Mi cuerpo se hacía liviano. El ambiente cambiaba a medida que abría los ojos. No estaba con mi padre, sino en la habitación de la cabaña; aquel recuerdo había terminado.
—Seis meses.
Fue lo primero que dije al despertar. Era algo que había recordado; esa fecha me indicaba cuánto tiempo había pasado desde la muerte de mi mamá y hermano hasta que finalmente volvía a hablar con mi padre. Tardé seis meses en intentar hablar con él para poder aceptar el hecho de que ellos no volverían. Antes, me sumergía en la violencia, intentando ahogar esa tristeza, pero nos reconciliamos y nos mudamos a otro lugar.
Me levanté de mi cama para ir al escritorio y leí la carta que había leído antes.
—Un buen amigo, supongo que fuiste tú, Jonathan. Tú sabías lo que había pasado y me ayudaste a conseguir el contrato, pero, ¿para qué es esa tarjeta?
Tomé una vez más la tarjeta dorada. Me había centrado en el catalizador hasta que me había olvidado de esa tarjeta. Leí una vez más las inscripciones; no entendía nada de lo que decía, supongo que por eso le encargué a Jonathan.
—Espera.
Cierto, yo le había hablado a Jonathan sobre el contrato y tenía varios símbolos parecidos. Seguro era un idioma o algo similar; era lógico porque él podía leerlo. Tal vez encontraría algo de información en la biblioteca.
Salí de mi habitación y fui a mi librería para encontrar alguna información.
—Nada, ¿cómo que no hay ningún idioma?
Me senté en el suelo, inconforme, pero al final me rendí y decidí ir a entrenar. Este día decidí iniciar con mi entrenamiento físico.
—Veintinueve y treinta.
Finalizaba el entrenamiento físico con una serie de flexiones. Estaba sudoroso, mas no agotado; el crecimiento en mi entrenamiento físico era asombroso. Antes, no podía ni con la mitad de lo que ahora podía.
—¿Cómo estoy avanzando tanto?
Era mi duda, pero debía seguir mejorando. Aquel contrato parecía ser algo más difícil si me habían dado tres años de preparación. Esta vez inicié a usar mi nuevo entrenamiento: la puntería. El día anterior había hecho un arma un tanto funcional; era hora de comenzar a probarla.
Saqué mi tosco revólver y le puse las balas que había hecho, una por una. Una vez que se llenó el cargador, inicié a apuntar a los árboles.
—BUM.
Mi primera bala, al igual que la anterior, fue impulsada con magia de viento. Esta llegó fácilmente al árbol que yo quería.
—Bueno, sí tengo puntería. Si lo he dado a donde quería, más también quería saber cuáles eran los límites. Ok, vamos a intentarlo de nuevo.
Apunté con el arma e inicié a disparar de nuevo, pero esta vez a un árbol más lejos. Este árbol no estaba cerca; tenía unos 30 metros de distancia. Usé mi magia y la bala salió impulsada.
—Supongo que era de esperarse; fui el francotirador y no un pistolero.
Fallé; no podría darle a ese blanco fácilmente, así que era hora de aprender a lograrlo.
—Ah, cierto, estoy usando magia; tal vez eso me ayude.
Apunté al árbol y di otro tiro, pero usé mi magia de manera distinta. No solo impulsé la bala, sino que busqué manejar su trayectoria.
—Aja, si lo hago así puedo lograrlo.
No me detuve ahí. Pronto inicié a practicar disparando mientras me movía. Aunque mi puntería era más imprecisa, gracias a la magia de viento pude redirigir mis balas a donde quería.
—Este es el límite.
Sí, aunque dirigir mis balas donde quisiera suena muy atractivo, hay un problema cuando enfrento a algo.
—Una vez que sale del cañón no se puede desviar más.
Era la conclusión a la que llegué, pero el poder cambiar la trayectoria es un buen avance. Con el éxito logrado, me dispuse a cumplir mi objetivo de hacer trampas. Eran bastante simples y eficaces. Inicié a realizar aquellas trampas hasta que no pude más. Luego me fui a dormir, donde descansé hasta el día siguiente, así hasta completar un mes. En este tiempo, mejoré mi físico, mi magia de creación y mi manejo con las armas. Mi principal arma era ese revólver tosco; no lo modifiqué porque sentí que no hacía falta.
—Ahhh, qué aburrimiento.
