Mis ojos se abrieron de repente. Había finalizado aquel recuerdo en el que recordé un poco más al hombre de la chistera; en realidad se llamaba Jonathan y era alguien cercano a mí desde los 16. Ya tenía un poco más de información sobre él, aunque también debía descubrir otras cosas. Yo quería ser doctor, pero ¿por qué terminé como militar? Tal vez algo cambió mi manera de pensar, y eso era lo que debía descubrir. Otra cosa que quería entender era a qué se refería Jonathan con "situaciones fuertes". Recordaba a mi padre, quien siempre me motivaba a continuar hacia adelante. Sin embargo, aquella vez que luché contra el oso, recordé algo sobre mi padre: yo le llamaba borracho. ¿Por qué? Sus ojos estaban rojos, como si hubiera llorado. Tenía tantas dudas sobre mí mismo, pero incapaz de solucionarlas, decidí hacer lo que se me pedía: entrenar. Aquel contrato me había dado muchas cosas para prepararme y debía usarlas al máximo.
En mi sueño estaba en un lugar lleno de obstáculos. Seguro sería un buen principio para aprender a moverme mejor. Estaba en un bosque, y mi agilidad era crucial para poder desplazarme en él. Me levanté y seguí la rutina, pero cuando comenzó mi entrenamiento, decidí preparar la zona que usaría como lugar de práctica.
—Supongo que también será un buen entrenamiento.
No era mala idea; estaba rodeado de árboles y pensaba en tumbarlos. Para ello, podría usar magia creacionista para hacerme algún hacha. También usaría magia vitalista para fortalecer mis brazos, y a su vez, usaría magia elemental de viento para que fuera más preciso y rápido. Con todo en mente, empecé a preparar mi lugar de entrenamiento. Fui a buscar un palo resistente y, luego de eso, utilicé magia creacionista para crear un pedazo de metal con la forma adecuada. Después, hice que mi maná circulara en él para poder templarlo. Una vez lista mi herramienta, me dirigí al primer árbol que tumbaría.
—Ahh... Uuum.
Di una respiración profunda, usé mi maná y lo moví a mis brazos. Se sentía más fuerte que antes, facilitándome el uso del hacha. No me detuve y pronto utilicé mi maná para aplicar la magia de viento en mi arma, la cual ahora no tenía ningún cambio físico, pero se sentía más ligera que antes.
—Increíble, es hora de ponerlo a prueba.
Frente a aquel árbol de 5 metros, tomé una postura con la que golpearía el árbol en diagonal y pronto empecé a golpear. La madera salió y mi hacha improvisada llegó a la mitad, como si cortara mantequilla.
—Debí haber usado esto contra el oso.
Me quejé. Aquel recuerdo era fuerte; usé varias herramientas para ganar contra él, pero nunca intenté unirlas para lograr un mejor ataque. Terminé con ese árbol y luego fui con los siguientes, hasta que derribé unos cuantos más.
—Ayyyhhhh...
Me desplomé en el suelo. Tal vez sí había sido buena idea haberme demorado contra el oso; usar el maná de esta manera era extremadamente agotador. Solo había tumbado 7 árboles en menos de 10 minutos, pero a costa de agotar mi maná, lo que tenía implicaciones físicas. La magia vitalista me dejó el cuerpo doliendo, y la magia creacionista había sido muy cara porque requería crear un material y templarlo para que tuviera sus cualidades. La única que en verdad pude ejercer sin preocuparme era la elemental; seguro que por eso estaba al inicio del libro. Estuve allí tirado unas dos horas, quejándome de mi imprudencia. Parecía que siempre cometería algo imprudente sin importar cómo.
Una vez pude levantarme, decidí dejar mis planes de usar magia para mejorar mi lugar de entrenamiento y mejor me centré en mi condición física, para que la magia vitalista no me dejara agotado después de usarla. Fui a las herramientas que había creado el día anterior con el fin de fortalecerme. Entrené centrándome en el tren superior. Usé las mancuernas al inicio, pero pronto fui subiendo de nivel hasta quedar agotado. Una vez ya exhausto, fui y me adentré en la casa. Quería aprender un poco más de magia, así que tomé rumbo a la biblioteca, donde tomé mi libro con el que había iniciado.
