Mis sentidos me trajeron de nuevo al mundo real. El sol que entraba por mi ventana y el olor que tenía me hacían querer vomitar. La escena que me rodeaba era asquerosa; mi ropa estaba ensangrentada. Con cuidado, revisé mi herida en la mano; había cerrado, y esta era muy buena noticia. Sin embargo, el olor del ambiente era demasiado fuerte para mí, por eso, en cuanto pude levantarme, lo hice. Mi cuerpo se sentía pesado a causa del uso de la magia, pero aun así decidí dirigirme a la cocina. Tomé un poco de agua y, pese a lo que había visto, inicié a preparar algo de comer. Una vez listo, empecé a comer, pero sentía que debía comer más, así que volví a cocinar hasta que me saciara.
Comer nunca se había sentido tan bien. Con cada cucharada, sentía como si un trozo de mi vida fuera recuperado; cada vez que tomaba algo de líquido, sentía cómo llegaba hasta lo profundo de mi ser. Esto me hizo entender lo fuerte que fue aquella batalla; estaba agradecido de estar vivo, pero el olor a sangre y restos era tan fuerte que aun me perseguía y quería deshacerme de él lo más rápido que pudiera. Una vez entré al baño e inicié a limpiarme. Miré mi mano de nuevo.
—¿Por qué ya sanó? —pregunté a nadie e inicié a razonar qué había pasado.
—Bueno, supongo que estuve inconsciente por uno o dos días; eso explica por qué estaba tan hambriento y el fuerte olor que había —dije como si nada mientras empezaba a pensarlo más claro.
—¿Será que vendrán más? —al pensar eso, mi espalda se sacudió con un escalofrío. Esa pelea había sido un uno contra uno del cual apenas había logrado ganar por los pelos.
—Cierto, tengo ese libro de bestias. —Eso fue lo suficiente para darme esperanza. Una vez que terminé ese baño, fui a limpiar la escena de antes para que no empeorara. Estuve desde la mañana hasta que el sol empezó a ocultarse, limpiando, pero ya no había ese olor que me molestaba.
—Al fin —suspiré mientras me sentaba. Mis brazos me dolían de la misma manera que mi espalda.
—Bueno, aunque esté rodeado de monstruos que no conozco, en la biblioteca había un libro dedicado a ellos. —Una vez que descansé lo suficiente, me levanté y me dirigí a la biblioteca. Prendí la luz gracias al interruptor y me senté para iniciar a leer.
—Bestias y mitos —dije, curioso de lo que podía ser el libro. Inicié a leer, y el libro me hablaba en su índice de biomas. Al ver eso, decidí ir a la página del bosque para iniciar. En su primera página estaba una foto de un lobo similar al que había visto, pero el libro describía algo que no esperaba del todo.
—Entonces, ¿viven en manadas? ¿Pero por qué había uno en solitario? —continué con la lectura para saber más. —Espera, un lobo se separa cuando está muy viejo y no quiere estorbar a la manada. —Sentí como si me hubieran escupido en la cara. Aquel combate a muerte fue tan solo una prueba de lo fuerte que era el mundo donde me encontraba. Mis manos temblaban y mis ojos querían llorar, pero continué leyendo.
—Clasificación F, de los más débiles. —Mi cuerpo entero se sacudió al terminar de leer ese fragmento; ¿cómo era posible?
—Si esto es lo más básico, ¿entonces qué tan duro es el contrato? —fue la gota que colmó mi paciencia. Quería gritar, pero eso no solucionaría el problema. Quería huir, pero si estaba aquí era porque podían hacerme cumplir el contrato. Así que decidí no dejarme llenar de miedo y mejor centrarme en la solución. Pese a que no recordaba por qué firmé ese contrato, seguro fue muy importante, así que decidí continuarlo. Para ello, debía saber qué tenía a mi alcance.
