Capítulo 11 (continuación): El Consejo de Cassiel
Cassiel se acercó a Lorian con una expresión de seriedad que rara vez mostraba. Sabía que lo que estaba ocurriendo no era un accidente ni un simple desliz en el entrenamiento. Algo dentro de Lorian estaba despertando, algo que iba más allá de su condición de Nephilim.
—Lo que sentiste, Lorian —comenzó Cassiel, caminando alrededor de la sala con las manos entrelazadas detrás de la espalda—, no es solo tu herencia Nephilim. El poder oscuro que emergió en ti proviene de un lugar más profundo. Es la herencia de los antiguos, de aquellos Nephilim que nacieron en una época en la que ángeles y demonios caminaban juntos sobre la Tierra. Ellos llevaban tanto la luz del cielo como las sombras del infierno en su sangre.
Lorian tragó saliva, el peso de aquellas palabras cayendo sobre él como una losa.
—Entonces... ¿estoy condenado? —preguntó, con un tono desesperado—. ¿El poder demoníaco dentro de mí terminará por devorarme?
Cassiel negó con la cabeza lentamente.
—No necesariamente —respondió—. La clave está en el equilibrio. Los Nephilim no son ni completamente ángeles ni completamente humanos, pero dentro de ellos existe la posibilidad de elegir. Esa es la diferencia entre caer en las sombras o mantenerse en la luz. Sin embargo, si no logras dominar ese poder, puede consumirte, y en ese momento, Lucifer te buscará.
Lorian sintió una oleada de miedo recorrerle la espina dorsal. Las palabras de Cassiel confirmaban lo que había temido durante mucho tiempo: Lucifer lo estaba observando, esperando que sucumbiera a su lado oscuro.
—¿Cómo puedo controlarlo? —preguntó Lorian—. Siento que cada vez que lo uso, pierdo una parte de mí. Es como si algo se rompiera dentro cada vez que toco ese poder.
Cassiel se detuvo frente a él y lo miró a los ojos con intensidad.
—La clave está en no rechazarlo completamente. Si te resistes demasiado a lo que eres, el poder se rebelará contra ti. Lo que necesitas es aceptarlo, pero sin dejar que te domine. Solo entonces podrás usarlo sin que te consuma.
Lorian permaneció en silencio, asimilando las palabras del ángel. No era una cuestión de erradicar lo oscuro dentro de él, sino de encontrar una forma de coexistir con ello, de integrar esa parte de sí mismo sin perder su alma.
—Recuerda algo importante, Lorian —continuó Cassiel—. No estás solo en esta lucha. Si bien tu naturaleza te hace un objetivo para ambos lados, también te convierte en alguien único. Puedes caminar entre la luz y la oscuridad. Y en ese equilibrio reside tu mayor fortaleza. Pero debes encontrar tu propio camino, y para eso, necesitas aliados.
Lorian asintió lentamente. Cassiel tenía razón. No podía seguir cargando con todo esto solo. Necesitaba aliados, ángeles o demonios que comprendieran lo que él era, o al menos, que no lo condenaran por su naturaleza.
—Gracias, Cassiel —dijo Lorian finalmente—. No sé qué haría sin tu ayuda.
Cassiel esbozó una ligera sonrisa.
—Aún te queda mucho por aprender, Lorian. Pero no olvides esto: el equilibrio es frágil, y la guerra que se avecina no será solo física. También se librará dentro de cada uno de nosotros.
Con esas palabras, Cassiel se retiró, dejándolo solo en la sala. Lorian se quedó allí, contemplando las innumerables escrituras que llenaban las paredes y los estantes. Sabía que la guerra que se avecinaba sería más complicada de lo que había imaginado, pero también estaba decidido a no dejar que el poder oscuro lo consumiera. Tenía que encontrar su propio camino, incluso si eso significaba enfrentarse tanto a los ángeles como a los demonios.
Capítulo 12: La Traición de la Luz
Los días siguientes fueron un torbellino de tensión y silencio para Lorian. Su secreto estaba en peligro, y sabía que más de uno de los ángeles que lo rodeaban sospechaba de él. El incidente durante el entrenamiento había generado rumores que se extendían rápidamente por los pasillos del reino celestial.
