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Chapter 19 - CAP19:Piedras magicas

Ahora descansaba en mi cama, pero no tuve mucho tiempo en aquel lugar; ahora me rodeaba un bosque oscuro. No era el de antes; lo sé porque ahí estaba mi yo del pasado, acostado en el suelo, mi rifle de francotirador instalado en el suelo, completamente solo. Miraba usando unos binoculares con los que observaba un edificio que se había construido en medio de este sitio.

—¿Nos escuchas, viento? —me iniciaron a contactar por un radio.

—Sí.

—El objetivo en la segunda planta, comedor.

—Lo tengo a la vista.

—Usa chaqueta café.

—Dispararé en 10 segundos.

—Bien, los explosivos ya están preparados, entonces detonaremos en 15 segundos.

—Uno, dos, tres...

Conté hasta que logré llegar a los 10 segundos. Mi yo del pasado apretó el gatillo con el que la bala salió impulsada. No era solo la bala; había usado una gran potencia mágica, lo que hizo que la bala saliera con mucha fuerza, pero también se había usado de manera precisa. La bala rompió la ventana y, cuando impactó en el objetivo, la cabeza estalló. Los demás de la habitación intentaron socorrerlo.

—KABOOM.

El edificio estalló; de esta manera aseguramos la muerte del objetivo.

—¿El equipo está completo? —pregunté por la radio.

—Sí, nos reuniremos en la base y revisaremos todo.

—Entendido.

En ese momento, mi yo del pasado se levantó y tomó su fusil. Con cuidado lo desarmó para guardarlo. Tomó rumbo caminando calmado, mientras leía unas hojas.

—Salamanca Alejandro, que te pudras en el infierno.

Curioso, me acerqué a ver aquellas hojas. Sí, tenía toda la razón para decir esas cosas. Las hojas eran sobre el hombre que mencioné; vi unas cuantas imágenes. El hombre era acusado de la venta de drogas y tráfico de armas. Aquella vez casi me meto en ellas; sabía que destruirían mi vida y lo que quedaba de mi familia, pero, ¿qué pasaba con aquellos que sí lo hacían? Algunos lo hacían por diversión, otros por escapar, mientras yo lo odiaba por casi arrebatarme a mi familia. Esto me empujaba a hacer lo que ahora hacíamos; el camino fue algo largo, pero pronto llegamos a la base.

—Oh, Méndez, justo a tiempo. Ten, aquí está tu pago.

Era el sargento del pelotón, que me estaba entregando una pesada maleta. La tomé y miré dentro de ella.

—Esto parece ser mucho más que la vez pasada.

—Claro, el objetivo de esta era más grande.

—Bueno, lo mismo de antes.

—¿Invertirlo?

—Claro.

Otro de la habitación se levantó e inició a hablar.

—Oye, ¿en verdad meterás todo tu dinero ahí?

Era García.

—No todo, un 90%.

—¿Y en qué gastarás ese 10%?

—Ya lo sabrán.

—No te hagas el misterioso.

—Es una sorpresa.

—Méndez, espero que no lo gastes en tonterías.

—No, ¿cómo se le ocurre?

—El día de mañana es libre, disfruten.

—Sí, señor. —dijimos al unísono, derechos y listos. Una vez que el sargento se retiró, yo me acosté, pero García inició a hablar.

—Vamos, quiero saber qué piensas comprar.

—Es un secreto.

—Hey, ¡pero dilo!

—Ahh, está bien, es alcohol.

—Uyy, eso sí no me lo esperaba.

—Claro, porque no conoces cómo soy con el alcohol.

—¿Un adicto?

—Y hasta un poco más.

—Pero, ¿por qué comprarlo?

—Por la victoria; realmente estas misiones nos han ayudado a limpiar el país de esas cosas.

—Sí, que les tienes odio.

—Lo normal.

—No puedo argumentar nada en contra de eso, ¿así que quieres hacer una fiesta?

—Nos la merecemos.

