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Chapter 28 - Cap28:Caza

Abrí mis ojos lentamente mientras revisaba dónde me encontraba. Estaba en mi habitación de madera, ese lugar donde tantas veces me había quedado descansando. Ahora, estaba en mi cama mientras recordaba lo sucedido la noche anterior, esa conversación con Aglala.

—Espero no haber confiado solo en el contrato —dije mientras me sentaba en el borde de la cama y me levantaba con cuidado.

—Cierto, ya no hace falta esto.

Miré mi pierna de nuevo: estaba curada.

—Y pensar que siempre me preocupaba por esto... Bueno, al fin podré correr y seguir entrenando como antes. Aunque también debo asegurarme sobre la comida. Aunque ayer cacé, no siempre tendré la misma suerte. Debo idear algo que me garantice tener alimento.

Salí de mi habitación y bajé las escaleras. En aquel escritorio, vi lo que me ayudaría.

—Estas trampas me servirán, pero ayer las usé y no atrapé nada.

Fui a la cocina y miré la comida en la nevera; ahí estaba aquel venado.

—Al menos hoy hay comida. Sería mucho peor si no hubiera.

Tomé algunas partes del venado y las corté con cuidado para preparar mi desayuno. Una vez listo, subí las escaleras y regresé a mi habitación.

—Aglala me insistía en no ser impulsivo. ¿Será que seguí su consejo?

Ese era mi único pensamiento. La posible guerra me había puesto tan a la defensiva que terminé firmando ese contrato del que no conocía mucho. Y ahora estaba pagando las consecuencias. Pero las condiciones no eran malas: tenía una casa, libros e incluso comida. El problema era que me la había estado terminando sin considerarlo. Al final, la comida no es eterna.

—Ah... Supongo que, una vez que termine aquí, debo seguir con la huerta y luego pescar un rato para al fin poder entrenar.

La seguridad de tener algo que comer siempre es mi prioridad. Trabajar con el estómago vacío sería un asco. Me levanté tras terminar mi desayuno para continuar con los deberes de la casa y, una vez que los terminé, salí.

—Ahí está ese árbol.

Me acerqué al naranjo e inicié a canalizar mi magia. Esta vez, pondría una cantidad adecuada de mi maná sin exagerar, para poder seguir pescando después. Mi magia elemental de tierra actuaba como un abono que el árbol absorbía rápidamente, drenando mi maná hasta que se veía un cambio claro: aparecieron unas flores blancas.

—Esto parece avanzar bien. Bueno, es hora de ir a otro sitio.

Con eso en mente, salí hacia el bosque en busca del arroyo. Una vez que lo encontré, me quité la ropa hasta quedar en ropa interior y, con un palo afilado, empecé a pescar. Utilicé mi magia vitalista para moverme más rápido y atrapar la mayor cantidad de peces posible. Tras unas dos horas, ya tenía lo necesario.

—Ah... ah... ah...

Respiraba con dificultad; no podía usar la magia vitalista todo el tiempo, así que la encendía y apagaba cada vez que la necesitaba, usándola solo por unos pocos segundos, menos de tres. Pero hacerlo repetidamente durante tanto tiempo me hacía doler cada músculo del cuerpo.

—Pasar de 100 a 0 y luego de 0 a 100 es una pésima idea.

Me senté sobre una roca mientras observaba todo lo que había pescado. Eran al menos cien peces; con eso, no tendría ninguna preocupación.

—¡MALDICIOOOOOON! —grité, golpeando la roca con las manos. Sabía que era impulsivo, pero a veces me sobrepasaba.

—¿Y ahora cómo llevo todo esto?

Miré aquella pila de peces.

—Tendré que hacer varios viajes porque cargar con todo eso de una sola vez sería una mala idea.

Me levanté y empecé a cargar al menos diez peces.

—Debo traer alguna bolsa o algo así. Nunca debo dejarme llevar por la emoción.

Una vez que llevaba esos peces, entré en mi casa y los metí en el refrigerador, casi aplastándolos unos contra otros.

—Esto tiene ahora demasiada carne y aún falta mucho por guardar —dije mientras miraba el interior de la nevera. No parecía una dieta equilibrada, pero era mejor que perder el tiempo buscando un equilibrio perfecto.

Salí de nuevo, corriendo a través de la hierba y los árboles que se interponían en mi camino. Si llegaba tarde, alguna bestia podría estar rondando cerca y debía evitarlo. Una vez que llegué al sitio, tomé todo lo que pude para hacer otro viaje de ida y vuelta, repitiendo el proceso hasta que terminara con todo. Bueno, ese era el plan.

—¡Maldición, no alcancé! —exclamé al ver lo que se interponía en mi camino. Era grande, peludo y de color café. La última vez me había tomado dos días pelear con uno, y aunque había mejorado, no significaba que simplemente ganaría solo por ser un poco más fuerte.

—Entonces, es hora de correr.

