Conforme intentaba recordar más, estos recuerdos se alejaban de mí hasta que abrí los ojos. Mi sueño había terminado.
—Así que el contrato viene de ese mundo y lo entregó un guardia.
Otras dudas surgían en mi mente. ¿Qué era un "guardián" y por qué ofrecería un contrato a cambio de cumplir su prueba?
—Pero supongo que le fue bien a Jonathan.
Aquella misión debió tomarle al menos dos semanas, en las que enfrentó todas esas pruebas sin ningún tipo de ayuda mágica.
—Por eso digo que la gente increíble me rodea.
Mi padre había sido alguien que me ayudó a superar mis problemas, Jonathan había sido un amigo que nunca dudó en brindarme su apoyo, el sargento Edgar me entrenó con el rifle de francotirador y quería que desarrollara un pensamiento crítico. García era un amigo que hacía las preguntas necesarias antes de que yo cometiera alguna imprudencia, el sargento Salazar siempre me ayudó a buscar lo necesario, Aglala me impulsó a tomar decisiones de justicia, el jefe científico confió en mí para evitar aquella guerra, e incluso los hombres de Aglala me aconsejaron y ayudaron a evitar una situación crítica.
—¿Cómo puedo decir que soy increíble, Jonathan? Todos ustedes lo fueron mucho más que yo.
Me senté en mi cama y miré hacia abajo.
—Sí, mucho mejores que yo.
Las lágrimas estuvieron a punto de escurrirse. Todos ellos fueron mucho más increíbles y confiaron en mí, aunque siempre me había sentido el más limitado. Pero no lloré, porque ahora estaba vivo, lo que significaba solo una cosa.
—Es otra oportunidad para hacerlo mejor.
No quería desperdiciar esta situación; en tres años tendría que luchar contra algo que no comprendía, pero el contratista me había dado los recursos necesarios para prepararme.
—Es cierto, debo seguir intentándolo.
No lograría nada si no luchaba por lo que quería, y ahora tenía un propósito.
—Seré mejor que antes.
Ya no tenía las mismas limitaciones de aquel pasado. Ahora mi maná podía crecer, y esto me daba un amplio margen para mejorar.
—Sí, seré el mejor.
Ese sería uno de mis propósitos: ser mejor que antes y también el mejor. Cumpliría el contrato y luego viviría mi vida en libertad.
—No perderé. Allá voy.
Pero cuando me disponía a levantarme, recordé que mi pierna estaba herida.
—¡Ah! ¿Qué debo hacer? ¿No habrá alguna magia para curarme o algo así?
Con ese sufrimiento preparé mi comida, que ahora era menor que el día anterior.
—Si no soluciono esto pronto, tal vez muera de hambre antes que por una bestia.
Bajé los hombros y comencé a adentrarme en el bosque cojeando con mi pierna herida. Tenía que buscar animales para cazar; afortunadamente, había hecho varias trampas en el pasado.
—Es hora de prepararlas.
Observé el bosque para decidir dónde colocar mis trampas. El criterio que usaría era el siguiente:
—Si hay frutos, debo poner la trampa cerca.
Me acerqué a uno de los arbustos para verificar si tenía algún fruto, y al verlo, decidí colocar mi trampa cerca del arbusto, donde, si un venado pasaba, seguramente caería. Repetí el proceso cuatro veces más en otros arbustos cercanos.
—Supongo que será suficiente. Ahora debo buscar un buen lugar para esconderme.
Vi un árbol y decidí acercarme para treparlo.
—¡Ay! Siempre lo olvido.
Al notar que mi pierna aún no sanaba del todo, decidí quedarme en una zona entre los arbustos para esconderme.
—Ja, esto será pan comido.
Me recosté y observé las trampas que había colocado hacía un momento.
—¿Cuánto tendré que esperar?
Aunque había sido francotirador en el pasado, mis misiones solían ser rápidas porque usaba magia para potenciar mis balas, lo que hacía mis disparos más rápidos, estables y potentes. Pero en ese momento, eso no me serviría. Ya no tenía el rifle con el que luché tantas batallas. Me quedé inmóvil, esperando algún movimiento, pero lo único que se movía era mi cabeza tambaleándose y mis ojos cerrándose.
—¡CLACK!
Sonó una de mis trampas. No veía qué había caído en ella, pero debía apurarme. Me apoyé en mi rodilla buena y me levanté para ver a mi presa.
—¿Dónde está mi presa?
No había nada; probablemente un roedor activó la trampa y todo fue una falsa alarma.
—Bueno, lo intentaré otra vez.
Reactivé la trampa y regresé al lugar donde estaba recostado. Pero mi suerte no mejoró; el ciclo se repitió y solo caían roedores.
—Grrr...
Mi estómago rugió de impaciencia. Tenía que atrapar algo para comer.
—Supongo que tendré que adentrarme más en el bosque.
Era mi respuesta para sobrevivir, aunque mi cuerpo no colaboraba del todo. Ahora me movía más lento.
