Tomé rumbo a mi cama después de este día.
—Ja, así que puedo pelear contra un oso.
Sí, ganar contra ese animal tan grande, que en el pasado me costó tanto, era un gran avance. Pasé de luchar dos días a solo unos minutos. Esta vez había preparado trampas y herramientas adecuadas, a diferencia de la vez pasada, lo que me demostró algo.
—Supongo que dependo de mi equipamiento.
Esa era la conclusión. Al final, no debía depender únicamente de mi magia, sino de cómo mis armas usaran la magia para generar más daño. Me acomodé en la cama, envolviéndome en las cobijas mientras miraba el techo de madera. Cerré los ojos lentamente, y pronto mis recuerdos me llevaron a otro lugar.
Me rodeaba la tecnología, y frente a mí estaba el portal que nos había llevado al bosque.
—Hey, Jacob, ¿no tienes dudas? —Era Aglala quien hablaba. Ahí estaba, parada frente a mí, observándome con sus ojeras marcadas. Yo también estaba cerca de caer en la inconsciencia.
—Sí —respondí, levantándome y estirándome para no dormirme—. Deberían enviar más fuerzas a este sitio. Es como si quisieran probarnos.
—¿Y probar qué? Todos esos soldados están muriendo, y no transportan ninguna información —contestó mientras se sentaba en una silla y miraba el techo metálico.
—¿Y si sí lo están haciendo? —dije, mientras daba vueltas por el lugar.
—Entonces debemos descubrir cómo lo hacen.
—Yo creo que quieren saber cómo hemos mejorado nuestra magia gracias a ustedes.
—Tal vez, pero ellos no saben que usamos magias diferentes.
—Todavía no lo saben. Aunque en el momento en que lo descubran, seguro nos atacarán con todo.
—Entonces deberíamos atacarlos antes de que lo hagan —Aglala se levantó y me miró con una sonrisa fugaz.
—Esa sería nuestra opción, pero necesitamos tener todos los documentos listos. —Su sonrisa desapareció al sentarse de nuevo.
—Dicen que esos documentos estarán listos mañana, pero no sabemos si podremos entregarlos.
—Entiendo el afán, pero debemos demostrar quién es el culpable en esta historia para evitar esa guerra.
—Oye, Jacob, ¿y si el plan falla?
—No creo que falle. La gente siempre toma posiciones contrarias en estas cosas. Todo lo que requiera un mínimo de empatía genera conflictos internos. Si seguimos demostrando que el gobierno fue el culpable, ellos nos apoyarán.
—Eso no me preocupa.
—¿Eh?
—Ah... Es que no lo ves. Las consecuencias del plan son ideales, pero ¿y la ejecución? No seas idiota, debes priorizar la ejecución si sabes que las consecuencias son lo que quieres.
—¿La ejecución del plan? Dudo que haya problemas. Solo es aguantar mientras ellos pierden tiempo decidiendo si atacarnos o no.
—Exactamente ahí tengo mis dudas. Existe la posibilidad de que estén obteniendo información sobre nosotros o de que nos estén engañando. Usan peones para distraernos, y cuando liberemos toda esa información, podrían eliminarla.
Sus palabras encendieron una chispa en mi mente. Durante todo este tiempo solo habíamos luchado contra grupos pequeños, pero ¿y si eran la distracción de algo más grande? Esto me heló la sangre. Todo nuestro esfuerzo podría ser en vano, y la sola idea me hervía la sangre por mi incapacidad de preverlo.
—Mierda... —respiré hondo, llenando mis pulmones de aire antes de soltarlo lentamente—. Está bien, haré algo. Pero mañana, a primera hora, suban la información y escóndanse.
—¿Eh? Oye, Jacob, ¿qué mierda piensas hacer?
—No quería recurrir a esto, pero ya sé qué tengo que hacer.
Saqué mi radio y di la orden:
—Reúnanse en la base.
Luego tomé asiento y cerré los ojos para descansar una hora, lo suficiente para enfrentar lo que se venía.
—Jacob.
La voz de García me despertó. Lo miré con los ojos entreabiertos antes de levantarme.
—Debemos dar otra ronda.
—Sí, señor, pero debería descansar al menos por hoy.
—No, hoy debemos hacer algo importante para resistir.
—Orden recibida.
—Oye, Jacob, ¿qué piensas hacer? —preguntó Aglala.
—Limitar a nuestro enemigo... mientras descansa.
