Inicié con la preparación, moví el mana y lo dirigí a mi mano, mas no lo intenté usar con una magia vitalizadora, sino con la magia que recién aprendía. Formé con ella un puñal de un solo material para mantener al mínimo el gasto de mana y, aprovechando que el oso ya estaba comenzando a cansarse, inicié mi ataque. Moví algo de mana hacia el puñal recién creado y lo imbuid con magia de viento; seguro podría intentar hacer lo que había hecho en mis recuerdos. Di un salto desde el árbol y aterricé en la espalda del oso, atacando por donde había apuñalado antes. Si hubiera ido por el cuello, seguro fallaría y el oso estaría listo para atacarme. Mi puñal atravesó como si cortara mantequilla, pero no me detuve y fui más a fondo.
—Grrroa—. Desesperado, el oso intentó darse la vuelta como antes, pero yo ya había saltado antes; no repetiría lo mismo de antes. Al ver que no había surtido efecto su estrategia, se paró sobre dos patas.
—¿Qué...?— No vi el porqué haría esto, mas intenté profundizar mi corte y, mientras lo hacía, entendí lo que intentaba a lo que me solté.
—¡Mierda!— El oso intentó hacerme aplastar contra un árbol; se había parado para aplastarme entre su cuerpo y el árbol, pero yo había escapado... o eso creía.
—ZZZZHHHHHHH—. El oso arremetió contra mí usando su brazo izquierdo. Pensé en rodar hacia un punto donde no me alcanzara, pero mientras intentaba darle lógica, el golpe se acercaba.
—Ni modo—. Era esto lo que podía hacer, moví mi mana hacia mis brazos y realicé un bloqueo en cruz.
—Bum—. Se sintió el golpe, mis brazos aún se veían bien, pero mis piernas no. Aunque había fortalecido mis brazos para el golpe, eso no significaba que mi magia absorbiera el impacto en toda su totalidad; este había atravesado su fuerza y se sintieron mis piernas. Temblaron, mas me mantuve de pie.
—¡No eres el único que puede golpear!— Usando mi puñal, lo imbuid con mi magia de viento; usé la magia vitalizadora en mis brazos para clavar con más fuerza, pero no me detuve con solo eso. Usé magia vitalizadora en mis piernas para moverme más rápido, pero me caí. Aunque apuñalé rápidamente su abdomen, no pude hacer más de un golpe y caí. Me ardía mi pierna y no la podía mover bien; seguro fue porque antes había bloqueado el golpe de ese oso y ahora sufría las consecuencias. Más sin encontrar un buen equilibrio, me levanté.
—No, aún puedo hacer algo más—. Quería caerme, pero no huiría. Vi al oso otra vez, aquella estatura que destruía por donde andaba. Aunque su piel estaba quemada, seguía luchando; su espalda llena de cortes y puñaladas. Era la imagen de algo que no podría matar con simple fuerza bruta, lo entendía demasiado bien. Mi cuerpo sudaba y temblaba, mas aun así no se rendía, no dejaba que eso le hiciera retroceder ni impidiera su avance.
—Sí, todavía puedo—. Estaba herido, mis piernas no responderían de la misma manera que antes; no podría huir usando la magia vitalizadora. Me había ayudado la magia de creación para realizar un puñal, pero ahora debía ingeniármelas. Mi mana hoy no sería suficiente para el catalizador, tenía la magia elemental, pero mi dominio no era muy bueno; apenas unos días había iniciado. Aunque ahora sabía las bases de todas las magias, no era lo mismo que dominarlas; cada una requería gran cantidad de mana, concentración y precisión, pero yo no tenía gran mana. Mi concentración estaba en el oso, pero mi precisión era algo que no conocía del todo, por ello solo podía intentar un plan desesperado. Usé la magia elemental en mis manos e inicié a mover mi mana. Debía intentar hacerlo, ya que esta oportunidad tal vez no se repetiría.
Aproveché que el oso estaba cerca y tiré algo a su cara; era magia de fuego. Se cubrió la cara y, en ese instante, aproveché para moverme contra el oso; estaba descubierto. Me acerqué a él para dar una puñalada al corazón, pero este se había movido antes de lo esperado y me atacó. El golpe, igual que antes, me tiró lejos; el libro se cayó, pero esta vez no aterricé en un árbol.
