Ryo, sentado en la quietud de su espacio mental, abrió los ojos lentamente. En su interior, el Ojo de la Mente de Kagura se desplegaba como un mapa detallado del entorno a su alrededor, percibiendo con absoluta claridad cada fluctuación de chakra dentro de su campo de visión. Los rastros más pequeños de chakra no podían escapar de su percepción, y aunque aún no había tenido contacto con otro ser humano, sabía que si lo hiciera, sería capaz de anticipar incluso los movimientos más sutiles de su oponente. El mundo se presentaba ante él como un tablero, y él controlaba cada pieza.
Había perfeccionado esta habilidad al punto en que no solo era capaz de rastrear, sino también de identificar las emociones asociadas al chakra. Podía sentir el miedo, la ira, la calma y la duda de un ninja antes de que siquiera hiciera un movimiento, y eso le daba una ventaja estratégica incomparable. Ryo practicaba cada día en su espacio mental, enfrentando ilusiones de enemigos, desafiándose a sí mismo para dominar esta capacidad, volviéndose imparable en el proceso.
Sin embargo, sabía que no bastaba con la percepción. Necesitaba un poder absoluto.
Las Cadenas de Chakra emergieron de su espalda con un suave resplandor azulado, rodeando su cuerpo como un arma viva. Las movía con precisión, entrenando su capacidad para manipularlas no solo como herramientas ofensivas, sino también para defensa y curación. Había encontrado un uso inesperado para las cadenas: podía canalizar chakra curativo a través de ellas, lo que le permitía sanar heridas menores en él mismo sin tener que perder tiempo ni energía. Aunque no le interesaba curar a otros, esta habilidad demostraba la versatilidad de las cadenas, algo que le daba aún más control sobre cualquier situación.
El fuego era lo siguiente en su lista. Ya había copiado el jutsu Katon: Ryūka no Jutsu, pero no bastaba con eso. Quería dominar todos los elementos. El viento, el agua y el rayo le proporcionarían una versatilidad que ningún otro ninja podría igualar. Dentro de su espacio mental, los clones de sombra practicaban incesantemente estos elementos, perfeccionando cada uno de ellos bajo la supervisión estricta de Ryo. En su mente, el sistema le guiaba, ayudándole a controlar la energía elemental con una precisión abrumadora. Ryo sabía que solo un dominio completo de los cinco elementos le daría el poder de enfrentarse a cualquier adversario sin debilidad alguna.
Pero aún sentía que no era suficiente. Su cuerpo, a pesar de sus habilidades, seguía siendo el de un niño. Y ese hecho le molestaba profundamente. La fragilidad de su apariencia infantil no coincidía con la magnitud de su poder interior. Sabía que tenía que acelerar su desarrollo físico, y fue entonces cuando su obsesión lo llevó a un nuevo camino: la manipulación de sus células.
Sumergido en los estudios de los libros más avanzados de la biblioteca subterránea, comenzó a experimentar con jutsus médicos y genéticos que le permitieran acelerar el crecimiento de su cuerpo. Había leído sobre ninjas que podían alterar su apariencia, pero él quería más que eso. Quería que su cuerpo tuviera la fuerza y resistencia de un adolescente, alguien capaz de soportar entrenamientos que ningún niño normal podría sobrevivir. El verdadero entrenamiento, el infernal, aún no había comenzado, y su cuerpo infantil era un obstáculo para llegar a ese siguiente nivel. Manipularía sus células hasta que pudiera obtener la madurez física necesaria.
El sistema lo observaba con neutralidad, pero cuando Ryo intentó manipular sus células, se activó.
—¿Deseas acelerar tu crecimiento? —preguntó el sistema con su tono impersonal.
—Sí, —respondió Ryo sin dudar—. Quiero un cuerpo capaz de soportar mi poder.
—Hay riesgos involucrados. La manipulación genética puede tener efectos secundarios en tu salud física y mental. ¿Estás dispuesto a asumirlos?
Ryo sonrió. El riesgo nunca le había importado. El poder absoluto lo era todo. Confirmó su decisión, y así el sistema comenzó el proceso.
A medida que sentía su cuerpo adaptarse lentamente, notó algo más profundo en su interior: su Sharingan. Había llegado a un punto en que el poder del dos tomoe no era suficiente. El sistema le ofreció la oportunidad de madurar completamente su Sharingan, pero el proceso sería doloroso, desgastante. La evolución forzada del ojo Uchiha podría destruir su mente si no tenía el control adecuado.
—Debo hacer que mi Sharingan evolucione, —se dijo a sí mismo mientras sentía el ardor en sus ojos—. Solo el poder me llevará al siguiente nivel.
Con cada meditación profunda y cada pelea simulada en su espacio mental, Ryo empujaba su Sharingan al límite. Los tomoe giraban a una velocidad cada vez más rápida hasta que finalmente, tras lo que parecieron horas de dolor y sufrimiento, alcanzó el tercer tomoe.
Frente al espejo, Ryo vio los tres tomoe completamente formados, girando con una precisión letal. Sin embargo, había algo distinto en sus ojos. El resplandor dorado alrededor de los tomoe era más fuerte que nunca, señalando el flujo de su chakra Uzumaki mezclado con la sangre Uchiha. Era un poder único, uno que ningún otro Uchiha o Uzumaki había poseído jamás.
Ryo sonrió, sabiendo que este era solo el comienzo de su verdadero ascenso al poder absoluto.