—Tengo el catalizador, pero esto no será una solución si me quedo sin mana tan pronto como lo uso. —Inicié a evaluar lo que había hecho durante mi pelea anterior para ganar y qué debería hacer ahora.
—Mi magia me ayudó con esto, pero mi fuerza no me ayudó, y de no ser por el catalizador no hubiera podido ganar. —Mientras reconocía mis fortalezas y debilidades, en mi mente surgió cierta frase sobre conocerse a sí mismo y la batalla, pero no podía recordarla con precisión. Sabía que se adaptaba a mi situación y a lo que debía hacer.
—Debo entrenar mi fuerza, así como mi magia. —Fue la primera y más básica respuesta que podía tener en mi mente, pero el poder responder un poco sobre cómo avanzar era bueno.
—No solo eso, aprenderé sobre lo que me rodea, sobre esos monstruos; no me vencerán, no me dejaré tumbar. —Mientras pensaba de esa manera tan optimista, llegaban a mí más ideas de cómo ser más fuerte.
—Haré trampas. —Fue una de las respuestas que pude llegar. Seguro yo no era el más listo, pero podía hacer algunas cosas que me sirvieran para ganar.
—Cierto, también debo conocer bien este lugar. —Necesitaba saber cómo podría desplazarme de manera efectiva.
—Ok, primero debo entrenar mi cuerpo, luego mi magia, debo hacer algunas trampas y, más adelante, explorar. —Me dije a mí mismo. La solución no había sido huir, sino enfrentar el problema. Tomé aire para después levantarme de aquel sofá en el que había estado aprendiendo sobre algunas bestias de este bosque. Para cuando llegara el día siguiente, iniciaría a entrenar seriamente, pensé mientras me dirigía a mi habitación, donde me tomé un tiempo para ver la noche por la ventana.
—Supongo que antes no fui fuerte. —Reflexioné mientras estaba sentado en el borde de la cama. Era lógico; si hubiera sido fuerte, no hubiera firmado aquel contrato que ahora me tenía aquí. Ya no sabía quién era, e incluso si lo recordaba, eso no quitaría el hecho de que necesité de un externo para tener poder. Era como un golpe a mi orgullo que dolía profundamente en el pecho. El combate de antes me demostró que no era fuerte y que mi combate en el que casi pierdo la vida era una demostración de la ausencia que tenía. Sentir eso me hizo doler el corazón como si aquel lobo me hubiera atravesado el pecho, y me hizo romper en llanto hasta que llegó a mí cierto momento del pasado.
—Jacob, recuerda esto muy bien: aunque pelees por las cosas, no siempre las ganarás, pero si sigues peleando, algo puedes obtener. —A mi mente llegaron las imágenes de aquel recuerdo. Fue lo primero que pude saber, pero a diferencia de aquella vez, hoy podía ver al hombre. Era semejante a mí, pero bastante mayor. Su cabello era color marrón, también era corto, pero al ver su mirada, veía a un hombre recto y bondadoso. Era mi padre; no lo recordaba mucho, pero sí sentía que era un ejemplo a seguir. Era posible que me hubiera dicho eso en una situación difícil y quería que no me rindiera. Era como si estuviera hecho para este momento, o tal vez se adaptaba a todo. Por eso, con la mirada renovada, decidí intentarlo un poco mejor que antes. Fui a la cama, me arropé y descansé hasta el amanecer.
Hoy me despertó el sonido de las aves, como si me incitaran a fortalecerme. Había tomado que debía centrarme en iniciar mi entrenamiento. Había decidido entrenar mi fuerza, ya que mis golpes no fueron suficientes en aquel combate, pero no podía quedarme usando solo fuerza; por eso debía entrenar mi velocidad. Para iniciar a entrenar, decidí hacer un entrenamiento básico, pero había tomado algunas prevenciones, como tener el catalizador a mano y estar cerca de casa.
