Mi cuerpo se sentía como si estuviera sumergido en agua, y, conforme me movía y abría los ojos, observaba el lugar en el que me encontraba. Estaba en la habitación de madera donde ahora vivía. Miré al techo mientras las dudas llenaban mi corazón. Después de todo, mientras algunas de mis preguntas se resolvían, otras surgían. Ya sabía de dónde venían las piedras mágicas, pero ahora tenía más interrogantes.
—¿Ese contrato se relaciona con esta situación?
Tal vez un golpe de estado, una guerra o un conflicto aún mayor eran algunas de las posibilidades que consideraba como impulsos para haber firmado el contrato tras recordar aquel pasado. Pero, ¿cuál fue el rumbo que tomó el mundo para evitar la guerra?
—Espera, creo que ya lo sé.
Me levanté con entusiasmo.
—¡Ay! ¿Por qué siempre lo olvido?
Me quejé; mi pierna seguía herida desde aquella pelea contra la manada de lobos y, como un completo estúpido, me levanté sin considerarla.
—Ja, debo evitar hacer estas cosas.
El mundo había cambiado definitivamente. Hoy en día teníamos libros con información sobre otras razas y acceso al conocimiento de la magia. Miré la ventana por donde entraba la luz a mi habitación y pensé en la distancia, en las miles de familias que seguramente vivían más felices, mientras recordaba ese pasado que ya no estaba conmigo, comprendiendo que lo que hice valió la pena. Se había alcanzado la paz, pero el modo en que se logró era una incógnita para mí, y no tuve el privilegio de seguir dudando.
—Grrrrr.
Mi estómago rugía de hambre. Me dirigí a la cocina y miré la nevera, que evidenciaba mi problema.
—Tal vez aguante una semana así. Debo ser cuidadoso hasta que mi pierna se cure.
Cociné y reduje las porciones para que duraran lo suficiente hasta mi recuperación.
—Cierto, debo usar la huerta lo máximo posible.
Salí al exterior, donde estaban las plantas que había sembrado el día anterior. Gracias a la magia, crecían rápidamente, aunque aún no daban fruto. Me senté y comencé a transferir mi magia a las plantas para que siguieran creciendo. Mi maná fluía de mis brazos hacia las plantas durante varios instantes, hasta que no pude continuar.
—Ufff, esto sí que es agotador.
Observé el árbol que había crecido tras aplicar mi magia; todavía no daba frutos, pero me proporcionaba la esperanza necesaria para seguir hasta que lo lograra.
—Si sigue creciendo así, no tendré que preocuparme por la comida.
Me senté y miré al cielo. Aquellas tragedias al final se habían resuelto y hoy debía pagar el precio por aquel contrato.
—¿Cómo era el mundo cuando firmé ese contrato?
Esa duda y otras, como quién era el contratista, persistían, pero hoy no me importaron tanto. Solo sonreí y observé el cielo con tranquilidad. Desde la muerte de mi madre, sentía que solo había fracasado una y otra vez, pero resultó que al final todo ese sufrimiento valió la pena.
—¿Pero es realmente una paz completa?
La duda me atacó. Después de todo, ellos tenían las piedras mágicas, objetos de tanto valor que podrían haber sido la causa de una guerra entre ambos mundos. Si ambas partes habían luchado con tanto fervor, tal vez estaríamos en un punto de no reconciliación. Si lo que ella dijo sobre que vivían 500 años era cierto, entonces significaba que recordarían ese dolor y la paz actual sería frágil.
—Ojalá no estemos en medio de una guerra.
Era un deseo nacido del anhelo de evitar un derramamiento de sangre. No quería matar a inocentes por un rencor de 80 años. Incluso en aquel pasado me rebelé para evitar la masacre por un recurso, enfrentándome a mis superiores. Quizás eso desató una guerra y, aunque ahora parecía haber paz, tal vez no era verdadera.
—Quiero conocer el mundo, pero seguro soy muy débil. No por nada las bestias que me rodeaban eran de nivel F. Debo ser más fuerte si no quiero verme forzado a ir en contra de mis ideales.
Aunque mi cuerpo estaba cansado por el uso de magia, eso no significaba que no pudiera hacer ejercicio físico. No podía trabajar las piernas por mi herida, pero me levanté y me dirigí a mi gimnasio improvisado, donde levanté pesas lentamente hasta quedar exhausto. Terminé mi sesión temblando de cansancio.
—Uff, bueno, mientras pueda seguir mejorando, servirá.
Regresé a la casa para ducharme. Bajo la fría agua que recorría mi piel, empecé a pensar en mi vida, que aunque corta, había sido intensa y llena de alegrías. Aún recuerdo aquel partido de fútbol con mi hermano, cuando jugamos hasta el atardecer el día de mi cumpleaños. ¿Quién hubiera dicho que ese día mi hermano y mi madre tendrían ese accidente que nos mantuvo a mi padre y a mí angustiados hasta que nos dieron la noticia de su muerte? Los meses que siguieron fueron duros; apenas le dirigía la palabra a mi padre y empecé a buscar problemas hasta que un día me atacaron. Algunas personas intentaron hundirme en las drogas para hacerme un cliente leal. Sin embargo, logré recomponer mi relación con mi padre, y vivimos felices unos años hasta que el narcotráfico lo asesinó. Eso me llevó a convertirme en militar, donde descubrí la magia y me enfrenté a nuevos desafíos.
—Tenía unos 20 años cuando sucedió, y aún tengo muchas cosas por recordar. Mi vida fue una locura nacida de la tragedia.
Terminé mi ducha y tomé ropa limpia, dejando la usada en el baño. Subí para buscar prendas nuevas y me vestí antes de bajar para lavar mi ropa.
—Tal vez debería usar magia para facilitarme la tarea.
Aunque había agotado mi maná, había recuperado algo. Decidí probar la magia elemental para lavar mi ropa. Dirigí mi maná a mis manos e imaginé el agua. Pequeñas gotas brotaron de mis manos y, al aumentar la intensidad, crecieron hasta empapar la camiseta.
—Así que funciona. Bueno, es hora de enjabonar y restregar.
Tomé jabón y comencé a limpiar la camisa. Cuando vi que el agua que escurría era absurdamente oscura, me sorprendí.
—¿Cómo diablos escondes tanta mugre en una camisa? Tendré que lavar mi ropa cada semana para evitar esto.
Al mirar afuera, noté que ya había oscurecido. Una idea loca cruzó mi mente.
—¿Debería intentar secarla con magia de fuego?
Aunque arriesgado, decidí intentarlo. Fui a la cocina y tomé una sartén. Coloqué la parte de atrás hacia arriba y la camiseta encima. Lentamente usé mi magia de fuego para calentar la sartén y secar la prenda. No sentí el calor, lo que me llevó a pensar que quizás era inmune a mi propia magia. En poco tiempo, la camiseta se secó sin daños.
—Buen resultado. Ya era hora de lavarla.
Terminé el día y me dirigí a mi cama, pero antes de dormir miré al techo, pensativo.
—¿Es esta una verdadera paz?
Era mi anhelo. No quería que lucháramos solo por el poder de la magia, aunque sabía que no todos pensarían igual y algunos se aprovecharían.
—Ojalá tengamos un buen mundo.
Con ese pensamiento, me arropé y me preparé para dormir.