—Agghhhh—. Estaba ahora en un arroyo, este me llevaba con fuerza y pronto aumentó su velocidad. Estaba lloviendo y no sabía qué hacer, pero analicé que podría sacar algo a mi favor; para ello debería mantenerme cerca de la orilla. El agua me llevó bastante lejos.
—Ayyhhh—. Intenté ahora salir del arroyo, mas no lo logré. Ahora tendría que usar magia vitalista para salir de aquel lugar, y lo hice gracias a ella, pero tuvo su precio.
—Ayyyyyyyy—. Resonó en el lugar, era yo y mi queja del dolor. Incapaz de ganar, tuve que usar la corriente a mi favor para escapar. Me quedé un tiempo ahí, acostado, hasta que pasara mi dolor, mientras reflexionaba sobre lo que había hecho. Había salido de la casa porque había dejado tirado el libro y parecía que llovería. Ataqué a un oso para evitar que me persiguiera o dañara el libro, pero no hice un daño crítico; esto hizo que tuviéramos un combate de desgaste en el cual no quedó claro un ganador. Había pensado mucho en cómo lograr mi objetivo, que había dejado las oportunidades a un lado, pero ahora debía conseguir hacer un buen daño y, para ello, debería tenderle una trampa. Tal vez ahora el oso estaba yendo a reposar de sus heridas y podría crear un buen plan de ataque. Este lo hice algo rápido; ya tenía experiencia en hacer algo similar y, aunque improvisaría, no sería muy difícil, pero sí su preparación. Decidí esperar que terminara la lluvia y recolectar frutas del bosque. La noche cayó, pero me refugié en un árbol. Mis piernas no me dolían ya, pero mi postura era muy incómoda para poder dormir cómodamente, aunque pude apañármelas con algo de tiempo. Mis ojos se sintieron pesados con el tiempo; a diferencia de mi cuerpo, un recuerdo algo lejano me llegó.
—Hijo, veo que lo sigues intentando—. Era un hombre de pelo corto y color marrón. Su cara era similar a la mía, pero estaba roja, igual que sus ojos, los cuales tenían extensas y negras ojeras.
—No me hables—, respondió un niño de once años que distinguí al momento; era yo.
—Debemos hablar.
—¿¡Qué hablar!? ¡No hay nada, ahora solo eres un borracho!— No dudó en gritarle al hombre que tenía enfrente, mas, pese a sus duras palabras, se veía en sus ojos el mismo color rojo que los de su padre.
—Hijo, te entiendo, pero quiero que me prometas dos cosas.
—¿¡Por qué lo haría?!
—Solo escúchalas y luego me dices.
—No, no quiero.
—Hijo, solo quiero decirte que quiero cambiar y que también cambies.
—¿¡Cómo puedo hacerlo!? ¡Ni tú lo has logrado!— Finalmente, colapsando en lágrimas, se abrazó a su padre.
—Y esta es la segunda promesa: que nunca nos rendiremos—. Respondiendo al abrazo de su hijo, le dio con sus dos brazos el afecto que el niño buscaba.
—Está bien, lo haré—. Con sus lágrimas cayendo, dio su promesa.
Me desperté esta vez de una manera más rápida; era tal vez por donde ahora dormía, que era la copa de un árbol. Estaba incómodo y tal vez por eso no podía recordar mi recuerdo tan plenamente.
—No rendirme.
Aquel hombre me había pedido eso; tal vez sería quien me dio aquella carta. Tal vez lo podría recordar más adelante, aunque siempre me estaba esforzando y no quería rendirme. Se sentía que necesitaba esas palabras. Supongo que alguien cercano que te apoye con su experiencia es muy importante, mas ahora estaba yo solo luchando contra un oso que me doblaba en tamaño. Y aquí estaba, reflexionando, pero debía volver a mi objetivo principal. Ya había descansado lo suficiente y ahora tendría que atacar.
Me levanté y seguí el arroyo que antes me había traído. Luego de unas horas caminando, llegué donde estaba el libro. Estaba mojado y lo abrí para leer; no se había dañado del todo, solo algunas páginas que ya había leído, por lo que importaban, pero ahora debía terminar aquello que había iniciado: el combate con el oso. Busqué algunos rastros que me indicaran hacia dónde podría haber ido. Vi algunas marcas en los árboles y marcas de pisadas frescas por la lluvia; las seguí con cuidado hasta que pronto vi una cueva.