Con el Sharingan de tres tomoe activado, Ryo sentía el mundo de manera diferente. Todo parecía más lento y claro, como si pudiera leer cada pequeño movimiento del aire, cada vibración en el suelo y cada fluctuación en su chakra. Se miró en el espejo una vez más, fascinado por el nuevo poder que corría por sus venas. No solo había alcanzado un nivel avanzado del Sharingan a una edad temprana, sino que había logrado algo más allá de lo que los Uchiha comunes podían soñar. Su mezcla de sangre Uzumaki y Uchiha había creado un nuevo tipo de poder, algo completamente distinto.
Sin embargo, no se dejó embriagar por el logro. Sabía que el camino del poder no tenía fin y que este solo era un pequeño paso en su verdadero objetivo. El sistema le recordaba constantemente que había mucho por aprender, que su ascenso era solo el comienzo de un camino lleno de desafíos y sacrificios.
Se sentó en su espacio mental, rodeado de clones de sombra que practicaban sin descanso. Cada clon estaba dedicado a un aspecto distinto de su entrenamiento: unos dominaban los elementos del fuego, viento, agua y rayo, mientras otros trabajaban en el control de las Cadenas de Chakra y el Ojo de la Mente de Kagura. Cada uno de estos elementos formaba una parte clave de su estrategia para el futuro.
Sin embargo, Ryo sabía que el cuerpo seguía siendo su limitación más grande. A pesar de su poder, su cuerpo aún no era lo suficientemente resistente para soportar las tensiones que su mente y chakra le imponían. Mientras los clones entrenaban, Ryo comenzaba a experimentar en su cuerpo real. Había pasado semanas estudiando los textos sobre genética y jutsus médicos avanzados, preparándose para alterar su cuerpo de manera definitiva.
Con una serie de sellos de manos, canalizó su chakra profundamente en sus células, manipulando su estructura genética. Sentía cada cambio, cada ajuste en sus huesos, músculos y piel. Aunque el proceso era doloroso, lo soportaba sin un solo grito. Sabía que el dolor era necesario para alcanzar la grandeza. Después de horas de concentración, su cuerpo comenzó a cambiar visiblemente. Sus músculos crecieron, su estatura aumentó ligeramente, y su rostro, aunque todavía juvenil, empezaba a adquirir los rasgos de un adolescente en plena maduración.
Ryo se miró de nuevo en el espejo, con una sonrisa torcida en el rostro. Finalmente, su cuerpo estaba comenzando a coincidir con su poder. Sin embargo, este proceso no estaba completo. Necesitaba perfeccionarlo, acelerar su crecimiento sin sacrificar estabilidad ni control.
El sistema, siempre presente en su mente, intervino en el momento justo.
—El proceso de crecimiento está en marcha, pero aún hay margen para mejorar. ¿Deseas que se complete de forma más rápida, Ryo?
Ryo lo pensó por un segundo. La tentación de acelerar todo era grande, pero entendía los peligros que eso conllevaba. Sin embargo, su ambición de obtener poder superaba cualquier miedo. Finalmente, asintió.
—Hazlo.
En ese momento, su cuerpo se sintió como si hubiera sido envuelto en llamas. Cada célula de su ser ardía con energía, mientras el proceso se intensificaba. El crecimiento, aunque más rápido, no era sin dolor. Sentía sus músculos estirarse, sus huesos ajustarse, su chakra fluyendo con más fuerza por su cuerpo. Pero, al final, lo logró. Su cuerpo había alcanzado un estado físico mucho más cercano al de un adolescente. Tenía más altura, más fuerza física y una resistencia mayor a la fatiga. Ahora estaba listo para el verdadero entrenamiento.
Con su nuevo cuerpo, Ryo decidió poner a prueba su Sharingan. El espacio mental en el que se encontraba cambió en un parpadeo. Invocó a un enemigo imaginario frente a él, un adversario habilidoso que dominaba el elemento fuego. Sin dudarlo, Ryo activó su Sharingan y observó cada movimiento de su oponente con una claridad abrumadora. Podía prever el ataque antes de que ocurriera, leer los sellos de mano y anticiparse a los movimientos del chakra. Y, en ese instante, decidió copiar uno de los ataques más devastadores que había visto.
—Katon: Karyū Endan (Flujo de Llamas del Dragón de Fuego) —dijo mientras ejecutaba los sellos.
Su chakra se acumuló en su pecho y, al exhalar, un dragón de fuego surgió de su boca, devastando todo a su paso. El jutsu fue perfecto. Ryo sonrió con satisfacción, sintiendo que su poder seguía aumentando a pasos agigantados. No solo había copiado el jutsu, sino que lo había mejorado, haciéndolo más fuerte gracias a la potencia de su chakra Uzumaki.
Pero el poder del fuego no era suficiente para él. Sabía que había mucho más que explorar. El siguiente paso sería dominar completamente los otros elementos. El viento le permitiría cortar a través de cualquier defensa, el rayo le proporcionaría una velocidad imposible de seguir, y el agua le daría la flexibilidad para adaptarse a cualquier situación. Cada uno de estos elementos sería suyo, dominado por su voluntad, y el sistema estaría allí para guiarlo en cada paso.
A pesar de su rápido progreso, Ryo no perdía de vista su objetivo final: el control absoluto del poder. Su ideología oscura seguía creciendo con él, moldeando su visión del mundo. Creía que solo a través del poder se podía alcanzar la verdadera libertad, y que las emociones como el amor y el odio eran simples herramientas que se podían usar para obtener lo que uno deseaba. El mundo ninja era solo un campo de batalla donde los fuertes sobrevivían y los débiles caían, y él no tenía intención de ser débil nunca más.
Con el sistema como su aliado, sabía que estaba destinado a cambiar el curso de la historia del mundo ninja, y que ningún ninja, por más fuerte que fuera, sería capaz de detenerlo.