Después de una jornada de intenso entrenamiento, Ryo decidió que aún no era suficiente. Su cuerpo estaba agotado, pero su mente seguía activa, llena de ideas y estrategias que necesitaban ser perfeccionadas. Alrededor suyo, sus clones seguían inmersos en diferentes estudios, cada uno encargado de aprender una materia distinta, como política, filosofía, ideología, historia de clanes, y técnicas de combate.
Uno de los clones, sumergido en el estudio del Fūinjutsu, levantó un antiguo pergamino que parecía especialmente complejo. "Sistema", llamó Ryo, sabiendo que su fiel consejero estaba siempre presente.
El sistema respondió con su voz etérea: "¿Deseas aprender esta técnica avanzada de sellado?"
Ryo observó el pergamino a través de los ojos de su clon. "Sí, pero debo dominar primero los fundamentos", dijo, conociendo los peligros de intentar avanzar demasiado rápido. El sistema reconoció su sabiduría y le otorgó acceso a la técnica, pero solo como una semilla de conocimiento que debía meditar y perfeccionar en su espacio mental.
Ryo dispuso a los clones en sus posiciones, cada uno tomando un libro o pergamino. Luego, él mismo se sentó en medio de la sala, cerrando los ojos. En su espacio mental, el entorno era moldeable; podía transformar este lugar en lo que quisiera, pero hoy decidió que sería simple. Estaba rodeado por pilares de luz que representaban los conocimientos que sus clones iban adquiriendo.
"Concentración", se dijo a sí mismo, entrando en una meditación profunda. El sistema, sintiendo su intención, activó las rutas de conocimiento en su mente. Ahora podía asimilar la información de los clones, pero solo si medía el flujo y entendía el contenido con claridad.
Cada clon, en su espacio, comenzó a disolverse lentamente, enviando el conocimiento acumulado a su mente central. Ryo sentía el peso de cada tema: la estructura política de las cinco grandes naciones, los intrincados detalles del cuerpo humano y su potencial, la vasta historia de Madara Uchiha y Hashirama Senju. Pero entre todo ese conocimiento, uno en particular llamó su atención: el poder de su propio clan Uzumaki.
"El poder de la sangre", murmuró Ryo. La capacidad de curarse y restaurar el chakra rápidamente no era algo que debía tomarse a la ligera, y su mente comenzó a explorar las posibilidades de combinar esa herencia con el Sharingan que ya poseía.
Después de varias horas de meditación, Ryo sintió un cambio dentro de sí. Un calor profundo comenzó a emanar desde su pecho, extendiéndose hacia sus ojos. Se levantó lentamente, sintiendo que algo había cambiado en su interior.
"¿Qué está pasando?", pensó, mientras caminaba hacia el espejo que colgaba en la pared de la biblioteca subterránea. Al abrir los ojos, su reflejo le mostró algo nuevo. Su Sharingan había evolucionado.
Ya no era el simple ojo de un Tomoe. Frente a él, dos tomoe giraban lentamente en un profundo carmesí oscuro. Sin embargo, había algo más. Un resplandor dorado rodeaba los tomoe, pulsando con el flujo de su chakra. En el centro del iris, un suave destello anaranjado parecía vibrar, como si el poder dentro de él estuviera a punto de desbordarse.
"Este... es el resultado de mi entrenamiento", se dijo Ryo. "Pero es más de lo que esperaba".
El sistema, como siempre, estaba a su lado. "Tu linaje ha comenzado a mostrar su verdadera naturaleza. El poder de los Uchiha y los Uzumaki está fusionándose de manera única en ti. Este Sharingan no es como el de los demás".
Ryo sonrió levemente, entendiendo lo que el sistema implicaba. Este era solo el comienzo de algo mucho más grande. Su Sharingan estaba evolucionando de una manera que no se había visto antes, quizás debido a la poderosa sangre Uzumaki que corría por sus venas.
Pero no había tiempo para regodearse en sus logros. Ryo sabía que su viaje apenas comenzaba. Aunque su Sharingan había evolucionado, él todavía no era lo suficientemente fuerte para enfrentarse al mundo exterior. "Aún no confío en nadie", pensó. "El mundo ninja está lleno de traiciones y mentiras. No saldré de aquí hasta que sea imparable".
A medida que sus clones terminaban su trabajo, la información de sus estudios seguía fluyendo hacia su mente. Ryo sentía cómo cada aspecto de lo que había aprendido se integraba en su ser. El sistema le proporcionaba un camino claro para continuar. Las técnicas básicas de sellado, la teoría del control de chakra avanzado, y ahora, la posibilidad de mejorar su uso del Sharingan.
"Hay algo más que debo aprender", murmuró Ryo, mientras sentía una nueva notificación del sistema.
"Has completado la meditación y la absorción de conocimiento. Tu siguiente reto está listo", dijo el sistema, su voz resonando con la misma calma de siempre.
Un nuevo menú apareció frente a él, lleno de opciones avanzadas. Entre ellas, una destacaba: el desafío de dominar múltiples naturalezas de chakra. Si quería alcanzar el siguiente nivel, tendría que aprender a controlar cada una de las naturalezas elementales, pero sin apresurarse.
"Esto tomará tiempo", se dijo Ryo. "Pero lo lograré".
Con su nueva visión de sí mismo y su poder en crecimiento, Ryo se preparó para continuar su entrenamiento. Sabía que el camino hacia el dominio absoluto del chakra y el Sharingan sería arduo, pero estaba dispuesto a caminarlo solo, sin confiar en nadie más.
