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Chapter 28 - Ecos de la Resistencia

El aire en Silence, denso y pesado, parecía ser aún más opresivo cuando Kael y Rothar se adentraron en el terreno desconocido, siguiendo las señales de vida que habían descubierto días atrás. El continente era vasto, una extensión interminable de ruinas, criaturas feroces y un silencio que se sentía como una condena. La esperanza de encontrar algún refugio parecía tan escasa como el agua en el desierto. Sin embargo, las huellas de vida que habían encontrado les daban una chispa de esperanza, una razón para seguir adelante.

Kael, a pesar de las lecciones de Rothar y de los avances en su propia habilidad con el Vitalis, aún sentía su cuerpo desgastado. Las cicatrices de sus enfrentamientos anteriores se sentían como una carga constante, recordatorios de los peligros que acechaban en cada rincón de Silence. Sin embargo, algo en su interior lo impulsaba a seguir. No solo la necesidad de sobrevivir, sino también la de encontrar respuestas, de entender por qué se encontraba en ese continente maldito y qué lo unía al misterio que parecía envolverlo todo.

"Esto no es un lugar para los débiles", murmuró Rothar mientras avanzaba, su voz grave resonando en el aire denso. "Pero si te atreves a enfrentarlo, quizás encuentres algo más que solo muerte."

Kael asintió, aunque la incertidumbre le apretaba el pecho. Las palabras de Rothar eran un constante recordatorio de la brutalidad de Silence, pero también de la tenacidad que se necesitaba para sobrevivir.

Finalmente, después de varios días de rastreo, llegaron a una pequeña zona en la que las huellas de vida parecían concentrarse. Había signos de actividad reciente: un campamento improvisado, restos de fuego, y lo que parecía ser el principio de un asentamiento oculto. Pero también había un aire de cautela en el ambiente, como si los habitantes de este lugar estuvieran constantemente al acecho.

"Nos estamos acercando", dijo Rothar, sus ojos analíticos recorriendo el horizonte. "Este es un lugar al que pocos se atreven a llegar. Mantente alerta."

Kael asintió, el peso de la advertencia calando en su mente. Sabía que Silence no era solo un territorio inhóspito por su fauna, sino por sus habitantes. Exiliados, sobrevivientes, renegados de todos los rincones del mundo... cada uno con su propia historia de traición, sufrimiento y lucha por la supervivencia. Nadie en este continente podía ser confiable, y Kael sabía que debía estar preparado para lo peor.

Cuando llegaron al borde del asentamiento, un pequeño grupo de personas emergió de las sombras, vigilantes, con armas en mano. El ambiente se volvió tenso, y Kael pudo sentir la hostilidad en el aire. Estos eran los exiliados, pero no eran precisamente una bienvenida cálida. Sus miradas eran duras y desconfiadas, como si cada uno de ellos hubiera aprendido a no confiar en nadie, incluso en sus propios hermanos de sobrevivencia.

"¿Qué hacen aquí?" preguntó uno de ellos, un hombre de aspecto curtido, su rostro marcado por el tiempo y las cicatrices de una vida dura. Su voz era áspera, llena de desconfianza.

Rothar se adelantó, su presencia imponente, aunque calmada. "Soy Rothar, y traigo a un compañero que necesita ayuda. No venimos a causar problemas."

El hombre que había hablado lo miró de arriba a abajo, sus ojos recorriendo a Kael con una intensidad que le hizo sentir incómodo. "Rothar, siempre regresando con alguien. ¿Y este? No tiene pinta de ser alguien que pueda soportar el peso de Silence."

Kael sintió un nudo en el estómago. Sabía lo que pensaban de él: un joven débil, perdido en un continente donde solo los más fuertes podían sobrevivir. Y si Rothar no intervenía, podría ser rechazado antes de siquiera tener una oportunidad.

"Es mi decisión", dijo Rothar, su tono firme, no dispuesto a dejarse influir. "Si no me creen, pueden interrogarme, pero Kael ha pasado la misma prueba que yo, y sobrevivió. Eso debe contar por algo."

El hombre parecía sopesar sus palabras, su mirada fija en Rothar. Finalmente, asintió con un gruñido. "Está bien, pero si causa problemas, no me culpen."

Kael respiró aliviado cuando el hombre dio una señal a los demás para que los dejaran pasar. No era una bienvenida cálida, pero al menos no era un rechazo total. Mientras avanzaban hacia el interior del asentamiento, Kael observó con atención los edificios improvisados y las estructuras rudimentarias hechas de madera y piedra. Este lugar, aunque rudimentario, tenía algo de hogar para aquellos que vivían allí, algo que los mantenía unidos a pesar de las adversidades.

El asentamiento estaba rodeado por un muro bajo, apenas capaz de resistir un ataque directo, pero suficiente para mantener alejadas a las criaturas más pequeñas. A medida que se internaban más en el área, Kael notó la mezcla de personas que lo habitaban: algunos con ropa rasgada, otros con armaduras improvisadas. Todos tenían algo en común: la dureza en sus rostros, la mirada de quienes habían sido marcados por el sufrimiento y la traición.

"Bienvenido a nuestra casa, por ahora", dijo una mujer que se acercó a ellos. Era de complexión fuerte, con el rostro curtido por el sol y los vientos. "Nos llamamos 'Los Descartados'. Somos lo que queda de aquellos que no encajaron en el resto del mundo. Aquí, nadie es juzgado por su pasado."

"¿Qué hacen aquí?" preguntó Kael, más por curiosidad que por necesidad. No era que tuviera una pregunta específica, pero algo en la atmósfera de este lugar le hacía preguntarse qué los había traído hasta aquí.

"Sobrevivir", respondió la mujer con una sonrisa amarga. "Algunos de nosotros venimos de Aetheris. Otros, de las ciudades que una vez creyeron que todo estaba bajo control, hasta que se dieron cuenta de que Silence no perdona. Pero aquí, al menos, tenemos algo de paz."

"¿Aetheris?" preguntó Kael, ahora más intrigado. "¿Cómo llegó alguien de Aetheris aquí?"

La mujer miró a Rothar antes de responder. "Es una larga historia. Pero si buscas respuestas, debes saber algo. Silence no es solo un continente vacío, ni es un simple exilio. Es... un campo de batalla, donde las piezas más grandes juegan sus juegos. El Culto de las Llamas Eternas ha estado aquí. Y si estás buscando respuestas sobre por qué existimos, por qué estamos aquí... probablemente encontrarás algo que te sorprenda."

Kael sintió un escalofrío recorrer su espalda. El Culto de las Llamas Eternas. Había oído hablar de ellos en rumores, pero saber que su influencia se extendía hasta aquí era algo que no había anticipado. Y más aún, la conexión con Aetheris, con aquel misterioso continente que había descubierto en su viaje. Todo estaba comenzando a entrelazarse de una manera peligrosa.

"¿Y qué más saben sobre ellos?" preguntó Kael, el deseo de comprender más sobre los oscuros secretos de Silence creciendo dentro de él.

"Mucho más de lo que podemos contar", dijo la mujer. "Pero te sugiero que primero tomes un respiro. Aquí no es un lugar para aquellos que buscan respuestas sin estar preparados para lo que encontrarán."

Kael miró a Rothar, quien le dedicó una mirada enigmática. Este lugar, esta gente, tenía muchas capas de misterio. Y Kael estaba a punto de desentrañarlas, aunque eso significara enfrentar los ecos del pasado y los peligros que aún acechaban.