Me despierto en mi cama, como si no hubiera sucedido nada fuera de lo común. El sol de la mañana se cuela a través de las cortinas, bañando la habitación con su luz cálida y familiar. Todo parece normal, pero no lo es. Lo sé. Lo siento.
Me siento en la cama, frotándome los ojos mientras trato de procesar lo que ocurrió anoche. La sombra, esa voz que me llamaba... parecía tan real. Pero ahora, a la luz del día, todo se siente como un sueño lejano, como si mi mente estuviera tratando de enterrarlo en el olvido. No quiero pensar en eso, no ahora. Mejor decido ignorar esas sensaciones y enfocarme en lo tangible, en lo cotidiano.
Me levanto lentamente y me acerco al espejo. Algo en mí se siente diferente. Mi reflejo es el mismo de siempre, pero mis ojos... hay algo en ellos, un brillo distinto, una intensidad que no estaba ahí antes. Siento como si una parte de mí hubiera despertado y no pudiera volver a ser quien era antes.
Mientras me visto, mi mente sigue dándole vueltas a lo ocurrido. Las palabras de la sombra, esa extraña calma que sentí cuando finalmente la acepté... No quiero saber qué significa, pero otra parte de mí está intrigada.
Mis pensamientos son interrumpidos de golpe cuando escucho la voz de papá desde la puerta:
—¡Amery! —llama, sobresaltándome. No lo había escuchado entrar.
—¡Papá! —exclamo, llevándome una mano al pecho—. Me asustaste. ¿Cuánto tiempo llevas ahí?
—Lo siento, no quería asustarte —dice mientras sonríe y entra a la habitación—. Solo quería saber cómo estabas. Has estado algo callada desde ayer, y pensé que podría invitarte a desayunar.
Me esfuerzo por relajarme y sonreír. Su presencia me tranquiliza un poco, y el hecho de que las cosas con él sigan siendo normales, me ayuda a centrarme en el presente.
—Estoy bien, solo un poco cansada. Creo que los exámenes me dejaron agotada —miento parcialmente, tratando de sonar convincente.
Papá me mira con su expresión tranquila, una mezcla de sabiduría y cariño. Se sienta en el borde de mi cama y asiente.
—Te entiendo. Pero ya han pasado los exámenes. Necesitas desconectar un poco. Por eso pensé que mañana podríamos ir de excursión. ¿Qué dices? Hace mucho que no hacemos algo juntos, y te vendría bien despejarte.
Lo miro, agradecida por su oferta. De hecho, no suena nada mal. Salir, alejarme de todo por un rato, y estar con papá. Me podría ayudar a despejar mi mente y dejar de pensar en esa voz, en esa sombra.
—Me parece genial —respondo, con una sonrisa sincera—. Necesito eso. Además, me encantan nuestras excursiones. Hace mucho que no vamos.
Papá asiente con entusiasmo y se levanta de la cama, dándome una palmada en el hombro.
—Perfecto, entonces. Prepara tus cosas esta tarde. Salimos temprano —me guiña un ojo y sale de la habitación.
Me quedo sola, pero esta vez me siento más relajada. La normalidad de la situación me da una sensación de alivio, como si todo lo demás fuera simplemente un mal sueño. Sin embargo, en el fondo, sé que no es tan simple.
Mi teléfono suena, interrumpiendo mis pensamientos. Es un mensaje de Alex:
"¿Cómo estás? Anoche fue raro... ¿Todo bien?"
Sus palabras me recuerdan la fiesta. Me fui de ahí casi sin despedirme, y seguramente tanto él como Carla deben estar preocupados. Respondo rápidamente con algo vago:
"Todo bien, gracias. Solo necesitaba descansar. Hablamos luego."
Dejo el teléfono sobre la cama y me preparo para salir a caminar un poco. A pesar de todo, hay un impulso que no puedo ignorar. Esa voz, esa presencia... Quiero entender qué está ocurriendo, pero no hoy. Hoy, solo quiero un respiro.
Me encuentro caminando sin rumbo fijo, dejándome llevar por mis pies. Las calles están llenas de gente, y el bullicio cotidiano me ofrece una distracción temporal. Sin embargo, incluso entre el gentío, hay una sensación de que algo me sigue. Esa sombra... aunque no la vea, la siento cerca, como una constante presencia a la que no puedo escapar.
Mis pasos me llevan hasta un parque que suelo visitar. Es uno de los pocos lugares donde realmente puedo estar sola con mis pensamientos. Los árboles altos ofrecen algo de sombra, y el sonido del viento entre las hojas es lo único que me da algo de paz en este momento. Me siento en una de las bancas, intentando ordenar mis ideas.
¿Por qué ahora? ¿Por qué después de tantos años esa voz está más fuerte? Todo parecía tan sencillo hace unos días. Mi vida universitaria, mis amigos, la rutina. Ahora todo eso parece tan lejano. Como si una parte de mí hubiera estado esperando este momento todo este tiempo.
Cierro los ojos y respiro profundamente, tratando de encontrar una respuesta en el silencio. Y entonces, lo escucho de nuevo.
—Amery...
Abro los ojos de golpe. Mi corazón salta en mi pecho. La voz no es solo un eco en mi mente. Es real, está aquí. Giro la cabeza, buscando a alguien, pero no hay nadie a mi alrededor.
—¿Quién eres? —susurro, sabiendo que de alguna manera, me está escuchando.
El viento parece detenerse por un momento, y la atmósfera cambia, como si el mundo entero estuviera conteniendo el aliento. Entonces, una presencia se manifiesta a mi lado, suave, casi imperceptible, pero innegable.
—La pregunta no es quién soy yo, Amery —responde la voz, más clara que nunca—. La pregunta es quién eres tú.
Un escalofrío recorre mi espalda, pero no me muevo. No sé si estoy asustada o simplemente curiosa. Tal vez ambas cosas.
—No entiendo —respondo—. ¿Qué quieres de mí?
—El despertar ha comenzado. Y con él, las verdades que has olvidado.
Mis pensamientos se arremolinan. ¿Despertar? ¿Verdades? Nada tiene sentido, pero al mismo tiempo, hay una sensación de que todo esto es familiar. Como si en lo más profundo de mi ser, ya supiera de qué está hablando.
—¿Qué soy? —pregunto finalmente, temiendo la respuesta.
La presencia a mi lado parece rodearme, como si las sombras mismas estuvieran envolviéndome, pero esta vez, no siento miedo. Hay algo en ella que me llama, una verdad que está esperando ser revelada.
—Eres más de lo que alguna vez te dijeron. Más de lo que has creído. Y ahora, es momento de que lo descubras por ti misma.
Antes de que pueda decir algo más, el viento vuelve a soplar y la presencia desaparece, dejándome sola en el parque. Me quedo inmóvil, mirando al cielo, procesando lo que acaba de suceder. Las palabras de la voz resuenan en mi mente, como un eco que no puedo ignorar.
—Más de lo que alguna vez te dijeron.
Todo esto no es una simple coincidencia. Hay algo más profundo, algo que me conecta con esa sombra, con esa voz, con lo que sea que está ocurriendo. Y por primera vez en mucho tiempo, siento que estoy lista para descubrirlo.
Me levanto lentamente de la banca, con el corazón aun latiendo rápido, pero con una extraña determinación que no había sentido antes. No sé exactamente qué soy o qué está ocurriendo, pero lo que sí sé es que no puedo huir de esto.
Es hora de enfrentar la verdad.