Sí, vivir únicamente entrenando era aburrido y salir era peligroso, pero ya había pasado un mes desde que había iniciado a vivir así. Aprender en libros era importante, mas no entretenido. Tal vez era hora de conocer mejor el bosque donde vivía. Fui a la biblioteca y tomé un cuaderno en el cual plasmaría alguna cosa interesante, ya fueran pensamientos o un dibujo. Con eso en la mano, fui a armarme. Llevé una maleta, mi revólver y el catalizador. Subestimar a aquellos enemigos fue algo que casi me cuesta la vida, pero esta vez tendría más cuidado.
Salí por la puerta de mi casa; el cielo era brillante, y el lugar que me rodeaba estaba lleno de árboles verdes. Mas no me dejaría cegar por eso; tendría que estar pendiente a todo lo que ocurriera. Algo que noté cuando atacó el lobo fue la ausencia de sonido; no me fiaría únicamente de eso, pero si primero eso pasa antes de que yo me dé cuenta, me pondré a la defensiva.
—Esto me servirá.
Era una de las trampas que había puesto. Decidí llevar algunas en la maleta que había preparado con anterioridad. Con eso en mente, fui y entré en el bosque. Esta vez iría recorriendo el camino por donde había luchado contra el oso. Seguía profundizando en el lugar; los pájaros cantaban y los árboles seguían abundando a mi alrededor.
La escena era bella. El sonido del agua, de los pájaros y del viento hacían que respirara profundamente de manera lenta.
—Humm, qué bien sabe.
Mordisqueaba la fruta que había tomado. Todavía no encontraba algo que me hiciera querer sentarme a dibujar, pero el salir a caminar y comer algo distinto era mucho mejor que solo quedarme en la casa.
—Parece que voy en buen camino.
Reconocí el arroyo donde había sido tirado por el oso. Esa vez decidí usarlo como guía para volver, pero esta vez solo lo seguiría para ver algún lugar interesante. Recorría aquel camino en completa soledad, sin queja alguna. Comía y observaba cómo se movían las hierbas, los árboles y las hojas con la brisa de aire. Esta empujaba de manera uniforme a todos esos elementos de lado a lado, creando un sonido entre sí. El arroyo seguía, pero pronto vislumbré algo.
—¿Qué...? Bello.
La escena era algo que en mis recuerdos no hallaba. Seguro no conocía lugar semejante, o tal vez, trágicamente, lo había olvidado. Más eso no me importó ante la escena que me encontré. Los árboles me rodeaban, pero en cierto punto se acababan. En ese punto se veía como un barranco, pero al mirar al suelo vi otras zonas donde se veían árboles hasta llegar a su punto más bajo. Me rodeaba un amplio bosque y abajo también. Moviendo la vista, vi el arroyo que desembocaba en una cascada, llenando de agua y vida el suelo que se hallaba debajo de mí y creando de esta manera una amplia laguna que seguida se convertía en un canal y seguía su rumbo.
—Maldición, ojalá pudiera verlo desde allá abajo.
Mas no podía hacer nada; solo me quedaba quedarme aquí. Si intentara bajar, me demoraría mucho tiempo en subir, así que una vez negada esa posibilidad, saqué mi cuaderno. Más antes de que me pusiera a dibujar esta escena, me levanté. Debía preparar las trampas que había traído como precaución. No había notado nada raro hasta el momento, pero eso no significaba que siempre sería así. Coloqué diez de mis trampas a mi alrededor y me dispuse a dibujar. Miré a donde me imaginaba realizando el dibujo de esta escena. Inicié a dibujar aquel entorno. Eran unos árboles que rodeaban el lugar donde estaba dibujando. Luego inicié a trazar algunas formas donde se desembocaría el río. Luego seguí dibujando parte a parte la escena que tenía; cada vez era más difícil hacerlo porque la luz del sol era algo más débil.
—¡Aggghhh! ¿Por qué no me sale bien?
Sí, no tenía habilidades de dibujante; tal vez era por práctica o creatividad, pero en este momento no tendría buenos dibujos. El lugar era bello, mas el ser incapaz de reflejar eso hacía que mis dibujos me parecieran malos.
—¡AUUUUHHHHH!
Sonaba como un lobo, pero no era su aullido clásico, sino que era un sonido de dolor y había sido cerca. Era de donde había posicionado la trampa. Me levanté lo más rápido que pude; me había entretenido con mi dibujo y hasta había olvidado mi entorno. No estaba en un lugar pacífico, sino en un bosque lleno de bestias. Eran clasificadas como clase F, pero no era esto una razón para que yo lo enfrentara con calma. Al ver dónde había caído el lobo, lo analicé. Era gris, corpulento, junto con ojos rojos, y no era el único. Cuando ellos me vieron, se lanzaron contra mí. Disparé contra el más cercano, terminando con su vida.