Para iniciar con el entrenamiento, primero estiré mi cuerpo y luego inicié a trotar, dando vueltas a la casa, así durante unos 10 minutos. Ahora mi cuerpo me hacía sentir el corazón latiendo con fuerza y mi respiración era pesada y rápida, pero no solo eso; estaba sudoroso. Era el primer paso entrenando, por eso no me rendiría aquí. Luego de ese trote, esperé 30 segundos para iniciar a hacer una serie de 10 flexiones. Después de eso, sentía como mis brazos dolían, pero no me detendría. Continué con 20 abdominales que hicieron sentir cómo mi abdomen dolía, y finalicé con 25 sentadillas que me hicieron sufrir, pero era mi única manera de hacerme más fuerte. Reposé 3 minutos y volví a repetir el ciclo hasta hacerlo 4 veces. Mi corazón estaba como si fuera a salir de mi boca. Ni siquiera podía hablar bien; quería quedarme tumbado en el suelo, pero debía levantarme. Con dificultades, lo logré y me dirigí a tomar una ducha. Al finalizar, salí de la casa; era hora de practicar magia.
Me senté en la hierba e inicié a meditar para sentir mi mana. Este era más grande y cálido; supongo que las maneras extremas de usarlo lo habían forzado a crecer.
—Las tres magias son: vitalidad, creación y elemento. Bueno, ya he usado un poco la de vitalidad y la de elemento; es hora de iniciar con la magia de creación. —Más, cuando estaba por iniciar a usar la magia de creación, me di cuenta de algo importante.
—El libro. —Dije al notar su ausencia. El libro lo había dejado por el afán de escapar del lobo. Ese libro contenía las bases que yo no dominaba al 100%, con recomendaciones e información necesaria para eso.
—Supongo que tendré que hacerlo. —Miré hacia el camino por donde había huido del lobo; tal vez habría otra bestia, la manada o algo peor, e inicié a evaluar mis opciones.
—Estoy agotado por el ejercicio. —Empecé a analizar mi capacidad física. Si estaba así, no era adecuado correr el peligro; seguro tendría problemas si iba sin pensarlo. Pero no quería cometer un error por andar apurado, así que decidí tomar mis precauciones. Practicaría magia vitalizadora para conocer mis límites y, con ello, inicié a usarla. Moví una gran parte de mi mana a mi corazón; esto hizo sentirme más ligero e inicié a contar.
—1, 2, 3… —así hasta que llegué al 176, de lo cual ya no pude mantenerme.
—Así que el límite es 176. ¿Cuánto podré recorrer así? —me pregunté a mí mismo, pero el día de hoy había que dejarlo así. El poner trampas requería de la magia de creación, pero necesitaba aprenderla primero y luego ponerla en práctica. Pero antes de entrar, decidí poner a prueba una suposición que tenía.
—Las últimas veces que usé grandes cantidades de mana aumentó mi mana; supongo que deberé intentarlo. —Luego de eso, decidí usar más mana para usar magia elemental. Había decidido usar una flama y mantenerla en mi mano. Para ello, debía usar mi mana y moverlo a donde quería generarlo, imaginar el efecto y mantenerlo mientras usaba de combustible mi mana. Al hacer eso, inició a salir de mi mano derecha una flama de 15 cm y empecé a mantenerla.
—Genial. —Al pensarlo, la tensión de mis hombros se soltó y, en ese mismo instante, la llama aumentó de tamaño.
—¿Qué? —El descontrol de mi magia se sintió fuerte, lo que me generó unas dudas que incrementaron el descontrol, así que detuve el mana.
—¿Por qué pasó esto? —me pregunté sin saber qué responder. Para intentar saber qué había pasado, intenté otra vez, pero con menos mana para evitar problemas. Sin embargo, en el momento en que solté mis hombros, se repitió la situación.
—Supongo que es por la concentración. —Me dije mientras había aprendido un poco por mi cuenta. Después de eso, entré a la casa para descansar y estar listo para el próximo día.