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Chapter 2 - Ecos del Instinto

El resplandor plateado en mis ojos desapareció al poco rato, pero la sensación que dejó en mi interior sigue allí, latente. Aún siento la energía moviéndose dentro de mí, como si mi cuerpo ya no me perteneciera del todo, como si algo más, algo más fuerte, estuviera esperando a que lo libere.

El sueño fue ligero esa noche, pero desperté sintiéndome más inquieta que cansada. Mientras me preparo para otro día en la universidad, no puedo evitar pensar en lo que sucedió en el jardín. ¿Qué fue esa voz? ¿Por qué sentí que me hablaba como si me conociera? Y, sobre todo, ¿qué está mal conmigo? Probablemente solo sea yo volviéndome loca debido al cansancio acumulado por los próximos exámenes.

Intento evitar pensar en ello mientras recorro las mismas calles de siempre rumbo al campus, pero las preguntas no desaparecen.

Al llegar, Carla ya está esperándome en nuestra cafetería habitual, con dos cafés calientes frente a ella. Me recibe con una gran sonrisa y esa energía despreocupada que parece fluir de ella sin esfuerzo.

—¿Estás lista para el examen de hoy? —pregunta alegremente mientras me alcanza una de las tazas.

Le devuelvo la sonrisa rezando porque no luzca tan dramática como lo imagino. Mis pensamientos siguen divididos, una parte de mí está sentada aquí, en esta mesa con Carla, pero otra parte está de regreso en ese jardín, bajo la luz plateada de la luna.

—Sí, claro. Solo un poco cansada —miento, tomando un sorbo de café. Su calidez debería reconfortarme, pero en cambio me siento como una espectadora en mi propia vida, definitivamente necesito un buen descanso.

Carla me observa con esa mirada que pone cuando sabe que algo no anda bien, pero no insiste. Agradezco en silencio que me dé espacio. Hoy no estoy segura de tener las respuestas que ella merece escuchar.

El examen es una tormenta que pasa sin que apenas lo note. Mis manos escriben en automático, respondiendo a preguntas que he estudiado un millón de veces, pero mi mente sigue volviendo a la voz. A los susurros que ahora parecen más fuertes, más insistentes. Casi como si estuvieran llamándome, esperando que los escuche.

Cuando por fin termina la clase, me siento en uno de los bancos afuera del edificio, observando el ajetreo de los estudiantes que van y vienen. Algunos ríen, otros se quejan de lo difícil que fue el examen. Alex se acerca desde el otro extremo del campus, sonriendo con esa confianza que siempre lo rodea.

—¡Amery! —me saluda con su habitual entusiasmo mientras se sienta a mi lado—. ¿Cómo te fue en el examen? Espero que mejor que a mí, porque no entendí ni la mitad de lo que escribí.

Le devuelvo una sonrisa ligera, pero no logro conectarme del todo a la conversación. A pesar de todo, Alex sigue intentando animarme, contando chistes tontos y anécdotas de su fin de semana, y aunque aprecio el esfuerzo, mi mente sigue distante, atrapada en los ecos de esa voz interna.

—Deberías venir a la fiesta de esta noche —dice de repente, interrumpiendo sus propios pensamientos. Me mira expectante—. Vamos todos. Sería divertido.

La idea de estar rodeada de gente, fingiendo que todo está bien, se siente abrumadora, pero al mismo tiempo, necesito la distracción. Necesito algo que me mantenga conectada a la realidad.

—Tal vez —respondo, sin comprometerme del todo. Alex asiente con una sonrisa, sin insistir demasiado.

La tarde avanza lentamente, y mientras camino de regreso a casa, el peso en mi pecho crece. A lo lejos, veo el horizonte oscureciéndose. No sé si es el día lo que está terminando, o si algo más está a punto de comenzar.