"El poder está dentro de mí", pensó, con determinación renovada. "Solo debo ser paciente y seguir adelante".
Terminado su entrenamiento físico en la sala subterránea, Ryo decidió que era hora de concentrarse en su verdadero potencial: su espacio mental. Dentro de este lugar, podía entrenar sin límites, replicar cualquier técnica que hubiera visto o imaginado y estudiar con una claridad que ningún otro ninja podría alcanzar. El sistema había sido su consejero y maestro en esta tarea, ofreciéndole acceso a una biblioteca infinita de conocimiento. Aquí, el tiempo no era un obstáculo, y su cuerpo no sufriría las limitaciones de la fatiga o el desgaste.
Sentado en posición de loto, Ryo cerró los ojos, entrando rápidamente en meditación. Al instante, su consciencia fue absorbida por su espacio mental, un vasto entorno donde todo lo que él imaginara podía materializarse. El paisaje que lo rodeaba era un vasto campo de energía fluctuante, un reflejo de su propio chakra. Al centro, una torre se erguía, representando el conocimiento acumulado de sus estudios y aprendizajes. El sistema apareció como un holograma frente a él.
—"¿Desea comenzar la sesión de entrenamiento, Ryo?"— preguntó el sistema, su tono frío pero fiel como siempre.
Ryo asintió. "Sí. Empezaremos con las técnicas de Katon, pero primero quiero perfeccionar mi control sobre el Sharingan de dos tomoe. Todo lo que he visto hasta ahora puedo replicarlo aquí."
Dentro de su espacio mental, Ryo se sentía completamente a cargo. Visualizó una serie de oponentes ficticios: ninjas de distintas aldeas, desde genin hasta jonin. Sabía que, aunque este entorno no era real, las habilidades que desarrollara aquí serían aplicables en el mundo exterior, gracias a la forma en que su mente procesaba la información y cómo el sistema traducía estos entrenamientos en mejoras tangibles.
Los oponentes se lanzaron hacia él, rápidos, letales, pero sus ojos podían verlo todo. Con el Sharingan activado, cada movimiento, cada respiro de sus enemigos era como una imagen en cámara lenta. Ryo esquivaba con facilidad, prediciendo sus ataques antes de que siquiera completaran sus movimientos. Los dos tomoe giraban en su iris, analizando y memorizando cada técnica que veía.
Uno de los oponentes ejecutó un jutsu de fuego. Las llamas se arremolinaban hacia Ryo, pero él ya había copiado la técnica con su Sharingan, replicándola al instante.
—"Katon: Gōkakyū no Jutsu!"— exclamó Ryo, creando su propia bola de fuego que se lanzó hacia el enemigo, chocando con el ataque opuesto y neutralizándolo.
Pero Ryo no se detuvo ahí. Continuó desafiándose, multiplicando los adversarios, haciendo que el entrenamiento fuera cada vez más difícil. El sistema, atento a sus progresos, ofrecía correcciones y mejoras en tiempo real.
—"Tu control del chakra está a un 80% de eficiencia en este momento. Podrías mejorar el flujo durante la ejecución del jutsu de fuego concentrando más chakra en tu boca antes de liberarlo"— indicó el sistema.
Ryo meditó brevemente, perfeccionando la técnica y aplicando las recomendaciones del sistema. Era un ciclo constante de aprendizaje y perfeccionamiento. La claridad que le ofrecía el Sharingan, sumada a su espacio mental, le daba una ventaja incomparable.
El siguiente paso en su entrenamiento fue un ejercicio que había leído sobre control del chakra. Visualizó una cascada de chakra descendiendo desde lo alto de una montaña en su espacio mental. La tarea consistía en hacer fluir su propio chakra con la misma fluidez y control que el agua que caía, algo que los maestros de ninjutsu practicaban para mejorar la precisión en el uso de técnicas.
Mientras Ryo meditaba, el sistema le ofrecía una herramienta adicional: la posibilidad de absorber conocimiento directamente de los libros que había estudiado. Esto le permitía no solo entrenar físicamente, sino también enriquecer su mente sin tener que pasar horas leyendo cada palabra.
Tomó uno de los pergaminos que había memorizado sobre el control del chakra, y el sistema, fiel a su función, le hizo la pregunta de siempre.
—"¿Desea absorber el conocimiento de este pergamino?"—
Ryo asintió. Al instante, el sistema transfirió la información a su mente, como si las páginas del pergamino se desplegaran dentro de su cabeza, brindándole un entendimiento mucho más profundo de los conceptos clave.
—"Ahora, medita y permite que el conocimiento fluya dentro de ti"— dijo el sistema.
Ryo cerró los ojos, sintiendo el flujo de chakra en su cuerpo mejorar mientras integraba lo aprendido. Dentro de su espacio mental, los detalles del pergamino sobre el control de chakra se hacían cada vez más claros.
Horas más tarde, al salir de su espacio mental, Ryo se levantó con una nueva sensación de poder y control. Sabía que aún estaba lejos de ser invencible, pero cada sesión de entrenamiento, cada libro leído y cada técnica practicada en su espacio mental lo acercaban más a su objetivo final.
El mundo ninja aún no sabía de su existencia, y él planeaba mantenerlo así. Pero cuando llegara el momento, no habría lugar para errores. Para entonces, él sería más que un simple ninja. Sería una fuerza imparable.
Sabía que no podía confiar en nadie. Ni en aliados, ni en enemigos. Solo en su propio poder, el conocimiento que acumulaba y el sistema, su único consejero.