Sin embargo, las tensiones en el cielo no solo provenían de él. Las legiones angélicas se estaban preparando para un conflicto inminente. Los demonios habían sido cada vez más audaces, incursionando en los territorios celestiales en busca de debilidades. Y aunque la paz había reinado durante milenios, todos sabían que estaba a punto de romperse.
Seraphiel estaba más ocupado que nunca, organizando defensas y estrategias, mientras Miguel, el comandante supremo de las huestes celestiales, permanecía en un retiro estratégico, meditando sobre los movimientos de Lucifer. Pero no todos los ángeles compartían la misma paciencia.
Una noche, mientras Lorian intentaba concentrarse en sus meditaciones, fue interrumpido por una figura alta y oscura que se materializó frente a él. Era Sariel, uno de los arcángeles menores, pero con una influencia considerable entre las filas celestiales.
—¿Creías que podrías ocultar lo que eres para siempre, Nephilim? —dijo Sariel, con una voz cargada de desprecio.
Lorian se tensó al instante. Aunque Sariel no era tan poderoso como Seraphiel o Miguel, su astucia y su ambición lo hacían peligroso.
—No sé de qué hablas —respondió Lorian con cautela, aunque sabía que sería inútil intentar negarlo.
Sariel soltó una risa fría y amarga.
—Oh, claro que lo sabes. He visto lo que hiciste en el campo de entrenamiento. Ese no es el poder de un ángel, ni siquiera de un mortal. Eres una aberración, un error que nunca debió existir.
Lorian sintió una chispa de ira encenderse en su pecho, pero la contuvo. Sabía que perder el control solo confirmaría las acusaciones de Sariel.
—Si realmente lo supieras, ya habrías ido con Seraphiel —dijo Lorian, intentando mantener la calma—. ¿Por qué no lo has hecho?
Sariel lo miró con ojos fríos, calculando.
—Porque no estoy aquí para delatarte —respondió finalmente, con una sonrisa siniestra—. Estoy aquí para ofrecerte una opción.
Lorian frunció el ceño, sorprendido.
—¿Qué opción?
Sariel dio un paso hacia él, acercándose lo suficiente como para que Lorian pudiera sentir la fría energía que emanaba de él.
—Únete a nosotros —dijo en un susurro—. Hay muchos ángeles que no están de acuerdo con la forma en que Seraphiel y Miguel manejan las cosas. Esta guerra se avecina, y los demonios nos superan en astucia y números. Los métodos antiguos ya no son suficientes. Necesitamos algo más. Algo como tú.
Lorian se quedó en silencio, procesando las palabras de Sariel. ¿Lo estaba invitando a traicionar a los ángeles? ¿A unirse a una facción rebelde dentro del cielo? No podía creer lo que estaba escuchando.
—¿Estás sugiriendo que me una a un golpe de estado contra Seraphiel y Miguel? —preguntó finalmente, incrédulo.
Sariel sonrió, satisfecho.
—No lo llamaría un golpe de estado. Lo llamaría una corrección necesaria. Los cielos necesitan un liderazgo más fuerte, alguien dispuesto a hacer lo que sea necesario para ganar esta guerra. Y con tu poder, podríamos asegurarnos la victoria.
Lorian sintió una mezcla de tentación y repulsión. Sabía que Sariel estaba tratando de manipularlo, pero había algo en sus palabras que lo inquietaba. La guerra estaba cerca, y los métodos tradicionales de los ángeles podían no ser suficientes. Pero traicionar a Seraphiel, que había confiado en él, era algo que no podía considerar a la ligera.
—Lo pensaré —dijo Lorian, manteniendo su voz neutral.
Sariel lo observó por un momento antes de asentir lentamente.
—Hazlo. Pero no tardes demasiado, Nephilim. El tiempo corre en nuestra contra.
Con esas palabras, Sariel se desvaneció en la oscuridad, dejando a Lorian solo, con más preguntas y dudas que nunca.
Sabía que la guerra estaba a punto de estallar, pero ahora, no solo tendría que enfrentar a los demonios. También tendría que decidir en quién podía confiar entre sus propios aliados, y si podría sobrevivir a la traición que se cernía sobre los cielos.