La oscuridad de la noche envolvía el asentamiento mientras Kael permanecía inmóvil en la tienda improvisada, sintiendo cada músculo de su cuerpo reclamar descanso. La herida en su costado, aunque tratada, aún ardía como un recordatorio de lo que había ocurrido. El agotamiento se había apoderado de su mente, pero lo que más le inquietaba era la sensación de debilidad que persistía, como si su cuerpo nunca pudiera alcanzar la fuerza suficiente para estar a la altura de los desafíos que enfrentaba.
Rothar había sido claro desde el principio: no era suficiente con la fuerza bruta. La guerra no se ganaba solo con coraje y determinación, sino con estrategia y control. El uso desmedido de su Vitalis, la energía que fluía a través de él, había sido su mayor enemigo en esa batalla, llevándolo al límite y, por poco, a la muerte. La lección de esa experiencia aún no se había asentado completamente en su mente, pero Kael sabía que su camino hacia la verdadera fuerza solo comenzaba.
En medio de la quietud nocturna, Rothar apareció en la entrada de la tienda, su figura sombría recortada contra el brillo lejano de las estrellas. Kael levantó la mirada, encontrando los ojos de su mentor llenos de una resolución que no podía ignorar.
"Tenemos que irnos," dijo Rothar en voz baja. "Hay un lugar al que debemos ir. Un lugar que podría ayudarte a comprender lo que aún te falta."
Kael frunció el ceño, confundido pero intrigado. Se levantó lentamente, el dolor en su costado recordándole lo frágil que era en comparación con los desafíos del mundo en el que ahora vivía. No preguntó más; confiaba en Rothar, y si su mentor creía que este lugar era importante, Kael lo seguiría sin dudar.
Salieron del asentamiento a primeras horas del día, con el sol comenzando a ascender en el horizonte, pintando el cielo con tonos anaranjados y rojos. La travesía no fue corta. Se adentraron en el corazón de Silence, una tierra desolada, marcada por la decadencia y el abandono, donde la vida era más una lucha que una bendición. Kael sintió el peso del aire, la sensación de estar en un lugar olvidado por el resto del mundo. La tierra bajo sus pies crujía a cada paso, como si el propio suelo estuviera cediendo a la oscuridad que todo lo envolvía.
"Es aquí," murmuró Rothar, señalando un pequeño claro entre los árboles, donde una extraña energía parecía emanar desde el suelo mismo. A medida que se acercaban, Kael notó que el aire se volvía más denso, como si la atmósfera misma estuviera impregnada de Vitalis.
Este lugar, aunque en apariencia simple, emanaba una sensación única. Los árboles que lo rodeaban eran antiguos y retorcidos, con raíces que se hundían profundamente en la tierra, como si estuvieran conectados a algo mucho más grande que el propio bosque. La vegetación era más espesa, pero las plantas que crecían aquí tenían un resplandor sutil, una luz tenue que parecía provenir de sus propios corazones.
Rothar se detuvo en el centro del claro, dejando que Kael lo alcanzara antes de hablar. "Este es el legado de Aetheris," explicó, su voz baja, casi reverente. "Un lugar donde el Vitalis fluye en su forma más pura, más densa. No muchos sobreviven a esta cercanía, pero quienes lo hacen... logran un control total sobre su energía."
Kael miró a su alrededor, sintiendo una extraña vibración en el aire. El Vitalis parecía fluir a su alrededor, tocando su piel, entrando en su cuerpo. A diferencia de lo que había experimentado antes, no era una invasión violenta. Esta energía era suave, como un río caudaloso que corría a través de él sin forzarlo, una sensación reconfortante pero poderosa. Kael cerró los ojos, permitiendo que la energía lo envolviera. Había algo en este lugar que lo llamaba, algo que le decía que debía abrirse a ella, dejar que el Vitalis fluyera con total libertad.
"Respira," le dijo Rothar, observando a Kael con atención. "Deja que el Vitalis se mezcle contigo. No luches contra él, como siempre lo has hecho. No lo contengas. Solo siente."
Kael inhaló profundamente, siguiendo las indicaciones de su mentor. A medida que lo hacía, el Vitalis comenzó a moverse por su cuerpo de una manera que nunca había experimentado antes. En lugar de sentirlo como una presión que debía controlar, ahora lo sentía como una corriente suave y constante que lo nutría desde dentro. El flujo de energía se movía por sus venas con una armonía que no había sentido nunca antes, como si estuviera sincronizado con cada respiración que tomaba.
Una visión fugaz cruzó su mente: recuerdos de su vida anterior, antes de su muerte. Imágenes de su familia, de las personas que había perdido por su obsesión con el poder. Aquel impulso de control que había guiado su vida, que lo había llevado a hacer cosas que hoy lamentaba, parecía alejarse. Aquí, en este lugar, Kael no sentía la necesidad de dominar nada. Sentía que, por primera vez, era parte de algo más grande, algo mucho más grande que él mismo.
"Eso es," murmuró Rothar, observando el cambio en Kael. "Deja que fluya. Deja que el Vitalis te transforme."
El joven sentía cómo el Vitalis pasaba de sus extremidades a su núcleo, como si estuviera alimentando su alma misma. La sensación de agotamiento que había arrastrado desde su última pelea comenzó a desvanecerse. El Vitalis puro parecía revitalizarlo, restaurando tanto su cuerpo como su mente. Las cicatrices de su pasado, tanto físicas como emocionales, comenzaban a sanar, pero lo que más le sorprendió fue la sensación de control. Por fin entendía lo que Rothar le había estado enseñando: el Vitalis no era solo un poder para ser utilizado, sino una energía que debía ser comprendida y respetada.
Con un suspiro profundo, Kael abrió los ojos y observó sus manos. Podía ver el brillo del Vitalis fluyendo dentro de él, pero ahora no era una corriente caótica. Era una corriente controlada, una energía que respondía a su voluntad sin esfuerzo. Sentía una claridad mental que antes le era desconocida. No solo entendía cómo usar el Vitalis, sino que podía sentir su flujo, como si fuera una extensión natural de sí mismo.
Rothar lo observaba en silencio, una leve sonrisa curvando sus labios. "Ahora entiendes," dijo, su tono menos áspero que de costumbre. "El control no solo se refiere a cómo usas el Vitalis, sino a cómo te relacionas con él. No es un arma, Kael. Es una extensión de tu voluntad."
Kael asintió lentamente, procesando las palabras de Rothar. Durante todo este tiempo, había estado luchando contra su propia naturaleza, buscando el control a través de la fuerza, la brutalidad, el dominio. Pero aquí, en este lugar sagrado, había aprendido que el control verdadero venía de la aceptación, de entender que el Vitalis no era algo que debía someterse, sino algo que debía fluír libremente, en armonía con su propio ser.
"Estoy listo," dijo Kael con firmeza, levantándose. "Estoy listo para aprender a usarlo correctamente."
Rothar asintió. "No hay vuelta atrás, Kael. Pero ahora, tienes el poder de cambiar las cosas. No solo para ti, sino para todos los que te rodean."
El joven observó el paisaje a su alrededor, una sensación de determinación renovada en su pecho. Sabía que el camino hacia el verdadero dominio del Vitalis sería largo y difícil, pero por primera vez, no sentía miedo de lo que venía. Sabía que tenía las herramientas necesarias para enfrentarse a lo que estaba por venir.
"Este es solo el comienzo," murmuró Kael para sí mismo, mientras el viento soplaba suavemente, como una confirmación de sus palabras.
Y con eso, Kael dio el primer paso hacia su verdadero destino.