—Las magias se dividen en niveles; los niveles más bajos son los F y los más altos son los EX.
Al leer esto, tuve una mejor comprensión de cómo funcionaba la magia en el mundo, donde podía ser clasificada en base a su poder. Pero también me cuestioné una cosa:
—¿Cuál es el nivel de mi magia?
No entendía del todo a qué nivel se refería. Mi fuerza apenas era adecuada para usar magia, pero también tenía una gran fuerza al usar mi magia de vitalización. Logré enfrentar a un oso utilizando mi poder físico junto con la magia, que fue capaz de empujar mis límites a nivel. En el libro no se mencionaban más allá de algunas hazañas que podían realizar las magias de nivel EX: cosas como regenerar miembros del cuerpo en segundos, destruir ciudades usando magia elemental, crear armas que alcanzan niveles legendarios con grandes atributos. No era claro qué diferenciaba una magia de nivel F de una de nivel D.
—¿Cuál es mi nivel? —cuestioné, repitiendo la misma pregunta. Debía buscar alguna referencia. Cuando me hicieron mi cirugía, me quedé limitado en cuanto a crecer en términos de maná, así que tuve que centrarme en convertir esa parte de magia en un golpe devastador. Seguro fue pura técnica para lograr eso. Lo que significa que tener más maná no es lo único que importa; el poder usarlo de manera adecuada también cuenta. Un ejemplo de esto fue cuando hice por primera vez la llama de fuego, donde no podía controlarla del todo, pero al concentrarme, pude darle forma. Tal vez el nivel de la magia dependa de la concentración requerida.
—¿De dónde vendrá la magia? —otra duda se presentó ante mí. Aquellas piedras que el sargento Edgar había mencionado ahora me hacían más preguntas. Las piedras parecían ser algo fuera de este mundo; la magia no existía antes, pero luego de que me metí al ejército, aprendí sobre la magia, aunque no su origen. Era cierto, debía cuestionarlo. Tal vez la razón por la que firmé mi contrato era algo que vi en el ejército, pero ¿por qué lo firmaría pese a las consecuencias?
Mi cabeza no paraba de crear preguntas incapaces de solucionar. Por ello, decidí dejar a un lado mis recuerdos; volverían y podría esperar la respuesta en ellos. Pero ahora debía mejorar mis magias. Tenía las bases de cada una, pero no había experimentado lo suficiente. Debería hacer mejor las trampas y luego establecer límites para que no termine siendo atacado mientras esté agotado en el proceso de pulir mi lugar de entrenamiento. Una vez que no encontré nada más que hacer, decidí revisar aquel libro sobre bestias y mitos para conocer mejor mi entorno. Aquel lobo que enfrenté fue alguien que me hizo sentir incapaz de ganar, pero el oso había sido algo que me dio confianza. Se sabía que no era el más fuerte, pero podría ser una buena base para entrenar. Por ello, miré por las ventanas donde se veía el cielo oscuro y la luna colgada, rodeada de estrellas.
—Gracias.
No sabía a quién dirigía esas palabras, pero a quien fuera, debía decir que su elección de ponerme aquí fue algo grande. Tenía un lugar adecuado de entrenamiento, pese a que ya había estado cerca de morir algunas veces; había tenido las herramientas para enfrentarme, porque alguien ya había pensado en mí antes de que siquiera llegara.
Una vez terminé, leí sobre los lobos, que eran animales ágiles de nivel F. Se conocían por su trabajo en grupo y oídos precisos. Aquel lobo que enfrenté estaba en las últimas, pero fue un desafío difícil que solo pude ganar por las precauciones que había tomado y el uso del catalizador. Seguí leyendo hasta que entendí algunas estrategias de los lobos para atacar. Con mi curiosidad ya satisfecha, me moví hacia mi habitación para dormir profundamente.