Ella se recostó de nuevo en la silla y cerró los ojos. Luego, nuestro pelotón salió a dar la ronda habitual, pero esta vez sería diferente.
—Chicos, necesito que los capturen vivos. Una vez que lo hagan, avisen.
—¡Sí, señor!
Cada uno tomó su camino para investigar posibles enemigos. Yo avisté a un soldado que avanzaba agachado, con su fusil listo, observando entre los árboles. Necesitaba capturarlo con vida sin hacer ruido. Mis opciones eran atraparlo por la espalda y taparle la boca o intentar noquearlo de un golpe.
Elegí la opción más lógica. Me escondí en un arbusto y utilicé magia elemental de tierra para camuflarme. El soldado avanzaba sin problemas, ni siquiera miró en mi dirección. Esperé a que me diera la espalda para moverme lentamente y evitar llamar su atención.
—Supongo que debo restringir su arma y evitar que grite —pensé mientras avanzaba con cuidado.
Usé magia de viento para envolver mi cuerpo y minimizar cualquier ruido.
—Pam, pam.
Hacían sus pisadas al caminar. La distancia entre nosotros pasó de cinco a cuatro metros. Su respiración se volvió más rápida y sus pasos, más apresurados. Yo debía actuar.
Cuando estuvo lo suficientemente cerca, me abalancé sobre él. Con una mano cubrí su boca y, con la otra, tiré su arma al suelo.
—Uhhhmmm.
Intentó gritar, pero lo silencié.
—¡PUM!
Un golpe directo a su estómago le sacó el aire. Le puse un trapo en la boca y lo até con una cuerda. Esperé unos minutos hasta que los demás cumplieron con sus capturas y reportaron.
—Jacob, ya los tenemos. ¿Para qué los querías vivos?
—Pronto lo sabrás, García. Por ahora, reúnanse en el punto de encuentro.
Corté la comunicación y cargué al soldado sobre mi hombro.
—Uhmhmh.
Intentó resistirse, pero no logró soltarse. Llegué al lugar designado, donde mi pelotón esperaba con cinco prisioneros atados.
—Pum.
Dejé caer al soldado al suelo y di las siguientes instrucciones:
—Quítenles las mordazas.
El pelotón obedeció.
—Elegiré a uno de ustedes. Debe responder una pregunta. Si no lo hace, los demás pagarán.
Me acerqué al que parecía de mayor rango.
—¿Dónde está el coronel?
—No te lo diré, aunque sufra mil tormentos.
—Está bien, pero entiende que quien sufrirá no serás tú.
Me acerqué a un soldado más joven. Encendí mi mano con magia de fuego y, con la otra, sujeté su rostro.
—Te lo preguntaré de nuevo: ¿dónde está el coronel?
El soldado superior reaccionó rápidamente.
—¡Espera! ¡Está bien! El coronel está en el cuartel de siempre, reuniendo hombres. No sé quiénes son ni cómo trabajan, pero parece que planean atacarlos pronto.
Solté al joven y apagué el fuego de mi mano.
—¿Saben por qué mi mano estaba en llamas?
—No...
—Así que todavía no liberan esa información. Muy bien, los retendremos unos días.
Mi pelotón se llevó a los prisioneros mientras yo me quedé atrás, analizando la situación.
—Así que ellos no lo sabían...
No eran soldados mágicos, sino simples peones en esta guerra. Eran sacrificados para desgastarnos mientras el enemigo preparaba un ataque masivo. Era una estrategia fría, pero efectiva. No podía evitar cuestionarme como líder.
—Jacob.
La suave voz de Aglala me sacó de mis pensamientos.
—Aglala...
Ella limpió una lágrima de mi rostro.
—No sabía que estaba llorando.
—Puedes quedarte un poco más si lo necesitas. Llorar no está mal.
—Pero no sabes lo que estuve a punto de hacer.
—No hace falta que lo explique. Sé que fue algo duro para ti.
—No creo merecer ser el líder del grupo.
—Ser líder no significa cargar con todo.
—El liderazgo es tomar las mejores decisiones, y no lo he hecho.
—¿Y si te enfocas en mejorar? Hoy lo estabas haciendo.
—No creo que logre mucho en poco tiempo.
—El liderazgo también es delegar tareas según las fortalezas de tu equipo.
Sus palabras me dieron un nuevo sentido. Le sonreí, aunque con cansancio.
—Gracias.