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Chapter 30 - La Larga Sombra del Silencio

El sol ya se estaba ocultando cuando la primera señal de peligro llegó al asentamiento. Un gruñido bajo y distante, casi imperceptible entre los vientos que azotaban las ruinas, fue lo que primero alertó a Kael. Estaba en el taller, repasando algunas de las lecciones de Rothar sobre el uso del entorno y la importancia de no confiar ciegamente en las fuerzas brutas. El ambiente en el asentamiento había sido tenso en los últimos días, pero nada que presagiara una amenaza tan directa.

"¡Rothar!" gritó, saliendo corriendo hacia la entrada del refugio, donde vio al hombre de cabellera gris y ojos fríos observando el horizonte con una mirada calculadora.

"¿Qué ocurre?" Kael preguntó, aunque un nudo en el estómago ya le decía la respuesta.

"Vienen," respondió Rothar con calma, como si no fuera la primera vez que veía una situación similar. "Un grupo de forasteros. No son de por aquí, y no están buscando amistades."

Kael sintió cómo la adrenalina comenzó a recorrer su cuerpo, el flujo de Vitalis se aceleró dentro de él. Sabía que no podría quedarse de brazos cruzados. Aunque todavía no estaba completamente entrenado, la idea de ser el espectador mientras su nuevo hogar era atacado no le gustaba nada.

Al principio, el sonido del ataque fue suave. El crujir de ramas y hojas rotas, los pasos pesados de criaturas que se acercaban en la penumbra, haciendo que Kael se pusiera alerta. Los atacantes no eran simples bestias salvajes, sino humanos. Aunque su apariencia era desgarrada y sucia, y su vestimenta era improvisada con lo que parecían ser restos de otras batallas, sus ojos reflejaban una peligrosa determinación. El líder de este grupo, un hombre alto con una cicatriz que recorría su rostro y su ojo izquierdo vendado, observaba el asentamiento con una sonrisa cruel. Tenía la postura de un guerrero experimentado, uno que sabía cómo manejar la violencia.

"Preparémonos para lo peor," murmuró Rothar mientras cargaba su arco, sus manos firmes y sus ojos calculadores. "Esos son los hombres de Silence, y no tienen piedad."

La atmósfera se tornó densa, tensa. Kael podía sentir el pulso de su propio corazón acelerado, el Vitalis fluyendo con fuerza por su cuerpo, a punto de desbordarse. Sabía que tendría que usar todo lo aprendido hasta ese momento para enfrentarse a lo que venía. Rothar había insistido siempre en que el combate directo no era la solución, pero la situación era desesperada. No podían huir. No podían esperar.

La primera línea de defensa fueron los arqueros, que se posicionaron sobre las murallas improvisadas, tratando de mantener a raya a los atacantes. El sonido de los disparos de flechas resonó, y las primeras criaturas cayeron, pero el líder del grupo enemigo no se dejó intimidar. Ordenó que sus hombres se movieran más rápido, con tácticas de guerrilla que les permitieron avanzar rápidamente. Kael los observaba, analizando el terreno mientras los guerreros hostiles se acercaban.

"Recuerda lo que te enseñé," susurró Rothar, clavando su mirada en él. "No luches contra ellos, usa el terreno."

Kael asintió, buscando entre las sombras el lugar adecuado para actuar. Las lecciones de Rothar sobre aprovechar el entorno y no desgastarse en peleas innecesarias se hicieron más claras en ese momento. Mientras los atacantes avanzaban, Kael usó su Vitalis para impulsarse hacia un lado, saltando de un lado a otro entre los árboles cercanos, buscando no solo atacar, sino también distraer y confundir a sus oponentes. Hizo uso de las trampas improvisadas que había aprendido a construir, desparramando una mezcla de ramas y redes, con el fin de ralentizar el avance del grupo enemigo.

