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Chapter 3 - Confesiones de la Luz

Capítulo 8 (continuación): Confesiones de la Luz

Seraphiel lo observó con una mirada penetrante, pero no de juicio, sino de comprensión. Su rostro, endurecido por siglos de batallas y sacrificios, se suavizó ligeramente.

—Todos llevamos algo dentro que, si no lo controlamos, puede volverse peligroso —respondió Seraphiel—. Pero eso no significa que debamos rendirnos a él. Lo que eres no te define, Lorian. Es lo que haces con ese poder lo que importa.

Lorian bajó la mirada. Sabía que Seraphiel tenía razón en cierto sentido, pero no era tan simple. Era un Nephilim, una criatura que no debería existir. Su poder no solo era un riesgo para los demás, sino también para sí mismo. No sabía si podría controlarlo, si algún día esa oscuridad terminaría por devorarlo.

—Seraphiel —comenzó Lorian, eligiendo cuidadosamente sus palabras—, si supieras que alguien aquí, entre los ángeles, es... diferente, ¿lo destruirías?

El comandante se tensó apenas perceptiblemente, pero no apartó la mirada.

—¿Diferente cómo?

Lorian respiró hondo. Las palabras parecían no querer salir de su boca, pero ya no podía continuar con las mentiras. Tarde o temprano, la verdad saldría a la luz, y necesitaba saber si podría confiar en Seraphiel.

—Soy un Nephilim —confesó finalmente, con la voz cargada de tensión—. No soy solo un ángel. Mi sangre es tanto celestial como humana.

El silencio que siguió a su confesión fue tan profundo que el latido del propio corazón de Lorian resonaba en sus oídos. El rostro de Seraphiel no mostró sorpresa, pero sus ojos sí revelaron algo que no había mostrado antes: una mezcla de preocupación y reflexión.

—Lo sabía —dijo Seraphiel finalmente, con un tono calmado, pero firme.

Lorian lo miró sorprendido.

—¿Lo sabías?

—Sospechaba desde hace tiempo —admitió el comandante—. Tu aura es diferente, única. Los Nephilim no son fáciles de ocultar. Pero, aunque lo sabía, quería que fueras tú quien decidiera confesarlo.

Lorian tragó saliva. Sentía una extraña mezcla de alivio y temor. Alivio porque, al menos con Seraphiel, no tendría que seguir mintiendo. Pero el temor persistía, porque sabía que la verdad traería consigo consecuencias.

—Entonces, ¿qué harás ahora? —preguntó Lorian, temiendo la respuesta.

Seraphiel lo miró con una expresión serena.

—No eres el primer Nephilim que he conocido, Lorian. Pero en estos tiempos, tu existencia complica las cosas más que nunca. La guerra que se avecina es diferente a cualquier otra que hayamos enfrentado. Y tu presencia podría cambiar el curso de todo.

Lorian sintió el peso de esas palabras. Su existencia podría ser el detonante de una catástrofe, algo que no estaba seguro de poder manejar.

—Entonces, ¿me entregarás? —preguntó finalmente.

Seraphiel lo observó en silencio durante un largo momento antes de negar con la cabeza.

—No. Pero tienes que entender que otros no serán tan comprensivos como yo. Debes tener cuidado, Lorian. La guerra no solo se libra entre ángeles y demonios, sino también dentro de ti.

Lorian asintió, sintiendo la gravedad de sus palabras. Sabía que Seraphiel tenía razón. La batalla más difícil no sería contra los demonios, sino contra la oscuridad que crecía en su interior.

Capítulo 9: El Llamado de la Oscuridad

En las profundidades del infierno, los demonios no habían dejado de moverse. Lucifer, siempre un estratega, había seguido de cerca los movimientos de Lorian desde el momento en que su existencia fue confirmada. Sabía que el joven Nephilim sería clave en la próxima batalla, pero no como un simple peón. No, Lorian debía ser algo más. Un arma, un detonante para desatar el caos en los cielos.