—Vamos, sé que puedo aguantar.
Caminé hasta llegar a un arroyo.
—Este podría ser un buen lugar, pero debo comer algo primero.
Tomé algunos frutos de un árbol para calmar el hambre.
—Si pudiera vivir solo de frutas, sería ideal.
Fue un pensamiento fugaz provocado por el hambre, pero podía imaginar la voz de mi madre reprochándome esa idea.
—Al final, necesito una dieta equilibrada.
Rechacé la idea de sobrevivir solo a base de frutas y me dispuse a buscar una presa.
—Bueno, esto es un arroyo. Veamos si hay peces; tal vez pueda atrapar alguno.
Miré el arroyo. Había peces, aunque pequeños.
—Algo es mejor que nada.
Usé mi magia de creación para hacer una cuerda y atrapar peces. Me senté cerca del arroyo y comencé a generar el hilo.
—Espero lograrlo.
El hilo salió de mis manos como si fuera una araña, y lo reforcé con magia. Intenté convertirlo en una malla para recoger los peces, haciendo nudos.
—¿Cómo lo hacían tan bien?
Mis nudos no fueron suficientes para crear una red perfecta.
—Pero algo es mejor que nada.
Tiré la red improvisada al agua, pero los peces la atravesaron.
—Hice los agujeros muy grandes... maldición.
Frustrado, probé otro método.
—Espero que mi herida no se abra.
Me paré en el arroyo con un palo afilado.
—Espero que esto funcione.
Intenté clavar el palo en los peces, pero fallé repetidamente.
—¡Maldición! Debo ser más rápido. ¿Y si me muevo a un lugar con menos corriente?
Busqué un sitio con aguas más tranquilas y volví a intentarlo.
—Veamos si funciona.
—Veamos si estoy en lo cierto.
Usando mi palo afilado, comencé a intentar clavarlo, pero sin mucho éxito; lo más cercano que estuve fue cuando rocé un pez a un centímetro de distancia.
—Esto me va a enojar. ¿Cómo demonios lo hago?
Entonces recordé un hecho.
—Cierto, puedo usar magia vitalista para moverme más rápido.
Con eso en mente, comencé a canalizar mi maná en el brazo que sostenía el palo.
—Allá va.
Logré atrapar al primer pez y levanté la vista al cielo.
—¡Sí, lo lograré!
Con esa motivación, empecé a atravesar más peces hasta reunir una cantidad aceptable.
—Con esto sí comeré bien.
Tomando el mismo camino de antes, regresé a mi casa para comer. Sin embargo, algo surgió en el camino.
—¿Eso es un venado?
Era más bajo que yo, con cuernos y un pelaje rojizo que confirmaba su identidad.
—¿Qué debería hacer?
Observé la zona; era donde había colocado mis trampas. Tal vez podría ahuyentarlo para que cayera en una de ellas, o tal vez usar mi revólver para cazarlo. Mientras pensaba, el animal se acercó.
—Mierda, viene hacia acá. Lo mejor será usar el revólver.
Dirigí mi mirada hacia mi cintura y, lentamente, empecé a moverme. No debía hacer ningún ruido, ya que esos animales se espantan fácilmente y son muy veloces. Cuando levanté mi revólver, escuché un sonido: eran pasos.
—¿Eh?
Era el venado que había comenzado a correr en dirección opuesta.
—Cierto, tengo que hacerlo.
Apunté con mi revólver y comencé a disparar, pero el animal ya había entrado en el bosque.
—Mierda, no me rendiré.
Usé mi magia vitalista para correr más rápido, a pesar del dolor en mis piernas; no permitiría que mi comida escapara. Mi velocidad fue suficiente para ponerme a rango de ataque, pero necesitaba hacer un disparo preciso. Comencé a cargar mi pistola con magia de viento.
—¿Si uso más magia, será más potente?
Era una de mis dudas. ¿Sería esta la forma de potenciar un hechizo o solo sería un desperdicio, ya que era un hechizo de bajo nivel? Sin embargo, mi disparo impactó en el cuello del animal. Intentó escapar, pero yo lo seguí caminando.
—Ja, buen intento.
Cuando finalmente cayó, lo recogí y, junto con los peces, regresé a mi casa.
—No me duele tanto la pierna.
Miré mi pierna, pensando que estaría más lastimada por haber usado la magia vitalista.
—¿Por qué parece mejor que cuando salí? ¿Debería intentarlo?
Con esa idea en mente, canalicé magia vitalista en mi pierna, pero esta vez me enfoqué en algo diferente, tal como había hecho para secar mi ropa.
—Si la magia vitalista me dio fuerza, ¿podría curar la herida si lo intento así?
Forzando mi magia vitalista para curar la herida, vi cómo empezaba a cerrarse y el dolor disminuía.
—Increíble. Supongo que las razones para esa guerra eran demasiadas.
¿Quién sabe cuáles son los verdaderos límites de esto?