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Chapter 7 - Los secretos de la Oscuridad

Capítulo 14 (continuación): Los Secretos de la Oscuridad

Lorian descendió por la escalera de piedra que llevaba al corazón de las ruinas. Cada paso resonaba en el vacío como un eco de su propio destino, mientras las sombras danzaban en las paredes, moviéndose con una vida propia. La presencia de Ezequiel aún era palpable, pero se sentía más distante, como si el Guardián ya no pudiera intervenir en lo que estaba por venir.

El pasadizo lo llevó a una gran sala subterránea, iluminada tenuemente por antorchas azules que parecían alimentarse de la oscuridad misma. En el centro, una inmensa piedra angular de obsidiana se elevaba del suelo, y sobre ella, símbolos antiguos brillaban débilmente, inscritos en una lengua que Lorian no conocía pero sentía resonar en lo más profundo de su ser.

De repente, una voz susurrante, como la de mil almas atrapadas, llenó la sala.

—Has llegado, Lorian. Heredero de la dualidad, Nephilim, hijo de luz y sombra. Aquí enfrentarás la verdad de tu naturaleza.

Lorian dio un paso adelante, con la espada lista en sus manos, pero la voz no parecía amenazante. Más bien, sonaba como una advertencia, una prueba que debía superar.

—Estoy aquí para comprender mi poder —dijo Lorian con firmeza, aunque su interior estaba lleno de dudas—. No quiero que me consuma.

La voz susurrante respondió con una risa suave, oscura y envolvente.

—El poder no es algo que se pueda controlar simplemente con voluntad. No puedes negarlo ni suprimirlo. Debes integrarlo, aceptarlo como parte de ti. Y para hacerlo, tendrás que enfrentar aquello que más temes: tu propia oscuridad.

Las antorchas brillaron con mayor intensidad, y Lorian sintió cómo la atmósfera de la sala cambiaba. De las sombras surgieron figuras, reflejos distorsionados de sí mismo. Eran versiones de él, cada una más oscura que la anterior, con ojos encendidos por el fuego del poder que había temido usar. Estas versiones representaban los diferentes caminos que podría tomar si sucumbía a la tentación de la oscuridad.

—¿Qué es esto? —preguntó Lorian, retrocediendo un paso mientras las figuras lo rodeaban.

—Son tus posibles futuros —respondió la voz—. Aquellas versiones de ti mismo que elegirían el camino fácil, que aceptarían el poder sin dudar, y que se convertirían en lo que más temes. Para encontrar el equilibrio, debes enfrentarlos.

Lorian apretó los puños. No estaba dispuesto a dejarse arrastrar por el miedo. Se plantó firme y observó a sus dobles oscuros. Eran una amenaza, sí, pero también una oportunidad para comprender lo que podría llegar a ser si no tenía cuidado.

Una de las versiones de él avanzó, hablando con una voz retorcida.

—Tú sabes que el poder te llama, Lorian —dijo la sombra—. No puedes ignorarlo para siempre. Si lo abrazas, serás más fuerte que cualquier ángel o demonio. Podrías gobernar sobre ellos, y nadie se atrevería a cuestionarte.

Otra versión, más feroz, continuó.

—Los ángeles te temen, porque saben que eres diferente. Seraphiel, Cassiel... todos ellos solo te usan. Te rechazarán cuando descubran lo que realmente eres. Únete a nosotros, y no necesitarás su aprobación.

Lorian sintió una punzada de dolor en el pecho al escuchar esas palabras. Eran sus propios miedos, convertidos en voz, hablándole desde la oscuridad. Pero también sabía que no podía sucumbir. Había visto lo que el poder sin control podía hacer, tanto en los ángeles como en los demonios. Él no quería ser ni lo uno ni lo otro. Quería ser algo diferente.

—No soy ninguno de ustedes —dijo, alzando la espada—. No seré esclavo de mi poder, ni de la luz ni de la oscuridad. Mi destino es mío, y lo forjaré con mis propias decisiones.

