La noche aún está en calma cuando llego a casa. Las calles están vacías y el eco de mis pasos resuena en el aire frío. Todo parece normal, pero en el fondo sé que nada lo es. Algo ha cambiado, algo dentro de mí se ha despertado, y no tengo ni idea de cómo controlarlo. La voz sigue rondando en mi mente, ese susurro constante que me persigue desde el jardín en la fiesta. Y aunque trato de ignorarlo, no puedo evitar preguntarme quién —o qué— está realmente hablando conmigo.
Una vez dentro, cierro la puerta detrás de mí y me apoyo contra ella, soltando un largo suspiro. Mi corazón sigue latiendo rápido, y el hormigueo bajo mi piel no ha desaparecido del todo. Las luces de la casa son tenues y familiares, pero por primera vez, no me siento segura en mi propio espacio.
El teléfono vibra en mi bolsillo, y lo saco, viendo el nombre de Carla en la pantalla. Probablemente está preocupada por cómo me fui de la fiesta. Me quedo mirando el teléfono por unos segundos, dudando. Finalmente, decido responder.
—¿Amery? —pregunta su voz, suave pero llena de inquietud—. ¿Estás bien? Te fuiste de repente, me preocupaste.
—Sí, estoy bien —miento, aunque sé que no es del todo convincente—. Solo... necesitaba un poco de aire. Me sentía un poco rara en la fiesta.
—Lo noté —responde ella, suspirando—. Pero si necesitas hablar, ya sabes que estoy aquí, ¿verdad?
—Lo sé —digo con una pequeña sonrisa—. Gracias Carla, de verdad.
Después de colgar, dejo el teléfono en la mesa y me siento en el sofá, pasando las manos por mi cabello mientras trato de calmar la agitación en mi pecho. Las palabras de la voz vuelven a mi mente, más claras ahora. "Es hora de despertar, Amery". Pero, ¿despertar qué? ¿Qué se supone que soy? Y, lo más importante, ¿por qué siento esta conexión tan extraña con algo que ni siquiera puedo ver?
El aire en la sala parece volverse más pesado de repente, como si la temperatura bajara de golpe. Me levanto y miro alrededor, pero no hay nada extraño... al principio. Y luego, desde el rincón más oscuro de la habitación, lo veo. Una sombra. No como la que vi en la fiesta, esta es más nítida, más definida. Se mueve ligeramente, como si respirara, y de repente una corriente fría me recorre la columna vertebral.
Mis piernas se tensan y retrocedo lentamente, sin quitarle los ojos de encima a la sombra. Está ahí, observándome, esperando algo. Entonces, un susurro suave, casi inaudible, llena el silencio.
"Amery...".
El sonido de mi nombre, dicha en esa voz etérea, me congela en mi lugar. No sé si fue real o solo algo en mi cabeza, pero la sensación de peligro es innegable.
—¿Quién eres? —pregunto, mi voz apenas es un susurro. Siento que algo en mí empieza a revolverse de nuevo, esa energía, ese calor en mi pecho que parece despertar en momentos de estrés.
La sombra no responde, pero la sensación de que está esperando por algo persiste. Mi respiración se acelera, y mi corazón late tan fuerte que siento que podría salirse de mi pecho. No sé si debo correr o enfrentar lo que sea que está pasando, pero una parte de mí, la parte que escuchó esa voz en la fiesta, me dice que debo quedarme. Que esto es solo el comienzo.
"Despierta", repite la voz, esta vez más fuerte, como un mandato.
Y en ese momento, algo en mi interior cede.
Siento una oleada de energía recorrerme, cada fibra de mi ser parece responder a esa llamada. El hormigueo bajo mi piel se intensifica, y mis sentidos se agudizan. Mis ojos parpadean, y la sombra en la habitación parece moverse hacia mí, como si fuera parte de la misma oscuridad que se está apoderando de mi cuerpo. Pero, en lugar de miedo, una extraña sensación de poder me inunda.
La sombra se detiene, y la sensación de que algo dentro de mí está despertando se vuelve casi tangible.
"Es hora...".
Mi respiración se vuelve errática, y antes de que pueda procesar lo que está ocurriendo, siento un cambio profundo en mi interior. No puedo ver mi reflejo, pero sé que algo en mí ha cambiado. El mundo a mi alrededor parece diferente, más nítido, más vivo. El aire se siente más frío, más cortante. Y entonces lo noto: una presencia detrás de mí, algo que no es humano, pero que siempre ha estado ahí, esperando el momento correcto.
No necesito girarme para saber que la sombra ya no está en el rincón. Está justo detrás de mí. Y, aunque debería estar asustada, no lo estoy. Hay una extraña calma en mi mente, una aceptación de lo que sea que está ocurriendo.
Lentamente, cierro los ojos, dejando que la energía me envuelva, permitiendo que lo que sea que esté intentando despertar en mí, lo haga por completo.
"Estoy lista", susurro, sin saber realmente a quién se lo digo.
La oscuridad me envuelve por completo, y por primera vez, siento que he encontrado una parte de mí misma que no sabía que existía. Una parte que ha estado dormida durante demasiado tiempo.