—Está bien, no le diré a nadie.

—Gracias.

El grupo pronto se acostó y durmió. Cada uno se levantó y tomó rumbos distintos; yo fui a la ciudad. Aquellos edificios se apilaban de lado a lado mientras yo avanzaba. Los carros en la carretera y las personas en el pavimento. Yo seguía avanzando hasta un lugar. Al entrar, el suelo de madera oscura y mesas del mismo material me rodearon; el olor, curiosamente, era limpio y había poca gente.

—Buenos días.

El hombre de la caja me saludó.

—Disculpe, pero, ¿para comprar cerveza artesanal?

—Claro, ¿quieres una jarra?

—No, quisiera unas 30 botellas.

—Entendido, ¿las quiere llevar ahora o a domicilio?

Mi yo del pasado tramitaba para hacer la compra; pronto terminó y se dirigió a otro lugar donde compró globos y demás cosas para la fiesta. Una vez listas, él fue a la base e inició a prepararlo. En la mesa dejó unas pastillas que seguro todos necesitarían para el día siguiente, pero eso no era tan importante.

—¡Felicidades!

Mi yo del pasado inició aquella fiesta; cuando los demás entraron, algo confundidos, al verme preguntaron.

—Eyy, ¿por qué?

—Para celebrar lo lejos que hemos llegado.

—Tienes razón.

Aquel día bebimos y bailamos mucho. Como era de esperar, el día siguiente sufrimos por nuestra borrachera, pero el hombre prevenido vale por dos; nos recuperamos fácilmente y salimos para entrenar como era normal. Más al volver, el sargento nos habló.

—Chicos, tenemos otra misión ya lista.

—Esta vez fue demasiado rápido.

—Hoy no se luchará contra narcos o terroristas; será otro tipo de misión.

—¿Un rescate?

—No, hoy vamos a conseguir las piedras mágicas.

—Ehh.

—¿Y cómo se obtienen? —pregunté sin saber lo que me responderían.

—Dicen que debemos ir a cierto sitio primero.

—Suena raro.

—Es lo que hay, tomen sus armas y prepárense.

—Sí, señor.

Me levanté y tomé mi rifle; lo tenía debajo de mi cama. Era raro que ahora nos pidieran estas cosas; pensaba que los científicos las conseguían. ¿Qué había ocurrido?

Salimos del lugar tomando rumbo hacia unos vehículos. Nos subimos en la parte de atrás; el vehículo arrancó y nos llevó hasta el sitio. Era un lugar en medio del bosque y su entrada era la cosa menos lógica que había visto.

—¿Una puerta?

Sí, no tenía sentido; era una puerta que se mantenía en pie gracias a cuatro paredes que parecían hechas de tierra.

—Entonces no estoy borracho y veo igual una puerta.

—Sí, chicos, aquí es. Entren ahí y lo entenderán.

García fue el primero que se acercó.

—Bueno, yo los veo luego.

García entró a esa puerta y la cerró. Al hacerlo, esperamos unos instantes, y al no verlo decidimos ir a abrirla.

—¿Qué pasó?

Estaba vacía; era raro, pero inquietante entrar ahí y simplemente desaparecer.

—Entren así hasta que pasen todos.

—Ehh.

—No se preocupen, yo ya he bajado por ahí.

—Entendido.

De uno en uno fuimos entrando hasta que llegó mi turno.

—¿Nervioso? —me preguntó el sargento.

—Un poco, pero confiamos en usted.

Entré ahí; las cuatro paredes me hacían sentir que algo malo podría pasar, pero simplemente fue como un ascensor que me bajó unos metros y me llevó con los demás. Ahora estaba en otro sitio donde el metal era presente; la luz artificial llenaba el lugar. Mi grupo no estaba solo, sino que había unos científicos de lado a lado.

—Rápido, Jacob, ven.

García me llamó a donde mi grupo se amontonaba.

—¿Qué están haciendo?

Pregunté sin saber en qué situación nos estábamos metiendo.