—Supongo que ahí estará—. Debía ahora sacarlo para llevar a cabo mi plan, pero antes debía conseguir algunas cosas. Entonces decidí volver
al lugar donde combatimos y moví los troncos. Para ello, tuve que crear una plataforma. Para ahorrar magia, usé la magia elemental de tierra para hacer barro y luego hice unas ruedas para mover los troncos encima. Fui un suertudo de que el oso estuviera en una cueva; así podría hacerlo mejor. Así que inicié a planear cómo sacarlo, qué podría hacer. Los osos son animales fuertes, con buen sentido del olfato y sensibles al sonido; esto lo sabía por el libro de las bestias, así que debía sacarle provecho. Inicié a sacar a relucir algo de ingenio, pero antes debía lograr quitar mi olor. Pensé en usar magia, pero debía usar la mayor cantidad de magia con cuidado; así que no lo haría, sino que me desnudaria y usaría el río. Aparte de que ahora tendría que ir casi desnudo a enfrentar al oso, dejé mi ropa en un lugar cercano a la cueva, de manera algo esparcida; de esta manera, el oso buscaría en varios lugares antes de venir. Luego hice un cristal algo grande y, con el puñal que había hecho el día anterior, inicié a ejecutar mi plan.
—Rooarrr—. El oso, irritado por el sonido, salió de su cueva y pronto sintió mi olor. Al sentirlo, fue a los lugares donde había dejado mi ropa; tal vez mi existencia fue desafiante para el oso. Una vez que se alejó lo suficiente, entré a la cueva. Era oscura y espaciosa, justo como el oso necesitaría, pero esto no debía hacerme retroceder. Pronto inicié a realizar mi plan. Moví mi carrito improvisado dentro de la cueva y usé algo de magia vitalista para acomodarlos lo más rápido posible. Hice un triángulo usando dos troncos y debía poner un tercero encima, pero no sabía cómo acomodarlos.
—Grroooa—. El oso había llegado antes de que terminara mi trampa. Mi espalda tembló, pero apreté mis puños para no rendirme; aún tenía la oscuridad a mi favor, así que inicié mi ataque. No grité, me moví en sigilo y tumbé uno de los troncos que había usado para crear el triángulo.
—Thump—. Ese sonido fue sordo, mucho más de lo esperado. Si hubiera usado el tercer tronco encima de esos dos, hubiera sido un golpe letal como había pensado, pero ahora no tenía arrepentimientos; había dado un golpe muy poderoso.
—Groooor—. Intentó dar el gruñido de antes, pero ahora no tenía la fuerza de antes; lo había apuñalado demasiado antes y este golpe podría ser mi golpe de gracia, pero todavía no había terminado. Se abalanzó hacia el fondo de la cueva, incapaz de saber qué hacer, y yo decidí tomar distancia y salir. Tendría un as bajo la manga. Cuando salí de la cueva, el oso se volvió a luchar contra mí. Ya sabiendo esto, usé mi magia elemental de fuego y creé un azote, que medía 50 cm, pero aquí me serviría. El oso estaba a punto de morderme cuando golpeé.
—Whip—.
—Grrooao—. Hizo el oso. Había sujetado al oso por el cuello con un látigo de fuego; no había pensado en hacerlo, pero ahora tenía una buena oportunidad para exprimirlo. Saqué el catalizador y, sin miedo, moví casi todo mi mana. Antes lo había pensado demasiado y había perdido mis oportunidades; debo aprovecharlas en el momento que lleguen, y con esto di una explosión contra el oso, mas la cueva tembló. No había disparado bien y había dañado la cueva.
—Grooar—. El oso intentó rugir para luego morderme sin éxito. El látigo ahora debía tensarlo al máximo; el oso intentó salir usando su fuerza, pero cuando vi eso, respondí. Usé mi magia de fuego para aumentar la presión que estaba ejerciendo y su temperatura. El oso se estaba asfixiando y la cueva caería, así que debía mantenerlo por unos instantes más.
—Pumb—. Me había arrojado el oso, como ya tantas veces. Mientras perdía la conciencia, vi cómo se caía la cueva con él dentro. Al final, no había ganado de pie como quería.