la emoción de tener un novio y… y me gustó cumplir tus fantasías.

Rokugo dejó escapar una pequeña risa, negando con la cabeza.

—Vamos, Grimm, estás exagerando.

No creo que a Zenarith le importe mucho lo que hagas.

Grimm escondió el rostro entre las manos, avergonzada y abrumada.

—No entiendes… yo soy su sacerdotisa, debería estar por encima de estas cosas. Pero aquí estoy, llorando como una tonta, porque… porque me dejé llevar por todas estas fantasías. No solo eso, ¡me gustaron! ¡Disfruté hacerlo!

Rokugo, al verla tan perturbada, se acercó y le puso una mano en el hombro.

—Oye, tranquila. No tienes por qué atormentarte. No hiciste nada malo. Además, no todos los días puedes cumplir tus fantasías, ¿no? No es nada del otro mundo.

Grimm se secó las lágrimas, mirando a Rokugo con ojos llenos de determinación.

—Rokugo… quiero que lo recuerdes, porque es importante para mí: nos casaremos en nueve años. Así que no pienses que esto es solo pasajero, ¿de acuerdo?

Rokugo le sonrió de forma tranquilizadora, asintiendo.

—Claro, Grimm. En nueve años, entonces —respondió, fingiendo aceptarlo para calmarla.

Finalmente, Grimm dejó de llorar, cerrando los ojos mientras el cansancio la vencía y se quedaba profundamente dormida. Rokugo soltó una pequeña risa, apagando su cigarrillo y recostándose a su lado, mientras el silencio de la noche cubría la habitación.

Grimm abrió los ojos lentamente, mirando el techo de su habitación con una mezcla de resignación y claridad. Había estado rumiando en silencio, sus pensamientos oscilando entre la culpa y la aceptación.

—Supongo que, cuando llegue mi última muerte… tendré que hacer cuentas con Zenarith —dijo en voz baja, más para sí misma que para Rokugo.

Él, aún despierto, la miró con curiosidad, apoyando la cabeza en una mano mientras jugueteaba con la colilla de su cigarrillo.

—Hasta entonces… quiero disfrutar esto, Rokugo. Quiero vivir esta experiencia. Mi primer novio… mi primer amor —continuó Grimm, girándose hacia él con una mirada vulnerable.

Rokugo la observó un momento antes de responder.

—Si eso es lo que quieres, entonces hazlo, Grimm. No dejes que un dios resentido te arruine la diversión. Aunque debo decir, eso de "primer amor" suena un poco cursi viniendo de ti.

Grimm le lanzó una mirada fulminante, pero no pudo evitar sonreír levemente. Luego, con un leve titubeo, continuó.

—Rokugo… hay algo que quiero decirte. Algo importante. No puedo tener hijos.

Lo soltó de golpe, esperando algún tipo de reacción negativa. Quizás decepción, tal vez una mueca incómoda. Pero Rokugo, en lugar de molestarse, dejó escapar una risa genuina, lo que la tomó completamente desprevenida.

—¿Por qué te ríes? —preguntó Grimm, confundida.

—Lo sabía. Tenía la sospecha de que no podías embarazarte. Y, para ser honesto, me alegra. No quiero tener hijos —admitió Rokugo con una naturalidad desconcertante.

—¿Eh? —Grimm parpadeó, incrédula.

—Los niños me irritan. Son ruidosos, exigentes y... bueno, hay uno en particular que de vez en cuando aparece llamándome "Ziperman". Es insoportable. Y además, yo fui huérfano. Ni de broma pienso criar niños, y si alguna vez tuviera uno, lo más probable es que lo abandonara.

Grimm lo miró boquiabierta, sin saber si sentirse horrorizada o reírse.

—¡Eso es cruel, Rokugo! —exclamó, aunque su tono no era del todo serio.

—¿Cruel? —repitió él, encogiéndose de hombros—. Tal vez, pero al menos soy honesto. Además, no pareces muy entusiasmada con los niños tampoco.

Grimm suspiró, resignada.

—Tienes razón… No los soporto. Siempre me han llamado "solterona" o se burlan de mí por usar silla de ruedas. Son tan crueles a veces. De hecho, no sé cómo es que Rose soporta estar conmigo, considerando lo infantil que puede ser ella misma.

Ambos quedaron en silencio por un momento, el ambiente comenzando a sentirse incómodamente serio. Rokugo decidió intervenir, levantando una ceja y dando una señal obvia.

—Bueno, creo que ya es suficiente charla profunda por una noche. ¿Por qué no dices algo como "quiero dormir" y acabamos con esto?

Grimm captó la indirecta y sonrió levemente.

—Está bien… Quiero dormir —dijo, acomodándose en su lado de la cama.

Rokugo apagó la colilla de su cigarrillo y se recostó también.

—Buena idea. Duerme, sacerdotisa de Zenarith. Mañana habrá más pecados para cometer.

Grimm rodó los ojos, pero no pudo evitar reír suavemente. Cerró los ojos, permitiendo que el sueño la envolviera mientras Rokugo permanecía en silencio, mirando el techo con una ligera sonrisa de satisfacción.

Al finalizar la noche...

Cuando Grimm finalmente se quedó dormida, Rokugo se levantó de la cama y la miró en silencio. Acariciando su cabello, susurró para sí mismo:

Rokugo: "Lo siento, Grimm, pero mi verdadero amor es Astaroth."