Belial, el general demoníaco, había regresado a su señor con nuevas informaciones. La infiltración en los cielos era compleja, pero no imposible. Los demonios conocían sus propias formas de moverse entre las sombras del reino celestial.

—Mi señor —dijo Belial, inclinándose frente a Lucifer—. El Nephilim está empezando a dudar. Su poder crece, pero también su incertidumbre.

Lucifer sonrió ante la noticia, satisfecho.

—Perfecto. La duda es la semilla de la oscuridad. Solo tenemos que alimentarla.

Belial asintió, pero luego preguntó:

—¿Qué deseas que hagamos? ¿Debemos atraerlo al Abismo o esperar a que se debilite entre los ángeles?

Lucifer contempló la pregunta por un momento. La paciencia era su virtud más fuerte. Sabía que cualquier movimiento apresurado podría arruinar su estrategia. Necesitaba a Lorian, pero lo necesitaba roto, dividido entre la luz y la oscuridad, para que pudiera manipularlo mejor.

—Esperaremos —decidió finalmente—. Pero mantente cerca. Cuando el momento llegue, él vendrá a nosotros.

Los ojos de Belial brillaron con entusiasmo oscuro.

—¿Y si se resiste?

—No lo hará —respondió Lucifer con una sonrisa—. Todos los Nephilim, tarde o temprano, sucumben a su verdadera naturaleza.

Capítulo 10: La Tentación del Poder

Las palabras de Seraphiel resonaban en la mente de Lorian mientras caminaba por las vastas salas del reino celestial. Ahora que su secreto había sido confesado, sentía una carga menos pesada, pero al mismo tiempo, una nueva presión había surgido. Sabía que su existencia era un riesgo, no solo para él mismo, sino para todo lo que lo rodeaba. Y si Lucifer lo estaba vigilando, como sospechaba, esa presión solo aumentaba.

Días después de su confesión, mientras entrenaba en un campo de batalla simulado, Lorian empezó a notar algo nuevo. Su poder estaba aumentando, pero de una manera extraña. No solo podía controlar la luz como los ángeles, sino que también sentía algo más. Un poder más oscuro, más primitivo, latía en su interior, como si estuviera esperando ser liberado.

Un día, mientras practicaba, ocurrió lo inesperado. Un ángel novato, al intentar atacarlo como parte del entrenamiento, desató una ráfaga de energía demasiado fuerte, que Lorian apenas pudo bloquear. Fue entonces cuando ocurrió. En un momento de desesperación, sin pensarlo, Lorian invocó algo dentro de sí, una fuerza que no era puramente celestial. Oscuras llamas surgieron de su mano y derribaron al ángel con una potencia devastadora.

El silencio que siguió fue absoluto.

El ángel novato y los otros observadores lo miraron con horror. Lorian se quedó paralizado, observando la marca quemada que había dejado en el suelo. Sabía que no era luz lo que había invocado. Era algo mucho más oscuro.

—¿Qué has hecho? —murmuró uno de los ángeles, su voz llena de incredulidad.

Lorian miró su propia mano, atónito. ¿Había sido su sangre Nephilim? ¿O algo más?

No había tiempo para explicaciones. Sabía que, si los otros ángeles sospechaban lo que realmente era, no podría permanecer en el cielo. Tenía que controlarlo, tenía que ocultar lo que había hecho, pero sobre todo, tenía que encontrar respuestas.

Capítulo 11: El Consejo de Cassiel

Esa noche, Lorian fue a buscar a Cassiel. El ángel guardián de los secretos sería su única esperanza de comprender lo que le estaba ocurriendo. Encontró a Cassiel en su sala de estudio, donde los secretos del universo estaban escritos en pergaminos de luz.

—He hecho algo terrible —dijo Lorian, su voz temblando.

Cassiel lo observó con la misma calma de siempre, pero sus ojos estaban llenos de comprensión.

—Lo sé —dijo el ángel—. Las sombras dentro de ti están creciendo.

—¿Qué me está pasando? —preguntó Lorian, desesperado—. ¿Por qué sentí ese poder oscuro?