El reloj marca las 10:30 cuando salgo del parque. Mientras camino a casa puedo sentir mi piel tibia a causa de los rayos del sol, una sensación que contrasta terriblemente con mis pensamientos. Me percato de que la presencia ha desaparecido, al menos por ahora. Me digo a mí misma que no puedo seguir dándole vueltas, pero es difícil sacudir el eco de las palabras que escuché. Suspiro. No quiero que eso arruine el resto del día. Tengo que seguir adelante, desconectarme un poco.
Miro mi teléfono y noto un mensaje de Jane: "¡Hey! Estoy cerca del centro comercial, ¿nos vemos ahí?" Sonrío. Jane siempre es la mejor distracción para dejar a un lado lo que me inquieta. Con ella, al menos por un rato, puedo relajarme y perderme en lo mundano.
Acepto la invitación y, tras una rápida parada en casa para cambiarme, me dirijo al centro comercial. Localizar a Jane es sencillo. Su presencia, siempre tan deslumbrante, llama la atención de cualquiera. Está en la entrada, con esa elegancia natural y un aire despreocupado que la hace destacar en cualquier lugar.
—¡Al fin te veo! —exclama Jane, dándome un abrazo rápido—. ¿Cómo te sientes ahora que terminamos los exámenes? Yo estoy agotada, pero siento que tengo mil cosas por hacer antes de que empiecen las vacaciones.
—Igual —respondo con una sonrisa—. Necesitaba despejarme un poco.
—¡Y qué mejor manera de despejarse que ir de compras! —dice Jane, enlazando su brazo con el mío mientras entramos al centro comercial—. Necesito algunas cosas para el viaje... y también tengo algo que contarte.
—¿Qué pasa? —pregunto, notando el leve cambio en su tono, un indicio de preocupación.
—Es sobre Lucas —responde, y de inmediato siento el peso en sus palabras.
Lucas. Su novio, con quien ha tenido una relación complicada últimamente. Sé que ha sido un tema difícil para ella.
—Se va al extranjero —dice finalmente—. Aceptó una beca para estudiar un par de años fuera del país.
Siento una mezcla de sorpresa y comprensión. Jane ha hecho mucho por mantener la relación, pero esto cambia las cosas.
—Eso es complicado —digo, eligiendo mis palabras con cuidado—. ¿Ya hablaron sobre qué significa esto para ustedes?
—Sí, pero no llegamos a ninguna conclusión clara —responde Jane, evaluando distraídamente algunas prendas en una tienda—. Quiere intentar una relación a distancia, pero no sé si funcionará. Todo es tan incierto.
—Lo entiendo —le digo, asintiendo lentamente—. Las relaciones a distancia no son fáciles, pero si crees que vale la pena intentarlo, quizá lo descubras con el tiempo.
Jane suspira, claramente frustrada por la situación. Nos detenemos frente a una vitrina, pero su mente está lejos de las compras.
—A veces siento que lo quiero lo suficiente para intentarlo, pero otras veces pienso que sería mejor terminar ahora, antes de que se complique más —dice, con una nota de tristeza en su voz.
—Es una decisión difícil, pero estaré aquí para lo que decidas —le digo, apretando su brazo con afecto—. Lo importante es que hagas lo que sea mejor para ti.
Después de un momento de silencio, Jane me sonríe agradecida, y sé que está tratando de dejar el tema atrás, al menos por ahora. Así que cambiamos de tema, hablando de las compras y de la excursión del día siguiente.
Después de un par de tiendas, decidimos ver una película para distraernos aún más. Durante las siguientes dos horas, el mundo exterior se desvaneció, y por un momento, tanto Jane como yo logramos escapar de nuestras propias preocupaciones. Nos reímos, nos relajamos, y cuando la película terminó, sentí que ambas habíamos recuperado un poco de energía.
Jane me llevó de vuelta a casa, la conversación fluía más ligera, centrada en detalles triviales de la película y las cosas que habíamos comprado.
—Espero que disfrutes la excursión con tu papá —me dice Jane cuando me bajo del auto—. Te hará bien desconectar. Y no te preocupes demasiado por lo que hablamos, ¿vale?
—Lo intentaré —le respondo con una sonrisa, sintiéndome agradecida por la tarde que habíamos compartido.
Al entrar a casa, saludo a mis padres y les muestro las compras que hice para la excursión. Mi papá me sonríe mientras cenamos.
—¿Todo listo para mañana? —pregunta con entusiasmo.
—Sí, ya casi. Solo me falta organizar un par de cosas.
—Me alegra que vayas. Te hará bien —dice mi mamá, con una mirada comprensiva.
Después de despedirme de mis padres, subo a mi habitación, me ducho y empiezo a preparar todo para el día siguiente. La emoción por la excursión empieza a crecer, y me siento aliviada de tener algo en lo que enfocarme. Pero a pesar de todo, mi mente sigue volviendo a esa extraña presencia en el parque, y al eco de las palabras que escuché.
Mañana, me digo a mí misma, será un nuevo día. Mañana será solo sobre mi papá y yo, sin nada más de qué preocuparme. Me dejo caer en la cama y cierro los ojos, esperando que el sueño me dé las respuestas que no he podido encontrar hoy.