Salí corriendo en dirección opuesta al oso, usando magia vitalista antes de que me viera. Tomé un camino que no llevara directamente a mi casa, para evitar que me siguiera.

—Tiene un buen olfato. Eso significa que puede seguirme directamente o ir hacia la casa en busca de más comida.

Me detuve al darme cuenta de esto; no debía huir, sino buscar otra manera de pelear.

—Cierto, para eso hice las trampas.

Recordando eso, corrí hacia el bosque en busca de las trampas que había plantado cerca de unos arbustos.

—¡Sí! No ha caído nada. Ja, supongo que a veces el fracaso tiene sus ventajas.

Recogí las trampas y las reuní todas.

—Listo, es hora de darle su merecido.

Regresé hacia el oso. El animal no me había seguido ni había tomado rumbo hacia mi casa; simplemente se había quedado ahí, disfrutando su comida.

—Bien, esto servirá.

Puse mis trampas estratégicamente y las cubrí con hierba.

—Ahora solo falta llamar su atención.

¿Cuál sería la mejor manera? ¿Magia o algo distinto?

—Cierto, yo tengo una pistola.

Esta vez no me dejé llevar por mis miedos. Después de todo, tenía varias formas de luchar contra el animal, pero debía ser precavido en caso de que fallara.

—¿Y si uso una piedra?

Como aquel chico que venció a un gigante con una piedra, ¿podría aplicar esa misma idea en esta situación? Si así fuera, ¿cómo lo haría? Después de todo, una piedra lanzada a altas velocidades tendría más efecto que una bala impulsada por el viento.

—Una onda... Bueno, no debe ser tan difícil de hacer.

Miré una vez más hacia el arroyo, donde estaba el oso, junto a la ropa que me había quitado. No podía usarla para esto, pero eso no significaba que fuera imposible para mí.

—Si no puedo usar mi ropa, solo tengo que crearla.

Usé mi magia de creación e inicié a darle forma a una onda. Tomó unos minutos darle la forma adecuada a la cuerda, y luego solo tenía que colocar una piedra en ella.

—Listo, esto podría servir.

Coloqué una piedra y empecé a girar la onda, aumentando su velocidad tras unas cuantas vueltas.

—Vaya, sí que se mueve rápido —dije mientras el viento silbaba, lo que provocó que el oso mirara en mi dirección. Yo le devolví la mirada, desafiándolo.

—Grrrr...

El oso comenzó a correr hacia mí. Solo lo había provocado, pero no debía detenerme. Es más, necesitaba golpearlo con fuerza, ¿pero cómo lograrlo?

—Veamos si entiendes por qué me llamaban "Viento".

Usé mi magia de viento para aumentar la velocidad de la piedra hasta niveles absurdos.

—¡Jajaja! Veamos cómo te va con esto.

Lancé la piedra, que cortó el aire a gran velocidad. El oso detuvo su carrera al ver la piedra, pero ni él ni yo esperábamos lo que sucedió después.

—¡Crack!

Un árbol se desplomó.

—¡Mierda!

El oso volvió a correr hacia mí.

—Debí practicar más —murmuré. Había fallado el tiro.

—Esto no me detendrá.

Salté hacia atrás, saqué mi pistola y prendí en fuego la onda con mi magia elemental de fuego.

—¡Bam, bam, bam!

Disparé varias veces contra su cuerpo, pero el oso solo aceleró.

—¡Grrrr! ¡Aaaah!

Seguía intentando correr hacia mí, pero cayó en una de las trampas que había preparado.

—Supongo que no esperabas eso.

—¡Bam, bam, bam!

Disparé más tiros hacia su cuello, esperando acertar en la cabeza o en alguna zona vital.

—¡Grrroaa!

Intentó seguir corriendo hacia mí, pero sus pisadas sonaban lentas y nada amenazantes como antes.

—Grrr...

Con la onda envuelta en fuego, golpeé su rostro.

—Vamos, vamos... espero que esto funcione.

Lo golpeaba, intentando cegarlo. Su lentitud debido a las heridas en zonas importantes y la limitación de sus movimientos por las trampas había sido una buena estrategia.

—¡Bam, bam, bam!

Di los últimos disparos hacia su cabeza hasta que finalmente cayó.

—Ja, ja, ja... ¡Hoy yo gano!

Había tenido éxito; derroté al oso, aunque uno de mis planes falló. Aun así, fue mucho mejor en comparación con la vez anterior, cuando pasé dos días peleando contra otro oso y mi victoria fue por un pelo.

—Te comiste mi comida, así que espero que no te moleste que yo te coma.

Miré una vez más al oso y grité:

—¿Qué hice yo para merecer esto?

¿Cómo demonios iba a cargar con quién sabe cuántos kilogramos de carne y meterlos en el refrigerador? Al final, tuve que conformarme con llevarme algunas extremidades y dejar que el resto se lo llevara el río.