Sin embargo, el líder de los atacantes no era un tonto. Rápidamente se dio cuenta de las tácticas de Kael y, con una mirada decidida, comenzó a dirigir a sus hombres hacia los puntos más vulnerables del asentamiento, intentando rodearlos por completo. Fue entonces cuando Kael sintió el peso de la situación. No podía fallar. No podía permitir que las personas que le habían dado refugio se vieran derrotadas por su inexperiencia.

"¡Vienen por el norte!" gritó uno de los arqueros, avisando a todos de la nueva amenaza. Kael no perdió tiempo y se apresuró a posicionarse en ese sector, viendo cómo el líder enemigo se acercaba al grupo de exiliados.

"¡Yo los detendré!" gritó Kael con determinación, aunque su cuerpo ya comenzaba a sentirse pesado. El uso continuo del Vitalis para moverse con rapidez y precisión estaba agotando sus energías. Sin embargo, el miedo de perder la batalla lo impulsó a seguir adelante.

Cuando el líder enemigo, un guerrero corpulento con cicatrices que parecían mapear su vida de batallas, llegó al frente, Kael se lanzó hacia él con la espada en mano. El sonido del metal chocando contra metal resonó en sus oídos mientras sus cuerpos se enfrentaban. El hombre era fuerte, mucho más fuerte que cualquier otro oponente que Kael hubiera enfrentado antes, pero Kael no se rindió. Cada golpe de su espada parecía ser más preciso que el anterior, gracias a la fuerza del Vitalis que usaba para potenciar su agilidad y reacción.

Pero cada vez que usaba el Vitalis, la energía vital de su cuerpo se agotaba. Un dolor punzante le recorría los músculos cada vez que forzaba su energía más allá de los límites. Y sin embargo, su determinación lo mantenía en pie.

En un momento de descuido, el guerrero enemigo aprovechó la oportunidad para asestar un golpe directo a Kael, atravesando su defensa. El impacto fue brutal, y Kael cayó al suelo, su respiración entrecortada, el dolor invadiendo su cuerpo.

"¡Kael!" Rothar gritó desde un costado, pero Kael apenas podía escuchar su voz a través del rugido en sus oídos. El agotamiento era extremo. No solo había utilizado más Vitalis del que su cuerpo podía soportar, sino que el golpe había dejado una herida profunda en su costado. La sangre se derramaba sobre la tierra, y Kael sentía que la oscuridad comenzaba a tragárselo.

No podía rendirse ahora. Había aprendido demasiado. Había prometido proteger a su nueva familia, a las personas que habían creído en él. Tenía que seguir adelante.

El guerrero enemigo levantó su espada para dar el golpe final, pero Kael, con la última chispa de su Vitalis, levantó su espada con una fuerza sobrehumana, utilizando el poco de energía vital que le quedaba para hacer un último esfuerzo. Su espada chocó contra la del enemigo, bloqueando el golpe.

Fue en ese momento cuando Rothar, aprovechando la distracción, se lanzó desde un costado y con una precisión mortal, atravesó el cuello del líder enemigo con su flecha. El guerrero cayó al suelo, dejando a Kael sobre sus rodillas, respirando pesadamente.

El sonido de la batalla cesó casi de inmediato. Los hombres del líder caído dudaron, miraron a su líder muerto, y comenzaron a retirarse. No era una victoria completa, pero al menos habían sobrevivido.

Kael, exhausto y con la visión nublada por la pérdida de Vitalis, se desplomó en el suelo. Rothar se acercó rápidamente, sus manos firmes al tomarlo del hombro.

"Te pasaste," dijo Rothar en tono severo, pero con un atisbo de preocupación en su mirada. "Este tipo de energía no es algo que debas manejar sin control."

Kael asintió débilmente, consciente de su error. Había estado tan centrado en la batalla, en demostrar su valía, que había olvidado la lección más importante: la fuerza no lo era todo. El control era lo que necesitaba aprender aún más.

"Lo sé," susurró Kael, su voz rasposa por el agotamiento. "Lo sé."cf