—Mira, ¿ves esa cosa redonda en la pared?

—Sí, ¿qué pasa?

—Dicen que de ahí vienen las piedras.

—¿En serio? ¿Cómo funciona?

—En un rato lo activan.

El sargento salió del elevador y se nos unió.

—Espero que estén listos.

—Sí, señor.

La máquina prendió algunas luces, luego inició a temblar.

—¡Oeee!

Era el sargento quien estaba temblando, al igual que nosotros.

—No se preocupen, pronto pasará.

Un científico nos habló; luego vimos qué había pasado.

—¡Esperen! ¿Por qué ahí veo un bosque?

Sí, en ese círculo mostraba un bosque de árboles más grandes que de donde estaba. Las hojas y la hierba eran más abundantes; hasta se veía un manantial de donde brotaba agua y se hacía un río.

—¡¿QUÉ PASÓ?! —nuestro grupo exclamó; pronto el científico respondió.

—Logramos conectar con otro mundo; entren ahí y conseguirán las piedras mágicas.

—Ya escucharon, muchachos, debemos entrar.

—Sí, señor.

Una vez nos adentramos al bosque, nos iniciamos a dividir; yo me fui con García a explorar. El ambiente húmedo hacía que yo tuviera que limpiarme el sudor de manera constante; el aire era mucho más limpio a comparación de los sitios de donde había estado anteriormente. Luego fuimos hasta llegar donde nos pedían; preparé el lugar donde ahora dispararía mientras el otro miraba los alrededores.

—Ey, Jacob, ¿por qué nos pidieron que nos preparemos así?

—Ni idea.

—¿En verdad harás lo que te pidan?

—Sí, ¿tienes miedo?

—Creo que hay algo raro en esto.

—Yo también; a mí me dijeron que las piedras no eran de este mundo.

—Sí, algo así había escuchado por parte del sargento.

—Viento, ¿me escuchas?

Era el sargento hablando por la radio.

—Fuerte y claro.

—Bien, verifica la zona.

—Entendido.

Saqué mis binoculares e inicié a mirar donde estábamos. Nos encontrábamos en medio de un bosque, pero también había algo más, como casas de madera. Yo enfoqué mi visión ahí mientras estaba acostado en el suelo; no podía ver del todo usando solo los binoculares, así que intentaría con el rifle. Lo puse en mi hombro e inicié a apuntar en la zona que había visto. Mi sangre se congeló mientras miraba en la perilla.

—¿Niños?

—...¿Qué?

—Aquí viento, ¿cuál es el objetivo?

—Conseguir las piedras mágicas destruyendo todo el asentamiento.

—...¿Qué demonios?

Tanto García como yo nos detuvimos; ambos temblamos ante la idea de hacer algo así. Siempre habíamos matado criminales, pero, ¿destruir un asentamiento para obtener las piedras mágicas? No, si yo asesiné, fue por el bien de la justicia, no por el capricho de un superior.

—Sargento, ¿usted está de acuerdo con esto?

—Seguiremos la decisión que tomes.

Miré una vez más en el rifle, donde vi a esos niños; sus ropas eran de un solo color que los cubrían desde abajo hasta arriba. En eso, jugueteaban entre sí; también parecían existir adultos que hablaban entre sí. Nosotros, en cambio, estábamos a punto de realizar un ataque contra ellos; el mero hecho de pensar hacer algo así me hacía querer vomitar.

—No, sargento, no ataquemos.

—Es bueno saber que aún conservas la moral.

—¿A qué se refiere?

—Parecía que matabas a los criminales por dinero.

—Pero yo no lo hacía por eso.

—Sí, pero al ver que siempre le ponías tanta importancia, pensé que te habíamos perdido.

—Está bien, gracias, pero, ¿ahora qué haremos?

—No lo sé, encárgate tú.

—Ehhh, ¿por qué yo?

—Porque decidiste no atacarlos.

—Está bien, haré lo mejor que pueda.