Luego, se dio la vuelta, se vistió y salió del cuarto sin hacer ruido. En ese instante, Grimm, aún medio dormida, murmuró algo en sueños:

Grimm (medio dormida): "Sí... me casaré en nueve años..."

Rokugo dejó escapar una risa irónica, ignorando lo que Grimm había dicho en sueños, y salió rumbo a la base de Kisaragi. Allí, se preparó para una videollamada con Astaroth, quien había estado pendiente de sus reportes y de sus logros.

Un tiempo después...

Rokugo se sentó frente a la pantalla, esperando que Astaroth contestara su llamada. La emoción que sentía al hablar con ella era genuina, muy diferente de lo que sentía con Grimm.

Después de unos segundos de espera, la imagen de Astaroth apareció en la pantalla, iluminada por la fría luz de su oficina. Su expresión era seria, pero al verlo, dejó escapar una pequeña sonrisa.

Astaroth: "¿Rokugo? No esperaba que llamaras tan repentinamente. ¿Pasa algo en la misión?"

Rokugo: "No, todo va bien. De hecho, va mejor de lo que esperaba. Ya prácticamente tenemos el control del Reino de Grace, y sus habitantes están bastante... cooperativos."

Astaroth: "Eso es bueno de escuchar. Has hecho un trabajo impresionante."

Rokugo esbozó una sonrisa confiada y le dedicó una mirada directa a la pantalla.

Rokugo: "En realidad, llamaba para pedir algo más... personal. Me preguntaba si podría tomarme unas vacaciones. Me vendría bien un descanso, y además... quiero verte en persona."

Astaroth parpadeó, un poco sorprendida, y se sonrojó ligeramente. No era común que Rokugo hiciera este tipo de solicitudes.

Astaroth: "¿Ahora? ¿Después de tanto tiempo? Justo cuando estás en medio de una de nuestras misiones más importantes."

Rokugo: "Vamos, es solo por unos días. Además, ¿no te gustaría que nos viéramos? Admito que he echado de menos verte... tu cara, tu voz."

Astaroth dudó, y aunque trató de mantenerse seria, era evidente que la idea de verlo en persona le generaba cierta emoción. Rokugo aprovechó para recordarle algunos de los momentos en los que ella lo había motivado a regresar temprano en misiones pasadas, apelando a esa conexión especial que compartían.

Rokugo: "Recuerdo aquellos tiempos cuando prácticamente me seducías para que terminara rápido las misiones y volviera a tu lado. Supongo que eso fue hace mucho tiempo, ¿eh?"

Astaroth (fingiendo indignación): "¡No hacía esas cosas! Rokugo, no tergiverses la historia."

Después de un momento, Astaroth suspiró, adoptando un tono más serio y sincero. Su expresión cambió, dejando ver un trasfondo de preocupación.

Astaroth: "La verdad es que la situación en nuestra sede no es tan buena como podría parecer. El planeta está... bueno, lo cierto es que está casi inhabitable. La contaminación ha llegado a niveles alarmantes, y ya no queda mucho tiempo para nosotros. Por eso hemos tenido que expandirnos, enviar agentes como tú a otros mundos... buscando algún lugar habitable."

Rokugo la escuchó en silencio, asimilando el peso de sus palabras. Hasta ahora, su misión siempre había sido una cuestión de conquista, pero escuchar el motivo detrás de la expansión de Kisaragi le dio una nueva perspectiva.

Astaroth: "Rokugo, tu misión ha sido la más exitosa de todas. Has logrado en pocos meses lo que otros agentes no han conseguido en años. Este mundo podría ser nuestra salvación, un hogar nuevo para nosotros. Necesitamos que completes la conquista. Si lo logras, este planeta será nuestro refugio."

Rokugo asintió lentamente, comprendiendo lo que eso implicaba. No solo se trataba de un objetivo personal o de cumplir con su deber como agente de Kisaragi; era una misión que significaba la supervivencia de toda su organización, de la gente que consideraba su familia.

Astaroth: "He soñado con cómo sería vivir en ese mundo cuando esté completamente bajo nuestro control. Tú y yo, con un lugar propio, lejos de la contaminación y de los problemas de nuestro planeta... sería como un nuevo comienzo."

Rokugo sintió un escalofrío. La idea de Astaroth viviendo allí, con él, lo emocionaba, pero también le generaba una cierta inquietud. Pensó en Grimm, en la relación que había estado desarrollando con ella, y en lo que Astaroth podría pensar si descubriera que estaba "pasando el tiempo" con otra persona. La presión de la situación empezaba a pesarle.

Rokugo (sonriendo con picardía): "Haré lo que sea necesario para que ese sueño se haga realidad, Astaroth. Pero por ahora, supongo que tendré que postergar mis 'vacaciones'."

Astaroth sonrió, complacida, y asintió en señal de aprobación.

Astaroth: "Gracias, Rokugo. Sabía que podía confiar en ti. Completa la misión, y luego podremos hablar de un futuro juntos, en un nuevo hogar."

Con una última sonrisa, Astaroth finalizó la llamada, y la pantalla se apagó, dejando a Rokugo solo en la penumbra de la sala de comunicaciones.

FIN DEL EPISODIO