Con un grito de desafío, Lorian arremetió contra las sombras. Cada golpe que asestaba con su espada era como un acto de afirmación, rechazando los caminos de la oscuridad que le ofrecían. Las sombras lucharon con fiereza, intentando corromper su voluntad, pero con cada corte, Lorian sentía que estaba más cerca de comprender quién era realmente.

Uno a uno, las versiones oscuras de sí mismo fueron cayendo. Cada vez que una desaparecía, sentía una especie de liberación, como si se estuviera desprendiendo de las capas de miedo y duda que habían estado oprimiéndolo durante tanto tiempo.

Finalmente, solo quedó una figura en pie. Era una versión de él mismo, pero más imponente, con alas negras y ojos dorados que brillaban con un poder inmenso. Esta última sombra no lo atacó. Simplemente lo observó, con una calma inquietante.

—No puedes destruirme —dijo la figura—. Porque soy parte de ti. Puedes negarme, pero siempre estaré aquí, esperando. Si realmente quieres entender tu poder, debes aceptarme.

Lorian respiró hondo. Sabía que esta sombra tenía razón. La oscuridad dentro de él no era algo que pudiera destruir. Era parte de lo que era. Pero la diferencia estaba en cómo elegiría usar ese poder. No tenía que rendirse a la oscuridad, pero tampoco podía ignorarla.

—No te destruiré —dijo Lorian—, pero tampoco te dejaré gobernar sobre mí. Eres parte de mí, sí, pero yo soy el que decide qué hacer con ese poder.

La figura sonrió, y en un instante, se desvaneció en la nada. Las antorchas volvieron a brillar con normalidad, y el ambiente de la sala cambió. La presión que Lorian había sentido desde que entró comenzó a disiparse, y con ello, una nueva claridad surgió en su mente.

Había logrado lo que había venido a hacer. No había conquistado su poder, pero había aprendido a aceptarlo. Y eso era lo primero que necesitaba para realmente dominarlo.

A sus espaldas, la voz susurrante volvió a hablar, aunque esta vez sonaba más cercana, casi familiar.

—Has pasado la primera prueba, Lorian. Pero aún queda mucho por aprender. Ahora que has aceptado tu dualidad, el verdadero viaje comienza.

Lorian asintió, más seguro de sí mismo que nunca.

—Estoy listo.

Capítulo 15: El Llamado del Juicio

Lorian emergió de las ruinas, sintiendo un nuevo propósito ardiendo dentro de él. Había enfrentado sus sombras y había salido victorioso, pero sabía que la guerra entre ángeles y demonios seguía acercándose. Y con ella, decisiones aún más difíciles.

Al regresar a las tierras celestiales, el ambiente había cambiado. Los ejércitos se preparaban, los líderes trazaban estrategias, y las tensiones estaban al borde de explotar. Sariel seguía moviéndose entre las sombras, buscando adeptos a su causa. Mientras tanto, Seraphiel y Miguel trataban de mantener la unidad de las huestes angelicales, conscientes de que la verdadera batalla contra Lucifer estaba por comenzar.

Cassiel lo encontró al poco tiempo de su regreso. Lo observó con atención, notando el cambio en Lorian.

—¿Lo has logrado? —preguntó Cassiel, con una leve sonrisa.

Lorian asintió.

—He aceptado lo que soy. Pero ahora, más que nunca, debo prepararme para lo que está por venir.

Cassiel lo miró con orgullo, pero también con preocupación.

—La guerra está más cerca de lo que imaginábamos. Lucifer está moviendo sus piezas, y Sariel también. Necesitaremos toda la ayuda posible para lo que viene. ¿Estás listo para lo que se avecina?

Lorian miró al horizonte, donde las nubes oscuras comenzaban a formarse, como un presagio de lo inevitable.

—Estoy listo —dijo con firmeza—. Esta vez, no fallaré.

La guerra entre el cielo y el infierno estaba a punto de comenzar, y Lorian sabía que su papel en ella sería crucial. Ya no era el mismo ser atormentado por la duda. Ahora, entendía quién era, y estaba decidido a forjar su propio destino, sin rendirse ni a la luz ni a la oscuridad.

Y cuando la batalla final llegara, estaría listo para enfrentar cualquier cosa.